Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ La promesa de un padre ( Chapter 22 )
Punto sin retorno
Capítulo veintidós
La promesa de un padre
Dos días después, Bulma estaba afuera mirando dentro de una de las tres vainas espaciales ubicadas en su patio medio destruido. Era el único lugar donde podía colocarlas para que nadie las viera fácilmente, excepto aquellos con sangre saiyayín. Por fortuna, los terrícolas se encontraban muy ocupados con la destrucción hecha a su mundo durante la invasión alienígena y la batalla épica que la acompañó. No había problemas para que los saiyayíns partieran hacia Namekusei sin llamar demasiado la atención.
Ella, que tenía la mitad del cuerpo dentro de una vaina espacial, revisaba por segunda vez el nivel de combustible cuando escuchó la voz de Gokú. Su amigo discutía con Raditz mientras los dos descendían en el patio acompañados de Gohan.
—Si no lucieras exactamente igual a nuestro padre, juraría que no estamos emparentados. —Raditz hizo una mueca de hastío y caminó hacia la vaina espacial que Bulma no estaba revisando, con su hermano y su sobrino pisándole los talones.
—Pero no vamos a hacer nada más que sentarnos dentro de esas cosas. —Se quejó Gokú—. ¿Por qué no puedo llevar el almuerzo que Milk me hizo?
—Esta es una misión para restaurar la vida de las personas en tu planeta, no unas vacaciones por el espacio, ¿o no estás interesado en reunir las esferas del dragón?
—¡Por supuesto que estoy interesado! ¡Es que solo tengo hambre!
—Tu mujer ya nos alimentó antes de que viniéramos aquí —respondió Raditz, aunque agregó por lo bajo—... nunca habrías sobrevivido si hubieras trabajado para Frízer, eso es seguro...
Gokú escuchó a su hermano, frunció el ceño y cayó en un profundo silencio. La mayor cantidad de información que había obtenido sobre cómo eran las cosas bajo el reinado de Frízer fueron las visiones que él le envió durante la batalla de Vegeta contra el tirano. Pero Gokú conocía a Raditz desde hace algún tiempo y había armado las otras partes del rompecabezas por su cuenta. Estaba contento de que Frízer se hallara oficialmente fuera de escena y de que su hermano nunca tuviera que pasar por eso otra vez.
—Muy bien —exclamó Bulma luego de salir de la vaina espacial. Ella le dio a la máquina unas palmaditas con satisfacción y una mirada petulante se instaló en su rostro—. Este chico malo está listo para partir. Solo debo darles los dispositivos de comunicación que hice, ¡y eso será todo!
—Recuerda que los dispositivos de comunicación tienen que permitirnos establecer contacto desde un planeta tan lejano como Namekusei —dijo Raditz con desdén mientras abría la vaina espacial que iba a ocupar.
—Repliqué el chip de comunicación de sus rastreadores, amigo, así que no habrá problema. No olvides que bajo esta preciosa apariencia hay una mente brillante —le informó Bulma usando un tono de voz arrogante y Raditz frunció el ceño al ver que se acercaba a ellos. La joven le entregó a Gokú tres auriculares negros con un micrófono conectado. Raditz le arrebató uno a su hermano y Gokú le dio uno a Gohan, quien lo tomó como si estuviera agarrando un delicado cristal.
»He estado trabajando en replicar el rastreador de Raditz desde que llegó acá, por lo que espero que estas cosas funcionen. Pero si no, sincronicé la comunicación de sus vainas espaciales con mi auricular, así que si ustedes necesitan algo, me podrán contactar. También tienen mi antiguo radar del dragón, ¿verdad?
—Sí —dijo Gokú sonriéndole a su hijo que se estaba poniendo los auriculares—. Gohan lo tiene, ¿verdad, hijo?
—Sí, quiero encontrar las esferas del dragón lo antes posible para poder desear que el señor Píccolo regrese —anunció Gohan con orgullo y Gokú puso una mano sobre su cabeza.
—Estoy impresionada de que Milk haya aceptado dejarte ir —bromeó Bulma.
—Yo también —murmuró Raditz mientras subía a su vaina espacial—. Basta de hablar, pongámonos en marcha.
Gokú iba a responder cuando de improviso miró hacia el complejo y una expresión seria se asentó en sus rasgos. Bulma y Raditz siguieron su línea de visión solo para ver a Vegeta recostado contra una pared con los brazos y los tobillos cruzados de manera casual.
—Bueno, ¿qué tenemos aquí? —preguntó el príncipe finalmente mientras miraba a Raditz—. ¿Se van de vacaciones sin invitarme?
—Dijiste que no querías venir —respondió Raditz. Cuando vio la forma en que los ojos de Vegeta se oscurecían debido a su ira creciente, inclinó la cabeza en señal de respeto y habló lo más rápido que pudo antes de ganarse alguna represalia—. Disculpa, es que dijiste…
—Te ordené que me hicieras saber cuándo te irías, ¿no? —lo interrumpió Vegeta.
—Bueno, ahora nos vamos a Namekusei, así que ya lo sabes —dijo Gokú antes de que Raditz pudiera responder, lo que inmediatamente llamó la atención del príncipe. Aunque hablaba con su habitual tono amable, la mano derecha de Gokú formaba un puño por instinto y sus sentidos estaban en alerta máxima—. ¿Hay algo más que necesites?
—Ahora que lo preguntas, hay algo que necesito —respondió Vegeta con una voz burlonamente amable. Se apartó de la pared, pasó por delante de ellos y comenzó a rodear a paso lento la vaina espacial en la que estuvo Bulma. La examinó con cuidado, luego puso una mano enguantada sobre ella y sin levantar la vista, preguntó con total calma—. ¿Tengo tu palabra, Kakaroto, de que cumplirás esta misión como afirmas y desearás que mi hijo vuelva a la vida?
Gokú y Raditz intercambiaron una breve mirada antes de que el hermano menor respondiera:
—Pondremos todo nuestro empeño, Vegeta. Pero si solo obtenemos un deseo, desearemos que Píccolo regrese para restaurar las esferas del dragón de la Tierra.
—La mujer ya mencionó eso y después de pensarlo un poco, creo que eso tendría más sentido. Pero la pregunta es, ¿cómo puedo confiar en que harás lo que dices, eh? —preguntó Vegeta con un tono tranquilo mientras continuaba rodeando la vaina espacial. Estaba en mucho mejor condición que la vaina espacial abandonada que había encontrado. Vegeta finalmente miró a Gokú y la desconfianza oscureció sus rasgos—. ¿Cómo sé que no vas a desear que tu fuerza suba al máximo para derrotarme?
—Mi preocupación ahora es desear que regresen todos los que hemos perdido —le informó Gokú con una expresión solemne—. Traeremos de vuelta a todas las personas inocentes que murieron aquí y a todos nuestros amigos. Trunks es tu hijo, pero también es el hijo de Bulma y mi amigo. Vamos a desear que regrese, te lo garantizo.
Vegeta guardó silencio para estudiar al saiyayín más joven frente a él y tamborileó los dedos sobre la vaina espacial mientras consideraba qué hacer. Bulma, Raditz y Gohan pasaron sus miradas del uno al otro con ansiedad. El aire se llenó de tensión por un tiempo que parecía mucho más largo de lo que en realidad era, hasta que Vegeta finalmente asintió.
