Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi corazón ❯ Capítulo seis ( Chapter 6 )
Exención de responsabilidad: No soy dueña de Dragon Ball Z.
Nota de Tempestt: Sorprendentemente he agonizado en esta historia mucho más que en cualquiera de las otras que escribí. Vegeta está resultando ser absolutamente locuaz. Me he preocupado terriblemente por esto, hasta que finalmente decidí que tengo que escribir la historia como se está desarrollando en mi cabeza. Si lo hiciera de otra manera, me haría muy infeliz. He tratado con todas mis fuerzas ser fiel a mi príncipe saiyayín, así que por favor cualquier comentario que tengan será muy apreciado.
Kinky typo ha sido tan amable como para crear algunos fanart de esta historia. Puedes encontrar a su hermosa obra de arte en deviant art.
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Libre mi corazón
Capítulo seis
Bulma se sentó de espaldas a Vegeta con las piernas dobladas hacia su pecho. Envolvió los brazos alrededor de sus tobillos para mantenerse caliente y puso una mejilla sobre sus rodillas. Trató de no temblar, pero era difícil porque el piso de metal estaba frío y apenas había recuperado el calor de su cuerpo.
Vegeta se encorvo en el catre con el brazo arrojado sobre los ojos. Estaba cansado y pensaba seriamente en quedarse dormido. El pene todavía le dolía, ya que su dura longitud apuntaba hacia su bajo vientre, no obstante, lo ignoró lo mejor que pudo. Desde que arrojó a la mujer fuera de la cama, se sentía inexplicablemente frío, como si algo profundo en su interior se congelara con cada respiración laboriosa que daba. Después de un rato, pudo sentir a la mujer jugueteando con algo debajo del catre, aun así, la última cosa que quería hacer era mirarla. Escuchó el chasquido del metal rompiéndose seguido de golpes constantes del acero deslizándose sobre el acero repetidas veces.
—Soy una genio.
—Como si me importara una mierda —murmuró él, sin preocuparse por si ella lo escuchó. La mujer no podía estar tranquila por cinco minutos.
—Quizás pueda desactivar el collar que llevas en el cuello.
Vegeta se disparó tan rápido que sus pies golpearon el piso al lado de Bulma con un impacto resonante. Ella se echó hacia atrás y lo miró con los ojos muy abiertos. En la mano sostenía un alambre delgado que había desprendido del marco del catre, la punta afilada estaba a punto de raspar el suelo. Él la observó estrechando los ojos.
—Define genio.
—¿No escuchaste mi historia? El segundo Ph.D. por la época en que tenía dieciséis años. Tengo tantos títulos que podría limpiarme el culo por un año.
—Eso no significa nada para mí, pequeña humana. ¿Qué te hace pensar que sabes algo acerca de la tecnología fuera de tu planeta?
—Son las luces rojas. Me están diciendo algo, es una secuencia, tiene que ser. Si tan solo pudiera echarle un vistazo a los circuitos, sé que puedo desactivarlo.
Él se inclinó y la agarró del cuello. Su cabello le rozó los dedos y podía sentir el pulso de su sangre por debajo de su piel. Era tan suave, tan diminuta. La más leve contracción de la mano con que la sujetaba podría matarla. La jaló del suelo hasta que estuvo arrodillada ante él. Le tomó toda la fuerza de voluntad de la que disponía no dejar caer la mirada para explorar su exuberante cuerpo. Le tomó incluso un esfuerzo aún mayor no tirarla hacia su regazo.
—Y si fallas, ambos explotamos.
Bulma tragó saliva y su garganta se balanceó.
—¿Está lleno de explosivos? —le preguntó con los ojos tan abiertos que parecían piscinas de agua cristalina. Vegeta miró profundamente en ellos y vio el reflejo de unos fríos ojos, y una boca siniestra. Él era aterrador a la vista, pero ella no le tenía miedo, podía sentirlo en el rítmico golpeteo de su pulso estable.
—Por supuesto, ¿si no por qué crees que todavía estaría sentado aquí?
Se quedaron en silencio mientras ella consideraba el problema. Al fin Bulma habló y sus labios de color rosa formaron con cuidado las palabras.
—No quiero ir a los cuartos de las putas —declaró resuelta.
—Bueno, yo no quiero morir —respondió Vegeta con la misma determinación.
Los labios de Bulma formaron una sonrisa triste y él no pudo evitar dejar de mirarlos. Se preguntó como ella se vería cuando sonreía de verdad. No en una falsa sonrisa para engatusarlo o valiéndose de artificios para conseguir algo, como cuando le dio su comida, sino una honesta y genuina sonrisa. Quizás nunca lo sabría. Él nunca había visto nada en la vida por lo que valiera la pena sonreír y de aquí en adelante, ella tampoco lo haría.
