Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Amor Eterno ❯ Capítulo 5 ( Chapter 5 )
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Capítulo 5
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
Las líricas pertenecen a Luis Fonsi y su canción Nada Es Para Siempre y están en cursivas como formando parte de los pensamientos de los personajes.
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Cuando Severus escuchó que le llamaban en voz alta se le subieron los colores levemente pero de inmediato se acercó para ver quién le buscaba y de esa forma tan escandalosa.
“Su esposo desea que le conceda esta pieza.” Fue la respuesta cuando el director de la orquesta volvió a hablar. En el momento en que vio a Harry en el medio del salón quiso que se lo tragara la tierra pero al ver los ojos de los presentes esperando ansiosamente su respuesta supo que el chiquillo se había vuelto a salir con la suya. Supo que había dudado demasiado cuando Harry extendió una mano en su dirección y pudo leer claramente la desesperación en sus ojos verdes.
Con lentitud se fue acercando, cada paso haciéndole temblar internamente, deseando correr pero incapaz de hacerlo hasta sentir que su mano rozaba la de Harry. Con frágil delicadeza sus cuerpos se acercaron aún envueltos en las notas de la guitarra y los violines.
Sus dedos se enredaron trémulamente con los de Harry. Sintió a Harry pasarle el brazo por la cintura mientras que veía, como si no fuera suya, su mano subir sensualmente por el pecho de Harry hasta posarse en su hombro. En esos momentos, su joven esposo dobló con gracia la cabeza, inclinándola hasta que su mejilla estuvo descansando sobre la suya.
Y en el siguiente acorde de guitarra y violines ambos cuerpos, en perfecta sincronía, se pusieron en movimiento.
“Nada es para siempre, amor, pero esta noche aún podemos estar juntos.” Susurró en su oído el joven tan bajo que apenas podía escucharle. “Nadie sabe qué podrá pasar mañana.” Harry volvió a pegar su mejilla a la de Severus mientras continuaban girando suavemente.
En esos momentos Harry aprovechó para pegar sus caderas, las túnicas de ambos resguardando la imagen privada de sus cuerpos rozándose el uno al otro en intimidad.
“¿Por qué no puedes entender?” Musitó Severus cerrando los negros ojos. “Cometí un error y lo estoy pagando caro. Cuando todo esto termine en unos días la única víctima seré yo.”
“Nadie sabe qué podrá pasar mañana.” Insistió Harry acercándolo a su cuerpo e intentando grabar y refrescar en su mente cómo se sentía el tener así a su esposo. “Quiero amarte hoy...” Quiero abrir todas las puertas de mi alma...
Severus alejó un poco su rostro para poder mirar en aquellas esmeraldas esclavas de aquel rostro que de repente se le antojaba como la encarnación de la ternura y el deseo, sentimientos casi opuestos unidos en un alma visiblemente torturada.
Cerró los ojos con fuerza y volvió a descansar su mejilla en la de su esposo, cambiando su mano del hombro al torso y devolviéndole el abrazo hasta dejar resbalar su rostro sobre el cuello de Harry. El joven suspiró quedamente y ladeó su cabeza en un gesto tierno cerrando también los ojos para disfrutar ese momento en que Severus rendía algo de su resistencia en ese abrazo.
La música duró una eternidad para Severus y fue apenas un suspiro para Harry, quien se halló escuchando los últimos acordes de guitarra que descendían suavemente hasta disiparse.
“Severus...” Susurró en el oído de su esposo. “Sev, por favor, hazme el amor.” Una lágrima se escapó de los ojos cerrados de Harry y su voz se quebró levemente.
Harry escuchó el profundo suspiro de su pareja pero no le dejó hablar. “Sev, te lo suplico, hazme el amor antes que pueda olvidarlo, aún duele que me alejes de ti así.”
Severus se enderezó y sabiendo lo que vería en los ojos de su joven esposo se arriesgó a mirarlos. Unos segundos, sólo eso fue suficiente para minar su resolución y asentir. Tomó a Harry de la mano y sin darle importancia a las miradas que recibían e incluso a uno que otro comentario atrevido se lo llevó del salón, de la fiesta, del resto de todos hasta la habitación que solían usar cuando se quedaban en la Mansión Malfoy.
