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Punto sin retorno

Capítulo diecisiete

Cada segundo cuenta

 

 

Gokú se limpió un poco de la sangre que tenía en la cara con el dorso de la mano, su corazón latía con fuerza. Había creído que Vegeta era fuerte, pero los niveles de poder que tenían ahora eran irreales. Echó un vistazo al saiyayín con el que estuvo luchando hizo solo unos momentos y viola Vegeta miraba fijamente en dirección a los recién llegados. Frunció el ceño cuando tuvo su mirada hacia su hermano: Raditz estaba sentado en el suelo frotándose el cuello con una mano. También miraba a lo lejos, aunque a diferencia de Vegeta, no podía esconder la ansiedad en su rostro.

¿Quiénes son hijos, Raditz? —Preguntó finalmente Gokú rompiendo el aturdimiento de su hermano.

—Son los hombres de Frízer —respondió Raditz y poco a poco se puso de pie—. Las Fuerzas Especiales Ginyu son el escuadrón élite de Frízer ... son más fuertes que todos nosotros.

No —lo interrumpió Vegeta, el saiyayín se agarró las costillas con un brazo y giró para mirar al grupo de guerreros—. Trunks puede derrotarlos, él es lo suficientemente fuerte.

No lo sé —reflexionó Krilin en voz alta mientras se pasaba una mano por la cabeza. Le echó una mirada a Trunks—. No quiero ofenderte, muchacho, pero parecen demasiado fuertes ...

Vegeta soltó un gruñido de furia, no solo porque sus palabras habían sido desafiadas, sino también porque se cuestionaba la fuerza de su hijo. El príncipe dio un paso hacia Krilin para hacer algo al respecto cuando Gokú se atravesó de improviso y bloqueó su camino. Vegeta hizo una pausa, a solo unos centímetros del joven saiyayín de sangre pura.

—No —dijo Gokú enérgicamente con los ojos rebosantes de ira verdadera. Ignoró el intercambio de miradas detrás de él entre sus amigos; ninguno de ellos lo había escuchado hablar con tanto odio en el tono de su voz. Todo lo que Gokú sabía era que no pudo evitar que el príncipe matara a algunos de sus amigos más cercanos. Moriría antes de volver a cometer ese error. Apenas notó que Raditz se acercaba desde atrás y lo agarraba del hombro para tirar de él—. Será mejor que te detengas, sino terminaré lo que empezamos —le advirtió.

—Hmm, déjame recordarte, Kakaroto, que con mi hijo aquí, no los necesito para manejar a las Fuerzas Especiales Ginyu. Así que retírate de mi vista o te sacaré de tu miseria como hice con tus débiles y patéticos amigos —siseó Vegeta y alzó una mano con la que empujó bruscamente la cara de Gokú, lo que envió al saiyayín más joven contra su hermano.

Raditz agarró a Gokú por la cintura justo cuando él estaba a punto de tomar represalias físicas. Trunks hizo lo mismo con Vegeta y ambos separaron a los dos saiyayíns antes de que el conflicto alcanzara mayores proporciones.

—Cálmate, Kakaroto —le ordenó Raditz mientras lo hacía retroceder—. Vegeta no es tu mayor preocupación ahora.

—"Ahora" es la palabra clave —gruñó Vegeta y se dio la vuelta para empujar a Trunks—. ¡Suéltame!

La ira en su rostro se convirtió en sorpresa, ya que Trunks tropezó hacia atrás y cayó aterrizando sentado, el aura dorada que lo cubría desapareció. Ni bien su cabello se volvió lavanda, Vegeta pudo ver con claridad que su hijo lucía anormalmente débil. No era necesario ser un genio para saber que algo no andaba muy bien.

Iba a decir algo cuando Krilin gimió.

—Rayos... ¡todavía está lidiando con el D-ADN!

—¿Qué? —gritó Raditz mientras giraba para enfrentar al guerrero más pequeño.

—Eso es imposible —gruñó Píccolo. Estaba frente a Krilin, pero miraba a Trunks y a Vegeta por el rabillo del ojo—. Si tiene sangre extraterrestre, debería haberse paralizado por completo. No hay forma de que haya podido volar.

—No, yo le disparé cuando fui con los chicos a la Corporación Cápsula —insistió Krilin mirando a Trunks—. No estábamos seguros de qué hacer con él, así que decidimos dispararle aprovechando que estaba noqueado en ese momento...

Trunks se sorprendió al escuchar la noticia. Entonces eso era lo que corría por su sangre. Sin embargo, nunca tuvo la oportunidad de comentarlo, porque Vegeta dejó escapar un sonido inhumano de ira y se abalanzó sobre los terrícolas.

—¿Ustedes, débiluchos, se atrevieron a envenenar a mi hijo? —gritó enfurecido, su mano derecha ya comenzaba a brillar con un ki letal. Trunks maldijo por lo bajo mientras luchaba por volver a ponerse de pie. Paralelamente todos volvieron a adoptar sus posiciones de lucha, excepto Gohan, que se escondía detrás de las piernas de Píccolo.

—No es veneno —insistió Raditz haciendo que Vegeta se detuviera. El príncipe fijó su mirada fría en él para que se explicara—. Recuerda, te lo dije, es solo algo temporal. Bulma tiene el antídoto que eliminará los efectos de inmediato. No es nada que no podamos resol...

—¡Entonces dáselo!

—¡No!

Hubo un silencio mortal, todos se giraron para mirar a la mujer parada detrás de Krilin. Tenía las manos sobre los hombros de su amigo como si él fuera su escudo personal contra Vegeta. Sus ojos mostraron una fiera determinación al cruzar miradas con el príncipe, aun cuando aumentaba su agarre de los hombros del pequeño guerrero.

—Bulma —susurró Krilin mirándola por encima del hombro—. No lo presiones…

—No me importa —lo interrumpió Bulma acaloradamente, sonaba más valiente de lo que se sentía—. No confío en ninguno de ellos.

Todos miraron hacia un lado al sentir que aumentaban los niveles de poder a medida que las Fuerzas Especiales Ginyu se separaban hacia diferentes lugares. Un tic se apoderó de uno de los ojos de Vegeta y apretó los dientes. Ellos no querían perder el tiempo, estaban yendo directo al grano al comenzar a purgar el planeta. Con su velocidad y su número de miembros, combinados al tamaño de la Tierra, podrían hacerlo en horas. Se giró y dio un paso hacia Bulma, pero Gokú se interpuso nuevamente en su camino.

Vegeta se detuvo y sintió ganas de arrancarse el cabello por la frustración. Sus opciones iban desapareciendo con el pasar de los segundos. Podía luchar contra los terrícolas, matarlos y luego obligar a la mujer a reanudar la búsqueda de las esferas del dragón u obligarla a ayudar a Trunks, pero era superado en cantidad y estaba herido. No solo eso, sino que los picos de energía atraerían la atención de las Fuerzas Especiales Ginyu. No, involucrarlos ahora era una mala idea, lo que solo le dejaba una opción.

—Mira —comenzó a decir Vegeta con los dientes apretados dirigiéndose a todos ellos a pesar de que solo hacía contacto visual con Gokú—. Los miembros de las Fuerzas Especiales Ginyu son más fuertes que cualquier cosa que sus patéticas mentes puedan imaginar. Son los guerreros élite de todo el universo. Van a purgar la vida de este planeta y no se detendrán hasta que la población entera esté muerta, eso incluye a todos los que estamos parados aquí. ¿Entiendes lo que digo o tengo que hacer un maldito dibujo?

—Él dice la verdad —agregó Raditz, sus rasgos se tensaron por la aprensión—. No son tan fuertes como Frízer, pero siguen siendo demasiado poderosos para cualquiera de nosotros.

—No para mí —gruñó Trunks y se volvió a poner de pie. Lentamente puso la espada en su funda mientras todos lo miraban—. Puedo matarlos... pero no así —agregó frustrado.

