Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi alma ❯ Capítulo 10 ( Chapter 10 )

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Nota de Tempestt: Exención de responsabilidad: No soy dueña ni me beneficio de DBZ. ¿No he dicho esto ya lo suficiente?
 
 

Capítulo diez

 

 

 

El sol coronando el horizonte consumió todas las sombras reunidas por encima de ella. El calor que calentaba su espalda se llevó su tensión. Sus sollozos se calmaron, el dolor en su pecho disminuyo y pudo recuperar el aliento. Bulma levantó la cabeza y se secó sus ojos húmedos con el antebrazo. Una luz la cegó. Parpadeó y reenfocó. Vegeta se paraba en frente, dorado y luciendo como un dios. Ella lo miró asombrada, apenas reaccionó cuando su fuerte mano la agarró por el codo para levantarla.

—Vegeta. —Había sido impíamente guapo antes, pero ahora era hermoso. Irradiaba una luz que bronceaba su piel y volvía dorado su cabello. Atrás quedaron sus inquietantes ojos oscuros, en su lugar eran el más brillante verde azulado que jamás había visto. El calor de su transformación terminó por consumir la mayor parte de su ropa dejándolo desnudo al cielo vigilante. Si no lo conociera tan íntimamente, podría no haberlo reconocido.

Se puso de pie en el círculo abierto de sus brazos y arrastró los dedos por sus bíceps. Él le sonrió con superioridad y presumió. Ella le devolvió la sonrisa, pero puso los ojos en blanco al oír resonar una voz por encima de ellos.

—Tu segundo deseo —exigió Porunga con un tono impaciente.

Bulma tembló cuando todo el peso de su pérdida se precipitó sobre ella.

—¿Segundo deseo? —Vegeta se hizo eco apartándola.

—La señora Bulma utilizó su primer deseo para concederle su poder —respondió Dende. Él se mantuvo cerca retorciéndose las manos mientras observaba al imponente hombre manejar tan suavemente a la delicada mujer.

Sin darse cuenta, Vegeta apretó los puños. El poder corriendo por sus venas era intoxicante. Cuando de improviso surgió en su interior, fue como volver a nacer. Todo era diferente. Los colores eran más brillantes, los aromas, más fuertes y el tiempo mismo pareció detenerse cuando vio a Cooler atacar. Mientras reducía a polvo de huesos a su enemigo, se permitió creer por un instante que era su propia obra. Que de alguna manera por la necesidad y la desesperación accedió al poder latente en su interior, pero no conseguía convencerse de eso. Esta no era su fuerza, era robada. No, peor, le fue dada.

Dende observó al orgulloso guerrero y sus antenas se sacudieron pensativamente.

»El dragón no podía conceder algo que usted no poseyera. La señora Bulma solo deseó que su potencial sea desbloqueado.

Vegeta miró enfurecido al niño. No lograba sacudirse la sensación de que había hecho trampa. Que de alguna manera saltó hitos vitales de su ascensión. Sin embargo, lo que ella hizo fue más o menos lo que habría hecho por sí mismo.

—¿Así que utilizaste tu deseo en mí?

Bulma no lo escuchaba. Sus brazos estaban envueltos protectoramente alrededor de su estómago y su cabello colgaba bajo su frente. Vegeta miró al adusto dragón en el cielo.

—Pide tu deseo, Bulma, recupera tu planeta.

—No puedo.

Vegeta apenas la oía debido al sordo e impaciente ruido por encima de ellos.

—¿No puedes? Solo abre tu maldita boca y pide tu deseo, mujer.

Bulma rompió a llorar y se cubrió la boca con una mano temblorosa. Avergonzado, Vegeta cambió su peso.

—Porunga no puede restaurar su planeta. Solo puede regresar el tiempo y devolverla antes del ataque —le explicó Dende—. El deseo regresaría a cada uno a su lugar en ese momento en el tiempo, incluyéndolo a usted, señor Vegeta. Solo el responsable del deseo conservará los recuerdos de lo que pasó.

