Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi corazón ❯ Capítulo nueve ( Chapter 9 )

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Nota de Tempestt: Descargo de responsabilidad: No soy dueña ni me beneficio de DBZ.

Me siento obligada a señalar que me gustan las novelas románticas muchísimo, lo que debería ser obvio por mi estilo de escritura. Aunque la mayoría de las veces creo que son tristemente deficiente en su contenido. ¿Por qué no pueden tener una aventura emocionante y encontrar el verdadero amor?

Gracias de nuevo por todos los amables comentarios. Estoy muy contenta de que ustedes, chicos, continúen disfrutando de esto tanto como yo.

 

Libre mi corazón

 

Capítulo nueve

 

 

Bulma se sentó con las nalgas desnudas en la espalda baja de Vegeta mientras él hacía otra flexión. Su resistencia y virilidad eran un constante asombro para ella. Amaba verlo ejercitarse y cuando le dijo que necesitaba más peso para ser físicamente aún más poderoso, estuvo más que feliz de donar su tiempo y sus nalgas.

Él envolvió la cola alrededor de su muslo para mantenerla segura mientras de forma rítmica se empujaba a sí mismo desde el piso. Distraída, ella pasó los dedos por el grueso pelaje oscuro y casi ronroneó cuando este corrió debajo de sus uñas.

—¿Cuál es el deseo más profundo de tu corazón, Vegeta? —le preguntó en un tono perezoso y una sonrisa de satisfacción se extendió por sus labios. Los dos acababan de pasar las últimas horas teniendo sexo fantástico y no creía que pudiera estar más relajada.

Él gruñó haciendo caso omiso de la pregunta para continuar con su régimen. Bulma desplazó su peso y él pudo sentir su hinchada humedad en la espalda. Las llamas se extendieron desde donde hacían contacto calentando todo su cuerpo con fuego líquido. El incendio que ella propagaba debajo de su piel cuando lo tocaba era adictivo. Lo saboreó intoxicándose con este. Se la había pasado inventando excusas solo para tocarla y así poder sentir el calor en su núcleo, en lugar del gélido frío que residía allí.

—Oh, vamos, dímelo por favor. —Ella trato de persuadirlo con gracia.

—No tengo idea de lo que estás hablando, lunática.

Bulma esperaba que él estuviera ligeramente sin aliento, pero su voz era firme, casi abrupta. Hizo un pequeño puchero y se apoyó en un codo para estabilizarse, luego se inclinó a un lado antes de responder.

—Ya sabes, la cosa que más quieres en la vida.

Ella sintió los músculos debajo de sus nalgas moverse y después ponerse rígidos. Amaba la pequeña danza que hacían. Ellos le decían todo cuando él estaba en silencio.

—Inmortalidad. Un día seré lo suficientemente fuerte para matar a mis enemigos y exigir mi venganza. —Él escupió las palabras, era obvio que pensaba en aquellos a quienes le gustaría matar con sus propias manos.

Ella chasqueó la lengua, en lo absoluto le afectó su temperamento.

—La inmortalidad no significa fuerza. ¿Qué pasa si terminas con la vida eterna, pero eres incapaz de detener a otro de estrangularte?

—Soy un príncipe invencible en combate.

Bulma puso los ojos en blanco y jugó con la punta de su cola. Esta escapó, burlándola por tratar de atraparla entre sus dedos. Estaba segura de que él no era consciente del movimiento, solo venía a ser la forma en que expresaba inquietud, no muy diferente a un gato doméstico de mal humor. Ella sonrió ante la idea y flexionó los dedos de la mano apoyada en su espalda para que pudiera sentir más de su piel.

—Bueno, el príncipe invencible ahora está prisionero y no creo que sería diferente si fuera inmortal. —Su voz no era sarcástica, no obstante, tenía un tono de enseñanza que a él le fastidió. Vegeta se quedó en silencio por un momento para considerar sus palabras. Había soñado con la inmortalidad durante tanto tiempo como podía recordar, pero ahora parecía la fantasía de un niño. Tal vez necesitaba reconsiderar lo que en verdad quería. Más que nada quería ver la muerte de su torturador Frízer y gobernar el universo como le estaba destinado. Solo existía una manera de hacer eso.

