Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Amor Eterno ❯ Capítulo 4 ( Chapter 4 )

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Capítulo 4
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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Severus se sentía en el paraíso. Había soñado algo tan real... tan erótico... tan satisfactorio que sabía a la perfección que sus sábanas estarían húmedas donde su deseo se había derramado. Sueños así no le venían con frecuencia, de hecho, apenas un par de veces, ocasiones especiales en las cuales había dormido lejos de su joven esposo. “Harry.” Fue la primera palabra que escapó de sus labios esa mañana mientras su corazón decaía al saber que sólo había sido un hermoso sueño.
 
“¿Mmhh...?” Un gruñido adormilado le respondió y los ojos de Severus se abrieron cuan grandes eran despertando de golpe.
 
“¿Harry?”
 
“Ya... ya voy, sólo cinco minutos más.” Ronroneó el joven intentando abrir los ojos para finalmente acomodarse nuevamente sobre la calidez de su pecho. Severus gruñó suavemente y no puedo evitar girar sus ojos antes de llevarse una mano al puente de su nariz. Harry Potter lo había engatusado nuevamente. No tuvo que moverse demasiado para saber que bajo aquellas sábanas ambos estaban desnudos y...
 
“Por Merlín.” Susurró al sentir lo que sería en el caso de Harry una erección matutina. El problema era que dicha manifestación física natural estaba aún muy compenetrada con su cuerpo. Tensó levemente los músculos de su trasero y dejó escapar un ronco gemido al que le hizo eco el gemido de su esposo. No era que se sintiera desagradable... de hecho... como ya había notado antes de despertar, se sentía en el paraíso, sus piernas levemente enroscadas aún en las piernas de Harry. El ojiverde pareció cobrar vida estirándose gatunamente sobre su cuerpo y empujando suavemente su erección en reacción a la anterior caricia. “No hagas eso.” Jadeó Severus sin voz.
 
“¿Por qué no?” Preguntó Harry con media sonrisa relajada y procedió a besar su pecho con tortuosa lasitud, prestándole atención a sus endurecidos pezones. Su cuerpo se estremeció fuertemente con oleadas de suave placer matutino.
 
“No es... conveniente.”
 
“Es demasiado temprano para discutir qué es conveniente y qué no.” Musitó Harry con voz sedosa y algo oscura. “Además, no me siento inclinado a dejar algo como esto a mitad.” Le comentó señalando exactamente a qué se refería al retirarse unos centímetros del cálido cuerpo de Severus para volver a hundirse en su interior. Severus volvió a estremecerse, cerrando los ojos y entreabriendo los labios en un silencioso gemido.
 
Sus sentidos decidieron por él el camino a seguir esa mañana. Entre jadeos y gemidos su joven esposo volvió a poseerlo de aquella misma forma en que le era tan familiar dejándole con una extraña mezcla de satisfecho placer y un leve vacío en su pecho que no lograba concretarse cada vez que sentía aquellos suaves labios rozarle la piel. ¿Cómo sentir que perdía algo que todavía tenía?
 
“Prométeme que dormirás conmigo esta noche, Severus.” Jadeó Harry mientras continuaba haciéndolo suyo. “Prométeme que no te alejarás de mí todavía.” Gimió aferrándose de su cuello y sujetándose de sus caderas para tener un mejor ángulo mientras le hacía el amor y Severus no pudo menos que prometerle lo que le pedía, entre gemidos y sollozos de placer prometió todo lo que Harry le pidió sin poder negarle absolutamente nada.
 
Harry sonrió cuando al salir de aquella cama Severus le siguió y con pasos algo torpes, completamente desnudos y aún besándose, fueron caminando hasta la recámara que por ley les correspondía compartir. “¿No piensas dejarme desayunar?” Murmuró Severus aún resistiéndose a lo que continuaba pensando era un absoluto error.
 
“¿Y permitir que te me escapes una vez más, Severus Snape? Jamás.”
 
“Es la...” Pero Harry no le dejó terminar.
 
“Ssshhhh... no quiero que vuelvas a mencionarla.” Gruñó Harry apoderándose de sus labios de forma algo salvaje. Lo llevó hasta la cama y allí lo aprisionó contra su cuerpo dejando escapar un largo suspiro de bienestar que parecía haber estado anidado en su pecho por siglos. “Prométeme que te olvidarás de eso... y que dejarás que todo pase a su tiempo.”
 
