Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ Libertad o muerte ( Chapter 11 )
Punto sin retorno
Capítulo once
Libertad o muerte
—No tengo idea de lo que estás hablando...
—No me tomes por tonto —le advirtió una voz calmada y mortal—. Sé que diste la orden, tú hiciste esto, ¡tiene tu nombre escrito por todas partes!
—Esas acusaciones me están ofendiendo. Para ser honesto, me siento herido y completamente destruido por tu falta de confian…
—Ahórrate el maldito teatro, Frízer. Aparte de mis hombres, solo los tuyos tienen el poder para destruir un planeta como Rithica.
—Ah, sí, mis hombres son bastante fuertes, ¿no?
—Establecimos las reglas de la Organización Interplanetaria de Comercio juntos y tú las rompiste. Rithica era uno de MIS planetas, estaba en MI cuadrante en el sector norte. Tú enviaste a tus hombres para destruirlo, ¿y ahora tienes la audacia de negar lo que has hecho?
—¡Dios mío!, qué dramático. Te aseguro que no ordené destruir el planeta del que tanto vociferas. De hecho, nunca había oído hablar de él hasta ahora.
—Mis hombres vieron tres de TUS vainas espaciales abandonando el planeta. ¡Y no hace mucho tiempo, uno de mis planetas fue misteriosamente purgado y no hay señales de quién fue el responsable!
Frízer se rio en voz baja, pero el agarre de sus manos que estaban entrelazadas detrás de su espalda aumentó con una rabia apenas contenida.
—Mi querido y precioso hermano, ¿puedo sugerirte que tus hombres pasen menos tiempo rastreando vainas espaciales al azar y más tiempo protegiendo los planetas de tu cuadrante? Quizás en lugar de despotricar por una pérdida tan pequeña, una en la que no tengo nada que ver, sería mejor que te concentres en gobernar esa pequeñez que llamas imperio.
—No sé cuál es tu juego —siseó Cooler por el rastreador de Frízer—, pero esto termina ahora. Si veo otra de tus vainas espaciales en mi cuadrante, nuestra tregua termina, ¿entiendes lo que digo, hermano?
—Eso sonó como una amenaza —respondió Frízer con calma, aunque sus ojos se estrecharon hasta convertirse en unas rendijas furiosas—. ¿Es una amenaza, Cooler?
—Es una advertencia.
—No me gustan las advertencias.
—Bueno, no veo con buenos ojos que los planetas rentables en mi cuadrante sean destruidos y estoy seguro de que a nuestro padre no le agradará que le faltes el respeto a las reglas que hemos establecido. Una de ellas fue que te mantengas alejado de mi cuadrante, ¿o ya lo olvidaste?
Frízer miró por la ventana de su nave insignia a la vasta extensión del espacio. Era cierto que había aceptado quedarse fuera de las regiones del universo que le pertenecían a su hermano mayor, principalmente debido a que quería mantener a Cooler calmado y a raya, no porque le temiera, sino porque era un fastidio.
Sin embargo, sin que el hijo mayor de Cold lo supiera, Frízer había estado rompiendo ese acuerdo de forma inteligente y encubierta durante años. Cooler no tenía los instintos naturales de Frízer para gobernar y muchas cosas pasaron desapercibidas, un hecho que el tirano capitalizó una y otra vez. Si Frízer encontraba un planeta rentable en el cuadrante de su hermano al que Cooler no le hubiera prestado mucha atención, enviaba a sus hombres a purgarlo, luego vendía el planeta, cosechaba las ganancias y de nuevo enviaba a sus hombres a purgarlo. El ciclo se repetiría hasta que Cooler finalmente se aventuraba por allí. En ese momento Frízer retrocedía y fijaba su mirada en otro lado.
Rithica era el siguiente planeta en el que Frízer había puesto sus ojos, era pequeño, aislado y tenía una abundante vida silvestre y vegetación. Cooler nunca habría notado la interferencia de su hermano si el maldito planeta no hubiera sido destruido.
—Te repito que no ordené nada de eso —dijo Frízer con una voz engañosamente tranquila. No era una mentira, después de todo. La orden había sido que purgaran el planeta, no que lo destruyeran. Su cola se movió de un lado al otro a un ritmo peligroso mientras continuaba—, pero como muestra de la bondad de mi corazón, iniciaré mi propia investigación para descubrir quién es él responsable de este terrible hecho.
—Hazlo y recuerda lo que te dije.
—Fue un placer conversar contigo, hermano —le aseguró Frízer con una falsa cortesía antes de presionar un botón en su rastreador para finalizar la transmisión. Su mirada se volvió asesina cuando presionó el botón unas cuantas veces más—. ¿Zabón?
La voz de su mano derecha llegó dos segundos después.
—¿Dígame, Gran Frízer?
—Ven de inmediato.
—En seguida, Gran Frízer.
La cola de Frízer se agitaba de forma rítmica detrás de él mientras reflexionaba sobre cómo esto cambiaría las cosas. Ahora que su hermano había comenzado a comprender su juego, iba a ser mucho más difícil robar planetas de su cuadrante. Probablemente tendría que matar a Cooler, a lo cual no se oponía. De todos modos, eso era solo cuestión de tiempo, pero tal acto requeriría de mucha planificación para no llamar la atención de su padre y tenía otros asuntos que atender.