A Harry el corazón le latía desbocado y cuando Severus lo empujó con suavidad al interior de la habitación y cerró la puerta, se quedó por unos segundos de pie en frente de la cama mirando al hombre con algo de ansiedad. Severus se había quedado recostado de la puerta y lo observaba atentamente con aquellos ojos negros tan penetrantes.
De repente su cuerpo se puso en movimiento, como si recordara lo que había querido hacer durante tanto tiempo y despertara abruptamente. Sus dedos fueron a los broches de su túnica quitándose con algo de nerviosismo la capa externa. Le siguió la camisa de fino material junto con el chaleco que tenía más botones que la capa. Sentándose en la cama se quitó las botas y finalmente los pantalones y la ropa interior, quedando únicamente con el medallón que tenía la cresta de los Snape, las pulseras y el aro de matrimonio.
Se trepó a la cama y se arrastró hasta el centro, quedando boca arriba sobre los codos para no perder la mirada de su esposo.
Severus, que lo había estado observando, apenas podía reprimir los deseos de acercarse a la cama y saltarle encima, literalmente. Harry tenía un hermoso rubor en las mejillas y aunque intentaba mostrarse sereno era obvio que estaba nervioso por la forma en que se mordía los labios y por la expresión de ansiedad en sus ojos. Casi... como una primera vez.
Dudó antes de acercarse. A pesar de sus deseos su mente continuaba recordándole inmisericorde que aquel joven pronto dejaría de amarlo completamente. Ese conocimiento no ayuda a quitarle el dolor que sentía en el pecho de forma tan contundente. Pero en esos momentos, el deseo y el dolor que aquellos ojos verdes reflejaban lo movían a olvidar su sentimiento de pérdida inminente.
Con un movimiento de su mano las luces bajaron de intensidad y cuando decidió ponerse en movimiento lo hizo sin titubear, sin dudas y sin pensar en futuros remordimientos.
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De regreso en la casa de ambos luego de la boda de Lucius, Severus había vuelto a encerrarse lejos del cuarto matrimonial. Harry sabía que en un par de días más sufriría otro desvanecimiento que haría retroceder el falso enamoramiento de Harry. Y luego, dos semanas más y prácticamente sería el mismo Harry Potter que había firmado con renuencia y disgusto los papeles que lo convertían en el esposo de Severus Snape.
Necesitaría más que un milagro para poder evitarlo. Pero si como había dicho su esposo y Lucius, él siempre se salía con la suya, seguramente encontraría un modo... Sólo tenía que pensar.
Pero toda la mezcolanza de sentimientos en su corazón no le permitía pensar demasiado en una forma que no fuera ingerir nuevamente la poción. Si al menos Hermione estuviera para ayudarlo, ella siempre tenía la respuesta correcta para casi todo.
“¿Harry?” La voz de Draco, quien le acompañaba en esos momentos a tomar el té lo sacó abruptamente de sus meditaciones. “Últimamente te noto algo extraño, ¿te sientes bien?”
“Sí... es sólo un poco de cansancio.” Draco le dio una sonrisa ladeada llena de picardía.
“Imagino lo cansado que debes estar. Nunca pensé que llegaría a escucharte a ti y a Severus, pero debieron acordarse de poner un hechizo de silencio en la mansión de mi padre.” Harry enrojeció hasta la raíz de sus cabellos. “Oye, es broma. Sev nunca olvida ponerlo.” Exclamó Draco de buena gana al ver que había logrado abochornar al moreno de ojos verdes.
“Draco... ¿crees que tengas tiempo para acompañarme al Callejón Diagon?”
“Umhh... seguro. ¿Vas a comprarle más ropa a Sev?”
“Ahh... no. La verdad quería ver si hallaba un libro que intereso. Pero no creo que lo encuentre realmente en el Callejón Diagon.”
“¿Quieres ir a Knocturn?” Preguntó algo sorprendido el rubio. Harry asintió un poco cohibido. “¡Pensé que nunca lo preguntarías!” Exclamó Draco de repente y Harry dejó escapar un suspiro aliviado.
“¿Cuándo podríamos ir?”
“Hoy mismo, si quieres. Tengo tiempo.”
“Perfecto. Sólo dame unos minutos.” Le respondió intentando contener su ansiedad. Draco simplemente sonrió y arqueó una ceja con divertida curiosidad.