—¿Por qué?, ¿qué es exactamente eso para lo que has estado viviendo?
El agarre de su cuello aumentó. Ella dobló los dedos y sus uñas le rasguñaron la membrana entre el pulgar y el índice. Vegeta la miró luchar a través de unos ojos distantes mientras contestaba la pregunta en su cabeza. ¿Qué era exactamente para lo que estaba viviendo? ¿Esperaba una posibilidad, una oportunidad para matar a Frízer?, o tal vez solo aguardaba el día de su propia muerte.
La liberó y ella cayó jadeando por aliento.
—Lo siento —murmuró Bulma frotándose el cuello maltratado, se sintió mal por decir tales cosas sin pensar que podrían significar algo para él, pero eso no le daba el derecho a maltratarla. Estaba enfadada con Vegeta y, a pesar de eso, no tenía miedo. Aun cuando la había agarrado con fuerza, sabía en lo profundo que no la lastimaría. Fue una reacción perfeccionada por años de vivir bajo condiciones hostiles. El instinto de probarse a sí mismo como el más dominante en la habitación. Ella se irritó por su arrogante agresividad, aunque no podía culparlo por eso tampoco. Él vivía en un mundo donde solo los más peligrosos depredadores sobrevivían y los débiles se pudrían al borde del camino.
Ella se rehusó a mirarlo haciendo que Vegeta frunza el ceño.
—Habrá una advertencia antes de que detone. Vete al lado más lejano de la celda lo más rápido que puedas, así estarás fuera del radio de la explosión.
Bulma tuvo que mantener el cuello agachado, de esa forma no levantaría la cabeza para mirarlo boquiabierta. Sus acciones en la ducha mostraron una cierta cantidad de consideración para con ella, sin embargo, las palabras no eran acciones. Para un hombre como Vegeta, las palabras eran la manera más difícil de expresar emociones, en especial, sobre cualquier cosa remotamente en el ámbito de su cuidado.
Ella le tomó la mano, pero él al instante se la quitó de encima, molesto. Ignorándola, miró el piso a la distancia. No se movió mientras Bulma se levantaba ni retrocedió cuando ella dobló el cuerpo por detrás suyo para conseguir una mejor visión del collar. Sus senos le presionaron la columna vertebral deslizándose sobre esta con cada aliento que daba. Bulma mantuvo un pie hacia el piso al lado de Vegeta, por lo que la cara interna de su muslo lo rozaba íntimamente. Era tan suave en comparación a él, tan tersa.
Ella se vertió derritiéndose sobre su espalda como cera de vela. Vegeta estaba tan cálido, tan caliente al tacto que casi quemaba. Incapaz de ayudarse, restregó el rostro frotándolo en la parte posterior de su cuello. Él se puso rígido por la caricia y gruño. Bulma sintió esa vibración a través de su espalda y suspiró cuando el sonido le hizo cosquillas en la piel. Sonrió y se echó hacia atrás una fracción para poder examinar el collar.
Ella sabía que debía culpabilizarse por cómo se sintió cuando lo tocó, pero no fue capaz de detenerse. No lo podía amar, era posible que ni siquiera le gustara, aunque eso no significaba que no estuviera atraída por su presencia. Tan guapo como era, tan intoxicante como su calor, no era solo su apariencia física lo que encontraba seductora. Era él, había algo resplandeciendo en su interior, algo brillante y hermoso. Ella quería estar más cerca de eso, quería estar más cerca de él.
Vegeta siguió mirando fijamente al piso, escuchaba su suave aliento y el apacible chasquido del alambre palanqueando el panel del collar. Trató de no notar como su núcleo se calentaba ahora que ellos se tocaban y como la profunda congelación en su interior se derretía a calor líquido.
La forma en que Bulma lo tocaba, le hizo anhelar algo más que solo sexo. Era intangible el arco de calor entre ellos. Había algo en ella y solo en ella, que le hizo bajar la guardia y olvidarse de toda su ira y su odio. Por primera vez quería cerrar los ojos y estar quieto. Estar quieto bajo la presión de su piel contra la suya.
—Nunca te llegué a contar mi secreto.
—Estupendo, ahora soy tu puta audiencia cautiva.
Ella se rio y cada terminación nerviosa en la columna vertebral de Vegeta se estremeció a conciencia. Él nunca había oído un sonido tan adictivo. Quería oír ese suave ruido viniendo de sus labios más de lo que quería carne para la cena.
