Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Amor Eterno ❯ Capítulo 3 ( Chapter 3 )

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Capítulo 3
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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Harry salió de la habitación de huéspedes con la imagen de aquel Severus tan vulnerable grabada a fuego en su consciencia. Trató de comprender por qué... y fue entonces que algunos recuerdos del hombre pasaron frente a sus ojos de forma fugaz. Tuvo que apoyarse en la pared del pasillo para no perder el balance. Era como si volviera a escuchar a Severus susurrándole al oído, acariciando su cuerpo, besando sus labios.
 
Volvió tras sus pasos enceguecido y se detuvo frente a la puerta, respirando fuerte mientras que la mano que se sujetó a la cerradura temblaba descontrolada. “Merlín, ¿qué me sucede?” Susurró trémulo al apoyar la frente sobre la fría superficie de madera. Sin pensarlo acarició la puerta y se sintió como un demente. Adentro estaba Severus y la puerta era lo único que lo separaba de aquel hombre, si la acariciaba era como acariciarlo a él... “Estoy enloqueciendo.” Pero es tu esposo, susurró una voz en su interior. Murmuró tonterías antes de poder despegarse de ella.
 
Apoyándose en la pared nuevamente continuó su camino en la misma dirección que había intentado en un principio, el comedor. Podía desde allí intentar contactar a sus amigos, Ron, Hermione, Neville, Lupin, Albus, cualquiera que lo distrajera de aquella locura. Pero Severus le había dicho que eran efectos secundarios de la poción, que pronto aquella necesidad de estar cerca suyo desaparecería. Rogó porque así fuera pero el dolor en su pecho se rebelaba y lo desafiaba violentamente, su cuerpo no quería olvidar.
 
Uno de los elfos lo vio y se apresuró a servirle el desayuno, todo muy delicioso, a su gusto pero no pudo comer demasiado. Tan pronto pudo se levantó de la mesa y tanteó una hermosa cajita de madera. Eran los polvos flu usados para comunicarse a través de la chimenea. Tomó un puñado y con ellos en la mano se detuvo a pensar a quién iba a llamar primero.
 
En esas estaba cuando el fuego de la chimenea comenzó a chisporrotear. Con algo de sorpresa se alejó y de repente se encontró con unos ojos grises que recordaba con pasmosa claridad.
 
“¡Malfoy!” Exclamó dando un paso atrás.
 
“Tú y tus chistes, Harry. Claro que soy Malfoy. ¿Dónde está Sev? Vine tan pronto pude.” Exclamó el rubio moviéndose con rapidez de adentro de la chimenea.
 
“Está arriba.” Dijo algo confundido por la familiaridad y la sonrisa con la que su ex compañero, ex némesis de escuela le hablaba. Apenas tuvo tiempo para observarlo porque Draco ya iba escaleras arriba.
 
“Niños, compórtense.” Exclamó una voz profunda y autoritaria a sus espaldas que no reconoció de inmediato. Volteó rápidamente y lo primero que encontró fue a dos niños de unos cinco años con cabellos rubios y ojos azules que eran la misma imagen de Draco. La voz salía del interior de la chimenea. “Recuerden que tío Harry aún necesita descanso.” Una hermosa visión se presentó unos segundos después saliendo de la chimenea. Un joven de cabellos blancos rizados y ojos de un azul intenso se hallaba frente a la chimenea con una niña en brazos y otro niño de unos dos años sujeto a sus piernas. El pequeño se chupaba el dedo graciosamente.
 
“Pero papá.” Gimoteó uno de los mayores.
 
“Nada de peros. Lo acordamos antes de salir de la casa, Andrew.” El niño hizo un puchero que el hombre ignoró y se acercó a Harry mientras que el niño entre sus vestimentas le estorbaba un poco para moverse. “No te preocupes, Harry. Andrew y Dereck prometieron comportarse. ¿Cómo te sientes?” Le preguntó con amabilidad.
 