Se tomaron su tiempo en llegar al Callejón Diagon y luego, con más calma, se adentraron por el oscuro callejón que era Knocturn. Harry sabía a qué tienda ir para conseguir lo que buscaba, al cabo ya había ido antes, pero no podía simplemente entrar, Draco sospecharía demasiado y tenía la impresión que de todos los que le conocían durante el tiempo que había estado bajo la poción, el rubio se había convertido en uno de sus más fieles amigos y confidentes. Seguramente se extrañaría de su comportamiento y su preocupación podría llegar a oídos de Severus.
No, necesitaba ser discreto, jugar un poco más con su suerte y dejar que el rubio siguiera pensando que era el mismo de siempre cosa que al fin y al cabo no se le estaba haciendo tan difícil. Draco era, para su sorpresa, una personalidad muy agradable. Ciertamente que su forma de actuar frente a desconocidos era algo altanera pero estaba descubriendo esa actitud era la que usaba para todos aquellos que no caían en su círculo familiar. Sólo pensarlo lo hacía sentir extraño, era como estar disfrutando la confianza ajena y a la misma vez era como algo cálido protegiéndolo. Porque quién iba a atreverse a cuestionar a Draco Malfoy y a quién le brindaba su confianza, más aún si ese era Harry Potter en persona.
“¿De qué es esa tienda?” Preguntó fingiéndose interesado cuando pasaron frente a la puerta de la botica que interesaba entrar.
“¿Esta? No lo recuerdo bien. Creo que no he entrado a ella con anterioridad pero seguramente tienen ingredientes para pociones. ¿Quieres ver?” Harry asintió y ambos entraron. El lugar no había cambiado mucho y la misma mujer que le había vendido el ingrediente que buscaba los recibió con una sonrisa desdentada.
“¿En qué puedo servirles, caballeros?”
“Buscábamos libros, pero mi amigo aquí sintió curiosidad por ver qué tipo de ingredientes tiene. Posiblemente nos interesemos en ingredientes de colección. Algo que pueda hacer feliz a un maestro de pociones.”
“Oh, pero si es el joven Malfoy y el joven Potter.” Exclamó con admiración la mujer al reconocerlos. Era imposible no reconocerlos. “Claro, claro, les mostraré lo que pueda interesarles.” Desapareció tras unas cortinas de cuentas mientras Harry observaba a su alrededor. Las paredes estaban cubiertas completamente de ingredientes en frascos, en ramas secas sujetas apretadamente. Aquí y allá la forma de un animalejo extraño, largas ristras de escarabajos ensartados por el vientre aún moviendo las patas, mariposas negras, un mazo de blancos cabellos largos y brillando suavemente en la oscuridad.
“Aquí están.” Musitó la mujer colocando sobre una mesa varios frascos que brillaban misteriosamente. Levantando cada frasco nombraba el ingrediente. “Lágrimas lunares... polvo de las alas de un hada dragón... veneno de un áspid de plata... pétalos de la flor del olvido durante un eclipse... y la canción de dos unicornios azules enamorados.” El último ingrediente brillaba con una apariencia azul metálica. Harry sabía que si destapaba el frasco podría escuchar la más hermosa canción de amor.
Harry contuvo la respiración cuando la mujer mencionó el último ingrediente y le miró directamente a los ojos. “Creo que este último lo compró un joven hace cosa de seis años. Estaba realmente desesperado por amar a alguien.”
“Extraño. Las personas siempre están desesperadas porque las amen y no de la otra forma.” Comentó Draco mostrando sincera curiosidad.
“Muy extraño en verdad. Definitivamente un ingrediente muy raro ya que los unicornios azules sólo se enamoran una vez cada siete años y sólo una pareja lo hace... una pareja muy especial. Seguramente será un regalo muy interesante para un maestro de pociones o un coleccionista.” La mujer sonrió levemente y Draco le dio una rápida mirada a Harry como diciéndole que era el regalo perfecto para Severus.
“Definitivamente un regalo muy especial.” Comentó Harry. “¿Podría empacarlo junto con el veneno del áspid?” Esta vez la mujer le dio una mirada sorprendida a Harry pero asintió de todas formas. Harry suspiró aliviado y a su lado Draco sonrió.