—El Legendario —murmuró.

—¿Qué es eso? —preguntó Bulma incapaz de oírlo con claridad.

—La inmortalidad y el poder. ¿Feliz ahora, mujer?

—¿Feliz? —preguntó ella en un tono inocente—. Esto no es sobre mí, Vegeta, es sobre ti. Además, eso no es de lo que estoy hablando. Ese es tu sueño de ambición, yo te pregunto por el deseo más profundo de tu corazón.

—¿Mi qué? —espetó él y ella tuvo que conservar el equilibrio por sí sola cuando aumentó su ritmo. Su cola la sujetó más fuerte por el muslo para mantenerla estable, así no se caería y se haría daño.

—Ya sabes, tu sueño de ambición, el que le dices a todos. Por ejemplo, yo tengo un plan de quince años, el cual todos interpretan como mi “sueño”. —Ella hizo unas comillas en el aire con los dedos mientras hablaba, a pesar de que él no podía verla—. Este termina conmigo siendo la mujer más exitosa del mundo, como la directora ejecutiva de la Corporación Cápsula.

—Suena digno para tus estándares humanos débiles.

Bulma puso los ojos en blanco otra vez y se rio disimuladamente. Un insulto y un cumplido, todo en uno. ¿No era una chica afortunada?

—El problema es que me obligo a ser perfecta en todos los sentidos. Perfectas calificaciones, perfectas invenciones, una perfecta empresaria, sin jamás cometer un error. Nunca sería una mujer. Pero en el fondo, tengo un verdadero deseo en mi corazón, algo que nunca le he dicho a nadie.

Vegeta se detuvo con los brazos extendidos. Derrotado, dejó caer la cabeza y gimió en fingida agonía.

—Dioses, no otra vez. ¿Es qué ese cerebro tuyo nunca se apaga?

Bulma pensó con seriedad sobre eso por un minuto y estuvo tentada a tararear una melodía de peligro solo para mantenerlo en suspenso.

—No, en realidad no. Ahora, ¿quieres que te lo diga?

—¿Te callarás después? —preguntó él sin esperanza, ya sabía la respuesta. El sudor rodó desde su sien hasta su mentón y pasó la mejilla por su abultado bíceps para secarlo.

—Probablemente no. Además ¿a quién más le voy a hablar? ¿Al señor Tinkle Pot?

—¿A quién? —espetó Vegeta molesto, pero incierto del porqué. Si ella estaba loca y tenía alucinaciones, no lo quería saber. La necesitaba cuerda, la necesitaba siendo de la forma en que era, no como algo diferente. Y si no era una alucinación, no quería saberlo tampoco. El pensamiento de ella hablándole a otro hombre acerca de sus sueños, por más ridículos que fueran, le hizo querer destrozar algo. Bulma se inclinó más y la sensación de su suave piel sedosa contra él le hicieron hambre de otra degustación suya. Ella extendió el brazo por delante del rostro de Vegeta y apuntó a la esquina del cuarto.

—¿Tú nombraste al inodoro? —Él abrió la boca incrédulo. La mujer nunca dejaba de sorprenderlo, tal vez de verdad estaba loca.

Ella se encogió de hombros entretenida por la sorpresa en su tono.

—Parecía lo apropiado, después de todo es el aparato con el que más íntimamente he estado en contacto por mucho tiempo.

Una risa ahogada se le escapó a Vegeta, pero apretó los labios bloqueando la extraña sensación de diversión. Ligereza y calidez se amotinaron por poco tiempo en la jaula de acero de su pecho y tuvo que reenfocar su mirada oscura en el brillo del metal entre sus manos. Acto seguido hizo otra serie de flexiones.

—Quiero el verdadero amor.

Los hombros de Vegeta se tensaron y Bulma casi se cayó. Su mano resbaló en el sudor de la piel debajo de esta cuando él vino a una parada abrupta en posición vertical.