“Muy bien.” Comentó con timidez, pero algo le decía que los conocía a todos. “Es temprano, ¿quieren desayunar?” Preguntó automáticamente. Los niños gritaron con deleite y de repente se sintió sonreír cuando la atmósfera incómoda se rompió con las cristalinas risas. Los llevó a la cocina donde los elfos parecían conocer los gustos de cada uno. Volvió a mirar al hombre y un nombre le vino a la mente.
 
Jovan Malfoy. Y la niña en sus brazos era Sofía. El pequeño que aún no salía de entre las ropas de su progenitor era el pequeño Draco y los dos mayores, Andrew y Dereck, eran los gemelos de los cuales era padrino.
 
En esos momentos Draco bajaba acompañado de Severus quien se veía bastante renuente a acompañarlos y Harry sabía exactamente por qué.
 
“Tonterías, Sev. Con esa palidez lo mejor es que tomes un buen desayuno. ¿Verdad, Harry?” Harry agradeció no estar tan impactado como la primera ve que lo vio y asintió de inmediato. “Tú también debes desayunar bien.” Lo amonestó el rubio con severidad y Harry volvió a asentir callando el hecho de que ya había desayunado. Draco sentó a Snape justo a su lado y Harry intentó sonreír de forma convincente. Se sobresaltó al sentir una manita halarle el pantalón. El pequeño Draco le sonrió y le tendió los brazos. Harry lo levantó de inmediato y se lo puso en las rodillas. Varias imágenes vinieron a su mente donde él hacía lo mismo en repetidas ocasiones para deleite del pequeño quien era mucho más cariñoso que sus demás hermanos.
 
El resto del desayuno transcurrió en agradable charla y Harry se preguntó cuándo se había vuelto tan amigo de Draco. El joven parecía ser agradable y le gustaba sonreír, aparentemente su personalidad había influenciado en gran manera al joven de rubios cabellos.
 
La mañana continuó su curso y la pareja se despidió dejándole una sensación de silencio y vacío no muy agradable en la casa. Snape se volvió al cuarto mientras que Harry quedó en completo silencio en la sala de estar. Era extraño cómo podía recordar, pensaba que la poción crearía una especie de amnesia en vez de “endulzar” sus recuerdos. Pero no le molestaba, al contrario, le daba cierta seguridad el saber que no iría por ahí como un tonto sin conocer lo que había hecho antes.
 
Lo que le preocupaba era lo que Snape le había dicho. Si iba a volver a ser el de siempre entonces esa sensación de seguridad y de alegría desaparecería poco a poco para convertirse nuevamente en el muchacho que odiaba a su profesor de pociones. Además, Snape le había dicho que iban a cancelar el contrato pero no le había dado ninguna razón más que la obvia terminación de los efectos de la poción.
 
Hasta el momento no le parecía que llevara una vida triste o desagradable. Decidió intentar nuevamente comunicarse con alguno de sus amigos. Sólo una duda le asaltó, el no saber si estaban bien o no. Los recuerdos tardaron un poco en aparecer. Vio a Ron vestido de negro de pie frente a una lápida blanca que leía el nombre de su amiga, Hermione Granger. Lágrimas frescas brotaron de sus ojos y cayó de rodillas abrumado por el dolor que parecía fresco. Fueron sus lamentos los que atrajeron a Severus quien bajó a toda prisa para ver qué sucedía claramente preocupado. “¿Harry, qué sucede? ¿Qué tienes?” Exclamó al verlo en el suelo.
 
“Hermione.” Susurró y el hombre suspiró. Lo ayudó a ponerse en pie y lo llevó a uno de los asientos mientras le acariciaba la espalda a modo de consuelo.
 
“Sí, la señorita Granger falleció, sufrió una hemorragia interna que no pudo ser detectada a tiempo. Aparentemente una enfermedad hereditaria que la atacó repentinamente. Pero eso sucedió hace cinco años.” Murmuró.
 
“¿Alguien más... que ya no esté?” Logró hipar entre sollozos.
 
“Todos los demás que recuerdas están bien. El señor Ronald Weasley estará de regreso la próxima semana, podrás verlo entonces.” Harry asintió y finalmente sucumbió a la necesidad de abrazar al hombre. Esta vez le fue permitido el gesto y se abrazó con fuerzas, sintiendo esa tranquilidad que suponía era parte de la poción. Pero se sentía bien y no iba a derrochar una de las pocas ocasiones en que se había sentido así, poción o no.
 