“Severus estará encantado con la adición a su colección.”
“Sí, pero no se lo menciones aún. Quiero guardarla para su cumpleaños.” Comentó el moreno con una enorme sonrisa. La mujer procedió entonces a empacar lo que habían pedido. Harry la observó atentamente mientras Draco se alejaba un poco para ver otros ingredientes.
“¿Cómo es posible que desee amar otra vez, joven?” Preguntó la mujer en voz baja mientras se daba puesto para empacar los ingredientes.
“Tengo mala suerte, ya sabe, siempre me salgo con la mía y esta vez no fue la excepción.” Susurró Harry en respuesta. Los ojos hundidos de la mujer lo observaron como si quisieran escrutarle el alma y quiso poder salir de allí.
“La poción del Amor Eterno, joven, no puede ser burlada. Lo amará por toda la eternidad.”
“¿Entonces por qué pareciera que dejó de surtir efecto?” Preguntó con una mirada de tristeza. Los ojos de la mujer parecieron iluminarse con velada malicia.
“Eso, joven, es porque su amor es correspondido con sinceridad. Ahora le toca a usted corresponderlo de la misma forma. La poción no ha dejado de surtir efecto, simplemente le está dando algo mejor.”
“¿Harry?” Draco lo llamó cuando la tardanza comenzó a impacientarlo y el moreno tomó el paquete que la mujer le extendía dándole una media sonrisa cargada de inseguridad. Estaba completamente seguro que dejaría de amar a Severus. Luego de seis años de vivir en aquella especie de nube rosada había recuperado todos sus sentidos y la seguridad que lo había envuelto se había evaporado como bruma bajo el sol de verano.
“¡En un segundo!” Exclamó apresurándose. Cuando fue a agradecerle a la mujer esta ya se había vuelto a meter a la parte posterior de la tienda. Salió a prisa a encontrarse con el rubio que lo esperaba afuera.
“¿Estás cansado? Podemos regresar al Callejón Diagon y comer algo. Continuaremos buscando más tarde.” Le ofreció Draco al confundir su expresión con una de cansancio. Harry asintió agradecido y con paso sereno se regresaron al callejón.
“Gracias por acompañarme hoy, pero creo que ya encontré lo que necesitaba.” Le dijo Harry mientras comían en uno de los restaurantes. El rubio se limpió con una de las servilletas y lo observó detenidamente.
“Harry... ¿pasa algo entre ustedes dos?” Harry por poco se atraganta con el bocado de comida pero tuvo la presencia suficiente para mirar a Draco a los ojos.
“¿Por qué lo preguntas?” Intentó decirle con naturalidad. Esta vez los ojos grises se entrecerraron con sospecha.
“Sé que no debiera meterme, pero últimamente no sé... es como una nube de tormenta flotando sobre la cabeza de ambos. Sé que mi padrino puede ser difícil a veces...”
“No, no, para nada. No tiene que ver con Sev.” Se apresuró a interrumpirlo. “Es que no me he sentido bien desde el ataque el día de nuestro aniversario... sólo eso.”
“Pues deberías ir a que te revisen. Si aún te sientes mal podría ser algo más complicado de lo que pareció al principio.”
“Sí... quizás debiera ir.” Y la comida continuó sin mayores interrupciones.
A su regreso a la casa se halló con alguien que había pensado nunca más volvería a ver.
“¡Ron!” Exclamó al verlo, una enorme sonrisa se dibujó en sus labios y falló en notar que a sus espaldas Draco se tensaba levemente poniendo una cara de pocos amigos. Ron por su parte, había puesto la misma expresión y cuando Harry se acercó con la clara intención de abrazarlo el pelirojo dio unos pasos atrás.
“Vine tan pronto pude. A petición de Snape, claro.” Musitó con extrañeza. Harry por su parte se quedó algo aturdido por el comportamiento de su amigo hasta que Draco a sus espaldas se disculpó.
“Nos vemos más tarde, Harry. Supongo que tú y el señor Weasley tienen cosas que hablar.” Sin esperar respuesta del moreno se apresuró a la chimenea tomando un puñado de polvos floo y pronunciando con claridad la dirección de su casa. La llama verde lo consumió antes que pudiera decirle nada.
