Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ Se cosecha lo que se siembra ( Chapter 12 )
Punto sin retorno
Capítulo doce
Se cosecha lo que se siembra
El planeta era hermoso. Lo admiró por un momento e inclinó la cabeza hacia un lado asombrado por los colores que se reflejaban en torno a él. Era rojo y estaba rodeado por un brillante resplandor azul que marcaba las capas de su atmósfera. Sí, un resplandor tan maravilloso solo podría significar una cosa:
La explosión del planeta causaría unos fuegos artificiales deliciosos.
Con una oscura y malvada sonrisa, Frízer disparó una ráfaga letal que descendió en espiral hacia el planeta. Su sonrisa se amplió cuando lo vio explotar ante él creando una exhibición de luces rojas y azules a medida que la una vez hermosa orbe se reducía a átomos. Lleno de regocijo, se relamió los labios, fue tan maravilloso como pensó que sería.
De improviso, su rastreador se encendió al recibir una transmisión dual. Frízer dejó escapar un suspiro, ¿por qué siempre interrumpían su diversión?
—¿Si, padre? —preguntó sonando casi aburrido mientras se daba la vuelta para regresar a su nave insignia.
—Frízer —saludó King Cold—, tu hermano y yo te estamos esperando.
—Es cierto, no puedo esperar para verte, hermano —agregó Cooler, el sarcasmo goteaba de cada sílaba.
Frízer puso los ojos en blanco por el fastidio. Era esa fecha otra vez. Cada seis semanas, los Colds celebraban lo que afectuosamente llamaban "los Juicios". Los soldados que cometían crímenes graves contra el imperio eran enviados allí para ser "juzgados" por King Cold y por sus hijos, con sus compañeros soldados como jurado —eso decían, pero en realidad era una glorificada, humillante y bárbara exhibición de ejecuciones públicas reservada para los soldados que realmente habían enfurecido a Cooler o a Frízer—. Pero siempre terminaba siendo presidida por King Cold y uno solo de sus hijos, los hermanos apenas podían soportar estar en la misma galaxia y mucho menos en un sitio cerrado. Tenían un acuerdo silencioso de alternar sus apariciones y esta vez era el turno de Cooler. Frízer dedujo que su padre era en verdad un estúpido por no notar la costumbre. Él siempre recibía esta transmisión cuando no era su turno de presentarse y siempre daba la misma respuesta, que dio sin ningún problema ahora.
—No puedo ir esta vez, padre, tengo algunos planetas que debo controlar, pero veré la proyección en vivo cuando pueda y enviaré a Zabón para que me represente.
—Es una pena, hijo —dijo King Cold riéndose un poco—. Bueno, haz lo que debas hacer. Si tienes tiempo, intenta pasar por aquí. Esta vez los juicios se llevan a cabo en el planeta Ri'noj, en el cuadrante de Cooler.
—Por supuesto, padre —respondió Frízer con una falsa cortesía y apagó una de las transmisiones. Frunció el ceño a la que quedaba. Hubo silencio por unos minutos antes de que la voz de Cooler se escuchara.
—Entonces, hermano, ¿cómo va tu investigación? —preguntó Cooler burlonamente.
—Todavía estoy trabajando en ello.
—Bien, me muero por oír lo que encontraste. —Se burló Cooler.
Frízer se rio entre dientes.
—Bueno, mi querido hermano, solo espera y verás —dijo suavemente antes de alcanzar y apagar la trasmisión en su rastreador.
Frízer se volvió y su rostro se oscureció un poco mientras se dirigía hacia las mazmorras de la nave. Podría haber arrojado a Vegeta a los Juicios sin ningún problema, lo que habría garantizado su muerte, sin embargo, solo enviaba a sus soldados allí cuando él estaba presente para ser quien los humillara y matara. La idea de que su padre o su hermano mayor castigaran a Vegeta le repugnaba. Su pequeña mascota saiyayín era suya y solo suya. Solo él tenía permitido castigarlo.
Y eso era lo que iba a hacer.
**********
—¿Dónde están?
Detrás de él, Vegeta podía escuchar el látigo en la mano de Zabón. Los chasquidos y crepitaciones del fuego que quemaba los cables sueltos le prometían una miseria familiar, una canción y una danza de dolor que había experimentado tantas veces que perdió la cuenta cuando era un adolescente. Mezclado con el fuego, escuchó un zumbido letal. Ese era el sonido que realmente lo hacía sudar. Significaba que algunos de los cables no se encontraban en llamas, sino cargados de una electricidad viva y mortal.
Al fuego estaba acostumbrado, a la electricidad, no tanto. Cuando lo empuñaban con la suficiente fuerza, los cables eléctricos le rasgaban la piel de una forma tan severa que su cuerpo no podía sanar por completo las heridas y lo tatuaban permanentemente con cicatrices para complementar las que recibía en las batallas. Su ki también reaccionaba mal cuando la brutal electricidad se mezclaba con su sangre, esta destruía su fuerza y siempre lo dejaba enfermo y débil durante días.
El sudor corrió por la cara de Vegeta y le llegó a los ojos. Los cerró fuertemente.
—Te hice una pregunta, príncipe mono —susurró Zabón detrás de la oreja de Vegeta—. ¿Dónde están ese muchacho mestizo y Raditz?
—Nunca he escuchado de ellos.
El castigo por su respuesta fue inmediato. El fuego y la electricidad destrozaron la piel sudorosa de la espalda desnuda del saiyayín dejándola en carne viva. Vegeta siseó con los dientes apretados, sus rodillas se doblaron involuntariamente por el dolor mientras trasladaba su peso a los grilletes que le sujetaban las manos sobre la cabeza.
Tan pronto como lo hizo, los grilletes se tensaron de forma automática haciendo que los fragmentos del metal en el interior rasgaran la piel de sus muñecas que ya estaba muy dañada. Vegeta se mordió el labio inferior con fuerza para evitar expresar verbalmente su dolor. Los grilletes producían un torrente de sangre tan incesante, que en su camino de descenso le dejó los dos brazos completamente empapados en carmesí hasta gotear por su pecho y por su espalda. Se hallaba restringido lo suficientemente bajo como para permitirle mantenerse de pie, una hazaña que se hacía cada vez más difícil a medida que continuaba la tortura.
Apretando los dientes, el príncipe se obligó a volver a poner su peso sobre sus pies a fin de aliviar el dolor en sus muñecas. La pérdida de sangre lo dejaba cada vez más débil y mareado.
—¿Te importaría cambiar tu respuesta? —preguntó Zabón.
Vegeta escupió en el suelo antes de caer en un terco silencio.
—¿Y bien? ¿Vas a decirme lo que quiero saber o tengo que sacártelo a golpes?
Vegeta resopló con morbosa diversión, volvió la cabeza y arqueó una ceja sarcástica.
—¿Cuál fue la pregunta? La olvidé.
Zabón hizo llover un infierno mortal sobre él, lo azotó sin piedad haciendo que Vegeta sintiera que lo estaban quemando vivo. El príncipe perdió la fuerza para pararse y dejó que los grilletes lo sostuvieran por completo a pesar de que parecía que sus manos iban a ser cercenadas en cualquier momento. La electricidad le atravesaba la sangre y las venas haciendo que su ki protestara violentamente. Bajó la cabeza cuando terminó, sus ojos estaban cerrados y su respiración era entrecortada y dolorida. Tenía ganas de vomitar.
—Piensas que te ves encantador con esa actitud insolente —gruñó Zabón y se volvió para mirarlo. Los cables que colgaban del látigo se movían y chasqueaban iluminando la celda de la mazmorra con parpadeantes luces color naranja y azul. Agarró a Vegeta por la mandíbula y le levantó bruscamente la cabeza. El príncipe abrió los ojos con dificultad justo en el momento en que Zabón dijo burlonamente sobre su rostro—, pero ya veremos cuánto fanfarronearás cuando el Gran Frízer se ocupe de ti.