“¿Cómo puedo hacer eso?” Susurró el hombre con voz frágil. “¿Cómo puedo soportar despertar a tu lado sin saber si ha llegado el día en que te repugne estar a mi lado?”
 
“Estoy dispuesto a arriesgarme.” Murmuró Harry contra su pecho mientras lo abrazaba con ternura. Levantó el rostro y los verdes ojos capturaron los negros de Severus. “Arriésgate al amor, Severus.” Le suplicó el joven Gryffindor.
 
Largos y pálidos dedos acariciaron la mejilla de Harry mientras el rostro del hombre se llenaba de una tristeza tangible que desgarraba a Harry con sólo verla. “Prometo que lo intentaré.” Susurró finalmente luego de sacudir la cabeza con resignación.
 
Esa mañana el elfo doméstico de la mansión les sirvió el desayuno en la cama, sin asombrarse ni un poco de que ambos aún estuvieran enredados bajo las sábanas. Al contrario, Harry podía distinguir la amplia sonrisa de la sonrisa que le daba al bajar a desayunar.
 
“Sabes que necesito trabajar en algún momento durante este día.” Le comentó su esposo mientras acariciaba sus crespos cabellos.
 
“No trabajes hoy.”
 
“Estaría relegando mis responsabilidades a un segundo plano.”
 
“No... estarías disfrutando lo que según tú, son los últimos días que pasarás conmigo así. ¿Por qué quieres desperdiciarlos trabajando?”
 
Severus masculló algo que sonó muy parecido a maldito mocoso del demonio pero en un tono que carecía de odio o maldad por lo que Harry sonrió apreciativamente depositando un beso en uno de los angulosos hombros de su esposo. “Ya tendrás tiempo para trabajar en tus pociones, amor.”
 
Harry no supo de dónde sacó el valor para el cariñoso apelativo, tampoco supo de dónde sacó valor para mantener imperturbable la mirada curiosa que le dio Severus y que parecía meterse en su interior en busca de algo que él no sabía.
 
“Bien...” Dijo finalmente el hombre. “Si no me vas a dejar trabajar en mis pociones, entonces será mejor que vayamos a recoger las túnicas al Callejón Diagon. Madame Malkin debe tenerlas listas.”
 
“¿Oh?”
 
“Esperaba que no hubieras olvidado que en dos días tendremos que asistir a las bodas de Lucius.”
 
Harry abrió los ojos verdes cuan grandes eran. “¿Lucius Malfoy?” Murmuró intentando recordar el evento. Los recuerdos del evento en particular le llegaron prestamente. Narcisa Malfoy, asesinada por un grupo de mortífagos justo después de la guerra en represalia por la traición no sólo de Lucius, sino de Draco. Para ese tiempo aún quedaban demasiados mortífagos sin capturar. Prueba de que aún existía el odio que había comenzado con Voldemort era que seis años más tarde él y su esposo habían sido atacados durante su aniversario.
 
Lucius había permanecido solo hasta hacía unos seis meses atrás cuando, para sorpresa de todos, había hecho público su deseo de unirse en matrimonio con uno de sus guardaespaldas. Un joven auror apenas dos años mayor que su propio hijo y que, según había salido a relucir más tarde, resultó ser mitad veela. El asunto había tomado proporciones insospechadas cuando se cuestionó la sinceridad de las intenciones del joven dado el poder mágico y sexual de su sangre y la integridad del Ministerio de Magia al permitir que un joven con sangre de criaturas mágicas fungiera como auror sin contar con todas las insinuaciones de cómo se habían violado todas las normas de ética en el momento en que el auror se había permitido enamorarse de su protegido.
 
Parte de los rumores habían cesado abruptamente cuando el joven, voluntariamente, se sometió a un interrogatorio público por el Wizengamot bajo los efectos del veritaserum. El interrogatorio sirvió no sólo para aclarar las dudas de Lucius sino para convertir el caso, de una forma sorprendente, en un evento que despertó las simpatías del mundo mágico y convirtió la historia de ambos en una de amantes incomprendidos y romances furtivos.
 
“Lucius.” Volvió a repetir saliendo de su estado de ensoñación y recuerdos. “Sí, lo recuerdo.” Severus hizo un sonido de asentimiento.
 
