Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi corazón ❯ Capítulo diez ( Chapter 10 )
Exención de responsabilidad: No soy dueña ni me beneficio de DBZ.
Nota de Tempestt: Bikram yoga caliente. Noventa minutos en una habitación que está a 116 grados fahrenheit. En serio, ¿por qué no estoy más flaca?
Libre mi corazón
Capítulo diez
Vegeta observó como Bulma se arrodillaba y echaba la espalda hacia atrás, esta descansó plana en el piso y sus pies quedaron escondidos debajo suyo. La camisa gris que llevaba se elevó por encima de sus caderas, lo que hizo que el dobladillo descansara alrededor de su vientre dejando la parte inferior de su cuerpo completamente expuesta. Una ceja negra se alzó con interés. Él había estado relajado en una esquina durante la última hora viendo como ella se doblaba en una serie de impresionantes poses ágiles. La mujer carecía de fuerza, pero lo compensaba en flexibilidad, un rasgo que estuvo más que dispuesta a compartir durante sus episodios de intenso sexo fabuloso.
Estaba pensando en iniciar otro acalorado encuentro cuando el estómago de Bulma retumbó en la celda casi vacía. La expresión de interés de Vegeta se profundizó a un ceño severo mientras retrocedía hacia sus pensamientos oscuros. Ella se cubrió el abdomen y suspiró profundamente.
—Ya han pasado dos días desde que nos alimentaron, ¿estamos siendo castigados?
—No. —Vegeta se levantó y caminó de un lado al otro por la pared del fondo moviendo la cola con frustración. Bulma ladeó la cabeza para mirarlo al revés. Él llevaba en el rostro un intenso pensamiento, era la expresión que ponía cuando sabía que algo estaba mal y no se lo decía.
—Zabón y Jeice debieron volver hace cinco días. —La voz de Bulma se hizo diminuta, casi inaudible y Vegeta oyó el miedo. Era el miedo de que al solo pronunciar sus nombres, los monstruos aparecerían y la sacarían a rastras. Azotó la cola y la envolvió firmemente alrededor de su cintura en respuesta al malestar de ella.
—Algo está mal —murmuró él y fue a pararse en frente del marco del catre volcado. Todas las noches desde su primera relación sexual, los dos yacían juntos en el colchón sobre el piso al abrigo del resto de la celda. Bulma se acurrucaba escondiéndose en el pecho de Vegeta, su suave respiración calmaba el caos que él llevaba en la mente mientras miraba al techo oscurecido.
Había una cercanía entre ellos que lo hacía sentir incómodo. Todo era demasiado rápido, demasiado espontáneo. En apariencia él sabía que estaba mal. No la debería permitir en su espacio ni darle un acceso tan fácil a su cuerpo, tan cerca a sus pensamientos. Ella se convirtió en una parte suya de alguna manera fundamental que era inaceptable. Eso los ponía en peligro de muerte.
Pero todos aquellos pensamientos lógicos eran nada en comparación con los sentimientos de agresividad y posesividad masculina hirviendo justo debajo de su mente primordial. Cuanto menos dormía, más animal se volvía. Sabía que la privación de sueño era la responsable de todos sus dilemas emocionales. Tan pronto como tuviera una buena noche de descanso, esas emociones fuera de lugar desaparecerían. Su necesidad de Bulma no tenía nada que ver con el hecho de que solo sentía calor cuando ella lo tocaba.
El marco del catre tenía barras de metal horizontales. Él lo pateó y este vino a aterrizar boca abajo en el colchón. Plantó su pie en el marco, cogió una de las barras y tiró con todas sus fuerzas. Los tornillos se aflojaron y la arrancó de la estructura con un chillido desgarrador del metal.
Con gracia, Bulma se puso de pie para moverse a la pared fuera del camino de Vegeta. Ella observó en silencio como él cruzaba la celda hacia la puerta. La abolladura que Zabón hizo en el pequeño panel nunca fue reparada, por lo que había suficiente espacio para empujar la barra de metal entre esta y el seguro. Vegeta se agachó, introdujo la barra con cuidado y luego la balanceó de arriba a abajo hasta que se oyó el sonido de un seguro siendo golpeado.
