Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ De cara al destino ( Chapter 15 )
Punto sin retorno
Capítulo quince
De cara al destino
Raditz miró a Vegeta sin creer lo que veía. Había dado por seguro que el príncipe estaba muerto. Su mirada se dirigió a Trunks y entrecerró los ojos antes de observar los restos de la nave destruida. Finalmente se acercó a ellos, levantó la vista hacia Píccolo y le hizo un ademán para que retrocediera. El namekuseiyín gruñó; nunca se acostumbraría a recibir órdenes del saiyayín, pero asintió hacia los demás para que lo dejaran encargarse de los recién llegados.
Raditz le echó una breve mirada a su sobrino. El niño estaba sentado ahora haciendo una mueca de dolor mientras se sobaba el estómago. Debía reprenderlo por su tonto ataque, sin embargo, se encontraba más que impresionado de que hubiera contenido a Vegeta momentáneamente.
Regresó su atención al príncipe. Al hacer contacto visual, inclinó la cabeza en un gesto de respeto y luego preguntó:
—¿Son solo ustedes dos? —Vegeta asintió y se sacó la sangre de la cara. Raditz frunció el ceño—. ¿Dónde está Nappa?
—Está muerto —le informó Vegeta sin rodeos.
—¿Fue Frízer?
Vegeta negó con la cabeza y puso un antebrazo en la espalda de Trunks para apoyarse contra él, con el otro brazo se cubrió de manera protectora el abdomen. Miró hacia donde Píccolo estaba descendiendo. Todavía seguían rodeados y no le gustaba.
—¿Te has aliado con estos débiles? —le preguntó Vegeta con asco.
Raditz dudó en responder antes de decir:
—Vengan para que los examinen, fue un aterrizaje infernal. Después hablaremos… en privado —agregó mirando a Píccolo con el ceño fruncido.
Vegeta gruñó para dar a entender que estaba de acuerdo con el plan, pero Trunks preguntó:
—¿Dónde está Kakaroto?
La mirada de Raditz se oscureció.
—Como “dije” —añadió de un modo despectivo—. Hablaremos en privado.
—Raditz —bramó Vegeta, lo que llamó la atención de su subordinado—. El nombre del muchacho es Trunks y es mi hijo. Eso lo convierte en un saiyayín élite de primera clase. De ahora en adelante le mostrarás el respeto que se merece. —El príncipe dejó una amenaza tácita detrás de sus palabras. Trunks no pudo evitar sonreír ligeramente.
—¿Qué? —preguntó Raditz sin comprender nada mientras miraba a Trunks con una expresión de incredulidad en el rostro. Estudió al adolescente y asombrado, terminó por ver el parecido con Vegeta. Así que el pequeño desliz cuando estaban bebiendo no había sido una mentira—. ¿Cómo es posible? —Volvió a preguntar desconcertado y observó a Vegeta en un claro estado de shock.
—No preguntes —murmuró Vegeta antes de mirarse a sí mismo. Retiró el brazo de su abdomen con cautela solo para verlo empapado de sangre. Raditz frunció el ceño al ver las heridas de su príncipe, se dio la vuelta y pasó la vista por los guerreros que los rodeaban hasta que sus ojos se posaron en Yamcha.
—¿Tienes más semillas del ermitaño? —consultó.
—No, le di la última a Krilin —le contestó Yamcha mientras Krilin se ponía de pie junto a él. El hombre más pequeño se frotó el cuello y miro a Vegeta con aprensión.
—Raditz. —Se oyó la voz de Píccolo. Raditz suspiró exasperado y observó al namekuseiyín que lo estaba mirando.
—¿Qué quieres, hombre verde? —dijo con una voz enojada.
—¿Quiénes son estos dos? —preguntó Píccolo igualando el tono de Raditz—. Parece que los conoces.
—Él es Vegeta, el Príncipe de los Saiyayíns. Todos deben mostrarle el debido respeto —gruñó Raditz haciendo contacto visual con los guerreros para asegurarse de que había quedado claro—. Y él —añadió volviendo la mirada hacia Trunks, sus ojos eran una mezcla de amargura y respeto dado de mala gana—. Él es su... hijo... Trunks. Es un saiyayín mestizo, pero también debe ser respetado por ser hijo del príncipe. No son una amenaza para nosotros.
Las antenas de Píccolo se agitaron mientras miraba a Vegeta y a Trunks. Apenas podía captar el ki de los dos ahora, sin embargo, solo unos momentos antes cuando todos elevaron su poder, se había quedado anonadado por el ki que sintió del saiyayín más pequeño. Era mucho más poderoso que Raditz, algo que no le sentaba bien al namekuseiyín.
Finalmente, su mirada se centró en su protegido.
—Gohan —gritó sobresaltando al niño—, volvamos a nuestro puesto.
Gohan se rascó un poco la cabeza antes de mirar a Raditz.
—¿Tío Raditz? —preguntó tímidamente.
—Ve, niño —le ordenó Raditz haciendo un gesto con la barbilla para que siga a Píccolo. El pequeño se levantó poco a poco y fue a buscar su arma antes de correr hacia Píccolo. Solo entonces Vegeta notó que tenía una cola.
—... ¿Es el hijo de Kakaroto? —preguntó sorprendido.
Raditz sonrió un poco.
—Sí. El niño tiene un potencial increíble.
—Hmm —gruñó Vegeta mientras se apoyaba un poco más contra la espalda de Trunks, ya que su visión se volvía borrosa. El adolescente lo miró con preocupación, pero no se movió. Eso era lo máximo que su padre le permitiría ayudarlo, así que se quedó donde estaba—. Dime que hay un maldito tanque de regeneración en este planeta —dijo irritado.
—No, pero tienen algo mejor. Vamos, los llevaré para que los examinen hasta que podamos conseguir más semillas del ermitaño. —Raditz volvió a mirar a Yamcha y le gritó—. ¡Tú, terrícola! Dirige el camino hacia tu mujer para que su personal médico pueda atender al príncipe.
Yamcha, Krilin, Ten Shin Han y Chaoz intercambiaron miradas en silencio mientras Raditz se acercaba a Vegeta y a Trunks.
—¿En qué piensan chicos? —preguntó Ten en voz baja. Trunks les dirigió una sutil mirada de reojo y los escuchó con atención.
—Bueno, Raditz está de nuestro lado y él los conoce... —respondió Yamcha en voz baja, su tono se oía indeciso.
—El hombre más pequeño, el que supuestamente es un príncipe. Ese tipo es un equipo de demolición de un solo hombre —murmuró Krilin—. Nunca tuve la oportunidad de dispararle con el D-ADN antes de que se me echara encima. Gracias a Dios por las semillas del ermitaño.
—Bueno, solo ten cuidado y vigílalos por ahora. Chaoz y yo volveremos a nuestro puesto. Tendremos que quedarnos con su lado bueno, ya que no parecen ser una amenaza en este momento.
—Sí, yo haré lo mismo —agregó Krilin con un asentimiento de cabeza. Le echó un vistazo a Yamcha y sonrió ligeramente—. Buena suerte.
—Vaya, gracias —dijo Yamcha, sin parecer entusiasmado por haber sido abandonado.