—No tengo miedo de ese monstruo —gruñó Vegeta, su voz salió entrecortada por el agarre de Zabón. Sonaba en extremo convincente, considerando que estaba mintiendo. Demonios, parte de él prolongaba adrede esta tortura solo para evitar confrontar al tirano.
—Deberías tenerlo. Él no está contento contigo, Vegeta, por lo que podría animarse a sacarte de tu miseria. Ya era hora. —Zabón resopló y empujó la cara del saiyayín a un lado—. Te ha perdonado demasiadas veces en mi opinión.
Incapaz de soportar el dolor en sus muñecas por más tiempo, Vegeta una vez más cambió su peso de nuevo a sus pies, obligando a sus rodillas a sostenerse a pura fuerza de voluntad. Miró a Zabón con unos ojos desafiantes y llenos de puro odio.
—Bueno, ¿qué puedo decirte? Soy adorable. —Se burló.
El príncipe apenas tuvo tiempo para volver la cara antes de que Zabón lo azotara violentamente, esta vez dejó que los cables mortales le arrancaran la carne del frente. Vegeta se echó hacia atrás, la fuerza del impacto fue lo suficiente como para derribarlo si no hubiera sido por los grilletes. Podía sentir la electricidad quemándole el costado de la cara, los brazos y el pecho mientras le abría la piel.
Apretó los dientes con tanta fuerza que le dolió la mandíbula y comenzó a respirar entrecortadamente por la nariz. Zabón estaba retrocediendo de nuevo el brazo cuando una voz se oyó detrás de él.
—Eso fue suficiente. Sé que te estás divirtiendo, pero trata de contenerte.
Sorprendido, Zabón miró por encima del hombro antes de apartarse, Frízer entraba con una expresión de indiferencia en su rostro como si contemplara una escena cotidiana. Vegeta lo observó usando un ojo y al instante olvidó su dolor. Su juez, jurado y verdugo finalmente había llegado. Soltó un suspiro tembloroso, un miedo frío se deslizó a lo largo de su espalda por primera vez en mucho tiempo, ya que su destino se hacía demasiado real con la llegada del tirano.
Frízer miró a Vegeta, asimiló la forma débil y ensangrentada del saiyayín y asintió.
—Has hecho un gran trabajo aquí, Zabón, bien hecho.
Zabón sonrió con orgullo.
—Gracias, Gran Frízer.
—¿Lo hiciste hablar?
—No, aún no.
—Ya veo. —Frízer soltó una risita divertida—. Está bien, los dos restantes no son motivo de preocupación. Bueno, Zabón, me gustaría hablar a solas con mi mono favorito. Tienes otros asuntos que atender de todos modos. Ya sabes qué día es hoy.
—Los Juicios —afirmó Zabón. Oh, por supuesto que sabía que día era. Más de la mitad del ejército de Frízer solía asistir y no por coacción. Había peleas que invariablemente eran brutales y llegaban hasta la muerte. Apelaban a la sed de sangre de todos como en una arena de gladiadores. Zabón había visto cientos y eran un gran espectáculo, siempre y cuando no estuvieras entre los "juzgados".
—En efecto. Te sugiero que empieces a preparar tu asistencia para que puedas representarme.
—Sí, Gran Frízer.
Vegeta se obligó a ponerse de pie cuando escuchó que Zabón se iba, hizo todo lo posible para parecer tranquilo y sin miedo, pero fue en vano; sus músculos temblaban involuntariamente por el ahora abrumador estrés físico y emocional que sentía al ver que su juez se acercaba a él. Frízer puso sus manos detrás de la espalda, las entrelazó y empezó a caminar a su alrededor a paso lento para estudiar con detenimiento las heridas del saiyayín. Vegeta tragó saliva bajo el examen, su cuerpo se tensó y comenzó a sudar frío.
Se estremeció cuando sintió que un helado dedo de Frízer se deslizaba por la piel de su brazo. El tirano levantó el dedo, lamió la sangre de Vegeta y estudió el sabor con un aire de dignidad como si estuviera degustando un vino.
—Debo decir que las lágrimas son deliciosamente saladas, pero nada se compara con la maravillosa mezcla de sangre y sudor. Es bastante delicioso, ¿no estás de acuerdo?
Vegeta permaneció en silencio con el estómago revuelto.
—¿Sabes lo que no me gusta, mi mascota? —preguntó Frízer mientras arrastraba un dedo por una de las pocas partes de la piel intacta en la espalda de Vegeta. El saiyayín se estremeció de nuevo y gruñó en voz baja, pero el tirano continuó—. No me gusta que todas las señales indiquen que cometiste traición. Me duele, Vegeta, es la verdad. Yo siempre me he preocupado tanto por ti y así es como me lo pagas...
Las piernas de Vegeta se contrajeron de dolor cuando Frízer hundió lentamente la uña en un corte abierto sobre su espalda. Las rodillas del príncipe se doblaron y no pudo evitar el gemido de dolor que se le escapó mientras cerraba los ojos.
—Te acogí de niño, te brindé una hospitalidad tan maravillosa, te enseñé a pelear. Para ser sinceros, eres como un hijo para mí.
—No soy tu hijo —siseó Vegeta con la cara roja y jadeó por la nariz.
—Es como si lo fueras, después de todo tus padres no te querían. Tu padre te entregó sin ningún problema, no pudo librarse de ti lo suficientemente rápido. Fue triste, de verdad, eras tan pequeño que tuve que acogerte. Oh, no te enojes. —Frízer se rio y observó al príncipe con unos ojos siniestros y fríos. Vegeta estaba temblando tanto por la ira como por el dolor que no pudo articular ni una sola palabra—. Todavía me preocupo por ti. De hecho, me importas tanto que estoy dispuesto a hacer un trato contigo.
Finalmente retiró el dedo y Vegeta jadeó de alivio. Frízer sonrió con diversión, juntó las manos por detrás y volvió a caminar en torno a él, su cola se agitaba de forma rítmica.
—Verás, Vegeta, me has puesto en una situación un poco difícil. Rithica estaba en el cuadrante noreste del sector norte, ese es el cuadrante de Cooler.
La cara de Vegeta palideció al darse cuenta de ello. Frízer se paró frente a él con los ojos entrecerrados y amenazadores.
—¿Cuáles fueron tus órdenes?
Vegeta dudó un segundo demás. El puñetazo violento que golpeó su pecho fue demasiado rápido para que lo viera y destrozó casi todo el lado izquierdo de su caja torácica. Gritó de dolor, la fuerza de sus rodillas desapareció, sangre fresca y caliente corrió por sus brazos y la oscuridad tiñó su visión por un instante.
—¿Cuáles fueron tus “órdenes”, Vegeta?
—Purgar Rithica y Liyana —respondió el príncipe, sus palabras se arrastraron por una boca llena de sangre.
—Y desobedeciste. Ahora tengo que lidiar con mi hermano, sabes cuánto me encanta hacer eso —comentó Frízer. Suspiró mientras miraba al saiyayín frente a él que luchaba por respirar—. Pero, como dije, haré un trato contigo. Pruébame tu lealtad y no le diré a Cooler que fuiste tú quien destruyó Rithica.
—Yo no destruí el maldito planeta —replicó Vegeta casi sin voz, el saiyayín luchaba por abrir los ojos, ya que se le cerraban por el cansancio, se sentía mareado.
Frízer inclinó la cabeza.
—¿Así? ¿Entonces quién lo hizo?
—Los tsufurus que se escondían allí.