No hace falta decir que no se sentía contento.
Las puertas metálicas se abrieron detrás de él. Zabón entró, se arrodilló sobre el suelo de mármol en una pierna y observó la espalda de su señor con cautela. A pesar de que él era quien inspeccionaba la logística de dirigir el ejército de Frízer, no estaba por encima de las reprimendas. Reconoció el tono del tirano en su rastreador y ya sabía que él había hablado con Cooler. Todos en el ejército de Frízer odiaban a su hermano mayor porque lo sacaba de quicio y eso, por lo general, significaba cosas muy malas para ellos.
Frízer se dio la vuelta lentamente para mirar a Zabón con las manos aún entrelazadas en la espalda. Se inclinó un poco hacia delante, la curiosidad cruzó por sus rasgos cuando preguntó:
—Zabón, refréscame la memoria, ¿a quién le diste la misión de purgar Rithica?
—Le di esa asignación, así como la de Liyana, a los saiyayíns, Gran Frízer.
—¿A los cuatro?
—Sí, señor.
—Ya veo —reflexionó Frízer y cayó ensimismado en sus pensamientos.
Todos estos problemas, solo porque cuatro saiyayíns en particular no habían completado una simple y rutinaria misión de purga. El planeta ni siquiera estaba lleno de guerreros, no existía una razón para este fracaso ante sus ojos. Después de todo, había tomado medidas para asegurarse de que fuera de su ejército, Vegeta no tuviera rival en el universo. Él personalmente le enseñó cómo ser cruel y despiadado. Eso significaba que solo había una explicación lógica para que la misión no se completara de forma correcta.
Traición.
Frízer se enderezó y lentamente se volvió a dar la vuelta para mirar por la ventana. No había escapado de su atención que Vegeta estuvo minando su autoridad mucho más de lo acostumbrado en estos días. Él mismo era el que lo golpeaba hasta prácticamente matarlo después de cada infracción y le perdonaba la vida cuando habría acabado con casi todos los demás bajo su dominio, pero el saiyayín no lo entendía y ahora su insubordinación le había costado la oportunidad de robarle planetas rentables a su hermano.
Era completamente inaceptable y Vegeta iba a pagar con su sangre.
—Cancela la purga de Liyana. No nos aventuraremos en ese cuadrante del sector norte hasta que me ocupe de otros asuntos, pero ahora tienes una nueva misión, Zabón —dijo Frízer finalmente, sus ojos se volvieron oscuros y malvados—. Quiero que me traigas las cabezas de Nappa, de Raditz y de ese saiyayín mestizo dentro de las próximas veinte horas para poder aplastar sus cráneos con mi pie. Y en cuanto a Vegeta, quiero que lo encuentres y me lo traigas vivo. Tengo algo muy especial planeado para mi mascota favorita.
—Pero ni siquiera estamos seguros de que sobrevivieran a la explosión…
—Oh, sí, sobrevivieron. Están allá afuera en algún lugar, todos ellos. Pero si no están aquí dentro de las próximas veinte horas, será tú cráneo el que aplastaré con mi pie, ¿he sido claro, Zabón?
—Gran Frízer —comenzó Zabón intentando que el pánico no se notara en su voz. Fue en vano cuando sus palabras salieron precipitadas—, hemos estado tratando de rastrear a Vegeta y a sus hombres por algún tiempo. Sus vainas espaciales originales desaparecieron del radar casi tan pronto como se marcharon a su misión de purga. Nappa se registró hace varios días y se llevó algunas vainas espaciales nuevas a Rithica, pero el seguimiento de esas vainas fue interrumpido por algún tipo de interferencia electromagnética cuando el planeta explotó.
—Entonces investiga sus rastreadores —dijo Frízer como si fuera obvio.
—Ya lo hicimos, Gran Frízer. Solo los rastreadores de Vegeta y Nappa siguen en línea, pero tienen algún tipo de encriptación que nuestro equipo de técnicos no puede descifrar. Por eso no podemos determinar su ubicación ni comunicarnos con ellos.
Vegeta debía de haber manipulado las vainas espaciales y los rastreadores, dedujo Frízer. El saiyayín sabía muy bien que era contrario a las reglas hacer tales cosas. Sí, la traición parecía estar en el horizonte y era mejor que se ocupara de eso ahora.
—Bueno, entonces te sugiero que te pongas a trabajar para que puedas cumplir con tu fecha límite —dijo, ya planeaba lo que iba a hacer para acabar con Vegeta de una vez por todas.
La cara de Zabón palideció un poco mientras se preguntaba en silencio si Frízer escuchó siquiera una palabra de lo que acababa de decir. Se aclaró la garganta.
—Gran Frízer, los saiyayíns podrían estar en cualquier lugar ahora. Necesitamos más tiempo para encontrarlos. Señor, su fecha límite es... —Luchó por encontrar las palabras antes de añadir—. Imposible de cumplir.
—Lo siento, ¿podrías hablar más alto y pronunciar mejor, Zabón? No creo haber escuchado esa última parte bien —le pidió Frízer mientras enroscaba y desenroscada su cola amenazadoramente.
Zabón sabía que no había nada de malo con la audición del tirano. Bajó la mirada y cedió.