—Tus intenciones son honestas, Kakaroto, pero el problema es que no estoy seguro de que lo seguirán siendo cuando pidas el deseo. Hablar como lo haces es fácil aquí en tu planeta, pero cuando llegue el momento, ¿cumplirás con tu palabra frente a esa tentación?
—Sí —afirmó Gokú asintiendo con la cabeza—. Lo haré.
—No estoy muy seguro de creer en eso —añadió Vegeta con desdén—, así que voy a necesitar una mejor garantía que tu palabra.
Gokú se rascó la nuca y perplejo, frunció el ceño.
—Mmm, claro, ¿cómo qué?
Los ojos oscuros de Vegeta se movieron por un instante hacia Bulma, lo que hizo que la joven retrocediera un poco hasta esconderse detrás de Gokú. El príncipe luego miró en dirección a Gohan y a Gokú no le gustó eso ni la sonrisa intrigante que se extendió por su rostro.
—Tu hijo se quedará aquí en este planeta mientras viajas a Namekusei con tu hermano —anunció Vegeta dándole a Gokú una mirada engreída—. Estaré escuchando todo a través de los dispositivos de comunicación que creo la mujer. Haz lo que dices y todo estará bien, pero si no lo haces e interfieres con el regreso de mi hijo, ninguno de los dos tendrá uno…
En menos de un segundo, Gokú apareció frente al príncipe, quien fue más rápido. Apenas tuvo tiempo de echar el puño hacia atrás para lanzar el golpe que le había apuntado a la mandíbula, cuando Vegeta apareció justo detrás de Gohan. Gokú se giró hacia él apretando los dientes por la furia mientras oía como su adversario se reía a carcajadas.
—¿Qué pasa, Kakaroto?, ¿te has vuelto lento? —Se burló Vegeta y desde atrás, puso las manos como si no pasara nada sobre los hombros de Gohan. El niño intentó parecer imperturbable, no obstante, cuando vio las miradas que intercambiaban su padre y su tío, el sudor le cubrió la espalda y tragó saliva.
—Déjalo ir —le ordenó Gokú tratando de contenerse. Era rápido, pero no lo suficientemente rápido. No tenía forma de saber si él lastimaría a su hijo si hacía un movimiento. Sus puños estaban apretados con fuerza y Raditz se le acercó al sentir que su poder inconscientemente comenzaba a aumentar.
—Ni siquiera le estoy haciendo nada y tampoco lo haría. Me encantan los niños —respondió Vegeta con fingida inocencia. Su agarre aumentó un poco más sobre los hombros de Gohan, lo que hizo que el niño incómodo se tensara.
—Si estás tan preocupado, puedes venir con nosotros, no tienes que hacer esto —dijo Gokú, las palabras apenas lograron salir de entre sus dientes.
En lugar de responder, Vegeta miró por un instante a Bulma, quien observaba con cautela el desarrollo de la escena. Parecía estar lista para correr por su vida si las cosas empeoraban y los saiyayíns comenzaban a pelear. Gokú siguió su línea de visión y sus rasgos se relajaron al darse cuenta de lo que sucedía.
—Quieres estar en la Tierra cuando Trunks sea revivido. Y si solo podemos traer a Píccolo de vuelta, entonces quieres estar aquí para ir a buscar las esferas del dragón con Bulma —razonó en voz alta.
Vegeta parpadeó sorprendido antes de que su temperamento explotara y gritó:
—¡Mis razones no te interesan, idiota, no tengo que explicarme ante nadie! Es simple, Kakaroto: mi hijo vive o ningún hijo en este maldito planeta lo hará.
—Ya te lo he dicho, vamos a hacerlo —replicó Gokú en un tono amenazante—. Tienes que confiar en nosotros.
—No confío en nadie —respondió Vegeta con el mismo tono de voz.
Cayeron en otro tenso silencio. Gohan estaba tratando de no escapar del fuerte agarre de Vegeta que se hacía cada vez más doloroso a medida que pasaban los segundos. Gokú intentó leer los pensamientos del príncipe, pero era difícil. Sin mencionar que también era difícil mantenerse imparcial cuando su hijo estaba siendo usado abiertamente como un rehén. No tenía miedo de pelear contra Vegeta, aun así, desconfiaba de las tácticas que usaría, en especial con Gohan allí en el medio.
Al sentir su indecisión, Vegeta arrojó al niño lejos de él obligándolo a estrellarse contra la hierba. Gohan de inmediato se puso de pie y corrió para pararse al lado de su padre.
—El niño se queda aquí. Tú solo has lo que dijiste antes, Kakaroto, y él estará bien.
Gokú sacudió la cabeza, no iba a separarse de su hijo cuando de pronto Gohan tiró de su pantalón para que lo viera.
—Está bien, papá, puedo quedarme aquí —susurró.
Su padre se sintió incómodo y frunció el ceño.
—¿No querías desear que Píccolo regrese? —le preguntó en voz baja.
—Tú desearás que vuelva, sé que lo harás —respondió el niño con confianza—. Además, si estoy aquí, entonces lo podré ver tan pronto como regrese a la vida. Estaremos bien.
—Está decidido entonces —anunció Vegeta—. Dado que tú y tu hermano son idiotas, Kakaroto, ambos tendrán que ir para asegurarse de que esto salga bien. El resto de nosotros esperaremos aquí. Ahora dejen de perder el tiempo y márchense.
Gokú y Raditz intercambiaron otra mirada y con Raditz tranquilizando silenciosamente a su hermano menor de que seguir el plan de Vegeta sería el mejor curso de acción, Gokú asintió.
—Está bien, pero me pondré en contacto a menudo.
—Eres más inteligente de lo que pareces —dijo Vegeta y le dio una sonrisa de superioridad. Observó con gran interés cómo los dos saiyayíns se subían a sus vainas espaciales. Bulma le dio a todo una revisión final haciendo lo posible por ignorar al príncipe que vigilaba hasta el último detalle. Ella negó con la cabeza cuando revisó el combustible de la vaina espacial de Gokú por última vez.
—Te lo dije —le susurró.
—Sí. —Gokú forzó una risa tranquila—. Pero solo está haciendo lo que cree que es mejor.
—Está loco —murmuró Bulma.
—En algún momento debemos mostrarle confianza. —Gokú hizo una pausa antes de acercarse más a ella y le susurró—. Oye, vigila a Gohan por mí, ¿sí? No quiero que Vegeta lo incite a pelear.
—Lo haré.
Bulma finalmente retrocedió para que Gohan se despidiera de su padre. La joven estaba tan absorta mirándolos, que no sintió a Vegeta de pie justo detrás de ella. El príncipe inclinó la cabeza hacia un lado mientras observaba la despedida entre padre e hijo.
—Nunca he dicho que estoy cuerdo, mujer —dijo bruscamente sorprendiéndola. Ella dio unos torpes pasos para alejarse de él y Vegeta sonrió de satisfacción por su clara incomodidad—. Pero no puedo matarte y luego desear que mi hijo vuelva a la vida. Algo me dice que no se pondría muy feliz si lo hiciera.
