Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ Vinimos a jugar ( Chapter 16 )
Punto sin retorno
Capítulo dieciséis
Vinimos a jugar
Vegeta estaba enojado más allá de lo imaginable. Tenía el radar del dragón en una mano y luchaba por mantenerse bajo control para no aplastarlo mientras miraba a la terrícola frente a él.
—¿Qué dijiste, mujer? —preguntó y entrecerró los ojos hasta que se volvieron rendijas furiosas. Su mano libre la agarraba con firmeza por el cuello que, literalmente, había estado a segundos de romper, porque pensó que ya había obtenido lo que quería de ella.
Pero justo cuando iba a hacerlo, la perra de cabello azul dejó caer una noticia sobre él, una importante, como si necesitara más mierda con la que lidiar...
—Ya me escuchaste, puto psicópata —le siseó Bulma, el veneno en su voz era tan inconfundible como el odio en sus ojos. Estaba más que aterrorizada por el príncipe, pero la aversión que este hombre había invocado en ella con el asesinato de su novio lo eclipsaba por completo o quizás lo que la hacía olvidar su miedo era la sangre que todavía se filtraba por su cabello y el dolor que se sumaba a eso. Sea lo que sea, en este momento, todo lo que Bulma Briefs sabía era que estaba dispuesta a gastar toda su fortuna para verlo morir de la manera más dolorosa posible.
—No me engañes —gruñó Vegeta en señal de advertencia y aumentó el agarre de su garganta lo suficiente como para recalcar su amenaza. Bulma tenía ambas manos sobre su muñeca e hizo un gesto dolor cuando él aplicó más fuerza.
—Mátame si no me crees —dijo Bulma, su voz se oía ronca por la presión en su cuello. Lágrimas de rabia todavía brillaban en sus ojos, ella lo miró desafiante y continuó—, pero es verdad. El radar está sincronizado con mi voz. Encontrará las esferas, una a la vez, pero solo yo lo puedo activar. Así que adelante, mátame, pero entonces nunca pondrás tus manos en ellas.
Era la verdad. Bulma comenzó a construir el nuevo radar tan pronto como Raditz llegó a la Tierra. Incluso cuando estaba claro que el saiyayín no era una amenaza, la inquietud la embargó. Para evitar que ocurriera una situación en la que se viera obligada a entregarle el radar a un extraterrestre que la superara en fuerza, decidió que el nuevo radar se active por voz. El objetivo no era impedir que ubicaran las esferas del dragón, sino retrasar el proceso con la finalidad de que sus amigos tuvieran el tiempo suficiente para decidir qué hacer. Era un plan que ahora prácticamente le estaba salvando la vida.
Vegeta la miró con el rostro a centímetros del de ella. No podía creer que esta mujer terrícola tuviera la previsión y la experiencia tecnológica como para hacer lo que decía. Frunció el ceño y estudió sus ojos a fondo en busca de cualquier signo de mentira. Finalmente, luego de convencerse de que le decía la verdad, una mueca de fastidio tiró de la esquina de sus labios y soltó su cuello, pero al instante la agarró por el cabello haciéndola gritar de dolor.
—Está bien —siseó Vegeta. Tenía que ubicar las esferas del dragón lo más rápido posible antes de que Trunks volviera en sí o antes de que la Tierra recibiera visitas desagradables en la forma de los hombres de Frízer, lo que ocurriera primero. Así que no disponía de tiempo para lidiar con la mierda de esta mujer—. Te mantendré con vida hasta que el trabajo esté terminado. Pero si intentas engañarme, te arrancaré las extremidades, ¿entendiste?
—¡Si me lastimas, no hablaré! —gritó Bulma.
Vegeta se rio entre dientes mientras se daba la vuelta arrastrándola brutalmente con él a pesar de su valiente lucha.
—Oh, hablarás, te lo garantizo.
Una vez que estuvieron en el exterior, alzó el radar para que ella lo viera.
—Haz lo que sea que tengas que hacer y encuentra la primera esfera del dragón ¡AHORA! —gritó Vegeta en su rostro manteniendo la otra mano agarrando su cabello de forma dolorosa.
Bulma se estremeció antes de tomar lentamente el radar de su mano enguantada que todavía estaba manchada con la sangre de Yamcha. Las manos le temblaban cuando lo encendió y una cruz amarilla en el centro de la pantalla verde parpadeó.
—Encuentra la esfera del dragón más cercana —le ordenó con una voz ronca. Ambos vieron como una línea hacía un movimiento de barrido en círculo igual al minutero de un reloj. Cuando el radar terminó la búsqueda emitió un pitido y una luz mostró la esfera mágica más cercana.
—Está a cincuenta kilómetros de distancia, en esa direc…
Eso fue todo lo que tuvo tiempo de decir, ya que Vegeta le arrebató el radar, la arrojó sobre su hombro y alzó vuelo hacia la dirección que ella le había señalado. Bulma gritó de miedo e intentó aferrarse desesperadamente a la armadura que cubría la espalada de Vegeta mientras él volaba a una velocidad demencial. El agarre con que la sujetaba por la cintura era de hierro y aumentó de un modo doloroso cuando ella comenzó a gritar.
—¡Te sugiero que no pierdas la voz, mujer, porque eso es lo único que te mantiene con vida! —gritó sobre ella. Bulma se detuvo de inmediato y el príncipe procedió a ignorarla mientras continuaba con su cometido.
Vegeta bajó la mirada hacia el radar en su mano y gruñó cuando vio que la luz apenas se había movido. Comenzó a acelerar, el corazón le latía con fuerza. Con esta mujer y su radar, solo necesitaba un poco de tiempo para ser inmortal o tal vez debería desear convertirse en el ser más fuerte del universo. Prácticamente salivaba ante la idea, pero lo primero era lo primero. Tenía que reunir todas las esferas de dragón.
Solo esperaba que le quedara el tiempo suficiente para hacerlo.
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Raditz echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada mientras cruzaba los brazos sobre su armadura.
—¿Quieres pelear conmigo? —se rio incrédulo y le dio una sonrisa de superioridad a Píccolo—. Hombre verde, puedo aplastarte con el taco de mi bota.
—Entonces, ¿cuál es el problema, saiyayín? —gruñó Píccolo y arrojó su capa blanca a un lado donde aterrizó con un ruido sordo.
—Incluso si de alguna manera logras derrotarme, namekuseiyín, te garantizo que no eres rival para Vegeta. Es uno de los guerreros más poderosos del universo. Te sugiero que te retires. Yo haré lo posible para convencerlo de que te perdone la vida cuando todo haya acabado —dijo Raditz y su sonrisa creció.
La cola de Gohan se movía nerviosamente mientras observaba con ansiedad la escena que se desarrollaba ante él. No le había tenido tanto miedo a su tío desde que llegó a la Tierra hace un año. El niño hacia todo lo posible para no esconderse detrás de Píccolo, pero le era difícil. Raditz lo estaba aterrorizando por completo. Era como si fuera una persona diferente. Este no era el hombre que le enseñó cómo manejar la transformación ózaru lo mejor posible o cómo proteger su cola en las batallas. Este no era el hombre que le enseñó una forma de lucha distinta a la de Píccolo o a la de su padre. No tenía idea de quién era.
