Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Amor Eterno ❯ Capītulo 2 ( Chapter 2 )

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Amor Eterno
 
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Capítulo 2
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
A/N: Esta historia contiene Mpreg o embarazo masculino.
 
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Severus se paseaba nerviosamente de arriba a abajo en el pasillo de espera aún vestido con las mismas ropas con las que había llevado a Harry a celebrar su sexto aniversario. Todo había ido a pedir de boca, la comida había sido excelente y el joven no perdía ni un sólo movimiento suyo como era usual
 
Pero a mitad de celebración habían sido atacados de forma brutal por hijos de ex mortífagos. Harry había intentado protegerlo de una maldición imperdonable lanzada en su dirección y había terminado muy mal herido. En esos momentos los medimagos intentaban todo lo posible por ayudarlo. No fue hasta quince horas más tarde del ataque que pudieron estabilizarlo y que se le permitió a Severus entrar a la habitación.
 
Estaba sumamente nervioso, tenía miedo. Había temido durante todos esos años y había tenido horrendas pesadillas al respecto. Y es que Severus se había enamorado... realmente, del Joven Que Había Vivido. ¿Cómo podía no haber sucumbido al amor, aunque falso, de aquellos ojos verdes?
 
La noche de bodas había sido un desastre total y el simple recuerdo le traía escalofríos. No lo había tocado esa noche aunque lo había intentado, la rabia que sentía era demasiado grande. Lo que sí había hecho era magullar aquella hermosa piel. Luego del amargo día había pasado meses escuchando aquel llanto que no cesaba. Era un sonido que lo perseguía en cualquier parte de la casa. Potter sollozaba, a veces a lágrima viva a veces calladamente. Había perdido peso, tenía oscuros círculos bajo los ojos rojos y no importaba cuántas veces lo maltratara de palabras aquel tímido gesto seguía inalterable, calando en su consciencia. Porque siempre que él se le acercaba al joven, Harry trataba de acercarse de alguna forma, de buscar su calor, el contacto. Hasta que se aborreció de no corresponder.
 
Finalmente se decidió a entrar a la habitación donde descansaba su esposo y no podía controlar el temblor de su cuerpo. Los cabellos negros del joven estaban tan revueltos como siempre y aunque el cuerpo presentaba todavía algunas heridas producto del ataque todo lo demás estaba completo y en su lugar. Se acercó lentamente al lecho, temiendo el momento en que lo encontrara despierto. “¿Harry?” Susurró con más temor que otra cosa. Suspiró aliviado cuando comprobó el joven de veinticuatro años permanecía dormido aún. Arrastró una silla hasta la cama y se sentó a su lado, dispuesto a esperar todo lo que fuera necesario y sin poder detener su mano tomó la del joven para acariciarla con suavidad en un acto que le era tan familiar como respirar.
 
Si tan sólo hubiera meditado detenidamente sus acciones, sin tan sólo no hubiera tenido tantos deseos de vengarse quizás las cosas habrían sido muy diferentes y probablemente no dormiría con sus actuales temores. Los seis años que había pasado al lado de ese joven enamorado, aún cuando era por causa de la poción, habían hecho mella en su alma y en su cuerpo. Especialmente en su cuerpo. Sonrió ligeramente al recordar algunas de las cosas que se había permitido hacía unos meses atrás. Por Merlín, se había arriesgado tanto.
 
El estremecimiento de los dedos que aún acariciaba lo hizo volver a la realidad y su corazón dio un vuelco al comprender que se acercaba el momento de la verdad. De inmediato se volteó, a tiempo para ver cómo las verdes profundidades se abrían algo nubladas pero cada vez más claras. “¿Harry?” Susurró lo más suavemente posible. Pero mientras veía los ojos adquirir la habilidad de reconocerlo, también vio crecer en ellos el miedo y el horror.
 