—¿Qué diablos se supone que significa eso? —le gritó Bulma, quien no quería ser intimidada por el saiyayín. Ella se perdió el destello de diversión en el rostro de Vegeta ante su arrebato—. ¿Es esta tu forma críptica de decirme que estoy a salvo de ti o algo así?
Lentamente, Vegeta se acercó a ella y comenzó a caminar a su alrededor. Hizo una pausa cuando llegó atrás y le susurró con un tono de voz amenazador al oído:
—Nadie está a salvo de mí, mujer, tú menos que nadie. Te sugiero que lo recuerdes.
Bulma no fue capaz de detener el pequeño escalofrío de miedo que recorrió su columna vertebral, pero el príncipe ya estaba frente a la vaina espacial de Raditz intercambiando unas últimas palabras. Ella fulminó con la mirada su espalda por un momento antes de agradecerle al cielo que solo tomaría dos días para que las naves llegaran a Namekusei.
Iban a ser dos días muy largos.
**********
El primer día transcurrió sin incidentes. Después de que Gokú y Raditz se marcharon, Vegeta también se fue a otro lugar del planeta manteniendo su ki bajo, ya que no quería que Gohan lo rastreara. El niño decidió quedarse con Bulma para ayudarla, aprovechando que su madre pensaba que él se había ido del planeta. Aunque no dijo nada, no se sentía cómodo con la forma en que Vegeta le habló a la joven. No guardaba esperanzas de vencerlo en una pelea, pese a eso, al menos tenía más posibilidades que ella.
Gohan estaba sentado con las piernas cruzadas en el piso de un laboratorio improvisado viendo a Bulma dentro de la vaina espacial que debería haber sido suya. Parecía concentrada en revisar los controles y aunque ella trataba de hablar en voz baja, su oído sensible podía captar las malas palabras ocasionales que lanzaba. Si bien sus padres nunca decían ese tipo de palabras cerca a él, Raditz sí lo hacía sin importarle la edad de su sobrino. Ya estaba acostumbrado.
—¿Crees que llegaron a Namekusei? —Finalmente se aventuró a preguntar.
—Hablamos con tu papá y con tu tío hace unas horas, todavía tienen mucho camino por recorrer —respondió Bulma algo distraída.
Gohan apoyó su mentón en una mano y trató de mirar dentro de la vaina espacial.
—¿Crees que Vegeta se irá a Namekusei después de que deseemos que Trunks vuelva a la vida?
—No tengo idea —suspiró la joven—. Todo lo que dijo fue que quería tener acceso al combustible de reserva de esta vaina espacial. Yo ni siquiera sabía que había eso, pero ha sido muy divertido tratar de ubicarlo.
—Tú no hiciste eso por mi padre ni por mi tío Raditz.
—Había suficiente combustible en sus vainas espaciales para el viaje a Namekusei de ida y vuelta.
—¿Entonces supongo que Vegeta se va más lejos?
—Eso espero —dijo Bulma por lo bajo.
—Tal vez tiene una casa en algún lugar del espacio. Es un príncipe, así que apuesto a que es una casa muy grande.
Bulma permaneció en silencio mientras su mente volvía a las profundas cicatrices que estropeaban la espalda de Vegeta. Todo eso junto con su naturaleza violenta y desconfiada le hizo pensar que él no tenía un hogar en el espacio. Al menos, no uno bueno. Por un breve segundo sintió otra oleada de lástima por el príncipe, pero rechazó el sentimiento. En cambio, se preguntó a dónde exactamente iría. Era claro que no tenía la intención de quedarse en la Tierra a largo plazo si su orden de que reparara la última vaina espacial restante era una indicación.
Gohan se quedó mirando a lo lejos, estaba escuchando los sonidos de las sirenas, clara señal de que los terrícolas intentaban reparar el daño masivo hecho a su planeta, cuando vio algo en el cielo. Apenas tuvo tiempo suficiente para pararse antes de que la ventana de cristal prácticamente explotara, sorprendiéndolo a él y a Bulma.
Para cuando ella salió de la vaina espacial a fin de ver qué demonios pasaba, Vegeta ya estaba de pie en el laboratorio con ellos. El príncipe tenía una mirada fría en los ojos, sin embargo, era la sangre en su armadura lo que atrajo la atención horrorizada de los dos.
—Me dio hambre, así que fui a cazar a uno de los animales patéticos de este planeta. El trato no se ha roto —dijo Vegeta irritado por la expresión de sus caras—, pero tengan la seguridad de que si me veo en la necesidad de matar a los terrícolas con mis propias manos, comenzaré con uno de ustedes.
—Eso es tranquilizador —susurró Bulma mientras volvía a mirar la sangre. No tenía forma de saber si él decía la verdad y no quería insistir en ello—. Gracias por romper mi ventana, por cierto. Con todos los demás daños a mi casa, en verdad aprecio ese toque extra —agregó usando un tono sarcástico.
—Fue un placer, quizás la próxima vez te rompa el cuello.
Gohan se aclaró la garganta con torpeza y ofreció amablemente:
—Oye, Vegeta, si alguna vez tienes hambre, puedo conseguirte algo de comida. No siempre tienes que ir a cazar si no quieres.
Vegeta desvió su mirada hacia Gohan y resopló.
—Un verdadero saiyayín vive para la caza. Tú no sabes nada de eso, mestizo.
—Mira, ¿quieres algo o simplemente estás aquí para intimidar a un niño? —lo interrumpió Bulma enojada—. Porque si no te molesta, estaba ocupada tratando de descubrir cómo acceder al combustible de reserva en esta vaina espacial. Me imagino que cuanto antes lo haga, más rápido te podrás ir para siempre.
—Necesito mi rastreador —respondió el príncipe volviendo su mirada intimidante hacia la mujer en el laboratorio—. Tú lo tienes, así que dámelo de inmediato.
—¿Por qué diablos habría de tener tu maldito rastreador? Nunca te he visto llevar un…
—¡Es el rastreador de Raditz! —gritó Vegeta completamente alterado—. El suyo es en realidad mío y lo quiero de vuelta, ahora. No me hagas decírtelo otra vez, mujer —gruñó en advertencia mientras un ki blanco aparecía entre sus dedos como respuesta a su creciente ira.
—Está bien, está bien —cedió Bulma sin perderse las chispas de luz en la mano de Vegeta—. No sabía que era tuyo, ¿de acuerdo? Está en el otro laboratorio, te lo traeré.
—Eso está mejor —dijo Vegeta bruscamente, luego apretó el puño y la luz desapareció para alivio de Bulma y de Gohan. Los dos intercambiaron una mirada cautelosa antes de que ella se diera la vuelta y saliera. Vegeta la siguió y le dirigió una mirada de advertencia a Gohan cuando el niño comenzó a seguirlo. Gohan se detuvo justo donde estaba y dejó que los adultos se fueran.
Unos momentos más tarde, Bulma hurgaba en una caja en busca del rastreador desechado. Le tomó un poco más de tiempo de lo que le hubiera gustado, pero finalmente lo encontró. Lo inspeccionó y lo encendió solo para asegurarse, parecía estar funcionando bien.
—Bueno, aquí está —dijo dándose la vuelta—. Parece que se está prendien...