—No te preocupes, Gokú volverá pronto, él sabrá qué hacer.
Yamcha asintió y tragó saliva mientras sus amigos saltaban al aire. Miró hacia atrás y vio que los saiyayíns estaban discutiendo ahora. La verdad era que, de hecho, tenía unas cuantas semillas del ermitaño más. Pero después de ver con qué facilidad Vegeta casi había decapitado a Krilin, mantuvo la boca cerrada. Siempre y cuando Raditz no se enterara, estaría a salvo.
—¡Dije que puedo volar por mi cuenta, imbéciles! —le gruñó Vegeta tanto a Raditz como a Trunks—. ¡Solo muéstrenme el maldito camino!
—Está bien —cedió Trunks con un suspiro antes de levantar la mano para pasársela por la cabeza. Tenía migraña y una herida desagradable en el cuero cabelludo que le enrojecía el cabello. El impacto del choque lo había noqueado por unos momentos y ahora se sentía agotado. No hace falta decir que no estaba de humor para discutir con su padre.
—Bien, entonces lidera el camino, terrícola —ordenó Raditz. Yamcha frunció el ceño, pero asintió. Se dio la vuelta y saltó al aire. Raditz lo siguió y luego Vegeta con Trunks en la retaguardia.
El adolescente se mantuvo cerca a su padre para asegurarse de que estuviera bien, si no era así intervendría al instante. Sin embargo, sus pensamientos pronto se dirigieron a su madre. Si él pudiera convencerla de que el viaje en el tiempo era una posibilidad real, ¿cuánto le tomaría construir una nueva máquina del tiempo? ¿Estaba siendo poco realista? Le había llevado años en su línea de tiempo y eso que contaban con un conocimiento más avanzado. Pero por otro lado, eso también sucedió cuando ambos hacían todo lo posible por equipar a los humanos sobrevivientes con armas. Sus esfuerzos sin duda se habían desviado del tema.
Bueno, razonó, si la situación empeoraba, ella contaba con un radar para localizar las esferas del dragón.
Ahora solo tenía que convencerla de que le permitiera usarlo...
Una media hora más tarde, Yamcha aterrizó frente a la Corporación Cápsula. Los saiyayíns que venían detrás aterrizaron un poco después. Trunks notó con cierta preocupación que goteaba sangre por la nuca de su padre. Definitivamente había recibido lo peor del impacto.
El adolescente luego miró al edificio abovedado frente a él. A pesar de todo, sonrió. El edificio lucía impecable en comparación con lo que aún quedaba en su tiempo. Por primera vez en lo que le pareció una eternidad, al fin sentía que estaba en casa.
—¡Bulma! —gritó Yamcha mientras se acercaba al edificio.
Vegeta se encorvó, apoyó las manos sobre sus rodillas e hizo una mueca de dolor al intentar recuperar el aliento. Sin la adrenalina de la batalla, se sentía exhausto. Trunks se acercó a él y le puso una mano reconfortante en la espalda, pero Vegeta se enderezó, apartó la mano de su hijo y lo miró con desdén antes de mirar a Raditz.
—¿Dónde diablos estamos? —preguntó con una voz enojada.
—La mujer de allá es la persona más inteligente y rica de este planeta —le informó Raditz—. Y ha demostrado ser útil. Tiene una estación médica que ha adecuado para el uso de los saiyayíns. He estado allí un par de veces, también el hijo de Kakaroto. Tratarán sus heridas de una manera cuidadosa y eficiente.
—Hmm.
—¡Yamcha!
Todos levantaron la vista cuando Bulma se lanzó a los brazos de su novio. Yamcha la recibió, la abrazó con fuerza y ella lo besó profundamente provocando que Trunks sintiera un estremecimiento de asco. Raditz se aclaró la garganta mientras ella terminaba de apartarse de Yamcha.
—¡Estaba tan preocupada por ustedes, chicos! —le dijo Bulma a su novio luego de lo cual suspiró de alivio—. Vi que el escudo fue atravesado y pensé que era ese canalla de Friezar o como se llame.
—Frízer —la corrigió Raditz.
—Lo que digas —le contestó Bulma fastidiada antes de finalmente mirar a los dos recién llegados. Ella levantó una ceja con curiosidad—. ¿Quiénes son estos dos? —preguntó mirando primero a Vegeta y después a Trunks.
El adolescente asintió un saludo cortés hacia ella, aunque por dentro le dolía el corazón contemplarla. Bulma tenía un flequillo juvenil y su cabello estaba recogido con un lazo rojo. Lucía deslumbrante. Nunca había visto a su madre sin las líneas de preocupación y de pérdida grabadas en su rostro. Al verla ahora así, sin haber vivido las experiencias de pérdida y de dolor en su línea de tiempo, lo alegraba y lo entristecía a la vez.
Suspiró profundamente. Necesitaba encontrar el camino de regreso a casa.
—Él es Vegeta, es el Príncipe de todos los Saiyayíns —dijo Raditz señalando al príncipe que miraba a Bulma de una manera que hacía que la hermosa heredera se sintiera claramente incómoda—. Y este es el hijo de Vegeta, Trunks.
Bulma parpadeó al escuchar el nombre del adolescente. Lo miró sorprendida, pero él desvió la mirada sonrojándose mientras lo hacía.
—Ambos necesitan atención médica —finalizó Raditz.
—¿Quieres que deje entrar a esos dos cuando ni siquiera sé quiénes son? —preguntó Bulma de cara a Raditz—. ¿Qué demonios parezco? ¿Tu esclava?
Al sentir que el peso de la mirada de Vegeta solo se intensificaba después de sus palabras, Bulma se volvió para mirarlo también. Puso las manos en su cintura, se inclinó hacia adelante y le dijo bruscamente:
—¿A QUIÉN estás mirando, amigo? Será mejor que te tranquilices o no recibirás NINGUNA ayuda de…
Vegeta lanzó un gruñido animal desde el fondo de su pecho justo antes de abalanzarse sobre ella. Bulma gritó de terror y cayó hacia atrás sentada, un saiyayín salvaje estaba siendo contenido ahora a menos de treinta centímetros de ella. Trunks apenas había logrado agarrar a su padre por la cintura para evitar que literalmente le arrancara la garganta a su madre.
—Oye, cálmate —le pidió Trunks con una voz tranquilizadora haciendo todo lo posible para apaciguar a Vegeta, pero, a decir verdad, el corazón le latía con fuerza. Él podría haber llegado a respetarlo y tal vez incluso aceptado como su hijo, sin embargo, el temperamento del hombre todavía era volátil. Una vez más, sintió una sensación de temor por esta situación que no pudo quitarse de encima.
—Maldita perra —dijo el príncipe enfurecido, había dejado que Trunks lo detuviera solo porque estaba demasiado agotado para luchar—. ¡Si me vuelves a faltar el respeto, te cortaré lengua antes de que te arranque la cabeza!
—Cálmate —le pidió Trunks nuevamente sintiendo que estaba restringiendo a un animal salvaje.
Bulma tragó saliva, ahora se encontraba escondida detrás de Yamcha —que se sentía tan asustado como ella—. No vio fanfarronería en los ojos enloquecidos de Vegeta.
