Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Amor Eterno ❯ Capítulo 7 ( Chapter 7 )
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Capítulo 7
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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La mañana siguiente halló a Harry solo en la cama. Al notarlo se levantó tan pronto pudo intentando contener el mareo que le causaba moverse con tanta celeridad. Se vistió y casi rasgó el pantalón que intentaba ponerse. El corazón le latía desbocado pensando en que Severus lo había dejado allí y se había ido para la casa, escapándosele de nuevo. No se había puesto bien las botas cuando intentó ponerse en pie y se fue de bruces quedando desparramado sobre el suelo.
“¡Maldición!” Exclamó dando con los puños sobre el suelo de madera. Justo en esos momentos se abrió la puerta y Severus lo miró con una ceja arqueada. Aquella expresión de contrariedad se parecía tanto a la de aquel jovenzuelo que tomaba sus clases, justo en el momento cuando deducía puntos de su casa por cualquier tontería.
“¿Harry?” Le dijo con cierto tono divertido. “¿Qué pasa? ¿Se quema algo?” Harry en el suelo respiraba con fuerzas pero entre dientes porque los tenía tan apretados y sus ojos parecían dos llamas de fuego esmeralda que hizo que Severus arqueara más si era posible la ceja con la que cuestionaba a su esposo.
El ojiverde se puso en pie cuan alto era y se acercó a Severus unos pasos, ceño fruncido y aún respirando forzadamente como si estuviera a punto de agredirlo. Por eso, cuando levantó rígidamente un dedo en dirección a Severus este último no pudo evitar una levísima reacción de pánico.
“Nunca. Jamás. Vuelvas a dejarme así.” Jadeó apenas conteniendo las lágrimas. Severus dejó que la tensión en sus hombros se esfumara y tomó en consideración el estado de su esposo. Obviamente acababa de levantarse, aún tenía los cabellos desordenados y las marcas de las colchas surcaban su rostro y cuello en algunas partes. Se había hallado en la cama solo y seguramente había pensado que aprovecharía la oportunidad de estar en casa de los pelirrojos para dejarlo en lo que podría llamarse buenas manos.
“Sólo fui por el desayuno.” Le respondió mostrándole la bandeja que traía en las manos. Harry miró la bandeja y luego miró el rostro de su esposo que mostraba algo de preocupación pero también alivio. Claro que había notado la forma en que el cuerpo de Severus se había alejado del suyo al acercarse, a veces se olvidaba que ya era un hombre y no un muchacho y que podía si quisiera dominar a Severus, quizás no con magia pero sí físicamente puesto que la varita del hombre no se veía por ninguna parte y tenía las manos ocupadas con la bandeja.
Había reaccionado histéricamente y no entendía por qué. Severus no había vuelto a mencionar nada del divorcio y le había prometido quedarse a su lado, ¿por qué entonces había pensado en que lo había abandonado nuevamente? Se sintió sin fuerzas cuando aquel temor de haber perdido a su esposo desapareció.
De pronto Severus se vio mágicamente sin bandeja y con su esposo en brazos. A dónde pudo desaparecer el desayuno no tenía idea pero cuando sintió que el cuerpo de Harry se estremecía con pequeños sollozos se olvidó por completo de la bandeja, del desayuno, de lo tierno que le había parecido aquella expresión enfurruñada al darse cuenta de había malentendido lo que sucedía y de todo.
“¿Harry? ¿Qué sucede? ¿Harry?” Por un buen rato no pudo sacarle palabra pero cuando finalmente su esposo lo miró a los ojos supo que jamás podría soportar ser el causante de aquella mirada tan desolada.
“Lo siento, yo... pensé...”
“Ssshhh... no fue nada. Con todo lo que ha pasado era de esperarse que reaccionaras así. Pero te prometo que pase lo que pase no voy a desaparecer así sin más. ¿Está claro?”
“¿Lo prometes?”
“Lo prometo. Palabra de magos.” Dijo llevándose una mano al corazón. Al parecer Harry se tranquilizó con eso y Severus suspiró aliviado. “Le pediré a Molly que te prepare un té para que te calmes, ¿está bien?” Harry asintió pero ambos se sobresaltaron cuando la señora Weasley apareció en la puerta con la bandeja del desayuno en las manos.
“Pensé que te habías llevado esto, Severus. Parece que lo olvidaste en la cocina. Buenos días, Harry, querido. ¿Todo bien?” Preguntó con instinto maternal cuando vio los ojos y la nariz levemente enrojecidos.
“Sí, señora Weasley, todo está bien, sólo fue un malentendido. De mi parte.” Se apresuró a agregar.
“Gracias por subir la bandeja, Molly. Pero creo que Harry necesita un té también. Pareciera que uno de tus hijos le hizo una broma y está algo nervioso.” La mujer los miró con sospecha pero finalmente asintió dándole la bandeja a Severus.