—Tío Raditz —dijo Gohan de un modo sumiso. El saiyayín grande lo miró—. El señor Yamcha... él…
—Está muerto, niño —le informó Raditz sin rodeos—. Su ki desapareció. Y si ustedes dos intentan interponerse en el camino de Vegeta, ambos serán los siguientes. Esto no tiene nada que ver con ninguno de los dos, así que no se preocupen, no tienen que morir si…
—¿Esperas que nos quedemos aquí y lo dejemos reunir las esferas del dragón? —gritó Píccolo con incredulidad—. ¡No sabemos lo que deseará! ¡Quizás arrase este planeta cuando haya terminado!
Raditz negó con la cabeza.
—No, Vegeta solo quiere derrotar a Frízer y yo también. Mientras Frízer viva, ninguno de nosotros estará a salvo. Ni Vegeta ni yo ni nadie aquí en la Tierra. Podríamos haber hecho esto juntos sin Vegeta, si me hubieras contado sobre las esferas del dragón —dijo el saiyayín con odio y su cola se apretó más alrededor de su cintura.
—No había necesidad de contarte sobre ellas…
—¡TONTO! ¡No entiendes lo poderoso que es Frízer! —le gritó Raditz bajando las manos a los costados para apretar los puños—. ¡NINGUNO de nosotros es un desafío para ese demonio y él viene a la Tierra! Nuestra única oportunidad es que Vegeta alcance su máximo potencial con las esferas del dragón…
—Raditz —lo interrumpió Píccolo, una de sus antenas verde se inclinó—. ¿Puedes decir honestamente que Vegeta no intentará matar a todos en este planeta haciendo una de esas purgas que dijiste una vez que ustedes los saiyayins hacían?
Raditz dudó en responder mientras fruncía el ceño. Quería decir que sí, pero si Vegeta deseaba purgar la Tierra, podía hacerlo sin ayuda en menos de un día. Y no había nada que Raditz pudiera hacer para detenerlo. Demonios, si lo intentaba, Vegeta lo mataría. Las cosas solo empeorarían si el poder de Vegeta se disparaba con las esferas del dragón. Sin duda, él se salvaría por ser saiyayín y quizás también su hermano y su sobrino por la misma razón. Todos los demás estaban a merced del despiadado príncipe.
Desafortunadamente, Vegeta no era conocido por ser misericordioso.
—Vegeta no es tu amenaza en este momento —dijo Raditz.
—Has contado toda esa historia sobre el tal Frízer para que te entreguemos las esferas del dragón —gruñó Píccolo y dobló un poco las rodillas preparándose para una pelea—. Pero para mí, las únicas amenazas en este planeta son solo tú y tu amigo.
—Piensa lo que quieras —concluyó Raditz adoptando su particular posición de lucha—. Pero no digas que no te avisé.
Gohan miró a Raditz y a Píccolo con aprensión. Se había apegado a los dos y lo último que quería ver era que alguno de ellos fuera herido. El pequeño niño envolvió su cola alrededor de su cintura e iba a abrir la boca para tratar de que hicieran las paces, cuando de improviso Raditz y Píccolo desaparecieron de vista. Lo siguiente que Gohan supo fue que la onda de presión de un violento impacto invisible lo obligó a caer al suelo.
El niño intentó seguir la pelea, pero era demasiado rápida para que la viera. Podía escuchar el intercambio de golpes y de vez en cuando lograba captar el destello de uno de ellos. Tragó saliva antes de decidirse a salir corriendo. Tal vez su padre habría vuelto a casa, él sabría qué hacer. Asintiendo para sí mismo, Gohan despegó al aire y se alejó de la pelea.
El pequeño mestizo saiyayín llegó solo a diez metros, ya que fue golpeado violentamente. Se estrelló contra la tierra, gimió e hizo una mueca de dolor mientras levantaba la vista para ver a su tío flotando en el aire.
—¿A dónde diablos crees que estás yendo, niño? —le gruñó Raditz—. ¡Si desafías Vegeta, morirás!
—Yo... no iba a... —comenzó a decir Gohan con nerviosismo, pero sus palabras se fueron apagando cuando Raditz se dio la vuelta. Píccolo apareció repentinamente de la nada y le lanzó una poderosa patada en la barbilla que atrapó al saiyayín por sorpresa antes de que ambos volvieran a desaparecer. La batalla se reanudó a un ritmo vertiginoso que Gohan no pudo seguir.
Sin saber qué más hacer, el niño solo podía rezar para que todo terminara pronto.
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—Lo sabía —murmuró Krilin—. Sabía que esos tipos no estaban haciendo nada bueno.
El terrícola se hallaba parado a un lado de Trunks con el rostro rojo por el dolor y la rabia. Solo habían pasado unos pocos minutos desde que Tien, Chaoz y él llegaron a la Corporación Cápsula después de escuchar y sentir los enormes picos de energía de la batalla librada entre Trunks y Vegeta. Llegaron para encontrar el cuerpo sin vida de su amigo, un complejo que recibió una buena cantidad de daño y un saiyayín mestizo inconsciente. Las manos de Krilin temblaban mientras agarraba uno de los rifles que Bulma había diseñado.
—Sí —aceptó Tien en voz baja—. Deberíamos haberlos liquidado a todos cuando aterrizaron y estaban heridos.
—Aún podemos —dijo Krilin mirando al adolescente caído. Movió un poco el brazo del muchacho con el pie, pero Trunks seguía fuera de combate.
—Si él es una amenaza, ¿por qué está inconsciente? —Chaoz apareció detrás de Tien sosteniendo un rifle y miró con curiosidad a Trunks.
—No lo sé, pero Bulma no está aquí y Yamcha... —La voz de Tien se fue desvaneciendo antes de fruncir el ceño—. Por el desastre en la oficina de Bulma, parece que el otro tipo se la llevó.
—Si es así, entonces está detrás de las esferas del dragón —dijo Krilin mientras se limpiaba nerviosamente el sudor de la frente.
—¿Dónde diablos está Raditz? —gruñó Tien.
—No, la pregunta es ¿dónde diablos está Gokú? —replicó Krilin—. ¡Ya debería haber regresado! No sé por qué le está tomando tanto tiem…
Súbitamente los tres volvieron sus rostros hacia el este, ya que captaron dos señales de ki. Se libraba una feroz batalla y solo les tomó segundos darse cuenta de quiénes eran.
—Bueno, ahora sabemos dónde está Raditz —dijo Krilin con amargura, luego miró a sus amigos—. ¿Qué diablos vamos a hacer? ¿Esperar a Gokú? ¿Y qué hay de este muchacho?
—Píccolo se ha vuelto mucho más fuerte —razonó Tien—. Él es capaz de darle una buena lección a Raditz ahora. Yo digo que vayamos tras el saiyayín que se llevó a Bulma. Si él se apodera de las esferas del dragón, todos estaremos muertos.
Krilin retrocedió un poco y negó con la cabeza nerviosamente.
—¿Quieres que hagamos qué? ¿No recuerdas lo que ese tipo me hizo? Él... es demasiado fuerte...
—Sí, pero sería mucho peor si él consigue las esferas del dragón. ¡No tendremos ninguna oportunidad! —le aseguró Tien de una manera categórica—. Mira, Chaoz y yo lo distraeremos, y tú le disparas con el D-ADN. Después veremos qué hacer con todo esto.
—Pero…
—Krilin, tenemos que hacer algo. —Trató de convencerlo Chaoz.