—Bueno —dijo Raditz, incapaz de evitar su sonrisa—. Ahora que terminamos con las presentaciones, Vegeta y Trunks necesitan atención médica. Cuanto más rápido lo hagamos, más rápido dejaremos de molestar.
Bulma señaló dócilmente a la derecha, hacia la edificación que había agregado a su complejo como resultado del intenso entrenamiento que sus amigos habían recibido no hace mucho. Parecía que cada dos días, alguien terminaba bastante lastimado, así que era útil tenerlo.
—El ala médica está allá. Ya tenía todo preparado, por si acaso. Solo, este… por favor, no maten a nadie.
Raditz asintió y caminó hacia el edificio lateral. Vegeta le dio un codazo a Trunks en el pecho con el fin de obligarlo a que lo soltara, cosa que el adolescente inmediatamente hizo, y le lanzó a Bulma una última mirada asesina antes de darse la vuelta para caminar detrás de Raditz. Ante esto, Trunks le ofreció a ella una mirada de disculpa y siguió a su padre.
Cuando estuvieron fuera de vista, Bulma golpeó a Yamcha tan fuerte como pudo en el brazo.
—¡Ay! ¿Por qué diablos fue eso, B?
—¡Por no hacer nada para protegerme de ese psicópata, idiota! —le gritó Bulma—. ¿Solo ibas a quedarte parado allí mirando cómo me mata?
—Por supuesto que no —dijo Yamcha con una risa nerviosa.
—¿Quiénes demonios son ellos? —preguntó Bulma mientras veía a los saiyayíns que partían—. ¿Están de nuestro lado?
Yamcha también los miró y suspiró.
—Eso espero.
***********
Unas horas más tarde, Raditz se hallaba parado cerca de una ventana con los brazos cruzados sobre su armadura mirando a nada en particular. Sus cejas se fruncieron al pensar en el año transcurrido y suspiró.
—La transmisión de Zabón vino de tu rastreador. Él dijo que había localizado dónde estaban tú y Nappa. Tenían a todo el ejército buscándolos, ¿se las arreglaron para capturarlos?
Vegeta gruñó.
—Enviaron a las Fuerzas Especiales Ginyu. Para entonces, era solo yo.
—¿Mataron a Nappa?
—Yo lo maté. —Raditz miró a Vegeta sorprendido. El príncipe evitó su mirada y desvió la vista a un lado—. Solo era útil por su lealtad y esa se agotó, así que me hice cargo del problema —dijo sin ninguna emoción en el tono de su voz. Miró hacia abajo, negó con la cabeza y agregó en voz baja—. Todo ha sido un jodido desastre desde Rithica.
Raditz resopló.
—Así parece. Al menos pudiste manejar a los bastardos tsufurus.
—Hmm.
—¿Cómo escapaste si Zabón te capturó?
—El muchacho fue... útil.
—¿Trunks?
—Es más fuerte de lo que parece —dijo Vegeta de mala gana. Apoyó la cabeza contra la pared y cubrió su abdomen vendado con una mano—. Recibiste la transmisión, ¿y entonces?
—Aterricé en la Tierra poco después de eso. Asumí que todos ustedes estaban muertos y descubrí que mi hermano no solo se hallaba vivo, sino que le estaba yendo bien en este planeta. Estaba casado, tenía un hijo, el planeta estaba en paz. No había nada por lo que volver y no iba a matar al único otro saiyayín de sangre pura que quedaba o a su hijo.
—Entonces te uniste a ellos.
—¿Qué otra cosa se suponía que debía hacer?, ¿purgar el planeta? ¿Y después qué? No me quedaba nadie más que ellos y no tenía otra opción, así que me uní a mis parientes.
—Hmm.
—Sabía que Frízer vendría eventualmente. He tratado de prepararlos a todos. Los he estado entrenando, entrené a mi hermano por un tiempo y el namekuseiyín entrenó a mi sobrino.
—¿Qué hace un namekuseiyín en este planeta?
—Ja, tu pregunta es tan buena como la mía. No me gusta la lagartija gigante, pero da igual. Me hice cargo del entrenamiento del niño algún tiempo después, luego intenté entrenar a los humanos, pero tengo pocas esperanzas en ellos para cuando se presente la verdadera batalla.
Vegeta cruzó los brazos sobre su pecho y miró a Raditz.
—¿Dónde está Kakaroto?
—Está recibiendo un entrenamiento especial por parte de los dioses o alguna mierda como esa. Comentaron algo sobre que le dieron la oportunidad de un entrenamiento de élite, por el bien de la Tierra y más basura de ese tipo. En algún momento regresará.
—El escudo en la Tierra, ¿fue idea tuya?
—No, esa fue idea de Bulma.
—¿De quién?
—De la chica de cabello azul que intentaste matar allá afuera. Ella pensó en la idea, la diseñó y la implementó.
Vegeta soltó un resoplido de incredulidad y puso los ojos en blanco.
—¿A una mujer se le ocurrió algo como eso? Por favor.
—Pues así fue —dijo Raditz antes de sonreír socarronamente—. Supongo que funcionó
Vegeta frunció el ceño.
—Fue... decente. Solo un ojo entrenado notaría su presencia.
Raditz asintió y miró hacia otro lado.
—También diseñó las armas que tenían el niño y el enano calvo. Lo llama D-ADN, destructor de ADN. Es una jeringa que inyecta una cosa que reaccionan muy mal con cualquier ADN que no sea terrícola. No es doloroso, pero te paraliza por completo. Lo probamos con el namekuseiyín, con el niño y conmigo. Funcionó en todos nosotros. Les dimos las armas porque el niño no tiene experiencia en batalla y el calvo es simplemente un guerrero patético.
Vegeta frunció el ceño confundido y dijo:
—¿Ella diseñó todo eso?
—Sí. Se autoproclama una genio y todo lo que ha hecho es respaldarlo con resultados como ese. Es útil, todos lo son.
Vegeta guardó silencio por un momento para reflexionar luego de oír la información. Al final sacudió la cabeza.
—Trunks eliminó a King Cold y a Cooler.
— ¿Él, qué? —Raditz se quedó atónito mirando a su príncipe con los ojos bien abiertos.
Vegeta asintió secamente.
—Lo que dije, es más fuerte de lo que parece. En todo caso, Frízer está planeando algo. No sé lo qué es, pero nos detuvimos en un planeta de camino aquí y ya tiene hombres en este sector, es solo cuestión de tiempo.
Raditz miró por la ventana y suspiró.
—Todos aquí nos hemos vuelto más fuertes y aun así, eso no es suficiente —gruñó frustrado.
—Trunks es la única oportunidad que tenemos, pero no creo que esté listo —dijo Vegeta negando con la cabeza—. Frízer sabe lo fuerte que es.
—Entonces lo compensará. Supongo... que si trabajamos todos juntos, podemos tener una oportunidad.
Vegeta frunció el ceño y no dijo nada más, de repente se sintió agotado.
Ciertamente parecía que trabajar juntos era su única esperanza.