“¿Entonces te parece bien que vayamos a buscar nuestras túnicas nuevas?” Harry asintió y finalmente dejó ir a Severus el tiempo suficiente como para prepararse para salir.
 
Llegaron al Callejón Diagon sin problemas y al entrar Madame Malkin los recibió a ambos con una sonrisa y les hizo pasar de inmediato. “Sólo necesitan unos ajustes.” Les dijo mostrándoles ambas túnicas, hermosas, decididamente con un toque antiguo, en un verde seco muy oscuro. La de Severus casi negra, la de Harry en un tono más claro. Severus fue el primero en salir del probador vestido con su túnica y Harry no pudo más que sentarse para apreciar la forma en que la prenda hacía lucir el cuerpo de su esposo.
 
Severus tenía sus brazos extendidos mientras la mujer le ajustaba levemente la túnica a su torso y Harry sonrió. Casi podía sentir cómo su mirada acariciaba aquel cuerpo que no podía quitarse de la mente. Severus dio varias vueltas cuando finalmente la mujer estuvo satisfecha, entonces fue el turno de Harry. Se subió al pequeño redondel mientras la mujer tomaba un par de alfileres mágicos en sus labios. Miró a su esposo con el rabillo del ojo cuando tuvo que voltear, sonriéndole encantadoramente y para su satisfacción Severus se sonrojó levemente. Madame Malkin le pidió que se recogiera un poco los cabellos, la sintió sacudir la túnica y luego unos leves ajustes aquí y allá. “Listo, señor Potter, ya puede cambiarse.”
 
Bajo un poco los brazos y dio una breve vuelta deteniéndose frente a frente a Severus. Aquellos ojos lo miraban un poco resguardados aún, pero no podían ocultar el deseo que sentían, hermosos ojos negros que no podían callar cuánto lo amaban.
 
Dio un paso para bajar del pequeño redondel y perdió la fuerza de sus piernas. Escuchó el grito lejano de la mujer y los pasos apresurados de Severus hasta que finalmente sus ojos negros estuvieron en su campo de visión. “Severus.” Susurró sintiéndose desvanecer. “Severus.” Masculló con urgencia antes de cerrar los ojos y perder la consciencia.
 
Despertó aún aletargado y miró lentamente a su alrededor sin atreverse a mover. El techo se le hacía conocido pero no estaba seguro. “¿Harry?” Escuchó la voz a su lado y al voltear reconoció los negros cabellos y el rostro preocupado. “Snape.” Susurró sin pensarlo dos veces. El estremecimiento del hombre fue visible a los cuatro vientos y se detuvo en su intento por acercarse. Harry se preguntó qué había sucedido para que el hombre se viera tan pálido, más de lo usual. “¿Qué sucedió?” Musitó intentando recordar.
 
“Estábamos en el Callejón Diagon, perdiste el conocimiento cuando te medías una túnica.” Harry hubiera dado todo lo que tenía por entender por qué parecía que el rostro de Severus estaba en agonía pero sólo asintió para darse por enterado.
 
“Tengo sed.” Susurró y Severus vio ahí su oportunidad de salir de la habitación. Salió tan rápido como su cuerpo tembloroso se lo permitía. Se dirigió al cuarto de huéspedes y desde allí llamó a un elfo para que le llevara agua a su esposo. No perdió tiempo en asegurar la puerta antes de que su agitada respiración le impidiera pensar con claridad. La falta de la poción había hecho retroceder nuevamente los sentimientos falsos de su esposo.
 
Era demasiado, no creía poder soportar otro retroceso pero sabía que habría otro. Comenzó a sacar cuenta, desde el día del ataque, una semana exactamente. Probablemente una semana más y otro suceso similar haría que Harry estuviera mucho más cerca del joven que había conocido en la escuela. El problema era que ahora él no tenía las fuerzas para darle ese castigo, esta vez no era el chiquillo orgulloso al que tanto detestaba sino el hombre al que amaba con toda su alma.
 
Harry, por su parte, se extrañó cuando el elfo fue a llevarle el agua. Se enderezó con lentitud, aún extrañado. Era como si de repente todo se viera un poco más claro... un poco menos... ¿rosa? No estaba seguro, pero sentía que algo se había desgarrado un poco, como la primera vez que Severus lo había dejado solo, justo como ahora. Bebió el agua y le agradeció a la criatura.
 
