Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ Quemado hasta los cimientos ( Chapter 19 )

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Punto sin retorno

Capítulo diecinueve

Quemado hasta los cimientos

 

 

Cuando Trunks y Vegeta estuvieron en el espacio viajando camino a la Tierra, entrenaron todos los días, sin falta. Naturalmente, Trunks se sintió cómodo al entrar en la Habitación del Tiempo con él para conseguir un año de entrenamiento antes de la llegada de Frízer. Después de todo, ya había hecho eso con su padre. La única diferencia era que no se encontraban en una nave espacial y que la gravedad era un poco más alta en la Habitación del Tiempo. Sabía qué esperar y estaba ansioso por comenzar el entrenamiento que ayudaría a su padre a ascender.

En retrospectiva, no tenía idea de en lo que se había metido.

Trunks pensaba que sabía lo intenso que podía ser su padre, pero esto iba más lejos de lo que llegó a ver en todo el tiempo que pasaron juntos. Vegeta se había convertido en un hombre poseído en su búsqueda por convertirse también en un super saiyayín. Antes, el combate fue principalmente en beneficio de Trunks, para enseñarle técnicas y estrategias más allá del simple uso de la fuerza bruta. Además, él y Vegeta habían estado limitados en el espacio, ya que disparar ráfagas de ki habría destruido la nave espacial.

Ahora todas las cartas estaban echadas. El "entrenamiento" se componía de batallas brutales, despiadadas y violentas entre padre e hijo. Cualquier extraño que los mirara habría pensado que Trunks y Vegeta eran enemigos jurados que intentaban literalmente matarse. Se usaron ráfagas de ki y se usaron a menudo, cualquier táctica sucia de guerra era empleada siempre que fuera posible. Los golpes bajos se aceptaban y utilizaban de inmediato cuando el otro bajaba la guardia. Trunks le dio buen uso a su espada y, más de una vez, las manos de Vegeta terminaron siendo lastimadas, sus palmas quedaban destrozadas y goteando sangre al tratar de bloquear el arma. Por lo general, los días agotadores terminaban solo cuando Vegeta se desmayaba por el cansancio. Trunks lo llevaba de regreso a sus aposentos y todas las veces, se decía a sí mismo que el día siguiente no sería tan intenso, pero siempre se equivocaba.

Ya quedaba menos de un mes. Vegeta se había impacientado. Ahora era mucho más fuerte, sin embargo, aún no alcanzaba la transformación del super saiyayín. Trunks seguía insistiendo en que se estaba acercando, pero venía diciendo eso por meses.

—¡Deja de mentirme! —gritó un enfurecido Vegeta a la cara de Trunks un día cuando ya había tenido suficiente. El príncipe se sostenía sobre una rodilla jadeando por aire debido a su última pelea. Trunks se inclinó y le ofreció una mano; Vegeta no la aceptó, hoy no, y enojado la echó a un lado.

—Pero, padre, estás cerca —insistió Trunks, sin aliento también—. Todavía tenemos tiempo…

—No, esto no está funcionando —siseó Vegeta con frustración mientras se volvía a poner de pie temblando. Le dio la espalda a su hijo y contempló el blanco abismo de la nada—. Me falta algo...

—Tal vez necesitas una respuesta emocional —sugirió Trunks una vez que se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano—. No pude ascender hasta que encontré a Gohan luego de su asesinato. Quizás lo que tienes que hacer es pensar en alguien que hayas perdido.

Hastiado, Vegeta puso los ojos en blanco. 

—Ahórrate el discurso, muchacho, no he perdido a nadie que me importe.

—¿Qué me dices de tu padre?

—Murió porque era demasiado débil.

—¿Y tu madre?

—Era aún más débil.

—Padre... ¿quieres decirme que no te importó en lo absoluto que murieran? —lo presionó un Trunks incrédulo.

—Por supuesto que me importó en ese momento, idiota —dijo Vegeta cuando se dio la vuelta para mirar a su hijo—. Yo era un niño, los niños son emocionales. Ya hemos hablado del tema.

—Bueno, tal vez puedas usar eso…

—No —lo interrumpió Vegeta bruscamente negando con la cabeza—, no funcionará.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque ya no me importan. —El príncipe escupió las palabras con una voz fría antes de dirigirse a sus aposentos.

Trunks lo miró con el ceño fruncido mientras reflexionaba. Vegeta estaba cerca, podía sentirlo cuando peleaban, pero por alguna razón, parecía incapaz de acceder su verdadero poder. Si eso no se debía a un bloqueo físico, ¿era por un bloqueo mental? Y si ese fuera el caso, ¿cómo podía ayudarlo a superar eso?

La respuesta que le llegó de inmediato lo hizo dudar. Podría ser contraproducente y destruir la relación que tanto trabajó le costó construir con su padre. Se asustó un poco ante la idea, pero ¿y si funcionaba? Nada más lo había hecho hasta ahora.

Respiró hondo antes de asentir con determinación. Valía la pena el riesgo.

Vegeta se alejaba a paso lento con las manos en las caderas mientras respiraba con dificultad. Estaba exhausto y frustrado consigo mismo por su falta de progreso. Levantó una mano temblorosa para frotarse los ojos; contemplaba tomarse unos días de descanso, cuando Trunks apareció detrás de él.

Antes de que el príncipe pudiera terminar de parpadear, su hijo ya lo había sujetado por el cuello con un brazo y tirado bruscamente hacia atrás. Los ojos de Vegeta se abrieron por la sorpresa: Trunks nunca lo había obligado a continuar cuando estaba claro que terminaron ese día. Su conmoción se convirtió en ira ni bien sintió un doloroso golpe en las piernas que lo obligó a caer de rodillas.

Trunks aumentó su agarre alrededor del cuello de Vegeta que luchaba frenéticamente por liberarse. El adolescente ejercía su fuerza superior y abrumadora sin contenerse para obligarlo a sentir cuán grande era la diferencia de poderes entre los dos.

—¿Qué pasa?, ¿no puedes defenderte? —Se burló Trunks sonando muy parecido a su padre. Aumentó su agarre aún más haciendo que la cara de Vegeta se pusiera roja como la sangre—. Debería haber sabido que eras demasiado débil para entrenar conmigo. No sé por qué te traje aquí, debí traer a Gokú y entrenarlo durante dos años, al menos así tendría un desafío.

Vegeta tembló de furia y llevó un brazo hacia atrás en un esfuerzo desesperado por romper el agarre de Trunks, pero el adolescente detuvo ese brazo con su mano libre y lo dobló hacia un lado con facilidad. Vegeta trató de volar, aunque solo fuera para obtener algún tipo de ventaja. Casi de inmediato, sintió que el poder de Trunks se disparaba al ascender a su estado de super saiyayín y lo mantuvo fácilmente en su lugar mientras él forcejeaba para liberarse.

La visión del príncipe comenzó a oscurecerse por la presión insoportable sobre su garganta. Su forcejeo y lucha se volvieron aún más desesperados. Trunks nunca antes había ido tan lejos y no pudo evitar preguntarse si su propio hijo trataba de matarlo.

—¿Sientes ese poder? Eso es un verdadero super saiyayín. ¿Y adivina qué? Nunca lo vas a tener, así que, ¿por qué no te rindes para que te largues de aquí y Gokú pueda entrar. Mírate, eres una pérdida de tiempo.