“Esos chicos nunca aprenden.” Murmuró la mujer mientras iba pasillo abajo.
El maestro de pociones dejó la bandeja sobre la cama y se giró para mirar a su esposo que parecía querer morir de la vergüenza por lo que acababa de suceder. En silencio le hizo señas para que se acercara y así lo hizo. Severus entonces pasó una mano por los cabellos aún enredados alisándolos un poco con suavidad para luego tomarlo con suavidad de la nuca y bajarlo a su hombro. Ni corto ni perezoso Harry pasó sus brazos por debajo de los brazos de Severus pegándolo a su cuerpo con febril ansiedad.
Severus continuó acariciando los largos cabellos hasta que Molly regresó con el té para Harry. Por Merlín... iba a extrañar tanto tenerlo así en sus brazos.
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Cuando Severus y Harry regresaron a la mansión Snape a través de la red floo, Harry casi se tropezó al salir, como siempre pero además de eso se sintió levemente mareado. Miró la chimenea con recelo y se prometió que la próxima vez viajarían de forma normal... bueno, que no fuera a través ni de chimeneas ni de trasladores ni apareciéndose. Cualquier cosa que no conllevara girar varias veces en el aire para luego intentar aterrizar de pie. Ni siquiera bajo los efectos de la poción le había gustado hacerlo y no entendía por qué Severus
Una lechuza real esperaba parada en el perchero de la sala con un rollo de pergamino elegantemente atado a su pata derecha. Severus se acercó y le quitó el pergamino pero el ave se quedó esperando respuesta.
“Lucius ya regresó de su luna de miel al parecer.” Musitó mientras leía la carta. “Nos invita a tomar el té mañana en la tarde.” Volvió a enrollar el pergamino y se dirigió a la mesa del comedor. A una orden suya aparecieron tintero, pluma y pergamino. “Pensé que querría pasar más tiempo a solas.” Lo vio escribir una respuesta y luego atársela a la pata a la lechuza.
“Iré a descansar un rato.” Musitó Harry pensando en que era muy pronto para volver a hablar con Lucius. “Los gemelos me agotaron con el juego de quidditch. Así no estaré medio adormilado mañana durante el té.”
“No hace falta que te preocupes por eso, Harry. Le escribí una disculpa a Lucius. Yo también estoy cansado. Sobrevivir a los Weasley no es una tarea fácil para un viejo profesor de pociones como yo.” Harry sonrió con picardía.
“Si eres un viejo maestro de pociones entonces quiero envejecer como tú. Vamos arriba.” Le extendió la mano con naturalidad y Severus la tomó sin pensarlo demasiado. El ojiverde sintió un corrientazo de alegría cuando su esposo no lo rechazó pero no comentó nada por miedo a dañar el momento o que Severus recordara su terquedad.
Se internaron en una de las habitaciones de descanso donde se acostaron sobre un majestuoso reclinatorio de suave relleno. Severus apoyando su cabeza en el abdomen de Harry mientras este se dedicaba a enredar sus dedos en sus cabellos, disfrutando el simple placer de sentirse mimado aún por su esposo.
Ya había cerrado los ojos y Harry comenzaba también a cerrarlos cuando escucharon el chisporroteo de la chimenea. Fue Harry quien levantó un poco la cabeza al ver un rostro entre las llamas. “¿Severus?” Musitó adormilado. “Creo que alguien está en la red flu.” Severus abrió los ojos y se volteó a ver hacia la chimenea. Efectivamente había un rostro flotando entre las flamas pero no podía distinguirlo con claridad.
“Maldita red flu. Pediré que la desconecten de toda la casa.” Gruñó Severus lo suficientemente alto como para que la persona en las flamas los escuchara.
“Lo siento, Severus. Pero me sorprendió tu negativa a acompañarme mañana al té así que pensé que sería algo serio. Veo que mi preocupación está de sobra.” La voz no era otra que la de Lucius Malfoy y por lo que se escuchaba la situación lo divertía un poco.
“Y yo pensaba que un joven veela podría mantenerte ocupado por mucho más tiempo.”
“Querido amigo, siempre tengo tiempo para cultivar las viejas amistades. Pero como veo que soy inoportuno dejaré la charla para mañana, si crees que estarás desocupado.”
“Si llamas antes de las diez de la mañana reconsideraré seriamente nuestra vieja amistad.” Ambos escucharon la risa de buen grado que Lucius les regaló a modo de despedida. “Maldito bastardo, debí saber que no se conformaría con una negativa escrita.” Volvió a dejarse caer sobre su esposo y con un leve ronroneo se acomodó nuevamente haciendo que Harry sonriera y volviera a acariciarle los cabellos.