Gokú miró otra vez a Trunks antes de volver el rostro hacia los niveles de poder que estaba sintiendo. Apretó los puños con fuerza cuando sintió que ellos usaban su energía bruta para producir poderosas explosiones de ki.

—Mientras más tiempo estemos aquí, más de tu gente morirá —dijo Vegeta sin rodeos después de leer la ira en el rostro del joven saiyayín.

—¿Podemos confiar en ti? —preguntó Gokú, sin mirar al príncipe.

Vegeta resistió el impulso de soltar un resoplido de hastió. Si confianza era usar a estos guerreros para su ventaja y luego matarlos tan pronto como la amenaza de las Fuerzas Especiales fuera resuelta, entonces sí, él era confiable. Sabiamente guardó su último plan para sí mismo y respondió con frialdad.

—Digamos que por el momento, para mí, todos ustedes son más útiles vivos que muertos.

—Puedes confiar en nosotros —dijo Trunks y se acercó lentamente a su padre, que puso los ojos en blanco ante la debilidad de su hijo. Al adolescente no le importó eso, solo miró a su joven madre—. Por favor, necesito tu ayuda. Mi padre tiene razón, cuanto más esperemos, más personas morirán.

Bulma estudió a Trunks por unos segundos y se mordió ansiosamente el labio inferior. Había algo en el muchacho que la hacía querer darle el beneficio de la duda, pero no podía señalar qué era.

—Es nuestra única oportunidad —le susurró Krilin. Ella se sintió un poco incómoda y miró nerviosa hacia donde todos sintieron a las Fuerzas Especiales Ginyu. Raditz les había contado todo sobre las purgas que hacían los hombres de Frízer y no quería que eso le sucediera a su planeta. Si todos podían confiar en Trunks y en Vegeta, tal vez ella también podría.

—Muy bien —cedió Bulma finalmente—. No llevo el antídoto conmigo ahora, pero si volvemos a la Corporación Cápsula, puedo aplicártelo allí.

—Ve con ella entonces —ordenó Vegeta mirando a Trunks—. Cuanto más rápido esté fuera de tu sistema, más rápido te desharás de ellos. El resto de nosotros los distraeremos y ganaremos más tiempo.

Trunks asintió mientras Gokú agregaba:

—Bien, pero Krilin los acompañará.

El saiyayín le lanzó una mirada a su mejor amigo, Krilin inclinó la cabeza en señal de entendimiento y levantó el rifle que había traído consigo. Nadie dijo nada, pero un segundo disparo del D-ADN era fatal, algo que incluso Raditz no sabía. Si llegaba el momento y Trunks demostraba no ser confiable, el pequeño guerrero podía acabar definitivamente con él.

—¿Puedes volar? —le preguntó Krilin a Trunks mirándolo con ojos críticos.

—Sí —respondió el adolescente mientras se secaba el sudor de la cara. Estaba exhausto, pero tenía que hacer lo que tenía que hacer—. Hagámoslo.

—Está bien —dijo Krilin, el pequeño guerrero puso el brazo alrededor de la cintura de Bulma para acercarla a él.

—Vuelen cerca del suelo y mantengan su poder bajo —indicó Vegeta.

Trunks asintió al mismo tiempo que Krilin alzaba vuelo con Bulma aferrándose a él. El adolescente reunió los pocos restos de la energía que le quedaban y siguió su ejemplo. Mientras Raditz, Vegeta y Píccolo los veían desaparecer de vista, Gokú se giró para buscar a su hijo.

—Gohan, ven aquí —le ordenó. El niño se sorprendió, no obstante, hizo lo que le dijeron y se acercó a su padre. Las facciones de Gokú se suavizaron un poco—. Me sentiría más tranquilo si vuelves a casa con tu madre mientras nos ocupamos de esto, hijo.

La expresión en la cara de Gohan cambió a una de decepción. 

—Pero yo quiero ayudar, puedo ayudar —insistió el niño.

Gokú sonrió y puso una mano sobre la cabeza de Gohan. Podía sentir lo fuerte que era, aun así, también sabía que esta próxima batalla tenía el potencial de complicarse. No quería que su hijo fuera parte de eso.

—Puedes ayudar cuidando a tu madre.

—Pero…

—Haz lo que dice, niño —lo interrumpió Raditz—. No tenemos mucho tiempo.

Gohan cambió su peso torpemente e hizo una mueca de dolor, ya que el muñón en su espalda baja se irritó al tratar de mover su cola inexistente. Gokú retiró la mano y el niño lo miró de nuevo.

—Estarás bien, ¿verdad? ¿Ganarás? —preguntó Gohan desesperado por un poco de esperanza cuando todo lo que vio a su alrededor eran rostros sombríos que anticipaban lo peor.

—Claro que sí, ahora vete —dijo Gokú dándole un empujoncito en dirección a su casa.

Gohan miró a Píccolo y luego a su tío. Evitó el contacto visual con Vegeta, ya que el hombre aún lo asustaba a muerte, antes de terminar mirando a su padre. Era solo un niño, pese a eso, podía decir que su padre no estaba siendo completamente honesto con él. Sin embargo, asintió y despegó a regañadientes rumbo a su hogar.

No hay forma de garantizar eso. Si algo sale mal, estamos todos muertos, le dijo Raditz mentalmente a su hermano.

Gokú lo miró y sonrió un poco. Quizás sí, pero no sin pelear.

—Está bien —comenzó a decir Vegeta y se volvió para enfrentar a los tres guerreros más fuertes del planeta que podían ayudarlo—. Necesitamos un plan para luchar contra las Fuerzas Especiales. Esto es lo que deben saber sobre ellos y esto es lo que haremos...

**********

Desafortunadamente para Trunks, no había suficiente determinación o motivación en el mundo que pudiera derrotar al potente paralizador fabricado para extraterrestres de Bulma. El adolescente duró ocho minutos hasta que su cuerpo tuvo demasiado y se rindió por completo. Apenas logró controlar su caída por el aire, aterrizó de rodillas en la tierra y se desplomó.

Cuando Krilin sintió que el ki de Trunks descendía, miró por encima del hombro. De inmediato se detuvo en el aire y descendió hacia donde el adolescente estaba tumbado de costado. Él y Bulma corrieron para arrodillarse a su lado.

—Oye, muchacho —le dijo Krilin sacudiéndolo por el hombro con urgencia—. Debes levantarte, tenemos que seguir.

—No puedo —gruñó Trunks—. No me puedo mover.

—El D-ADN finalmente está entrando en su sistema —declaró Bulma mientras estudiaba al adolescente con un ojo científico—. Tomó algo de tiempo, pero está reaccionando y haciendo lo que se supone que debe hacer. No puedo creer que haya tardado tanto.

—Maldición —siseó Trunks. El adolescente entrecerró los ojos hacia la distancia y su audición sensible apenas pudo captar las explosiones—. Tengo que levantarme.

—No hay nada que puedas hacer a menos que esperes unas horas para que salga de tu sistema —respondió Bulma mirando al muchacho preocupado—. La única solución es ir a buscar el antídoto.

—Puedo llevarte —sugirió Krilin—. Será un poco difícil con Bulma, pero puedo hacerlo…

—No —lo interrumpió Trunks—. Solo los retrasaré más de lo que ya lo he hecho. Vayan sin mí, irán más rápido de esa manera, yo me quedaré aquí.

Krilin aceptó de inmediato el plan, asintió y fue a tomar a Bulma para cargarla nuevamente, cuando la joven se apartó de él.

—¡No podemos dejar a Trunks aquí en medio de la nada, Krilin! —gritó la joven haciendo que su pequeño amigo se estremeciera.

—Pero tenemos que darle a este muchacho el antídoto.

Fue interrumpido por Bulma que lo golpeó en el pecho y se inclinó hacia él.