—Mi profundo y oscuro secreto es la razón por la que me escapé de la universidad.
Viendo que no había escapatoria, Vegeta suspiró y reenfocó la mirada en el piso. Si hablar la hacía calmarse, entonces que así sea. Ella iba a necesitar manos firmes si iba a estar hurgando en un chip explosivo.
»Verás, me enamoré.
Vegeta no respondió y, aun así, sus músculos se pusieron rígidos. Bulma simplemente se vertió sobre él aún más para apoyarse mientras hablaba.
»No era el verdadero amor, por supuesto, pero se sentía así. A los dieciséis años todo se siente tan maravilloso y nuevo. Él era un chico mayor. Todo el mundo era mayor que yo en la universidad. Siempre me sentí tan fuera de lugar y torpe en mi juventud, aunque sabía más de lo que ellos jamás podrían esperar saber, todo el mundo aún me trataba como a una niña, incluyendo los profesores. Incluso cuando fui declarada legalmente como una adulta a los catorce años. Mis padres me ayudaron, pensé que eso podría hacerme las cosas más fáciles, pero nunca lo hizo. —Él oyó una leve amargura en su tono de voz cuando ella habló de sus padres. Se preguntó sobre eso, aunque desde luego no iba a preguntar—. Él era diferente. Fue amable, me prestaba atención, me dijo que era muy especial.
Hizo una pausa y si no fuera por el temblor que Vegeta sintió cuando ella se presionó contra su espalda baja, nunca habría sabido que estaba molesta. Bulma recitó la historia con un desinterés vacío. Por instinto, él se echó hacia atrás para descansar más en ella.
—Los hombres les dicen esas cosas a las mujeres que quieren follar, no importa cuán especiales o vulgares sean. Es un gran nivelador. No son mujeres, solo el próximo polvo.
—Eso es muy especial, Vegeta. Ahora me siento caliente y pegajosa por dentro. —Su voz destilaba miel a la vez que le hincaba la nuca con su falsa sinceridad. Él resopló descontento por su tono, sin molestarse en responderle—. ¿Y qué dices cuando quieres llevar a una mujer a la cama?
—¿Quieres follar?
—¿Eso es todo? ¿Sin cumplidos ni mentiras bonitas?
—¿Cuál es el punto?, o lo haces o no lo haces, yo no tengo tiempo que perder. —Él siempre se sentía presionado por el tiempo y no hacía nada con su tiempo libre. Incluso follar no era más que una necesidad a ser atendida. Todo lo que hacía tenía un propósito, un resultado calculado, excepto cuando se hallaba con ella. La mujer era un dilema inesperado, un parpadeo de luz en su, de otra manera, vida llena de sombras. Vegeta estaba acostumbrado a adaptarse a lo terrible, esquivaba horrores inesperados, pero ella no era ninguna de esas cosas. Era una sorpresa en todo el sentido de la palabra, incluyendo la forma en que él respondía a su presencia.
Bulma presionó el rostro en su nuca por debajo de su collar y él pudo sentir unos labios sobre su piel.
—Solo la verdad y nada más que la verdad, ¿no, Vegeta?
Su cálido aliento le cosquilleó el cabello y él se encogió de hombros para expulsarla. Sin inmutarse, ella regresó a su trabajo con su toque ligero y, aun así, eficiente.
»Una noche me invitó a una fiesta universitaria. Estaba tan emocionada, yo nunca era invitada a las fiestas. Era demasiado joven para beber y demasiado intimidante para que me hablaran. Me puse mi mejor vestido y me arreglé el cabello, porque todo lo que quería era ser aceptada. Tal vez tener un novio. Para el tiempo en que llegamos allí, era un verdadero festival de animales. Había bragas colgando de las lámparas de araña y ese tipo de cosas.
—¿De verdad? Una fiesta, eh —preguntó Vegeta con un fingido interés que le consiguió un empujón—. Cuidado —siseó—, vas a volarnos.
—Como si fuera posible. Tengo las manos más firmes de dos continentes.
—Lo que sea, solo presta atención.
—Como iba diciendo. —Ella señaló la palabra poniendo los ojos en blanco—. Era un caballero de verdad, me trajo una bebida y todo tipo de cosas. Cuando fue a conseguirme otra, escuche a uno de sus hermanos de fraternidad hablando de como drogó mi bebida para que pudiera tener sexo conmigo. Tal vez incluso dejar que sus hermanos tengan su oportunidad. Él planeaba embarazarme para que pudiera sacar provecho de algo de mi dinero. Soy muy rica, sabes, o lo era. —Ella terminó suavemente.