Los ojos de Frízer se oscurecieron ante esas palabras. ¿Los enemigos de sus hombres se estaban escondiendo en un planeta que pertenecía a su hermano? Qué ridículamente conveniente, dudaba que fuera una coincidencia. Por un momento se preguntó si los tsufurus estuvieron trabajando para Cooler todo el tiempo.
Fue solo un pensamiento. Frízer lo puso en segundo plano al catalogar mentalmente esa información para un futuro escrutinio. Después de todo, si le daba algunos giros aquí y allá a su favor, incluso podría darle esa información a su hermano. Le proporcionaría la justificación necesaria para matar a Cooler de una vez por todas.
—Yo los atraje —continuó Vegeta—, ellos…
—¿Los atrajiste? —lo interrumpió Frízer.
—Los destruí —se corrigió Vegeta—, pero ellos… —Estalló en una tos fuerte y escupió más sangre. Sus ojos se pusieron vidriosos por un instante antes de sacudir la cabeza obstinadamente para añadir—. Plantaron explosivos y volaron el planeta. No fui yo.
—Mmm, una historia probable. Me inclinaría a creerla, si no fuera por tu ausencia prolongada. ¿Cuál es tu explicación para eso?
La piel de Vegeta se erizó. Decir la verdad sería una segura sentencia de muerte, ¿pero qué tipo de mentira podría ofrecer? Se esforzó por inventar una como había hecho tantas veces antes para salvar su pellejo, sin embargo, su mente estaba en blanco.
—En serio, Vegeta, es una pregunta sencilla. Solo dime lo que quiero saber, demuéstrame tu lealtad y tus pecados serán perdonados. Te estarás curando en un tanque de regeneración antes de que te des cuenta, te lo prometo.
Vegeta sintió que parte de su fuerza interior moría. Era una mentira descarada y lo sabía. ¿Cuántas promesas de misericordia vacías le había hecho él mismo a sus víctimas con la certeza todo el tiempo de que las mataría al final? Una parte suya no pudo evitar preguntarse si se sintieron igual que él ahora, absolutamente indefensos.
—Esas son palabrerías y ambos lo sabemos. Estás aquí para matarme, así que manos a la obra. Hazlo ya, Frízer —continuó con una voz cansada.
Frízer parecía horrorizado.
—¡Mi querido y precioso mono! ¿No estabas escuchando cuando te dije que me preocupo por ti como si fueras mi hijo? ¿Cuántas veces te he perdonado en el pasado? —preguntó, Vegeta lo miró con cautela—. Solo responde la pregunta. Te doy mi palabra de que no te mataré si lo haces.
Vegeta miró hacia otro lado y permaneció obstinadamente silencioso. Frízer se rio entre dientes antes de asentir.
—Muy bien. Como muestra de mi buena fe, para demostrarte lo dispuesto que estoy a perdonarte, asumiré que te… perdiste... por un momento en tu camino a Rithica. ¿Ves cuánto me importas, Vegeta? Te he perdonado la vida una y otra vez, porque vengo haciéndolo desde que destruí a toda tu asquerosa raza cuando hice explotar tu planeta.
Los ojos de Vegeta de inmediato volvieron a él. Ante la expresión de su rostro, Frízer se rio.
—Sí, fui yo, ¿sorprendido?
Siempre lo había sospechado, pero nunca lo pudo confirmar hasta ahora. Repentinamente, una abrumadora sensación de pérdida cayó sobre los hombros de Vegeta, el peso del fracaso se apoderó de él por la verdad expuesta con tanta claridad. Podía escuchar los susurros de millones de personas en su oído, todos indignados con él por ser tan débil. El destinado a ser el salvador, el destinado a ser el super saiyayín, el saiyayín élite, el príncipe saiyayín, todos no eran nada más que títulos falsos que no merecía. Una profunda vergüenza lo paralizó, perdió la poca fuerza que le quedaba y dejó que sus ojos se cerraran.
Frízer esbozó una sonrisa cruel. El príncipe se estaba rompiendo, solo un poco más y se rompería por completo.
—Ahora, presta atención, porque esta es tu última oportunidad de redención, mi mascota. Conoces las palabras, dilas y todo será perdonado.
Esta vez no se estremeció al sentir que los helados dedos de Frízer se asentaron alrededor de su mandíbula. A diferencia de Zabón, el toque de Frízer fue casi suave cuando levantó la cabeza de Vegeta para que quedara a la altura de su mirada. El príncipe tragó saliva, sus ojos vidriosos se abrieron por un instante y retrocedió, su cuerpo ansiaba descansar con desesperación.
—Oh, vamos, Vegeta. —Frízer se rio y le sacudió la cabeza para obligarlo a mantenerse consciente—. Resiste, ¡estás tan cerca! Solo di las palabras.
Vegeta cerró los ojos con fuerza y cayó en un silencio obstinado, aunque estaba pensando seriamente en ceder. Sin embargo, su orgullo le gritaba que era mejor morir como un hombre libre, que seguir viviendo como hasta ahora. Era un príncipe, no un esclavo. Su vida tal como se presentaba ante él era la maldita desgracia que siempre había sido, ¿cómo podría volver a eso?
—Sé que estás sufriendo y por lo tanto es posible que tu memoria no esté clara, así que déjame decirte las palabras: juro mi lealtad a usted, Gran Frízer, a su ejército galáctico y a la familia Cold, en eso orden, y moriría sin dudarlo en su nombre —lo impulsó a decir el tirano. El pelaje de la cola de Vegeta se erizó antes de que la apretara alrededor de su cintura. Frízer inclinó un poco la cabeza y sonrió de un modo siniestro mientras apretaba dolorosamente la mandíbula del saiyayín—. Dilo.
Vegeta tomó una decisión y se forzó a abrir los ojos. Parpadeó para apartar la neblina, sus ojos volvieron a enfocarse poco a poco antes de que los fijara en la mirada triunfante de Frízer. Abrió la boca para hablar, pero no tuvo tiempo.
Zabón entró de improviso luciendo un poco pálido. Frízer puso los ojos en blanco, suspiró molesto y soltó la mandíbula de Vegeta. Lentamente se giró para enfrentar a su ayudante.
—Zabón, ¿qué te he dicho sobre interrumpirme cuando estoy ocupado? —preguntó calmadamente, luego entrelazó las manos detrás de él y agitó la cola con impaciencia.
—Gran Frízer, mis disculpas, pero yo, bueno... —dijo Zabón moviéndose incómodo.
—Escúpelo, no pongas a prueba mi paciencia —siseó Frízer, su cola ahora daba azotes detrás de él.
Zabón se quitó su rastreador azul y se lo extendió a Frízer.
—Debe tomar esta transmisión, señor.
El tirano le dirigió una mirada sospechosa antes de ver el rastreador. Finalmente, extendió la mano y lo tomó dejando escapar un suspiro.
—Será mejor que sea bueno, Zabón, o estarás en el lugar de Vegeta después —le advirtió con una voz fría, Frízer se quitó el rastreador rojo y se lo entregó a Zabón, que asintió sin mostrar ninguna emoción. Luego se apartó de él, miró las coordenadas en el rastreador azul y reconoció a quién le pertenecía.
— ¿Qué pasa, Dodoria? —preguntó Frízer sonando casi aburrido.
—Oh, ¿te refieres a ese monstruo rosado con púas? —respondió una voz tranquila—. Lamento decepcionarte, pero bueno, está un poco muerto.
Los ojos de Frízer se entrecerraron peligrosamente.
—Me parece difícil de creer —dijo manteniendo su voz fría y serena. Chasqueó los dedos hacia Zabón para pedirle con una silenciosa vocalización de sus labios que obtuviera la ubicación de inmediato. Zabón asintió, se dio la vuelta y salió tan rápido que su capa ondeó detrás de él.