—... Traeré las cabezas de tres saiyayíns y un príncipe destronado aquí en las próximas veinte horas, Gran Frízer.
—Ah, ahora puedo escucharte claramente. Pero recuerda, Zabón, quiero a Vegeta con vida. Estaré muy, muy disgustado si me lo traes muerto, ¿entiendes?
—Sí, Gran Frízer.
—Bien, entonces ponte a trabajar.
**********
Libertad o muerte, Nappa, o lo uno o lo otro. Pase lo que pase, el reinado de Frízer sobre nosotros se termina hoy.
Nappa tomó una respiración profunda y ansiosa mientras reflexionaba sobre las últimas palabras de Vegeta. Era la opinión —correcta— de su príncipe de que ambos debían darse por muertos si regresaban al planeta base de Frízer, así que lo mejor era huir ahora que se podía. Y eso era exactamente lo que estaban haciendo. Era todo o nada; si los atraparan, seguro los matarían. La cola de Nappa se tensó de manera inconsciente alrededor de su cintura. Las apuestas se hallaban en su punto más alto ahora con Vegeta y Frízer conociéndose muy bien. La única diferencia era que Frízer tenía un ejército completo a su disposición, en cambio, solo había tres hombres del lado de Vegeta.
Bueno... dos ahora.
Nappa tenía los brazos cruzados sobre el pecho mientras esperaba junto al tanque de regeneración en el que se encontraba Vegeta. El saiyayín más joven había estado allí más de un día, ya que se desmayó en su vaina espacial después de su terrible experiencia con los tsufurus. Nappa lo halló completamente inconsciente cuando aterrizaron y no volvió en sí a pesar de sus esfuerzos por despertarlo. Al final, simplemente lo sacó de la vaina espacial, lo arrojó sobre su hombro y lo llevó a un tanque de regeneración lo más rápido posible. Todo lo que el saiyayín grande podía hacer por ahora era esperar, pero cada segundo que pasaba hacía que un sudor frío corriera por su espalda.
Antes de que Vegeta sucumbiera al agotamiento, le había dado a Nappa una serie de instrucciones. Nappa, para su crédito, las siguió al pie de la letra. El príncipe había establecido el rumbo para que aterrizaran en el planeta Frízer número treinta, uno pequeño con poco personal, utilizado sobre todo para el almacenamiento de equipos. Solo quedaban unos cuantos soldados del ejército en ese lugar cuando llegaron; exactamente con lo que Vegeta había estado contando. Nappa enseguida se encargó de ellos antes de que pudieran tener la oportunidad de informarle a Frízer o a Zabón de que él y Vegeta se encontraban allí. Tan pronto como terminó, oyó la voz de Zabón por uno de los rastreadores de los soldados muertos dando la orden de que si algún saiyayín pisaba el planeta, le avisaran de inmediato. Nappa al instante reunió los rastreadores en completo silencio, ya que sabía que si los destruía, Zabón los descubriría en el acto, así que los arrojó fuera de la base, luego regresó donde estaba su príncipe y no había dejado su lado desde ese momento.
A decir verdad, le desconcertó que hubiera elegido de todos los planetas, una de las bases de Frízer para aterrizar. Vegeta creía sin lugar a dudas que uno de los últimos lugares donde los buscarían era en los planetas de Frizer. Después de un día entero sin incidentes, Nappa admitió que podría haber estado en lo cierto.
Aun así, miró hacia el tanque de regeneración que custodiaba. Las quemaduras en el cuerpo de Vegeta se habían curado casi por completo para su alivio. Tan pronto como él saliera, iban a escapar. Nappa no tenía idea de a dónde irían o lo que harían, pero pensó que Vegeta tendría un plan. El príncipe siempre tenía un plan.
Una cosa era segura, no podían quedarse allí mucho más tiempo. Alguien notaría que nadie en la base de este planeta se reportaba. Nappa volvió a mirar a Vegeta antes de decidir que le daría unas pocas horas más en el tanque. Después de eso, para bien o para mal, se irían.
El saiyayín grande se sobresaltó cuando las luces de su rastreador azul parpadearon. Maldijo y de inmediato su corazón latió con fuerza. Demonios, tenía los nervios de punta. Respiró hondo y se obligó a calmarse al ver que solo estaba recibiendo una transmisión. Miró las coordenadas en el rastreador y frunció el ceño. El príncipe le había prohibido estrictamente que aceptara cualquier tipo de transmisión, pero el rastreador que intentaba comunicarse era el de Vegeta, lo que significaba que era Raditz quien se reportaba.
Bueno... él no dijo que no hablara con Raditz, razonó Nappa. Salió de la habitación, alzó la mano y presionó el botón en su rastreador varias veces para recibir el mensaje.
**********
—¡Eso es totalmente INACEPTABLE! —rugió Zabón.
—Lo siento, señor —dijo un técnico alienígena pequeño y sumiso mientras miraba al furioso alienígena verde que se inclinaba sobre él—. Estamos haciendo todo lo posible para hackear la clave del cifrado, pero el diseño del rastreador de Vegeta está hecho por encargo. No podemos obtener nada…
—¡NO ME IMPORTA SI ESTA HECHO POR ENCARGO! —explotó Zabón, el grito de frustración sorprendió a todos en la habitación y quedaron boquiabiertos ante el estallido inusual. Zabón generalmente era muy sereno y poco conflictivo, pero lo que no sabían era que Frízer quería derramar sangre y si no era roja como la de Vegeta, entonces sería azul como la de él.