Bulma agarró su camisa por encima de su corazón, de repente tuvo demasiado miedo como para respirar.
—Vegeta, ¿qué pasa con los guardias? —susurró ella desesperada.
—No hay guardias —declaró él ateniéndose estrictamente a los hechos mientras seguía tratando de conseguir la suficiente palanca para mover el seguro.
—¿Cómo lo sabes? —Bulma se acercó a verlo.
—Porque ya nos habrían alimentado.
—Tiene que haber guardias, ¿quién sino ha estado apagando las luces en la noche?
—Están automatizadas. —El panel retrocedió unos cuantos centímetros, lo que le dio a Vegeta el espacio suficiente para conseguir un agarre y comenzó a abrirlo.
—¿Pero a dónde podrían haber ido? —preguntó ella con preocupación.
El panel se abrió por completo, Vegeta se puso de pie y le lanzó una mirada molesta.
—No lo sé, pero si nos quedamos aquí vamos a morirnos de hambre.
Bulma frunció el ceño frotándose el estómago vacío. Observó la pequeña abertura y luego volvió el rostro hacia Vegeta. Él la miró expectante.
—¿Estás seguro que no hay guardias por ahí? —susurró ella, todavía tenía miedo. Vegeta cruzó los brazos sobre su pecho y asintió convencido. Bulma tragó saliva y su miedo se desvaneció. Confiaba en que él sabía de qué hablaba.
Ella se arrodilló junto a la apertura para examinar la altura y la anchura. Había poco espacio, aun así, valía la pena intentarlo. La última cosa que quería hacer era morir de hambre, tampoco quería terminar en los cuartos de esclavos. Lo que sea que tenía la atención de los guardias, esta era la oportunidad perfecta para una fuga de la cárcel.
Puso una mano en el borde inferior e hizo una mueca cuando se cortó al presionarla apenas un poco. Volvió a mirar a Vegeta, pero él solo le devolvió la mirada con tranquilidad, esperaba que ella realizara la evaluación correcta.
»Está bien —exhaló Bulma y se quitó la camisa. No podía correr el riesgo de quedar atrapada en los bordes e iba a necesitar tanta libertad de acción como fuera posible para introducirse por la pequeña abertura.
Sacó la mano izquierda primero, sabía que pasar sus hombros iba a ser la parte más difícil. Por una vez, estaba agradecida de haber practicado yoga durante años, no solo por el tono de su cuerpo, sino por la flexibilidad y la fuerza muscular que ahora iba a requerir.
Empujó la cabeza tratando de no raspar sus tiernas mejillas ni orejas. Su largo cabello se atrapó en los bordes y cerró los ojos contra el aguijón de unos rizos siendo arrancados de su cuero cabelludo. Envolvió el brazo derecho alrededor de su espalda bajando el hombro, así su cuerpo se convirtió en una línea recta. Con la mano izquierda firmemente plantada en el frío piso de baldosas fuera de la puerta, usó la fuerza en su brazo para tirar de sí misma a través de la abertura. Como era de esperar, su hombro se atrapó en el panel. Se detuvo por un momento y volvió la cabeza para poder revisar su entorno.
El corredor estaba vacío. Escuchó con atención, pero todo lo que podía oír era el sonido de su propia respiración forzada. Satisfecha de estar sola, se mordió el labio inferior con fuerza, pensando en la comida que esperaba por ella justo fuera de la celda. Todo lo que tenía que hacer era forzarse a través del panel y sería libre. El borde áspero del metal raspó su hombro tomando un buen trozo de su piel. Una capa caliente de sangre se extendió desde allí y bajó por su brazo. Su destreza la ayudó a deslizarse y este salió con un sonido de succión húmeda.
Jadeó tratando de contener las lágrimas. Sus senos estaban suspendidos sin protección justo detrás del borde del panel haciéndola sentir expuesta. Cerró los ojos contra el crudo dolor que irradiaba de su hombro. De pronto sintió la mano de Vegeta en su espalda inferior. El calor se extendió a lo largo de su columna vertebral aflojando el nudo en su vientre. Él no le dijo nada, pero ella sintió su tranquilidad, su apoyo.