En contraste con los negros cabellos y la mano de Harry refulgía suavemente el anillo en su dedo. Intentó recordar la segunda vez que Severus se lo había dado porque la primera, que había sido durante la ceremonia forzada la recordaba a la perfección. Pero sabía que el hombre se lo tenía que haber quitado para ponerle aquella nueva inscripción que había descubierto en su interior. “Pase lo que pase... por siempre.” Recitó de memoria. Severus levantó un poco la cabeza y lo observó atentamente.
“Pase lo que pase.” Repitió acariciando el rostro sempiternamente serio de su esposo. “¿Cuándo te enamoraste de mí, Sev? No puedo recordarlo con exactitud.” Murmuró con cautela, temeroso de que el hombre le negara sus sentimientos. Severus dejó escapar un largo suspiro y volvió a recostarse sobre su estómago.
“Supongo que fue algo paulatino. Llorabas todas las noches desde que te tomaste la poción. Llorabas y yo podía escucharte hasta mi habitación. Me estabas enloqueciendo.” Sin que su esposo lo viera sonrió levemente y sus ojos oscuros se volvieron como portales del pasado mirándolo todo como si lo estuviera viviendo otra vez. Harry también sonrió porque mientras el hombre hablaba él también recordaba tan claramente como si pasara en esos momentos.
“Pensé que te deshidratarías llorando. Tampoco querías comer si yo no estaba. Una noche te permití dormir dentro de mi habitación, sólo porque prometiste que no llorarías si te lo permitía. Desde ese día no pude sacarte de ella y cada vez dormías más cerca de mi cama. Supongo que me acostumbre a tu presencia. Pero una vez viste que habías ganado tu primera batalla continuaste con las demás.”
Severus se acomodó nuevamente mientras intentaba recordar el resto.
“Antes de darme cuenta de lo que ocurría realmente ya dormías en mi cama y prácticamente comías encima mío. Eras... muy persistente. Cuando descubrí que una sola muestra de cariño mío era suficiente para me dieras un poco de espacio ya había caído profundamente en tus seducciones. Entonces llegué a la conclusión de que si iba a vivir el resto de mi vida sin poder obtener la venganza que había planificado al menos iba a sacarle provecho a la situación. Bueno... necesitaba una excusa para corresponderte y esa me pareció bastante creíble.”
Harry dejó escapar un sonido entre divertido y conforme con la explicación.
“Pero sería demasiado estúpido como para no darme cuenta de lo que había pasado realmente y desde ese día tuve miedo.”
“¿Miedo?”
“Sí... miedo.”
“¿De que sucediera esto?”
“Algo así. Más bien tenía miedo a que la vida me cobrara todo el mal que causé... que te causé. Y como era mucho, temía mucho.”
“¿Y ahora?”
“¿Ahora?”
“Sí, ¿qué sientes ahora?” Severus se encogió ínfimamente de hombros.
“Siento que se ha hecho justicia.” La respuesta dejó a Harry en silencio nuevamente mientras meditaba en las palabras.
Justicia. La justicia no había aparecido en su vida hasta que ya no la necesitaba. Irónico, pero como ya le había dicho a Severus, la justicia o lo correcto llegaban ahora que le hacían daño sus resultados.
“Si la vida ha hecho justicia cobrándote el mal que me hiciste... entonces es justo que me recompense por todo el mal que he sufrido. Y ya sé qué es lo que le voy a pedirle.”
Lo besó con calma, con temor, con ansiedad, con amor, todo mezclado amenazando con reventarle el pecho pero cuando Severus se deslizó sobre su cuerpo cubriéndolo se dejó ir tranquilamente al placer de ser uno con su esposo.
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Al día siguiente no fueron a la Mansión Malfoy pero no pudieron librarse de la visita de Lucius. El hombre llegó a través de la chimenea junto con su flamante esposo, Misha, obligando a Harry y a Severus a vestirse formalmente para recibirlos y tomar el té.
Harry vestía una túnica color chocolate intenso, con chaleco color azul grisáceo y camisa blanca mientras que Severus había elegido un conjunto de un hermoso color azul níquel. El problema era que Severus nunca vestía colores tan claros, con excepción del día de su boda y Harry recordaba perfectamente esa túnica que yacía en el ropero de ambos junto con la suya. Por ende, la mirada asombrada de Lucius no se hizo esperar pero mientras tomaban el té guardó silencio al respecto.
El ambiente entre los cuatro era de agradable conversación pues mientras el esposo de Lucius, Mish, se reclinaba levemente contra su pecho, Harry había aprovechado para entrelazar sus dedos con los de Severus y mantenerse tan cerca como le era posible pero sin atreverse a recostarse demasiado.
Pero el té fue interrumpido por varios visitantes, pequeños visitantes que parecían copias en miniatura de Draco Malfoy.
“¡Andrew, Dereck! ¿Qué les he dicho de correr dentro de las casas ajenas?” Se escuchó a Draco todavía en la sala.
