Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi corazón ❯ Capítulo siete ( Chapter 7 )

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Exención de responsabilidad: No soy dueña o me beneficio de Dragon Ball Z.

Nota de Tempestt: Muchas gracias por todos sus maravillosos comentarios y apoyo. Estoy tan contenta de que estén disfrutando de esta historia tanto como yo. Tengo que admitirlo, extrañaba escribir sobre mi príncipe.

Si es un montaje dramático trillado, lo escribiré. ¿Qué puedo decir? Yo AMO este tipo de cosas. Dame una doncella afligida y un salvador oscuro cualquier día de la semana ¡y lo comeré como chocolate!

Kinky typo ha producido otra hermosa pieza de arte para esta historia. Puedes encontrar su trabajo en art/Free-My-Heart-119156758 Por favor, ve a verlo.

ADVERTENCIA: Violencia extrema.

 

Libre mi corazón

 

Capítulo siete

 

 Vegeta casi nunca dormía. Los saiyayíns podían pasar días enteros sin tener que cerrar los ojos. Cuanto más tiempo estuvieran sin dormir, más animales se volvían. Eso los hacia efectivos en el campo de batalla. Ellos podían luchar en el abrasador sol del mediodía sin ninguna gota de sudor y continuar hasta que la luna invadiera el cielo nocturno. Cantos fúnebres eran entonados por sus aterradores ojos brillantes y por su piel pintada con sangre mientras avanzaban sobre sus enemigos, a los cuales diezmaban con su increíble resistencia y su completa falta de necesidades. Eran terribles en su continuo ataque y no requerían de alimentos, bebidas ni sueño. Prosperaban en la batalla, la vivían. Los saiyayíns eran la guerra personificada.

Vegeta observó cómo Bulma dormía. Incluso en la oscuridad, su pálida piel de marfil brillaba y su cabello azul se derramaba alrededor de su rostro en un halo oscuro que acariciaba suavemente sus mejillas. Ella se movía inquieta en el catre. Durante el día se quejaba sin cesar de cuan incómodo era, pero nunca bajaba el colchón al piso. Vegeta sospechaba que tenía miedo. De que, no lo sabía.

A veces ella gemía sonidos minúsculos, sonidos tristes. Cuando lo hacía, él se agachaba a su lado sin darse cuenta y sus ojos erraban sobre el rostro dolorido que contemplaba. Sabía que estaba soñando, recordando. Quería tocarla y, aun así, no se atrevía. No al verla tan vulnerable, tan desvalida en la oscuridad, pero no podía detenerse de respirar, de inhalar su aroma y llenarse los pulmones con eso.

Tan pronto como se acercó, ella se quedó quieta, como si pudiera sentir la sombra que él proyectaba. Al principio pensó que era el instinto del miedo: una presa agachándose cuando el depredador pasaba. Sin embargo, cada vez que se acercaba, ella volvía su rostro hacia él buscándolo. Su frente se despejaba y su respiración se profundizaba mientras lo llenaba con su fragancia.

Vegeta nunca dormía durante sus encarcelamientos. Con cada segundo, cada hora sin dormir, caía en sintonía con su lado primitivo. El instinto animal en su interior reconocía ciertas verdades: la sangre significaba muerte, la muerte significa alimento, los alimentos sostenían a los compañeros, los compañeros significaban la vida.

Él se retiró y se mantuvo alejado, desesperado por conservar su orgullo. Una y otra vez se dijo que la atracción que sentía por la delicada mujer era una necesidad meramente física, el instinto de esparcir su semilla. Si tan solo pudiera mantener la distancia, derrotaría a sus enemigos. Si permanecía separado, entonces sería capaz de dejarla atrás y así no la necesitaría ni la anhelaría ni la desearía. Mientras no la tocara, el calor no invadiría su corazón descongelándolo para poder sentir de nuevo.

Si no hablaba, la mujer nunca conocería todos sus secretos.