“Ron...” Intentó cuestionarle con la mirada pero el pelirojo se encaminó a la sala de estar sin permitirle otra palabra. Se apresuró a seguirlo. “¿Ron?”
“¿Qué es lo que sucede ahora... Harry?” Pronunció el nombre con cierta ironía que no pasó desapercibida. Harry en esos momentos se detuvo frente a su amigo tomando en consideración lo que había cambiado.
Ron Weasley se había convertido en un hombre de complexión robusta y piel tostada. Sus cabellos seguían del mismo largo que recordaba, acariciando su cuello pero sus pecas casi habían desaparecido bajo el color que el sol le había dado. Tomó en consideración las ropas que le sentaban mucho mejor que las que recordaba haberle visto alguna vez.
“Ron... yo...”
“Si es para una de tus charlas acerca de Snape será mejor que me lo digas de una buena vez para no perder mi tiempo aquí. Pero antes me gustaría saber cómo es que ha sido él quien me ha llamado aquí esta vez pidiéndome que viniera a verte.” Harry tragó gordo sin saber qué pensar de la actitud de Ron. Buscó en sus recuerdos y supo de inmediato la razón. Ambos habían discutido muchas veces en el pasado, todas las discusiones acerca de Severus.
Ron no entendía cómo era que de la noche a la mañana Harry se había enamorado de Severus, su peor enemigo y un cruel traidor en su opinión.
“Fuimos atacados hace un par de semanas atrás.” Susurró. “Mortífagos.”
“Ah, eso... sí, lo leí en los diarios mientras estaba en Egipto. Las noticias vuelan, especialmente una como esa. Eso no te impidió ir a la boda de Lucius Malfoy, supongo entonces que ya estás mucho mejor.”
“Sí... estamos... estoy mucho mejor.”
“Qué bueno. Entonces puedo regresar a mi trabajo. No tengo mucho tiempo para perderlo aquí.” Hizo ademán de alejarse y Harry se interpuso con algo de temor en su camino pues el pelirojo le llevaba prácticamente una cabeza de alto. “Espera.” Exclamó con dolor. “Ron... yo...” Titubeó al ver los inflexibles ojos azules. “Yo te extrañé.”
Ron casi se echó a reír allí mismo pero se controló a tiempo en parte por la súbita expresión de coraje. Esta vez Harry se alejó unos pasos. “¿Me extrañaste? El ataque realmente debió afectarte. Hace seis años que no extrañas a nadie más que a Severus Snape. Ahora si me permites, debo retirarme.”
Demasiado confundido por la actitud de su amigo y sintiendo que perdía otra parte de su vida allí mismo se quitó del camino del pelirojo y con paso algo apresurado se encaminó hacia su habitación.
Ron endureció el rostro y se dirigió a la chimenea donde para su disgusto vio que el maestro de pociones lo esperaba.
“Nunca conocí a un tonto más grande que usted, señor Weasley. Harry va a necesitar a sus verdaderos amigos muy pronto pero veo que ya tiene uno menos del cual preocuparse.”
“No sé por qué se molestó en llamarme, Snape. Harry hace mucho tiempo que lo escogió a usted sobre todos nosotros.”
“Como ya dije... el tonto más grande. Después de proclamarse el mejor amigo de Harry Potter al primer signo de problemas lo abandonó sin siquiera pensarlo dos veces. Harry siempre los escogió a ustedes desde un principio.”
“¡Severus!” Se escuchó claramente desde las escaleras. Ambos hombres se giraron en dirección a la voz que parecía desesperada. “Severus, por favor...” Esta vez el llamado se escuchó débil y desesperado. Severus estuvo en movimiento unos segundos antes que Ron reaccionara y se dirigía a toda prisa hacia donde estaba su esposo. Llegó justo a tiempo para ver cómo se desplomaba al suelo en el pasillo de las habitaciones cerca de las escaleras que acababa de subir.
“¡Harry!”
“No me dejes solo, por favor, Sev. No quiero que me dejes solo cuando despierte.” Susurró antes de desvanecerse por completo en sus brazos.
“¿Qué es lo que le sucede?” Preguntó el pelirojo asustado al ver a su antiguo amigo en el suelo. Severus lo ignoró por un rato en favor de sujetar al moreno y acariciar sus cabellos.