“¿Dónde estoy?” Fue lo primero que preguntó Harry. Lo último que recordaba con claridad era estar esperando a su profesor... no... a su esposo, Severus Snape. Reclinado en la cama a punto de consumar la unión. “¡Snape!” Exclamó con temor cuando pudo reconocer finalmente al hombre que estaba a su lado. Severus se alejó como si lo hubiera golpeado, una expresión de dolor en su rostro. Miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba en un lugar muy diferente. Su esposo lo miraba con algo parecido al terror mientras parecía respirar con dificultad, debía haber pasado algo terrible si Snape se veía tan mal y eso lo hizo ponerse nervioso, nunca antes había visto a su profesor tan asustado. “¿Qué sucede?” Sólo entonces notó que su propia voz sonaba ligeramente diferente. Se tocó el rostro y se miró las manos extrañado para notar que eran algo más grandes de lo que recordaba.
 
“Han pasado... seis años desde que nos casamos.” Susurró Snape con voz temblorosa. “Estábamos celebrando... nuestro aniversario cuando fuimos atacados.” Harry abrió los ojos sorprendido.
 
“Oh.” Fue lo que apenas pudo decir mientras continuaban observándose. Severus sintió que tenía que salir de aquella habitación. Ver el rostro de su amado esposo sin una pizca de aquel amor que había aprendido a corresponder le era insoportable. Qué le importaba si el amor había sido falso... en su falsedad había sido demasiado intenso como para olvidarlo así tan fácilmente y dolía saber que lo había perdido todo de golpe.
 
“Si no te molesta... voy a estar afuera.” Harry asintió y Severus salió al pasillo. Se recostó de la pared y se llevó una mano al pecho mientras intentaba recuperar el aliento. Sentía dolor, punzante y constante, tanto que sus manos se crisparon sobre sus ropas. Apretó los dientes con fuerza y a lo lejos escuchó que alguien lo llamaba por su nombre pero no podía responder, era demasiado el dolor. Perdió el equilibrio y sintió frío, mucho frío, hasta que una oscuridad piadosa selló todos sus sentidos.
 
Severus Snape había sufrido un colapso nervioso, un pequeño infarto si podía decirse. Quien lo había visto caer al suelo no era otro que Draco Malfoy, su ahijado y padrino de bodas quien por suerte había estado cerca para dar la alarma y que no pasara a mayores.
 
Sin embargo el incidente no fue tan grave y aunque pasó unas horas siendo atendido las medimaga que lo atendió le dio de alta en poco tiempo, tanto así que cuando Harry estuvo listo para salir del hospital San Mungo, él también estuvo listo y fue el primero en viajar a través de la red para esperar al otro lado a su nuevo esposo.
 
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Harry suspiró profundamente antes de gritar en el fuego el nombre de la Mansión Snape. Sin fallar se halló del otro lado en la chimenea de la mansión justo frente a su esposo. Trastabilló un poco al salir del fuego y no pudo menos que darle una mirada de disculpa al hombre que tenía de frente. Sin embargo sus ojos se encontraron con la espalda de su esposo. Sólo entonces agradeció que no lo hubiera visto llegar tan torpemente, no fuera a ganarse una reprimenda.
 
Aunque no podía estar tan seguro, Snape siempre se las ingeniaba para destacar sus errores, no podía decir con certeza si sólo estaba esperando el momento preciso para atacarlo sin misericordia. Pero de algo sí estaba seguro... Snape había estado evitándolo en el hospital. Al principio pensó que se trataba de su imaginación jugándole bromas por su aturdimiento pero no era un tonto. El hombre lo evitaba y la sensación que eso le provocaba lo incomodaba enormemente por una razón que no alcanzaba a comprender.
 
Trató de todas formas de no atraer la atención del hombre, no deseaba provocarlo tan prontamente cuando aún se sentía un poco débil y sabía que Severus también debía estarlo. Se había enterado del ataque al corazón pero la verdad no lo había asociado con nada extraño, sólo con la agitación que pudo haberle provocado el ataque durante la celebración.
 