Movió la mano que aún tenía detrás de la espalda y quedó satisfecha cuando él entrelazó sus dedos con los suyos. Bulma le apretó la mano, tomó un gran respiro y se levantó así misma, por lo que su espalda se presionó contra el borde superior y sus pezones rozaron el borde inferior. Se empujó gimiendo un poco por la sensible piel de su espalda desechada a lo largo del metal, pero sus senos se mantuvieron relativamente intactos.
Su estrecha cintura se ajustó con facilidad al agujero y liberó la otra mano para que pudiera descansar todo el peso de su cuerpo superior en sus antebrazos. Dejó caer la frente y tomó un respiro muy necesario. Vegeta trasladó su agarre al tobillo de Bulma, sus fuertes dedos la sujetaron de un modo tranquilizador.
—Supongo que esto es lo que se siente al nacer —rio ella temblorosa. Vegeta gruñó detrás suyo y sus dedos la sujetaron con más fuerza.
—Voy a levantar tus piernas para ayudarte, solo dime cuando estés lista.
Bulma asintió con la cabeza, aunque sabía que no podía verla. Sus caderas iban a ser un problema. Ella siempre había estado orgullosa de su exuberancia femenina. Las balanceaba en pantalones vaqueros de baja altura, provocándole celos a las otras mujeres. Sin embargo, en este momento, no tener trasero sonaba como un plan exuberante.
—Ahora —clamó estabilizando la parte superior de su cuerpo con los brazos para que estuviera en línea recta. Vegeta le levantó las piernas y con suavidad la empujó hacia adelante. Ella se impulsó con los brazos y tomó profundas respiraciones dificultosas cuando su piel se atrapó en los bordes raspándola de un modo brutal. Apretó su boca cerrada gimiendo detrás de sus dientes. El fuego se extendió por debajo de sus caderas y en toda la parte carnosa de su trasero. Sus muslos superiores quedaron capturados y se mordió los labios por el dolor.
—Ya casi. —Vegeta le aseguró, pese a eso, ella pensó por un momento que oyó tensión en su voz. Luego se deslizó hacia adelante y jadeó al impulsarse a la libertad. Él empujó sus pies para ayudarla el resto del camino. Ella rodó en el suelo y tomó aire cuando el fuego se propagó a través de su piel con cada respiración.
»¿Bulma?
Ella se limpió las lágrimas antes de mirar atrás. Trató de sonreír cuando vio a Vegeta mirándola desde el otro lado. Su cara era estoica, pero podía ver el fuego depositado detrás de la frialdad de sus ojos.
—Estoy bien, solo recupero el aliento.
Él la miró durante un momento más antes de asentir en señal de aprobación y se paró esperando a que abriera la celda. Ella poco a poco se puso de rodillas y apoyó su peso contra la puerta. La sangre rodó por sus muslos y goteó por sus rodillas, más corría por su brazo reuniéndose en la cara interna de su codo. Se limpió el sudor de la frente mientras examinaba la puerta de metal. Había una palanca pesada que tenía que bajar para abrir el cerrojo. Ella dejó caer todo su peso sobre esta apretando los dientes y la movió lentamente.
Una vez libre, Vegeta la ayudó a abrir la puerta. Una perfecta ceja azul se alzó cuando lo vio. Él estaba parado frente a ella sin el pantalón puesto. Exploró su cuerpo desnudo disfrutando de la vista de su amplio pecho y sus muslos gruesos. Su pene yacía inerte entre sus piernas, pero este dio un pequeño tirón ante la inspección. Bulma le dio una media sonrisa que él no regresó. Sin decir palabras, Vegeta se dirigió hacia ella y utilizó el suave material en su mano para limpiar la sangre que la cubría. Ella hizo una mueca de dolor, el ardor en su piel se sentía como un incendio forestal, no obstante, queriendo demostrarle lo fuerte que era, hizo todo lo posible por no estremecerse y se quedó quieta bajo el cuidado que él le prodigaba. Por fortuna las heridas dolorosas, aunque superficiales, ya coagulaban. Iba a necesitar algunas vendas, pero estaría bien por ahora.