Vegeta no habló con ella por un día completo. Al parecer, uso su cuota completa de palabras para el mes. Gruñía si pedía algo, pero apenas la miraba y no sería voluntario nunca más para darle información personal. Simplemente se cerró por completo. Por la tarde del día siguiente, Bulma estaba bastante segura de que se volvería loca. Por naturaleza era una mariposa social. Incluso cuando se escapó de su casa, no le tomo mucho encontrar a un compañero con el que compartir su tiempo. Odiaba con todas sus fuerzas estar sola, excepto tal vez estar sola mientras en el cuarto había otra persona.

El melancólico silencio entre ellos solo le daba tiempo para pensar. Por lo general, Bulma podía llenar su mente con ecuaciones y cálculos, pero todo lo que conocía desde que era una bebé se alejaba. Cada vez que trataba de concentrarse, la única cosa que recordaba eran los rostros de sus padres retorcidos por la muerte y el olor acre de su casa ardiendo.

Ella yacía en el catre con las palmas en los ojos para contener las lágrimas ardientes que luchaban por liberarse. No quería llorar más ni quería ver la expresión de disgusto en el rostro de Vegeta. Al final, todo lo que conseguiría serían unos ojos rojos y un alma vacía.

El chirrido de la cerradura de la puerta al ser descorrida se inmiscuyó en su miseria y una oleada de alivio se apoderó de ella. Sabía que lo que iba a pasar sería horrible, pero al menos algo estaba a punto de pasar.

Cuando se abrió la puerta, se sorprendió de ver solo a Zabón. Creyó que Jeice jadearía detrás de él como una perra en celo. La sensación de alivio se evaporó ante el pesado ceño fruncido que lucía. Se sentó en el catre, dobló las rodillas acercándolas a su pecho y trató de hacerse lo más pequeña posible. Vegeta, ella notó, no se molestó siquiera en ponerse de pie. Él solo se mofó en su esquina, en silencio desafiaba a Zabón a joderlo.

—Estoy muy decepcionado de ustedes dos. Han estado aquí por días, me esperaba más. —Sus cálidos ojos ámbar le parpadearon a Bulma. Ella se impresionó por cuan precioso era. Le hizo preguntarse sobre el equilibrio del universo. Si todas las cosas hermosas eran malas, ¿significaba que todo lo feo era bueno?

—Tal vez no eres del tipo que le gustan al príncipe Vegeta. Yo ya te habría follado.

—Eso solo sirve para demostrar cuanta integridad tiene un príncipe sobre un gusano como tú —respondió Bulma con frialdad, sus ojos parecían astillas de hielo. Por dentro estaba temblando, pero se recordó que la compostura lo era todo en un mundo donde el mal te miraba hacia abajo a diario.

La mueca de disgusto de Zabón se transformó en ira viciosa. Lentamente Vegeta se empujó de la pared para pararse en la esquina. Bulma apretó los brazos alrededor de sus rodillas y, aun así, no bajó su mirada ofensiva.

—Bien, supongo que voy a tener que presentarte a alguien que tiene un poco menos de integridad que tu precioso príncipe.

Él desapareció por la puerta y un hombre corpulento lo reemplazó. Era gigantesco, quizás más alto que Nappa. Parecía lo suficientemente humano, aunque con la piel amarillenta y una mata de pelo de brillante color naranja. Vestía una demasiada corta camisa de botones gris claro y un pantalón suelto. Tenía un collar como el de Vegeta, con las mismas luces parpadeantes. Él sonrió cuando la vio, las esquinas de su boca se curvaron extendiéndose hacia atrás como si fuera una serpiente.

Entró en la habitación y pareció elevarse sobre todo. Bulma podía decir que no era piel lo que lo cubría, sino un pelaje muy corto. Imaginó que debía sentirse igual a la gamuza. Sus dorados ojos de tigre pasaron sobre ella como si fuera carne lista para ser devorada.

»Este es Thorn. Diles tu pasatiempo favorito, Thorn.

La sonrisa del sujeto se ensanchó y Bulma sintió el temor burbujear en su estómago.

—Hacer que las mujeres griten —ronroneó el hombre lamiéndose los labios con una promesa. Vegeta dio un paso fuera de la pared y lo miró con furia asesina.