La voz del dragón desgarró el paisaje mientras hablaba. Bulma y Dende cayeron de rodillas por su pura fuerza. Solo Vegeta se quedó de pie contemplando con ojos sin emociones al dragón. Ese fatídico día en la Tierra parecía hace tanto tiempo. Estuvo parado en la cúspide de la victoria antes de que Frízer llegara a tirar todo por la borda. Había sido tan débil entonces, tan lleno de ira y odio que eso infectó su interior hasta que lo puso enfermo. La idea de volver a un estado de no ser después de haber sido, devastó una parte profunda dentro de él. Incluso si nunca lo recordará, la pérdida resonaría en su interior. Todo eso no explicaba las lágrimas de Bulma.

—No tendrías la fuerza para destruir a Frízer. ¿Es eso lo que te está deteniendo?

Quería extender el brazo y consolarla, pero no se sentía capaz de acercarse a la mujer cuyas próximas palabras podrían rasgar su alma.

—No logro hacerlo y me está matando. Una vida por miles de millones, es tan lógico.

Ella se hallaba arrodillada a los pies de Vegeta, empujada a la sumisión por la voz del dragón. Él se acordó de su promesa y la puso de pie.

—¿Sobre qué estás balbuceando?

La mirada que Bulma le disparó estaba llena de la traición y la sorpresa por su absoluta falta de comprensión.

—Bunny. Tendría que asesinar a mi bebé, a nuestra hija. ¿La has olvidado tan fácilmente? —Ella lo golpeó en el pecho con un pequeño puño. Vegeta capturó su mano y la jaló.

—Nunca habría existido —razonó usando un cuidadoso tono medido.

Bulma se retorció en sus manos como un pinzón asustado en una jaula dorada.

—Pero yo recordaría, ¿no lo entiendes? Su memoria siempre estaría dentro de mí y yo nunca podría vivir con eso.

—Bulma, lo entiendo.

—¿Cómo podrías? —replicó ella aún llena de ira y desesperación.

—Sé lo que es querer, querer tanto que se convierte en una necesidad. Y sé lo que es lamentar, lamentar tan profundamente que se convierte en una enfermedad en los huesos.

—Pero esa necesidad se ha convertido en un fracaso. He trabajado muy duro y vivido tanto tiempo de luto susurrando sueños de esperanza en el oído de mi hija. ¿Cómo puedo rendirme ahora?, ¿cómo puedo darle la espalda a la humanidad?, ¿qué clase de persona eso me haría ser? Permitir que miles de millones sacrifiquen sus vidas para que pueda conservar a mi hija. —Enojadas lágrimas se derramaron por las mejillas de Bulma y gotearon en el suelo.

—Ellos ya están muertos, es solo la presencia del dragón lo que te llena de dudas. —Él hizo una pausa para mirar muy de cerca su reacción. Bulma no dijo nada, se quedó pálida e inmóvil con las lágrimas deslizándose hacia abajo—. Crees que estás sola aquí, pero no lo estas. Me tienes, tenemos a Bunny. —Vegeta tragó saliva—. Podemos ser felices.

La ira la dreno dejándola débil y desesperada. Bulma reclinó la frente en la curva de su hombro. Por tan solo un instante, Vegeta fue golpeado con el pensamiento de que ella perdiera su brillo.

—¿Lo juras?

Hubo unos segundos de silencio e incluso el zumbido en el cielo pareció enmudecer. Vegeta luchaba con las emociones en su interior. Este era su momento, podía tenerlo todo: poder sin precedentes, gobernar el universo, la mujer a la que deseaba por encima de todo, una familia. Todo estaba al alcance de su poderoso puño. Su padre estaría muy orgulloso. El último pensamiento hizo que algo enfermo se revolviera en su estómago.

—Sí.

Poco a poco, ella levantó el rostro, una tímida sonrisa ribeteó la totalidad de las esquinas de su boca. La abrió para hablar y su garganta se llenó con luz blanca que se derramó de sus labios rosados. La luz le atravesó el pecho y rebotó inofensivamente en Vegeta. Sangre caliente lo salpicó en el rostro. Bulma se deslizó de sus manos y cayó en la hierba con un ruido sordo.