Se oyó una risa siniestra.
—Cree lo que quieras.
—¿Quién eres?
—¿Por qué no vienes a averiguarlo? —le preguntó Trunks mientras inspeccionaba los edificios de piedra blanca frente a él, o lo que quedaba de ellos. Había demolido él solo toda la base militar del planeta base de Frízer. La estructura anteriormente orgullosa ahora se hallaba en ruinas y había una enorme nube de humo oscuro saliendo del fuego de sus despiadadas ráfagas de ki.
El adolescente sabía dónde estaba Frízer, pero el problema era que las vainas espaciales no podían volar hacia la nave insignia sin autorización. Él tirano era quien elegía qué vainas espaciales aterrizaban allí. En consecuencia, no había una orden verbal que Trunks pudiera dar para llegar a su padre. Se encontraba atrapado y en su frustración arrasó todo el lugar de una manera peligrosamente cercana a una purga. Ni siquiera se dio cuenta porque su mente estaba centrada en lo que podía hacer para llegar a él. Al final, se decidió por un poco de cebo con la esperanza de poder convencer a Frízer de que lo dejara aterrizar en su nave insignia o, mejor aún, convencerlo para que le revelara su ubicación.
Frízer soltó una risita divertida.
—Ya veo, así es como vamos a jugar.
Trunks sonrió, levantó su espada y examinó la sangre con indiferencia.
—Sabes, Frízer, creo que acabo de eliminar a una cuarta parte de tu ejército. La verdad no me impresionó.
—Mmm, sí, bueno, eso es porque mis mejores guerreros asisten a un evento especial en este momento —respondió el tirano muy tranquilo justo cuando Zabón regresó. Los ojos de Frízer se afilaron sobre él y Zabón solo negó con la cabeza mostrando una expresión poco prometedora en su rostro.
—Las comunicaciones se han caído. Ningún rastreador funciona, excepto el de Dodoria —le informó en voz baja—. La vigilancia planetaria dice que todo ha sido destruido.
Frízer se tensó ante eso, sus ojos se oscurecieron al darse cuenta de que esto se trataba de mucho más que solo alguien que decidió ser lindo haciéndose el duro. Se giró para alejarse de Zabón y de Vegeta antes de cruzar los brazos sobre el pecho.
—Tienes toda mi atención —dijo finalmente, su voz tranquila sonaba casi cortés a pesar de que su mirada era asesina—. ¿Qué deseas?
—Quiero a Vegeta.
Frízer frunció el ceño y miró al príncipe por el rabillo del ojo. Él nunca tuvo la intención de dejar a Vegeta con vida, solo quería que suplicara por piedad para poder ver la expresión de su rostro cuando lo matara. El tirano exhaló lentamente mientras observaba al saiyayín por unos segundos más, estaba tentado a lanzar un rayo que le atravesara el corazón en este momento. Al diablo con su divertida ejecución. Su príncipe mono daba más problemas de los que valía.
—Bueno, odio decepcionarte, pero Vegeta me pertenece. Sin embargo, estaré feliz de entregarte su cadáver una vez que termine. Los cadáveres siempre dejan un olor tan asqueroso.
—Yo que tú no haría eso.
—¿Así? ¿Y por qué?
—Porque si lo matas, haré de tu vida un infierno.
Frízer se quedó estupefacto ante las palabras. Finalmente, después de unos segundos, se echó a reír a carcajadas.
—Crees que solo porque derrotaste a algunos de mis soldados de bajo rango puedes hacer amenazas como...
—¿Sabes lo que es un super saiyayín?
La risa de Frízer murió en el acto. De golpe supo con quién hablaba. Después de todo, Vegeta estaba junto a él y Nappa había muerto. Las únicas otras opciones que quedaban eran Raditz y el muchacho mestizo. El mismo muchacho mestizo que de alguna manera ocultó su poder cuando Vegeta se lo presentó. Por primera vez desde que Frízer podía recordar, la inquietud se abrió paso hasta sus entrañas.
—Eso es solo folclore mono, no existe tal cosa.
—Bueno, ¿por qué no vuelves a tu planeta base o me dejas ir a tu nave? Estaré más que feliz de darte una reeducación de mono.
—Calma, calma, no hay necesidad de ser tan hostil. Estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo, no es necesario derramar sangre. Si quieres a Vegeta, te lo daré una vez que termine con él, ¿cómo te suena?
— Lo quiero “vivo” —siseó Trunks.
—Por supuesto, mi querido muchacho, por supuesto —dijo Frízer y su cola comenzó a agitarse detrás de él. Esbozó una sonrisa siniestra cuando se le ocurrió un plan. Después de mirar hacia atrás al príncipe saiyayín, decidió que aún podría serle útil—. Él está aquí conmigo y todavía sigue vivo. Te diré algo, déjame terminar con él y luego te diré a dónde puedes ir a recogerlo, ¿qué dices?
—Eso suena bien... en teoría. ¿Cómo sabré que él estará donde dices? ¿Y cómo sabré que estará vivo?
—¿No confías en mí?
—No —dijo Trunks sin rodeos.
—Mmm, vaya, Vegeta te ha enseñado una o dos cosas, pero no todos somos unos mentirosos como mi dulce príncipe mono. Si te digo dónde estará Vegeta, entonces él estará allí. ¿Qué te parece? ¿Vendrás a jugar?
Trunks se pasó una mano por la boca mientras su mente pensaba a toda velocidad. Contaba con muy poca ventaja, admitió de mala gana; tendría que aceptar la palabra de Frízer y rezar con todo su corazón para que Vegeta estuviera vivo.
—¿Dónde estará? —finalmente preguntó usando una voz neutral y cautelosa.
—En el planeta Ri'noj, espero verte allí.
Frízer alzó la mano y cortó la transmisión, luego se quitó el rastreador y lo arrojó de regreso a Zabón. Acto seguido, se volvió y caminó hacia Vegeta que estaba luchando por respirar. Al ver la centellante furia en la mirada del tirano, la sangre dejó la cara de Vegeta y abrió la boca para hablar.
—Espera…
Fue silenciado por una lluvia de puñetazos que cayeron sobre él con una rabia sin rival en toda la existencia del universo. Había recibido miles de palizas en su vida, pero ninguna fue tan implacable ni tan brutal como la que el tirano descargaba sobre él. Vegeta apenas podía jadear por aire, porque la sangre salía de su nariz y de su boca cuando Frízer se apoderó de él. Después de un puñetazo particularmente desagradable en la cara, los grilletes se desprendieron de las cadenas en el techo. Vegeta nunca tuvo la oportunidad de caer, ya que la cola de Frízer lo suspendió en el aire, esta se había envuelto fuertemente alrededor del cuello del saiyayín para continuar golpeándolo sin perder el ritmo. Los huesos de Vegeta estaban siendo destrozados, cada puñetazo era más agonizante que el anterior, lo sacudía y le negaba la inconsciencia que ansiaba para escapar del dolor paralizante en el que se encontraba. Incluso Zabón tuvo que mirar hacia otro lado.
La cola de Frízer finalmente lo liberó. Vegeta cayó de inmediato y ronco, jadeó desesperado por aire. El príncipe rodó a un lado, su cuerpo temblaba mientras escupía sangre producto de la brutal paliza. Terminó por descansar la cabeza en el suelo, exhausto, derrotado y completamente desmoralizado porque sabía que el tirano ni siquiera lo estaba intentando.
Frízer observó sus manos, se llevó un nudillo hasta la boca, lamió la sangre de Vegeta y luego miró al saiyayín roto tendido a sus pies.