—Thorn aquí va a ser su nuevo compañero de celda. Estoy seguro de que harán el esfuerzo de llevarse bien.

Zabón se rio y cerró de golpe la puerta dejando a los tres para mirarse entre ellos.

Muy lentamente, Thorn llevó un brazo hacia atrás, recogió la parte posterior de su camisa en su gran puño, se la pasó por la cabeza y la tiró en un montón arrugado en la esquina. Todo el tiempo sus ojos depredadores clavaron a Bulma en el lugar sin parpadear.

La anchura de su pecho era enorme, por lo menos el doble que el de Vegeta. Él tensó los músculos bajo la fina capa de su piel amarilla. Era claro por la forma elegante en que se movía y por el grosor de sus músculos que era un luchador. Era un guerrero en el núcleo.

—¿Quieres ir primero? —Él se dirigió a Vegeta sin nunca romper la mirada con Bulma. Su voz tenía una soltura afable, la cual le puso la piel de gallina a ella. Era muy claro por su actitud relajada y su comportamiento descuidado que violar mujeres era una actividad normal para él. Y al parecer, no estaba por encima de compartir.

—Cuan generoso de tu parte.

Bulma arrancó los ojos de Thorn para ver a Vegeta. Él se hallaba de pie en la esquina con los brazos sueltos a los costados. No la miraba, en cambio, miraba a su nuevo compañero de celda con unos duros ojos negros como el ónix. Su calma le dio miedo, mucho miedo.

Ella retrocedió en el catre y se apretujó contra una esquina. Por un momento muy real, no supo si Vegeta iba a ayudarla. El hombre en medio del cuarto era un Goliat. Lo excedía en por lo menos noventa centímetros y con el collar puesto, Vegeta solo tenía la fuerza de un hombre. Seguramente no contaba con el poder para ir en contra de tal adversario. ¿Por qué lo haría?, ¿por qué se arriesgaría a derramar su propia sangre para salvarla? A él ni siquiera le gustaba ella. Como dijo antes, no era un tipo amigable.

—Oh, bien, tú sabes. —Thorn se encogió de hombros y sus enormes músculos se marcaron—. Mis padres me enseñaron a compartir —sonrió de nuevo, esta vez reveló una hilera de finos colmillos afilados que destellaban amenazantes bajo la luz.

—¿De verdad? Yo he recibido una educación diferente. —Vegeta retrocedió las manos y las apoyó en la pared. Se echó hacia atrás con indiferencia para balancear su peso entre sus talones y los dedos de sus pies.

Thorn se movió para enfrentarlo, aparentemente se dio cuenta de que el otro hombre en el cuarto podría representar una amenaza para su esperado entretenimiento. Cruzó los brazos sobre el pecho y le sonrió al decepcionante hombre.

Bulma se acurrucó más sobre el colchón, metió la nariz entre sus rodillas de modo que solo sus ojos eran visibles bajo la caída de sus mechones azules. Ella sentía que la oscuridad aumentaba en la habitación. Sabía que algo horrible estaba a punto de suceder. Era como ver a un niño corriendo hacia el tráfico. El horror le detenía el corazón, pero no podía gritar por ayuda.

—¿Ah sí? ¿Y cómo era?

Vegeta le sonrió y la oscuridad en el cuarto sombreó su rostro. Todo lo que Bulma podía ver era el brillante marfil de sus dientes y la fría muerte en sus ojos negros.

—Todo lo que contemplo es mío y mataré a cualquiera que trate de tomarlo, incluso lo que no quiero. Eso es lo que es gobernar como un saiyayín.

Thorn se rio entre dientes, sus brazos aún estaban cruzados descuidadamente.

—Esas son unas palabras bastante grandes viniendo de un pequeño individuo.

—No, por favor —susurró Bulma cuando la malvada sonrisa del sujeto se afiló.

Vegeta se movió antes de que ella terminara de hablar. En lugar de saltar hacia adelante, se desplazó hacia un lado sobre la pared colindante con una agilidad increíble. Una vez que tuvo la ventaja de un terreno más alto, saltó sobre su oponente con la velocidad del rayo.