La última vez que recordaba sin la poción habían sido momentos llenos de dolor y temor, especialmente al sentirse traicionado por aquellos en quienes había confiado. También había sentido temor por no saber el rumbo que tomaría su vida en realidad luego de salir de Hogwarts. Antes de tomar la poción estaba completamente seguro de que Snape se encargaría de hacer que su vida fuera un infierno en aquella unión detestable, pero ahora que miraba a su alrededor todo era muy diferente a lo que alguna vez había imaginado. Quizás lo que había sucedido no había sido tan malo. Se preguntó cómo había llegado a su actual posición y a su mente llegaron recuerdos confusos. Cerró los ojos y dejó que las memorias llenaran su espacio.
 
Severus sintió el cambio en el joven demasiado tarde, pero tampoco era como si hubiera podido hacer algo ya que se encontraba desde un principio envuelto en los brazos de Harry. Cuando las manos comenzaron a acariciar su espalda entró en pánico. Intentó soltarse lo más cuidadosamente posible pero cuando a las manos se le unieron los labios casi perdió la fortaleza para intentar alejarse. Después de tres días sin su esposo le era difícil negarse a lo que le pedía el joven cuerpo.
 
Se dijo a sí mismo que sería sólo un momento, que lo detendría en unos segundos. Su esposo continuó las caricias y no fue hasta que se escuchó a sí mismo gemir que supo que tenía que detenerlo de inmediato. “Harry.” Pero la voz le salió en un sensual susurro. “Harry, por favor.” Los labios se apartaron sólo para preguntar.
 
“¿Por favor?” Susurró Harry para volver a atacarlo.
 
“Sí, Harry, por favor. Tienes que detenerte.” Musitó sin aliento y sin convicción, cosa que aquellos ojos verdes captaron de inmediato.
 
“¿Por qué?” Lo cuestionó con rebeldía. ¿Por qué tenía que ser tan terco el hombre? ¿Acaso en esos seis años le había nacido una consciencia que le impidiera aprovecharse de la situación?
 
“Porque no está bien.” Aparentemente sí le había nacido. ¡Pero en qué mal momento! Pensó Harry frustrado.
 
“Pero eres mi esposo.” Gimoteó lastimeramente y Severus sabía que tenía razón, era su esposo, de la misma forma que una vez había pensado que Harry le pertenecía el matrimonio daba fe de que él le pertenecía a Harry. Su cuerpo daba fe de ello... sus sentimientos daban fe de ello... le pertenecía, le amaba...
 
“Es la poción la que te hace actuar así.” Trató de protestar débilmente.
 
“No es cierto.” Gimió el joven nuevamente al sentir que el hombre intentaba separarse de su cuerpo. Intentó retenerlo pero cada vez se le alejaba más. “Severus.” Volvió a llamarlo y el hombre se dejó acercar al escuchar el desespero en la voz que conocía de memoria como si fuera el sonido de su propia alma palpitando.
 
“¿Por qué me haces esto, Harry? Sabes que voy a perderte poco a poco.” Se quejó Snape en un susurro contra su cuello.
 
“Deja que suceda a su tiempo. No me niegues este poco de felicidad.” Imploró contra sus negros cabellos. Olía a Severus... a noches de húmedas caricias y pieles cálidas.
 
“En unos días no dirás eso. En unos días no querrás que te toque y me vas a matar. Déjame separarme ahora.” Insistió el hombre con dolor en su voz pero Harry nunca se había caracterizado por rendirse tan fácilmente.
 
“Hazlo mañana. Hoy quédate conmigo, Sev.” Ante la imposibilidad de razonar con el joven el hombre se rindió y se dejó envolver nuevamente en los brazos de Harry. Mañana se alejaría, hoy disfrutaría de los días que le quedaban. ¿Por qué su cuerpo le decía que hacía bien en dejarlo para otro día cuando su mente le indicaba que dolería mucho más si esperaba? Estaba demente.
 