El ki de Vegeta crujía alrededor de ellos en respuesta a su ira y desesperación. El príncipe no era consciente de su poder, solo se centraba en tratar de liberarse. Estaba empapado en sudor, tenía los ojos cerrados y sus venas palpitaban mientras trataba febrilmente de liberarse del agarre que lo sujetaba, sin éxito.

Pero Trunks era muy consciente de lo rápido que se disparaba el ki de su padre. Casi sentía el sabor de la anticipación, solo un poco más...

—¿Dices que ya no te importa la muerte de tus padres? ¿Quieres saber lo que pienso? Creo que estás mintiendo. Finges que no te importa porque sabes que fue TU culpa que murieran. Eras demasiado débil y blando para salvarlos...

El poder de Vegeta explotó con tanta fuerza que casi rompió el control del adolescente por completo. Trunks se recuperó rápido, pero el príncipe ni siquiera lo notó. Solo era consciente del fuego que respiraba justo debajo de su piel, el aliento de un animal que rugía por que lo liberaran. Vegeta temblaba al agarrarse del brazo de su hijo quien lo sujetaba por el cuello, tenía la seguridad de que estaba a punto de morir. Luchaba desesperadamente por controlar su poder mientras Trunks le gritaba que hiciera lo contrario.

—¡Déjalo salir, padre! —exclamó el adolescente a su oído—. ¡DÉJALO SALIR!

Vegeta gritó cuando su poderosa aura azul se convirtió en oro por solo una pequeña fracción de segundo y sus ojos oscuros cambiaron a un color verde azulado. Sin embargo, igual de rápido, el poder se le escapó de las manos antes de que se diera cuenta de que estaba allí. Fue mucho, demasiado, y no podía respirar. Su poder cayó en picada y se desmayó.

Trunks se sentó, agarró a su padre y lo tiró hacia atrás para que se recostara contra él. Vegeta seguía temblando, pero Trunks no podía borrar la gran sonrisa de su rostro así lo intentara y tuvo que resistir el impulso de soltar un grito de triunfo. Todo su arduo trabajo iba a dar sus frutos. Vegeta no se había transformado, no, y aun así, se acercó mucho.

Dejó que la respiración errática del príncipe se calmara antes de sacudirlo suavemente por su armadura.

—Padre. —Trunks volvió a sacudirlo por la armadura haciendo que Vegeta se estremeciera mientras comenzaba a volver en sí—. ¡Casi lo lograste!

—¿Qué…? —dijo Vegeta con una voz ronca y se sintió mareado cuando poco a poco abrió los ojos.

—¡Casi te conviertes en un super saiyayín! —gritó Trunks lleno de emoción.

—Hmm, hijo de puta —susurró su padre.

Trunks no podía decir si Vegeta estaba admirado, ya que se acercó tanto o lo maldecía por lo que había hecho y dicho. Lo ayudó a ponerse de pie lentamente y la emoción en sus ojos dio paso a la incertidumbre al preguntarse cuánto daño le hizo.

—Padre... sabes que no lo dije en serio... —Trunks comenzó a arrepentirse—. Lo siento, solo...

—Cállate, muchacho —refunfuño Vegeta mientras ponía su brazo alrededor de los hombros de Trunks para permanecer parado apoyándose en él. Su hijo lo estabilizó instintivamente—. Si fueras inteligente, lo habrías hecho antes.

Trunks sonrió un poco aliviado. 

—Sí, supongo que sí. Nos habría ahorrado a los dos muchas peleas.

—Eso crees.

Trunks ayudó a Vegeta a caminar en silencio. El príncipe estaba prácticamente de pie cuando llegaron a sus aposentos. Ni bien alcanzaron su cama, Vegeta se derrumbó sobre ella y cayó al instante en un sueño profundo y curativo. Trunks lo revisó para asegurarse de que estuviera bien antes de ir a su propia habitación. Se sentía muy confiado. No les quedaba mucho tiempo, pese a eso, un mes sería suficiente, estaba seguro de ello.

Pero los días pasaron y Vegeta nunca estuvo tan cerca de convertirse en un super saiyayín de nuevo. Padre e hijo probaron una mezcla de cosas diferentes: más peleas, más provocaciones por parte de Trunks, más descanso. Incluso probaron más comida, pero nada funcionó. Habían quedado atrapados y los días seguían transcurriendo.

Ahora solo quedaba un día y Vegeta estaba enojado. De acuerdo, por lo general siempre estaba enojado, aunque hoy era mucho peor. Se veía melancólico y Trunks había tenido cuidado de evitarlo. Una tarea difícil considerando dónde se hallaban. No entrenaron, ya que hace mucho tiempo decidieron que su último día sería dedicado al descanso. Pero era hora de alimentarse y servir la comida era el trabajo de Trunks.

El adolescente estaba ahora en la gran despensa frunciendo el ceño mientras examinaba los restos que quedaban. No era mucho y tuvieron que reducir el tamaño de sus raciones habituales en los últimos días para que la comida durara. Honestamente, se sorprendió de que hubiera durado tanto.

—Queda un poco de jamón —gritó Trunks—. ¿Eso está bien?

—No me importa —dijo Vegeta enojado. Estaba sentado a la mesa mirando las puertas que daban a la salida.

Trunks suspiró mientras salía con medio jamón para que lo compartieran. 

—Padre, te has vuelto mucho más fuerte. Sé que no ocurrió la transformación, pero…

—Cierra la boca, mestizo.

Cayeron en un profundo silencio. Trunks se sentó frente a su padre y partió el jamón. Vegeta comió sin pronunciar una palabra, pero Trunks no tenía mucho apetito. No deseaba pasar más tiempo en este lugar, aunque imaginaba que el entrenamiento no sería tan intenso con Gokú. Al menos confiaba en eso.

—No entiendo por qué insistes en pasar un año aquí con el tonto de Kakaroto —comentó finalmente Vegeta una vez que terminó su jamón. La comida en su estómago lo calmó lo suficiente como para entablar una verdadera conversación—. Tú y yo podemos seguir otro año.

Trunks levantó la vista de su jamón intacto y alzó una ceja. 

—Cuando regrese a mi línea de tiempo, ¿te quedarás para proteger a la Tierra contra los androides?

—No.

—Por eso también voy a entrenar a Gokú —dijo Trunks sonriendo un poco—. Solo tomo mis precauciones.

—¿Precauciones?

—No importa.

—Hmm, quizás mate a Kakaroto por diversión y luego me apoderaré del planeta. ¿Qué piensas de eso, muchacho? —preguntó Vegeta extendiendo la mano para tomar el jamón del plato de Trunks.

—Lo bueno es que conozco tus secretos de lucha, así que puedo decírselos a Gokú.

—Qué bueno que no te conté todos mis secretos.

—Realmente no vas a pelear con él, ¿verdad? No quedan muchos saiyayíns.

—Sí, pero está destinado a ser más fuerte que yo —respondió Vegeta con un indiferente encogimiento de hombros y se echó el último trozo de jamón a la boca.

—¿Y eso qué? Yo soy más fuerte que tú.

—Eso es diferente. Eres mi hijo, tienes la sangre de un guerrero élite. Él es basura de tercera clase, al igual que su hermano. Mataré a Kakaroto y lo disfrutaré.

Trunks suspiró y se pasó una mano por su cabello lavanda suelto. 

—Padre, por favor, ayúdame con los androides...

Vegeta se rio al ver la angustia de su hijo.