—Das más problemas de lo que vales —gruñó Frízer con odio—. Iba a sacarte de tu miseria, pero parece que todavía puedes cumplir una última tarea para mí. Me ayudarás a ver cuán seria es esta nueva amenaza. —El tirano inclinó la cabeza un poco antes de sonreír de un modo cruel—. No vivirás mucho tiempo después de lo que te acabo de hacer, así que no te preocupes, tu dolor terminará a su debido tiempo. Ahora, antes de que te envíe lejos, solo hay una última cosa. La cola, Vegeta, la cola tiene que irse.
Ni bien terminó de pronunciar las palabras, agarró la cola de Vegeta y la jaló con fuerza, lo que obligó al príncipe a rodar sobre su estómago. Vegeta entendió de golpe lo que Frízer dijo y entró en pánico. Intentó alejarse, pero eso se detuvo al instante, ya que el tirano estrelló brutalmente un pie en la parte baja de su espalda y lo inmovilizó.
Vegeta se enfrentó con su orgullo, no obstante, cuando sintió que Frízer tiraba de su cola para enroscarla en su mano, terminó por romperse.
—No lo hagas, por favor —le suplicó, su voz recrudeció por la desesperación. Cerró los ojos avergonzado por el hecho de que prácticamente estaba rogando, pero su cola era todo lo que le quedaba. Una cosa era perderla en batalla, otra muy distinta era que el destructor de su pueblo lo despojara de lo que lo hacía saiyayín. No podría manejarlo, no podría. Todo su cuerpo temblaba ante la perspectiva de que le hiciera eso.
Frízer se rio entre dientes. Se había enfurecido porque un mestizo saiyayín lo forzó a cambiar de planes, pero la golpiza que le dio a Vegeta fue una terapia maravillosa. Tener ahora al príncipe a sus pies rogando por piedad, era música deliciosa para sus oídos.
—Esta cola te ha traído mucho más dolor que cualquier otra cosa, ya que te permite transformarte en una criatura repugnante. Ha hecho que llames la atención de los antiguos enemigos de tu pueblo, viejas enemistades con las que no tenías nada que ver. Esta cola es tanto una carga como un objetivo. Mi querido mono, ¿no lo puedes ver? Me preocupo tanto por ti, que simplemente no tengo otra opción.
Antes de que el príncipe pudiera emitir un sonido, Frízer le cortó la cola con un rayo bien dirigido que solo dejó una pequeña protuberancia. Una descarga de dolor atravesó a Vegeta de la cabeza a los pies. Frízer sonrió, levantó la cola y la observó.
—Sucio apéndice de mono. Francamente debería haber hecho esto hace mucho tiempo. —La arrojó a un lado con asco y retiró el pie de la espalda de Vegeta. Luego lo pateó en las costillas para obligarlo a rodar sobre su espalda. Frízer lo miró con atención y sonrió—. Hmm, tal vez debería sacarte de tu miseria, mi querido príncipe...
Los ojos de Vegeta estaban bañados en lágrimas ardientes mientras alzaba la vista para ver a Frízer parado sobre él. Había perdido su libertad, su hogar y ahora su preciosa cola. Todo lo que le importaba se había ido a manos del alienígena que triunfante se paraba sobre él. Había fallado e iba a morir después de haber vivido una existencia completamente inútil. No había logrado nada, ni su venganza ni una retribución y no dejaba un legado. No había nada que pudiera recordar con orgullo, lo único innegable era su dolorosa y humillante muerte, una muerte que, podía sentir, estaba llegando a un ritmo lento pero seguro por el alcance de sus heridas.
Una muerte que merecía por completo, se dio cuenta de pronto.
—Entonces hazlo —dijo finalmente rindiéndose cuando su orgullo se hizo añicos como un cristal.
Frízer se rio encantado.
—Dios mío, ¿qué diría tu padre si te viera ahora? Probablemente te repudiaría otra vez. —Al ver que Vegeta permaneció en silencio, Frízer suspiró decepcionado porque no pudo hacer que el saiyayín mordiera el anzuelo—. ¡Oh, no tienes sentido del humor, Vegeta! No voy a matarte, voy a usarte por el poco tiempo que te queda. ¿Zabón?
—Sí, Gran Frízer.
—Mi rastreador. —Zabón se dirigió al tirano y le devolvió su rastreador rojo. Frízer se lo puso mientras continuaba—. Ponle a Vegeta su armadura y llévalo contigo a los Juicios. Rápido, Zabón, no quiero que mi padre ni mi hermano esperen.
Frízer salió de la mazmorra como si nada hubiera pasado. Levantó la mano, activó su rastreador y envió la transmisión que quería hacer. Después de unos segundos, un pitido anunció que la transmisión fue recibida.
—¿Qué quieres, enano? —La voz irritada de Cooler se escuchó—. Estás interrumpiendo mi entretenimiento.
Frízer se rio entre dientes.
—¡Vaya!, pero qué rudo eres. Solo quería que supieras que mi investigación fue un éxito. He encontrado al hombre responsable de la desaparición de tu planeta, Rithica. Ya ha confesado su traición y ahora debe ser juzgado.
—¿Oh, enserio? —preguntó su hermano con un tono algo incrédulo—. ¿Y quién era?
—Vegeta.
—¿Vegeta? —repitió Cooler, fue incapaz de mantener la sorpresa fuera de su voz.
—Así es. Conoces su naturaleza rebelde, yo he intentado corregirlo, pero ya me cansé. ¿Lo quieres o no, hermano? No tengo ningún reparo en encargarme yo mismo...
—No, lo quiero —afirmó Cooler, ahora mostraba ira en su voz. Siempre había odiado a Vegeta desde que era un niño. El temperamento del saiyayín, su violencia asesina y su insania mental habían empeorado con el tiempo, pero por sobre todo él nació con una boca insolente. Cooler lo habría quemado vivo cuando Vegeta siendo un niño se jactó de que al menos no estaba obligado a servir al inútil hijo de Cold. Cooler no era tan fuerte como su hermano; pese a eso, fuera de su familia, era el ser más fuerte del universo y podría haber aplastado a Vegeta como si fuera un mosquito. Sin embargo, iba estrictamente contra las reglas que matara a uno de los soldados de Frízer y viceversa. Además, Frízer siempre protegió al saiyayín bajo la lógica de que sufriría solo si él lo quería.
No hace falta decir que tener a Vegeta ahora envuelto para regalo hizo que la boca de Cooler prácticamente se le hiciera agua por la sed de sangre.
—Envíamelo de inmediato.
—Estoy en eso, Zabón lo llevará en breve.
—Entonces estaré esperándolo.
Cooler finalizó la transmisión y una sonrisa siniestra se extendió por el rostro de Frízer mientras tranquilamente subía al nivel principal de su nave. No aminoró la marcha hasta que llegó a su oficina principal. Entró y su asiento levitante se acercó a él. Con calma, Frízer se sentó antes de dirigirse a una pared cercana. Presionó algunos botones en su asiento de levitación y una proyección holográfica en vivo de los Juicios siendo presidido por su padre y su hermano apareció ante él. Con una sonrisa de satisfacción, se recostó en su asiento y chasqueó los dedos. Unos segundos más tarde, un criado entró trayendo una copa. Frízer la tomó sin apartar los ojos de la proyección, ni siquiera fue consciente de que todavía tenía una buena cantidad de la sangre de Vegeta en sus manos.
Normalmente, Frízer no habría dudado en matarlo y luego hubiera dejado que el muchacho entrara en su nave para que también se encontrara con la muerte. Sin embargo, fue la mención del estado de super saiyayín lo que lo hizo vacilar. No veía ningún problema en que su padre y su hermano fueran "voluntarios" en el experimento para saber a qué se enfrentaba.