En todo ese día Harry se mantuvo a su lado y casi olvidó que pronto perdería a su esposo como lo había conocido. Comieron juntos, exploraron la casa juntos, leyeron juntos, todo por el miedo de Harry de que se le volviera a escapar.
 
Fue al momento de ir a dormir que recordó su realidad. Esperó pacientemente hasta que se confió y antes de que el joven tuviera tiempo de detenerlo entró a la habitación que había usado la noche anterior y cerró la puerta. Los golpes en la puerta no se hicieron esperar.
 
“¿Severus?” Lo llamó el joven desde afuera pero no quiso responder, le dolía demasiado y no quería amanecer al lado de un compañero que cada día lo amaría un poco menos. “Severus...” Volvió a llamar Harry pero al no recibir respuesta supo que la terquedad de su esposo no le cedería esa noche.
 
Suspiró con melancolía, había pasado uno de los mejores días de su vida al lado del hombre. Había sido amable con él, cariñoso y atento, cosas que no muchos habían sido con él. Además, a pesar de no recordar demasiado la madurez que había adquirido no la había perdido y eso le decía que Severus estaba profundamente enamorado aún tras la seria fachada que intentaba mostrarle.
 
Otra cosa que lo había impresionado un tanto era que sus recuerdos le mostraban una imagen algo confusa de lo que había transpirado entre ambos. Le daba la sensación de que la intimidad había fluido de varias formas y mientras la más de las veces se recordaba de espaldas sobre la cama, en otras se recordaba amando el cuerpo de Severus, tomándolo con infinita ternura y no estaba seguro de que esos recuerdos le estuvieran diciendo la verdad.
 
Con sólo recordarlo podía sentir su cuerpo responder y algo le decía que el hombre no se negaría si intentaba esa clase de acercamiento. Se revolvió inquieto frente a la puerta hasta que tuvo una idea concreta de lo que quería y podía hacer. Sus ojos verdes se oscurecieron al pensar en lo que podía acontecerle y sopesó las desventajas contra los beneficios. Su afiebrada mente insistió en que eran más los beneficios por lo que con paso decidido regresó al cuarto para darse un baño y hacer “algunos preparativos”.
 
Eran cerca de las doce y media de la noche cuando susurró un <i>alohomora</i> en la puerta de Severus quien no había tomado en cuenta la insistencia de Harry. Se acercó en silencio a la cama donde descansaba el hombre, ignorante de su presencia, y sonrió divertido al notar que no tenía puesta demasiada ropa bajo las sábanas. Se deslizó cual gato bajo las mismas y se abrazó desde atrás al cuerpo, asegurándose de acomodar su sexo en el trasero de su esposo de forma tal que no le quedara duda al respecto de lo que quería hacer, luego procedió a morderle suavemente el cuello y la espalda. Severus no tardó en responder a pesar de estar aún dormido y Harry sonrió complacido.
 
El cuerpo complaciente estiró el cuello para que tuviera mejor acceso, ofreciéndole los puntos más sensibles que le provocarían mayor placer. Al cabo de un rato el rostro de Severus buscó el suyo entre dormido y despierto. “Harry...” Susurró cargado de deseo su esposo.
 
Recibió los labios que lo llamaban con calidez y ternura, permitiendo que los recuerdos bañaran sus sentidos y le mostraran el camino a seguir con Severus. Su esposo se movió para permitirle voltearse hacia su pecho y no bien lo hubo hecho las piernas del hombre se separaron ligeramente permitiéndole acomodarse entre ellas y halándolo inconscientemente hasta dejarlo sobre su cuerpo.
 
Sintió la erección contra su pelvis y la suya respondió con ansiedad volviendo a acomodarse posesivamente en donde minutos antes había estado. Una corriente de deseo y ansiedad le electrificó la piel sabiendo lo que aquello significaba. Había estado en lo correcto, sus recuerdos no habían mentido, él ya había tomado a Severus de aquella forma. Buscó sobre la cama un frasquito que había llevado consigo y que había encontrado en el baño la noche anterior abriéndolo y untando su sexo con el contenido. También se aseguró de cubrir bien a Severus.
 
