Fan Fiction ❯ Metal Gear Solid 3: Dark Destiny ❯ Jean Alborch, nuevo compañero ( Chapter 2 )

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Tras un largo viaje en avión, Snake y Otacon se pusieron en contacto con un amigo de Hal por Internet, que se ofeció a ayudarles lo máximo posible.

Su nombre era Jean Alborch, y no era más que un joven de no más de treinta años, pelirrojo, campechano, y algo corrupto desde que descubrió todo lo que podía hacer con las contraseñas de su empresa y su capacidad para esquivar la ley. No le importaba realmente morir o ser enviado a la cárcel, pues para él ya no tenía nada más que hacer en vida, a excepción de ser fiel a sus amigos hasta el final. Y Otacon era uno de sus mejores amigos.

Ya sabía perfectamente la situación de Snake y Hal y sus anteriores actos, y contactó con ellos en persona en un café.

-¿Así que creéis que ese tal Dalcott es el pez gordo que inició la operación con ese mismo nombre? Pues la verdad es que esa información era tan básica que fue borrada en la mayoría de lugares.

-Creemos que debería de estar en la sucursal de aquí.

-Mmmm...habéis elegido francamente un mal momento para colaros. Después de vuestro atentado, han intensificado las medidas de seguridad, y hasta han contratado a un ejército mercenario ruso.-Alborch puso su maleta en la mesa y sacó de ella un portátil. Tras tocar unas cuantas teclas, apareció en la pantalla un exaustivo mapa de la sucursal francesa de Vangteán.- Mirad, el edificio tiene seis plantas, un sótano y dos hangares inmensos. Cada planta, a excepción del sótano, tiene unos 300 m2. La primera es algo así como una sala de reunión, donde suelen ir los vigilantes a descansar. -hizo zoom en ella, para que pudieran verla mejor.- La segunda es la sala de paquetes, donde se almacena todo hasta llevárselo. Además, justo detrás de esa puerta -amplió lo más posible para destacar una puerta muy protegida en la planta.-y después de pasar una prueba de huella dactilar se accede al ordenador que contiene toda la información de la parte europea de Vangteán. Por si no lo sabíais, la fábrica francesa es la sede europea de Vangteán.

>>Las plantas tres y cuatro están dedicadas a la preparación de armas. Están vigiladas por prácticamente una unidad entera del ejército mercenario.

-¿Por qué?

-Piensa que Vangteán es la primera fábrica a nivel mundial. Si no llegara a saciar la demanda y se robaran estas armas, se provocaría un conflicto internacional.

-Continúa.

-La planta cinco está dedicada exclusivamente a las pruebas de las armas y dispositivos que no se pueden probar en el exterior. Precisamente por eso hay gran cantidad de soldados, y cuando vienen hombres de negocios se pasean mucho por esta zona para comprobar y verificar. Luego viene la planta seis, la "impenetrable". Solo se puede acceder a ella pasando por cinco medidas de seguridad que son, actualmente, las más rigurosas del mercado. Primero hay que pasar por un escáner de retina con una precisión de cinco milésimas de milímetro. Después hay que introducir una combinación con diez dígitos que cambia cada hora o cada vez que alguien la introduce. Solo hay diez personas que puedan pasar por este sistema, y son las que tienen un tipo de nanomáquinas especiales conectadas al ordenador central. Con esto sólo se accede al accensor. Una vez arriba, las tres últimas medidas son una cámara de seguridad con ametralladora incluida, unos sensores de rayos infrarrojos y una puerta de nivel de seguridad XZ.

-¿Nivel de seguridad XZ?

-Uno de los sistemas de seguridad ideados por la propia Vangteán. Consiste en una tarjeta RAP como las de los niveles del 1 al 5, pero con una programación especial infalsificable y adaptable. Por cierto, si los sistemas de seguridad detectan un intruso, cerrarán las puertas herméticamente y la habitación en la que se haya dado la anomalía se llenará de gas.

-¿Y que hay en esa planta que es tan importante?

-Los despachos generales de los altos dirigentes.

-¿Y que hay en el sótano?

-Un centro de control. Desde allí miran las cámaras y envían patrullas. Está protegido por otra XZ.

-¿Y el exterior?

-Protegido por un campo de minas. Sólo con la ID adecuada se activa una microonda subterránea que desactiva las minas hasta que desde el centro de control las reactiven. Os convendría ir los dos. Si uno de los dos se queda, tenéis menos posibilidades.

-¿Y cómo vamos a entrar?

-Dentro de media hora un camión cargado con armas para el ejército alquilado pasará por esta parte de la carretera nacional. Podríais aprovechar y colaros en la mercancía. No creo que el conductor os dé muchos problemas. Yo os puedo ayudar por Codec, tengo aquí un mapa de la zona y un radar con el que podré saber dónde estáis en todo momento.

-¿Tienes nanomáquinas? -preguntó Otacon, sorprendido por su amigo:parecía ser mucho más de lo que aparentaba.