—¿Qué? —le siseó.

—No quiero decir ahora, Vegeta. Caray, contrólate. Me refería a antes, antes de que todo esto ocurriera y mi vida no estuviera al revés.

Poco a poco él se dejó bajar y volvió a su rutina.

»Veras, el amor no estaba en mi plan de quince años. Creo que es por eso que Yamcha y yo rompimos después de diez largos años. En lo profundo sabíamos que él no era el indicado. Él no me hacía vibrar, no había ninguna chispa. Yo siempre tuve la ilusión de que conocería a un extraño y me dejaría arrastrar por la pasión, pero Bulma Briefs no se deja arrastrar, no calcula mal nunca. Mi vida iba exactamente como estaba previsto, cada hermoso y perfecto pedazo de ella carente de amor.

Vegeta no tenía idea de por qué se cabreaba mientras más hablaba la mujer. Desde luego no era por su referencia al hombre al que ella había estado follando por los últimos diez años. Sabía con maldita seguridad que no era virgen y no se sentía ni un poco molesto por eso. Ese no era su puto negocio. Él folló a un montón de mujeres antes de ella, no le importaba un carajo.

—¿Amor? Esa es la más estúpida cosa que he oído en mi vida —gruñó y al instante se arrepintió.

Bulma se disparó de su sentada posición inicial. Ya había conseguido levantarse por completo de su espalda, pero su cola no la liberó. Furiosa, la punta le dio de golpecitos antes de calmarse sobre su muslo interno en una disculpa silenciosa. Ella tardó un momento en darse cuenta de que Vegeta estaba atacándola porque se sentía molesto. Trató de no pensar que era por su mención a Yamcha. Sería contraproducente si siquiera lo consideraba como un tipo monógamo. Sin duda no se iban a casar. Demonios, quizás no estaría con vida en un par de días.

Decidió dejar que su desagradable comentario se pierda, pero no se volvió a sentar sobre él tampoco.

—Sí, amor. Quiero quemarme con verdadera pasión, quiero la otra mitad de mi alma. Quiero un amor que siga siendo fuerte, incluso al envejecer, con la clase de devoción que lo sacrifica todo, porque sabes en tu corazón que harías cualquier cosa por ellos. Tener la seguridad de que nada podría alejarnos y que nunca me dejarían. Que moriría si nos separan. A su lado sabría que nunca estaría sola. —Bulma suspiró profundamente cuando la emoción brotó de su interior. Todo lo que siempre quiso era ser amada de verdad, sin censura ni juicio. Ser tan necesaria para un hombre que solo la muerte sería capaz de separarlos.

—Tú estás jodida, ¿verdad? —Por primera vez Vegeta no le habló con un tono de burla, sonaba hasta casi simpático. Y fue su tono lo que la instó a quedarse cuando sus crueles palabras deberían hacerla querer huir—. Lo que estás hablando no existe, es una gran mentira de mierda. Un cuento que los hombres le cuentan a las mujeres para que puedan meterse entre sus piernas. Una excusa que ellas inventan para hacer frente a la soledad.

—No estoy sola —le dijo Bulma molesta ignorando la opresión en su pecho cuando su burbuja emocional explotó. Había estado sola desde el día en que nació. Sus padres fueron los que le mostraron el significado del verdadero amor, ellos construyeron un matrimonio feliz y solo tenían ojos el uno para el otro. Una pareja hecha en las páginas de sociedad, el acaudalado inventor mayor se casa con una bella debutante. Desafortunadamente Bulma fue solo una idea tardía en sus vidas. Su hermosa hija con talento a la que enviaron lejos a internados y universidades para que pudieran pasar su tiempo juntos.

—Claro que sí. Seguro encontrarás a algún cabrón que te alimentará con todas las mentiras que deseas escuchar y lo aceptaras con entusiasmo. Quizás sea algún patético debilucho que no va a ser capaz de cuidarte como es debido. Tienes la suficiente falta de juicio como para eso.

—No necesito que un hombre cuide de mí. —le respondió Bulma—. Soy capaz de cuidar de mí misma.