Diez de las veinte horas del plazo habían pasado y Zabón estaba perdiendo la paciencia minuto a minuto. Había llamado a todos los planetas bajo el gobierno de Frízer para advertirles de que estuvieran en guardia por si los saiyayíns llegaban. Luego dispersó al ejército y los envió a buscarlos en todos los planetas amigos cercanos, pero era casi imposible rastrear a ciegas a cuatro saiyayíns en el corto plazo de tiempo que Frízer estableció. Su única esperanza era que sus técnicos pudieran hackear alguno de los rastreadores de los saiyayíns y eso al menos le diera una pista. La tripulación de la nave insignia de Frízer estaba trabajando hasta el agotamiento tratando de encontrar una solución técnica, pero cualquiera fuera la encriptación que Vegeta había puesto en los rastreadores saiyayíns, era muy buena.
—¡Quiero saber dónde están esos monos bastardos, así que será mejor que me des una respuesta en la próxima hora o en lugar de ellos le entregaré todas SUS cabezas al Gran Frízer! —les prometió Zabón mirando a cada técnico en el laboratorio.
—Señor, necesitamos una transmisión que nos dé una base que podamos hackear —dijo el técnico atemorizado, su tez roja se puso aún más roja ante la amenaza—. Ni Nappa ni Vegeta han hecho ningún tipo de transmisión. Hasta que tengamos un enlace en vivo, estamos atascados.
—Bueno, será mejor que pienses en algo si sabes lo que te conviene —le advirtió Zabón con una voz fría, luego giró sobre sus talones y salió tan furioso del laboratorio, que su capa azul ondeó por detrás. Una vez afuera, se paró delante de las puertas, llevó la mano hasta su rastreador y presionó un botón varias veces—. Dodoria, responde.
Después de unos segundos, la voz de Dodoria llegó.
—Aquí Dodoria.
—¿Cómo van las cosas por tu lado? —preguntó Zabón esperando que su compañero tuviera mejor suerte en el planeta base, que él en la nave insignia de Frízer.
Dodoria miró por encima del hombro del técnico de laboratorio que tenía más cerca y lo vio tratando de descifrar la última transmisión encriptada enviada al rastreador de Vegeta. Le parecieron unas galimatías; para él, el hombre estaba jugando en un idioma que no entendía. Frunció el ceño y salió de la habitación para hablar con Zabón en privado.
—Nada bien —respondió finalmente en voz baja mientras caminaba por un pasillo—. Nadie reconoce la encriptación que Vegeta usó. Está hecho por…
—Sí, está hecho por encargo, ya lo sé —lo cortó Zabón con impaciencia—. Mantenme informado si tu grupo hace algún progreso. El plazo del Gran Frízer es ajustado.
—¿Cuánto tiempo queda?
—Diez horas.
—... Eso es muy poco tiempo para…
—No me lo recuerdes, solo haz lo que puedas.
—Lo haré.
Zabón suspiró y se tomó un momento para recuperar la calma, luego se dio la vuelta y regresó al laboratorio. Tan pronto como lo hizo, un técnico corrió hacia él agitando un rollo de hojas recién impresas.
—Acabamos de recibir un enlace en vivo entre el rastreador de Vegeta y el de Nappa —dijo el técnico y le entregó las hojas con una sonrisa a un Zabón muy aliviado—. Ya desciframos el encriptado. Aquí está la transcripción de la conversación y aquí están las coordenadas de los dos rastreadores...
Entre tanto, de regreso en el planeta base de Frízer, Dodoria estaba maldiciendo mientras caminaba por un pasillo. No había rastreadores de repuesto en la sala de equipos y el suyo funcionaba mal. Ni siquiera podía obligar a un soldado de rango bajo a darle el que tenía asignado, ya que el lugar estaba prácticamente desierto. Casi todos se habían ido a cazar a los saiyayíns por órdenes de Zabón. Frustrado, el alienígena rosado dobló en una esquina para ver si el laboratorio tenía rastreadores adicionales disponibles.
Tan pronto como lo hizo, se vio violentamente sorprendido por lo que parecía un misil que lo envió a estrellarse y a atravesar la puerta de un almacén vacío. Dodoria dejó escapar un grito sobresaltado cuando cayó tumbado sobre su estómago y su rastreador salió volando por los aires. Inmediatamente gruñó y se dispuso a tomar represalias, ya juraba un doloroso y lento asesinato de quien quiera que fuera lo bastante estúpido como para atacarlo. Sin embargo, ni bien se apoyó en sus manos y sus rodillas, sintió el inconfundible frio del metal de una espada presionada debajo de su barbilla.
—Haz un movimiento en falso y te corto la cabeza —gruñó una voz seria y mortal detrás de él—. No me tientes.
—¿Qué mier… —jadeó Dodoria cuando una presión insoportable fue empujada a la altura de la parte baja de su espalda. Luchó en vano por liberarse, pero quien lo tenía atrapado era demasiado poderoso. Dodoria gruñó—. ¿Quién eres? ¿Qué quieres?