Bulma vio con asombro como voló a través del aire con la cola desenrollada detrás de él para mantener el equilibrio. Su puño conectó firmemente contra la sien de la cabeza de Thorn haciéndo que ella se encogiera. La velocidad de su cuerpo los llevó a ambos al suelo en un cúmulo de agitados puños y gruñidos animalísticos. Vegeta se sentó a horcajadas en Thorn y le dio una paliza de media docena de sólidos golpes en la cara. Bulma escuchó que algo se rompía y la sangre explotó de la nariz del gigante. Ella se cubrió la boca, pero no pudo apartar la mirada.

Thorn redirigió el último golpe y sacó a Vegeta de balance. Él trató de rectificarse, sin embargo, fue demasiado tarde. Thorn usó el propio impulso de Vegeta para lanzarlo contra la pared con tal fuerza que abolló el metal. Aún tirado en el piso, giro sobre su trasero, acercó lo más que pudo sus anchos pies a su cuerpo y los extendió para patear a Vegeta en el pecho aplastándolo una y otra vez contra la pared. Los golpes sacudieron a Vegeta y la parte posterior de su cráneo se fisuró aturdiéndolo. Thorn vio su oportunidad, se alzó sobre sus rodillas y cayó para golpearlo en el rostro.

Vegeta se recuperó mucho más rápido de lo que Bulma hubiera creído posible. Él se arrancó de la pared, se metió debajo de las defensas de Thorn y lo atacó en los intestinos. Ambos cayeron al suelo luchando por la posición dominante. La sangre de Thorn se derramó sobre el piso de metal haciendo demasiado resbaladiza la brillante superficie para que cualquiera de los dos hombres encontrara apoyo. Thorn pateó a Vegeta en sus ya seriamente abusadas costillas y él se deslizó por el piso alejándose. El gigante lo alcanzó y envolvió un musculoso brazo alrededor de su cuello desde atrás.

Bulma se encogió en la esquina, indefensa y asustada. Aunque la furiosa batalla era sin ki, su enorme poder físico era abrumador. Ella no tenía ningún arma para ayudar a Vegeta y sabía que solo empeoraría las cosas si lo intentaba.

El rostro de Vegeta se puso rojo y Bulma estalló en lágrimas aterrorizadas. Ella tenía miedo de lo que Thorn iba a hacerle en caso de ganar, pero estaba aún más asustada por Vegeta. A pesar de su actitud asesina, él no había hecho nada para dañarla. Incluso fue tan lejos como para protegerla. Le gustara o no, lo consideraba un amigo y no podía permitir que otro amigo muriera.

—Hey, cara peluda. —Bulma sacó las piernas fuera del catre y apoyó su peso en los codos mientras lo llamaba. Tomó una respiración profunda, más lágrimas se derramaron por sus mejillas y abrió las piernas tanto como pudo—. ¿Quieres follar?

La cabeza de Thorn se disparó para mirarla y a ella se le retorció el estómago cuando él exploró su cuerpo desnudo de un modo lujurioso tomando cada precioso centímetro expuesto. Tan horrible como era tenerlo mirándola, no lo era tanto como la expresión de absoluta furia en los ojos negros de Vegeta. Ella tragó saliva y se perdió en su mirada fija.

El brazo de Thorn se relajó por la impresión dándole a Vegeta apenas suficiente margen de maniobra. Todavía mirándola a los ojos, Vegeta estrelló su codo en el intestino inferior de Thorn y lo empujó hacia atrás y hacia arriba. Él tosió sangre sobre el hombro de Vegeta salpicándolo un poco en la mejilla. Con su mano en la muñeca de Thorn, Vegeta giró el brazo de su enemigo hacia atrás y lo torció.

De repente, liberada del dominio de sus ojos, Bulma fue capaz de respirar. Ella vio el hermoso juego de músculos en la espalda de Vegeta cuando él colocó la palma en el codo de Thorn y tiró. Un fuerte y horrible chasquido resonó en el cuarto y Thorn rugió al techo tratando de apalancarse para alcanzar a Vegeta.