—Está bien —dijo Krilin tragando saliva ante la perspectiva de volver a encontrarse cara a cara con el cruel príncipe saiyayín. Volvió a mirar a Trunks—. ¿Y qué hacemos con este muchacho?
—Le dispararemos con el D-ADN. Esa cosa no dejará su sistema por un tiempo o hasta que Bulma le dé el antídoto.
Krilin asintió antes de poner la salida del cañón de su rifle al costado del cuello de Trunks, apretó el gatillo y cuando lo retiró, había una aguja apenas visible que sobresalía de la piel del adolescente. Trunks ni siquiera se estremeció.
—Bien hecho —dijo Tien asintiendo—. Ahora vamos tras el otro saiyayín, el que se llevó a Bulma.
—Vegeta —le aclaró Krilin en voz baja.
—Lo que digas. Él se desplaza bastante rápido, aunque no está ocultando su poder. Vamos, muchachos, y mantengan su poder bajo.
Krilin y Chaoz asintieron antes de seguir a Tien. Krilin apretó los dientes e instó a Gokú en silencio a darse prisa.
Pero mientras tanto, solo esperaba que el plan de Tien funcionara. Si pudieran atrapar a Vegeta por sorpresa y le disparaban con el paralizador que Bulma diseñó, tendrían una oportunidad...
Algún tiempo después, Bulma cayó sin ceremonias al suelo. Ella gritó y le lanzó una mirada llena de odio al príncipe con ella, pero Vegeta estaba viendo el radar en sus manos. Ya habían recuperado una esfera del dragón y ahora buscaba la segunda. Miró a su alrededor. Se hallaban en un terreno árido y montañoso, el sol se estaba poniendo, una ráfaga de viento corría y su entorno era bañado por un suave resplandor de luz.
—Debe estar aquí en alguna parte —murmuró Vegeta mirando el radar con el ceño fruncido.
—Solo sigue la maldita luz, idiota —siseó Bulma por lo bajo. Vegeta inmediatamente volvió su intensa mirada hacia ella y gruñó de un modo peligroso. Probablemente habría roto algunos de sus huesos por su insolencia, pero en su lugar regresó al radar.
—Mujer, tengo prisa y no me queda tiempo para lidiar con tu falta de respeto. No me obligues a cambiar de opinión, porque no te gustarán las consecuencias. Solo te lo advertiré una vez —le informó con una voz helada, sus ojos oscuros y vacíos le enviaron escalofríos por la columna vertebral.
Bulma resopló mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, no obstante, sabiamente mantuvo la boca cerrada luego de que su orgullo diera un paso atrás a favor de la autoconservación. El hombre que tenía delante era un asesino volátil y despiadado, y no dudaría en lastimarla. Lo último que quería era poner a prueba su paciencia.
Vegeta la dejó atrás, levitó en el aire y se dirigió a la ladera de una montaña. A mitad de camino, vio un destello dorado. De inmediato voló al lugar para retirar la tierra y, en efecto, había otra mágica esfera del dragón enclavada justo al lado del acantilado. El príncipe la sacó sin ninguna dificultad con una mano y la examinó. Finalmente, volvió a descender.
Bulma seguía sentada en el suelo con la cabeza entre las manos. Se sentía mareada y aturdida desde que Vegeta la estrelló contra la pared. Estaba llena de contusiones, sin mencionar que exhausta. El príncipe frunció el ceño y sus ojos la examinaron mientras se dirigía a su lado. Le dio una mirada desdeñosa al ver que era una cosa débil y frágil. Ni siquiera había tratado de lastimarla realmente y ella ya estaba herida.
Se agachó para agarrarla por el cabello, la levantó y le iba a ordenar que volviera a activar el radar del dragón cuando de improviso desvió la vista a un lado. Vegeta concentró la mirada, sus ojos revisaron el área, pero solo registraron nada más que terreno desierto. Podría haber jurado que sintió el poder de alguien...
—Mierda —maldijo en voz baja, solo ahora se daba cuenta de que había dejado de suprimir su poder después de la pelea con Trunks. De inmediato se puso de cuclillas y le entregó la pequeña esfera del dragón con el radar a Bulma haciendo que la joven lo mirara confundida—. Guarda la esfera del dragón con la otra y no te atrevas a hacer nada inteligente —le gruñó a modo de advertencia.
Él ya se había ido antes de que Bulma pudiera responder. Segundos después, el príncipe se apoyó contra la ladera de una gran meseta, a casi treinta metros de distancia de ella. Se agachó un poco y apretó el puño derecho fuertemente.
—Quienquiera que esté allí, te sugiero que no me hagas ir a buscarte —le dijo Vegeta, su mano derecha ya comenzaba a brillar con un ki mortal.
—¡Estoy acá arriba! —respondió una voz.
Vegeta levantó la vista y mostró los dientes al ver a Chaoz cerniéndose sobre él. El pequeño monstruo, ¿cómo se atrevía a desafiar al Príncipe de todos los Saiyayíns? Gruñó, su aura azul repentinamente explotó a su alrededor y se disparó al aire. Iba a matar a la pequeña mierda lo más rápido posible para poder volver a cazar las esferas del dragón.
Justo en el momento en que Vegeta estaba a punto de lanzarle una ráfaga letal a Chaoz, alguien apareció frente de él. Apenas tuvo tiempo de notar que era el hombre de tres ojos que había visto luego de que él y Trunks aterrizaron, cuando Tien se llevó las manos a la cara y gritó:
—¡Taioken!
El príncipe fue cegado por un enorme destello de luz y se tapó los ojos. Soltó maldiciones alienígenas por la conmoción y la rabia mientras Tien gritaba:
—¡Ahora, Krilin!
Los sentidos de Vegeta de inmediato captaron algo volando directo hacia él. Cegado y todo, el saiyayín hizo un movimiento acrobático en el aire para esquivar el disparo paralizante del D-ADN antes de desaparecer por completo.
—¡Mierda! ¡A dónde se fue! —gritó Tien mientras él y Chaoz miraban desesperadamente a su alrededor para buscar a Vegeta. Abajo, Krilin maldijo y bajó su rifle. Ese disparo había sido limpio, sin embargo, una vez más, la velocidad de Vegeta lo dejó asombrado y completamente nervioso—. ¿Lo ves allí abajo? —preguntó Tien.
Krilin miró a su alrededor y negó con la cabeza. Mierda, pensó desalentado y empezó a sudar, todo lo que teníamos era el elemento sorpresa... pero ahora, sin eso...
Finalmente, alcanzó a ver cabello azul. Corrió hacia Bulma que se escondía detrás de una enorme roca. Ella gritó cuando le tocó el hombro, no obstante, ni bien notó que era solo su amigo y no el príncipe saiyayín, casi se echó a llorar de alivio y lo abrazó con todas sus fuerzas.
—¡Oh, sabía que ustedes vendrían! —gritó ella mientras Krilin le daba unas palmaditas en la espalda—. ¡Él... él mató a Yamcha!
—Sí —suspiró Krilin con pesar—. Pero tienes que salir de aquí, Bulma. Esto puede ponerse feo…
—Calvo, no tienes ni idea —gruñó una voz furiosa detrás de él.
Krilin se dio la vuelta, solo para que Vegeta le lanzara un puñetazo. El impacto envió al hombre más pequeño a estrellarse y a romper la roca detrás de la cual Bulma se había estado escondiendo. Ignorando completamente a la mujer asustada frente a él que corría a ayudar a Krilin, el saiyayín levantó la vista para clavar sus ojos en Tien y en Chaoz que flotaban en el aire.