Después de todo... ¿para qué más sirve la familia?, pensó con una sonrisa antes de levantar su copa para tomar un trago.
**********
La escena frente a Trunks era diferente a cualquier otra que hubiera visto en su vida.
El adolescente yacía boca abajo sobre la cúspide de una colina alta, fuera de vista. En el valle había algo que parecía un estadio improvisado donde se reunían miles de soldados, todos parados alrededor de un gran terreno cuadrado de arena que se había oscurecido por los diferentes tonos de la sangre derramada. En ese momento había dos soldados involucrados en una feroz batalla, pero incluso desde donde se ubicaba, pudo ver que uno de ellos se hallaba en desventaja. La multitud rugió de alegría cuando al guerrero más débil finalmente le arrancaron las piernas con una despiadada descarga de ki.
Al frente de la acción había tres tronos y detrás de ellos, una enorme nave espacial. Solo dos de los tres tronos estaban ocupados. Uno de los ocupantes se levantó y se acercó al hombre caído. Sus movimientos eran tranquilos y elegantes e iba agitando su cola color púrpura oscuro despreocupadamente detrás de él. Trunks no podía escuchar lo que se decía y, aun así, por los gestos del soldado, era claro que rogaba piedad. No le fue concedida; Cooler colocó un pie sobre su cráneo con indiferencia y Trunks tuvo que volver el rostro para no ver lo inevitable, pero oyó como la multitud rugía su sed de sangre. El adolescente tragó saliva al convencerse de que Frízer no le había mentido. Si el tirano no mató a Vegeta, entonces someterlo a este despliegue de barbarismo parecía muy de su estilo.
Trunks cerró los ojos para concentrarse y trató en vano de sentir el ki característico de su padre. Simplemente había demasiados guerreros reunidos. Respiró hondo y se alejó de la cúspide para descender al caos.
Tendría que encontrarlo a la antigua.
Mientras tanto, Vegeta estaba sentado con la espalda contra la pared en otra mazmorra oscura y lúgubre, esta vez en la nave insignia de King Cold. Vestía una armadura modificada y supuestamente mejorada que no contaba con los protectores de hombros, caderas y entrepierna que acostumbraba a usar. Su uniforme de batalla era negro para ocultar la cantidad alarmante de sangre que salía de él, aunque sus guantes blancos se habían manchado de rojo carmesí debido a sus muñecas dañadas que aún sangraban. Tragó saliva cuando escuchó el rugido de la multitud afuera. Él mismo asistió a los Juicios tantas veces que había perdido la cuenta.
Sin embargo, ahora estaba del otro lado y eso rompió su orgullo ya destrozado en más pedazos. Se vería obligado a luchar, pero apenas podía reunir la fuerza para siquiera levantar la cabeza. Todos lo verían caer en batalla y pensarían que era débil, sin saber nada sobre su condición que lo paralizaba con cada respiración que tomaba. Por un instante contempló quitarse la armadura para mostrarle a King Cold y a Cooler que era una pérdida de tiempo para su entretenimiento. Cooler no era tan fuerte como Frízer, pero tenía una actitud sin estupideces que Vegeta respetaba. Si él te quería muerto, te mataba en el acto. No le gustaban los juegos mentales lentos y sádicos como a Frízer, él te ejecutaba rápida y despiadadamente. Vegeta sabía que Cooler lo humillaría como el animal herido que era si revelaba la verdadera gravedad de sus heridas.
Soltó un suspiro tembloroso y los pulmones le ardieron con ese simple acto. Por primera vez en toda su vida, Vegeta maldijo a su sangre saiyayín. Sus genes estaban trabajando sin descanso para curarlo, pero todo lo que hacían era retrasar lo inevitable. Solo quería que todo terminara ya. Quería paz por una vez en su vida, paz y tranquilidad, el tipo de paz y tranquilidad que solo viene con la muerte.
Estaba entrando y saliendo de la conciencia cuando una mano ruda bajó y agarró su armadura. Antes de que pudiera siquiera procesar que no se encontraba solo, Zabón ya lo había levantado y lo sostenía en alto.
—Vamos, príncipe mono —se rio Zabón y usó ambas manos para obligar a Vegeta a caminar—, es hora de que recibas lo que te mereces.
Mientras tanto, Trunks se entremezclaba con la multitud de soldados que aclamaban. Recibió algunas miradas de extrañeza por su falta de armadura, pero todavía tenía el rastreador de Dodoria, a pesar de que lo había desactivado sabiamente. Eso fue suficiente para hacer que la gente lo ignorara como si fuera un idiota en lugar de una amenaza, que era con lo que él contaba. Trunks estaba haciendo todo lo posible por detectar a su padre, pero era demasiado difícil. Ignoró el rugido repentino que atravesó a la multitud hasta que escuchó la voz retumbante de King Cold cortando la noche.
—Vegeta, soldado de tercer rango en el ejército galáctico de Frízer acusado de traición, el más grave de los crímenes —anunció y sonrió malignamente cuando Zabón arrastró a Vegeta delante de él y lo obligó a arrodillarse frente a los dos tiranos. Vegeta levantó sus ojos nublados mientras la multitud sedienta de sangre gritaba en señal de aprobación con una energía casi maníaca; el príncipe había hecho más que unos pocos enemigos tanto en el ejército de Frízer como en el de Cooler y todos querían verlo muerto.
—¡MÁTALO!
—¡MISERABLE HIJO DE PUTA!
—¡DÉJENMELO A MI!
—¿Qué tienes que decir en tu defensa, soldado? —preguntó Cooler con una oscura sonrisa de satisfacción en el rostro. Vegeta lo observó y bajó la cabeza derrotado. Permaneció en silencio y la sonrisa de Cooler se amplió—. ¿No tienes defensa?, qué triste. ¿Entonces admites tu traición? ¿Admites las acusaciones de romper las reglas de la Organización Interplanetaria de Comercio cuando destruiste por decisión propia un planeta que estaba fuera de los límites que se te tenían permitido y luego intentaste desertar del ejército de mi hermano, a la vez que organizabas la deserción de otros dos soldados?
La multitud comenzó a murmurar mientras un alarmado Trunks observaba a su padre. No podía sentir nada del ki de Vegeta. Su miedo empeoró cuando un soldado a su lado le susurró a otro hombre:
—¿Estás obteniendo una lectura de Vegeta?
—Sí, pero no puede ser correcta, apenas son más de 1 000.
—No, eso es lo que también estoy obteniendo. Maldición, pensé que era mucho más fuerte que eso. Supongo que no es cierto todo lo que se dice de él.
Oh, cuál es el puto punto. Termina con esta mierda, la voz derrotada de Vegeta resonó en la mente de Trunks.
—Sí —admitió Vegeta con la cabeza todavía baja.
—La pena es valía o muerte —anunció King Cold para sorpresa de nadie. La sentencia era la misma para todos, sin importar los "crímenes" cometidos—. Conoces la rutina, Vegeta. Si puedes demostrar tu valía en un combate cuerpo a cuerpo, serás perdonado.
Vegeta guardó silencio. Sí, él conocía la rutina, el problema era que las peleas nunca eran justas. Los Cold siempre se aseguraban de que los soldados que "juzgaban" fueran aventajados en fuerza. Estaba muy familiarizado con el modo de operar, porque por lo general era el soldado cuidadosamente seleccionado al otro lado de la ecuación.
Su pensamiento se confirmó cuando King Cold continuó:
—Tu oponente es Zabón. ¡Pueden comenzar!
Zabón sonrió mientras todos rugían en señal de aprobación. Él le dio una patada a Vegeta, que se desplomó sin poder hacer nada sobre la arena. El saiyayín se dio la vuelta y luchó valientemente para ponerse de pie cuando Zabón comenzó a rodearlo.