Era demasiado tarde, Thorn había perdido. Todos en el cuarto lo sabían, incluido él. Bulma apretó sus ojos cerrados y se acurrucó en el catre, así no vería lo que pasaría después. Era peor con los ojos cerrados. Podía oír una y otra vez el ruido sordo de la carne chocando contra la carne, del cráneo rompiéndose contra el metal. Vegeta gruñía con la fuerza de cada golpe que entregaba y eso apenas disfrazaba los sonidos de la respiración torturada de Thorn.

El ruido de la succión húmeda se desvaneció dejando solo el golpe de puños haciendo eco a través de la pequeña celda por una eternidad. Finalmente eso también se desvaneció. Los únicos sonidos que quedaron fueron la pesada respiración de Vegeta y el suave sollozo de Bulma. Ella levantó sus pesadas pestañas mojadas con miedo de lo que iba a ver: Vegeta se enderezaba sobre la carnicería, su piel de bronce estaba pintada de un rojo oxidado. Thorn era un caos sangriento en el suelo y su rostro, una masa irreconocible de carne cruda. Sangre brillante se agrupaba en el piso de plata y relucía como joyas en las paredes.

Vegeta parecía un monstruo. Sus puños y sus brazos estaban rojos. Su cara lucía salpicada de gotas carmesí y su pecho tenía manchas oscuras en los pectorales. Le echo una mirada a Bulma, pero ella apretó los ojos otra vez. No quería ver la furia asesina, el mal cuando él la mirara.

—¿Qué? ¿Ahora no puedes soportar verme? ¿No puedes soportar ver a un verdadero monstruo? —le gruñó y su furia y odio quemaron a través de las entrañas de Bulma acuchillándola en el corazón con su ácida verdad. Ella no quería verlo de esa manera. No quería ver la oscuridad que lo rodeaba ni cómo se derramaba fuera de sus ojos. La muerte lo seguía adondequiera que iba como una tenebrosa sombra. No quería ver eso, pero no significaba que no supiera que se hallaba allí.

Vegeta caminó hacia el lavatorio y abrió el caño. Primero se limpió la cara y el pecho antes de tratar de limpiarse las manos lo mejor posible sin jabón. Se tensó cuando Bulma apareció a su lado vestida con la camisa desechada de Thorn. El suave material se aferraba a cada curva de su cuerpo terminando justo por debajo del pliegue de sus nalgas. Lentamente ella le tomó las manos y comenzó a lavar con suavidad los remolinos de sangre haciendo que cayeran por el desagüe. Puso especial atención en las hendiduras de los nudillos y debajo de las uñas. Él permaneció de pie, inmóvil, mirando las pálidas manos de Bulma deslizándose sobre las suyas bronceadas.

—No hay mucha gente que entienda que hay oscuridad en el universo. —Su voz era diminuta, casi insustancial, pero Vegeta se esforzó por escuchar cada palabra. Sus músculos se contrajeron bajo el suave toque y su respiración se alivió cuando ella tomó sus dedos—. Cosas tienen que ser hechas para protegerse a uno mismo y a los otros, cosas tienen que ser hechas para ganar. Esas cosas no son tan agradables. Algunos creen que si ganas la batalla, entonces la lucha ha terminado. Luego intentamos desterrar la oscuridad con risas y bromas, o llenamos el silencio con el sonido de nuestras voces, pero solo los verdaderos valientes reconocen las sombras en el borde de la luz. Yo sería una tonta si te condeno por salvarme.

Ella cerró el agua y le secó las manos con el dobladillo de su camisa. No levantó la mirada, solo seguía atendiéndole las manos mientras él miraba fijamente la coronilla de su cabeza.

»Gracias, Vegeta —susurró en voz baja.

Cuando las manos de Vegeta estuvieron secas, ella se alejó. Bulma mantuvo la cabeza baja y los ojos apartados del cuerpo en medio de la celda. Volvió al catre y se acurrucó. Él podía oír su llanto y por una vez no pudo culparla. Reconocer la oscuridad era tan duro como ser tragado por esta por completo.