—Así que ustedes tres vinieron a jugar, eh —dijo pensativo y una sonrisa escalofriante se extendió por su rostro—. Bueno, entonces juguemos.
Con eso dicho, se disparó al aire. Un momento después, Vegeta subió su aura azul al máximo para estrellar un poderoso puñetazo directo en el pecho de Tien. El guerrero terrícola apenas logró cruzar los brazos frente a él para defenderse del golpe, pero su antebrazo casi se rompió por el impacto. Lanzó un grito de dolor mientras Vegeta se reía y desaparecía de vista. Un segundo después, el saiyayín reapareció detrás del guerrero, mandó a lo lejos un ataque de Chaoz y aterrizó una brutal patada en el cuello de Tien que mató al hombre al instante.
Tien aún no había aterrizado en el suelo cuando Vegeta desapareció y reapareció detrás de Chaoz. El pequeño guerrero ni siquiera tuvo el tiempo suficiente para darse la vuelta, ya que Vegeta levantó la mano y disparó una poderosa ráfaga de ki que lo decapitó en el acto.
Bulma estaba ayudando a Krilin a levantarse cuando el cuerpo sin vida de Tien aterrizó a menos de dos metros de ellos. Ambos apenas habían registrado la imagen antes de que el cuerpo decapitado de Chaoz siguiera su ejemplo.
—Oh, Kamisama —susurró Bulma, su voz se quebró mientras Vegeta descendía frente a ellos como si nada hubiera pasado. El príncipe fijó su mirada en el guerrero.
—No tengo tiempo para esta mierda, calvo —le siseó—. Aléjate de mi camino y puede que salgas vivo de esto.
Krilin, sin embargo, no registraba sus palabras. Estaba mirando los cadáveres de sus amigos. Primero Yamcha, luego Tien, ahora Chaoz. Todos ellos habían sido descartados como si fueran basura. Levantó la vista y por un momento, olvidó por completo que el príncipe lo superaba en fuerza. Gruñó cuando Bulma intentó jalarlo por el brazo.
—Krilin, no pelees con él…
Eso es todo lo que pudo decir antes de que Krilin la ignorara y volara directamente hacia el saiyayín. Vegeta le dio una presuntuosa sonrisa de reconocimiento y se volvió a lanzar al aire, lo que obligó a Krilin a alzar el vuelo también. Los terrícolas eran débiles, pero tenían espíritu. Se preparó para esquivar el próximo ataque y hacer un trabajo rápido con este nuevo retador, cuando Krilin se detuvo en seco y disparó un kienzan hacia él.
Sin embargo, Vegeta fue demasiado rápido. Hizo un giro de espalda en el aire y evitó el ataque mortal por solo unos centímetros. Krilin intentó sorprenderlo con un rodillazo en la columna vertebral, pero Vegeta lo bloqueó aun sin poder verlo. El príncipe se volteó a toda velocidad y se enfrentó al hombre más pequeño bloqueando casi sin esfuerzo las combinaciones de golpes implacablemente rápidos que le estaba lanzando. Después de unos segundos de esto, Vegeta terminó por darle un fuerte puñetazo en el estómago.
El hombre más pequeño se quedó sin aliento y se dobló, sentía que acababa de ser golpeado por un camión mientras tosía sangre. Escuchó una risa oscura.
—Debiste morir antes cuando aterrizamos. Pero no te preocupes, esta vez me aseguraré de terminar el trabajo.
Con un solo movimiento, Vegeta levantó ambas manos sobre su cabeza, las entrelazó para formar un gran puño y luego las bajo violentamente sobre la cabeza de Krilin, obligándolo a estrellarse contra el suelo. Sin perder un segundo, su aura azul estalló mientras se lanzaba hacia él con la intención de enterrar una rodilla en su cuello para matarlo de una vez por todas.
Justo cuando estaba a punto de acabar con el guerrero más pequeño, un debilitante puñetazo que nunca vio venir golpeó a Vegeta en la sien. El saiyayín fue sacado de su trayectoria y su visión giró con una miríada de colores mientras se estrellaba de un modo brutal contra una pared de roca a casi seis metros de distancia.
Vegeta parpadeó un par de veces completamente aturdido y se levantó a paso lento. Enseguida sacudió la cabeza para tratar de quitarse la conmoción. Finalmente, miró hacia donde había caído el calvo. De cuclillas junto a Krilin y dándole la espalda a Vegeta se hallaba otro hombre, un hombre que el príncipe nunca había visto antes. Llevaba un gi naranja de artes marciales con botas azules y tenía un salvaje cabello negro. Bulma estaba a su lado, aferrada a él con todas sus fuerzas.
El príncipe saiyayín terminó por ponerse de pie y gruñó:
—¡No sé quién eres, pero pagarás por esto!
El recién llegado volvió el rostro y le susurró algo a la joven de cabello azul que Vegeta no pudo escuchar. Bulma asintió e inmediatamente corrió a buscar un lugar donde esconderse, lo que hizo que el príncipe gruñera desde lo más profundo de su pecho. Al instante comenzó a caminar hacia ella para exigirle que le dijera a dónde demonios pensaba que iba, cuando el recién llegado se interpuso entre los dos.
Vegeta lo miró con los ojos bien abiertos por la sorpresa y dejó de caminar. Solo había visto a Bardock en algunas ocasiones cuando era un niño, pero el guerrero produjo una fuerte impresión en él. El hombre que tenía enfrente era prácticamente una imagen especular de ese guerrero, no cabía duda.
—¿Kakaroto?
—Aquí soy conocido como Gokú —afirmó el joven saiyayín con una voz calmada. Su mirada fría indicaba que estaba listo para la batalla cuando agregó—. Ya has hecho más que suficiente. No vas a lastimar a nadie más hoy.
La sorpresa de Vegeta se tornó en ira. Este hombre frente a él tenía sangre saiyayín, lo que lo convertía en uno de sus súbditos por defecto. Y no iba a dejar que un soldado de tercera clase le hablara de esa manera.
—Idiota, ¿sabes quién soy? Soy Vegeta, el Príncipe de todos los Saiyayíns…
—¡No me importa quién seas, dije que no lastimarás a nadie más! —le gritó Gokú furioso.
—Ahora escúchame, payaso de tercera clase —siseó Vegeta con odio—, no tengo tiempo para pelear contigo. Retírate y podría perdonarte una vez que destruya a Frízer. Pero si te metes en mi puto camino, te enterraré en la tierra…
—Bien, me retiraré, pero Bulma viene conmigo.
—¿Desde cuándo esto se ha convertido en una negociación? —le gritó Vegeta.
—Bueno, si no te gusta la idea, siempre puedes hacer algo al respecto.
El desafío en la voz de Gokú era inconfundible e hizo que los vellos de la nuca de Vegeta se erizaran de rabia. Se le estaba acabando el tiempo; primero la mujer lo había frenado, luego lo hicieron los patéticos guerreros terrícolas y ahora este saiyayín. Un tic se apoderó de uno de sus ojos antes de que desapareciera y volviera a aparecer en la cima de un acantilado desde donde podía mirar al guerrero más joven. Forzó sus sentidos para tratar de evaluar cuán poderoso era realmente, pese a eso, solo sentía un poder igual al del pequeño guerrero calvo.