Se calló cuando se dio cuenta de que estaba sola. Bulma parpadeó antes de salir al pasillo, miró hacia el laboratorio donde se ubicaba la vaina espacial y vio a Gohan asomándose. El niño señaló hacia el otro lado, ella miró en esa dirección y efectivamente, Vegeta se encontraba en el extremo opuesto del pasillo.
Estaba parado frente a la habitación donde guardaban el cuerpo de su hijo, mirando a través del pequeño vidrio. Sabía que el cuerpo de Trunks se hallaba allí, pero era ahora cuando se decidía a echar un vistazo. La mujer había limpiado el cuerpo y cubierto la herida fatal en el pecho, sin embargo, eso no borraba los recuerdos. Lo recorrieron emociones contradictorias que no pudo identificar y por un momento olvidó sus planes. Todo lo que podía pensar era que lo extrañaba y ni siquiera habían pasado tantos días desde que murió. ¿Cómo demonios iba a sentirse cuando volviera a su propia línea de tiempo? No sabía cómo funcionaba el viaje en el tiempo. ¿Lo volvería a ver?
—Hey, te traje tu rastreador —dijo Bulma suavemente cuando Vegeta no respondió a su presencia. Ella estaba justo a su lado, estudiando su perfil con atención. Los ojos del príncipe la miraron y después bajaron hacia el rastreador en su mano. Bulma se preparó para más de sus amenazas macabras o su sarcasmo casi sádico, pero para su sorpresa, Vegeta solo asintió con la cabeza antes de tomar el rastreador. Luego volvió a dirigir su atención hacia el frente y regresó a sus profundos pensamientos.
La inflexibilidad de sus facciones no parecía tan pronunciada ahora que miraba fijamente dentro de la habitación a su hijo. Todavía era casi imposible leer lo que pensaba, pero había un toque de emoción en sus ojos que no podía ocultar. Por primera vez, Bulma no lo vio como un monstruo cruel y despiadado, en este momento, solo era un padre que se preocupaba por su hijo.
Ella lo estudió por unos segundos más antes de mirar hacia adelante para seguir su línea de visión.
—¿Quieres entrar?
Vegeta la miró e hicieron contacto visual. Frunció el ceño en una mezcla de confusión y desconfianza. Se produjo una fuerte tensión en el aire cuando ambas miradas se estudiaron por un momento. Dos extraños que eran completamente opuestos, de mundos totalmente diferentes, destinados a ser amantes y padres. Ninguno de los dos dijo nada mientras realmente tomaban conciencia el uno del otro por primera vez, pero el momento fue fugaz. Las facciones de Vegeta recuperaron su inflexibilidad antes de que desviara la mirada primero, luego levantó el rastreador y se lo puso.
—Vuelve a trabajar en esa vaina espacial —le ordenó con una fría indiferencia. Sin esperar una respuesta o mirar hacia atrás, se dio la vuelta y se alejó. Bulma respiró hondo y escuchó que otra ventana se rompía.
—Era de esperarse —murmuró negando con la cabeza mientras se dirigía hacia su laboratorio.
Ella ya estaba fuera de la mente de Vegeta cuando salió y se paró afuera. Tenía cosas más importantes que planificar, así que activó su rastreador. El príncipe puso algunas viejas coordenadas familiares y observó cómo el rastreador intentaba establecer la conexión. Esperó cinco segundos, luego diez, luego treinta antes de maldecir acaloradamente en un idioma alienígena. El rastreador no había sido utilizado en mucho tiempo y con la mujer abriéndolo y revisándolo a cada rato, su conclusión inmediata fue que ella dañó el sistema de comunicación.
Vegeta estaba alzando la mano para quitárselo cuando se oyó un sonido y la transmisión en vivo fue recibida.
—... ¿Vegeta? —respondió una voz cautelosa.
—¿Me extrañaste?
—Esto no puede ser... no se supone que estés...
—¿No se supone que esté vivo? —Vegeta se rio—. Que poca fe me tienes, Cui.
—¿Dónde está Frízer? Hemos estado tratando de contactarnos con él y con Cooler, y no hemos logrado comu…
—Ambos están muertos. —El príncipe hizo una pausa para escuchar su reacción, sin embargo, cuando todo lo que consiguió fue silencio, agregó con arrogancia—. Yo mismo maté a Frízer.
—Mientes —siseó Cui—. No eres lo suficientemente fuerte.
—No tienes que creerme, pero sabes muy bien lo que va a pasar si la familia Cold no está aquí para manejar las cosas. Una vez que se corra la voz, los planetas sirvientes se levantarán y se rebelarán contra los soldados sobrevivientes del imperio. Alguien será lo suficientemente tonto como para tratar de gobernar y obtener el control. Al final, los soldados tomarán partido, lo que hará que sus muertes sean aún más rápidas. En resumen, estoy hablando con un cadaver.
—¿Por qué me estás diciendo esto?
—Porque pensé en matarlos a todos yo mismo, pero he decidido no hacerlo, ya que aún podrían ser de utilidad. Así que si quieres vivir, harás exactamente lo que te digo...
**********
—Tenemos seis esferas del dragón ahora. ¡Todos aquí son muy amables! Raditz está buscando la séptima en este momento. Estoy volando para ir a ver al gran patriarca de Namekusei, él me dará una clave. Oh, rayos, ¿ya pasé por aquí?, todo se ve igual…
—Gokú —lo interrumpió Bulma subiendo el volumen de su dispositivo—. ¿Vas a ir a ver al gran patriarca para qué?
—Bueno, no podemos usar estas esferas del dragón hasta que tengamos la clave.
—¿Una clave?, ¿en serio?
—Sí, eso es lo que nos dijeron. Ah, ¿y adivina qué? ¡Tenemos tres deseos en lugar de uno!
—¡De verdad, eso es fabuloso! —respondió Bulma llena de alegría y esbozó su primera sonrisa verdadera en mucho tiempo.
—Sí, así que estaba pensando que podríamos desear que Píccolo y Trunks vuelvan a la vida, pero no sé qué hacer con el tercer deseo.
—Pensaremos en algo, no te preocupes por eso.
—Está bien, ¿cómo está Gohan?
—Ah... este, él está bien. No, él está genial —dijo Bulma forzando una risa—. Muy bien, ¡ponte en contacto cuando estés listo para pedir el primer deseo! ¡Hablaremos entonces!
Bulma cortó la comunicación antes de que Gokú pudiera responder y se quitó los auriculares. Respiró hondo, esperaba que los saiyayíns de Namekusei pudieran hacer todo rápidamente. Las cosas habían tardado más de lo que pensaba, porque ellos se desviaron hacia un planeta Namekusei impostor. Habían pasado cinco largos días desde su partida y sentía que Vegeta era una bomba de tiempo. Todos los días, el príncipe se ponía más inquieto y paranoico, tanto así que creía que Gokú y Raditz planeaban algo en secreto. Si bien no puso sus manos en ella, había tomado a Gohan como su compañero de entrenamiento no oficial hace dos días para "pasar el tiempo". Sus sesiones se volvían cada vez más violentas y ella no estaba segura de que él no terminaría matando "accidentalmente" al niño durante una de ellas.