Satisfecho de dejarla limpia como de que se iba a recuperar, Vegeta se puso el pantalón de nuevo, ahora con manchas de sangre. Ella apartó la mirada, incómoda con la vista y recuperó su camisa. Se sintió aliviada de que no iba a tener que explorar la nave completamente desnuda.
Cuando salió de la celda, Vegeta ya estaba en el otro extremo del pasillo mirando por la pequeña ventana en una puerta, él buscaba a los guardias. Al no encontrar ninguno, la abrió y con confianza lideró el camino.
—¿A dónde vamos? —preguntó ella siguiéndolo por detrás.
— A Ingeniería. Habrá computadoras para que puedas averiguar qué demonios está pasando y herramientas para desarmar el collar.
Bulma miró a su nuca, sorprendida.
—¿Confías en mí? —Francamente, después de la última vez que casi los hizo explotar, estaba sorprendida de que siquiera contemplara dejarla acercarse a los delicados circuitos.
Vegeta no respondió, pero los músculos de su espalda se contrajeron. Una vez que se vistieran, ella echaría de menos mirar a esa zona. La minuciosa danza de sus músculos le respondía la mayor parte del tiempo. Una vez que estuvieran cubiertos, se hallaría en apuros para descifrar sus estoicas expresiones.
Pasaron a través de los corredores vacíos en un silencio del todo desconcertante. La nave de Frízer era enorme, debería estar atestada de gente, no inquietantemente vacía.
Cruzaron otra puerta y Vegeta hizo una abrupta parada. Bulma miró hacia adelante y sus ojos se ampliaron por el asombro. Frente a ella había una hilera de ventanas que se abrían a la destrucción total. La mayor parte de la nave faltaba, lo que dejaba una zona hueca justo en el centro. Parecía como si una bomba hubiera salido o como si alguien la hubiera impulsado imprudentemente.
Los pisos y las paredes estaban desaparecidas y ella podía ver cuartos enteros y pasillos vacíos. Estos se apilaban unos encima de otros como las celdas de una colmena. Cables chispeaban desde cortos circuitos en las paredes y agua escapaba de las tuberías. Todo era un enorme e intransitable lío.
Vegeta avanzó para examinar la devastación. Bulma se paró a su lado asimilándolo todo. Miró hacia abajo y quedó boquiabierta cuando vio un sinfín de estrellas. La parte inferior de la nave se había ido, solo un fino campo azul de fuerza lo mantenía todo junto, pero estaba sorprendida de que la nave no se hubiera hecho pedazos.
—Ingeniería esta todavía intacta —observó Vegeta y Bulma siguió su línea de visión a través del espacio. Lo único que vio fueron las habitaciones destrozadas y el caos.
—¿No deberíamos haber sentido algo de esta magnitud? Quiero decir, ¡la mitad de la nave se ha ido!
Vegeta la miró sacudiendo la cabeza.
—El calabozo inferior esta entre los dos estabilizadores principales de la nave. Toda la maldita cosa podría haberse jodido y no hubiéramos sentido un temblor.
—¿Qué crees que pasó? —preguntó ella con los ojos llenos de curiosidad y preocupación.
Vegeta se encogió de hombros.
—Hubo una batalla.
Bulma esperó por más de una explicación, pero Vegeta no tenía una. En su lugar, él se acercó a la orilla, apoyó una mano en el borde lateral de la apertura y miró hacia arriba, en el extremo en el que se encontraban había sobrevivido una pared de gran tamaño.
—¿Qué estás haciendo? —La voz de Bulma se quebró presa del pánico.
—Tenemos que llegar a Ingeniería.
Ella resopló.
—Lamento tener que decirte esto, chico duro, pero ese lugar bien podría también estar en el otro mundo. No hay manera de que lleguemos.
—Escalaremos.
—Eso no va a pasar. Tú puedes ser capaz de corretear como una especie de mono, sin juego de palabras, pero estoy segura como el infierno que yo no puedo. Buena suerte, llámame cuando llegues allí. —Ella se dirigió a la pared más alejada de la apertura, se deslizó hacia abajo y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.
Vegeta tiró algunos cables por el precipicio. Bulma oyó un crujido eléctrico esfumarse en la nada. Él se retiró y la miró por encima del hombro.