Observó detenidamente aquella espalda un tanto angosta, especialmente en la cintura. Severus vestía una túnica de azul oscuro perfectamente entallada a su cuerpo con mínimos detalles en azul celeste y broches de plata en todo su pecho... cinco broches, los había contado. En esos momentos se quitaba los guantes de cuero negro mate mientras que sus cabellos estaban recogidos nítidamente en una coleta baja que le despejaba el rostro y le daba una apariencia menos inalcanzable para él que siempre lo había visto con los cabellos sueltos cubriéndole el rostro.
 
Aún intentaba asimilar los cambios de su cuerpo y aunque no recordaba mucho de aquellos seis años tenía el presentimiento de que los recuerdos estaban allí, prestos a salir cuando él quisiera. Severus comenzó a moverse y él lo siguió. Ahora le parecía extraño que pudiera mirar a su profesor de pociones desde arriba. También le parecía extraño verlo con otras ropas que no fuera la túnica negra de la escuela.
 
Vestía ropas similares a las de su esposo en corte pero en un color café rojizo con cinco broches de oro y guantes en combinación. Se sentía y se veía mayor. Encima de eso no sentía que el mundo a su alrededor lo asfixiaba sino que él dominaba lo que ocurría. Sus pasos resonaban mucho más fuertes, mucho más seguros, su porte, su cuerpo reclamaban respeto. No estaba seguro si su esposo había sido quien le enseñara pero alguien tenía que ser el responsable del cambio. Y todo eso hacía que la situación en que se hallaba no se le pintara tan desesperanzada como en un principio le había parecido cuando tomarse la poción aquella le había parecido la única salida.
 
Su esposo comenzó a caminar y él lo siguió, moviéndose por los pasillos extrañamente conocidos, porque aunque los viera por primera vez su cuerpo le decía dónde giraban y a dónde llevaban y no porque los recordara de aquella primera vez en la mansión. Finalmente se detuvieron frente a una habitación que reconoció de inmediato y que hizo que su piel se erizara sin quererlo, la habitación principal o nupcial.
 
Snape abrió la puerta y se puso a un lado para dejarlo pasar. Por su mente pasaron con claridad las condiciones del contrato que había firmado el día de su unión con el hombre. Entró con paso lento, cuidando de no rozar al hombre y se detuvo frente a la cama dándole una larga mirada. Se sobresaltó levemente al escuchar la voz de su esposo a sus espaldas y se giró de inmediato. “Que descanses.” Le susurró Snape negándose a mirarlo a los ojos.
 
Lo vio salir y cerrar la puerta con suavidad. Dio un largo suspiro intentando entender qué había sucedido en esos instantes que segundos antes le habían parecido tan cruciales.
 
Era como si algo se hubiera roto... en el aire... en la habitación... en su corazón. Algo que no sabía que existía hasta que había dolido y que Snape saliera de aquella forma callada de la habitación le había dolido sin aparente razón.
 
Por largo rato no supo exactamente qué había transpirado allí pero logró calmarse lo suficiente como para explorar un poco la habitación. Encontró unas pijamas que le parecieron familiares y supuso que un baño le haría bien, había visto una puerta que sentía daba al baño de la habitación.
 
Descubrió un espejo en el baño, uno que era lo suficientemente grande como para mostrar su torso completo. Se desnudó por completo frente al espejo para verse nuevamente por primera vez. Aún tenía las mismas cicatrices de siempre pero su cuerpo era definitivamente el de un adulto. Había crecido más de lo que imaginaba y aún era esbelto pero no con la misma aparente fragilidad juvenil que su cuerpo había presentado al estar al cuidado de sus tíos en la Calle Privet. Sonrió levemente, al menos esos seis años le habían dado algunos beneficios. Mirando a su entrepierna sonrió complacido. Sí... había ganado algunos beneficios.
 