—Aquí las preguntas las hago yo, no tú, ¿entendido? —siseó la voz. Dodoria frunció el ceño y dejó de luchar, a pesar de que la espada todavía estaba debajo de su barbilla. Esa voz, reconoció esa voz... pero ¿de dónde?
—No tengo que responder ninguna maldi… —Mas rápido que un parpadeo, la espada fue removida y la voz de Dodoria quedó ahogada por una chaqueta azul que le amordazó la boca y que fue atada en la parte posterior de su cabeza. Repentinamente, recibió un golpe debilitante en la parte baja de su espalda que lo paralizó de la cintura para abajo. El grito de agonía de Dodoria fue amortiguado por la chaqueta. Apretó sus ojos cerrados por la desesperación al sentir la punta de la espada presionando su nuca.
—Ahora, podemos hacer esto de la manera fácil o de la difícil, tú eliges —se burló Trunks desde atrás. El adolescente miró un instante sobre su hombro, usó sus sentidos para asegurarse de que no hubiera nadie cerca y regresó su atención a Dodoria—. Dime lo que Frízer ha hecho con Vegeta y podría dejarte vivir. Si intentas gritar, estarás muerto antes de que alguien te escuche, ¿entiendes?
Dodoria permaneció completamente inmóvil y exhaló furioso por la nariz, no estaba dispuesto a ceder. Trunks gruñó y clavó su rodilla buena en las vértebras destrozadas de Dodoria haciendo que el alienígena se retorciera de agonía debajo de él. Siguió aplicando presión hasta que Dodoria finalmente asintió desesperado. Trunks lo soltó, le quitó la chaqueta y Dodoria lanzó un siseo de dolor mientras dejaba caer la cara al piso.
—¿Y bien? —preguntó Trunks enojado al mismo tiempo que presionaba su espada en la nuca de Dodoria para enfatizar—. ¿Dónde está Vegeta?
—¡Nadie lo sabe! —gruñó Dodoria. Trunks frunció el ceño ante eso y su resolución disminuyó un poco.
—… ¿Qué?
—¡El bastardo está fuera del radar! Nadie sabe dónde se encuentra, pero Zabón está trabajando para descifrar el encriptado de su rastreador mientras hablamos. —Dodoria se rio un poco y agregó con una voz petulante—. Es solo cuestión de tiempo antes de que alguien de nuestro equipo lo averigüe. Ese maldito mono no huirá para siempre. Lo encontraremos, solo espera y verás.
Como si hubiera sido premeditado, el rastreador de Dodoria cobró vida. Dodoria y Trunks lo miraron cuando la voz de Zabón comenzó a oírse.
—La ubicación de Vegeta y de Nappa ha sido confirmada, ambos están en el planeta Frízer número treinta. Todavía seguimos trabajando en identificar la ubicación exacta de Raditz, está en una vaina espacial en vuelo. Solicitare la vigilancia efectiva del planeta Frízer número treinta de inmediato, nadie dejará el planeta hasta que dé la orden. Aterrizaré en breve.
Mierda, pensó Trunks y la sangre abandonó su rostro. A pesar de la agonía en la que se encontraba, Dodoria se echó a reír.
—¡Ya están allá! Pronto, Vegeta será capturado, humillado y sacado de su miseria.
—¿Qué tan lejos está ese planeta de aquí?
—Es un vuelo de dos horas, nunca lo lograrás —dijo el alienígena rosado con aire de suficiencia antes de finalmente lograr girar la cabeza para ver quién lo estaba inmovilizando. Resopló al mirar al adolescente detrás de él—. Ah, ahora te recuerdo, muchacho. Eres el nuevo perro callejero de Vegeta. También hay un precio por tu cabeza, chico.
Trunks bajó la mirada y frunció el ceño.
—¿En serio?
—Así es —confirmó Dodoria—. Tú y el resto de ustedes, malditos saiyayíns, están todos muertos, no quedará ninguno.
—No si tengo algo que decir al respecto —gruñó Trunks, acto seguido, clavó la espada en la carne de Dodoria y lo mató al instante.
El adolescente retiró la espada, agarró su chaqueta y lentamente se puso de pie haciendo una mueca de dolor. Aún le molestaba la rodilla, pero lo ignoró. Maldijo en voz baja mientras limpiaba con aire ausente su espada en la armadura de Dodoria. Excepto por un par de hombres que lo vieron cuando salió de su vaina espacial —que ahora estaban muertos y completamente desintegrados—, Trunks se había escabullido en la base sin ningún problema gracias a su habilidad para mantener su nivel de poder oculto. Lo primero que hizo fue ir a recuperar su ropa y su espada al vestidor. No estaría de más tener el arma en el caso de que llegara el momento de enfrentar a Frízer.
Pero él no se hallaba en este lugar. Trunks se puso la chaqueta de cuero de la Corporación Capsula y miró a Dodoria. Debería haberle preguntado al alienígena dónde estaba Frízer antes de matarlo. No había manera de que pudiera llegar a tiempo al planeta en el que se encontraba Vegeta para salvarlo de ser capturado, suponiendo que su padre estuviera allí. Sin embargo, Trunks ya había tenido un primer contacto con el retorcido estado mental de Frízer. Si Vegeta iba a morir, no iba a ser a manos de Zabón, sería en las de Frízer. En lugar de seguir un camino que no lo llevaría a ninguna parte con lo cual desperdiciaría un tiempo valioso, lo mejor era sencillamente no hacer nada y esperar a ver si Vegeta era capturado.