—El dinero es solo un medio para un fin. —Vegeta nunca entendió la fascinación por la riqueza. Gracias a la naturaleza de saqueo de Radditz, tenía más que suficiente dinero y absolutamente ningún uso para este. Era mejor vivir una vida austera. Si no valoras nada, entonces nunca perderás nada.
—La gente mata por dinero en mi planeta. Piensan que les dará poder y felicidad.
—Es superficial. La verdadera riqueza no puede ser tomada de ti, como por ejemplo el orgullo.
—¿O el amor? —preguntó ella en voz baja, su aliento le cosquilleaba la oreja.
—Fantasías. —Él desestimó esas palabras con un tono mordaz. Bulma frunció el ceño al lado de su cara y Vegeta apartó la mirada protegiendo su perfil.
—El orgullo puede ser roto —susurró ella deslizando una mano por su brazo, disfrutando de la ondulación de los músculos bajo sus dedos.
—Solo si tú lo permites. —Él se quitó la mano y eso la hizo sentir su rechazo hasta los huesos. Bulma quería consolarlo de alguna manera, pero no lograba entender el porqué. Era la triste historia que estaba volviendo a contar y, sin embargo, no podía superar la sensación de que había tropezado con una parte fundamental de Vegeta. Sin saber que decir, se reenfocó en el collar y continuó con la historia.
—Ya que yo era una adulta con edad de consentimiento sexual, él pensó que no sería un problema hablarme de casarnos. Corrí hacia la parte trasera y me desmayé en el jardín. Cuando desperté todavía tenía mis bragas, así que supuse que él nunca me encontró.
—¿Y?
—¿Y qué?
—Ese es tu oscuro secreto. “Casi” fuiste violada —preguntó él irritado. Ella había divagando de un modo inútil durante los últimos cinco minutos, no comunicó información efectiva, solo jodidamente parloteó, “sin parar”.
—No. —La palabra fue un gruñido y Vegeta se endureció. Él desplazó los brazos más cerca de su cuerpo para ocultar su repentina excitación. El cuerpo de ella era lo suficientemente atractivo, pero había algo en su voz, en cómo se reía o cuando lloraba y él respondía a eso. Quería que se callara, más no se lo pidió.
»Ni bien vino al día siguiente para averiguar lo que me pasó, lo enfrenté. No lo admitió al principio, aunque al final lo confesó y me contó todo acerca de sus grandes planes para el futuro. —Las palabras se ahogaron en una parada y los músculos en la espalda de Vegeta se contrajeron. Él pensó en decirle que se detuviera. En realidad no quería conocer sus secretos, todas las cosas que la ponían triste. No quería tener esa enferma compulsión dentro de sí mismo por hacerla sentir mejor, no podía involucrarse con ella. Hizo planes para su futuro que no tenían nada que ver con la mujer. En lo más profundo ya sabía que era demasiado tarde. Incluso si pudiera alejarse y nunca volver a verla, no podría ser capaz de desenredarse completamente de ella.
»Mi oscuro secreto es que lo consideré. Él estaba sentado en mi sala viéndose tan abatido y atractivo a la vez. Por un minuto, pensé en tener sexo con él, dejarlo embarazarme y casarnos. Yo estaba tan sola, tan triste todo el tiempo. El pensamiento de tener a alguien que me amara, aun si fuera fingido, era tentador. Al menos tendría a alguien y si me daba un bebé, yo nunca estaría sola.
—Pero no lo hiciste. —Aunque era una declaración, esta sonaba más como una pregunta.
—No, no lo hice. ¿Prometes no contarlo? —Ella sonaba tan vulnerable como una niña. Se le ocurrió de repente, él era la primera persona a la que le contó su secreto, su vergüenza de necesitar algo tan fundamental como el compañerismo, la necesidad de sentirse conectada a algo o alguien. Quería hacer caso omiso de ella, pero la entendía demasiado.
—No se lo diré a nadie —le respondió sin rodeos, con sinceridad.
Ella se quedó en silencio y él supo que estaba considerando la validez de sus palabras. La sintió encogerse de hombros en aceptación y algo en su pecho se distendió.
—Así que me escapé decidida a encontrar verdaderos amigos y a alguien que me amara por quien yo era y no por lo que podía darle.
—¿Y encontraste esas cosas?
De repente un chillido agudo resonó en la celda poniendo nervioso a Vegeta.
»Muévete —gritó él cogiendo su pierna en un duro agarre para tirar de ella.