Sin embargo, la fuerza del golpe que recibió le dijo a Vegeta que no podía estar en lo correcto; Gokú se estaba conteniendo, pero cuánto era la pregunta.
El príncipe lo señaló con el dedo, le sonrió amenazadoramente y dijo en un tono frío:
—Así que deseas morir, Kakaroto, no te preocupes, yo te concederé tu deseo. Es una lástima que otro con sangre saiyayín deba morir, pero nadie va a detenerme, menos un debilucho tercera clase como tú.
Gokú por lo general se habría sentido emocionado ante el desafío de enfrentar a este príncipe extraterrestre, sin embargo, estaba demasiado enfurecido por la muerte que lo rodeaba. Quizás parte de su ira también se dirigía a sí mismo, ya que no regresó más rápido de su entrenamiento de élite. Apretó los puños con fuerza y miró a Vegeta que lucía engañosamente tranquilo.
—Cuando estés listo, príncipe —dijo con una ligera insinuación de burla en la última palabra.
Una fracción de segundo después, los dos saiyayíns se encontraron en el aire en un enfrentamiento que estaba escrito en sus destinos. Vegeta intentó golpear a Gokú en el pecho con su antebrazo, pero Gokú levantó el suyo y lo bloqueó. Ambos apretaron los dientes cuando sus brazos colisionaron, cada uno trataba de dominar al otro a punta de pura fuerza bruta.
Finalmente, Gokú desapareció y reapareció detrás de Vegeta, allí apenas fue capaz de esquivar el codazo del príncipe que apuntaba a su cara. Vegeta rápidamente se dio la vuelta para descargar un par de rápidos y fuertes puñetazos directo al estómago de Gokú, pero el saiyayín más joven se recuperó, atrapó sus puños, lo jaló hacia él y le clavó un rodillazo en la mandíbula.
Gokú se echó hacia atrás y le lanzó otro puñetazo con todas sus fuerzas, pero golpeó nada más que aire, ya que el príncipe desapareció de vista. El saiyayín más joven apenas tuvo el tiempo suficiente para darse la vuelta y ver la ráfaga de ki azul que lo golpeó y lo envió violentamente al suelo.
—Hmm, eres más rápido de lo que pensaba —declaró Vegeta con una sonrisa de aprobación mientras flotaba en el aire. Se pasó el dorso de una mano por la boca y miró al guerrero más joven que intentaba recuperarse de la despiadada ráfaga de ki que recibió. La sonrisa del príncipe se amplió—. Excelente técnica, Kakaroto, ¡estoy impresionado!
Gokú escupió una bocanada de sangre, se levantó y alzó la mirada hacia Vegeta con los ojos entrecerrados. Cielos, es muchísimo más fuerte de lo que pensé al inicio. Quizás tenga que usar la técnica Kaioken más rápido de lo que esperaba...
—Sí —dijo y asintió de un modo respetuoso mientras se quitaba la parte superior de su gi naranja ahora quemado y hecho girones. Lo arrojó a un lado y se tronó el cuello—. Tú tampoco eres tan malo.
Vegeta extendió la mano hacia el joven saiyayín.
—Únete a nosotros, Kakaroto. Tú eres un verdadero saiyayín, ayúdanos a destruir a Frízer y luego quédate junto a tu príncipe.
Gokú negó con la cabeza.
—Gracias por la oferta, pero nunca me uniría a alguien como tú. No después de lo que has hecho... Y tú no eres mi príncipe, ¡no te he jurado lealtad y nunca lo haré!
—¡Tu lealtad me pertenece desde el primer segundo en que NACISTE! —le gritó Vegeta encolerizado por lo despectivo que era el joven saiyayín con su herencia y lo miró con desprecio—. Pero si quieres renunciar a tu sangre saiyayín y vivir como un terrícola, entonces morirás como un terrícola...
**********
Raditz cayó sobre sus manos y sus rodillas, y aulló de dolor. El cuerpo le temblaba mientras volvía el rostro por encima de su hombro para decir:
—¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame!
—No lo creo —dijo Píccolo. Estaba magullado y lleno de moretones, pero aún seguía de pie. Él aumentó dolorosamente su agarre de la cola del saiyayín.
Los dedos de Raditz se hundieron en la tierra y su rostro se puso rojo por la agonía. Píccolo se volvió para mirar a Gohan, que parecía muy incómodo al ver a su tío con tanto dolor. El niño había intentado meterse en medio de la pelea en un esfuerzo por detenerlos, sin embargo, solo logró distraer a Raditz el tiempo suficiente para que Píccolo aprovechara la única debilidad del saiyayín.
—Sal de aquí, niño. Tu papá ha vuelto, ve a buscarlo —le ordenó.
—¡NO! —gritó Raditz con tanta fuerza que Píccolo y Gohan se estremecieron—. ¿Es que no lo entienden? ¡Vegeta lo matará si trata de interferir!
—Tu amigo no va a matar a nadie —gruñó Píccolo—. Gokú ha vuelto ahora y…
—¡Idiota, Kakaroto no es lo suficientemente fuerte como para derrotar a Vegeta! —gritó Raditz.
Su cola se retorcía llena de dolor por el agarre de Píccolo y su frente tocaba el suelo. Todo lo que los demás tenían que hacer era mantenerse fuera del camino de Vegeta, ¿por qué era eso tan difícil de entender? Había asumido que Píccolo sería el único que se atrevería a desafiar al príncipe y por eso trató de mantenerlo a raya, no porque le importara si Píccolo vivía o moría, sino porque a Vegeta se le agotaba el tiempo. En cierto modo, era como si los terrícolas fueran las tropas de Raditz, por lo tanto, se suponía que él los mantendría bajo control.
Pero todo se le había escapado de las manos. No tenía idea de que los otros guerreros terrícolas serían lo suficientemente valientes —o estúpidos— como para enfrentar a Vegeta. Ahora dos de ellos estaban muertos y Raditz sabía que su hermano pelearía a causa de eso mandando al diablo todas las probabilidades.
También sabía que su hermano no tenía ninguna posibilidad. Simplemente no había forma de que Gokú pudiera haber ganado la suficiente fuerza y poder en tan poco tiempo como para enfrentarse al príncipe saiyayín. Eso era imposible.
Y por mucho que intentara decirse que no le importaba si Vegeta mataba a su hermano, no podía evitar la ira que sentía al pensarlo.
Mientras Raditz luchaba en silencio consigo mismo, Gohan no notaba tal conflicto. El pequeño niño miró a lo lejos donde podía sentir el distintivo ki de su padre que estallaba junto con el de Vegeta.
—Necesita nuestra ayuda —dijo finalmente Gohan y volvió a mirar a Píccolo y a Raditz con unos ojos suplicantes—. ¡Si ayudamos a mi papá, entonces podríamos ganar! Podríamos vencer a Vegeta…
Raditz gruñó ante la ingenua perspectiva de su sobrino.
—¡No, NO PODEMOS! ¡Solo dejen que Vegeta obtenga las malditas esferas del dragón! ¡Si pide su deseo podrá derrotar a Frízer!
—Pero… pero —balbuceó Gohan con impotencia y desenvolvió su cola de la cintura, esta se movió de un lado al otro detrás de él mostrando su creciente ansiedad—. Pero, tío, mi papá…
—Kakaroto es un hombre adulto y sabe en lo que se está metiendo —dijo Raditz amargamente—. Si él muere, que así sea. Es un honor que un saiyayín de clase baja muera a manos del príncipe.