***********
Alrededor de una hora más tarde, Bulma estaba revisando el refrigerador en busca de algo que comer. Trataba de decidir entre una rebanada del pastel de chocolate celestial de su madre o un coctel de frutas con crema batida, cuando sintió algo extraño. Miró por encima de su hombro y soltó un grito de sorpresa al ver a Trunks parado allí.
—Oye, tranquilízate —dijo Trunks levantando las manos. Él le dio una sonrisa amable esperando que eso la calme—. Solo quería algo de beber, ¿estás bien?
Bulma respiró hondo, puso una mano sobre su corazón y lo miró con curiosidad. Por último, asintió.
—Claro. Este, tenemos lo que sea que... los saiyayíns alienígenas... puedan desear. Creo.
Trunks se encogió de hombros con indiferencia, no tenía mucha sed. Lo habían suturado y pasó el resto del tiempo rastreando el ki de los otros dos saiyayíns. Finalmente sintió que Raditz salía de la habitación temporal de Vegeta en el ala médica y luego sintió que el ki de su padre caía a un mínimo, el indicador de que se había quedado dormido.
Era ahora o nunca.
—Lo que tengas estará bien.
—¿Quién dijo que te iba a servir? —replicó Bulma con más que un poco de actitud. La sonrisa de Trunks se amplió.
—Tienes razón, solo tomaré un poco de agua.
Bulma retrocedió y olvidó su merienda. Observó de un modo cauteloso como el adolescente se servía un vaso con agua. Finalmente algo llamó su atención e inclinó la cabeza hacia un lado.
—Esa es una chaqueta de Corporación Cápsula. —Trunks levantó su vaso y bajó la mirada. Asintió antes de beber el agua—. Pero nunca antes he visto ese modelo... —Su voz se fue apagando, ya que se sentía confundida.
Trunks bajó el vaso y lo puso sobre el mostrador, luego miró a su madre y suspiró.
—Debo contarte algo, pero no quiero que te asustes —le dijo en un tono calmado. Bulma dio un nervioso paso lejos de él y Trunks levantó las manos nuevamente—. No voy a lastimarte. Lo juro, por mi vida.
—Este…, está bien —contestó Bulma maldiciendo en silencio a su novio. ¿Por qué demonios no estaba allí? Había saiyayíns psicópatas demasiado cerca de ella, pero al menos el que tenía en frente parecía civilizado. De hecho, había algo en él que la hacía querer darle su confianza, aunque no estaba muy convencida de si debía hacerlo.
—En realidad soy de este planeta.
Bulma se sorprendió.
—¿Qué?
—Soy de este planeta. Nací y crecí en la Tierra, pero no soy de esta época, soy del futuro. De veintidós, quizás veintitrés años en el futuro. No estoy muy seguro de la fecha exacta.
—Eso es imposible —resopló Bulma mirándolo como si estuviera loco—. No existe el viaje en el tiempo.
—Sí existe. Tú creaste una máquina del tiempo y yo la utilicé para ir al pasado.
—¿Yo… yo qué?
—Creaste una máquina del tiempo y yo…
—Ya fue suficiente. ¿Sabes qué?, claramente te lastimaste la cabeza más de lo que piensas. No tengo tiempo para es…
—Tu nombre es Bulma Briefs, conociste a Gokú cuando tenías dieciséis años al intentar reunir todas las esferas del dragón para desear un novio perfecto. Cuentas con licenciaturas en matemáticas, ciencias de la computación e ingeniería mecánica, solo porque eran divertidas de conseguir. También tienes maestrías y doctorados en ingeniería eléctrica e ingeniería aeroespacial. Eres la heredera de la fortuna más grande del mundo, la de la Corporación Cápsula. Tu helado favorito es el chocolate, tu película favorita es…
—Por favor, para —dijo Bulma con una voz débil mientras lo miraba con unos ojos muy abiertos y asustados—. Me estás volviendo loca.
—Te conocí en el futuro —murmuró Trunks y se sentó pesadamente frente a la mesa de la cocina. Se pasó la mano por el cabello, la mantuvo allí y suspiró—. Se suponía que no debía venir a esta época, fui demasiado atrás.
Hubo silencio por un momento antes de que se oyera que una silla era retirada de su lado. Bulma se sentó y lo miró.
—¿A qué época se suponía que debías viajar?
—A una un poco más adelante de la que estamos ahora. —Trunks bajó la mano y la miró—. ¿Hay alguna manera de que me puedas ayudar? Necesito regresar a casa, mi madre debe estar muy preocupada por mí.
—No sé cómo puedo ayudarte. Necesitaré algo de tiempo para siquiera PENSAR en un prototipo para una máquina del tiempo y luego quién sabe cuánto tomará construirla y hacerla completamente operativa. Un proyecto de esa escala podría tomar años.
Trunks se aclaró la garganta.
—¿Hay alguna posibilidad de que pueda, ya sabes... tal vez usar las esferas del dragón?
—¿Por qué me lo preguntas? No es como si fuera su dueña.
—No, pero tienes un radar para localizarlas.
Bulma se mordió el labio inferior y miró al adolescente a su lado. Ante la genuina desesperación que luchaba por contener en sus ojos, las facciones de Bulma se suavizaron y le dio una pequeña sonrisa.
—Eso te lo responderé después. No puedo dárselo a cualquiera, entiende.
—Sí, lo entiendo —dijo Trunks tratando de no sonar tan decepcionado como se sentía.
—Oye, no te preocupes. Haré todo lo posible para ayudarte a regresar a tu casa.
—Gracias.
—De nada. Además, me caes mejor que ese otro tipo con el que andas. —Trunks esbozó una sonrisa cansada y asintió. Ella extendió la mano y le dio unas palmaditas en el brazo—. Todo saldrá bien, siempre es así, ya lo verás.
Trunks suspiró. Eso esperaba.
***********
—Él quiere usar las esferas del dragón —susurró Bulma cruzada de brazos. Ella y Yamcha se habían asomado a las habitaciones que los dos saiyayíns recién llegados ocupaban en el ala médica y ambos estaban dormidos. Ahora en el otro extremo, conversaban en voz baja—. No estoy muy segura de qué hacer.
—¿Qué quiere pedirle a las esferas del dragón?
—Yo... le prometí que no se lo contaría a nadie. Lo siento, pero su explicación no es mala ni nada. Quiero decir, creo que podría darle el radar…
—B, no lo hagas. Si le das ese radar, entonces reunirá las esferas del dragón y pedirá cualquier deseo que quiera. ¿Cómo sabes que no te está engañando y lo que en verdad desea es algo malo?
—Ese muchacho no es así. Yo solo... sé que no es así.
—No lo sé, Bulma, no estoy seguro de que me guste esa idea. Quizás sea un estafador realmente bueno o algo por el estilo.
—Sabe demasiado de mí...
—¡Eres la mujer más famosa del planeta! ¡Todo lo que tiene que hacer es buscarte en google y obtendrá la historia de tu vida!
—No, él sabía cosas y fue él quien incluso mencionó las esferas del dragón. Ya sabe qué deseos puede pedir.
—¿Y? Eso no lo hace confiable.