—¡La única razón por la que necesitamos el antídoto es porque le disparaste con el D-ADN! ¡Lo menos que podemos hacer ahora es moverlo a algún lugar para que no esté a la vista de esos monstruos que vuelan por la Tierra!

Krilin balbuceó un poco antes de responder.

—Pero no podemos…

—¡Mira, hay una pequeña cueva justo allí! Podemos llevarlo a ese lugar —replicó Bulma en voz alta ignorando a su ansioso amigo, ya que solo se concentraba en Trunks. Krilin miró con exasperación como ella valientemente intentaba arrastrar al adolescente a la cueva sola. Después de unos segundos de no llegar a ninguna parte, la joven volvió el rostro hacia Krilin—. ¿Y bien? ¿Me vas a ayudar o qué? ¡No puedo mover a este muchacho yo sola, sabes!

Krilin soltó un suspiro de derrota antes de ir a ayudarla. Con su colaboración, solo tomó unos diez segundos esconder a Trunks. Krilin apoyó al muchacho contra la pared de la cueva para que se sentara. Trunks estaba cubierto de sudor y luchaba por respirar. Entornó los ojos y vio que Bulma lo estudiaba con curiosidad.

Krilin la jaló por el brazo mientras le decía a Trunks:

—Volveremos con el antídoto lo antes posible.

—Sí. —Bulma asintió casi distraída, su mente era un hervidero de pensamientos, ya que comenzaba a juntar las piezas. Le dio al adolescente una sonrisa forzada—. No te vayas a mover de aquí.

Trunks gruñó despacio como respuesta, estaba demasiado agotado para formar las palabras y solo cerró los ojos a fin de conservar lo poco que le quedaba de fuerzas. Krilin no perdió más tiempo, agarró a Bulma y volvió a volar. Esta vez fue considerablemente más rápido, ya que no tenía que mantener el ritmo del adolescente.

Volaron durante unos diez minutos antes de que Bulma dijera:

—Si alguna vez tengo un hijo, lo llamaría Trunks, ese es el nombre que siempre me gustó.

—¿Qué? —preguntó Krilin sorprendido.

—Pensé que era una coincidencia, pero él está teniendo la misma reacción específica al D-ADN que Gohan —reflexionó Bulma en voz alta—. Píccolo, Raditz y Gokú solo quedaron paralizados, no se quedaron sin energía... en cambio Gohan...

Krilin no sabía el motivo, pero una parte de él se sentía incómodo con el rumbo de esta conversación. 

—¿No dijiste que Gohan tuvo esa reacción porque tenía sangre humana?

—Sí.

—Ese muchacho no puede tener sangre humana. Su padre es Vegeta, él es un saiyayín.

—Pero si él fuera un saiyayín de sangre pura, su reacción habría sido la misma que la de Gokú y la de Raditz —razonó Bulma—. Así que no puede serlo...

—Sí, tal vez sea un mestizo. Quién sabe qué otras clases de extraterrestres existan.

Bulma podía escuchar la voz de Trunks en su mente, clara como el día: Soy de este planeta... Nací y crecí en la Tierra... Te conocí en el futuro...

—Oh, Kamisama —dijo aferrándose a Krilin con más fuerza mientras palidecía. No puede ser. No, eso tenía que ser imposible. El padre de Trunks era ese despiadado pedazo de mierda saiyayín, una miserable escusa de hombre al que odiaba con cada fibra de su ser. Trató de calmar su mente para ponderar todo otra vez. Vegeta era la única pieza del rompecabezas que no encajaba y era una pieza lo suficientemente grande como para descartar por completo la teoría.

—¿Bulma? ¿Qué pasa? —le preguntó Krilin con preocupación.

—Nada.

—¿Estas segu…

Súbitamente Krilin se detuvo en el aire, ante su vista aparecieron las afueras de la Capital del Oeste. Se quedó boquiabierto cuando vio el humo y le llegó el olor a muerte. Aun peor que eso, podía sentir los niveles de energía de dos miembros de las Fuerzas Especiales Ginyu. Al estar tan cerca de ellos, percibía cuán poderosos eran. Tragó saliva, nunca había sentido algo similar en toda su vida.

—¿Por qué te detuviste? —le preguntó Bulma mirando por encima del hombro en la dirección hacia la que Krilin miraba. Se quedó sin aliento al ver el estado de destrucción de su ciudad natal.

—Yo sé por qué —respondió Krilin apretando su rifle con temor. La Corporación Cápsula estaba en la Capital del Oeste, así que no había forma de evadirla. Tenía que entrar y tenía que hacerlo rápido. Tragó saliva de nuevo, en el fondo deseaba que Gokú hubiera sugerido que Píccolo o Raditz acompañaran a Bulma y a Trunks en su lugar.

Pero entonces, tendría que ayudarlos a luchar cara a cara contra las Fuerzas Especiales Ginyu. Un simple hombre no puede ganarles, pensó Krilin con desaliento.

—Está bien —dijo asintiendo para sí mismo—. Ellos no nos esperan, así que entraremos a hurtadillas, sacaremos lo que necesitamos y luego regresaremos.

—Suena bastante fácil —comentó Bulma mientras Krilin descendía lo suficiente como para mantenerse cerca del suelo, tal como Vegeta le dijo.

—Sí... bueno, vamos entonces...

**********

El capitán Ginyu cruzó los brazos sobre su amplio pecho y se rio al ver que Rikkuum derrumbaba sin esfuerzo otro enorme edificio en el centro de la Capital del Oeste. Sus órdenes eran breves y claras: capturar a Trunks y llevarlo para que se encuentre con su destino final. Frízer no los envió a ciegas, les había dado una solución potente del antiguo mineral nrehi para neutralizar la fuerza del muchacho. El plan era simple, Guldo congelaría el tiempo, iría y hundiría la jeringa con el nrehi en Trunks, luego lo tomarían y lo llevarían ante Frízer.

El capitán se quedó inmóvil mientras Rikkuum continuaba destruyendo la ciudad. Le divertía ver como los humanos corrían a su alrededor completamente aterrados. Él no participaba de la purga, pero la disfrutaba. Después de todo, si el muchacho estaba en este planeta, la purga lo haría salir de una forma u otra.

Miró hacia el lado donde Guldo le disparaba ráfagas a algunas de las personas que huían de la destrucción. 

—Dense prisa —le ordenó a sus dos hombres—. Quiero volver a lo que estaba haciendo en planeta Yijon, así que aceleren el ritmo.

—Sí, capitán —respondieron Guldo y Rikkuum. Ambos comenzaron a acumular más energía en sus ataques y de pronto la Capital del Oeste consistió de escombros, fuego, cadáveres y humo. El capitán sonrió aprobatoriamente. Ahora estaba mejor.

—Bueno —retumbó—, no parece que nuestro amigo esté aquí. Vayamos a otro lugar, el tiempo es…

De improviso, la luz de los tres rastreadores se activó. Todos se volvieron inmediatamente para ver a Píccolo flotando en el aire. El ki del namekuseiyín emanaba de la poderosa aura blanca que lo rodeaba. El capitán levantó la mano hacia su rastreador para obtener una lectura de la nueva amenaza.

—Un namekuseiyín en este planeta —reflexionó—, que interesante.

—Ya han hecho suficiente —gruñó Píccolo apretando los puños mientras su nivel de poder seguía aumentando y con este los valores en los rastreadores de las Fuerzas Especiales.

—¿En serio? —lo desafió el capitán sorprendido, pero no intimidado en lo más mínimo por la fuerza del namekuseiyín que flotaba sobre él.

—Sí —respondió Píccolo y una lenta sonrisa se extendió por su rostro. Acto seguido, llevó dos dedos hasta su frente, chispas azules se dispararon a su alrededor y comenzó a convocar rápidamente una extraordinaria cantidad de energía—. Su bienvenida se acabó.