Un gemido lo distrajo de su tarea y su garganta se secó ante la visión que presentaba su ex maestro de pociones dispuesto sobre la cama con aquella expresión de placer en su rostro y jadeando levemente mientras él lo preparaba para tomarlo. Se le ofrecía deliciosamente y en ese momento supo la profundidad de lo que había transpirado entre ambos mientras su mente había estado adormecida con Amor Eterno. “¿Severus?”
 
Un gemido fue su respuesta y Harry puso a un lado el frasco para volver a colocarse en aquella maravillosa posición sobre su esposo. “Severus... dime cuánto me amas.” Dijo al tiempo que sus labios devoraban el cuello en aquel cálido lugar donde palpitaba el pulso acelerado del hombre.
 
“¿Cuánto te amo?” Le preguntó algo atontado su esposo.
 
“Sí, Severus, dime cuánto me amas.”
 
“Moriría sin ti.” Fue la respuesta ahogada por un suspiro mientras intentaba que el sexo de su esposo lo acariciara donde lo necesitaba más. “Si te alejas de mí no soy nada.”
 
“Te amo, Severus.” Le respondió sin pensarlo. “Te amo... te amo... te amo...” Respiró acentuando cada palabra con un beso. Más tarde recordaría sus palabras y pensaría en ellas pero en ese momento su cuerpo decidió no permitirle más retrasos. Necesitaba estar dentro de Severus, poseerlo, hacerlo suyo y calmar la sed de ambos.
 
Con ternura y cuidado comenzó a entrar en su cuerpo deleitándose con cada jadeo y gemido de placer que le arrancaba mientras sus manos recorrían con experiencia cada curva, depresión y ángulo de aquel cuerpo que conocía pero que volvía a descubrir. Severus bajo sus manos era como arcilla para modelar a su antojo y la forma en que se entregaba lo estaba enloqueciendo. Gozó hasta la más mínima respiración perdiéndose en el perfume fuertemente almizclado del sexo de su esposo y el suyo cuando su placer comenzó a enroscarse fuertemente en su vientre alimentando los movimientos de sus caderas.
 
Levantó un poco más el cuerpo bajo el suyo para amarlo mejor y las piernas de su esposo se entrelazaron tras su espalda para impedirle alejarse demasiado. Sabía que Severus había despertado hacía mucho pero no había luchado ni un segundo contra sus deseos, aceptando de inmediato el pedazo de cielo que se le ofrecía por unos segundos eternos.
 
“Mi Severus.” Susurró Harry inconscientemente cuando comenzó a perder la noción de sus alrededores por efecto del placer que el cuerpo bajo el suyo le provocaba al contraerse cada vez más sobre su carne.
 
Sus manos se deslizaron entre los vientres de ambos hasta encontrar el sexo húmedo de su esposo y comenzó a acariciarlo, esparciendo el líquido que lo cubría para darle fricción.
 
No tardó mucho en hacerlo gritar su placer, momento que aprovechó para hundirse en la boca y tragar aquel grito y los subsiguientes hasta que finalmente su propio cuerpo no resistió más el cadencioso embate. Se introdujo tan profundo como el estrecho canal se lo permitió y se descargó en deliciosos espasmos mientras se sujetaba del cuerpo de su esposo con desespero.
 
Severus gimió nuevamente al sentirlo llenar su interior con el fuego líquido de su simiente y lo sujetó hasta que exhausto y somnoliento se dejó caer sobre su pecho jadeando profundamente. Luego de unos largos minutos en aquella posición lo sintió salir de su interior y acomodarse sobre su pecho murmurando palabras amorosas y cubriéndolo de suaves besos.
 
Suspiró aliviado, como si toda la tensión de aquella semana se hubiera esfumado en segundos y se sintió en paz con el mundo que giraba sin control fuera de aquellas cuatro paredes.
 
“Te amo.” Fue lo último que se escuchó en la habitación ahora completamente silenciosa, sin que ninguno supiera cuál de los dos lo había susurrado.
 
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Gracias por leer.