Cuando escuchó una risa burlona, Bulma miró hacia afuera. Gohan tenía un ojo morado, había sangre en su rostro y parecía exhausto. Vegeta estaba parado frente a él con los brazos cruzados sobre su pecho dándole una sonrisa de superioridad y una mirada desafiante.
Qué abusivo, pensó enojada mientras veía que Gohan trataba de volver a pelear en vano. Los anteriores intentos de hacer que Vegeta se detuviera solo dieron como resultado que él fuera mucho más duro con Gohan, así que, como la genio que era, había encontrado una nueva solución para obligarlo a dejar de golpear al hijo de su mejor amigo:
Comida.
Algún tiempo después, Vegeta miraba con recelo el gran banquete desplegado frente a él. Gohan estaba magullado y vendado, aun así, eso no evitaba que inhalara el aroma de la comida en su plato tanto como le era posible. Vegeta lo miró y luego, con sospechas, tocó algo del pollo que tenía enfrente. Olía muy bien, pero todavía no confiaba en que la mujer no le hubiera puesto algún veneno.
Bulma sabía exactamente lo que pasaba por sus pensamientos y puso los ojos en blanco. Esto no era una oferta de paz sino más bien un último recurso para evitar que peleara con Gohan, ya que no confiaba ni un poco en que él no mataría al niño. Por sus experiencias con Gokú, con Gohan y Raditz, sabía sin lugar a dudas de que Vegeta tenía hambre. Probablemente se moría de hambre si la primera comida de Raditz en la Tierra servía de indicación. Pero aun así, él solo olisqueó, hurgó y picó con un cubierto, era demasiado terco para intentar hacer algo más.
—Y bueno, ¿vas a comerte la maldita comida de una vez por todas? —Bulma finalmente perdió la paciencia sorprendiendo a Vegeta y al niño quienes volvieron sus rostros hacia ella—. ¡No ordené todo esto para Gohan, sabes! ¡No hay muchos restaurantes vendiendo comidas de este tamaño con la mayor parte de la Capital del Oeste destruida…
La vociferación de Bulma terminó en un alarido cuando parte de la pared a su lado explotó. Instintivamente se agachó y se cubrió la cabeza. Una vez que los escombros se asentaron, alzó la vista y vio a Vegeta apuntando con un dedo en su dirección.
—Recuerda con quién estás hablando, perra. Comeré cuando lo desee y no antes. —dijo Vegeta con desprecio. Sus ojos se volvieron hacia Gohan, quien le fruncía el ceño—. ¿Qué demonios estás mirando, mocoso? —preguntó bruscamente.
—Nada —respondió Gohan en voz baja y bajó la mirada hacia su comida. Antes de que pudiera terminar su plato, Vegeta lo jaló para olisquearlo y luego pensó que la mujer no se atrevería a envenenar al niño. Se aventuró a darle una probada.
Cinco minutos después, Bulma y Gohan miraban a Vegeta engullir los alimentos como si nunca hubiera tenido una comida decente en toda su vida. Los dos intercambiaron una mirada de sorpresa, pero antes de que pudieran hacer otra cosa, los auriculares de Bulma comenzaron a sonar.
Ella inmediatamente se puso de pie, lo tomó y apretó un botón.
—¿Sí?
—Hola Bulma.
—¡Hola Gokú! ¿Cómo van las cosas? —preguntó aliviada. Se apartó de Vegeta y de Gohan, quienes le prestaban toda su atención—. ¿Es qué? ¿Qué es enorme? ¡Te escucho con interferencias! ¿El dragón es enorme? Ya vas a invocar al dragón, ¡eso es fantástico!
Vegeta estuvo a su lado en un instante. Sin ningún tacto, le quitó los auriculares de la cabeza haciéndola gritar cuando su cabello quedó atrapado. Se dio la vuelta mientras se lo ponía ignorando los insultos de Bulma.
—¿Kakaroto?, ¿qué está pasando? ¡Dímelo, ahora!
—Vegeta, hemos invocado al dragón. Estamos listos para empezar a pedir nuestros deseos —le informó Gokú entusiasmado, había olvidado por un instante su resentimiento hacia él por mantener a Gohan en la Tierra. La oportunidad de reparar algunos daños finalmente había llegado y estaba ansioso por comenzar.
—¿Deseos? —preguntó Vegeta sorprendido—. Pensé que era solo uno…
El príncipe gruñó de sorpresa cuando Bulma le quitó los auriculares con brusquedad. Él se dio la vuelta e instintivamente echó la mano hacia atrás para matarla, pero ella al momento activó el altavoz en el dispositivo.
—… diciendo que tenemos tres deseos! —La voz de Gokú se escuchó. Vegeta le dio a Bulma una fría mirada que ella ignoró mientras Gohan corría hacia ellos para escuchar mejor.
—¡Papá, lo lograste! —gritó emocionado.
—Claro que sí. Y estamos a punto de desear que Píccolo vuelva ahora.
—Luego desea que Trunks vuelva —le ordenó Vegeta.
—Luego desearé que Trunks vuelva —afirmó Gokú.
Vegeta, Bulma y Gohan se acercaron más al escuchar que alguien comenzaba a hablar en un segundo plano usando un idioma que ninguno de ellos entendió. A medida que las palabras continuaban, más y más estática empezó a oírse.
—Maldita mujer, no puedes construir nada bien, ¿verdad? —le preguntó Vegeta furioso.
—El dragón está concediendo un deseo, ¿qué esperabas? —le contestó Bulma.
El príncipe iba a responder, pero él y Gohan miraron repentinamente a la distancia. Ambos lo sintieron de inmediato, era un fuerte nivel de poder que solo podría pertenecerle a un ser.
—¡ESE ES EL SEÑOR PÍCCOLO! —gritó Gohan de alegría. Antes de que Vegeta o Bulma pudieran siquiera decir una palabra, el aura del niño estalló a su alrededor y despegó hacia el cielo para volar en dirección al nivel de poder que sentía.
—Entonces realmente funcionan —susurró Vegeta. Volvió a mirar hacia el edificio, el edificio al que Bulma ya se dirigía. La joven hizo una pausa, lo miró e hicieron contacto visual.
—¿Y bien? ¿Qué demonios estás esperando? ¿Quieres ver a tu hijo o no? —le gritó ella. Vegeta la miró de un modo amenazador, pero ahora no era el momento. Trunks al fin iba a ser revivido y eso era todo lo que importaba. Sin decir una palabra, la siguió al interior. Desear que alguien regrese de la muerte era algo que tenía que ver, especialmente si ese alguien era su hijo.
—Dende ahora está pidiendo que Trunks vuelta. —La voz de Gokú llegó a través de la estática en los auriculares justo cuando ella y Vegeta entraban en la habitación donde se encontraba el cuerpo del adolescente.
—Está bien —respondió Bulma ansiosamente. Vegeta se detuvo a unos dos metros de distancia al observarla acercarse a él. Ella cubrió con suavidad la mano de su hijo con la suya y luego ambos esperaron.
La piel pálida de Trunks recuperó su color primero, Vegeta dio un paso más al sentir el breve parpadeo de su ki. Tanto él como Bulma se sobresaltaron cuando Trunks se sentó de improviso y tomó una gran bocanada de aire mientras no dejaba de parpadear. El saiyayín mestizo miró a su alrededor esperando estar en medio de un campo de batalla, luego bajó la mirada y se quitó las vendas en su pecho, la única señal de la ráfaga fatal de ki era una leve cicatriz. Finalmente levantó la vista y sus ojos se posaron en su madre, quien al instante lo abrazó con fuerza.