—Supongo…
—Mira, esperemos hasta que Gokú regrese. Ya me costaba bastante confiar en Raditz sin estos dos por aquí. Solo nos queda mantenernos en buenos términos con ellos porque son más fuertes que nosotros.
—Gokú dijo que podíamos confiar en Raditz.
—Sí, pero Gokú no dijo nada sobre esos dos nuevos tipos.
—Está bien... está bien... hablaré con Gokú sobre esto cuando regrese.
—Eso suena bien, Gokú sabrá qué hacer.
—Espero que tengas razón... voy a terminar algo de trabajo. ¿Puedes quedarte conmigo hasta que esos dos se despierten y se vayan?
—Claro, cariño. Vamos, te acompañaré.
Vegeta escuchó que las voces se desvanecían mientras se alejaban. Estaba acostado de lado en la cama mirando a la pared, lo cual hacía que le diera la espalda a la puerta. Tenía los ojos muy abiertos. Había intentado dormir porque no descansó mucho recientemente y nadie en el planeta era una amenaza para él. Se las arregló para hacerlo por unos treinta minutos antes de despertarse de nuevo. No estaba acostumbrado a una cama blanda y se hallaba en un territorio desconocido donde usaba su audición demasiado sensible para protegerse. Raditz se había ido a buscar una semilla del ermitaño, así que no podía hacer nada más que permanecer allí y esperarlo. Trató de volver a quedarse dormido para aprovechar el raro tiempo de inactividad, pero se despertó de su sueño inquieto cuando escuchó los susurros de los terrícolas.
¿Esferas del dragón? ¿Cualquier deseo?...
Lentamente, una sonrisa de suficiencia apareció en su rostro.
**********
Raditz miró la habitación de Trunks a través de la pequeña ventana de vidrio en la puerta. El muchacho estaba dormido con un brazo sobre los ojos roncando suavemente. Estar en una cama de verdad después de tanto tiempo era irreal para él y se había rendido por completo a su agotamiento y a su dolor de cabeza.
Raditz regresó a la habitación de Vegeta.
—Está fuera de combate.
Vegeta asintió mientras se quitaba el último vendaje, ahora estaba completamente curado, su poder y su fuerza habían sido restaurados por una mágica semilla del ermitaño. Era una cosa increíble, de verdad; mucho más útil que los tanques de regeneración.
Vegeta no se molestó en ponerse la parte superior de su uniforme, se quedó con el torso desnudo y recogió su armadura saiyayín. Raditz frunció el ceño ante las nuevas cicatrices en el cuerpo del príncipe que no estuvieron allí antes. Entre eso y su falta de cola —que Raditz había notado, pero tenía demasiado miedo para hacer preguntas—, ya sabía que debía haber dejado de lado algunos detalles en su historia.
Vegeta pasó la armadura por su cabeza, se la acomodó y se quedó con los brazos desnudos, luego recogió sus guantes y comenzó a ponérselos.
—Te mintieron —dijo finalmente manteniendo los ojos en lo que estaba haciendo—, esa es la única explicación. Ya sabes qué hacer.
Raditz no dijo nada. Ni UNA VEZ nadie le MENCIONÓ las esferas del dragón en todo el tiempo que había estado en la Tierra. Era obvio ahora que no confiaban en él. Su cola se movía de un lado al otro irritada producto de su ira reprimida y de un extraño sentimiento de traición. Claro, no le gustaba ninguno de ellos, con excepción de Gokú y Gohan. Y, demonios, incluso descubrió que Gokú resultaba extremadamente irritante por lo despistado que era.
Pese a eso, eran hermanos, familia. La idea aún se sentía muy extraña para Raditz, pero estaba haciendo un intento honesto por adoptar el concepto, ya que debían mantenerse unidos para luchar contra Frízer. Era su deber de saiyayíns hacerlo, bajo el falso conocimiento de que venían a ser los dos últimos de la raza vivos.
Pero ¿cómo pudo su propio hermano haberle ocultado un secreto tan grande? Con las esferas del dragón ya habrían deseado el poder absoluto, la inmortalidad, algo, cualquier cosa para ayudarlos contra Frízer. Sin embargo, al parecer todos preferían morir antes que contárselo. Después de todo lo que había hecho por ellos... les perdonó la vida, los entrenó, los ayudó...
Vegeta se puso el último guante y lo miró. Raditz hizo contacto visual con su príncipe para compartir un silencioso acuerdo, le brindó una corta inclinación militar de cabeza en señal de aceptación, se dio la vuelta y salió de la habitación con Vegeta pisándole los talones.
***********
Bulma se frotó los ojos, tenía el rastreador verde de Raditz abierto frente a ella en la mesa de la cocina. El saiyayín ya no lo usaba, porque había aprendido a sentir el ki gracias a los guerreros Z, pero ella se encontraba fascinada por el avanzado circuito que contenía. Como proyecto secundario, intentaba reconstruirlo para hacerlo más sofisticado.
Al otro lado de la mesa, Yamcha estaba recostado en una silla. Tenía los pies sobre la mesa con los tobillos cruzados y las manos detrás de la cabeza. Un mondadientes pendía de sus labios mientras cerraba los ojos. Sabía que Raditz vendría tarde o temprano y le ordenaría que regresara a su puesto. Los guerreros Z eran responsables de diferentes áreas del planeta, en caso de que una nave alienígena aterrizara. Su tarea consistía en derribar la nave y hacer que se estrellara a fin de darle a todos los demás el tiempo necesario para llegar allí.
En este momento, no le importaba demasiado eso. Estaba disfrutando de un rato tranquilo y agradable con su novia.
Finalmente, Bulma suspiró y se levantó.
—Voy a salir a fumar. Necesito algo para tranquilizarme.
Yamcha frunció el ceño y abrió los ojos para mirarla. Odiaba ese hábito suyo.
—¿Por qué no solo te tomas un trago o algo así?
Bulma suspiró y puso los ojos en blanco.
—No tengo ganas de discutir, Yamcha.
—Está bien —cedió, tampoco estaba de humor para discutir ahora—. ¿Quieres que vaya contigo?
—No, estaré bien. No tardaré.
Ella salió de la cocina. Yamcha se encogió de hombros y cerró los ojos.
Bulma sintió el aire fresco y sacó un paquete de cigarrillos. Estaba abriéndolo para retirar uno cuando una mano callosa de pronto le tapó la boca desde atrás. El grito de Bulma fue amortiguado antes de que un fuerte brazo la sujetara por la cintura para llevarla de regreso al recinto. Luchó tanto como pudo, arañó la mano sobre su boca y pateó salvajemente mientras la arrastraban a través de la sala de estar pasando por la cocina, donde Yamcha tarareaba distraído una melodía para sí mismo, hasta un pequeño almacén. Yamcha volvió el rostro al escuchar que la puerta se cerraba, pero como no vio nada sospechoso se encogió de hombros y no pensó mucho en ello.
La mano que rodeaba la cintura de Bulma la soltó y luego la sujetó dolorosamente por el cabello. Antes de que ella pudiera siquiera intentar liberarse del agarre de hierro, se oyó un gruñido y fue lanzada con fuerza contra la pared.