—¡Ja!, se nota. —Vegeta se burló.

—¡Eso es injusto! —Ella lo golpeó en el hombro con fuerza y el sonido del chasquido de la carne resonó a través de la celda—. ¡Toda esta situación es injusta! —Le dio un golpe de nuevo—. Nunca estuve preparada para esto. —Lo golpeó por última vez y su palma ardió por el contacto—. Que mi planeta fuera destruido, que mi familia fuera asesinada, que todo y todos murieran. Es solo… —Sus palabras se interrumpieron en un sollozo desigual. Clavó las uñas en la carne de su hombro donde ella finalmente vino a descansar la mano. Vegeta ni siquiera se inmutó ante el abuso, en silencio estaba agradecido por ello. Sabía que a veces la única manera de aliviar la agonía emocional era repartir algo de dolor físico. No era un hombre débil y podía tomar sin problemas cualquier cosa que ella eligiera repartir.

—Fue horrible. Ja, lo entiendo. Tienes que superarlo, está hecho. Debes vivir con eso —le dijo él sin piedad ni misericordia con su rica voz de barítono.

Bulma suspiró, sin darse cuenta llevó la mano a la marca de su abuso y la masajeó con suavidad. Derrotada, se inclinó sobre Vegeta para reposar la cabeza entre su cuello y su hombro. Trató de no sentirse herida por sus palabras, pero era difícil. Cada vez que pensaba en su casa, todo lo que quería hacer era llorar. Así que en lugar de pensar como había hecho toda su vida, estaba sintiendo. Un concepto extraño, aunque calmante en cierto modo. No tenía que pensar en las consecuencias de sus acciones, solo en como la hacían sentir. Por ejemplo, cuan absolutamente maravilloso se sentía tener a Vegeta dentro de ella, acariciándola, sosteniéndola.

El largo cabello de Bulma cayó en cascada sobre el brazo de Vegeta y se amontonó en su mano. Él observó como la cascada azul brillaba a la luz cuando la movía. Nunca había visto un cabello como el suyo. Era sedoso al tacto, del profundo color aguamarina de los océanos. Las pequeñas hebras siempre lograban encontrarlo para aferrarse desesperadamente a él, incluso si ella se alejaba.

Oyó la derrota en su pequeña exhalación de aliento, no podía ayudarla, pero sí mostrarle el camino. Si ella renunciaba ahora, moriría pocos días después de ser liberada de la celda. La sola desesperación asesinaría a su alma aun si continuaba viviendo.

—Ser hábil significa ser adaptable, ser adaptable significa sobrevivir. —Él la educó en silencio pensando en su propia vida. Había sido criado como príncipe, pero vivió como un esclavo. De niño no lo prepararon para los horrores que tuvo que soportar y a pesar de eso lo consiguió. Fue lo que lo hizo fuerte, fue lo que lo hizo ser quien era.

—¿Sabes quién miente?

Vegeta notó la falsa ligereza en su voz y no respondió. Si deseaba cambiar de tema, no le importaba. No quería detenerse en su pasado y desde luego, no quería pensar en lo que le pasaría. Después de todo, fue él quien le trajo toda esa miseria, un hecho que ella convenientemente parecía haber olvidado.

»Las novelas románticas —observó Bulma muy seria—. No importa cuán poco atractiva es la chica, el galán siempre se enamora con locura de ella. Es solo el aroma de su perfume o el sonido de su voz y él está perdido. Nunca mira a otra mujer de nuevo porque una pequeña voz dentro de su cabeza le gruñe “mía”. No hay hombres en la Tierra así, es una farsa.

Vegeta inclinó el hombro hacia abajo. Con un grito de sorpresa Bulma cayó de su espalda hasta aterrizar en el piso, él la atrapó allí, debajo suyo, y puso una mano a cada lado de su rostro.

—Has hablado sin parar sobre nada, sobre una débil fantasía femenina en la cual no vale la pena depositar todo el esfuerzo de tu pequeña mente.