—¡Trunks, gracias a Dios que has vuelto! ¿Cómo te sientes?, ¿estás bien? —le preguntó Bulma preocupada y después dio un paso atrás para examinarlo.
—Este, sí, creo que sí. Me siento un poco raro, pero creo que estoy bien —dijo Trunks parpadeando un par de veces por la sorpresa. Se movió con cautela, se levantó y se miró las manos por un instante. Cuando alzó la vista, hizo contacto visual con Vegeta y le ofreció una sonrisa.
Vegeta le dio un gesto de asentimiento con la cabeza mientras luchaba contra la sonrisa que empezaba a aparecer por su rostro. Sin decir una palabra, cerró los ojos y le proyectó a Trunks todo lo que se había perdido, desde su reacción emocional ante su muerte hasta el momento en que entró en la habitación donde se hallaban. No escatimó ni un detalle mostrándole todo desde su perspectiva. Trunks se puso de pie atónito cuando las imágenes comenzaron a pasar por su mente y después de unos minutos Vegeta terminó por abrir los ojos dando fin a la proyección.
—Vaya —susurró Trunks abrumado por todo lo que había visto. Casi tenía ganas de sentarse de nuevo, pero se conformó con recostarse contra la mesa de examen mientras sacudía la cabeza—. Me perdí un montón.
—Solo una o dos cosas.
Trunks volvió a alzar la mirada.
—Has ascendido.
—No como quería, pero lo hice.
Trunks pensó en qué decir, sin embargo, no encontraba las palabras correctas. Durante toda su vida extrañó a un padre que nunca había conocido, ansió el respeto y la aceptación de un hombre que nunca podría aparecer para dárselo, hasta ahora. Esto era todo lo que siempre quiso, incluso si tuvo que pasar por el infierno para llegar allí. Padre e hijo compartieron un momento silencioso de mutuo respeto y comprensión, un momento que fue roto por Vegeta cuando resopló y cruzó los brazos sobre su pecho mientras miraba hacia otro lado.
—Te dije que siempre vigilaras tu espalda, muchacho. No habrías muerto si lo hubieras hecho.
—Sí. —Trunks se rio un poco—. Tengo que trabajar en eso, supongo.
—Hey, chicos, todavía nos queda un último deseo. —La voz de Gokú llegó a través de los auriculares en la mano de Bulma, lo que desvió la atención de los dos hombres hacia ella.
—Ah, claro. Bueno, no estoy segura. ¿Qué opinas, Trunks? —preguntó Bulma mirando a su hijo—. ¿Crees que podríamos tratar de encontrar tu cápsula rota o tal vez el antídoto de Gokú?
—Debo volver a mi línea de tiempo —respondió el adolescente de inmediato mientras se enderezaba—. Hiciste un prototipo de la máquina del tiempo allí. Si arreglamos esa, entonces podré volver a traer el antídoto de Gokú como se suponía originalmente.
—Hay un problema con eso —lo interrumpió Vegeta dándole a su hijo una mirada penetrante—. No sabes si la mujer seguirá viva cuando regreses. Si no lo está, nunca volverás a viajar en el tiempo.
Trunks frunció el ceño y miró hacia otro lado, no quería contemplar esa situación.
—Eso no lo sé, pero lo solucionaré de cualquier manera. No importa cuánto tiempo me tome, volveré.
—¿Estás seguro de que eso es lo que quieres, Trunks? —insistió Bulma—. ¿Qué pasa si no puedes volver a esta línea de tiempo y solo puedes volver al pasado de tu línea?
—Lo siento, pero es un riesgo que voy a tener que tomar.
—¿Entonces van a desear que Trunks regrese a su línea de tiempo o qué? El dragón dice que puede hacerlo, pero tienen que tomar una decisión —los interrumpió Raditz a través del auricular—. El dragón se está impacientando.
—Está bien —dijo Trunks con una mirada de determinación—. Voy a regresar.
—Bueno, solo dennos UN minuto antes de pedir el deseo. ¡Ganen algo de tiempo! —les ordenó Bulma por el auricular. Luego se lo entregó a Trunks y salió corriendo de la habitación mientras gritaba—. ¡Necesitas tu espada! ¡Y voy a conseguirte una camiseta limpia de la Corporación Cápsula!
Vegeta mantuvo los ojos en el auricular y escuchó vagamente los lamentables intentos de Gokú y de Raditz por detener al dragón de Namekusei. Trunks fue quien rompió el silencio primero después de cubrir el micrófono del auricular con una mano.
—Así que supongo que no soy el único que se va —dijo, la decepción que sentía se oía fuerte y clara.
Su padre lo miró de nuevo.
—Mi destino es gobernar.
—No, no lo es. Se supone que debes estar aquí, esta es tu pelea.
—No lo es, este no es mi hogar.
—Pero es “mi” hogar.
Vegeta frunció el ceño y desvió la mirada.
—No sé lo que quieres que diga.
De improviso, Trunks apareció frente a él, por lo que Vegeta no tuvo más remedio que mirarlo a los ojos. El muchacho estaba enojando y Vegeta se sintió extrañamente incómodo con eso. Trunks se iba y no quería que se fuera enojado con él.
—¿Sabes por qué me esforcé tanto por no decirte la verdad? Porque sabía que harías esto. Si no supieras quién soy yo o quién iba a ser Bulma en tu vida, no te irías a ninguna parte. Estás evitando hacer lo que hubieras hecho, estas huyendo de...
—No es eso —dijo Vegeta con dureza—. No lo entiendes, tengo una responsabilidad…
—Conmigo —lo interrumpió Trunks bruscamente y empujó a su padre por el pecho—. Eres mi padre y tienes una responsabilidad conmigo. Nunca te pedí nada y juro que nunca lo volveré a hacer, pero necesito que hagas esto por mí. Ve al espacio y gobierna, no me interesa, pero si te importo siquiera un comino, por favor vuelve y termina con lo que empezaste en mi línea de tiempo. Si no es por ti, entonces hazlo por mí.
Vegeta y Trunks se miraron durante unos segundos tensos, ninguno estaba dispuesto a moverse. Trunks sintió que le daría un dolor de cabeza por el estrés. Tenía la oportunidad de regresar a su casa, pero si su padre no lo ayudaba con los androides, entonces no iban a ganar. Y si se iba sin saberlo, eso de una forma u otra lo mataría. Sintió que su frustración aumentaba, ya que el silencio se prolongó. Estaba a punto de explotar y comenzar a despotricar en la cara de su padre por la desesperación, cuando Vegeta rompió el contacto visual.
—Muy bien —cedió—. Volveré y me ocuparé de los androides yo mismo.
Su hijo parpadeó mientras la ira desaparecía para ser reemplazada por la esperanza.
—¿De verdad?
Vegeta puso los ojos en blanco.
—Escuchaste lo que dije, Trunks, estaré aquí.
Trunks sonrió.
—Gracias.
—Pero no nacerás, esa mujer es absolutamente insufrible. —Se quejó Vegeta.