Viéndola plantada en el suelo, frunció el ceño, pero ella levantó el mentón en desafío, era muy consciente de sus limitaciones e imitar al hombre araña era una de estas.
Él cruzó la distancia entre los dos y se cernió sobre ella. Aseguró un brazo en la pared por encima de su cabeza para que pudiera mirarla hacia abajo. Bulma se movió nerviosa y tiró del dobladillo de la camisa entre sus piernas para protegerse a sí misma.
—No puedo hacerlo, Vegeta, no soy lo suficientemente fuerte.
—Te puedo llevar en mi espalda.
Bulma le lanzó una mirada de incredulidad y sus ojos analizaron su pecho desnudo. Él tenía músculos sobre los músculos, sin embargo, era el collar lo que captó su atención. Si aún usara su ki, lo consideraría, pero en este momento no era mucho más fuerte que un hombre humano. Bueno, tal vez un poco más fuerte, con mucho más aguante, aun así, todavía no era suficiente para llevarlos a ambos a través de la enorme extensión. No quería que cayera con ella a la muerte, eso sería contraproducente para la vida. Cruzó los brazos sobre su pecho con rebeldía.
—No.
—Te necesito para que desactives el collar —le recordó él con suavidad.
—Solo trae las herramientas de regreso aquí. —Ella pensó que era una petición razonable. Podía esperar pacientemente mientras él hacía lo que fuera que iba a hacer.
—¿Así que tendría que cruzar dos veces? —preguntó Vegeta levantando una ceja.
Ella lo observó con aire de culpabilidad antes de apartar la mirada. No lo había pensado de esa manera. Cogió su camisa. No quería ver que él se lastime. No creía que pudiera soportar verlo caer a su muerte, pero cruzar sería mucho más fácil para él si no tuviera que llevarla.
—Sería peligroso para ti llevarme.
—Sería peligroso para ti quedarte, ¿y si alguien pasa mientras estoy afuera?
Bulma tragó saliva y miró por el pasillo desde las esquinas de sus ojos. Aunque la nave era un cementerio vacío, no todo el mundo podía haber desaparecido. Tenían que existir supervivientes en algún lugar.
—No es justo para ti, Vegeta, voy a arrastrarte hacia abajo.
Estupefacto, él se quedó en silencio por un momento. Nunca nadie antepuso su bienestar por encima de todo. Sus hombres lo sirvieron, ellos lo protegieron como era su deber, pero no lo cuidaron. A ella le asustaba arrastrarlo hacia abajo, le asustaba que se lastimara. Algo cálido y brillante se expandió por su pecho. No comprendió cuanto frío había en su interior hasta que la conoció. Se puso de cuclillas frente a ella por lo que sus ojos estuvieron al mismo nivel.
—¿Confías en mí? —Él le arrojó esas palabras, Bulma sostuvo su mirada y observó en la oscuridad de sus ojos.
Ella confiaba en él. Confiaba en su fuerza y determinación, confiaba en su honestidad e integridad. Si Vegeta dijo que podría llevarlos a ambos, entonces le creería. Debía hacerlo. Además, si ellos caían, tendría el tiempo suficiente para condenarlo al infierno antes de que se estrellaran en el fondo. Asintió lentamente y colocó su pequeña mano en la palma que le extendía. Él cerró la mano alrededor de la suya y al instante se sintió protegida. Ella lo honró con una pequeña sonrisa mientras él la ponía de pie para llevarla a la entrada.
Bulma miró el abismo con aprensión. Según sus cálculos, era un largo, largo camino hacia abajo. El fuerte brazo de Vegeta la llevó detrás suyo y la ayudó a montarse en su ancha espalda. Ella echó los brazos firmemente alrededor de su cuello tratando de recordar que no debía estrangularlo y presionó el rostro en el valle entre sus omóplatos. Cuanto menos viera, era menos probable que entrara en pánico y los matara a ambos. La cola de Vegeta envolvió su cintura amarrándola con firmeza a él. Bulma respiró profundamente, percibió su aroma masculino y fue consolada. Se sentía a salvo con solo tocar su piel. Ella abrazó sus caderas con las piernas y cerró los ojos pensando en hacer el amor y no en estar precariamente suspendida por encima de una muerte segura.