Decidido ahora y con un filo duro en sus ojos azules, Trunks volvió a poner la espada en su funda y se la echó al hombro. Se dio la vuelta y salió a averiguar dónde estaba Frízer, de esa forma estaría listo para salvar a su padre en caso de ser necesario.
Y si tenía que torturar hasta al último ser vivo en la base para obtener la ubicación del tirano, que así sea.
**********
Vegeta frunció el ceño, sus sentidos captaron el líquido helado en el que estaba sumergido mientras recuperaba lentamente la conciencia. Era una sensación pacífica, casi serena y la disfrutó por unos momentos en su estado aturdido. Respiró hondo a través de la máscara de oxígeno y un torrente de burbujas ascendió por el tanque de regeneración. Poco a poco, su mente comenzó a enfocarse en revisar el fiasco con los tsufurus como si estuviera pasando las páginas de un libro. Cuantas más imágenes veía en su mente, más se ponía de manifiesto el peso de la situación y más se encendía su ki.
De pronto, gruñó y su ki explotó en un destello de luz cegadora. El cristal del tanque de regeneración se rompió en un segundo y luego se hizo añicos por la onda de presión que Vegeta desencadenó sin ningún esfuerzo. El fluido cayó cubriendo el piso de la sala médica. El príncipe se quitó la máscara y se puso de pie, el líquido curativo todavía goteaba de su cuerpo cuando salió del tanque.
Los vidrios que crujieron bajo sus pies descalzos le cortaron la piel, pero Vegeta no se dio cuenta, ya que miraba su torso desnudo para examinarse. Sus quemaduras habían desaparecido y el dolor persistente con el que estuvo luchando debido al veneno de los tsufurus disminuyó. Finalmente, miró las palmas de sus manos: estaba total y completamente curado, podía sentir un nuevo poder que le erizaba los poros de la piel. Por el momento se olvidó de localizar a Nappa y se preguntó si ahora sería lo bastante fuerte como para enfrentarse a Frízer...
—Oh, qué bueno que estás despierto.
Los ojos oscuros de Vegeta se dispararon hacia Nappa que venía trayendo un uniforme de combate azul oscuro extra con una armadura, guantes y botas nuevas. Sobre la pila había un nuevo rastreador verde. El saiyayín parecía aliviado mientras se acercaba a su príncipe.
—Venía a despertarte —dijo Nappa y extendió la pila hacia Vegeta—. Ha pasado más de un día, tenemos que irnos.
—Informe —ordenó Vegeta de un modo brusco, cogió el uniforme y comenzó a vestirse rápidamente.
—Todos nos están buscando, pero nadie nos ha rastreado hasta aquí. No parece que puedan rastrear las vainas espaciales. Creo que podemos usarlas para ir a donde queramos —reportó Nappa. Vegeta se puso en silencio sus guantes blancos, por lo que Nappa continuó—. ¿A dónde vamos a ir?
Vegeta frunció el ceño, pero no respondió. Se volvió hacia Nappa, tomó la armadura nueva y se la puso por la cabeza. Finalmente, retiró el rastreador nuevo de las manos del saiyayín grande.
—Quizás al planeta Tierra, donde está Raditz —respondió mientras se ajustaba el rastreador en su oreja izquierda. Miró a Nappa y le dio una sonrisa de medio lado—. No te lo dije antes, pero estoy contento de que llegaras a Rithica cuando lo hiciste... gracias.
Nappa se sorprendió y sintió que su pecho se hinchaba de orgullo. Era tan extremadamente raro que el príncipe dijera semejantes palabras, que descubrió que no lograba recordar la última vez que lo escuchó darle las gracias a alguien. Ni siquiera podía expresar con claridad lo orgulloso estaba de que, por una vez, había hecho las cosas bien por él. Al fin era lo suficientemente fuerte como para protegerlo y salvarlo. Recibir ese reconocimiento era un regalo que no había previsto y que no tomaría a la ligera.
—Solo cumplo con mi deber, mi príncipe, no hay nada que agrade…
Nappa fue silenciado y se dobló frente a su príncipe, el mismo príncipe que acababa de atravesar con un brutal golpe de su puño derecho la zona de la armadura que le protegía el abdomen. El brazo de Vegeta estaba profundamente dentro del estómago de Nappa hasta el codo, la acción dejó al saiyayín más grande balbuceando de dolor y con una sensación de profunda traición. La sonrisa de Vegeta había desaparecido y tenía la cabeza ladeada, solo observaba a su camarada con un frío odio e indiferencia.
—Qué pena que incluso cuando el tema sea mi hijo, mi propia carne y sangre, tu deber para con tu rey muerto sea aún más importante que tu príncipe vivo —le dijo con desprecio.
Nappa arrastró las palabras a través de su boca llena de sangre.
—Ve… Ve… Vegeta…
Vegeta sonrió y se relamió los labios, le divertía el dolor de Nappa.