—¡No dejaré que mi papá muera! —le gritó Gohan. No podía importarle menos en este momento Frízer o el honor y el orgullo alienígena de una raza que nunca había conocido. Todo lo que sabía era que, según Raditz, su padre era superado en fuerza y eso significaba que su muerte sería inevitable. El niño se dio la vuelta y despegó al aire sin decir una palabra, lo que hizo que Píccolo y Raditz le gritaran al unísono:
—¡Gohan, no lo hagas!
Píccolo apretó los dientes cuando vio que el niño volaba hacia Gokú y Vegeta. Quería ir tras él y detenerlo; se había encariñado con el niño durante el último año, pero aún detenía a Raditz por la cola. El namekuseiyín gruñó en un tono bajo y volvió a mirar al saiyayín.
—Bueno, ¿qué estás esperando? —le dijo Raditz con odio—. ¡Suéltame y ve tras él!
—¿De qué lado estás, saiyayín? —le espetó Píccolo.
—¡Estoy del lado de no querer que el niño muera!
Las antenas de Píccolo se sacudieron y, después de unos segundos, finalmente soltó a Raditz y voló tras Gohan mientras el saiyayín rodaba a un lado y se agarraba la cola para calmar el fuego que se disparaba por toda su columna vertebral.
Raditz se sentó lentamente y se quitó la sangre de la cara con una mano. Píccolo le había dado todo lo que podía manejar con creces. Frunció el ceño y miró hacia donde sentía a los dos únicos otros saiyayíns de sangre pura involucrados en una batalla. Se quedó contemplando esa dirección un largo tiempo antes de que terminara por ponerse de pie.
Luego salió volando tras Píccolo y Gohan.
**********
Vegeta podría haber subestimado al joven saiyayín al principio, pero no más, algo que Gokú estaba descubriendo por las malas.
Gokú se estrelló contra una pared de roca y formó toda una meseta con la explosión que produjo. Vegeta ya volaba tras de él en medio del aire y no planeaba darle a su oponente la oportunidad de recuperarse. El príncipe que sudaba y se había quedado sin aliento extendió los brazos a los costados, un ardiente ki blanco se levantó a su alrededor y su energía se disparó.
Tan pronto como Vegeta vislumbró algo de un salvaje cabello oscuro, se giró hacia un lado, juntó las manos y las echó hacia atrás.
—¡Mira arriba, Kakaroto! —gritó justo cuando disparaba una poderosa ráfaga de ki.
Gokú se dio la vuelta a tiempo para levantar las manos. La ráfaga lo golpeó y el suelo comenzó a temblar junto a sus brazos mientras luchaba por controlar la brutal energía del ataque de Vegeta. Gokú cerró los ojos con fuerza, sentía que la piel de sus palmas le ardían. Intentó con gran valentía controlar el ataque, pero era demasiado poderoso y finalmente explotó a su alrededor. Tierra y humo se alzaron en avalancha hacia el cielo a tal punto que hizo que Vegeta levantara las manos para protegerse los ojos.
El príncipe sonrió con superioridad mientras descendía lentamente al suelo. Examinó el área cuando el polvo comenzó a despejarse, pero no pudo ver ni sentir ningún signo de su oponente. Levantó la mano y se rozó la nariz ensangrentada, apenas era capaz de creer que le hubiera costado tanto vencer a un saiyayín de tercera clase.
No obstante, había salido victorioso y ahora era el momento de regresar a los negocios. Vegeta miró a su alrededor buscando a Bulma con el fin de que siguieran recogiendo las esferas del dragón.
—¡MUJER! —rugió, sus ojos salvajes revisaban el terreno. Levitó de nuevo en el aire para tener una mejor vista—. ¡Sal de una vez!
—Mierda —maldijo Bulma por lo bajo. Mientras el príncipe estuvo completamente distraído por la batalla, ella había ayudado a Krilin para que pudieran escapar juntos. El pequeño guerrero calvo seguía viendo estrellas por el ataque de Vegeta y se apoyaba pesadamente contra ella. Bulma le susurró con una voz que era casi un gemido—. ¿Le ganó a Gokú?
—Creo que sí. No puedo sentirlo. —le respondió Krilin en un murmullo y se agarró el estómago con un brazo. Ambos estaban dentro de una pequeña cueva en la base de una de las mesetas, fuera de la vista del príncipe.
—¡SI NO SALES, TE SACARÉ CON UNA EXPLOSIÓN! —gritó Vegeta desde arriba.
—No lo hará, no te preocupes —le susurró Bulma a Krilin negando con la cabeza—, me necesita viva...
Sus palabras murieron cuando el suelo tembló con una violenta explosión como resultado de una ráfaga de ki que niveló una montaña entera.
—¿Qué estabas diciendo? —dijo Krilin con un ojo cerrado mientras echaba un vistazo hacia afuera. Comenzaba a oscurecer ahora, algo que solo ayudaba a Vegeta.
—Bueno, ¡no es mi culpa que el imbécil sea un completo lunático! —siseó Bulma exasperada, justo cuando ambos fueron sacudidos por otra explosión. Esta cayó peligrosamente cerca.
—Bulma, escucha, si él te lleva consigo, tendrá que cargarte —dijo Krilin mirando a su amiga. Hizo un gesto hacia el rifle que había intentado usar con Vegeta—. Saca una de esas jeringas. Si él te atrapa otra vez, puedes…
—¿Ella puede qué, hundirme la aguja y paralizarme? —gruñó Vegeta haciéndolos estremecer, ellos miraron fuera de la pequeña cueva al hombre que bloqueaba su única salida. El príncipe estaba sucio y ligeramente ensangrentado por su pelea con Gokú, pero si tenía algún tipo de dolor, no lo mostraba. Él inclinó la cabeza hacia un lado y los miró con unos ojos fríos—. Tengo una curiosidad ¿esa técnica es un método universal de defensa femenina?
Krilin de inmediato se interpuso entre Bulma y Vegeta, aunque tragó saliva cuando los ojos del príncipe se clavaron en los suyos. Vegeta se rio entre dientes.
—Bueno, has sobrevivido a dos encuentros conmigo, pero sabes lo que dicen —añadió levantando la mano hacia Krilin—. La tercera vez es la…
Gokú apareció de la nada justo a un costado de él y le propinó una fuerte patada a un lado del cuello. El príncipe literalmente desapareció de la vista de Krilin y de Bulma antes de que Gokú volara tras él cubierto de llamas rojas.
Vegeta se recuperó en medio del aire, su ki estalló a su alrededor y desapareció con el propósito de evitar la despiadada ráfaga de ki que Gokú le lanzó en línea recta. Al siguiente segundo, reapareció justo detrás de él para darle un rodillazo en la columna vertebral haciéndolo gritar de dolor. El príncipe rápidamente agarró un puñado del cabello de su oponente, lo inclinó hacia atrás y le lanzó un brutal puñetazo en la garganta, obligándolo a volver al suelo.
Vegeta hervía de ira mientras miraba al saiyayín caído que tosía en la tierra. Aun así, Gokú intentó volver a pararse. Vegeta probablemente habría quedado impresionado si no fuera porque el tiempo se le iba de las manos.
—Me diste una buena pelea, Kakaroto, pero terminaré con esta mierda ahora —gruñó y comenzó a incrementar su ki con el propósito de reunir la energía para lanzar el disparo asesino de una vez por todas.