“Le dije que pronto tendría a su amigo de vuelta, señor Weasley. Parece que será mucho antes de lo que esperaba. ¿Podría ayudarme a llevarlo a la habitación?” Preguntó con voz cansada el antiguo profesor de pociones. Ron lo ayudó sin preguntar nada más y pronto tuvieron a Harry sobre la cama, luego Severus se acomodó en el borde de la misma al lado de su esposo sin apartar la mirada del rostro en reposo. El pelirojo estuvo a punto de salir de la habitación cuando la voz de su antiguo profesor lo detuvo.
“Señor Weasley. Si puede recordar que no soy el mismo bastardo que obligó a Harry a casarse hace ya seis años puede que le diga qué es lo que está sucediendo.”
“Señor Snape, usted siempre será un bastardo, pero puedo intentar recordar que no es el mismo si usted tiene en mente que yo tampoco soy el mismo Ronald Weasley de hace seis.” Le contestó con voz cruda pero curiosa. Severus asintió y Ron arrastró una silla hasta el lado de la cama.
“Obligué a Harry a casarse conmigo... le puse condiciones al contrato matrimonial con las cuales me aseguré de que no pensara siquiera en suicidarse para escapar del matrimonio.” Ron enrojeció y apretó las mandíbulas pero se limitó a cambiar el rostro unos segundos para luego volver a fijarse en el hombre. Severus continuó con una sonrisa amarga. “Pero su amigo siempre encontró una forma de escapar...”
El pelirojo sonrió con autosuficiencia, como diciéndole que Harry siempre sería más listo que él pero Severus no hizo caso y continuó. “Harry tomó una poción que lo hizo enamorarse de mí. Yo estaba furioso... pero ni siquiera un bastardo como yo puede ignorar a una persona enamorada eternamente, aunque estuviera enamorada falsamente.”
“¿Es por eso que Harry cambió tanto?” Severus asintió.
“Yo no le pedí que alejara a sus amigos o a su familia adoptiva. ¿Pero qué podían esperar cuando continuaban atacando el honor de su amado esposo en su presencia? Yo en cambio me sentía asfixiado, Harry no me dejaba dar dos pasos sin reclamar mi presencia. Usted no sabe, señor Weasley, lo difícil que es caer en la trampa que uno mismo ha tendido.” Severus tomó la mano de Harry y la acarició con tristeza. “El día del ataque la poción dejó de funcionar, o mejor dicho, comenzó a desvanecerse su efecto en el sistema de Harry.”
“O sea, que Harry volverá a odiarlo como el día antes de la boda.” Ron pudo ver cómo sus palabras, dichas sin pensar en voz alta, herían visiblemente al hombre que cerró los ojos y tardó en volver a recuperar su presencia de ánimo para seguirle hablando con voz rota.
“En efecto. Harry volverá a odiarme, pero por el momento aún está parcialmente bajo los efectos de la poción, por lo que se niega a aceptar lo que sucederá paulatinamente, probablemente en cosa de unos días más. No ha olvidado lo que ha vivido en estos seis años, pero sus sentimientos hacia mi persona están cambiando y como entenderá no puedo permitir que esta farsa continúe.”
“Pensé que se aferraría al contrato ahora que puede cumplir con lo que tenía planeado en un principio.”
“Como le dije, no soy el mismo bastardo.”
“Ahora es un bastardo enamorado.” Comentó con ironía el pelirojo.
“Le propuse el divorcio pero aún no desea escuchar de ese asunto. Sin embargo, ya está buscando nuevamente a sus amistades y no tardará mucho en querer ver a su familia. Si pudiera avisarles que Harry... decirles de alguna forma que no fue su culpa...”
Ron entrecerró los ojos con ira contenida. “Podría decir que siento lástima por usted, señor Snape, pero ese nunca ha sido mi estilo, menos aún cuando no la siento realmente.”
“No esperaba menos.” Susurró el hombre.
“Le diré al resto. Lo haré por Harry. Pero no le perdonaré lo que le hizo, aunque sienta por él algo. Harry no le perteneció nunca.”