—No te preocupes, muchacho, no mataré a tu precioso salvador... todavía. Esperaré hasta que los androides sean destruidos. Para ese momento, Kakaroto debería haber alcanzado todo su potencial. Entonces mi victoria será más dulce.

—¿Así que te vas a quedar en la Tierra cuando me vaya?

—¿Estás sordo o solo tratas de molestarme? Ya te dije que no. Con Frízer y sus mejores hombres fuera del camino, seré el guerrero más fuerte del universo. Me convertiré en el emperador y el universo se inclinará a mis pies. Luego, cuando haya pasado el tiempo suficiente, volveré a la Tierra, mataré a Kakaroto de una vez por todas y anexaré a la Tierra a mi imperio.

—Parece que ya lo tienes todo planeado.

—Sí.

—Pero me gustaría que te quedaras.

Vegeta resopló. 

—Solo quieres que me quede para que folle a tu madre y así puedas nacer.

—Bueno... —dijo Trunks sonrojándose por la franqueza de su padre—... Sí, sería bueno nacer, pero no todo es acerca de mí, se trata de ti también. La Tierra era tu hogar en mi línea de tiempo y sé que no lo quieres oír, pero te importaba mi madre…

—Ya es suficiente —gruñó Vegeta y se puso de pie. Plantó las manos sobre la mesa y enojado, se inclinó hacia su hijo—. Escúchame bien, muchacho, porque no te volveré a decir esto. Cumpliré con mi destino y ninguna mujer ni ningún hijo mestizo me detendrá.

—Pero padre... nosotros somos tu destino.

—Mi destino es gobernar, muchacho, siempre lo ha sido. Tú y tu madre no fueron más que errores.

Trunks asintió manteniendo fácilmente el dolor fuera de sus ojos. Aun así, no importaba porque Vegeta ya se dirigía a su habitación personal para descansar. Trunks suspiró antes de mirar el reloj. No era la primera vez que Vegeta lo había llamado un error y probablemente no sería la última. Eso no era relevante, tenían cosas más urgentes de qué preocuparse.

Finalmente, al día siguiente, padre e hijo salieron de la Cámara del Tiempo con Trunks a la cabeza. Gokú y el señor Popo estaban parados allí, acompañados de Raditz que se mantenía a cierta distancia, solo. Gokú se alegró cuando vio al adolescente. Desde que escuchó que era el hijo de Bulma en el futuro, su perspectiva sobre él cambió bastante. Sin embargo, su sonrisa se desvaneció un poco al ver que Vegeta aparecía detrás de su hijo. Los brazos del príncipe se encontraban cruzados sobre su armadura ahora maltratada y tenía una expresión distante, casi aburrida, como si ninguno de ellos valiera la pena.

—Me aseguraré de reponer los suministros para otro año de entrenamiento —anunció el señor Popo. Gokú asintió y el señor Popo se marchó a hacer eso.

Luego, Vegeta y Gokú hicieron contacto visual y, no por primera vez, Gokú se preguntó si era prudente que él y Trunks se alejaran por un día. Con ambos entrenando en la Cámara del Tiempo, Vegeta se convertiría en el guerrero más fuerte del planeta. Podía imaginarse saliendo de la Cámara del Tiempo para ver a su planeta reducido a cenizas. No era un pensamiento reconfortante en lo más mínimo, especialmente cuando notó que los ojos de Vegeta se oscurecían al verlo.

—Vaya, se siente genial estar fuera de allí —dijo Trunks con alegría mientras se estiraba un poco, era ajeno a la tensa mirada entre su padre y Gokú. Volvió el rostro y Gokú hizo contacto visual con él—. ¿Te importaría si me das al menos unos minutos antes de volver? Ha pasado un año, ¿sabes?

—¡Oh, claro! Tómate todo el tiempo que necesites. Todavía tenemos dos días, después de todo —señaló Gokú sonriendo—. Bueno, ¿cómo les fue en el entrenamiento?

Trunks se encogió de hombros.

—Nos fue…

—Cállate, muchacho —lo interrumpió Vegeta bruscamente haciendo que su hijo lo mirara—. No debes discutir nuestro entrenamiento con ese tonto nunca, ¿lo entendiste?

Trunks asintió y miró a los otros saiyayíns.

—¿Cómo está todo por acá? ¿Hay alguna novedad?

—Nada fuera de lo común, excepto que los terrícolas están en pánico porque ahora saben que unos alienígenas atacaron sus ciudades —respondió Raditz encogiéndose de hombros con indiferencia.

—Repararemos todo el daño más tarde con las esferas del dragón —agregó Gokú.

—Está bien. Solo déjenme tomar un poco de aire fresco, luego regresaremos a la cámara y comenzaremos —dijo Trunks que miraba a su padre mientras tenían un intercambio mental silencioso. Vegeta asintió y ambos se alejaron de los hermanos saiyayíns.

Cuando llegaron lo más lejos que pudieron, Vegeta dejó de caminar y molesto, miró a su hijo.

—Hemos estado entrenando juntos por un año. ¿Qué demonios tienes que decirme ahora que no pudiste decirme antes?

—Toma —le indicó Trunks y sacó la última semilla del ermitaño de su bolsillo. Extendió la mano hacia su padre—. Guarda esto. Fue muy difícil no usarla cuando entrenábamos y las cosas se pusieron pesadas. No quiero caer en la tentación de malgastar la única semilla que nos queda durante el próximo año de entrenamiento, podríamos necesitarla en un par de días cuando Frízer llegue.

—Hmm, no la necesitaré…

—Padre —suspiró Trunks—. Por favor, solo guárdala.

Vegeta puso los ojos en blanco y extendió el brazo hacia la semilla, pero su hijo tomó su mano cuando lo hizo y la acercó a él. El príncipe levantó una ceja ante la mirada seria en el rostro de Trunks.

—¿Qué pasa? —preguntó Vegeta.

—Confío en ti.

—No voy a comerme esa maldita cosa, muchacho estúpido.

—Sé que no lo harás, no me refiero a eso.

Solo tomó un momento para que Vegeta se diera cuenta de lo que Trunks le estaba pidiendo. Se miraron el uno al otro durante unos tensos segundos. El príncipe terminó por exhalar lentamente, como derrotado, apartó la mano y sostuvo la semilla ahora en su puño. Miró a su hijo antes de volver el rostro hacia otro lado y miró a la nada.

—No habrá derramamiento de sangre en este planeta mientras estés en la Cámara —dijo Vegeta—. Al menos, no de mi mano... por ahora —agregó en voz baja.

—Padre, hablo en serio.

—Yo también.

Trunks respiró hondo y asintió. Esa promesa era lo suficientemente buena por ahora. 

—Bien, entonces recuérdalo, estoy confiando en ti.

—No estoy sordo, idiota —dijo Vegeta enojado—. Ahora ve a entrenar al perro de tercera clase. Cuanto más rápido lo hagas, más rápido terminarás.

—Está bien, ¿te veo en un día?

—Hmm.

Vegeta se dio la vuelta para darle la espalda a su hijo y miró por encima del borde del templo sagrado. Trunks suspiró, se alejó y se dirigió hacia Gokú y Raditz. El príncipe se olvidó de ellos, ya que comenzó a pensar en lo fácil que sería retirar su palabra. Podía matar a todos en el planeta antes de que su hijo y Gokú terminaran. Sería útil no tener terrícolas de qué preocuparse cuando Frízer aterrizara aquí... ladeó la cabeza e instintivamente estudió la mejor manera de purgar el planeta.