Justo cuando iba a disparar, escuchó una voz familiar que le gritaba.
—Vegeta, ¿qué estás haciendo?
El príncipe se volvió para mirar a Raditz que acababa de llegar. Estaba solo.
—¿Qué parece que estoy haciendo, idiota? —le siseó Vegeta—. ¡Me estoy haciendo cargo del inútil de tu hermano!
—¿Y qué hay de las esferas del dragón? —lo presionó Raditz—. Ve a ocuparte de eso y yo me encargaré de todos los que están aquí.
Gokú hizo una mueca de dolor mientras finalmente se ponía de pie. Le dolían los músculos; Vegeta no se andaba con rodeos y él estaba seguro de que tenía más que unos pocos huesos rotos. Escupió sangre en el suelo antes de alzar la mirada. Hizo contacto visual con Raditz y fue incapaz de ocultar la sorpresa junto con la inmensa decepción en sus ojos ante lo que estaba viendo y oyendo. Raditz solo pudo mantener su mirada por unos instantes.
—Mmm, está bien. —Vegeta escupió las palabras, descendió al suelo y se cruzó de brazos.
Hubo un silencio tenso durante unos segundos antes de que Raditz finalmente preguntara:
—¿No vas a ir a buscar las esferas del dragón?
—Sí, tan pronto como acabes con tu hermano.
Raditz quedó sorprendido.
—¿Qué?
—La última vez que me dijiste que tenías todo bajo control, me vi obligado a encargarme de varios terrícolas por mi cuenta. Esta vez, quiero asegurarme de que todos sean controlados y de que no me interrumpan más, así que adelante —le ordenó Vegeta.
Mierda, maldijo Raditz mentalmente. Esto no era parte del plan. Poco a poco descendió al suelo, se volvió y miró a su hermano que lo contemplaba con un poco de aprensión. No parecía más ansioso por pelear que él.
Hace un año, Raditz no lo hubiera dudado, pero ahora se había acostumbrado a Gokú. Conocía tanto a su esposa como a su hijo y una vez que se aseguraron de que no tenía malas intenciones con el planeta, fue recibido con los brazos abiertos. Raditz no se había sentido exactamente cómodo con ellos y la mayor parte del año pasado, se la pasó tratando de adaptarse al estilo de vida de la Tierra.
No obstante, en algún momento, comenzó a considerarlos como su familia. Ese pensamiento lo mantenía de pie allí, sin hacer nada, para la creciente ira de Vegeta.
—Estoy esperando, Raditz —siseó Vegeta en señal advertencia.
Raditz miró a Vegeta tratando de no mostrar lo desgarrado que se sentía por dentro. El príncipe era impaciente, violento y frío como un témpano. Raditz era solo un adolescente cuando fue forzado a trabajar bajo las órdenes de Frízer junto con Vegeta y Nappa, ellos prácticamente habían crecido juntos. Sin embargo, más importante aun, Vegeta era su príncipe y, como saiyayín, tenía que obedecerlo.
Dividido entre su lealtad a Vegeta y la estima por su hermano menor, Raditz bajó la mirada.
Una ola de rabioso ki azul rodeó a Vegeta.
—¿Te atreves a elegir a tu familia por sobre mí, soldado? —gritó.
Raditz negó con la cabeza y dijo en voz baja, como avergonzado:
—No puedo hacerlo, Vege…
Vegeta apareció súbitamente frente a él y le dio un rodillazo en el estómago antes de propinarle un brutal gancho en la quijada tan pronto como se dobló. El príncipe le lanzó una mirada de desprecio a su compañero de toda la vida por su debilidad.
La misma debilidad que él tuvo cuando se trató de su hijo.
—Bien —escupió con odio—. Entonces los mataré a TODOS y tú lo VERÁS…
Vegeta repentinamente se dio la vuelta y esta vez no pudo esquivar por completo la ráfaga de energía que le lanzaron. Apenas lo tocó en el hombro, pero cuando le quemó la armadura y la piel, el príncipe tropezó y cayó. Levantó la vista para ver a Píccolo encima de él con una mano extendida y una pizca de humo saliendo de esta. El namekuseiyín parecía asombrado porque su oponente había sido lo suficientemente rápido como para evitar la mayor parte del impacto.
—¡Ya BASTA! —gritó Vegeta con una ira espantosa, su rostro estaba enrojecido y las venas de su cuello palpitaban—. ¡TODOS ustedes van a MORIR!
Píccolo y Raditz hicieron un breve contacto visual justo antes de que Píccolo repentinamente atacara al príncipe saiyayín. Vegeta comenzó a golpearlo de un modo despiadado, cada puñetazo era más fuerte que el anterior. Píccolo intentó desaparecer para atraparlo por sorpresa, pero el príncipe estaba fuera de sí y lo aventajaba en todo momento. El namekuseiyín apenas podía creer cuanto era superado en fuerza, cuando Vegeta lo pateó de una forma brutal al costado de la cabeza. Gokú se unió un segundo después para ayudar a Píccolo y de improviso fueron dos contra uno, pero Vegeta aún mantenía una clara ventaja.
Los tres finalmente se detuvieron cuando vieron una esfera blanca de energía que volaba hacia el cielo. Vegeta volvió a mirar a Raditz en estado de shock justo en el momento en que el saiyayín mayor cerró su puño y la luz explotó.
—Oh, mierda —siseó Vegeta por lo bajo mientras contemplaba la luz con los ojos muy abiertos.
Cuando bajó la mirada, vio lo que temía: no una, sino dos transformaciones ózarus. No tenía idea de donde había salido el niño, pero allí estaba. Observó con una mezcla de envidia, aprensión y asombro como tío y sobrino realizaban las legendarias transformaciones. Apretó los puños con fuerza, solo el que creó la luz artificial de luna podía destruirla...
—Woow —dijo Gokú al lado de Vegeta, también hipnotizado por las transformaciones frente a él, su hijo y su hermano rugían animalísticamente mientras aumentaban de tamaño. Habían destruido la luna a la llegada de Raditz para evitar que esto sucediera, pero no tenía idea de que se pudiera crear una luna artificial—. Gohan... —susurró.
—Es irreal —exclamó Píccolo al otro lado del príncipe.
Vegeta estaba a punto de gruñirles a ambos que su subordinado nunca había podido controlar la transformación cuando Raditz y Gohan abrieron sus bocas y dispararon ráfagas directamente hacia ellos. Los tres se dispersaron a toda velocidad para salir del camino. Raditz y Gohan estaban apuntando a todo lo que se movía y aplastaban enormes rocas bajo sus pies mientras continuaban con su asalto.
El príncipe voló en un ángulo complicado para intentar crear un kienzan propio, formó la afilada cuchilla de ki y apuntó su tiro a la cabeza de Gohan. Sin embargo, justo cuando iba a disparar, Raditz apareció de la nada y estrelló un enorme puño en el pecho de Vegeta, lo que obligó al príncipe a caer bruscamente contra el suelo.
Vegeta escupió sangre por el impacto, sentía que le había roto los huesos del pecho. Se quedó tumbado boca arriba tosiendo hasta que levantó poco a poco la cabeza y vio que el gran ózaru Raditz se le acercaba. Raditz abrió la boca y disparó otra ráfaga en línea recta hacia él que Vegeta apenas logró esquivar. El saiyayín de inmediato se paró, se volvió hacia Raditz y alzó la mano para disparar otro kienzan.