—Vamos, príncipe mono, intenta darme algún desafío —le dijo burlándose antes de reír. Sabía el alcance de las heridas de su oponente y, aun así, no le importaba. Aunque él siempre obedecía a Frízer al pie de la letra, el tirano no habría dudado en matarlo si hubiera mostrado la mitad del comportamiento problemático de Vegeta. El saiyayín era rebelde, pero su inclinación a la violencia y a la crueldad le valieron el favoritismo de Frízer, lo que lo hacía arder de celos. A Zabón le complacía de sobremanera que la paciencia de su amo finalmente se hubiera agotado y que él fuera quien diera el golpe final.
Vegeta logró ponerse de rodillas antes de que Zabón lo derrumbara al darle un puñetazo que lo hizo caer de espaldas. Vegeta gimió de dolor cuando sintió que su mandíbula se rompía por el golpe. Los ojos de Trunks se estrecharon y se llevó la mano a la espalda para agarrar el mango de su espada.
—Que patético —se rio Zabón luego de inclinarse sobre el príncipe.
Vegeta abrió los ojos y gruñó, la ira repentinamente ardió en su mirada. Impulsado por el dolor y el odio a Frízer por tomar su cola, reunió la poca fuerza que le quedaba, alzó la mano hacia Zabón y liberó una violenta ráfaga de ki azul que tomó al lugarteniente de Frízer desprevenido. La ráfaga golpeó a Zabón directo en la cara, haciendo que el alienígena gritara de agonía mientras retrocedía cubriéndose los ojos. Trunks dudó cuando vio el movimiento, pero luego sonrió un poco con orgullo. Su orgullo fue en un instante reemplazado por la preocupación al ver que Vegeta dejaba caer su brazo y cerraba los ojos.
—¡Vas a pagar CARO por esto! —siseó Zabón furioso y se volvió hacia el saiyayín completamente indefenso—. Voy a…
—… morir —terminó Trunks por él. Zabón iba a hablar, pero bajó la vista y vio una espada en su pecho. Miró a Trunks en estado de shock y su mirada fue compartida por miles. Cooler y King Cold estaban con los ojos muy abiertos y atónitos ante lo que veían. Trunks retiró su espada y sin decir una palabra decapitó a Zabón.
No había nada más que silencio en la noche. El adolescente aprovechó el momento, se dio la vuelta y se acercó a Vegeta. Se agachó con cautela a su lado haciendo una mueca de dolor, su rodilla aún seguía en mal estado. Extendió la mano y la puso sobre el pecho de su padre, sus ojos azules lo estudiaron con atención: estaba mortalmente pálido y empapado en sudor, su respiración era rápida y difícil. Trunks se alarmó cuando su nariz sensible atrapó el olor de una enorme cantidad de sangre.
—Padre —dijo suavemente tratando de mantener el pánico fuera de su voz. Parecía que Vegeta había sido despedazado, lo que hacía que la paliza que lo vio recibir a manos de Frízer luciera insulsa. Trunks tragó saliva y llevó su mano justo debajo de la mandíbula hinchada de su padre para sentir su pulso. Era débil. Vegeta gimió ante el contacto y Trunks frunció el ceño preocupado. Levantó el brazo y le puso una mano gentil en la frente. Estaba frío al tacto—. Resiste un poco más, te ayudaré —le prometió.
—Él va a morir de una forma u otra —afirmó una voz peligrosamente tranquila.
Trunks miró a Cooler por el rabillo del ojo y sus ojos azules se oscurecieron. Poco a poco, se puso de pie, giró la espada un par de veces en su mano y observó al alienígena engreído.
—Por tu bien, más te vale que no sea así —gruñó un Trunks al límite.
Cooler se rio de él.
—¿Quieres desafiarme? No sé quién eres, muchacho, pero sí sé que eres un tonto. Estas siendo superado en número.
—Oh, acaba de una vez con él, Cooler. —King Cold se entrometió, el tono de su voz sonaba del todo aburrido—. Aún hay otros que deben ser juzgados. Es solo un niño, máta…
—Suficiente —lo interrumpió Trunks—. Yo tampoco sé quién eres y francamente no me importa. Tomaré a Vegeta y nos iremos. Si alguno de ustedes trata de interponerse en mi camino, morirá. ¿Qué prefieren?
—¿Qué tal una tercera opción? —Cooler se burló de él. Trunks frunció el ceño, no tenía tiempo para esta mierda. Una ráfaga de viento envolvió al adolescente agitando su chaqueta y su cabello mientras Cooler continuaba—. ¿Qué tal si tú mueres en su…?
Inesperadamente el rastreador en la cara de Cooler explotó cortándolo. Miles de otros rastreadores explotaron al mismo tiempo. La inquietud y la fascinación surgió en todos cuando un torbellino de arena explotó alrededor de Trunks. Vegeta todavía estaba lo suficientemente cerca como para que la arena lo golpeara en seco y lo devolviera a la realidad. Entrecerró los ojos ante la visión borrosa parada a unos metros de él justo cuando una oleada de ki dorado estalló en torno a Trunks. Su cabello lavanda se tiñó de oro y sus ojos adquirieron un color verde azulado penetrante y despiadado mientras una onda de pura energía y fuerza levantaba la arena a su alrededor.
De vuelta en la nave insignia de Frízer, una copa se hizo añicos cuando terminó la proyección.
De repente, muy consciente, los ojos de Vegeta se abrieron por la sorpresa y miró a su hijo sin comprender lo que sucedía. Estaba demasiado asombrado por la exhibición de poder frente a él y distraídamente se preguntó si había muerto o si alucinaba.
¿Trunks es un super saiyayín...?, se preguntó incrédulo. El adolescente captó su pensamiento, lo miró de reojo y sonrió. En ese momento, Vegeta supo que esto era muy real. Desvariaba tanto por el dolor y la adrenalina de ver a “su hijo” haciendo la legendaria transformación, que de hecho se echó a reír a carcajadas. Su risa se convirtió en una tos fuerte e hizo una mueca de dolor. Apoyó la cabeza en la arena, cedió a su cansancio y sonrió.
Ahora podía morir con orgullo. Tenía un legado, Trunks era su legado.
El adolescente frunció el ceño mientras observaba a su padre. No le quedaba mucho tiempo, tenía que hacer esto rápido. Era vagamente consciente de que Cooler lo estaba amenazando, pero no le hizo caso. Se volvió, levantó la mano y disparó una ráfaga letal de ki que mató a cientos de soldados de un solo impacto. Siguió disparando de forma fría y metódica, la velocidad y la fuerza del super saiyayín en los disparos hacían inútil cualquier esperanza de escapar.
El caos que siguió fue un torbellino de violencia. Cientos de soldados arremetieron repentinamente contra Trunks y otros volaron para disparar ráfagas en su dirección. El adolescente se elevó al cielo tan rápido que fue como una difusa imagen dorada que nadie pudo ver y mató a todos los que estaban en el aire en menos de dos segundos con el magistral manejo de su espada. Algunos vieron lo inevitable e intentaron escapar, sin embargo, Trunks los descubrió y los mató en el acto.
Sus sentidos de pronto notaron una poderosa ráfaga que venía en su camino. Se dio la vuelta y la apartó, pero se congeló por lo que vio ante él.
Cooler tenía su brazo alrededor de la garganta de Vegeta mientras le sonreía de forma sádica al adolescente que todavía seguía en el aire. Los ojos de Vegeta estaban fuertemente cerrados por la presión que Cooler aplicaba. Detrás de él, el King Cold se paraba cruzado de brazos con una expresión petulante.