Uno de sus ojos se contrajo al percibir que Gokú y Trunks entraban a la Cámara del Tiempo. Ahora nadie podía evitar que destruyera todo el planeta. Se sentía seriamente tentado cuanto más y más lo pensaba. Solo unas pocas muertes para sentirse mejor por haber fallado en su intento de convertirse en un super saiyayín. Tal vez solo una ciudad o dos... había pasado tanto tiempo...

La voz de Raditz de improviso atravesó sus pensamientos asesinos.

—¿Vegeta?

El príncipe frunció el ceño y se volvió para mirar a su antiguo subordinado. Su mirada era fría e hizo que Raditz se detuviera donde estaba parado y no se acercara más. El saiyayín grande tragó saliva al reconocer la mirada sanguinaria en los ojos del príncipe.

—¿Qué? —le preguntó Vegeta con dureza.

—Solo me preguntaba si querías comer algo. La mujer de Kakaroto cocina bien, si estás interesado —dijo Raditz tratando de mantener su voz lo más neutral posible para no revelar el hecho de que temía por su vida. Había pensado que estaba a salvo con él, aunque ahora no se sentía tan seguro.

Vegeta estudió a Raditz antes de mirar hacia otro lado y metió la semilla en su armadura. No era de los que cumplían su palabra, en especial cuando lo que realmente quería era sentir algo de sangre fresca en sus manos, pero por Trunks haría una excepción.

Solo por él.

—Está bien, muéstrame el camino entonces —le ordenó Vegeta.

Raditz exhaló de alivio y luego despegó hacia el aire. Vegeta lo siguió molestó por lo lento que iba el otro saiyayín. Su propia velocidad había aumentado muchísimo debido al entrenamiento, pero no podía hacer nada, ya que no sabía a dónde iban.

Finalmente aterrizaron frente a Corporación Cápsula. Vegeta levantó una ceja hacia Raditz ni bien su compañero se volvió para mirarlo.

—Milk ha estado ayudando a Bulma, porque sus padres todavía siguen fuera de la ciudad y todavía está molesta por lo de Yamcha. —Cuando Raditz vio la expresión de confusión en el rostro de Vegeta que decía ¿qué?, aclaró—. La mujer de Kakaroto está aquí, ya que la madre de tu hijo todavía está molesta porque mataste a su pareja justo en frente de ella.

—¿Y esperas que coma algo que esas mujeres hayan preparado? —Se escandalizó Vegeta—. Cualquier cosa que me den probablemente estará envenenada.

—Estará bien, Gohan está aquí y dudo que te maten delante del niño.

—Mmm.

Vegeta hizo un gesto de aceptación con la cabeza. Después de todo, todavía tenía la última semilla del ermitaño para curarlo si comenzaba a sentir algún efecto negativo. Y si eso no funcionaba, simplemente los mataría a todos. Eso justificaría que rompiera su promesa a Trunks en esas circunstancias.

Raditz asintió, luego de lo cual entró para buscar algo de comida. Vegeta se cruzó de brazos y miró el edificio abovedado que aún seguía medio destruido. Pensar que había vivido allí en otro momento...

Su audición sensible repentinamente captó un grito dentro del edificio. Al instante supo que era la mujer con la que estaba destinado a tener un hijo. Los ojos de Vegeta se entrecerraron cuando escuchó que era citado con rencor por la mujer de cabello azul. No estaba acostumbrado a que su nombre fuera tan irrespetado en su presencia fuera de las fuerzas armadas de Frízer, mucho menos por una mujer, por lo que sus puños se cerraron instintivamente. El ansia de sangre anterior regresó con mayor fuerza, pero esta vez ansiaba su sangre y solo su sangre. No importaba que ella fuera la madre de Trunks, en esta línea de tiempo no lo dio a luz, así que no era nada para él, excepto una mujer que claramente aún no había aprendido su lugar.

Eso era algo que podía rectificar hoy. Después de todo, no tenía nada más que hacer. Acababa de entrenar sin parar durante todo un año y Raditz y Gohan se encontraban demasiado débiles para entrenar. Le había prometido a su hijo que no purgaría la Tierra. Frízer todavía estaba a un par de días de distancia, así que aprovecharía para hacer un poco de ejercicio, decidió finalmente mientras una lenta sonrisa se extendía por su rostro.

—Está bien —dijo Raditz una vez que salió—. Milk va a comenzar a prepararnos el almuerzo. —Se sorprendió al notar que Vegeta ya no seguía allí. El saiyayín miró a su alrededor, pero no vio signos del príncipe. Trató de sentirlo; cuando no pudo, solo se encogió de hombros, se dio la vuelta y fue a buscar a su sobrino para un pequeño entrenamiento antes del almuerzo.

Bulma entró completamente furiosa al laboratorio donde había estado trabajando sin parar en una variedad de proyectos diferentes. No, ella estaba más que furiosa porque Raditz tuvo el descaro de entrar a su casa, interrumpió su conversación sincera con Milk y le exigir que cocinara para Vegeta. Tendrían suerte si ella no rociaba la comida del bastardo con el D-ADN para que cayera muerto, reflexionó enojada. Se sentó frente a la mesa del laboratorio en el que ese encontraba el rastreador de Ginyu, lo cogió y lo abrió.

Gokú y Raditz habían intentado explicarle con paciencia que necesitaban a Vegeta para luchar contra Frízer, pero a ella no le importaba ese monstruo, no en este momento. Venía escuchado a Raditz hablar sobre él desde hace más de un año y ahora era casi como una leyenda urbana a su juicio. Actualmente solo había un enemigo y... y…

…Y lo tenía justo detrás de ella.

El cuerpo entero de Bulma se congeló, su mente se quedó en blanco y el miedo recorrió su espalda. El rastreador cayó de sus manos aterrizando con un ruido metálico en la mesa del laboratorio. La mano enguantada de Vegeta estaba debajo de su mentón detenida sobre su cuello. Sus dedos apenas la tocaban, pero la tela áspera y desgarrada del guante rozó su piel en una advertencia mortal.

—Tengo una curiosidad, mujer —susurró Vegeta mientras bajaba la mano para agarrarla por el cuello sin aplicar ninguna presión—. ¿Cuántas ganas te quedan de abrir la boca ahora, sin Trunks para protegerte?

—Si me tocas, Trunks te matará —respondió Bulma con calma; aunque sonaba valiente, le temblaban las manos. Había visto la fuerza de Vegeta y sabía que él podía matarla con facilidad y sin dudarlo. Sus ojos revisaron el laboratorio en busca de algún tipo de arma, cualquier tipo de arma, pero lo único frente a ella era el rastreador de Ginyu.

—Podría desintegrar tus restos y el muchacho no se enterará. —Se burló Vegeta y apretó su cuello.

—Hay cámaras. —A ella le costaba respirar.

—Las destruiré antes de que Trunks las vea.

—Raditz y Milk lo sabrán.

—Los mataré tan pronto como salga de esta habitación. Y si gritas, mataré a la mujer lenta y brutalmente en frente de su hijo. ¿Qué opinas?

Bulma soltó un suspiro tembloroso. Sus tonos de voz eran casuales como si estuvieran discutiendo sobre el clima, pero no había nada casual en el agarre continuo de Vegeta. Y definitivamente no había nada casual en la risa oscura y asesina que él dejó escapar ante su silencio.