Desafortunadamente, Gohan disparó una ráfaga de energía propia detrás de Vegeta. No alcanzó al saiyayín, pero cayó a unos centímetros de él. El suelo estalló, lo que obligó a Vegeta a volar y a abortar su ataque.
Píccolo estuvo en un instante allí para clavarle una poderosa patada en la espalda. Vegeta estaba tambaleándose justo cuando giró hacia una ráfaga de ki de Gokú. Apenas logró levantar las manos con el fin de sacar los restos de la energía del kienzan en un intento desesperado por protegerse de la explosión. Ahora era cuatro contra uno y esta vez se hallaba en desventaja.
Vegeta intentó desaparecer de vista, planeaba ir a algún lugar para recuperar el aliento y recuperarse, pero Gokú pareció anticiparlo. Agarró al príncipe por la armadura y le dio un fuerte cabezazo. Vegeta se quedó viendo estrellas, completamente aturdido por el impacto.
—¡Raditz! —gritó Gokú dándole media vuelta a Vegeta y lo empujó hacia su hermano.
Vegeta se obligó a moverse y se disparó al aire para esquivar el enorme puño que venía hacia él. Con los ojos en Raditz, nunca vio a Gohan detrás de él hasta que fue golpeado en la espalda. El príncipe fue forzado a regresar al suelo aterrizando de bruces. Gruñó, el cuerpo le temblaba mientras lentamente volvía a ponerse de rodillas. Tan pronto como lo logró, vomitó sangre. Levantó la vista con unos ojos cansados y vio como Raditz levantaba su pie sobre él.
Pero tan pronto como Raditz lo hizo, el enorme saiyayín lanzó un grito de dolor ahogado y se congeló. Vegeta estaba jadeando por aire mientras veía como Raditz perdía su transformación y volvía a su tamaño normal. Miró por encima del hombro y vio que Gohan también disminuía de tamaño. El príncipe alzó la mirada hacia el cielo, pero la luz artificial de luna todavía seguía allí. Se preguntó qué demonios había obligado a que las transformaciones ózaru se perdieran cuando obtuvo su respuesta en la forma de una voz familiar gruñendo cerca de él.
—Eres un verdadero imbécil, lo sabes, ¿verdad?
Vegeta volvió el rostro y dejó escapar una genuina sonrisa al ver al adolescente de cabello lavanda que tenía su espada desenvainada.
—Cuida esa boca, muchacho, o la próxima vez no seré tan amable contigo —le dijo Vegeta con una voz ronca antes de estallar en una tos áspera.
Trunks resopló y comenzó a aproximarse a paso lento a su padre. Podía sentir la droga corriendo por sus venas. Literalmente le había costado casi toda su fuerza solo volar a donde estaba teniendo lugar la batalla. Sudó con profusión y avanzó a menos de una pequeña fracción de su velocidad máxima. Si no fuera por su fuerza y su poder de super saiyayín, ni siquiera habría tenido la energía para moverse. Por fortuna, eso fue suficiente para cortarles las colas a Raditz y a Gohan antes de que hirieran gravemente a su padre.
Por desgracia, Trunks no estaba seguro de poder durar en una pelea contra su madre en este momento, mucho menos contra uno de los guerreros que los rodeaban y que no estuvieran discapacitados como él.
El adolescente negó con la cabeza cuando llegó al lado de Vegeta, pero le puso una mano reconfortante en la espalda y miró a Píccolo y a Gokú que descendían al suelo. Raditz estaba sentado, al igual que Gohan. Mientras tanto, Krilin y Bulma se asomaban desde su escondite, ya que oían que todo se calmaba.
—Realmente no queremos hacerle daño a ninguno de ustedes —dijo Trunks mirando de forma específica a Gokú—. Siento lo de tus amigos.
Gokú frunció el ceño ante él y miró a Vegeta que se estaba obligando a ponerse de pie.
—¿Qué es lo que desean, muchachos? —preguntó.
Vegeta y Trunks respondieron al mismo tiempo "las esferas del dragón" y "nada", respectivamente. Padre e hijo se miraron enojados el uno al otro, pero por fortuna para Trunks, Vegeta no tenía idea de que si quería, podría derrotar a su hijo en este momento. El príncipe de forma natural asumió que no era rival para él con sus heridas, por lo que asintió cediendo ante el adolescente.
Trunks se volvió para mirar a Gokú y le explicó:
—Solo queremos destruir a Frízer. Mi padre pensó que las esferas del dragón serían la mejor manera de conseguirlo, pero yo soy un super saiyayín y puedo hacerlo.
Gokú miró al adolescente por un rato para estudiarlo de cerca. Finalmente, asintió convencido de sus buenas intenciones.
—Está bien —dijo, aunque su mirada todavía era desconfiada cuando miró a Vegeta—. Definitivamente podríamos necesitar más manos...
—Será mejor que hagas el maldito trabajo, muchacho —le gruñó Vegeta a su hijo, sin darse cuenta o sin preocuparse por las miradas cautelosas que recibía de todos los que lo rodeaban. Se limpió la sangre de la cara y giró para ver a Raditz. Su mirada se llenó de odio mientras gruñía—. Y tú, pedazo de mierda insolente y traidora…
—Vegeta —suplicó Raditz que todavía seguía sentado en el suelo tratando de llegar a un acuerdo con la pérdida de su cola—. Yo no…
El príncipe cerró la distancia entre los dos en una fracción de segundo y lo interrumpió al agarrarlo por la garganta. Levantó su mano libre, estaba demasiado enfurecido para hablar mientras se preparaba para matar a Raditz como castigo por romper su lealtad. De dónde venían, la lealtad a la familia real saiyayín estaba por encima de tu familia y de tu propia vida. Raditz había roto mucho más que su confianza cuando se puso del lado de los terrícolas en la batalla contra él. Había roto un antiguo código de honor y respeto, y debido a eso, ahora tenía que morir.
De improviso, Vegeta se detuvo justo antes de asestar el golpe mortal, incluso antes de que Gokú y Trunks le arrancaran a Raditz de las manos. No escuchó las furiosas quejas de su hijo que le gritaba directo al rostro, sus ojos oscuros parecían cada vez más distantes.
No podían ser ellos... ¿o sí?, pensó Vegeta sombríamente y miró a lo lejos. Nadie más parecía sentir nada, pero siempre había sido hipersensible a ellos aun antes de aprender a sentir los ki y los niveles de poder... y nunca se equivocó...
Trunks finalmente se dio cuenta de que su padre no escuchaba ni una palabra de lo que le estaba diciendo, así que dejó de vociferar y sus ojos verde azulados se preocuparon. Observó en la dirección a la que Vegeta miraba, pero no podía ver ni sentir nada fuera de lo común.
—¿Padre? ¿Qué pasa? —preguntó Trunks mientras Gokú ayudaba a Raditz a ponerse de pie. No muy lejos de donde se ubicaban, Píccolo también ayudaba a Gohan a levantarse. Vegeta permaneció en silencio mirando a la distancia, así que Trunks lo intentó de nuevo—. Que estas….
Entonces Trunks lo sintió. Niveles de poder, cinco enormes niveles de poder. Todos los demás también lo sintieron, porque todos se volvieron para mirar en la misma dirección hacia la que Vegeta volvía el rostro. El príncipe tragó saliva antes de finalmente hablar.
—Las Fuerzas Especiales Ginyu están aquí.