Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi alma ❯ Capítulo 11 ( Chapter 11 )

[ X - Adult: No readers under 18. Contains Graphic Adult Themes/Extreme violence. ]

 

Exención de responsabilidad: No soy dueña ni me beneficio de DBZ.
 
 

Capítulo once

 

 

 

Lyedra apareció ante Vegeta. La pálida piel de sus antebrazos se había desprendido y dejaba ver unas muñecas y manos con garras cubiertas de escamas color esmeralda. Él ya la tenía por el cuello antes de que pudiera respirar. Lyedra le sonrió, sus labios rosa se estiraron mórbidamente en las esquinas.

—Valió la pena.

El sonido de su cuello quebrándose se hizo eco a través del valle. La dejó caer como la basura que era y giró hacia Bulma. Ella miraba sin ver al gran dragón en el cielo. En su pecho había un enorme agujero del tamaño de un puño, pero aún mostraba las primeras franjas de una sonrisa en sus labios.

Devastado, Vegeta se puso de rodillas. La muerte era común en su mundo. Todos morían. No solo morían, sino que lo hacían repentinamente, rara vez sobrevivían. Un momento respiraban y al siguiente no. Esa era la forma en que sucedían las cosas. La muerte hacía mucho tiempo que dejó de impactarlo, pero ¿por qué lo sentía como un grito?, ¿por qué lo sentía como si el calor se extinguiera en su pecho? Incluso ahora sentía que la frialdad lo inundaba.

Acarició su rostro sin comprender porque le temblaba la mano. Su mejilla era cálida y suave bajo sus dedos y, aun así, no palpaba signos de vida. Ella no se veía bien. Era hermosa, pero había algo sin pulir. No brillaba, no estaba caliente, no estaba llena de la luz que él tanto amaba. Amar, que palabra humana tan horrible. ¿Qué significaba de todos modos? ¿Haber hecho o tal vez sentido algo impensable en el pasado? ¿Cuál era su origen? Solo era una palabra como planeta o sol o flor o Legendario. Sonidos sin sentido ensartados entre sí intentando significar algo, intentando hacerte sentir.

Vio movimiento al filo de su visión y retiró la mano de la mejilla de Bulma que ya empezaba a enfriarse.

—Tienes una opción ahora, Vegeta.

La voz del niño sonaba más vieja de lo que debería. El derramamiento de sangre lo maduró en un hombre. Sabía que era un hecho, pero había algo familiar en los tonos reconfortantes. Endurecido, se puso de pie para mirar desafiante al dragón.

—¿Qué opción? La resucitaré. Después de todo parece haber deseos que necesitan ser desperdiciados en cosas tan inútiles como esa.

—Por supuesto.

Vegeta se sintió más castigado por sus propias palabras que por la vaga desaprobación en la respuesta del niño. Tratarla con tal indiferencia parecía una traición, pero así era como tendría que ser. Él iba a ser el gobernante de galaxias. No siempre habría un dragón concediendo deseos cerca. Si sus enemigos supieran de su apego, la usarían a ella y a Bunny en su contra. Tenía la intención de resucitarla, tenía la intención de conservarla. Si apartarla era lo que debía hacer para mantenerla a salvo, entonces que así sea.

—Bulma nunca se recuperará completamente, ya sabes, de la pérdida de su pueblo, de su fracaso. Eso la pudrirá por dentro, ulcerará su alma hasta que se atenué y muera. Sabes algo de ese tipo de fracasos, ¿no es así, Vegeta?

—La mantendré a salvo.

—A salvo, sí. ¿Y qué les costaría esa seguridad a los dos? Tu presencia disminuirá su dolor por un tiempo, pero ¿qué pasará cuando no estés ahí?, ¿qué pasará cuando la protejas de tus enemigos mientras le das la espalda? Tal vez sería más amable dejarla muerta.

Él se volvió hacia el niño y le mostró los dientes, su cola se enrolló amenazadoramente. Sin verse afectado, el niño se encogió de hombros y acarició su delgado vientre. Los ojos que contemplaron a Vegeta no eran infantiles, eran mayores, más oscuros, más profundos.

»Sería más satisfactorio para ti. No tendrías que verla marchitarse ante tus ojos, no tendrías que fingir cuidarla. Aún podrías honrar a Bulma si encuentras a su hija y la haces tu princesa. De esa manera una parte de ella estaría cerca para consolarle. Además hay otras mujeres para abrazar, para tocar. No se le podrían comparar o llevar su calor, pero te calentaran por una noche.

Vegeta apretó los puños. Por encima sentía las sombras moverse y reunirse. La oscuridad estaba llamándolo, el encanto siniestro de “tenerlo todo”. Los deseos eran cosas peligrosas, al fin y al cabo, ellos te daban exactamente lo que pedías.

—Las noches son oscuras —murmuró mirando primero el cuerpo de Lyedra y luego el de Bulma.

—Cierto, Bulma es tu luz, pero como nuestro mito cuenta, se puede vivir en la oscuridad. Y en esa oscuridad serás el más temido, tú reino será legendario.

Él gruñó de frustración y se alejó con paso airado de la muerte. No importaba hacia donde fuera, la sombra del dragón lo cubría. Se detuvo después de unos pocos metros, tiró la cabeza hacia atrás y rugió al cielo oscurecido. Luz dorada encendió su cuerpo, pero murió con lamentables y crepitantes explosiones. Enojado volteó hacia el niño.

—¿Qué quieres que haga? Que desee que regresemos en el tiempo, así podríamos revivir todo lo que pasó una y otra vez. Si regreso a ese despreciable día seré como era: sin poder, podrido, solo.

Dende se sentó con cuidado en una roca gris.