Sus dedos fueron automáticamente a un cepillo de dientes sobre el lavabo y no fue hasta que fue a ponerlo en su lugar que notó que había otro cepillo. Era obvio que compartían el baño. Giró y comenzó a notar pequeños detalles de la presencia del hombre. Una toalla, una almohada adicional, ropa en los cajones, una capa cuidadosamente doblada sobre el respaldo de una silla. Se dijo a sí mismo que no iba a pensar en nada esa noche, si Snape le había dado un respiro él lo iba a utilizar antes de tener que volver a lo que fuera que había entre ambos. Se acomodó automáticamente en el lado derecho de la cama y se cubrió con las colchas. Volteó varias veces antes de encontrar una posición adecuada y antes de mucho ya estaba dormido.
 
Severus Snape había seguido hasta la habitación de huéspedes que le había pedido a los elfos que prepararan tan pronto había salido de la chimenea. No podía creer que por primera vez luego de que aceptara realmente al joven como su esposo irían a dormir en camas separadas sin siquiera un beso de buenas noches... era... inconcebible.
 
La habitación de huéspedes era demasiado fría para su gusto. Si alguna vez las mazmorras de la escuela de Hogwarts le habían parecido agradablemente solitarias ahora el sólo pensamiento de pasar una noche solo y entre frías sábanas lo hacían querer gritar con desesperación. Cerró los ojos al cerrar la puerta y sentir el pesado silencio. Cruzó los brazos sobre su pecho por instinto intentando conseguir un poco de calor. No quiso siquiera abrir los ojos para ver la cama vacía que le esperaba.
 
Aquello le parecía un castigo demasiado grande, demasiado insoportable. Nunca se había dado el lujo de amar y ahora que lo había hecho descubría que era un amante exigente aunque no estaba seguro si era causa y efecto de la poción del joven que hacía que tuviera que lidiar con un joven obsesionadamente enamorado de su cuerpo. Se había acostumbrado a esa ansiedad insaciable que provocaba la poción, a noches interminables de amor. Lo necesitaba ahora más que nunca. Tenía que ser su castigo. Se soltó los cabellos de un tirón y los revolvió desesperado intentando encontrar una solución a todo aquel problema pero la verdad era que Potter no lo amaba... nunca lo había amado y ahora tendría que vivir con esas consecuencias.
 
Si no había podido apenas soportar aquella mirada de temor menos podría soportar el día en que la poción terminara de hacer su efecto por completo y el joven lo mirara asqueado por su cercanía, rechazándolo de forma violenta.
 
No... no podía.
 
Sintió nuevamente la necesidad de gritar su dolor pero sólo consiguió caer en un asiento que había en la habitación y taparse el rostro con las manos. Aquella iba a ser una noche demasiado larga. De a ratos sentía unas horribles náuseas que amenazaban con asfixiarlo y de a ratos las ganas de llorar le quemaban la garganta. Mientras más las reprimía mayor era el dolor de cabeza que se le iba formando.
 
Pero tendría que acostumbrarse nuevamente a la soledad... tenía que hacerlo porque de ahora en adelante no iba a acercarse de nuevo a Potter. No creía tener la capacidad de mantenerlo en aquella dañada unión cuyo contrato pesaba sobre su corazón como una sentencia de muerte. Desde aquel momento se separaría emocionalmente del joven tanto como pudiera porque había tomado una decisión. Iba a anular el contrato, así dejaría en libertad al ser que más amaba. Le daría lo que en un principio le había negado y quizás entonces... si no moría en el intento... podría amistarse con el joven o al menos estar seguro de que no lo odiaba por haberle arruinado la vida.
 
“Te amo.” Susurró lleno de amargura. “Te amo, eres lo mejor que ha pasado en mi vida y no voy a negarlo como un cobarde. Eres, Harry, lo mejor que he tenido, aunque haya sido mentira fue hermoso mientras duró.” Decirlo en voz alta le daba un poco de fuerzas. Reconocer que el joven había y continuaba siendo parte integral en su vida le permitía continuar adelante de una forma que negarlo no le hubiera permitido.
 
