Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi alma ❯ Capítulo 9 ( Chapter 9 )
Capítulo nueve
Bulma pateó las esferas del dragón para formar un círculo abierto a la sombra de una pequeña colina cubierta de hierba. Por detrás, Dende recitaba con su joven voz aguda una invocación. De pronto, el viento ausente se levantó y sopló su cabello corto, el cielo se oscureció y las sombras dividieron las nubes densas y agitadas. Ella cayó de rodillas junto al anillo de esferas de oro y vio como las sombras se precipitaban sobre su cabeza. Deseó que estas tomaran toda su tristeza y la subieran al cielo para que pudiera olvidar lo que estaba a punto de sacrificar.
Solo quería volver a un tiempo que no existía más, quería llevar a su niña a la comodidad y la seguridad de un mundo que conocía. El rugido del viento bajó a una brisa suave. Ella levantó la vista, en el cielo había un espiral de escamas verde oscuro y sombras arremolinándose. El dragón bajó la mirada, sus implacables ojos de oro la desafiaron a hablar. Cuando lo miró, pudo ver todas sus esperanzas y sus sueños en la inmensidad de aquellos ojos. Aquí, él era la criatura más grande que cualquier dios conocido. Esta era una criatura que podía concederle cualquier cosa, si tan solo lograra encontrar la voz para pedir.
Una sola lágrima coronó su pálida mejilla. Dende colocó una pequeña mano detrás de su hombro. Era un niño pequeño al que apenas podía sentir, pero su presencia era abrumadora.
—Todo va a salir bien, Bulma.
Ella puso su mano sobre la de él y sintió la calidez de sus dedos.
—Lo sé.
Tragándose las lágrimas por lo que perdería, Bulma se esforzó en ponerse de pie.
—¿Cuál es tu deseo?
La fuerza de la voz del dragón casi la hizo caer. Todo lo que ella podía hacer era quedarse mirándolo, viendo como molesto se pellizcaba el hocico.
—¿Cuál es tu deseo?
—Deseo…
El dolor atravesó su corazón y no fue capaz de articular las palabras. Se frotó el pecho pensando en su hija. Dende cogió su pequeña mano.
—Debes permanecer fiel a tu camino.
Bulma bajó la mirada hacia él, la confusión cubría su frente.
—¿Cómo sé cuál es mi camino?
—Es lo que hay en tu corazón.
Ella sonrió y le apretó la mano. Mirando de nuevo al dragón tomó una respiración profunda y habló con el corazón.
—Deseo que Vegeta sea dotado de la fuerza que necesita para derrotar a sus enemigos.
—Yo solo le puedo conceder lo que él es capaz de hacer.
La desesperación cayó sobre Bulma. Sabía que había un límite en el número de deseos, pero ¿también en lo que podría desear?
—Vegeta aún no ha alcanzado su potencial —ofreció Dende.
Ella asintió y pasó su palma sudorosa por su muslo.
—Entonces concédele cada gota de poder de la que sea capaz. Libera el poder que está en su interior para que pueda salir victorioso —le pidió al dragón levantando las manos hacia él en actitud de súplica.
—Ya está hecho —tronó el dragón. Por un instante el silencio pesó sobre el planeta y luego fue destrozado por un grito que corrió por encima de las colinas y los valles, seguido por ráfagas de viento y chispas de luz.
El alivio se disparó a través de Bulma. Ahora que la decisión fue tomada, se le quitó una carga del corazón. Ella se tambaleó hacia atrás y le permitió a Dende sentarla en una gran roca gris que se sentía fresca y grumosa. Estaba hecho, no había vuelta atrás ni había nada corroyéndola por dentro mientras decidía lo que sería mejor. Vegeta estaría muy bien ahora. Él la protegería, cuidaría de su hija. No sería perfecto, no sería la Tierra, pero al menos estarían a salvo. Tal vez, incluso podrían estar juntos. Felices.
—¿Cuál es tu segundo deseo?
Bulma casi pegó un salto y levantó una mirada de sorpresa hacia el gran dragón.
—¿Segundo deseo? ¿Cuántos deseos puedes conceder?
—Tres.
Ante la respuesta, ella extendió los dedos por su cara, abrió la boca y de repente estalló en risas y sollozó profundos. ¿Tres deseos? Si tan solo lo hubiera sabido, las discusiones con Vegeta podrían haber sido evitadas ¡y no habría agonizado tanto!
Revitalizada, se disparó de la roca.
—¡Deseo que la Tierra y su gente sean restauradas! —gritó llena de alegría, casi saltó de arriba a abajo.
—Eso no puede ser hecho.
Bulma miró al dragón sin comprender.
—¿Qué significa que no puede ser hecho? Tú eres el dragón eterno, tú concedes deseos, ¡ese es mi deseo!
—La pérdida de vidas fue demasiado grande. No puedo restaurar lo que no fue tomado por mí. Algo tan terrible hecho por un mortal solo puede ser deshecho por un mortal.
—¿Pero cómo?
—Puedo regresar el tiempo y volver a un punto antes de que tu planeta fuera destruido con todo tu conocimiento intacto. Si eres lo suficientemente fuerte, tal vez puedas deshacer los males perpetrados contra ti.
—¿Regresar? Pero eso significaría… —Bulma cayó de rodillas ante el dragón, presionó los puños contra su pecho y mechones de su fino cabello azul volaron sobre su rostro ocultándole los ojos—. Eso significaría que todo lo que he experimentado desde entonces nunca habría sucedido. Vegeta y yo nunca nos habríamos conocido. Nunca habría… Bunny nunca… pero yo recordaría, yo recordaría todo. —Su voz era vacía y esta se hizo eco en el aire inmóvil.
El peso regresó para presionarle con fuerza la espalda. Ella se tambaleó hacia delante y hundió una mano en la hierba para evitar caer en el suelo. La hierba era suave y fresca, no obstante, debajo podía sentir la punzada aguda de los diminutos guijarros cavando un camino en su piel.
»No puedes pedirle a una madre que asesine a su hija —dijo con la voz entrecortada. La hierba de color verde pálido nadaba en su vista.
—No sería un asesinato si nunca existió.
—¡Pero sí existe! —gritó Bulma con la cabeza echada hacia atrás y los puños llenos de hierba—. Existe aquí y ahora, bastardo.
—¿Entonces deseas revisar tu segunda petición? —El dragón consultó con un aburrido y despreocupado tono.
Ella gritó hacia el cielo sin poder ser consolada por el pequeño niño que hacia sonidos calmantes cerca. Frustrada y exhausta por el peso, se postró en la hierba y golpeó los puños en la suciedad hasta que sangraron.