Cuando finalmente estuvo totalmente solo se levantó y se pasó una mano por los largos cabellos para luego estirar el cuello. Se llevó una mano a la sien, le dolía un poco. Sintió la necesidad de acercarse al ropero, no sabía si para cambiarse de ropa, no entendía mucho, pero al abrirlo sus manos supieron primero que su cuerpo lo que buscaba. Retiró la túnica y como quien rememora los más hermosos recuerdos, la llevó hasta la cama y la tendió sobre ella.
 
Contó los broches de diamantes, doce broches blancos con diamantes incrustados. Estaba seguro que el último broche quedaba justo sobre el comienzo de la garganta de Severus y que los pequeños ojales de cordoncillo en los hombros y mangas, habían sujetado en su momento un hermoso collar de oro de serpentinos eslabones. Sí, acepto.
 
Levantó su mano derecha y sin equivocarse, allí encontró un discreto aro con un diamante incrustado en la banda y dos pequeños a cada lado. Lo miró por largo rato hasta atreverse a quitarlo y buscar la inscripción. Era como si fuera la primera vez que la viera y para su sorpresa descubrió dos inscripciones. Propiedad de S.S. Era la primera inscripción desapasionada pero en el lado contrario había una más nueva. Pase lo que pase, por siempre.
 
Extraño, pensó. Pero por en el momento la sien le latía dolorosamente. Se puso el anillo y tomó la túnica para guardarla nuevamente pero algo se resbaló sobre la cama cuando la levantó. Con curiosidad tomó el tubo de ensayo. Le costó un buen rato reconocerlo, pero cuando lo hizo casi se le resbaló de las manos como aquella primera vez en que lo había usado.
 
“Por Merlín.” Susurró perdiendo las fuerzas y cayendo de rodillas frente la amplia cama no pudo evitar dejar escapar un sollozo. “Severus.”
 
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El carruaje que los llevaría a la Mansión Malfoy apareció a la hora en punto. Hermosos caballos blancos de gran alzada esperaban impacientes. Harry tenía puesta la túnica verde y la complementaban un par de intrincados anillos además de su aro matrimonial, una pulsera en cada muñeca que sólo se podía ver cuando las mangas de la túnica se levantaban un poco y un medallón con la cresta de los Snape. Severus iba también con su túnica, además de llevar un medallón idéntico al de Harry sólo llevaba su aro de matrimonio y una pulsera de intrincado diseño que al igual que la del joven funcionaba como traslador.
 
Subieron al carruaje en silencio, ambos con rostros cansados y levemente oscurecidos, de pena, de dolor, apenas podía saberse. Al verlos Lucius arqueó una ceja confundido de la misma forma en que lo haría también Draco más tarde.
 
“¿Sucede algo? ¿Severus... Harry?” Preguntó Lucius al notar las miradas de cansancio. Harry, por su parte, no pudo evitar darle una intensa mirada al hombre. Era la primera vez que lo veía, realmente lo veía, sin estar dentro de aquella nube que le provocaba la poción. Lucius no había sido un hombre de bien que él recordara y sin embargo, el hombre y su esposo eran excelentes amigos, ya fuera por sus antiguos tratos, por haber pertenecido a la misma casa, por la forma de ser algo parecida de ambos. No estaba seguro, pero tuvo que recordarse a sí mismo que quedársele viendo era de mal gusto.
 
“No, Lucius, sólo estamos algo cansados. ¿Cómo te sientes estando tan cerca de tu boda?” Preguntó Severus esforzándose por darle una media sonrisa socarrona a la que el hombre respondió con una muy amplia.
 
“Apenas puedo esperar.” Susurró el rubio acercándose a ambos para que nadie más lo escuchara. “Desde que se desató el caos de los periodistas no hemos podido estar juntos más que en contadas ocasiones, en público y apenas tomados de las manos. Es... frustrante.” Les confesó de tal forma que Harry no pudo evitar sonreír.
 
Una hora más tarde se llevaba a cabo la ceremonia y seguida de ella la celebración. Los recién casados se veían absolutamente radiantes bailando juntos y uno a uno, los magos presentes, se fueron acercando para compartir esa primera danza de casados con la pareja.
 