Bulma gimió y comenzó a llorar, se sentía demasiado conmocionada y sorprendida para gritar de nuevo. No tuvo la oportunidad, ya que de improviso se encontró cara a cara con Vegeta. Ella trató de dar un paso atrás, pero ya estaba contra la pared. Se le cortó la respiración cuando vio la mirada en sus ojos oscuros. Era una que rayaba en la locura y la rabia mortal, lo que la heló hasta los huesos.
Bulma suplicó desespera:
—Por favor, no me lastimes.
—¡Cierra tu maldita boca! —siseó Vegeta directo en su rostro mientras la agarraba fuerte y dolorosamente por el cuello para sujetarla contra la pared. Bulma estaba temblando de miedo en este punto e hizo un intentó valiente por contener las lágrimas, pero el hombre frente a ella era el sujeto más aterrador que había visto en su vida—. Si gritas, te mataré a ti y a todos los que están en esta casa, ¿entiendes? —gruñó.
Bulma apenas pudo asentir.
—Escúchame bien, perra, porque no lo repetiré dos veces. Quiero el radar que localiza las esferas del dragón —le ordenó Vegeta inclinado tan cerca de ella que sus narices casi se tocaban. Bulma estaba segura de que la oscuridad en sus ojos podría enviar a los más virtuosos directo a las profundidades del infierno—. Y lo quiero ahora.
—Yo... no sé de qué estás hablando...
Vegeta gruñó en un tono bajo, la apartó de la pared y luego la estrelló contra esta. Bulma gritó de dolor, las lágrimas corrieron por su rostro y sintió sangre caliente en la parte posterior de su cabeza debido al impacto brutal, su visión se hizo borrosa.
Vegeta levantó amenazadoramente su mano libre, la cerró en un puño y fuego azul la rodeó de inmediato.
—Es tu última oportunidad antes de que mate a todos los que están aquí —le dijo. Se inclinó más cerca de ella y los temblores de Bulma se intensificaron. Ella contuvo el asco y el terror cuando él pasó la nariz por su cuello para inhalar su aroma antes de susurrarle al oído—. Y te guardaré para el final, así podrás ver cómo sucede todo. Demonios, quizás hasta podamos divertirnos un poco —agregó con una voz ronca y le mordisqueó dolorosamente la oreja.
—¿Bulma? —La voz de Yamcha sonó. Vegeta se apartó de ella, pero mantuvo el agarre sobre su garganta mientras miraba la puerta. Sus ojos se entrecerraron.
—Bueno, parece que tenemos compañía —dijo y le dio a Bulma una sonrisa desquiciada que le provocó escalofríos.
—No le hagas daño —Ella le suplicó en un susurro—. Te daré lo que quieres.
Vegeta no tuvo tiempo de responder, ya que Yamcha abrió la puerta. Había rastreado el débil ki de Bulma, especialmente cuando sintió que se disparaba.
—B, estás bien… —Se congeló ante la imagen de Vegeta frente a él, a centímetros de Bulma. La joven tenía las manos sobre la mano del saiyayín que la agarraba por la garganta y lo miraba de un modo suplicante.
—Yamcha…
—Suéltala —gruñó Yamcha apretando los puños.
Vegeta se rio entre dientes y levantó la mano hacia él. El fuego azul creció en olas que ardieron por todo su brazo.
—Esto no te concierne, débil. Tu mujer ahora trabaja para mí y haré con ella lo que quiera. Te sugiero que te vayas. Solo te lo advertiré una vez.
—Y yo te sugiero que la dejes ir, ¡AHORA MISMO!
—¡YAMCHA, NO! —gritó Bulma justo cuando él se lanzó sobre Vegeta.
Sucedió tan rápido que fue casi un borrón para ella. El príncipe desapareció justo antes de que Yamcha pudiera golpearlo, reapareció detrás de él y sin dudas ni remordimientos le atravesó la espalda con su puño hasta sacarlo por su pecho.
Bulma perdió la fuerza para pararse y se deslizó por la pared hasta el suelo temblando y al borde del colapso mental mientas Vegeta sacaba su brazo ahora empapado de sangre. Yamcha se desplomó justo en frente de ella que solo atinó a quedarse mirándolo con incredulidad, su cerebro no procesaba lo que sus ojos veían nublados por las lágrimas. No podía recordar cómo respirar.
—Se lo advertí —dijo Vegeta con total tranquilidad y se encogió de hombros. Luego se volvió hacia Bulma, al verla, le sonrió de un modo burlón—. Ahora bien, ¿en qué estábamos?
El príncipe se agachó para arrastrar a la mujer conmocionada usando el brazo que estaba empapado con la sangre de su amado cuando de pronto fue violentamente abordado por una mancha lavanda y azul. El impacto fue tan brutal que hizo que Vegeta se estrellara contra la pared, la atravesara y volara hacia afuera hasta que terminó por detenerse con la cara en la hierba.
Entretanto, no muy lejos, Gohan y Píccolo de inmediato volvieron las miradas hacia la Corporación Cápsula. Píccolo se puso de pie, pero Raditz también hizo lo mismo.
—Apártate, namekuseiyín —le ordenó Raditz.
—¿Que está pasando? —preguntó Gohan con una voz preocupada mientras Píccolo miraba a Raditz.
—Eso es lo que me gustaría saber —gruñó Píccolo.
—No interfieras —le dijo Raditz al namekuseiyín ignorando a su sobrino.
—¿Interferir con qué? —preguntó Píccolo. Él sintió un escalofrío al ver la sonrisa que se extendía por la cara de Raditz.
—Con el destino.
El príncipe gruñó y se apoyó en sus manos y en sus rodillas, escupió la hierba y se limpió la tierra de la cara. Su mirada se oscureció cuando vio por encima del hombro al adolescente que le había dado el golpe.
—¿Qué mierda estás haciendo? —gritó Trunks detrás de él. Finalmente se despertó de su sueño al sentir un incremento en el ki de Yamcha. Casi de inmediato, este cayó a cero. Eso fue todo lo que necesitó para saber lo qué había sucedido, pero nada lo preparó para la visión real de su padre parado junto al cadáver ensangrentado de Yamcha.
Vegeta se puso de pie, se dio la vuelta para mirar a su hijo y se sacudió el polvo como si nada hubiera pasado.
—Tranquilízate, muchacho.
—¿Qué me tranquilice? “¿Qué me tranquilice?” ¡Acabas de matar a Yamcha! ¿Por qué hiciste eso? ¡Estás loco! —le gritó Trunks.
—Se lo advertí y él me atacó, ¿qué más podía hacer? —preguntó Vegeta inocentemente con una sonrisa burlona en su rostro.
—¿Qué demonios te pasa?
—Trunks —dijo Vegeta, su expresión se volvió seria—. Hay unas cosas llamadas esferas del dragón en este planeta que pueden conceder cualquier deseo. Raditz y yo iremos a buscarlas.
Trunks lo miró sorprendido.
—¿Qué?, ¿de qué estás hablando?
—Ya me escuchaste. Esa mujer de allí tiene un radar que nos permitirá rastrearlas. Si lo hacemos lo suficientemente rápido, podemos pedir un deseo antes de que Frízer y sus hombres lleguen a este planeta.