Antes de que el capitán pudiera responder, tres saiyayíns de sangre pura atacaron de la nada, rodearon a Rikkuum y a Guldo por detrás y los tomaron por sorpresa. Vegeta no perdió el tiempo, se disparó hacia las espaldas de Guldo y le arrancó la cabeza antes de que el guerrero pudiera darse la vuelta por completo. No muy lejos de él, Gokú y Raditz formaron un equipo contra Rikkuum; Raditz le enterró una rodilla en la espalda mientras su hermano menor, en toda su gloria kaioken, le daba una fuerte patada en el cuello.

El capitán se dio la vuelta justo a tiempo para ver caer el cuerpo sin vida de Guldo al suelo y a Rikkuum caer de rodillas. Rápido como un rayo, Gokú entró en acción y atrapó a Rikkuum con un brutal gancho que le arrancó el rastreador de la cara y lo envió volando hacia Raditz. El saiyayín mayor apareció al lado de Rikkuum en medio del aire, pateó con fuerza al guerrero más grande y lo forzó a volar hacia arriba.

Vegeta que lo esperaba en lo alto inmediatamente le disparó una poderosa ráfaga de ki azul. Al mismo tiempo, Píccolo le disparó su makankosapo a Ginyu que estaba completamente distraído por los saiyayíns, lo que hizo que Gokú y Raditz se apartaran del camino.

Ambos disparos dieron en el blanco y hubo una explosión masiva. El polvo y el humo se precipitaron hacia el cielo nublando toda visión. Vegeta levantó una mano para protegerse los ojos, respiraba con dificultad por tener que reunir tanta energía en tan poco tiempo. Gokú se acercó lentamente a él.

—¿Crees que funcionó? —preguntó el saiyayín más joven poniendo las manos en su cintura para intentar recuperar el aliento. Trató de ver entre el humo, pero no pudo.

—Creo que sí —dijo Vegeta tosiendo un poco mientras Píccolo descendía—. No puedo sentirlos.

—Yo tampoco. Tenías razón, no esperaban eso —dijo Gokú, sus rasgos finalmente se relajaron un poco y sonrió.

—Eran muy fuertes, pero no muy listos —señaló Píccolo en voz alta mientras el humo comenzaba a disiparse. Rikkuum yacía boca abajo en el suelo, su uniforme de batalla estaba quemado y hecho jirones.

—No eran famosos por ser listos, te lo aseguro —agregó Raditz y caminó hacia ellos.

—Podría decir lo mismo de los saiyayíns —dijo de repente una voz divertida.

Todos miraron en estado de shock a Ginyu en el aire detrás de ellos con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa de superioridad en su rostro. Se hallaba ileso.

—Monos presumidos, arrogantes y tontos. Admito que estoy sorprendido de verte aquí, Vegeta. Todos los informes decían que probablemente estabas muerto, tengo que admitir que me complace que no sea así.

Vegeta abrió la boca para hablar, pero no pudo formar las palabras. Como si lo que pasaba no fuera lo suficientemente desastroso, detrás de ellos, Rikkuum se puso de pie llamando la atención de todos. El color desapareció del rostro de los saiyayíns cuando lo vieron sonreírles. Incluso Píccolo parecía un tono verde más pálido. Aparte del daño en su armadura y su uniforme, se veía bien.

—Bueno, no fue muy educado que me atacaran por la espalda —se rio Rikkuum.

—Es imposible —murmuró Raditz—. No hay forma de que puedan ser tan fuertes...

—Dime... ¿tienes un plan de respaldo, Vegeta? —susurró Gokú, sus manos estaban apretadas en puños como respuesta a la ansiedad real que lo inundaba por primera vez. Había puesto todo lo que tenía en sus ataques contra Rikkuum, sin éxito.

—Estoy pensando —siseó el príncipe. Píccoro y él estaban frente a Ginyu y espalda con espalda con Gokú y Raditz, quienes tenían enfrente a Rikkuum.

—No quiero apresurarte, pero piensa más rápido —gruñó Píccolo con impaciencia.

—¡Entonces cierra tu maldita boca y déjame hacerlo! —le respondió Vegeta mientras desesperado trataba de idear algún tipo de plan, pero tenía la mente en blanco. Había querido herir siquiera un poco a Rikkuum y a Ginyu para emparejar el terreno de juego y darles una oportunidad. Al menos así podrían haber sostenido un combate contra los dos guerreros élite el tiempo suficiente para que Trunks se recuperara del D-ADN.

—Aun cuando sería muy entretenido ver qué plan se te ocurre, se nos está agotando el tiempo —les informó Ginyu mientras descendía lentamente al suelo—. Ahora dinos dónde está el muchacho y puede que dejemos libres a uno o dos de ustedes. Quizás podríamos perdonarte a ti, Vegeta. Estoy seguro de que el Gran Frízer estaría encantado de que te llevemos con él —se rio Ginyu.

Un tic se volvió a apoderar de uno de los ojos de Vegeta ante el simple pensamiento y escupió sus siguientes palabras:

—El muchacho que buscas no está en este planeta.

—¿Así? ¿Entonces dónde está? —lo desafió Ginyu.

—Está en el planeta Pyris. Lo dejé allí antes de venir aquí. Estás desperdiciando tu tiempo en este planeta, a menos que quieras incumplir tu fecha límite con Frízer —le advirtió Vegeta.

Rikkuum resopló. 

—Vegeta, siempre has sido mentiroso.

—No es una mentira, es la verdad —intervino Raditz siguiendo el ejemplo de Vegeta—. No he visto al mestizo desde que estuvimos juntos en Rithica. Vegeta vino solo.

—Mmm, claro —dijo Ginyu sonriendo de nuevo—. Pero ya purgamos ese planeta, el muchacho no está allí, él vino contigo a la Tierra. Si estás mintiendo es porque todavía sigue vivo, así que ¿dónde está?

Vegeta miró a Ginyu de un modo desafiante y gruñó acaloradamente.

—No sé dónde está Trunks e incluso si lo supiera, nunca te lo diría.

—Bueno, ya que no me darás la respuesta y el muchacho aún no está aquí, supongo que tú y tu grupo de inadaptados no me serán de utilidad —señaló Ginyu encogiéndose de hombros. Miró más allá de los cuatro haciéndolos girar para ver a Rikkuum—. ¿Harás los honores? —preguntó el alienígena.

—Con mucho gusto —respondió Rikkuum dando un paso adelante—. Bueno, ¿quién quiere morir primero?

—Tenemos que ganar más tiempo —gruñó Vegeta.

—Entonces, ¿qué sugieres? ¿Pelear de frente? —preguntó Gokú. El príncipe lo miró con el ceño fruncido, porque pensaba que el guerrero estaba siendo sarcástico, pero se sorprendió cuando vio que hablaba en serio y parecía listo para luchar, al diablo con las probabilidades. Vegeta le dio una sonrisa de suficiencia; el guerrero más joven era un verdadero saiyayín después de todo.

—Sí, pero uno a la vez —susurró Vegeta—. Así les daremos a Trunks y a los terrícolas el tiempo que necesitan.

Sin esperar una respuesta, Vegeta dio un paso adelante para enfrentar a Rikkuum solo. Raditz inmediatamente trató de ir tras él, sin embargo, Gokú lo agarró por el brazo y lo jaló hacia atrás.

—¡Es superado en fuerza! —siseó Raditz. A pesar de todo lo que había pasado entre él y Vegeta, no quería ver que lo eliminaran.

—Todos somos superados en fuerza —razonó Píccolo—, pero él los conoce y es más fuerte que tú, así que puede comprar más tiempo.

—Trunks regresará pronto, estoy seguro —agregó Gokú, sin soltar a Raditz—. Además, es su elección, déjalo pelear.