Sin previo aviso, Vegeta se balanceó hacia afuera con un solo brazo de modo que quedó agarrado a la pared exterior. Ella gritó y estrujó los ojos para mantenerlos firmemente cerrados. Todo su cuerpo se aferró a él y sus senos llenos se aplanaron contra su espalda.
—Solo relájate —le dijo Vegeta con una tranquila autoridad resonando en su voz. Al instante, ella aflojó el agarre de su cuello dándole aire para respirar.
Él se movió por la pared rota eligiendo con cuidado sus asideros antes de avanzar. Ella podía sentir sus músculos contraerse debajo suyo y temía que su peso fuera demasiado. Transportarse a solas sería agotador, pero añadir su peso muerto tenía que ser imposible.
—Esto es una mala idea, Vegeta. Regrésame, voy a conseguir que nos matemos.
—Silencio —dijo él molesto tratando de alcanzar otro asidero. Ella oyó que algo se deslizaba y Vegeta se hundió quedando sostenido en la pared con una mano. Ella miró hacia abajo aterrorizada cuando un trozo de metal cayó por un terrible largo tiempo antes de que estallara en chispas al chocar contra el campo de fuerza.
Vegeta se levantó con dificultad hasta que se sujetó a una pieza firme de la pared y gruñó por el esfuerzo. Él se detuvo allí para descansar su peso sobre las puntas de sus pies.
»No me distraigas de nuevo, mujer —le ordenó lleno de ira a punto de hervir. Ella asintió con la cabeza contra su cuello conteniendo las lágrimas.
Vegeta podía sentir su mejilla presionada sobre él y sus suaves pestañas de mariposa en la piel. Ella era tan ligera que parecía plumas en su espalda, pero la presión de su cuerpo contra el suyo le recordó la carga que llevaba. Un error y ambos morirían. Apretó la cola alrededor de su esbelta cintura para sostenerla con fuerza. Miró a través de la extensión y trazó su curso. Había llegado a la parte más crítica de su travesía: una caída de agua en cascada de las cañerías rotas al otro lado. La presión del aire forzaba al agua a salir en una corriente constante. No existía manera de que cruzara sin ser empujado fuera de la pared, pero podía ir por encima. El único problema era que el asidero más cercano estaba por lo menos a un metro por arriba de su alcance. Tendría que saltar para agarrarlo. Sabía que podía hacerlo, incluso con el peso extra en la espalda, sin embargo, el siguiente obstáculo le preocupaba. Pasar por encima de la tubería rota significaba que debería franquear una profunda grieta en la estructura. El ancho de la misma era desalentador. Se necesitaría una enorme cantidad de fuerza para impulsarse junto con Bulma a través del espacio y tendría que descansar su cola de ella para el equilibrio adicional. Cuando golpeara la pared lejana, sería preciso que trepara por los asideros y el impacto podría derribarlos.
»Agárrate.
Él se echó hacia atrás aferrándose con solo los dedos de las manos y pies, rebotó un par de veces poniendo a prueba la fuerza de sus pantorrillas, centró todo su ser en el borde saliente del metal al que necesitaba llegar, se agachó agarrado firmemente con los dedos y flexionó las rodillas. Usando la fuerza en sus brazos y piernas se levantó de un salto de la superficie escarpada. Sus manos encontraron apoyo, pero sus pies colgaron. Las piernas de Bulma se deslizaron de alrededor de la cintura de Vegeta y el peso que ella ejercía se arrastró hacia su cuello. Él ignoró el dolor, la necesidad de respirar y se concentró en encontrar una grieta donde empujar los dedos de sus pies.
Como sabía que Vegeta necesitaba ayuda, Bulma trepó lo más rápido que pudo por su espalda para quitar el peso de su cuello. Ella halló un agujero para su pie y lo metió en este, dándole a Vegeta un descanso muy necesario. Él pronto se encontró en equilibrio, se apoyó en la pared y descansó su sudorosa frente contra el frío metal.