—Dile a mi padre que ahora tiene a su más leal súbdito a su lado otra vez, por cortesía de su “amado hijo”, el príncipe Vegeta.
Con eso dicho, Vegeta disparó una violenta ráfaga de ki que envió a Nappa volando hacia atrás y lo estrelló contra la pared. Estaba muerto antes de tocar el suelo. Vegeta frunció el ceño y volvió a mirar las palmas de sus manos que puso en la misma posición que tenían antes de que Nappa llegara.
—Hmm —gruñó y apretó los puños con fuerza sin perturbarse por el hecho de que su brazo derecho estaba empapado con la sangre de su subordinado hasta el codo. Solo le preocupaba saber cuánto poder tenía ahora y si sería suficiente.
Unos segundos después, se quitó el rastreador y lo miró con el ceño fruncido. Levantó la vista hacia el cuerpo de Nappa que estaba sentado de forma antinatural contra la pared. Con un resoplido, Vegeta arrojó el nuevo rastreador por sobre su hombro y se acercó al hombre caído. Bajó la mano, despreocupadamente sacó el rastreador azul de Nappa y se lo puso sobre la oreja izquierda. Después de todo, ¿por qué sincronizar un nuevo rastreador cuando el de Nappa ya estaba sincronizado?
Tan pronto como se lo puso, las luces se activaron. Vegeta pasó rápidamente sobre Nappa, asomó la cabeza por la puerta y miró a ambos lados del pasillo. Maldijo en voz baja cuando su rastreador le dijo que había varios niveles de poder acercándose por el extremo izquierdo, ¿cómo demonios lo encontraron?
No importaba, no tenía tiempo para detenerse en eso. Necesitaba un plan y lo necesitaba ahora. Luego de pensar a toda prisa, el príncipe miró hacia la derecha, levantó la mano y disparó una fuerte ráfaga de ki en esa dirección. La ráfaga voló por el pasillo y chocó en el otro extremo que tenía un almacén de municiones, lo que dio como resultado una explosión violenta. El humo junto con una oleada de calor lo golpeó menos de un segundo después. Otro segundo después y el humo había llenado todo el pasillo impidiendo la visión. Vegeta dudó un instante, cerró los ojos y se concentró.
—¡Qué quieres decir con que su nivel de poder bajó! —Un furioso Zabón le gritó a Cui mientras corría delante de él. Ambos hicieron una mueca de dolor y levantaron las manos cuando la ola de humo los golpeó cegándolos por completo.
—¡Lo digo en serio! ¡Obtuve una lectura de él! ¡Era de 20 000, pero luego se redujo a nada! —gritó Cui tosiendo por el humo—. ¡Tal vez esa explosión lo mató!
Vegeta los escuchó con sus oídos sensibles. Abrió los ojos, sonrió burlonamente en su dirección y salió corriendo hacia la derecha usando el humo para cubrirse. Se movió tan rápido como pudo esquivando los equipos que cubrían el pasillo al azar mientras los escuchaba correr detrás de él. Vegeta gruñó y giró para disparar una serie de ráfagas hacia ellos. Escuchó a Cui gritar de dolor, eso le pareció suficiente. Se dio la vuelta y vio una pared, había llegado al final de la base. Las vainas espaciales estaban tan cerca ahora. Sin pensarlo dos veces, tomó impulso, bajó el hombro como un jugador de futbol americano y embistió la pared derribándola por completo. La luz del exterior era brillante y le irritó los ojos por un momento, pero luego la plataforma de aterrizaje apareció a la vista.
Libertad, la palabra era tan real que casi podía saborearla. Sin dudarlo, se dispuso a correr con todas sus fuerzas hacia la vaina espacial más cercana.
Dio dos pasos antes de que lo golpearan brutalmente por la espalda. Sus oídos resonaron, su visión explotó con colores brillantes y su cuerpo se sintió como si acabara de ser exprimido al máximo. Con un gemido bajo, se dio la vuelta aturdido y luchó por volver a ponerse de pie.
—Eres bueno, Vegeta, te doy crédito por eso —dijo una voz familiar. Vegeta parpadeó y sacudió la cabeza, reconoció la voz y aun así no podía ubicarla. Lentamente se levantó sobre sus manos y rodillas mientras la sangre corría por sus ojos. Aturdido, trató de ponerse de pie, pero cayó de rodillas. Gruñó, ya que se sentía frustrado y un poco confundido. ¿Qué demonios lo había golpeado sin que lo notara? No podía pensar con claridad en lo absoluto—. Pero cuando tienes habilidades como las nuestras, todos los demás siempre quedan detrás.
Levantó la vista y entrecerró los ojos, solo para ver a un grupo mortal de cinco sujetos parados frente a su único medio de escape. Un alienígena pequeño, redondo y de cuatro ojos lo saludó.
—Nada como una pequeña suspensión de tiempo para darle una buena paliza a alguien, ¿no es así, Vegeta? —Guldo se echó a reír—. Un segundo crees que vas a ganar y al siguiente ni siquiera puedes recordar tu propio nombre.
—Tienen a todo el maldito ejército buscándote, amigo —se rio Jeice—. El Gran Frízer no está feliz, eso te lo puedo asegurar.