Vegeta escuchó la conversación que se daba en voz baja detrás de él, pero la ignoró. Respiró hondo mientras miraba a su enemigo y bloqueó todos los demás pensamientos de su mente. Lo que tenía que hacer ahora era luchar y mantenerse vivo, los cuales eran sus más grandes talentos. El problema era que estaba más que un poco magullado por su anterior batalla contra los terrícolas y también se sentía agotado. Hubiese sido un hueso duro de roer para Rikkuum si estuviera al cien por ciento, en cambio, en su actual situación, no estaba seguro de cuánto tiempo duraría.

—Vaya, aquí viene el primer retador —dijo Rikkuum con una sonrisa de oreja a oreja. Detrás de todos ellos, Ginyu dio un paso atrás, activó un nuevo enlace de comunicación con su rastreador y le transmitió la información a Jeice y a Burter. Nadie se dio cuenta y Rikkuum continuó—. Bueno Vegeta, será divertido darte tu última pelea.

Vegeta se burló. 

—No eres el primero en decirme eso y no serás el último —le garantizó y lentamente cambió a una posición de lucha a pesar de su dolor. El rastreador de Rikkuum se activó de inmediato y las cifras comenzaron a aumentar a toda prisa mientras los escombros se arremolinaban en el aire alrededor de Vegeta, que incrementaba su poder.

Rikkuum sonrió. 

—Eso lo veamos...

**********

Al mismo tiempo, en la Capital del Oeste, la purga aún continuaba. En medio del caos, Krilin intentó moverse tan discretamente como pudo entre los daños, pero cada vez era más difícil ignorar la muerte a su alrededor. Bulma caminaba detrás de él, aferrada con fuerza a su espalda.

—No falta mucho —susurró Krilin. Estaban a menos de dos kilómetros del complejo ahora.

Se escondió en un callejón, su corazón palpitaba a mil por hora mientras hacía todo lo posible por seguir rastreando la ubicación de los dos guerreros. Siguió corriendo cuando de pronto un edificio explotó a su lado, enviándolos a él y a Bulma a estrellarse contra otro edificio.

Sus oídos resonaban por la explosión mientras parpadeaba lentamente. Krilin se sacudió y se arrastró hacia Bulma que estaba en el suelo.

—¿Te encuentras bien? —susurró.

—Sí —respondió ella con una voz débil. Su costado y su brazo quedaron adoloridos por el golpe en la pared, y todavía seguía afectada por lidiar con Vegeta antes, no obstante, estaba bien. Volvió el rostro hacia Krilin, pero él miraba más allá del edificio destruido. Bulma siguió su línea de visión y soltó un grito ahogado.

Había un alienígena de piel roja con el cabello largo y blanco que llevaba una variante del uniforme que vestían Vegeta y Raditz. Estaba en el aire de espaldas a ellos con una mano levantada sobre su cabeza. Descansando en esta había un autobús escolar lleno de niños que gritaban aterrorizados.

—¡Hey, Burter! —le gritó a alguien que Krilin y Bulma no pudieron ver—. ¿Cuánto tiempo crees que puedo balancear esta cosa con un dedo?

—¡No lo sé, Jeice! ¿Por qué no lo averiguas? ¡Te cronometraré! —Fue la alegre respuesta.

Krilin volvió a mirar a Bulma mientras luchaba visiblemente por mantenerse bajo control. 

—Tengo que hacer algo para ayudar...

—¡Pero no puedes salvarlos sin que te vean! —exclamó Bulma—. Mira, Krilin, solo piensa en esto, ¿de acuerdo? Podemos desear que todos vuelvan a la vida, ¡pero ahora tenemos que ayudar a Trunks!

—¿Tienen que ayudar a quién?

Bulma y Krilin se dieron la vuelta completamente conmocionados para encontrarse cara a cara con un alienígena azul similar a un lagarto que les sonreía. Los ojos del alienígena se posaron en Krilin mientras su sonrisa se extendía. Levantó la mano y juguetonamente golpeteó su rastreador verde con un dedo.

—Deberían tener cuidado con esas emociones, te delatan siempre. —El alienígena se rio—. El capitán mencionó que la Tierra tenía algunos guerreros, aunque tú no eres muy impresionante. Él dijo que el muchacho que estamos buscando se llama Trunks. ¿Será el mismo Trunks del que estaban hablando?

Ni Krilin ni Bulma respondieron. Detrás de ellos, en el aire, Jeice se echó a reír.

—Supongo que ahora tienen problemas para hablar, ¿eh Burter? Será mejor que los hagas soltar la lengua.

—Siento más curiosidad por lo que decían de regresar a alguien a la vida. Al capitán y al Gran Frízer les encantaría saber sobre eso.

Oh, mierda, Bulma y Krilin pensaron con amargura. El pequeño guerrero respiró entrecortadamente. Si ellos no volvían con el antídoto de Trunks, todos iban a morir. Esto dependía de ellos.

Dependía de él.

—Toma, úsalo en caso de que lo necesites —le susurró Krilin a Bulma y le entregó el rifle—. Vete, yo me ocuparé de estos dos.

Los ojos de Bulma se ampliaron alarmados.

—Pero, Krilin…

—Estaré bien —dijo dándole una sonrisa forzada—, solo vete.

—Pero…

Krilin no le dio más advertencias, ya que de improviso atacó a Burter de frente. Bulma no perdió el tiempo, se puso de pie y salió corriendo a una velocidad que nunca supo que tenía sosteniendo el rifle cerca. Echó una mirada por encima de su hombro, no la perseguían.

Krilin solo tardó unos preciosos segundos de lucha en descubrir que Burter y Jeice no sabían cómo suprimir su ki. Esquivó un golpe de Burter, desapareció de vista, luego apareció en la esquina de un callejón y escondió su ki.

—¡Rayos, esto debe ser una broma! ¿No me digas que lo perdiste? —gritó Jeice.

—Está por aquí en alguna parte. No te preocupes, no llegará muy lejos —le aseguró Burter e inmediatamente comenzó a cazar al pequeño terrícola.

Krilin entró en silencio por la ventana de un edificio que todavía estaba en pie y desapareció de vista en un apartamento vacío. Rápidamente miró hacia atrás. Jeice ahora lanzaba el autobús de arriba abajo en su mano como un niño. Krilin bajó la mirada y vio que Burter lo buscaba, luego miró a lo lejos para tratar de distinguir a Bulma de entre la multitud que huía, no le fue demasiado difícil debido al color de su cabello.

Respiró hondo, era ahora o nunca. Ya determinado, salió por la ventana, saltó al techo y luego se agachó. Echó una mano hacia atrás y formó un kienzan.

Antes de que el rastreador de Jeice hubiera registrado el pico de poder, Krilin ya había lanzado su ataque a la mayor velocidad posible. El rastreador de Jeice tardó un segundo demasiado largo en activarse y cuando se volvió hacia la fuente de poder, fue inmediatamente decapitado por el disco destructor de Krilin.

Todos los niños gritaron ni bien el autobús cayó en picada casi diez pisos al suelo. Sin embargo, en lugar del choque y la muerte inmediata que esperaban, la caída desaceleró y ellos terminaron por caer al suelo, esta vez, tan solo unos pocos centímetros. De pie afuera del autobús, Krilin jadeaba por aire mientras retrocedía.

Se dio la vuelta para escabullirse y encontrar a Bulma, cuando Burter apareció repentinamente de la nada justo detrás de él.

—Mala idea. —Se burló Burter.

Con eso dicho, disparó una ráfaga de ki a la espalda de Krilin que salió por su pecho para horror de los niños que miraban desde el autobús. Krilin cayó de rodillas, se las arregló para llevarse una mano al pecho, allí sintió la sangre tibia en la punta de sus dedos y finalmente se desplomó.

Burter movió un poco al guerrero caído con la punta de bota para asegurarse de que estuviera muerto y luego echó un vistazo a la forma decapitada de su camarada. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y mientras se alejaba, activó su rastreador para hablar con su capitán.