Mientras recuperaba el aliento, Bulma miró a su alrededor negándose a siquiera echar un vistazo hacia abajo. De inmediato entendió el plan de Vegeta y tragó saliva ni bien el terror tomó un dominio absoluto sobre su garganta.
—¿Sabes qué, Vegeta? Tal vez deberías ir primero, luego salto yo y tú me agarras.
Ella presionó el rostro contra su nuca mientras hablaba y él pudo sentir la suave caricia de unos labios sobre su piel. Vegeta negó con la cabeza en respuesta. Ambos sabían que ella nunca lo haría. Ágil como era, no tenía la fuerza física para arrojar su cuerpo a través del abismo. Una vez que él estuviera al otro lado, ella podría negarse a moverse y sería incapaz de persuadirla o podría tratar y caer a su muerte. Cualquier resultado no era beneficioso para él, la necesitaba porque quería deshacerse del collar que controlaba su fuerza y no estaba dispuesto a pensar en el frío esperando para infectarlo de nuevo una vez que la mujer se hubiera ido.
»Por favor. —Ella trató de convencerlo suavemente y se pudo oír el miedo en su voz. Miedo por él, por su seguridad, por su bienestar. Era una inquietante idea para Vegeta, hizo una mueca al sentir un dolor punzante en su pecho, pero se deshizo de eso, atribuyéndolo a la tensión.
—No —respondió él con autoridad y reorientó su mirada a donde tenía que aterrizar. No iba a darle la oportunidad de escapar y dejarlo restringido por el collar.
Tiró de su peso hacia un lado, obligándola a envolver las piernas alrededor suyo otra vez, luego se apartó de la grieta y dobló las rodillas varias veces para que pudiera empujarse hacia adelante con cada fragmento del impulso que lograra reunir. Se disparó a través de la distancia, pero en medio del aire se maldijo así mismo mientras desplegaba la cola. Se había olvidado de advertirle a Bulma de que se agarrara tan fuerte como le fuera posible. Finalmente golpeó la pared del fondo con tal tremendo impacto que rebotó hacia atrás. Gruñó cuando el aire salió con fuerza de sus pulmones y se apresuró a encontrar cualquier asidero posible.
Mientras se recuperaban, Bulma perdió su escaso agarre y cayó deslizándose de Vegeta. Ella gritó y el penetrante sonido resonó en el metal roto, se oía como cientos de almas condenadas. Vegeta había hallado de donde sujetarse, pero era un asidero precario, él se comenzó a desprender de la pared, era incapaz de encontrar un apoyo adecuado en cualquier parte del metal pulido. Al saber que podía morir, hizo la única cosa capaz de ayudar a Bulma. Sacó la cola y la envolvió con fuerza alrededor de su frágil muñeca.
De pronto los pies de Vegeta resbalaron y sus dedos se cerraron alrededor de un pedazo de metal afilado que sobresalía de la pared. Se agarró con fuerza haciendo caso omiso a la mordida de los dientes del metal clavándose en sus dedos sin guantes cortándolo profundo en los huesos. Bulma paró de golpe, tiraba dolorosamente de su cola mientras colgaba por debajo de él. Vegeta gruñó debido a la agonía y apretó la mandíbula hasta que los tendones de su cuello se destacaron contra su piel enrojecida.
Él todavía no tenía un agarre para su otra mano y el metal excavaba más hondo en sus dedos a cada momento. Lejos, al lado, pudo ver un amplio espacio abrirse en un cuarto. Podía saltar hasta allí con facilidad si no estuviera sobrecargado por la mujer. Miró hacia abajo, directo a los enormes ojos azules de Bulma.
—Vegeta —susurró ella a través de sus labios blanqueados por el terror absoluto. Se veía a este brotando de sus ojos y en la palidez de su piel de porcelana. Las lágrimas corrían por las comisuras de sus ojos hacia el lío de cabello azul que ondeaba lejos de su rostro. Por debajo, él vio el hambriento resplandor del campo de fuerza y sabía que ella no sentiría ningún dolor cuando se desintegrara en la nada. Mordiendo el interior de sus mejillas, mantuvo su mirada fija en Bulma mientras lentamente con un gran padecimiento la alzaba con la cola. Extendió su mano libre y sus dedos se estiraron hacia ella. Bulma se estiró hacia él tirando de la cola. Su pequeña mano cupo en la suya grande, tan pequeña que Vegeta temió que se le pudiera escabullir. La tomó de la muñeca y la levantó ignorando el dolor del corte en sus dedos que todavía se aferraban al metal roto.