—Supongo que no puedo tenerlo todo.
—Hmm.
—¡Oh, Dios mío, lo siento! ¡Me tomó algo de tiempo encontrar una camiseta limpia que sea de tu talla! Al menos, creo que está es de tu talla —dijo Bulma con la respiración acelerada, venía sosteniendo una camiseta blanca a la que miraba como si inspeccionara su tamaño. Se acercó a Trunks y la presionó contra sus hombros para evaluarla—. Sí, esta debe quedarte, creo. Bueno y aquí está tu espada. La limpié porque tenía mucha sangre, incluida la de tu padre y quién sabe qué clase de enfermedades tenga —agregó con sarcasmo ignorando a propósito a la tercera persona en la habitación.
Vegeta gruñó por bajo y su ki comenzó a elevarse. Trunks miró ansioso de un lado al otro a sus padres mientras se ponía la camiseta blanca. Durante el tiempo que estuvo en la otra vida, había esperado que pudieran llegar a entenderse. Parecía que solo era una ilusión.
—Bueno, creo que eso es todo —dijo Trunks finalmente y se puso la funda de su espada. Bulma le pasó una cinta negra para el cabello a cambio de los auriculares y lo miró atárselo muy rápido en una cola—. Ah, y por favor, intenten no matarse. Me gustaría volver a verlos a los dos cuando regrese.
—No te preocupes por nosotros, solo ten cuidado —le pidió Bulma besando su mejilla.
Trunks asintió y volvió a mirar a Vegeta.
—Padre.
El príncipe levantó dos dedos en un saludo silencioso y Trunks le devolvió el gesto al ver que la promesa de Vegeta se sellaba en silencio.
Luego, al siguiente segundo, Trunks desapareció.
**********
Vegeta abrió lentamente los ojos varios días más tarde y miró a través del gas en su vaina espacial. Las luces parpadeaban en su rastreador, lo que indicaba la llegada al planeta de su elección, un planeta a años luz de la Tierra.
Poco después, el seguro de la vaina espacial se abrió. Vegeta salió y fue recibido por Cui. Detrás de Cui había una hilera de soldados que llevaban la combinación estándar de rastreador y armadura. El príncipe apenas si les echó un vistazo antes de darse la vuelta para caminar hacia la base con todos siguiéndolo de cerca. Mientras lo hacía, desactivó su rastreador y acto seguido, elevó su ki hasta que destrozó los rastreadores de todos los que estaban detrás. Vegeta escuchó los gritos de asombro y sonrió satisfecho. Había algo tan gratificante en que los hombres de Frízer le temieran ahora. Esa era parte de la razón por la que perdonaba sus vidas, aunque solo provisionalmente. En unos días, comenzaría a "eliminar" a enemigos y rivales de toda la vida, y construiría su ejército desde cero. Pero hasta entonces, disfrutaría de su terror, en especial el de Cui.
—¿Reuniste a todos como te pedí, Cui?
—S… sí, Vegeta —contestó el alienígena casi sin voz, todavía estaba anonadado por la lectura de seis dígitos que Vegeta había registrado sin ningún esfuerzo en su rastreador.
—Gran Vegeta para ti. —Fue la respuesta amenazadora.
—Sí, Gran Vegeta.
—Mucho mejor —dijo el príncipe con rudeza mientras entraba a la base.
Había dos niños allí en la entrada esperándolo que eran apenas mayores que Gohan. Tenían un uniforme completamente nuevo para que él lo usara. Vegeta hizo una pausa y los observó antes de volver su mirada helada hacia Cui.
—Dije que no quería niños, pensé que quedó claro.
—Disculpe, Gran Vegeta, creí que ya me había deshecho de todos ellos.
Vegeta no le quitó la mirada y Cui tuvo que luchar para no retroceder. En cierta forma, ahora le tenía más miedo a Vegeta que antes a Frízer. El iceyín había sido en gran medida indiferente hacia él y su existencia, apenas si sabía su nombre. Pero con Vegeta era diferente, ellos se guardaban rencor desde que eran unos niños. Eso estuvo bien cuando su diferencia de poderes era insignificante. Sin embargo, ahora tenía la sensación de que no viviría por mucho tiempo.
Finalmente Vegeta desvió su mirada hacia uno de los hombres detrás de Cui.
—Tú. No sé tu nombre, ni me importa saberlo. Envía a estos dos mocosos de vuelta a sus verdaderos planetas. Si ya no existen, envíalos a un planeta amistoso. Solo sácalos de mi vista, “ahora”.
—Sí, Gran Vegeta —dijo obedientemente el soldado inclinando la cabeza. Vegeta les arrebató su nuevo uniforme a los niños antes de hacer un gesto con la quijada para que se fueran.
Tan pronto como lo hicieron, el príncipe se dio la vuelta, empujó violentamente a Cui contra la pared y lo agarró por el cuello. Se inclinó cerca de la cara de su antiguo rival y declaró con desprecio:
—Ya te lo dije, Frízer pudo haber usado niños soldados, pero yo no. No soy el entrenador ni el guardián de nadie. Quiero un ejército de hombres con experiencia en batallas. Si veo a un niño más con armadura, ensartaré tu cabeza en un palo y la exhibiré, ¿quedó claro?
—Sí —jadeó Cui que luchaba por respirar.
—¿“Quedó claro”?
—¡Si!
Vegeta lo soltó y miró con ojos inexpresivos como Cui se dejaba caer tosiendo y tratando de respirar normalmente. Luego le hizo un gesto a todos para que se fueran.
—Lárguense, ya saben qué hacer —les ordenó.
Todos los soldados asintieron y se fueron con Cui siguiéndolos a duras penas. Una vez que se quedó solo, Vegeta comenzó a desvestirse en ese mismo lugar. Se quitó un guante y donde solía llevar el pedazo de su vieja armadura, ahora había un pequeño trozo de papel blanco. Lentamente lo desplegó y leyó las letras en tinta azul escritas por Bulma. Tenía la fecha en que los androides llegarían a la Tierra, debajo estaba la traducción que hizo Raditz a las unidades de tiempo que podía entender. Se quedó mirando el papel durante un buen rato, sus pensamientos habían volado hacia su hijo y se preguntaba cómo le iría. Extrañaba al muchacho más de lo que podría expresar con palabras.
Pero ahora no había tiempo para lidiar con eso. Metió el pequeño papel en su nuevo guante como un recordatorio de una promesa que tenía la intención de cumplir y trasladó su atención a los asuntos del momento. Se puso su nueva armadura blanca y completó el atuendo con una capa rojo escarlata unida a ella. Se ajustó el rastreador y finalmente se dirigió hacia los cientos de kis que sentía afuera. Los soldados restantes del imperio Cold estaban reunidos y esperándolo.
Ya era hora de que conocieran quién era su nuevo líder.
**********
Trunks quedó envuelto en una cegadora luz blanca que lo obligó a retroceder, pero tan pronto como esta llegó, se fue. Desorientado, sacudió la cabeza para quitarse el mareo. Miró a su alrededor y vio que sus padres se habían ido. Todo permanecía oscuro y por un momento, se le hizo un nudo en la garganta cuando entró en pánico al pensar que estaba otra vez en una línea de tiempo equivocada. Se hallaba en una especie de habitación vacía que parecía abandonada. Sus ojos azules finalmente se enfocaron y corrió hacia la única puerta que pudo ver.