**********

Vegeta usaba todas las maniobras estratégicas que conocía en su lucha por seguir vivo, pero Rikkuum lo estaba desgastando. Cuanto más aumentaba de poder, más fácil parecía que Rikkuum lo derribaba. El príncipe jadeaba con sangre en la garganta mientras recibía una feroz paliza, no duraría por mucho más tiempo a este ritmo.

Como si percibiera lo mismo, Rikkuum atrapó sin ningún esfuerzo una desesperada patada dirigida a su cabeza mientras luchaban en medio del aire. Con un solo movimiento, agarró el tobillo de Vegeta, descendió rápidamente arrastrándolo por detrás y lo estrelló de cara contra el suelo. Utilizó tanta fuerza que el concretó explotó por el impacto, se formó un cráter notable en el lugar y polvo se elevó hacia el cielo.

Raditz gruñó e hizo de nuevo un movimiento para avanzar, pero Gokú y Píccolo lo agarraron antes de que lo hiciera.

—No te involucres —le susurró Gokú.

—¡Lo va a matar!

—¿Y qué vas a hacer? —le dijo Píccolo con dureza—. Vegeta es más fuerte que tú y está perdiendo. No puedes hacer nada. Además, Vegeta todavía está furioso contigo, ¿o lo has olvidado?

—Ninguno de ustedes lo entiende —siseó Raditz y se liberó de sus manos—. Él sigue siendo mi príncipe, ¡es mi deber ayudarlo!

—La raza saiyayín está muerta, Raditz. No le debes nada a Vegeta, mucho menos tu lealtad —dijo Gokú, sin entender la persistencia de Raditz y de Vegeta en seguir un código que estaba muerto.

Tampoco entendía la fría mirada de odio que Raditz le dirigió después de sus palabras. Gokú se sorprendió cuando su hermano se paró frente a su cara.

—La raza saiyayín no está muerta, Kakaroto —le aseguró Raditz con desprecio—. Aun quedamos tres con vida y mientras Vegeta respire, nuestra lealtad es hacia él, nos guste o no.

—Bueno, eso no te impidió que casi lo mataras antes —señaló Gokú.

—La forma ózaru te dá sed de sangre, idiota. Solo los guerreros élite como Nappa y Vegeta tienen el control total —dijo Raditz volviendo la vista hacia Ginyu, él le devolvió una mirada divertida. La voz de Raditz bajó mientras continuaba—. Eso no significa que pueda matar a Vegeta sin esa transformación en caso de tener la oportunidad. Y tampoco significa que pueda pararme y ver como uno de los hombres de Frízer lo mata.

Todos miraron a Ginyu cuando se dio la vuelta para gruñir en su rastreador.

—¿Qué quieres decir con que está muerto?... Bueno, ¿dónde estabas?... Muy bien, escúchame y escúchame bien. Esa chica claramente sabe dónde está el muchacho, encuéntrala y hazla hablar, ¿me oyes? ¡No hagas que tenga que ir hacia allá para arreglar tu desastre!

Píccolo maldijo en voz baja. 

—Demonios, eso no suena bien. Algo debe haber sucedido.

Todos volvieron el rostro hacia Rikkuum. Con el polvo ya despejado, el hombre alto comenzó a sacudirse el uniforme. Bajó la mirada al cráter para ver al príncipe caído que aún no se había movido de donde aterrizó. Rikkuum avanzó hacia él, se agachó, lo agarró por el tobillo nuevamente y arrastró su forma maltrecha y flácida fuera del cráter antes de levantarlo.

—Hasta aquí llegamos —resopló Rikkuum mientras inspeccionaba al príncipe saiyayín ensangrentado e inconsciente. Extendió su mano libre, esta comenzó a brillar con su ki y le apuntó a la cara—. Bueno, ha sido divertido, pero la diversión no dura para siempre.

Justo cuando estaba a punto de descargar una ráfaga de energía, Raditz se disparó en el aire y sorprendió a Rikkuum con una fuerte patada en la cara. Rikkuum retrocedió conmocionado y soltó a Vegeta antes de caer.

Raditz aterrizó de pie con los ojos abiertos a mas no poder, estaba sorprendido por sus propias acciones. Solo reaccionó, años de velar por Vegeta lo hicieron actuar por puro instinto. Después de todo, creía en lo que dijo, una cosa era estar en la forma ózaru y luchar contra Vegeta para proteger a su nueva familia y otra muy distinta, quedarse ahí parado y verlo caer ante uno de los soldados de Frízer.

Tal vez parte de él también quería redimirse ante los ojos de Vegeta por su traición anterior. No lo sabía, pero ya era demasiado tarde para retroceder. Miró sobre su hombro y vio a Gokú detrás de él arrodillado junto a Vegeta que tosía sangre. Gokú lo volteó de costado para que no se ahogara.

—Él está bien por ahora —dijo Gokú luego de ponerse de pie y se acercó a Raditz—. La próxima vez podrías darme una advertencia antes de hacer algo así.

—Lo siento, fue puro instinto —respondió Raditz sin rodeos.

—Sabes que podríamos morir aquí, ¿verdad?

—Vegeta probablemente me iba a matar por lo que hice —comentó Raditz encogiéndose de hombros—. Defenderlo es una forma mucho mejor de morir, creo.

—Nunca entenderé esa cosa saiyayín.

—Un día lo harás.

Gokú miró a su hermano por unos segundos y frunció el ceño. Ambos volvieron a mirar a Rikkuum que ya estaba de pie. Por primera vez en todo el día, los hermanos saiyayíns vieron verdadera ira en su rostro cuando escupió un diente desprendido.

—Ambos van a pagar por esto —juró Rikkuum.

—Acaba con ellos rápido. Hemos perdido suficiente tiempo aquí —gritó Ginyu.

Raditz y Gokú no pudieron salir del camino antes de que Rikkuum volara directamente hacia ellos para estampar sus rodillas en las barbillas de los dos. Ambos fueron lanzados hacia atrás y se estrellaron contra un enorme edificio de ladrillos, uno de los pocos que quedaba en pie. Raditz se recuperó de inmediato y volvió a alzar vuelo, sin embargo, Rikkuum fue más rápido, apareció por encima de él y le dio un brutal codazo a un lado de la cabeza. El saiyayín cayó al suelo noqueado.

Al instante fue reemplazado en la lucha por Gokú. Píccolo los veía pelear desde abajo y quedó completamente atónito cuando vio que el joven saiyayín fue capaz de lanzarle algunos buenos golpes a Rikkuum. Era evidente que había regresado mucho más fuerte de su entrenamiento

Aun así, no era suficiente. Rikkuum atrapó una rodilla que apuntaba a sus costillas y enterró su codo en la pierna de Gokú, lo que le rompió los huesos con el impacto y lo hizo aullar de dolor. Rikkuum siguió con un fuerte golpe en la cara. Píccolo apretó los dientes, ya que veía que Gokú tomaba el castigo mientras trataba de defenderse con desesperación. El saiyayín venía dando una buena pelea, pero a estas alturas se estaba quedando sin energía. No podría durar mucho más.

El namekuseiyín debatía si finalmente se uniría a la lucha o no cuando, de improviso, apareció otro guerrero que lanzó un golpe escandalosamente poderoso al cuello de Rikkuum. El alienígena aterrizó casi inconsciente en una explosión de humo y concreto.

Gokú tosió y tanto él como Píccolo alzaron la vista esperando encontrar a Trunks, en cambio, vieron incrédulos al otro saiyayín mestizo flotando en el aire.

—¿Gohan?

**********

Bulma finalmente corrió la última cuadra hacia su casa. Su corazón dio un vuelco cuando vio que partes del complejo ya habían sido destruidos. Aun así, siguió adelante, le ardían los pulmones y jadeaba por aire. Miró por encima del hombro y gritó al ver que Burter volaba hacia ella. Todavía estaba lejos, no obstante, cubría el terreno de una forma inhumanamente rápida.