“Eso lo tengo claro. Ahora, si me disculpa, quisiera pasar el poco tiempo que me resta con lo que aún queda de mi actual esposo en soledad.” Ron se levantó sin esperar más. Podía decir todo lo que quisiera al hombre para dejarle saber cuán bajo había llegado en su afán por herir a Harry. Pero en su interior no podría sacarse la imagen de aquel Snape perdida y completamente enamorado de su amigo. Era totalmente diferente y lo impresionaba de una forma que no podría expresar ni en sus más profundas peroratas.
Esta vez Severus no se alejó de la cama, como se lo había prometido a Harry. Se atrevió a dormitar sentado a su lado, recostado de la cabecera de la cama, pero no se atrevió a acercarse demasiado, no fuera a ser que Harry despertara y se sintiera amenazado por su cercanía. La mañana siguiente le trajo calambres en la espalda, en la cintura y en el cuello, además de un malhumor y una depresión inmensos.
Harry parecía estar despertando cuando luego de ir al baño regresó a su lado por lo que se preparó para cuando lo llamara por su apellido con sorpresa. “¿Harry?” El joven abrió los ojos de repente y casi quedó sentado en la cama.
“Profesor Snape.” Exclamó al reconocerlo y antes de dejarse caer nuevamente en la cama donde dio un gruñido de descontento. “Parece que dormí con la ropa puesta.” Comentó. Severus se movió para buscarle un vaso de agua y Harry se fijó realmente en quién era el que le acompañaba. “¿Severus?”
“¿Sí, Harry?”
“No quiero agua.” Dijo como si supiera a lo que iba y Severus se detuvo sorprendido.
“Siempre que despiertas pides agua.” Le dijo como si eso respondiera a sus propias acciones.
“Siempre que sales a buscarme agua te alejas demasiado.” Harry extendió una mano temblorosa luchando contra el temor a ser rechazado que sentía fuerte en su pecho y Severus dejó escapar un suspiro tembloroso.
“No me alejaré. Lo prometo.”
“Entonces no vayas, quédate conmigo. Me siento algo cansado.” Susurró Harry suplicante y el hombre pareció derrumbarse frente a sus ojos. Movió los dedos instándolo a regresar y finalmente Severus tomó su mano y se sentó a su lado. “No quiero olvidar... por favor, no dejes que olvide lo que sentía... lo que siento.”
“Voy a intentarlo.” Y aunque su voz quería darle confianza a su joven esposo en su interior Severus estaba seguro que nada podría evitar el funesto desenlace y que pronto aquellos ojos verdes no podrían continuar albergando aquel dulce sentimiento que lo había mantenido a su lado y que había alimentado sus propias esperanzas de felicidad.
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Líricas de
Nada es Para Siempre
Por Luis Fonsi
Nada es para siempre amor,
Hoy nos toca compartir la misma luna.
Y mañana quién sabrá
Si hay una separación o habrá fortuna.
Nadie sabe amor, nadie sabe qué podrá pasar mañana.
Quiero amarte hoy, quiero abrir todas las puertas de mi alma.
Te quiero hoy. Quiero abrirle al corazón una ventana.
Esto es amor y es tan grande que no caben mis palabras.
Quiero amarte hoy, quiero amarte hoy, por si no hay mañana.
Quiero amarte hoy, quiero amarte hoy, por si no hay mañana.
Somos como arena y mar
somos más que una ilusión por que no hay duda.
Y esta historia de los dos, es tan linda como nunca hubo ninguna.
Nadie sabe amor, nadie sabe qué podrá pasar mañana.
Quiero amarte hoy, quiero abrir todas las puertas de mi alma.
Hoy nos toca compartir la misma luna.
Y mañana quién sabrá
Si hay una separación o habrá fortuna.
Nadie sabe amor, nadie sabe qué podrá pasar mañana.
Quiero amarte hoy, quiero abrir todas las puertas de mi alma.
Te quiero hoy. Quiero abrirle al corazón una ventana.
Esto es amor y es tan grande que no caben mis palabras.
Quiero amarte hoy, quiero amarte hoy, por si no hay mañana.
Quiero amarte hoy, quiero amarte hoy, por si no hay mañana.
Somos como arena y mar
somos más que una ilusión por que no hay duda.
Y esta historia de los dos, es tan linda como nunca hubo ninguna.
Nadie sabe amor, nadie sabe qué podrá pasar mañana.
Quiero amarte hoy, quiero abrir todas las puertas de mi alma.
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Gracias por leer.