—Puedo oler tu miedo —le susurró de un modo juguetón al oído. Bulma se apartó con asco, pero no fue por mucho. La tenía atrapada y no había nada que ella pudiera hacer al respecto. Vegeta continuó—. Ya era hora de que aprendieras a tenerme miedo. Ahora no me llamas débil, ¿verdad?

—Has demostrado tu punto, Vegeta —escupió Bulma con odio, su voz se oía ronca—, pero si intentas tocarme, me aseguraré de arrancarte un ojo antes de que me mates. Es posible que me hayas violado en la otra línea de tiempo, pero no lo harás en esta, te lo juro.

Vegeta levantó una ceja desde atrás con curiosidad.

—¿Eso es lo que crees que pasó entre nosotros, mujer?

—Esa es la única razón por la que un hijo de puta como tú llegaría a estar tan cerca de mí…

Bulma gritó cuando súbitamente Vegeta la levantó de la silla para tirarla con fuerza contra la pared. En un instante, el príncipe ya estaba justo frente a ella sujetando sus brazos mientras ella luchaba por soltarse. La joven trató de darle un rodillazo en la entrepierna, pero él lo evitó con facilidad y la forzó a pegar las piernas contra la pared usando las suyas.

Vegeta no pudo evitar la cruel sonrisa que se extendió por su rostro cuando sintió que el miedo de Bulma se había convertido en terror absoluto. La estúpida mujer realmente pensaba que iba a abusar de ella, pero no haría eso. Después de todo, sabía que no la obligó a hacer nada en la línea de tiempo de Trunks. El muchacho le había dicho hace mucho que Bulma se enamoró de él. Sin mencionar que estaba tan seguro como que necesitaba el aire para respirar, que Trunks no le guardaría tanto respeto si la hubiera violado.

Aun así, tener a la valiente mujer casi temblando de terror debido a la simple posición en la que la había puesto, le era absolutamente delicioso. Se rio ante sus débiles intentos de obligarlo a retroceder y contempló qué camino tomar. Él podría llevar esto más lejos y hacerle pensar que estaba a punto de salirse con la suya o podría decirle la verdad. Su reacción en ambos casos sería muy agradable, no obstante, pensó que Trunks no estaría muy satisfecho con la primera opción, así que tomó la segunda.

—Odio decírtelo, perra, pero te entregaste voluntariamente a mí —le informó Vegeta con el rostro a solo centímetros del de ella. Bulma dejó de luchar y respiró con fuerza mientras lo miraba furiosa. El príncipe inclinó la cabeza hacia un lado, estaba intrigado por el fuego de la emoción que se encendió en sus ojos azules. Aunque la emoción era de puro odio, fue brevemente fascinante.

—Eres un mentiroso —siseó Bulma—. NUNCA dejaría que un monstruo como tú me toque…

—Oh, pero lo hiciste, mujercita. Así que, o tu moral no es tan firme como te gusta creer o solo estabas ansiosa por convertirte en mi puta.

Bulma se enojó y perturbó tanto que se quedó sin palabras. Nunca odiaría a nadie en su vida como odiaba a este hombre. Los latidos de su corazón repentinamente aumentaron de miedo cuando el impredecible saiyayín le alzó los brazos para agarrarlos con una mano, levantó la otra y le pasó el dedo índice por el labio inferior. Eso solo duró unos segundos antes de que Bulma volviera el rostro, lo que lo hizo reír.

—¿Por qué no nos saltamos toda esta mierda, mujer? Puedes someterte a mí; ponte de rodillas ahora mismo y dale un buen uso a esa linda boquita tuya. De todas formas, es lo que estás destinada a hacer. —Se burló.

Vegeta apenas tuvo tiempo suficiente para cerrar los ojos antes de que Bulma le escupiera en la cara. Sus ojos oscuros se veían letales por el odio cuando los abrió de nuevo.

—¿Cómo que usar bien mi boca, hijo de puta? Moriré en esta línea de tiempo antes de tocarte.

Una infinidad de formas diferentes de matarla pasó por la mente de Vegeta, la necesidad de derramar su sangre, olerla y sentirla era tan intensa que casi temblaba mientras se reprimía. Vegeta gruñó de un modo peligroso, estaba desesperado por destrozar a esta mujer, física y mentalmente, pedazo a pedazo. Solo había querido aterrorizarla un poco, obligarla a conocer su lugar y temerle, pero ahora tenía tantas ganas de matarla. Nadie le escupía en la cara y vivía para contarlo.

Fue solo la voz de Trunks en su mente lo que lo detuvo. Apenas.

Lo siguiente que Bulma supo fue que la arrojaron al suelo. Se sentó lo más rápido que pudo, retrocedió presa del pánico y buscó algo que pudiera usar como arma para defenderse. Le tomó unos momentos darse cuenta de que Vegeta seguía parado donde había estado. Se estaba limpiando la saliva del rostro sin quitarle la mirada mientras lo hacía.

Finalmente bajó el brazo y gruñó:

—Escúchame bien, mujer, porque no lo repetiré. Le dije al muchacho que no mataría a nadie mientras entrenara. Dejaré pasar tu falta de respeto solo por esa razón, pero si de ahora en adelante me miras de mala manera, no me importará lo que le prometí a Trunks, te destrozaré y le daré tus restos a los pájaros para que se los coman, ¿entendiste?

Bulma estaba incrédula, como si no pudiera comprender nada. ¿No la iba a matar? ¿Dónde se hallaba el loco que le exigió que lo ayudara a localizar las esferas del dragón hace solo dos días? Ella lo miró con inquietud antes de gritar furiosa:

—Bueno, entonces no juegues de esa forma sádica conmigo ¡si no quieres que te falte al respeto, imbécil!

Vegeta se tronó el cuello. Sus dedos temblaban, ya que su autocontrol estaba a segundos de romperse. 

—Te recomiendo encarecidamente, por tu propio bien, que vigiles tu boca. Ya has agotado toda tu suerte conmigo. Estoy de humor para matar a alguien, así que no me tientes, mujer.

Sin otra palabra, Vegeta se dio la vuelta y se alejó dejando a Bulma en el suelo temblando, enfurecida y confundida. Primero pensó que la iba a matar, luego a violar, luego a matar de nuevo y por último a violar, pero al final no pasó nada en absoluto.

La joven apretó fuertemente sus manos para que dejaran de temblar. Vegeta era aterrador, no obstante, parecía que eso era todo lo que quería hacer, jugar con mente de un modo cruel. Ella suspiró aliviada y miró el reloj de su laboratorio. Trunks y Gokú no podrían haber permanecido en la Cámara del Tiempo por más de dos horas. No estaba segura de si iba a sobrevivir para volver a verlos.

Más tarde esa noche, afortunadamente todos continuaban vivos. Vegeta todavía seguía en el complejo, para inquietud y disgusto de Bulma, pero no podía obligarlo a irse, así que solo lo evitó por autoconservación. Esperaba que él no se le acercara sigilosamente si se aburría de nuevo. Sin embargo, Vegeta estaba tan ansioso por evitarla como ella, solo se quedaba porque le divertía el entrenamiento de Gohan y Raditz. El príncipe se hallaba sentado afuera en la hierba detrás del complejo donde había permanecido por horas observándolos con atención.