Huyó tan rápido como pudo, pero a él solo le tomó unos segundos alcanzarla. Burter aterrizó justo detrás de la joven y la hizo caer en el césped.

—Quiero saber dónde está ese muchacho, así que te sugiero que comiences a hablar —la amenazó Burter cuando Bulma se dio la vuelta y se sentó.

Ella retrocedió lentamente maldiciendo su mala suerte. Estaba tan cerca de llegar a casa, a menos de diez metros de distancia. Bien podrían haber sido diez océanos con este alienígena en frente.

—No sé dónde está… —comenzó a decir Bulma antes soltar un grito de dolor cuando Burter se movió a la velocidad de la luz y la agarró por el cabello para obligarla a ponerse de pie.

—No tengo tiempo para mentiras. Necesito saber dónde está ese muchacho, Tru...

Las palabras murieron en su garganta mientras soltaba a Bulma. La joven volvió a caer sobre el césped con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

—Estoy justo aquí —gruñó Trunks desde atrás, su brazo ya estaba firmemente alrededor del cuello de Burter. Tenía el cabello pegado a su frente por el sudor y los ojos nublados por el agotamiento. Sin embargo, eso no hizo nada para evitar que empujara su espada más profundamente dentro del pecho de Burter, el metal de primera calidad atravesó la armadura por delante sin ningún esfuerzo.

Trunks miró a su madre. Ante la mirada de horror en sus ojos, de golpe comprendió que esta exhibición no era apropiada. Al pasar tanto tiempo con Vegeta, se había vuelto peligrosamente insensible a la violencia. Demonios, incluso disfrutó la sensación atravesar el pecho de Burter con su espada; el sujeto merecía un castigo por amenazar a su madre.

Trunks retiró la espada lentamente. Burter cayó sin vida a sus pies y el adolescente miró a Bulma, sin darse cuenta de la sangre azul que manchaba su espada y su chaqueta.

—¿Trunks? —preguntó Bulma casi sin fuerzas.

—El antídoto —dijo con una voz ronca—. Ve por él ahora.

Bulma no necesitó que se lo dijera dos veces, solo se levantó y salió corriendo. Tan pronto como lo hizo, los ojos de Trunks se cerraron y cayó de espaldas completamente agotado. Pensó que no le quedaban fuerzas, pero una vez que sintió que el ki de Vegeta disminuía, se obligó a moverse a punta de pura fuerza de voluntad. Había pensado que podría encontrarse con Krilin y con Bulma a mitad de camino para acortar el tiempo, en cambio, se topó con la Capital del Oeste purgada y sintió que el ki de Krilin caía. Ante la posibilidad muy real de perder a sus dos padres el mismo día, siguió adelante y ahora ya no le quedaba nada de fuerza.

Trunks apenas notó cuando Bulma se arrodilló a su lado unos minutos después. Ella agarró su mano, le subió la manga de la chaqueta e introdujo una aguja en la vena que pasaba por su muñeca.

—Lamento haber demorado, los laboratorios fueron destruidos, pero afortunadamente quedaba suficiente material para preparar el antídoto. Esto deberá revertir los efectos del D-ADN en solo unos minutos.

Trunks asintió sin abrir los ojos. Con suerte, Gokú y el resto aguantaran ese tiempo.

—Bueno, ya que ahora estamos aquí... —comenzó a decir Bulma con torpeza—. Tengo que preguntarte algo... ¿cómo exactamente es que te conozco en el futuro?

—Ya lo sabes —suspiró.

—¿Qué?

—Ese es el tono que siempre usas para hacerme una pregunta cuando ya conoces la respuesta —dijo Trunks echándole un vistazo—. Supongo que ya descubriste que soy tu hijo.

Bulma se quedó sin palabras y miró al adolescente tirado en el césped con la boca abierta. Ella lo sospechaba, pero aún no estaba preparada para confirmarlo. Examinó sus facciones cuidadosamente y se sintió abrumada por la gran cantidad de emociones que la inundaron. ¡Un hijo! Ella tenía un hijo...

Su rostro de repente se puso rojo por la furia y el asco.

—¿Quieres decirme que tengo un hijo en el futuro con ese miserable malnacido? —gritó haciendo que Trunks se estremeciera.

—Bueno, no me mires así —dijo Trunks a la defensiva y se sentó lentamente. Su fuerza estaba volviendo, solo faltaba un poco más—. Tú eres quien se enamoró de él.

—Eso no puede ser —argumentó Bulma—. Debo haberte mentido. ¿Quizás eres el hijo de Yamcha?

Trunks resopló y se levantó poco a poco. 

—Cree lo que quieras. Solo sé que no se suponía que ibas a conocer a mi padre de esta manera. Y ten por seguro que no deberías conocerme en este momento. Todo esto se ha ido al infierno y es mi culpa — dijo en un susurro y bajó la mirada a su mano, ya que intentaba formar una esfera de ki. Solo faltaban unos segundos más.

Ante el odio a sí mismo en su voz, los ojos de Bulma mostraron compasión. Instintos maternales que nunca supo que tenía subieron repentinamente a la superficie mientras alcanzaba su brazo.

—Trunks…

El adolescente apartó su brazo. 

—Mira, ya no importa. En este momento tengo que ayudarlos, así que quédate adentro y no salgas a menos que te diga que soy yo —le ordenó adoptando inconscientemente el tono autoritario de su padre.

—Pero…

El disparo de una ráfaga de ki al cadáver de Burter, la interrumpió. Esta lo desintegró en el acto y dejó un cráter en su lugar. Una fracción de segundo después, la poderosa aura del super saiyayín estalló alrededor de Trunks. Bulma alargó de nuevo la mano hacia él, pero el adolescente la ignoró y despegó para volar hacia los ki restantes que podía sentir.

Adiós a nacer en esta línea de tiempo...

**********

—¿Gohan? —preguntó Gokú desconcertado. Gohan parpadeó y finalmente salió de la bruma de su furia. Había estado escondido observando la batalla desde lejos, con lo cual desobedecía la orden de su padre de marcharse. Ya se había estremecido lo suficiente porque sabía lo fuerte que era Vegeta y aun así lo vio caer. Pero al ver a su tío seguir su ejemplo y luego a su padre recibir una andanada de golpes... fue demasiado y enloqueció. El niño volvió el rostro para ver que Gokú lo estaba mirando en estado de shock. Abajo, en el suelo, Píccolo mostraba la misma expresión.

—Noqueado por un niño, quien lo iba a decir —suspiró el capitán Ginyu irritado mientras Rikkuum se sentaba con dificultad—. Estás cerca de ser reemplazado de las Fuerzas Especiales.

—Lo siento, capitán —dijo Rikkuum—. Me haré cargo de todo.

—Sabes qué, te echaré una mano —anunció Ginyu ganándose las miradas de sorpresa de los guerreros. El capitán sonrió burlonamente—, la verdad es que se estaba haciendo bastante aburrido seguir al margen.

—Gohan, vete de aquí —susurró Gokú y jaló al niño para ponerlo detrás de él.

Abajo, Ginyu y Rikkuum hacían un extraño baile moviendo los pies a toda velocidad mientras alternaban poses en preparación para luchar juntos. Ante la escena, las antenas de Píccolo se crisparon y tanto Gokú y como Gohan los miraron confundidos. El namekuseiyín desapareció de vista y reapareció no muy lejos de Gokú.

—¿Tú también estas aburrido de mantenerte al margen? —bromeó Gokú.

—Hmm —gruñó Píccolo y sonrió un poco—. No me importa si Vegeta muere y nunca me ha importado mucho Raditz, para ser honesto. Y sinceramente, Gokú, a una parte de mí no le importaría verte morder el polvo.

—¿Ah sí? Entonces, ¿por qué sigues en este lugar? —lo desafió Gokú sonriendo también.