Harry tomó la mano de Severus y ambos comenzaron a bailar elegantemente hasta que les llegó el turno para bailar con los recién casados. En el primer intercambio a Harry le tocó bailar con el esposo de Lucius, el joven, de cabellos largos y rubios, vestido con una túnica blanca bordada con perlas le sonrió encantadoramente. Los rasgos veela eran bastante obvios en su persona, ojos claros, piel perfecta, exquisito aroma. Cerró los ojos brevemente y sonrió. El joven no tenía la culpa de exudar sexualidad y encanto, no cuando era el día de su enlace.
 
Continuaron danzando hasta que intercambiaron parejas nítidamente y sin perder el paso, entonces, por unos instantes, tuvo que bailar con Lucius Malfoy. Los ojos grises se entrecerraron en concentración. “Te ves diferente.” Comentó el rubio y Harry tuvo que reprimir las ganas de cerrar los ojos y llorar.
 
Desde que despertara Severus no le había permitido acercársele otra vez y se sentía a punto del colapso nervioso. Ciertamente no se había sentido como esa primera semana luego del ataque, donde su cuerpo le decía y le exigía. Ahora su cuerpo estaba más tranquilo pero su memoria lo seguía atacando y era como un vacío en medio del pecho cada vez que Severus rechazaba uno de sus acercamientos. La primera semana se había sentido con fuerzas para insistir, ahora le costaba, no porque no lo quisiera, sino porque se sentía inseguro, algo que no le había pasado antes.
 
Lucius apretó con dolorosa fuerza la mano que sujetaba para dirigirle y Harry apenas pudo ocultar la sorpresa cuando al mirar a esos ojos grises los vio llenos de la crueldad que conocía. “Debí imaginar que tarde o temprano escaparías de la poción. El Niño-Que-Vivió siempre se sale con la suya.” Siseó con resentimiento pero Harry lo ignoró por completo. Alguien más sabía lo sucedido.
 
“Aún estoy de alguna forma bajo los efectos de la poción... pero sólo me quedan dos semanas como mucho.” Susurró bajando la mirada. “Severus quiere el divorcio.”
 
“Y tú se lo darás sólo para destruirlo.” Masculló el rubio girando con algo de violencia mal reprimida pero algo en la postura del joven, algo en su rostro, ya fuera sus ojeras, sus ojos verdes semi enrojecidos aún o la sensación de desesperanza que emanaba le dijo algo muy distinto. Y Lucius era lo suficientemente perspicaz para reconocer lo que sucedía aún cuando su corazón odiaba al joven que había sido más listo que su amigo y se había salido con la suya.
 
Que estaba aún bajo los efectos de la poción... eso significaba que aún tenía ese falso sentido de estar enamorado de Severus y que sólo le quedaban dos semanas era una forma de decir que tenía que hacer algo antes de que eso sucediera. Pero entonces, eso sólo podía significar que Harry Potter le estaba pidiendo ayuda. Miró de soslayo buscando los ojos negros de su amigo y sin lugar a dudas los encontró observándolos con demasiado interés... casi con ansiedad.
 
“¿Qué es lo que quieres hacer, Potter?”
 
“Quiero volver a ingerir la poción. Severus sólo confía en mí bajo los efectos de la poción.”
 
“¿Y qué te hace pensar que estará mejor contigo que sin ti?” Preguntó con sarcasmo el rubio.
 
“Estaré perdiendo su amor... pero no he perdido mis memorias. Ellas no me engañan. Y si la poción es la única forma en que podemos estar juntos... entonces que así sea.” Terminó diciendo con dificultad.
 
“Creo que ya ha sido suficiente baile por hoy.” Les llegó una voz de bastante cerca que los sobresaltó a ambos. El flamante esposo de Lucius venía de la mano de Severus, quien con algo de preocupación observó a los dos hombres y le tendió una mano a Harry mientras con la otra le entregaba a Lucius su joven esposo. Con una verde mirada de súplica y esperanza aún puesta en su rostro Lucius se volvió hacia su esposo quien le sonrió como el sol y por unos instantes todo el problema se desvaneció y se fundió en un largo y lánguido beso.
 
Los aplausos alrededor de la pareja cubrieron la retirada de Harry quien iba del brazo de Severus. “Podemos ir a casa si quieres.” Le propuso Severus pero Harry negó.
 