Cuando la abrió, de inmediato reconoció el pasillo: esta era su casa, estaba en la Corporación Cápsula, pero a la vez no lo era, estos eran los laboratorios del sótano. Su madre había hecho todo lo posible por mantenerlos intactos y actualizados, aunque parecían abandonados.
—¿Mamá? —gritó Trunks preocupado. Llevó la mano hacia atrás para sacar su espada mientras salía lentamente de la habitación—. ¡Mamá! —gritó más fuerte esta vez.
Trunks intentó sentir su ki bajo, pero no pudo percibir nada. El pánico que lo embargaba aumentó hasta que se sintió enfermo. ¿Era demasiado tarde? No podía ser. El adolescente empezó a correr buscando desesperado a su madre. Finalmente encontró una escalera y comenzó a subirla a toda prisa.
Sin embargo, tan pronto como abrió la primera puerta con la que se topó, hubo una enorme explosión. Antes de que pudiera hacer algo, la onda expansiva lo lanzó hacia atrás y rodó por las escaleras. Se las arregló para detenerse a medio camino e hizo una mueca de dolor mientras su espada continuaba cayendo. Trunks estaba tumbado boca arriba, pero se sentó a duras penas y volvió el rostro solo para ver a un enorme monstruo metálico parado en el pasillo bloqueando la única salida. Sus ojos se ampliaron en estado de shock. Eso no era un androide, ¿qué demonios era?
Justo cuando estaba a punto de levantar la mano para disparar una ráfaga de energía, la cabeza del monstruo metálico se elevó y cayó hacia atrás. Una cabellera muy familiar apareció ni bien Bulma asomó la cabeza.
—¿Trunks…? —susurró ella mirándolo. Trunks se paró para voltearse recuperando el equilibrio en las escaleras, vio a su madre y compartieron la misma mirada de sorpresa.
—¿Mamá?
—¡Dios mío! ¡TRUNKS! —gritó Bulma. En segundos, el enorme cuerpo robótico de armadura a su alrededor desapareció y se convirtió en una cápsula. Ella se olvidó de todo cuando bajó por las escaleras mientras Trunks corría escaleras arriba y los dos se abrazaron con fuerza en algún lugar del medio. Bulma ya estaba llorando antes de que siquiera lo hubiera alcanzado—. ¡Oh, Trunks! ¡Pensé que algo malo te había sucedido!
—Todo está bien, estoy aquí y estoy vivo. Aunque casi me matas hace un momento. —Se rio el adolescente.
—¡Oh, cariño, lo siento! Es que pensé…
—Está bien, te estabas defendiendo. Nada mal, podría añadir.
—Bueno, ya me conoces. —Se rio Bulma y finalmente lo dejó ir. Ella lo miró mientras frotaba con suavidad sus hombros—. Vaya, mírate, hijo, has cambiado tanto y has crecido muchísimo.
—Gracias —murmuró Trunks que frunció el ceño cuando examinó a su madre. Parecía haber envejecido diez años desde la última vez que la vio. Había nuevas arrugas de preocupación y cabello blanco que no estuvieron allí antes. Una oleada de culpa sobre lo que probablemente la había estresado se precipitó sobre él y la abrazó con fuerza de nuevo—. Te juro que intenté volver antes…
—Fue mi culpa, ajusté mal el tiempo. No lo revisé dos veces, lo siento mucho.
—Sí, bueno, yo también jodí las cosas…
—Trunks —dijo Bulma sorprendida—. ¿Desde cuándo dices ese tipo de palabras frente a mí?
—Oh, lo siento. Papá y yo pasamos mucho tiempo juntos, “mucho” tiempo.
—Puedo verlo. —Bulma se rio un poco—. Ven, vamos arriba, tienes que contarme todo.
Y él hizo. Le tomó algo de tiempo contarle toda la historia. Durante ese lapso, Bulma preparó té y luego se sentó a escucharlo. Ella no dijo nada, pero él vio cuanto apretaba su taza. Incluso cuando pasaba por alto los peores detalles, podía decir que ella sabía la verdad. Una vez que terminó, Bulma le contó la historia de lo que había sucedido en su ausencia. No quedaban muchos humanos en el planeta y ya casi nunca venía a la Corporación Cápsula, excepto para inteligentemente almacenar ahí sus suministros encapsulados. Los androides la buscaban porque querían evitar que desarrollara armas para los humanos sobrevivientes. Solo había venido este día para llevarse algunas cápsulas de comida.
—Bueno —dijo Trunks finalmente cuando ella terminó—. Creo que puedo resolver tu problema. Soy mucho más fuerte de lo que era antes de irme. Los eliminaré ahora, no te preocupes.
—Creo que también puedo resolver tu problema. Tenemos más de ese antídoto contra el virus del corazón para Gokú. Aunque la máquina del tiempo... —Bulma suspiró y levantó su taza de té para tomar un sorbo.
—¿Todavía tienes el primer prototipo? —le preguntó Trunks esperanzado.
—Sí, pero requiere de mucho trabajo. Ya sé lo que hay que hacer, pero necesito suministros y tiempo. Puede llevarme unos seis meses llegar a un punto en el que podamos probarlo, eso es en el mejor de los casos.
—Está bien. ¿Sabes si volveré a la línea de tiempo que acabo de dejar o si volveré al pasado de esta? Esto de viajar en el tiempo es muy confuso.
—No tengo idea, cariño, lo siento.
—Está bien. Solo quiero ver a mi papá otra vez, eso es todo.
—Vegeta era una persona muy difícil cuando nos conocimos y eso que ya se había moderado algo. Ni siquiera puedo imaginar cómo fue para ti conocerlo antes de que llegara a la Tierra.
Trunks asintió lentamente y miró su té con una leve sonrisa en su rostro.
—Bueno, fue un poco difícil, casi me mató un par de veces, sin embargo, todo terminó bien. Llegué a conocerlo realmente, así que valió la pena.
—Eso me alegra.
Trunks titubeó y revolvió un poco su té antes de preguntar:
—¿Crees basándote en lo que te dije, que le habrías dado una oportunidad a mi papá a pesar de todo?
Bulma lo pensó con seriedad y negó con la cabeza.
—No lo sé, Trunks, todo suena tan distinto. No sé si podría haber pasado por alto todo eso.
—Lo entiendo.
—Oye, está bien. Al menos conociste a tu padre.
Trunks sonrió ligeramente y luego se paró.
—Bueno, creo que he retrasado demasiado esta pelea. ¿Estarás bien aquí?
—Lo estaré. Comenzaré a trabajar en la reparación de ese prototipo cuando regreses. Ten cuidado, ¿de acuerdo?
— Lo tendré —respondió Trunks que ya se dirigía hacia afuera.
El adolescente ajustó la espada en su funda, miró a lo lejos y observó el enorme daño en su ciudad natal. Si antes era un desastre, ahora se hallaba completamente destruida. La reconstrucción tardaría años, no obstante, era hora de comenzar. Había estado más de dos años tratando de salvar el pasado y pronto regresaría a él.
Pero ahora era tiempo de comenzar a salvar el presente.