—Porque sería bastante penoso haber invertido tanto tiempo en entrenar a Gohan, solo para que el niño muera en su primer combate —respondió Píccolo tranquilamente antes de mirar al pequeño—. Así que será mejor que salgas de aquí, niño. No es necesario que te mezcles más en esto... ¿qué están haciendo?preguntó desconcertado mientras miraba a Ginyu y a Rikkuum que todavía seguían bailando.

—No lo sé —admitió Gokú—, pero Gohan, debes…

Fue cortado violentamente cuando el capitán Ginyu se lanzó al aire sin previo aviso. De un codazo en el cuello, envió al saiyayín a estrellarse contra el suelo donde se unió al grupo de inconscientes que formaban Vegeta y Raditz.

Sin dudarlo, Rikkuum abrió la boca y de allí salió una potente ráfaga de energía dirigida al pequeño mestizo saiyayín que quedó expuesto sin su padre allí para protegerlo. Gohan se congeló de miedo al ver y sentir la enorme y poderosa energía que venía hacia él.

Sin embargo, justo en la última fracción de segundo, el niño fue empujado bruscamente.

Gohan solo pudo ver con horror cómo su salvador y mentor, Píccolo, se enfrentaba de lleno al impacto del rayo de energía. El grito de agonía de Píccolo resonó en los oídos de Gohan, un sonido que perseguiría sus sueños en los años venideros. Incluso cuando no quedaba nada del namekuseiyín, Gohan solo podía seguir mirándolo con los ojos llenos de lágrimas. Píccolo, el mismo Píccolo que había rechazado sus intentos de amabilidad, que solo lo miró con desdén cuando le preguntó si podían ser amigos, acababa de morir para protegerlo.

—Maldición. Estaba apuntando al niño y el namekuseiyín se interpuso en el camino —se rio Rikkuum.

—¡Un noble sacrificio, en efecto! —señaló el capitán Ginyu mirando al niño que era el último guerrero que quedaba para defender a los terrícolas—. Es una pena que sea en vano, porque todos aquí morirán.

Gohan se dio la vuelta lentamente, su pequeño cuerpo temblaba de rabia y su ki se disparó al ver a Rikkuum. El niño no podía controlarse, estaba a punto de salir volando para luchar hasta la muerte si era necesario, cuando Trunks repentinamente apareció detrás de él. El saiyayín mestizo de mayor edad agarró con rapidez a Gohan por la cintura, lo jaló hacia su pecho y lo mantuvo allí para que no pudiera luchar.

—Cálmate, niño —le ordenó Trunks a un Gohan que luchaba desesperadamente por liberarse. Sin embargo, el agarre de Trunks era inquebrantable y Gohan no pudo romperlo, así que gritó de frustración. Trunks se sorprendió por la cantidad de fuerza que tuvo que usar para contener al niño y le susurró con suavidad—. Lamento no haber llegado lo suficientemente rápido como para salvar a Píccolo, pero no dejaré que mueras también.

Esta vez no, añadió Trunks en silencio. Gohan rompió a llorar y terminó sollozando miserablemente, ya que su ira pasaba y el dolor lo comenzó a abrumar.

—Hey, ustedes dos —gruñó Trunks de un modo peligroso y llevó su mano libre hasta su espada, pero mantuvo su agarre ajustado sobre Gohan con el otro brazo—. Mi nombre es Trunks Briefs, escuché que me estaban buscando.

El capitán Ginyu y Rikkuum se miraron el uno al otro sorprendidos. Todavía en el aire, el capitán miró a Trunks y alzó el brazo para activar su rastreador. Lo dejó funcionar durante unos segundos pasados los cuales vio un nivel de poder de poco más de ochenta mil. Si Frízer no le hubiera dado una descripción física, no habría creído que este era el muchacho que habían estado buscando.

El capitán maldijo por lo bajo en su propio idioma. Él debía estar escondiendo su verdadero poder. Necesitaba un plan. Miró a Rikkuum, abrió un enlace telepático con su compañero y le dio una orden simple: distraer a Trunks para que él pudiera hundirle el nrehi. Rikkuum asintió y Ginyu volvió a mirar a Trunks.

—Voy a hacerlo realmente simple para ti, muchacho. Si vienes con nosotros, le perdonaremos la vida a ese niño y al resto de la población de tu planeta junto con tus amigos de allí abajo. Si te niegas, mataremos a todos, ¿qué eliges?

Trunks le dio una sonrisa de suficiencia. 

—Me niego. Supongo que ahora es tu turno.

Todo sucedió demasiado rápido excepto para Trunks. Rikkuum se elevó en el aire a su aterradora velocidad habitual, pero se detuvo a medio camino cuando Trunks cubrió los ojos de Gohan para que no pudiera ver como arrojaba su espada a modo de lanza con la otra mano. Fue muy rápido para que Rikkuum la esquivara y terminó atravesándole la garganta. Una fracción de segundo después, Trunks atrapó, a solo unos centímetros de su cuello, la aguja que Ginyu le lanzó.

El alienígena se quedó boquiabierto cuando el cuerpo sin vida de Rikkuum golpeó el suelo. Trunks lentamente giró la cabeza, fijó su intensa mirada en el capitán y dejó caer la aguja al suelo. Se inclinó y le susurró a Gohan:

—No mires abajo.

Gohan asintió. Trunks lo liberó de su agarre y lo puso protectoramente detrás de él al igual que Gokú lo había hecho hace unos momentos.

—Parece que vamos uno contra cero a mi favor. ¿Tienes algún otro truco bajo la manga o estás listo para acabar con este juego? —le preguntó Trunks sarcásticamente.

Como último recurso, Ginyu estaba a punto de intentar su técnica de cambio de cuerpo, pero antes de que pudiera hacerlo, Trunks apareció a sus espaldas, alzó la mano y disparó una poderosa ráfaga de ki que lo atravesó de la misma manera que sucedió cuando Krilin fue asesinado. Ginyu murió antes de tocar el suelo. Finalmente, la amenaza había terminado.

El adolescente dejó caer la mano y recorrió con la mirada los restos de la Capital del Oeste, sentía una horrible sensación de déjà vu. Se había aventurado dentro de esta ciudad en su línea de tiempo y se veía casi igual. Algo en su corazón le dolió ante el pensamiento, pero hizo a un lado el sentimiento y buscó con la mirada a Raditz, a Gokú y a Vegeta, que fueron vencidos y quedaron tirados en el suelo. Podía sentir sus ki débiles aún presentes. Ellos vivirían.

Con un profundo suspiro que lo dejó sintiéndose agotado, caminó hacia Ginyu. Con poca delicadeza, pateó al cadáver en las costillas, lo que obligó al alienígena más grande a rodar sobre su espalda. Trunks se agachó, le quitó el rastreador y lo estudió cuidadosamente. El enlace de transmisión estaba encendido. Alguien había estado escuchando todo el tiempo, alguien todavía lo seguía haciendo.

El adolescente sacudió el polvo del rastreador para ponérselo mientras caminaba hacia Rikkuum. Una vez que estuvo a su lado, le quitó la espada y la volvió a poner en su funda, ensangrentada y todo. Luego llevó hacia adelante las manos, reunió una cantidad impresionante de energía y disparó dos ráfagas que desintegraron los restos de los dos guerreros de élite. Con una última ráfaga, le disparó a Guldo dándole el mismo tratamiento.

Bajó las manos y evaluó con calma:

—Entonces, ¿estos son los tipos que envidian por mí? Estoy decepcionado, Frízer.

Se oyó una risa siniestra en el rastreador y una voz muy familiar respondió:

No lo estés. Solo quería encontrarte, querido muchacho, ya que  insistes  en huir en lugar de enfrentarte a mí.

—Estoy aquí en la Tierra y no estoy huyendo, así que si me quieres, ven a buscarme —lo desafió Trunks.

—Claro, mi precioso mono mestizo, tus deseos son órdenes. Te veré pronto.

Con eso dicho, terminó la transmisión.