Su interés estaba únicamente en Gohan. El estilo de pelea del niño era una versión rudimentaria y algo alterada del estilo de pelea perfeccionado de Trunks, lo que demostraba que él entrenó a su hijo en el futuro. Pero el efecto de la presencia de Raditz en esta línea de tiempo también se hacía evidente en la forma y la técnica de Gohan. Vegeta pudo ver con facilidad destellos del estilo agresivo y despiadado de lucha que caracterizaba a todos los soldados del ejército de Frízer, claramente estos habían sido transmitidos de tío a sobrino. Era fascinante verlo.

Vegeta sonrió con satisfacción cuando Gohan aventajó sin ninguna dificultad a Raditz sorprendiéndolo con un gancho directo al mentón. Su sonrisa aumentó ni bien Raditz cayó y sostuvo su mentón dolorido. El niño era bueno, mucho más fuerte de lo que él había sido a la misma edad.

Gohan corrió hacia Raditz y le extendió una mano.

 —¡Lo siento, tío! Te golpeé más fuerte de lo que quería —dijo el niño tímidamente.

—Estoy bien —gruñó Raditz alejando la mano de Gohan.

—Ah, qué bueno.

Raditz estaba volviendo a ponerse de pie cuando Vegeta apareció repentinamente por detrás de él. El príncipe lo empujó al suelo con una bota en la espalda y Raditz cayó de bruces sobre la hierba.

—Quédate abajo, debilucho. —Vegeta escupió las palabras con desdén—. Ni siquiera puedes vencer a un niño. Si no le hubiera prometido a mi hijo que no habría derramamiento de sangre en su ausencia, te mataría ahora mismo. Eres una desgracia.

Raditz se dio la vuelta y se sentó lentamente con la cara roja de vergüenza y humillación. Vegeta tornó su intensa mirada hacia Gohan, quien dio un paso cauteloso hacia atrás. El niño mantuvo contacto visual con el príncipe, pero con mucho esfuerzo. El hombre era aún más aterrador de lo que recordaba.

—Tú y yo entrenaremos ahora, mocoso —anunció Vegeta. Gohan parpadeó rápidamente varias veces antes de mirar a su tío que le ofreció un breve asentimiento de cabeza. El niño dio otro paso atrás cuando Vegeta dio un paso hacia él. El príncipe pudo sentir su miedo y se rio entre dientes. Que la gente tuviera esa emoción frente a él nunca lo cansaba—. No voy a matarte, solo quiero ver lo que tienes.

Gohan tomó valor al decirse a sí mismo que si su padre no le había tenido miedo de Vegeta, entonces él tampoco lo tendría. Respiró hondo, estaba a punto de ponerse en posición de lucha cuando algo brillante en el cielo llamó su atención. Se sorprendió ante la vista.

—¿Qué es eso? —se preguntó en voz alta haciendo que Vegeta y Raditz siguieran su línea de visión con curiosidad—. ¿Son cometas?, hay un MONTÓN de…

—Oh, mierda —siseó Vegeta palideciendo visiblemente ante lo que veía en el cielo.

Esos no eran cometas, eran vainas espaciales. Cientos de vainas espaciales atravesaban la atmósfera de la Tierra. Era una invasión y tenía el nombre de Frízer escrito por todas partes.

—¿Qué hacemos? —preguntó Raditz con una expresión ansiosa mirando directamente a Vegeta.

El príncipe rechinó los dientes y alzó la vista hacia el templo de Kamisama. Trunks y Gokú aún estaban a horas de terminar. Sus ojos volvieron a las vainas espaciales que cruzaban el cielo para sentir el ki de los guerreros dentro. Él era más fuerte que todos ellos, se dio cuenta al momento. Podía deshacerse fácilmente...

Y luego, él y Raditz lo percibieron al mismo tiempo. El ki más poderoso que jamás habían sentido. Ambos miraron hacia el norte con los ojos muy abiertos y sin aliento ante el poder abrumador que parecía no tener límite.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó Raditz bruscamente sintiendo que se quedaba sin aliento.

—Es Frízer —susurró Vegeta. Nadie más podía ser tan poderoso—. Debe ser él.

—Imposible, es...

Más fuerte que Trunks, Vegeta terminó en silencio y sintió que sudor frío recorría su espalda. Apretó los puños, pero estos seguían temblando. ¿Cómo?, ¡cómo pudo haber ganado tanta fuerza!

—¿Tío Raditz? —preguntó Gohan preocupado mientras volvía el rostro hacia los dos saiyayíns adultos. Ambos parecían estar mirando la muerte directo a la cara.

Súbitamente comenzaron a producirse explosiones en los lugares donde aterrizaron las vainas espaciales. Los tres se tambalearon y cayeron a la hierba.

—¿Qué demonios sucede? —gritó Bulma desde el interior del complejo, pensaba que los saiyayíns que entrenaban juntos eran la razón por la cual su casa había comenzado a temblar justo cuando tomaba una taza de café caliente. Salió furiosa para gritarles que pelearan en otro lugar, pero vio lo que parecía lluvia; cometas ardientes en el cielo se precipitaban a toda velocidad hacia la Tierra. Otra violenta ronda de explosiones sacudió el suelo y la envió también a la hierba.

—¡Mentiste, perra incompetente! —le gritó Vegeta cuando volvió a ponerse de pie—. ¡Dijiste que Frízer aún estaba a días de distancia y ahora ya está AQUÍ!

—¡Eso es imposible, hackee el código de encriptación, imbécil! —le gritó Bulma de vuelta—. ¡No cometí ningún error! ¡El rastreador que está vinculado al de Ginyu dice que TODAVÍA está lejos de aquí!

—Entonces dejó el rastreador —murmuró Vegeta negando con la cabeza—. El bastardo ha usado el mismo maldito rastreador toda su vida... y lo deja precisamente ahora...

Todos miraron como ola tras ola de vainas espaciales volaban por el cielo. Los cientos se habían convertido en miles. El suelo seguía temblando, todos podían escuchar las sirenas y ver el humo saliendo a la distancia. El sol se había puesto, por lo que la oscuridad bañaba el cielo señalando la llegada de la muerte en más de un sentido.

—Vegeta, ¿qué vamos a hacer? —le gritó Raditz llamando la atención del príncipe.

La mente de Vegeta era un hervidero de pensamientos en el que no hallaba una solución. Este era el momento para el que se habían preparado. Todo se reducía a esta noche, sin embargo, los habían emboscados. Se suponía que Trunks se enfrentaría a Frízer, ese era el plan. Pero él no estaba aquí y Vegeta aún no estaba a la altura. El planeta sería quemado hasta los cimientos por las fuerzas que Frízer trajo consigo.

Solo había una cosa que hacer.

—Contraatacar. Todavía me queda una semilla del ermitaño, así que tenemos una oportunidad.

—Pero, hay MILES de ellos y qué hay de Frízer…

—¿Cuánto tiempo crees que les llevará encontrarnos, Raditz? —preguntó Vegeta. Su compañero se calló, sabía la verdad. Incluso si no hicieran nada, con números como ese, los encontrarían pronto. Eran lo suficientemente fuertes como para defenderse, pero no pasaría mucho tiempo antes de que Frízer apareciera. También podrían intentar pelear.

—¿Qué hacemos entonces? —replicó Raditz, finalmente estaba de pie otra vez con Gohan aferrado a su pierna.