Se quedó allí sentado, recordando con detalle las noches apasionadas que apenas semanas antes... días antes habían estado disfrutando en un intento por consolar su propio cuerpo. Entre recuerdos y lágrimas se fue quedando dormido para soñar con aquellas manos de seda recorriendo cada centímetro de su piel.
 
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Harry despertó sintiéndose cómodo. Dio un enorme bostezo y se removió bajo las colchas. Arrugó las cejas y miró lo que abrazaba con tanta fuerza. Estaba en el mismo medio de la cama con una almohada enredada entre sus piernas y otra fuertemente agarrada entre sus brazos... pero la que tenía en sus brazos no era cualquier almohada, era su almohada, la que conservaba su olor. Se sentó en la cama y soltó la pieza rellena levantándose más pronto de lo que hubiera querido y casi yéndose de bruces al no haber reparado en la almohada que seguía enredada en sus piernas.
 
Se duchó y miró en el armario sus ropas... justo al lado de las de Severus, su esposo. Cerró los ojos unos segundos y le pareció ver a Severus con una sonrisa, de pie frente al armario escogiendo una túnica beige muy clara que chocaba demasiado con la imagen que tenía de su profesor de pociones, haciéndole más fácil reconocerlo como lo que era... su legítimo esposo.
 
Cuando abrió los ojos sus manos estaban sobre la túnica. La tomó de su percha y la observó. Los broches tenían diamantes incrustados en ella y los detalles de la misma eran blancos. Era hermosa y según lo que había visto en sus recuerdos le quedaba muy bien al hombre. Deseó poder verlo alguna vez en ella.
 
Regresó la pieza a su lugar y buscó una túnica en su lado del armario, una que no fuera demasiado formal, era obvio que en aquella casa no habían piezas de ropa muggle como las que había estado acostumbrado. Cuando estuvo listo bajó al comedor para desayunar sin embargo el lugar estaba completamente desierto. Extrañado miró el reloj sobre la chimenea, eran las sietes y media de la mañana y algo le decía que esa era la hora justa para desayunar en la mansión Snape.
 
Un elfo apareció para servirle el desayuno y aprovechó para preguntarle por su esposo. La criatura le comentó que el hombre no bajaría a desayunar, que ya había pedido que le llevaran un poco de café a su habitación.
 
Frunció el ceño, Severus nuevamente lo estaba evitando. No lo entendía, sus recuerdos le decían que habían sido muy unidos. Pero Harry confiaba en que el hombre no se hubiera dado cuenta de que la poción había terminado su efecto. No quería enfrentarse en esos momentos a las consecuencias que acarrearía para sí mismo si Snape descubría que había recuperado su consciencia porque seguramente se pondría furioso. Tendría que comenzar a reunir los ingredientes para crear nuevamente la poción y tomarla, así nada cambiaría, era obvio que la vida que llevaba como esposo de aquel hombre no había sido del todo mala.
 
No era tonto... sus recuerdos le decían que allí había sido amado y querido, considerado e incluso mimado. También sabía que no era maltratado, su propio físico era testigo de ello. En su mente no podía mas que ver los beneficios de permanecer con el hombre a como diera lugar. Cerca, siempre cerca.
 
Intentó recordar en dónde podría encontrar a su esposo en aquellas horas y los recuerdos le trajeron la habitación de huéspedes muy cerca de la suya. Era algo solitaria pero era del agrado de Severus, más de una vez lo había encontrado allí leyendo o simplemente mirando por la ventana.
 
Subió nuevamente y se acercó a la puerta de la habitación, abriéndola con cuidado. Sin temor a equivocarse allí estaba Severus. Su corazón dio un vuelco al verlo sin saber por qué y contuvo la respiración. “Sn... Severus.” Susurró intentando cubrir su falta. Llamarlo por su apellido sólo traería sospechas. Pero el hombre no se dio por enterado y continuó mirando por la ventana cómo el sol continuaba su camino hacia lo más alto del cielo. “Severus... buenos días.” Intentó nuevamente. Esta vez el hombre se volteó levemente en su dirección.
 