“¿Podemos quedarnos un poco más?” Susurró con timidez con lo que esperaba fuera su voz más suplicante y que Severus no pudiera resistirse a ella como en los días pasados. Severus tardó un poco pero aceptó. Sólo para acudir a la boda de su amigo había aceptado que ambos posaran juntos como la pareja que habían sido y Harry no quería desaprovechar la ocasión.
 
“Entonces comamos algo.” Le sugirió el hombre a lo que Harry asintió con la mirada algo perdida. Aún tomados del brazo se dirigieron a la mesa y Harry intentó comer algo. La verdad no sentía hambre, con algo de tomar se hubiera conformado, prefería concentrarse en la presencia de Severus a su lado.
 
La verdad era extraño el sentimiento. Si antes se había sentido completamente enamorado de Severus, incapaz de alejarse de su lado y deseándolo a cada segundo de tal forma que no podía dejarlo en paz... ahora se hallaba con un revuelo de mariposas en el estómago, queriendo tocarlo sin atreverse. Deseando sentirlo, besarlo, acariciarlo pero sin atreverse mas que al toque de brazos y al calor adjunto que Severus le permitía.
 
Claro que eso no evitaba que le lanzara miradas de cordero a medio degollar a su amadísimo esposo.
 
Supuso que el proceso por el cual su cuerpo se iba purificando de la poción era el mismo proceso de enamorarse pero en retroceso. Si tenía suerte la próxima vez que perdiera el conocimiento actuaría como un jovenzuelo que sufre de infatuación crónica pero aún no le dice nada al objeto de su amor. Esos pensamientos no le hacían ninguna gracia... pero no podía hacer nada más excepto, quizás, conseguir otra dosis de la poción y rogar porque trabajara una segunda vez. Generalmente ese tipo de poción funcionaba una única vez dado que estaban supuestas a durar hasta la muerte del usuario y era por esa razón que estaba catalogada como una poción de magia oscura. No sólo por sus efectos duraderos, sino por lo fácil que era manipular con ella a otro individuo sin posibilidad de redención.
 
Suspiró pesadamente ganándose una mirada de Severus. Sonrió de inmediato, la música continuaba, la fiesta se extendía y aquellos ojos negros lo llamaban como morenas sirenas prometiendo placer infinito.
 
“Harry...” La sedosa voz lo sacó abruptamente de su ensoñación. En esos momentos deseaba pedirle que volvieran a bailar una vez más, antes de que esa noche terminara y tuvieran que regresar y Severus ya no quisiera volver a tocarlo ni dejar que le tocara. “Harry yo...” Pero cuando parecía que su esposo iba a recordarle nuevamente que no se hiciera de ilusiones unos invitados se acercaron a la mesa y solicitaron hablar con él. Severus se disculpó con Harry viendo en esos momentos un escape y le aseguró que no tardaría mucho.
 
Dejó caer el rostro pesadamente sobre una mano apoyada en la mesa viendo cómo se le volvía a escapar su esposo. Tomó una especie de panecillo dulce y tostado y comenzó a mordisquearlo mientras esperaba que el hombre regresara. Sin embargo, al cabo de media hora sentado ya había acabado con todos los panecillos de su mesa y comenzaba a sentirse intranquilo.
 
Y eso nunca había sido una buena señal... siempre que se sentía intranquilo acerca de algo no podía pasar demasiado tiempo sin idear algún plan para obtener lo que deseaba y en esos momentos deseaba estar cerca de Severus, sentir su calor, su cuerpo pegado al suyo. ¿Pero y si su esposo se negaba?
 
Estaba a punto de tomar la copa sobre la mesa cuando una idea le vino a la mente y una amplia sonrisa se fue dibujando en su rostro. Se levantó prestamente y se dirigió hacia el lugar donde los hechiceros encargados de la música estaban apostados, secreteándole al director sus deseos. El hombre asintió con una sonrisa llena de picardía y Harry se dirigió al centro del salón, dándole una mirada furtiva al director antes de tomar un profundo suspiro. Se enderezó elegantemente cuando una guitarra encantada dejó escuchar sus melancólicas notas seguidos por el magistral acompañamiento de los violines.
 
“Severus Snape... se solicita su presencia en el centro del salón.”
 
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Gracias por leer.