—Atacaremos de frente —gruñó Vegeta mientras miraba cómo las vainas espaciales continuaban cayendo y apretó los puños con fuerza—. Aún siguen llegando. Tú, niño, atácalas antes de que aterricen, quita del camino tantas naves como puedas. Raditz, mata a todos los que ya hayan aterrizado. Me encargaré de Frízer yo solo, los tres trabajaremos en equipo…

—¡No, no puedes llevarte a Gohan contigo! —gritó Bulma aferrada al marco de la puerta que conducía a su cocina mientras el suelo seguía temblando—. Si ustedes dos quieren ir a una maldita misión suicida, entonces, vayan y mátense, pero NO se llevarán a Gohan…

Sus palabras fueron cortadas por un grito cuando Vegeta apareció de improviso y la agarró por la nuca para arrojarla de vuelta al complejo donde se estrelló contra el suelo.

—¡Cállate y quédate ahí! —le gritó—. TÚ tienes el radar y es tu voz la que lo activa, ¡así que debes sobrevivir! Y si por casualidad fallamos y te atrapan, ¡NO le digas a Frízer sobre las esferas del dragón!

—¿Qué… —comenzó a decir Bulma completamente sorprendida, pero Vegeta ya estaba de vuelta con Raditz y Gohan gritando órdenes y asegurándose de que tuvieran claros sus roles.

Gohan se estremeció, le aterrorizaba la idea de enfrentarse a miles de guerreros espaciales endurecidos. Y no se perdió la aprensión que se intensificó en las facciones de su tío cuando se mencionó a Frízer. Él también podía sentir el poder del tirano. Pensó que sabía lo fuerte que sería el adversario, pero había estado muy, muy equivocado. El tirano estaba bastante lejos de ellos y, aun así, sentía la fuerza de su poder oscuro cerniéndose sobre él.

Cuando Vegeta y Raditz se dieron la vuelta para despegar hacia el aire, Gohan permaneció congelado donde se hallaba. Fue un error que inmediatamente llamó la atención de Vegeta y no en el buen sentido. Antes de que se diera cuenta, el príncipe ya lo había agarrado por el frente de su gi azul de artes marciales y levantado hasta que estuvo a la altura de sus ojos.

—¡Ahora no es el momento para tener miedo, niño! —gruñó Vegeta en su rostro mientras le daba una sacudida brusca—. ¡Eres lo suficientemente fuerte y hábil, así que sé un hombre ahora y pelea o estaremos todos muertos!, ¿entiendes? —Gohan asintió de un modo obediente antes de caer al suelo—. Ahora vámonos y mantengan su poder bajo —ordenó duramente.

Dicho eso, el príncipe despegó hacia el cielo nocturno con Raditz detrás de él. Gohan dudó solo un segundo antes de ponerse de pie para ir tras ellos, ignorando a Bulma que le gritaba que volviera. Vegeta tenía razón, debía luchar y ayudar a salvar su planeta. Eran los únicos tres que podían hacerlo, para eso se había entrenado con Raditz, Gokú y Píccolo.

Aun así, no pudo evitar bajar la mirada y se horrorizó cuando vio la purga en curso. Mientras que las Fuerzas Especiales Ginyu habían preferido divertirse y tomarse su tiempo, por lo que solo purgaron la Capital del Este y la mayor parte de la Capital del Oeste, el ejército de Frízer ahora destruía todo lo que estaba a la vista, ya que trabajaban sin piedad en todo el planeta. Se produjeron explosiones salvajes cuando las fuerzas militares de la Tierra intentaron desesperadamente contraatacar, solo para ser avasallados con ráfagas de ki. Los alienígenas no eran tan fuertes como las Fuerzas Especiales Ginyu, pero sobrepasaban a los terrícolas que enfrentaban.

Vegeta miró por encima del hombro a Raditz y a Gohan, y señaló dos rumbos con un dedo en una orden silenciosa. Él y Raditz inmediatamente divergieron en su trayectoria de vuelo, con Vegeta dirigiéndose hacia el norte en busca de Frízer y Raditz dirigiéndose hacia el sur donde podía sentir el mayor daño causado por la purga. Gohan se congeló en el aire y parpadeó ante su repentino cambio de dirección mientras los miraba volviendo el rostro de un lado al otro.

Esa fue toda la vacilación que se necesitó para que uno de los guerreros de abajo lo viera solo en el aire.

Gohan apenas tuvo tiempo de notar la ráfaga de ki púrpura en espiral que venía en su dirección cuando de improviso Raditz apareció frente a él y la desvió de un golpe. Luego levantó la otra mano, disparó una brillante ráfaga azul propia que produjo una gran explosión junto con una subida de humo e inmediatamente aprovechó esa distracción para agarrar a su sobrino y volvió a volar hacia el sur arrastrándolo con él.

—¡Escucha! —gritó Raditz mirando hacia las vainas espaciales que seguían cayendo. Si avanzaba un poco más, su sobrino tendría un mejor ángulo—. ¡Tienes que derribar esas naves, Gohan! ¡No podemos dejar que aterricen más de las que ya lo han hecho!

Gohan no tuvo tiempo de responder, ya que Raditz lo empujó hacia adelante. El niño temblaba, había perdido su determinación al ver que las vainas espaciales seguían cayendo del cielo. Raditz apareció detrás de él, levantó una mano sobre el hombro de su sobrino, una luz amarilla se encendió en esta mientras reunía energía rápidamente y luego disparó. La ráfaga voló y golpeó una vaina espacial que explotó en el acto.

—Así —gruñó Raditz. Bruscamente agarró la pequeña mano de su sobrino y la levantó antes de gritarle directo al oído—. ¡Ahora FUEGO!

Su sobrino lo hizo, disparó una ráfaga letal que fue tan poderosa como la de Raditz sin siquiera pensarlo y luego volvió a disparar una y otra vez. Se estaba volviendo cada vez más fácil. Su tío se quedó apenas unos segundos antes de volver a despegar para encargarse de los guerreros en el suelo, por lo que lo dejó solo.

Gohan temblaba mientras levantaba ambas manos, pero un instante después sus rasgos adquirieron una firme determinación. Este era SU planeta y él lo iba a proteger. El aura azul del niño brillaba a su alrededor, sus manos se estabilizaron y procedió a disparar con una precisión que excedía con creces a su edad. Las vainas espaciales explotaron y chocaron contra la Tierra en pilas de metal en llamas, desmanteladas a manos de un niño de seis años.

Ninguna otra vaina espacial aterrizó en la Tierra después de eso.

Mientras tanto, Vegeta corría en el suelo de una forma sigilosa, pero a toda velocidad asegurándose de mantener su poder bajo. No se inmutó por los gritos de los terrícolas que eran desarmados, golpeados, destrozados y quemados vivos por las ráfagas de ki. No le importaba el olor a sangre y muerte en el aire ni el humo y el fuego que consumían la ciudad por la que corría. En todo caso, lo hacía sentir como en casa. Creció con la muerte y la destrucción y esto lo puso en la mentalidad correcta para la batalla que estaba a punto de librar. Sabía que su poder se encontraba cerca de la legendaria ascensión, solo esperaba lograr acceder finalmente a él.