“¿Cómo te sientes, Harry?” Las palabras salieron algo forzadas pero serenas. No le dio el frente y sintió nuevamente esa extraña desolación que le molestaba.
 
“Extraño.” Respondió. “No pude dormir bien anoche.” El hombre volteó un poco más y Harry pudo verle bien el rostro. Estaba más pálido que como lo recordaba y sus ojos tenían algunas ojeras más. Sus cabellos, aunque igual de negros parecían más suaves... menos grasosos.
 
“¿No?”
 
“Me faltabas tú.” Se atrevió a insinuar. Esta vez Severus se volteó completamente y lo miró de pies a cabeza. Notó entonces los ojos enrojecidos, el rostro pálido y somnoliento. Era una mirada curiosa la que le daba, como aquellas que le daba en clases cuando no le creía lo que decía.
 
“Es por los efectos de la poción que tomaste. Aún te sentirás atraído hacia la persona de quien estabas falsamente enamorado.” Harry se quedó de una sola pieza, el mundo roto a sus pies y el corazón congelado. “Extrañarás lo que hacías a diario pensando que me amabas. Es por eso que me parece más lógico que nos demos algo de espacio por el momento, para evitar situaciones desagradables. Luego podremos hablar con calma sobre lo que haremos para anular el contrato...”
 
“¿Anular el contrato?” Susurró sin poderlo creer cuando recuperó la voz. El hombre asintió pero al ver la cara de preocupación suspiró.
 
“Sin consecuencias. No te preocupes, no estoy interesado en ninguno de tus amigos. Ahora te sentirás extraño pero en unos días podrás pensar con más claridad.”
 
Harry no podía creer lo que escuchaba y se preguntaba cuánto era posible cambiar en seis años. Al parecer mucho, demasiado.
 
“Yo... no recuerdo mucho de estos seis años.” Murmuró. “Pensé que quizás podrías ayudarme a recordar.”
 
“No.” Le interrumpió de inmediato el hombre. Lo cortante de la contestación lo cegó y no pudo leer el dolor que aquella simple palabra encerraba en la voz de su esposo.
 
“¿Por qué no?” Se acercó sin darse cuenta, sintiendo un poco del antiguo coraje Gryffindor que lo caracterizaba. ¿Cómo podía Snape negarle sus recuerdos? “Quiero saber.” Severus se volteó tercamente hacia la ventana y Harry sintió enojarse. Lo tomó del brazo con una fuerza que no sabía que poseía y lo hizo voltear con facilidad. “Quiero saber.” Exigió una vez más pero se detuvo al ver la expresión dolida de su esposo.
 
Se sintió tan culpable, no podía expresarlo con palabras, tenía que abrazarlo y confortarlo, quería hacerlo y pedirle perdón por ser un bruto. Se acercó atrapando el cuerpo ahora más pequeño que el suyo entre sus brazos, tan pronto lo hizo una sensación de paz invadió todo su ser. Por instinto ladeó la cabeza y estuvo a punto de cerrar el espacio entre ambos cuando Severus se retorció débilmente haciendo que ambos cuerpos se separaran.
 
Harry notó que su esposo temblaba mientras se sujetaba de la ventana donde continuaba recostado. Hizo ademán de sostenerlo pero el cuerpo se alejó más del suyo y tuvo que dejarlo ir, viendo con un dolor apagado cómo rechazaba sus brazos dispuestos.
 
“Hablaremos después.” Susurró con voz ronca y Harry asintió quedamente demasiado impresionado por la imagen de Severus en ese estado.
 
Severus esperó hasta que Harry salió completamente de la habitación y cerró la puerta. Esperó unos minutos adicionales y con pasos inseguros llegó hasta la puerta y le echó el cerrojo sintiéndose desfallecer. Por lo visto... mantenerse alejado de Harry iba a ser demasiado difícil. Quizás no sobreviviría del todo.
 
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Gracias por leer.