Ella hizo un puchero y sus ojos de zafiro se estrecharon. Era absolutamente hermosa. Su labio inferior pedía ser besado, su piel estaba destinada a ser acariciada. Él enroscó la cola alrededor de la cintura de Bulma de un modo posesivo y la punta se sumergió en su ombligo. Ella se sacudió y él casi sonrió. La pequeña punta en su vientre se sentía deliciosamente cosquillosa, pero no estaba de humor para admitirlo.

Como respuesta a su agresividad, ella cogió el collar. Las luces rojas parpadeaban desafiándola a descubrir sus secretos. Sus dedos le rozaron el pulso y ella pudo sentir la sangre saltar debajo del ardiente calor de su piel bronceada. Trató de jalarlo, pero él se negó a ser movido. Quedó plantado en el lugar mientras la observaba e ignoró el cabello humedecido por el sudor que le caía por la frente haciéndolo parecer un poco pícaro.

Vegeta giró la cabeza hacia un lado para mirarle la mano desde el rabillo del ojo, luego bajó la mirada a sus excitados senos, se demoró en sus perlados pezones rosados y la volvió a mirar. Su expresión era la de un lobo después de haber visto su próxima comida.

—No tienes idea de lo que voy a hacer contigo una vez que consiga quitarme este collar. —La ardiente intensidad de su promesa provocó en Bulma una caliente sensación húmeda en el vértice de sus muslos. Ella se estremeció y tuvo que juntar las rodillas en un intento de aliviar su repentino malestar. No entendió lo que quiso decir, pero quería averiguarlo. Tragó saliva con fuerza y trató de concentrarse en su tren de pensamiento original.

—El verdadero amor existe, Vegeta.

Los ojos negros del saiyayín se ampliaron mientras la miraba.

—Acabas de decir que es una farsa. —Usando la cola arqueó el cuerpo de Bulma hacia él y vio como sus senos se sacudían. Su sonrisa se afiló y le dio otra pequeña sacudida.

—No, dije que las novelas románticas son una farsa, los hombres no son así. De lo que estoy hablando es del amor.

—Estás husmeando en el lugar equivocado para eso, mujer. —Él la bajó, era evidente su incomodidad por el giro de la conversación. Trató de desenroscar la cola, pero Bulma pasó su mano libre por la suave longitud lisa y sus dedos se cerraron en torno a esta de un modo íntimo. Ella se rio cuando él se estremeció ante su toque. Vegeta todavía podía ver la tristeza detrás de sus brillantes ojos azules, sin embargo, se obligó a ignorarlo.

—No te preocupes, tipo duro, definitivamente no eres material de matrimonio. Sería una tonta si creyera que alguna vez te comprometerías con alguien, en especial conmigo. Solo soy una humana débil de la Tierra y tú eres un alienígena mal culo. No somos compatibles, son solo las circunstancias las que nos han juntado.

Vegeta se agachó para apoyar su peso en los codos y ella abrió los muslos para que él pudiera recostarse entre sus piernas. Por lo que a él respecta la conversación sin sentido había terminado y con habilidad evadió la pregunta de cuál era su verdadero deseo. La mejor manera que conocía para mantener la mente de Bulma fuera de eso era distraerla por completo.

Frotó una mejilla en sus senos desnudos saboreando la sensación de su suave piel. Ella era pequeña y delicada. Era en verdad la mujer más hermosa que había visto en su vida. Vegeta inhaló profundamente e imprimió su aroma único en su cerebro.

—Es verdad, yo no soy de la Tierra, pero somos compatibles en todos los sentidos que en realidad cuentan —murmuró contra su piel mientras empujaba sus caderas sugerentemente contra las de ella.

Bulma se arqueó contra su cuerpo musculoso y hundió los dedos en su cabello. Reacio, él levantó los ojos de la extensión de su piel cremosa para mirarla. Ella le sonrió y por un instante quedó cegado por su brillo innato. Era la más bella cuando sonreía. Bulma le echó los brazos al cuello y lo atrajo a un beso ahogado que quemó todos los pensamientos perdidos en la mente de Vegeta a excepción de cuanto la deseaba.