Un guerrero alienígena apareció a la vista y de inmediato el príncipe se ocultó detrás de un auto en llamas. Su corazón latía con fuerza, podía sentir a Frízer a menos de un kilómetro de distancia, pero no quería revelar su presencia, aún no. El sudor comenzó a discurrir por sus ojos, lo que hizo que con rabia se lo quitara de encima, era su cuerpo que reaccionaba inconscientemente al enorme nivel de poder que sentía. No podía negarlo ahora, era más alto que el poder de Trunks. Incluso si lograra ascender, se preguntó si eso lo salvaría.

Vegeta miró con cautela por un lado del auto para saber quién estaba purgando el planeta. Frunció el ceño cuando vio que el guerrero alienígena frente a él no llevaba la armadura de las fuerzas de Frízer ni usaba un rastreador. Era un escamoso lagarto azul de cuatro brazos largos y delgados con garras en los extremos. Él no era de una especie que Vegeta conociera.

El guerrero se giró para disparar otra ráfaga de ki cuando Vegeta apareció por detrás y le arrancó la cabeza. El príncipe ya estaba fuera de vista otra vez antes de que el cuerpo cayera al suelo y continuó avanzando hacia su enemigo mientras que en silencio, pero sin piedad, se ocupaba de cualquier otro alienígena guerrero en su camino.

Finalmente vio un claro. Los edificios habían sido arrasados ​​y todos los vestigios de vida, desaparecido. Parado en medio de la muerte, de espaldas al príncipe, estaba la fuente del poder que todos habían sentido a kilómetros de distancia. La cola del alienígena se movía lentamente de un lado al otro, como si le hiciera señas. Vegeta se agachó detrás de la esquina de un edificio para permanecer fuera de vista. Una vez seguro allí, se asomó y sus ojos se ampliaron mientras la sangre se le congelaba al verlo. Incluso desde esa distancia, vio la verdad.

Ese no era Frízer, era Cooler.

¿Pero cómo? pensó. No había estado completamente consciente en ese momento durante los Juicios y, aun así, sabía que Cooler intentó usarlo para extorsionar a Trunks. Fue uno de sus últimos pensamientos coherentes de esa noche: Trunks había matado a Cooler y a King Cold. El muchacho se lo confirmó más tarde.

Vegeta mandó al infierno a su hijo mentalmente. No había acabado con Cooler después de todo, ya que el bastardo estaba parado frente a él. Debería haber sabido que el muchacho era demasiado blando para terminar el maldito trabajo.

—Sé que estás ahí. —La voz de Cooler retumbó mientras su cola metálica silbaba con diversión. Cooler miró a un lado, Vegeta se perdió de vista otra vez y maldijo por lo bajo—. Puedo olerte, mono. Ese hedor es inconfundible.

Sin más advertencia, el edificio explotó con tanta fuerza que envió a Vegeta a volar de espaldas y terminó estrellándose contra una pila de ruinas; polvo y escombros cayeron sobre él. El príncipe ya furioso, se sacudió todo y volvió a ponerse de pie.

Ahí estás —dijo Cooler con una sonrisa altanera, ahora a solo a unos tres metros del príncipe—. No me extraña que mi hermano siempre estuviera tan interesado en ti. Ciertamente eres resistente.

—Hmm, podría decir lo mismo de ti. Lo último que escuché fue que te cortaron en rodajas. —Se burló Vegeta y apretó los puños con tanta fuerza que le dolieron los antebrazos.

—Si mi familia pudiera ser fácilmente derrotada, no gobernaríamos todo el universo, ¿verdad?

—¿Ah sí? ¿Es por eso que mataron a tu padre como si no fuera nada?

—Bueno, al menos él peleó, que no es lo que escuché sobre el débil de tu padre.

Vegeta apretó los dientes antes de gritar.

—¿Dónde está Frízer?

—Preocúpate por mí en este momento. —La expresión de Cooler se oscureció por el odio y levantó un dedo—. Te daré una oportunidad, saiyayín. Dime dónde está el chico que mató a mi padre. Igual vas a morir, pero te daré una muerte rápida si me respondes con la verdad. De lo contrario, dejaré que mi hermano se encargue de ti, él te entregará al ejército Liyan y ellos harán contigo lo que les plazca.

Vegeta parpadeó un par de veces. 

—¿El ejército Liyan? ¿Los trajiste a ellos?

—Sí. Frízer me dijo que ibas a purgar mi planeta Liyana por cuenta propia antes de tu captura. En lugar de esperar por su muerte, les ofrecí a los Liyans la oportunidad de atacar primero al cruel príncipe Vegeta. Mata o muere, como dicen. Estoy seguro de que tú mejor que nadie lo entiendes.  —Se rio Cooler—. Están haciendo un excelente trabajo purgando este planeta, ¿no crees?

—Cooler... —gruñó Vegeta dando un paso adelante—. ¡Frízer es el que me ordenó purgar a Liyana y a Rithica, y ahora solo está usando tu apego a tu padre contra ti, tonto! ¡Si continúas ayudándolo, morirás! —gritó.

Cooler sonrió sádicamente. El príncipe pensó que estaba dándole una noticia, pero él era el tonto. Ya sabía que su hermano no tenía intenciones de dejarlo salir vivo de este planeta. Iba a dejar que Frízer matara al muchacho saiyayín mestizo y justo cuando eso sucediera, le saltaría encima y destruiría a su hermano menor de una vez por todas. Ambos se estaban usando, ganaría quién atacara primero y Cooler se iba a asegurar de que fuera él.

Pero primero lo primero. El muchacho saiyayín tenía que morir y mientras todavía hubiera aire en los pulmones del mestizo, Frízer y Cooler trabajarían juntos. Estaban dispuestos a quemar todo el universo hasta sus cimientos si fuera necesario para asegurar su muerte. Eso era lo único que importaba.

—Mis problemas con mi hermano no son de tu incumbencia, Vegeta. Todo lo que debes hacer es decirme dónde está el chico. —dijo con desprecio Cooler y levantó un dedo otra vez —. Es tu última oportunidad, ¿dónde está?

Vegeta lo fulminó con la mirada, los latidos de su corazón resonaban en sus oídos. Pasaron unos instantes llenos de silencio entre ellos, con el sonido de las explosiones y los gritos a la distancia. Finalmente, los ojos de Vegeta se movieron y mintió:

—Está justo detrás de ti.

Todo sucedió en menos de un segundo. Cooler se dio la vuelta de inmediato, preparado para la batalla contra el mestizo saiyayín de cabello lavanda. Como un rayo, el príncipe levantó una mano para disparar el primer tiro en la lucha contra Cooler que tontamente le había dado la espalda.

Sin embargo, apenas llevó la mano arriba, todo su cuerpo se sacudió de forma violenta. El sabor familiar de su propia sangre subió por su garganta y le llenó la boca hasta que esta discurrió hacia su barbilla. Temblando, el príncipe bajó la mirada lentamente. Había un puño blanco cerrado que reconoció al instante, este estaba empapado en carmesí y sobresalía por la parte de su armadura que cubría su estómago.

—Mi pobre y hermoso mono, deberías haber sabido que también aprendí a ocultar mi poder. —Se rio Frízer justo detrás de la oreja de Vegeta—. Qué pena que tengamos que reencontrarnos de esta manera. Sabes que siempre has sido como un hijo para mí. Yo me preocupo mucho por ti, pero tengo una nueva mascota mestiza que domesticar. Ha sido divertido vernos, dulce príncipe.

Frízer retiró su brazo ensangrentado, los ojos de Vegeta se pusieron en blanco y se desplomó en la tierra.