—Padre —comenzó Trunks tratando de ignorar la forma en que su piel se erizaba la ver la locura en los ojos de Vegeta—. No necesitas las esferas del dragón, puedo vencer a Frízer.
—Quizás puedas, quizás no. No me voy a arriesgar, solo tendremos una oportunidad. Necesitamos las esferas del dragón…
—No dejaré que te apoderes de ellas —le gruñó Trunks.
Casi inconscientemente, Vegeta cruzó los brazos sobre su armadura y comenzó a caminar alrededor de su hijo a paso lento. Sin siquiera darse cuenta, Trunks empezó a emular sus movimientos.
—¿Y qué vas a hacer para detenerme, muchacho? —dijo Vegeta alzando una ceja—. Sabes que no tienes las agallas para matar a tu querido padre. No pudiste hacerlo cuando estaba medio muerto pidiéndote que acabaras conmigo, ¿qué te hace pensar que podrás hacerlo ahora?
—No tengo que matarte para detenerte.
—Ahí es donde te equivocas, muchacho. ¿Cuál es tu plan?, ¿me dejarás inconsciente hasta que se acabe todo?, ¿me atarás y me arrojarás a una cárcel como hicieron los tsufurus? Enfrenta los hechos, si quieres detenerme, tendrás que matarme. ¿Puedes hacerlo? Porque si los papeles se invierten, sabes que yo soy capaz.
—Padre, por favor —suplicó Trunks desesperadamente—. No quiero pelear contigo.
—Trunks, ¿no lo ves? —lo presionó Vegeta para tratar de hacer que su hijo abriera los ojos—. Podemos desear la inmortalidad. Una vez que la tengamos, será solo cuestión de tiempo hasta que uno de nosotros derrote a Frízer y luego gobernaré esta dimensión como siempre estuvo escrito en mi destino. Eres mi hijo, un verdadero saiyayín élite, tu lugar es a mi lado gobernando conmigo por toda la eternidad. Ese es tanto tu destino como el mío. Nunca más tendrás que estar a merced de los androides, podrías tener todo lo que quisieras, hemos nacido para esto.
Trunks sintió que se le encogía el corazón. En ese momento, él ya sabía que no iba a ganar esta discusión. Negó con la cabeza consternado y trató de ignorar la voz que se arrastraba por su alma para susurrarle al oído que tal vez debería haber matado a su padre cuando se lo pidió...
Sacudió la cabeza para librarse del pensamiento. El adolescente solo suspiró.
—No puedo ayudarte a hacer eso —dijo finalmente. Sus ojos azules se oscurecieron y agregó—. Y no dejaré que lo hagas.
Vegeta entrecerró los ojos. No quería a Trunks en el otro bando, pero no iba a ceder. Si le concedían su deseo de inmortalidad, nunca más volvería a estar en la posición en la que estuvo en la nave insignia de Frízer: roto físicamente, destrozado mentalmente, suplicando por su cola, rogando por piedad. El recuerdo hizo subir bilis de odio a la garganta de Vegeta. ¿Cuántas veces Frízer puso su pie sobre él, derramó su sangre, quebró sus huesos y lo humilló? Había matado a su familia, destruyó a su pueblo, lo esclavizó, lo corrompió y lo llevó al borde de la locura.
No, las esferas del dragón eran la respuesta que había estado esperando toda su vida. Nada lo detendría, ni siquiera su hijo.
Finalmente asintió como signo de haberlo entendido, bajó los brazos, enderezó los hombros y se preparó para la batalla.
—Es tu última oportunidad para que no olvides tu lugar, muchacho, y tomes tu puesto a mi lado. Recuerda, si no estás conmigo, entonces estás contra mí.
—¿Qué vas a hacer?, ¿matarme?
—Si se presenta la oportunidad, sí.
—No creo que puedas.
Vegeta echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
—Por supuesto que puedo, yo no formo lazos ridículos como tú. Eso es lo que te hace débil —escupió las palabras con asco—. Yo soy el príncipe Vegeta primero, ante todo y siempre. Después soy tu padre, recuerda eso.
Trunks tragó saliva con fuerza. Levantó la mano hacia su espada mientras los dos volvían a caminar rodeándose lentamente.
—No quiero pelear contigo, pero lo haré.
—Esto no es un entrenamiento, muchacho. Si peleas conmigo, prepárate para una lucha a muerte.
—No puedes ganar esta pelea, padre. Te supero, perderás —dijo Trunks con franqueza y sacó su espada.
Vegeta le gruñó con odio.
—Nunca he perdido una pelea en mi vida fuera del ejército de Frízer y estoy seguro de que no comenzaré hoy —respondió clavando un talón en la hierba para cambiar a una posición de lucha.
—Vayamos a otro lado —le pidió Trunks mirando alrededor de la zona urbana en la que se encontraban—. Pode…
Vegeta repentinamente apareció detrás de él. Trunks bloqueó una patada dirigida a su cuello y se dio la vuelta para tratar de darle un codazo a su padre. Vegeta desapareció, pero reapareció por encima de él con llamas naranjas producto de un ki rabioso en ambas manos y comenzó a lanzarla en una serie de ataques tipo misil que apuntaban a todas partes, excepto a Trunks.
De improviso, el adolescente se encontró tratando de bloquear todos los ataques de Vegeta a la vez. El príncipe estaba apuntando despiadadamente a todo lo que podía ver: el complejo de la Corporación Cápsula, los autos que se alejaban por algunas calles, las mujeres y los niños que veía caminando. Cualquier cosa y todo lo que se movía. Vegeta tenía como objetivo matar, por lo que Trunks se lanzó a salvar a los inocentes de ser asesinados, en especial a los del complejo donde estaba su familia.
Bloqueó el último ataque de ki justo cuando Vegeta apareció detrás de él. El príncipe aprovechó de inmediato la distracción de su hijo y lo golpeó en la nuca. El adolescente fue dejado brevemente fuera de combate. La cabeza le dio vueltas por el impacto, ya que todavía no se había recuperado del accidente en la nave.
—¡Transfórmate en un super saiyayín! —le gritó Vegeta. Acto seguido agarró a Trunks para voltearlo hacia él, pero el adolescente gruñó, le dio un fuerte rodillazo en el estómago y lo golpeó con fuerza. El impacto arrojó al príncipe violentamente al suelo chocando contra un árbol en su camino hacia allí.
Vegeta rodó sobre su espalda y se agarró un costado de las costillas mientras se levantaba. Miró a Trunks que todavía estaba en el aire. El adolescente volvió a guardar su espada y negó con la cabeza.
—No necesito transformarme para vencerte —dijo con desprecio.
Vegeta gruñó con los dientes apretados mientras un aura azul lo envolvía. Trunks sabía que era un golpe bajo, pero no le importó. Su padre estaba fuera de control y ahora se sentía enojado por todo esto. Más aun, se sentía enfermo y cansado de que todo hubiera terminado así. Se había esforzado muchísimo por relacionarse con él, por entenderlo, sin embargo, su paciencia finalmente comenzaba a agotarse.