—Mal movimiento, muchacho. —Se rio Cooler. Trunks descendió y aterrizó sobre su rodilla mala, trastabilló un paso atrás, gruñó y levantó su espada. Cooler aumentó su agarre del cuello de Vegeta haciendo que nuevo sudor apareciera en la frente del príncipe. Sabía que estaba en desventaja en su forma actual y podía decir que este muchacho no le daría el tiempo necesario para hacer las transformaciones que lo pondría en igualdad de condiciones, por lo que recurrió a esto—. Eres rápido, pero no tan rápido. Le romperé el cuello antes de que llegues aquí.
Trunks agarró su espada con más fuerza y gruñó.
—Eso lo veremos.
Cooler y King Cold levantaron sus manos hacia él y dispararon una serie de ráfagas que habrían arrasado planetas sin ningún esfuerzo, pero Cooler dejó de hacerlo cuando vio como el cuerpo decapitado de su padre caía a su lado. Soltó a Vegeta que se desplomó en el suelo y se dio la vuelta para encontrarse con unos furiosos ojos color verde azulado. Cooler no tuvo tiempo de decir una palabra antes de que Trunks lo cortara a la mitad por la cintura, luego disparó una ráfaga de ki y lanzó el cuerpo mutilado a lo lejos. Finalmente, volvió a poner la espada en su funda, regresó junto a su padre y extinguió su transformación en super saiyayín.
Se arrodilló junto a Vegeta y con cautela le dio la vuelta. El adolescente se sorprendió cuando sus manos quedaron repentinamente cubiertas de sangre por esa simple acción. Fue solo entonces que se dio cuenta de que el uniforme de batalla negro que llevaba su padre se encontraba empapado en sangre. Su corazón se hundió en su estómago mientras miraba a su alrededor. Vegeta necesitaba ayuda, pero ¿dónde podría obtenerla? Estaba rodeado de miles de cadáveres y su padre se convertiría en uno de ellos si no pensaba rápido.
—Mierda —maldijo sombríamente al ver que Vegeta temblaba de un modo incontrolable en este punto. Trunks se mordió el labio inferior y lo agarró con suavidad para levantarlo. Vegeta retrocedió ante el contacto y gruñó por puro instinto—. Está bien —lo tranquilizó Trunks, los nervios de Vegeta se calmaron al oír su voz—, te tengo ahora. Está bien, estarás bien —le prometió y cargó a su padre sobre su hombro como un soldado mientras se paraba. El adolescente miró a su alrededor antes de fijar la vista en la nave insignia de King Cold. ¡Sí, esa era la solución! Seguro habría tanques de regeneración allí.
Excepto que no había ninguno. Trunks ahora estaba casi desesperado y se preguntaba si su padre duraría lo suficiente como para que pudieran ir a otro planeta para obtener ayuda, cuando finalmente entró en la última sala médica. Sin embargo, para su consternación, no había tanques de regeneración, pero vio a un alienígena azul con una bata blanca trabajando, parecía que mezclaba una solución. Daba la impresión de que se había sorprendido por la apariencia de Trunks.
El adolescente le siseó:
—Mi padre necesita ayuda, ayúdalo —le ordenó y se acercó a una camilla blanca, luego gentilmente dejó a Vegeta sobre esta mientras el alienígena resoplaba.
—Mmm, estoy ocupado.
Sus palabras fueron cortadas por un agarre de acero en su garganta, unos furiosos ojos azules se clavaron en los suyos.
—No te estoy preguntando, te lo estoy ordenando, ayúdalo —gruñó Trunks en su rostro.
—Está bien, está bien, lo intentaré —cedió el alienígena de inmediato.
—Será mejor que hagas más que intentarlo —siseó Trunks y empujó al alienígena hacia Vegeta. El alienígena lo fulminó con la mirada, pero fue a la camilla murmurando por lo bajo que su talento no era apreciado. Observó a Vegeta con el ojo de alguien que había visto esto un millón de veces y se volvió hacia el adolescente.
—Ayúdame a quitarle la armadura.
Trunks no necesitó que se lo dijeran dos veces. Solo cuando despojaron a Vegeta de su armadura y de su uniforme de batalla negro, se dio cuenta de lo gravemente herido que estaba. Una ola de náuseas lo venció y tuvo que cerrar los ojos y respirar hondo para no vomitar. Ni bien se recuperó, se volvió para enfocarse en tratar de detener el sangrado. No pasó mucho tiempo hasta que agotaron todas las gasas y vendas que tenían en la sala médica. Desesperado, Trunks se quitó la chaqueta de cuero y la camiseta negra. La rompió en pedazos y los usó como vendajes improvisados mientras el alienígena revisaba los ojos de Vegeta. El príncipe gimió débilmente por el dolor.
—Esto no se ve bien, tiene lesiones internas graves y ha perdido demasiada sangre.
—Toma un poco de la mía y dásela.
—No creo que sea suficiente. Dudo que lo logre…
—¡No te atrevas a decirme esa mierda! —le gritó Trunks directo en el rostro, estaba peligrosamente cerca del punto de ruptura mental. No sabía que ahora tenía lágrimas en los ojos—. Cúralo o te juro que te destrozaré y…
Por los Dioses de las alturas, deja de gritar, la débil voz de Vegeta de pronto resonó en la mente de Trunks. El adolescente de inmediato dejó de vociferar y miró a su padre.
—Voy a tratar de encontrar al resto del personal —le dijo el alienígena a Trunks—. Quizás sepan cómo ayudarlo mejor que yo —agregó antes de salir corriendo de la sala médica con toda la intención de hacerlo. Vio que la sangre aún goteaba del mango de la espada del adolescente y no tenía el deseo de ser cortado en pedazos.
—Tienes que resistir, ¿me escuchas? —le rogó Trunks a su padre. Vegeta se obligó a abrir los párpados hasta la mitad y miró a su hijo con unos ojos vidriosos.
Te dije que no volvieras. Lo hiciste... ¿por qué...?
—Porque eres mi padre, tenía que hacerlo.
Los ojos de Vegeta se cerraron y Trunks no escuchó nada más. El adolescente estaba a punto de entrar en pánico cuando el príncipe extendió débilmente su mano hacia él. Trunks la tomó al instante, pero frunció el ceño, ya que Vegeta la bajó, la puso sobre su pecho ensangrentado justo en su corazón y la cubrió con la suya.
Hazlo, muchacho.
A Trunks le tomó unos segundos antes de descubrir lo que Vegeta le estaba pidiendo que hiciera. Inmediatamente gruñó e intentó que lo soltara, sin embargo, el agarre de Vegeta aumentó.
—¡No! —Trunks prácticamente gritó en la cara de su padre—. ¿Estás loco? ¡No lo haré!
¿Qué te dije sobre gritar, mocoso?
—¡Bueno, no me pidas que haga algo así! ¡Vas a estar bien!
No, no lo estaré. No quiso decir físicamente.
—¡Sí lo estarás! ¡Tienes que estarlo! No puedes... —La voz de Trunks terminó por quebrarse.
No lo estaré, me merezco esto.
—No te lo mereces, nadie se lo merece.
Sí, me lo merezco, estoy podrido hasta la médula, soy un maldito bastardo. Me lo merezco, coseché lo que sembré... su agarre de la mano de Trunks se aflojó por un instante antes de aumentar otra vez.
—Ese no eres tú, eso es en lo que él te convirtió. ¡Podrías ser mejor, sé que podrías ser mejor!
Solo hazlo, Trunks. Que la razón de mi muerte seas tú, super saiyayín, y no Frízer, sonrió a duras penas.
—No... no puedo...
Por favor, hijo.
Finalmente, después de unos segundos, la mano de Trunks comenzó a brillar.