—¡Alto! ¡No lo haré! —gritó Bulma con toda la autoridad de un general en el campo de batalla. Sintió un terror tan intenso que casi congeló su corazón. No era miedo por ella, sino por él. Miedo de que muriera y se quedara sola. Miedo de que él se hubiera ido.
Ella se alzó en el catre y plantó el pie firmemente entre los muslos de Vegeta, casi rompiendo sus vulnerables genitales con el talón. Se mantuvo conectada a él cerrando los muslos alrededor de su torso mientras trabajaba para desarmar el chip.
Un pitido llegó rápido, más fuerte a cada segundo. Vegeta cerró los ojos, estaba seguro de que su cabeza iba a ser arrancada junto con la suya. Él mantuvo el férreo control sobre la pierna de Bulma, decidido a lanzarla lejos en el último instante si ella no podía detener la detonación. Centró todo su ser en los pitidos de su collar, escuchando por el momento correcto para tirarla, a la espera de los latidos del corazón entre la vida y la muerte.
Tan repentinamente como el pitido comenzó, terminó. La celda se hizo eco con un silencio abrumador y ni siquiera sus respiraciones se podían oír. Por un largo tiempo ambos permanecieron sin pestañear hasta que Bulma exhaló con fuerza. Ella se dejó caer de espaldas en el catre y las palmas de sus manos presionaron sus ojos. Enderezó su pierna a través del regazo de Vegeta tomando grandes tragos de aliento.
—Voy a necesitar mejores herramientas —dijo ella lanzando el alambre fino al otro lado del lugar.
El silencio se extendió entre ellos y Bulma solo se concentró en respirar, agradecida de que todavía podía hacerlo.
—Cuando tenía trece años casi cometo suicidio.
Bulma desplazó la mirada hacia Vegeta. Él se encontraba sentado en la misma posición con las manos descansando sobre sus piernas.
—No fue intencional al principio. Acababa de regresar de otra sesión con Frízer y estaba muy enojado.
Él tragó saliva y Bulma vio cómo su manzana de Adán se balanceaba. Su perfil parecía congelado y ella no podía ver sus ojos. Solo el endurecimiento de sus dedos en sus piernas le dijo que se sentía perturbado.
—¿Sesión?
Él no respondió y solo se mantuvo mirando a la distancia.
—Atravesé una placa de vidrio con mis puños. No intentaba lastimarme, solo dar de golpes. Trece es una edad difícil para un saiyayín, tenemos picos en nuestro poder y nuestras hormonas crean desequilibrios en nuestro ki. Debido a mi situación, yo era propenso a más estallidos de lo habitual.
Bulma miró su perfil y trató de imaginar cómo se vería de niño. De seguro orgulloso y arrogante, apostó. Probablemente mucho menos controlado. Un niño salvaje, tal vez. Un espíritu libre como ella, pero contenido por las cadenas de la esclavitud mientras que ella estuvo encarcelada por las expectativas de sus padres.
»Mi control era esporádico y falle en protegerme. El vidrio dejo profundos cortes en la parte interior de mis brazos. Había sangre por todas partes, no podía dejar de mirar todo eso. Solo seguía viniendo, derramándose de mí hasta que todo mi cuerpo estuvo entumecido. Nunca había sentido nada igual. Toda mi rabia y frustración simplemente se derramaron con mi sangre. Yo sabía lo que estaba sucediendo, sabía que si no conseguía ayuda moriría y, aun así, no me importó. No tenía nada por lo que vivir. No tenía a mi familia ni a mi planeta ni a mi pueblo, solo esclavitud y humillación.
Bulma colocó una mano sobre su espalda y rozó sus costillas con los dedos. Él hizo una pausa y tragó saliva de nuevo, como si estuviera tratando de empujar las palabras de vuelta adentro, pero se seguían derramando como su sangre hace mucho tiempo.
»Nappa me encontró. Él nunca estaba muy lejos, me metió en un tanque de regeneración antes de que muriera. Nunca hablamos de ello, pero después lo odie. Lo odie por salvarme, lo odie por dejar que Frízer me hiciera daño. Lo odie por seguirme, aunque estaba claro que yo era demasiado débil para dirigir. —Su voz era áspera y difícil de oír también. Las palabras sonaban como si estuvieran luchando su camino hasta su garganta a través de un campo de alambre de puas.
Vegeta se desplazó incitándola a mover la pierna y se acostó a su lado dándole la espalda. Bulma lo envolvió con los brazos y colocó una mano sobre su corazón.
—Ese es mi oscuro secreto.
—Nunca se lo diré a nadie, ni siquiera en la muerte —le susurró ella a su cabello y lo abrazó con todo su cuerpo para mantenerlos calientes.