—¿Sin poder? El dragón puede conceder dos deseos más y en cada contrato hay una cláusula adicional. ¿Podrido? Tendrás tus recuerdos. Después de todo, lo que nos hace ser no es más que las experiencias de la vida.

—¡Bulma no!

—No ¿qué? —preguntó Dende suavemente.

—No recordará. —Él se quedó mirando la hierba verde entre sus pies desnudos. Ya podía oler las señales de la descomposición en el aire. No soportaba mirarla, para este momento toda la sangre habría terminado de drenar y su piel habría tomado una palidez grisácea.

—Ah, solo. Sí, ese es un punto crucial, ¿verdad?

Vegeta rugió, pero no respondió. Su cola se balanceaba por detrás de un modo lánguido.

»Ella no recordará a su hija y, aun así, la pérdida se hará eco en su interior.

Él le lanzó una mirada al que se hacía pasar por niño. Dende inclinó la cabeza hacia un lado y sus antenas se sacudieron.

»Tú recordarás, ¿puedes vivir con eso?

Vegeta frunció el ceño ante la ridícula pregunta. Por supuesto que podría vivir con eso. Solo había visto a la niña por unos pocos minutos y durante todo ese tiempo él estaba hirviendo por la traición. Recordaba sus feroces ojos azules tan parecidos a los de Bulma, sus diminutos gruñidos cuando ella reaccionó con el instinto saiyayín de proteger a su madre. ¿Haber sido traicionado fue lo único que sintió al mirarla? Su angelical rostro fue quemado en una parte de su cerebro que nunca seria limpiada.

Dende se quedó observando al hombre durante mucho tiempo. Cuando no le respondió, suspiró y una antena cayó.

»El amor no es espontáneo. No son solo posibilidades ni un tal vez, ni él estaba allí y ella estaba allí. El amor debe tener una base para crecer, todo lo demás es solo circunstancial.

Vegeta volvió la cabeza lentamente para mirar al niño. Su cuerpo pulsaba por la tensión. Sus músculos se contrajeron tanto sobre sus huesos que sintió como si fuera a dejar de existir como los diminutos saltos de luz que parpadeaban de él de vez en cuando.

—El amor no es más que una palabra. No tengo ni idea de lo que estás hablando, anciano, nada de eso importa —declaró Vegeta con firmeza mientras se volvía hacia el dragón para pedir su deseo.

—Sin alma y sin amor no es forma de ir por la vida, hijo.

—Tengo el poder, gobernaré el universo.

—Cumplirás con el destino de tu padre.

—¡Con mi destino! —Vegeta se volvió hacia el niño mostrando los dientes—. Esta es mi vida, de nadie más. —Se señaló poniendo el pulgar en su pecho e inclinó el mentón con orgullo.

El niño se mantuvo impertérrito en la fría roca.

—Y tendrás Bulma.

—Sí. —Vegeta asintió con rigidez.

—Y Bulma tendrá a Bunny.

Él asintió de nuevo.

—Y vivirás feliz para siempre. Tú, el vicioso tirano señor de la guerra. Ella, la sumisa y comprensiva reina siempre en necesidad de protección y Bunny, la delicada princesa mestiza que nunca será lo suficientemente buena para ser tu heredera.

Furioso, Vegeta caminó hacia el niño, su cola chasqueaba de un lado al otro con ira.

—¡No será así! —Agarró a Dende por su túnica blanca y lo alzó hasta el nivel de sus ojos.

—Puedes mentirte todo lo que quieras, pero en el fondo sabes la verdad. Tu deber a la memoria de tu padre con el tiempo aplastará la luz de Bulma y te quedarás en la oscuridad. Tal vez incluso erigirás un monumento para conmemorarla como el segundo hermano hizo con el primero.

Vegeta arrojó al niño y resopló con disgusto. Captó una breve imagen de ella desde el rabillo de sus ojos y se detuvo en seco. Ni siquiera se parecía a la mujer que una vez fue. Lo gris de su piel opacaba el color de su cabello. Incluso el brillante rojo de su sangre se oscurecía a marrón en la hierba verde.

Gruñó y abrió la boca para hablar, pero las palabras para resucitar a Bulma y retoman su vida se congelaron en su garganta.

—Habla las palabras que hay en tu corazón —susurró el niño sonando como la conciencia él que nunca tuvo.

Vegeta formó las palabras para callar al anciano en su lengua, sin embargo, algo completamente diferente se derramó hacia afuera.

—Retrocede el tiempo y regrésanos al día de la llegada de Frízer a la Tierra. —Horrorizado, dio unos tambaleantes pasos hacia atrás y un peso invisible se disolvió de su pecho.

—Y —sugirió Dende.

—Y permíteme conservar todo mi poder.

Más peso se levantó de Vegeta y por primera vez sintió como si pudiera volar sin la ayuda de su ki. Era tan ligero como el viento e igual de libre. No solo libre de la culpa de arruinar la vida de Bulma, sino libre de las expectativas de su padre muerto.

—Esos son dos deseos diferentes, ¿deseas que eso sea hecho?

Allí estaba, la puerta trasera. Todavía podía dar un paso atrás. Podía alejarse, podía dejarla podrir y reclamar su derecho de nacimiento como gobernante del universo sin ella. Si seguía por este camino no sería nada más que el perro faldero de un recuerdo que jamás ocurrió. Una vez que pidiera sus deseos entonces nunca dejaría a Bulma otra vez, ya sea que ella eligiera amarlo o no. ¿Y si nunca lo amaba de nuevo? ¿Y si él lo arruinaba? ¿Se estaba condenando a otra prisión de su propia creación? ¿Estaba cometiendo un error?

—Esa es mi voluntad —respondió Vegeta con valentía.