Vegeta lo alcanzó en el aire y el adolescente tuvo que levantar los brazos para bloquear el golpe dirigido a su pecho. Trunks trató de tomar represalias, pero el príncipe apareció detrás de él y lo atrapó con un rodillazo en las costillas que lo dejó sin aliento. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su padre era considerablemente más rápido que antes. Le estaba costando mucho más de lo que pensaba bloquear y esquivar los creativos e implacables ataques que recibía sin transformarse en un super saiyayín.
Trunks maldijo mientras los dos intercambiaban golpes relámpago que apenas conseguían bloquear, con Vegeta a la ofensiva. No podía seguir conteniéndose. Cuando Vegeta reapareció frente a él, Trunks bloqueó una patada, desvió un puñetazo, levantó la mano a menos de medio metro del pecho de su padre y disparó una ráfaga de ki.
Vegeta se estrelló contra el suelo con fuerza, lo que produjo una explosión de hierba y tierra por el impacto de su caída. Esta vez tardó en volver a levantarse. Tragó saliva e intentó recuperar el aliento mientras miraba a su hijo.
—Solo ríndete. No puedes ganar, padre.
Un tic contrajo uno de los ojos de Vegeta y una vena en su sien comenzó a palpitar de rabia. Finalmente dejó escapar un grito que apenas sonó humano y como un destello de luz, salió disparado hacia el cielo. Su aura centelleó en una mezcla de azul y púrpura mientras pasaba a Trunks.
—¡Veamos cómo bloqueas ESTO! —le gritó Vegeta desde arriba con las manos echadas hacia atrás a la altura de un lado de su rostro, electricidad se irradiaba de su cuerpo. El adolescente se sorprendió cuando noto que el ki de su padre se elevaba a niveles que nunca antes había sentido en él.
Trunks enderezó los hombros y dejó escapar un suspiro al verlo aumentar de poder. Tenía que poner fin a esto ya.
Vegeta gruñó y una luz azul brillante apareció entre sus manos. Esta aumentó su brillo intensamente antes de que de pronto comenzara a volverse intermitente como un foco de luz a punto de fundirse. Vegeta sacudió la cabeza como si estuviera tratando de quitarse algo de encima. Trunks frunció el ceño cuando sintió que el ki de su padre comenzaba a bajar poco a poco.
Vegeta sacudió la cabeza otra vez y parpadeó mientras comenzaba a perder el control del poder de su Galick Ho. El adolescente miró preocupado cómo su padre cerraba los ojos por el dolor, la brillante luz azul estaba disipándose. Finalmente, el aura que había rodeado al príncipe desapareció, su ki bajó a la nada y cayó del cielo.
Trunks atrapó a Vegeta y ambos cayeron juntos al suelo. El adolescente de inmediato salió de debajo de su padre, que rodó sobre su costado, se agarró el pecho y soltó un agonizante gritó de dolor en la hierba.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Trunks entrando en pánico, su corazón dio un vuelco cuando vio que Vegeta se agarraba el pecho. ¿Seguramente no sería el virus que padeció Gokú en su línea del tiempo? ¿o sí?
—Yo... no puedo... —Vegeta intentó recuperar el aliento, pero solo logró cerrar los ojos y gritó de nuevo. Estiró la mano y cogió un puñado de hierba y tierra.
—Está bien, está bien, solo respira. No te preocupes, te ayudaré. —Trunks intentó tranquilizarlo, pero la expresión de su rostro era de preocupación. Sin perder más el tiempo, agarró a su padre y lo ayudó a ponerse de rodillas mientras él se aferraba desesperado a la chaqueta de su hijo—. Vamos —le dijo antes de pararse lentamente y trató de ayudarlo a hacer lo mismo.
Nunca vio venir el ataque de Vegeta.
El príncipe le lanzó un brutal puñetazo debajo de la mandíbula poniendo tanta fuerza en el golpe como pudo. El puñetazo dio justo en el blanco y envió la cabeza de Trunks hacia atrás. El adolescente de inmediato se desplomó sobre su espalda completamente noqueado. Vegeta resopló y se limpió la boca con el dorso de la mano mientras se levantaba repentinamente bien y sin mostrar ningún signo de dolor.
—Misericordioso y crédulo idiota —gruñó Vegeta con asco. Tenía la mirada fría cuando levantó una mano sobre la forma inconsciente de su hijo. Su mano comenzó a brillar con un ki letal—. Eres patético e indigno de gobernar a mi lado. Di buenas noches, muchacho.
Cinco segundos después, no hubo ningún disparo.
Diez segundos después, la mano de Vegeta temblaba, pero siguió sin haber ningún disparo.
Veinte segundos después, Vegeta se secó la frente con su mano libre, murmuró para sí mismo que debía dejar de ser tan débil y se ordenó disparar.
El ki nunca salió de su mano.
Vegeta gruñó, su ki se volvió más brillante y mortal, todo su cuerpo temblaba por la tensión. Finalmente, la verdad llegó a él con toda su dolorosa claridad.
No podía matarlo.
Exasperado, siseó tras apagar su ki. Unos segundos después, se pasó una mano por el cabello, escupió en el suelo y puso las manos en su cintura, estaba tan frustrado que suspiró y miró a Trunks por un largo tiempo.
Para terminar y con una sensación de profunda derrota, dejó escapar el aliento mientras se agachaba. Levantó a Trunks, se lo echó al hombro negando con la cabeza y murmuró maldiciones para sí mismo.
Un minuto después, lo dejó caer sin ceremonias en el piso de una de las habitaciones vacías de la Corporación Cápsula. Luego hizo una rápida búsqueda de ki, frunció el ceño y salió.
Bulma estaba tratando desesperadamente de recoger sus cosas cuando escuchó explosiones afuera. Le temblaban las manos, pero siguió intentando averiguar qué cápsula era su aerojet. Por fortuna, sus padres se hallaban fuera de la ciudad, por lo que no había nadie más allí. Al borde de un colapso nervioso por haber presenciado el cruel asesinato de su novio, la joven apenas podía leer las cápsulas. Maldijo, ya que su visión se negaba a enfocarse y sus manos a calmarse. Este venía a ser el peor momento para darse cuenta de que era demasiado desorganizada.
Finalmente, sintió una oleada de esperanza cuando encontró la cápsula correcta. Ella salió corriendo del complejo en una huida por su vida; una vez que estuvo afuera tiró la cápsula, su aerojet surgió de la explosión y a una velocidad inhumanamente rápida ya se había sentado en el asiento del conductor.
De improviso Vegeta apareció justo en frente del aerojet, su mirada fría se clavó en la de ella. Bulma gritó de terror e intentó poner en marcha la pequeña nave, sin embargo, sus nervios ya estaban completamente desechos.
Trató de escapar por la puerta del copiloto, pero Vegeta metió la mano por la ventana, la agarró del cabello y ella rompió a llorar de nuevo.
—Vas a darme ese radar, “ahora”.
Bulma soltó un gemido cuando la realidad penetró lentamente en su interior mientras el príncipe la sacaba de su pequeña nave. Vegeta había derrotado y quizás matado a Trunks; Yamcha una vez le dijo que esos dos saiyayíns eran más poderosos que Raditz, y Gokú aún no regresaba.
No había nadie que pudiera detener a Vegeta ahora.