De improviso, Vegeta la apartó de su cuerpo hacia el espacio vacío. Ella gritó y sus ojos azules se ensancharon por el terror y la traición. Haciendo un movimiento en arco, él la balanceó hacia atrás a través del aire como si fuera el péndulo de un reloj y Bulma giró hacia arriba. Cuando ella bajó a la altura de su hombro, los fuertes dedos de Vegeta soltaron su muñeca y ella siguió la trayectoria volando de espaldas. Demasiado aterrorizada para gritar, se limitó a mirar los ojos negros de Vegeta mientras se elevaba por encima de él, finalmente chocó contra una pared y se desplomó en tierra firme.
Vegeta la siguió, él aterrizó sobre sus pies con la gracia de un alto y delgado gato de la selva. Se cernió sobre ella, su pecho bien formado brillaba por el sudor. Todo lo que Bulma pudo hacer fue mirarlo fijamente, parecía un dios, estaba construido con músculos lisos de bronce y se veía el fuego de la ira en sus ojos negros. Él frunció el ceño y sus hermosos labios crueles contaron historias de la devastación que era capaz de acarrear con una simple palabra dura. Ella tembló por el temor a su pura fuerza física. Reconoció que podría estar deidificándolo, pero buen Dios, si hubiera alguna vez un hombre por el que perder la cabeza, sería él. Retiró la mirada antes de que olvidara todo su amor propio y comenzara a arrastrarse a sus pies para que la follara justo allí y en ese momento. Necesitaba evitar situaciones de vida o muerte, estas la volvían una puta de adrenalina.
—Pensaste que iba a dejarte caer —acusó Vegeta en un tono suave con la mirada perdida en la nada. Los ojos de Bulma se ampliaron y luchó contra sus rodillas.
—No, no lo hice, lo juro. —Su acusación sacudió algo muy profundo dentro de ella, hiriéndola. No quería que creyera que confiaba tan poco en él. Vegeta resopló y se dio la vuelta, pero los frágiles dedos de Bulma se engancharon a su muñeca gruesa, reteniéndolo—. Tengo completa fe en ti —le aseguró.
Sus ojos negros ardieron en ella, desafiándola a retractarse de su declaración. Con timidez, Bulma dejó caer su mirada para examinar la herida que él tenía en la mano. Vegeta no respondió y francamente no sabía qué decir. La mujer lo sorprendía en todo momento. Lo mantenía fuera de balance y tanto como era inquietante, encontró que no era del todo desagradable. Ella frunció el ceño y pequeñas líneas se formaron entre sus cejas. Él se resistió al impulso de suavizarlas con el pulgar, en su lugar se quedó parado e inmóvil al verla arrancarse una manga para vendarlo.
Estrechó los ojos mientras Bulma trabajaba y estos vagaron por su pálida piel sin protección aún manchada con su propia sangre. Estaba en una mayor necesidad de ser curada que él. Tan pronto como llegaran a Ingeniería y se deshiciera del collar, se aseguraría de llevarla a la unidad médica.
Con esto en mente, exploró con la vista el cuarto partido por la mitad en busca de una salida. Ya que pensaba que existía una puerta, era de esperar que lo condujera a un pasillo intacto. Bulma anudó la tela alrededor de su mano y él la apartó cuando terminó. Vegeta podía sentir su ceño fruncido en la espalda, pero lo ignoró. Ella se merecía un poco de rudeza después de creer que la dejaría caer al abismo, ¿ya no le había dicho que la necesitaba para eliminar el collar?
Las estanterías habían caído, pero fue lo suficientemente fácil para él quitarlas y tirando abrió la puerta. El pasillo era transitable, solo tenía unos pocos trozos de pared y piso faltante. No habría problemas en rodear los agujeros y abrirse camino hacia su destino.