-Desde hace nueve meses.-dijo, con "orgullo".- Mi frecuencia es 140.04.-Y guardó su portátil y llevó a sus futuros compañeros hasta su coche, para llevarlos hasta el lugar en el que se encontrarían con el camión.

***

El conductor del camión vio una luz a lo lejos. ¡Por fin, el punto de reunión, y un sitio en el que descargarse de ese "peso" que llevaba en los intestinos! Sasaki aceleró lo más que pudo hacia aquel almacén donde le esperaban algunos centinelas que avisarían a París de que el camión estaba en camino. De paso, iba a aprovechar para quedarse unos minutos en los servicios. Iba tan ensimismado en lo que hacía, que no notó la presencia de un pequeño coche rojo que iba justo detrás suya.

En cuanto llegó, se bajó corriendo del camión y se fue corriendo a los servicios.¿Por qué tendría que darle aquella diarrea en los peores momentos? En cuanto salió del servicio, se acercó al centinela, y con el tono más marcial que podía adoptar su aguda vocecilla, dijo:

-Johnny Sasaki, con el último camión de transporte de armas, preparado, ¡señor!

-Sasaki, no somos americanos, no hace falta ese tono tan marcial.

-Pero es que si no lo pongo...-dijo Sasaki, con su voz normal, una vocecilla tan ridícula para un mercenario que el centinela no pudo evitar echarse a reír.

Unos minutos después, el soldado contactó con el centro en París y le indicó a Johnny que podía irse.

¿Por qué el pobre muchacho tendría siempre que quedar mal? Y no sólo por la diarrea...todo lo que hacía parecía estar gafado, especialmente cuando trataba con sus superiores. ¿Por qué? Él no había hecho nada...¿y por qué estaba comenzando a sentirse tan mal? ¿Por qué aquellos ruidos le ponían tan nervioso? No le dió tiempo a volverse, cuando...

-Para el camión en el arcén. ¡Despacio! -una pistola tocando su cabeza le hizo tener que obedecer por miedo a la orden que le había dado ese desconocido.

***

Después de hacer bajar del camión (aunque no sin dejar de apuntarle) al soldado, Snake quedó confuso con las palabras del ruso:

-¡Tú! Tu eres...¿el de Shadow Moses?

-¿Te conozco?-preguntó ingenuo Snake.

-¡Sí! ¡El que estaba en prisión! Eres tú, ¿verdad?

-Quizá sí, quizá no. -respondió Snake desafiante.- Pero tu serás un futuro cádaver si no me vas dando ahora mismo la radio y tus armas...despacio.

¡Oh, no! ¡De nuevo el estómago! El soldado retorcía su cara, no lo soportaba más, iba a vomitar encima de aquellos dos extraños. Sin pensar mucho en lo que hacía, el hombre gritó y salió corriendo lejos de allí, hasta llegar a algún sitio en el que desahogarse...sin darse cuenta de que había perdido la radio y su arma.

-¿¡Adónde crees que vas?!

-Déjalo, Snake...no puede hacernos nada.

Y así, los dos filántropos abandonaron la zona, en el camión que les iba a llevar a su destino...

***

-¡Oh, dónde demonios te habías metido!-la voz hablaba con un acento francés, difícilmente apreciable por encima de las interferencias de la radio robada.

-Por ahí...-contestó Snake, con una sonrisa aburrida.

-Bueno, ya sabes, 20 segundos para traer el camión hasta aquí. Recuerda que estos trastos no perdonan ni una...

El conductor forzó al máximo el vehículo a pesar del abultado terreno. Iba bastante justo de tiempo, se notaba que la tal Vangteán era un edificio importante. Por muy poco acababa de llegar a la sucursal, cuando le interrumpió un pitido.

-Hola, Snake.

-Esto me recuerda a los viejos tiempos...cuando Campbell me daba instrucciones por Codec. Te pareces mucho a él, Alborch.

-Bueno...ya estás dentro, ¿no?

-Sí...20 segundos para pasar un campo de minas con un camión muy pesado repleto de armas y munición...no está mal para tratarse de una fábrica de armas.-antes de que su nuevo amigo francés preguntara por Otacon, se le anticipó diciendo:- Otacon está en la parte de atrás del camión...dentro de poco voy a irme con él. Vamos a colarnos con las armas, como habíamos planeado.

-Okey...te dejo, voy a seguir buscando sobre el proyecto Dalcott.

***

Unos minutos después, Snake y Otacon se vieron en sendas cajas de armamento en la segunda planta de Vangteán. Ya creían que se habían equivocado, cuando ambos vieron a un extraño hombre con la piel blanca como la nieve, un pelo rubio totalmente lacio, una escopeta al hombro y una expresión de seguridad en la cara.

-Es él...Dalcott, el tipo que vi en la sucursal del pez.-murmuró Snake.

CONTINUARÃ...