Las Fuerzas Especiales Ginyu, demonios, maldijo Vegeta y se le hizo un nudo en la garganta al verlos. Él les lanzó una mirada asesina y llena de desprecio mientras lentamente se forzaba a ponerse de pie.
—¿Qué pasa?, ¿no pueden pelear conmigo cuando puedo ver sus ataques? —dijo Vegeta, finalmente se puso de pie y se tambaleó un poco.
—¿Por qué deberíamos ensuciarnos las manos? —preguntó el Capitán Ginyu con una sonrisa presuntuosa—. La verdad es que solo Guldo era necesario para asegurarnos de que nadie deje este planeta. Pero no pudimos evitar querer verte por última vez, Vegeta, nos agradas tanto, teníamos que despedirnos de ti antes de que el Gran Frízer acabe contigo de una vez por todas.
—También está muy enojado —agregó Rikkuum y soltó una carcajada—. No sé lo que hiciste, pero lo has cabreado.
—Él no es el único que está cabreado —gruñó Zabón entrando por el agujero que Vegeta hizo en la pared, Cui siguió sus pasos. Vegeta dio un cuarto de vuelta, sin darle la espalda a nadie. Retrocedió un poco, sus ojos fueron de las Fuerzas Ginyu a Zabón y luego a las vainas espaciales. Zabón vio su línea de visión y resopló—. Ni siquiera lo intentes, vas a volver conmigo quieras o no.
Vegeta le gruñó con rencor y le mostró los dientes en una respuesta sin palabras. Zabón suspiró dramáticamente antes de volverse hacia Cui.
—Ve a buscar al saiyayín muerto en la sala médica. Lo traeremos con nosotros para apaciguar al Gran Frízer. —Cui asintió y regresó corriendo a la base, Zabón giró hacia Vegeta—. Ahora dime, ¿tienes otros amigos escondidos por aquí?
—No tengo por qué responderte a ti ni a nadie más, ya no —le siseó el príncipe mientras levantaba un antebrazo para limpiarse la sangre de los ojos.
Zabón se rio entre dientes antes de que comenzara a arremangarse los brazos preparándose para una pelea.
—Bueno —dijo suavemente—, eso ya lo veremos.
Vegeta retrocedió a una posición de lucha y miró a las Fuerzas Ginyu de un modo cauteloso por el rabillo del ojo.
—No te preocupes, no nos involucraremos. Solo vinimos por solicitud de Zabón —le aseguró el Capitán Ginyu y le dio una sonrisa.
Vegeta lo miró con odio antes de dirigir su atención a Zabón. El alienígena verde miró a Vegeta por unos segundos, se rio de nuevo y echó su cabello trenzado hacia atrás, la ansiedad que había sentido antes desapareció por completo. Incluso si no podía encontrar a los otros dos saiyayíns, sabía que estaría fuera de peligro solo con traer al saiyayín que estaba parado frente a él. Con ese conocimiento, su engreída arrogancia volvió en su máximo esplendor.
—Vegeta, eres un tonto —reflexionó Zabón sacudiendo la cabeza desilusionado—. Deberías rendirte, será mucho más fácil para ti.
—Nunca —gruñó Vegeta.
Zabón sonrió, como si esperara que esa fuera la respuesta.
—Que así sea.
Aquellas palabras fue toda la advertencia que Vegeta recibió antes de que Zabón lo atacara.
Desafortunadamente, hubo otros cinco que lo embistieron al mismo tiempo.
Vegeta comenzó a recibir una paliza a la antigua donde todos lo golpeaban a la vez y cayó en el suelo más rápido de lo que nunca había creído posible. Creyó oír a alguien decir entre risas que solo lo hacían por los viejos tiempos, aunque no podía estar muy seguro. Trató de tomar represalias cuando y donde pudo, incluso logró en un punto volver a ponerse de pie, pero fue superado en número de seis a uno. Después de que la bota de alguien se conectó fuertemente con su sien, quedó aturdido y desorientado. Dejó de intentar defenderse y solo pudo hacer intentos vanos y débiles para protegerse de la violenta agresión mientras lo golpeaban de un modo brutal.
Por fin, misericordiosamente todo terminó. Vegeta terminó boca abajo, inmóvil y cogiéndose la cabeza en el suelo, estaba tumbado en su propia sangre. Solo podía escuchar fragmentos de lo que hablaban, las voces entraban y salían...
—... lo quiere vivo...
—... mata a este mono...
—... quedan dos más...
—… traición…
Las voces finalmente se desvanecieron por completo hasta que lo golpearon en las costillas. Vegeta siseó y rodó sobre su espalda, todavía se agarraba la cabeza con las manos. Sentía que todo le daba vueltas y esa sensación le produjo nauseas. Unos segundos más tarde, alguien lo cogió por el cuello de su armadura y comenzó a arrastrarlo hacia su muerte segura. El príncipe gimió débilmente, era incapaz de abrir los ojos y mucho menos oponer algún tipo de resistencia.
De pronto, sus pensamientos se volvieron hacia su hijo, Trunks. El muchacho era un bastardo fuerte, quizás algún día lo vengaría. Eso hizo que esbozara una sonrisa débil y ensangrentada ante la idea y finalmente se desmayó por la paliza.
No tenía idea de cuán pronto llegaría ese día.