“Pero papá, es la casa de tío Severus y tío Harry.” Gimoteó uno de los gemelos que Harry tuvo problemas para diferenciar en ese momento. Al punto apareció Draco con el pequeño Junior en brazos.
“Nada de peros.” Los amonestó mientras bajaba al pequeño Draco. Sólo entonces vio a su padre sentado a la mesa con ambos. “Lo siento, Padre, no sabía que habías venido a visitar hoy.”
“Tan sólo es el té y ya terminábamos. ¿Cómo están mis nietos?” Les preguntó a los pequeños quienes sin esperar se lanzaron sobre su abuelo. El pequeño Draco se acercó a Harry quien no se hizo esperar para ponerlo sobre sus rodillas.
“Jovan está llevando a Sofía con el medimago, al parecer pescó la viruela morada.” Musitó poniendo cara de circunstancias mientras se sentaba a la mesa donde mágicamente había aparecido otra silla.
“Al menos es la viruela morada y no la retroamnecefália de cuatro semanas que le dio al pequeño Draco hace dos meses atrás. Volver a cambiarle los pañales no fue nada placentero, de hecho, le pedía a Jovan que le sacara cita nuevamente, quiero estar seguro que no le afectó en ninguna otra cosa.” Todos asintieron. Cuando el pequeño Draco contrajo la susodicha enfermedad mágica comenzó a comportarse cada vez más como un bebé y no fue hasta la tercera semana que comenzó a sospechar. Afortunadamente la recuperación luego de la cuarentena había sido bastante rápida aunque el pequeño aún se comportaba algo tímido.
“Por suerte eso sólo le da a los niños. Sería algo desastroso que un mago adulto la contrajera. Dudo mucho que Jovan quiera cambiarte los pañales, ehh.” Exclamó con una sonrisa Lucius haciendo que Draco se atragantara con las galletas que acababa de echarse a la boca.
“Eso no es nada gracioso, Padre.” Pero las sonrisas en los rostros de los presentes decían todo lo contrario. Al ver la cara que había puesto su padre hasta los gemelos comenzaron a reír. Harry también reía, divirtiéndose como hacía mucho que no lo hacía y hasta se preguntaba cómo era posible tener momentos tan agradables en compañía de magos como los Malfoy o Severus. Pero al pensarlo a su mente vinieron recuerdos de muchos otros momentos agradables entre ellos, incluyendo también amigos de Draco que creía olvidados completamente y que nunca hubiera imaginado haciéndoles compañía.
Le faltó el aire de tanto reírse, o eso pensó, por lo que bajó al pequeño Draco de sus rodillas. El pequeño lo miró enfurruñado y el ojiverde se sintió inmediatamente regañado por aquellos ojitos grises. “Lo siento, Dray, es que me falta un poco el aire.” Logró decirle antes de dejar de sentir el resto de su cuerpo y resbalarse de la silla como en cámara lenta.
A lo lejos escuchó el chillido del pequeño Draco junto con las voces y los gritos de Severus y los demás pero no pudo contestarle a ninguno. Sólo cuando vio el rostro de Severus formó un te amo con los labios y sonrió grabándose el rostro preocupado de su esposo antes de desvanecerse completamente.
Severus lo sujetó antes que el cuerpo terminara por relajarse y aunque todos le preguntaban qué era lo que le sucedía a Harry no podía más que aferrarlo contra su pecho. Seguramente cuando despertara esta vez ya no quedaría nada de su amado esposo en la mente de Harry. Agachó la cabeza y dejó escapar un ronco gemido desesperado. Sintió que el pecho iba a reventarle y se llevó una mano al corazón.
Fue entonces que Lucius le quitó el cuerpo de Harry a la fuerza mientras Draco intentaba calmarlo. Al final fue Misha, el esposo de Lucius, el que con la varita lo forzó a calmarse con uno de los hechizos que como auror solía utilizar.
Luego todo pasó como en sueños. Lucius lo ayudó a caminar hasta la chimenea desde donde llegaron a San Mungo mientras Misha cargaba a Harry seguido por Draco y sus niños.
Cuando las enfermeras lo metieron a un cuarto y comenzaron a dar sus diagnósticos iniciales Severus se dejó ir a un estado de shock leve donde sólo tenía en la mente el nombre de Harry. De ahí ya no recordó nada más.
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Harry despertó solo en la cama de hospital. Miró a su alrededor y su primera impresión fue la de hallarse flotando entre nubes blancas, pero luego al parpadear varias veces reconoció el lugar como un cuarto de hospital. Al ver los aparatos mágicos que lo monitoreaban flotando en el aire supo que se hallaba nuevamente en San Mungo. Se dejó caer en la almohada pero le parecía que había algo que se le estaba olvidando y por lo más que quisiera, fuera de vida o muerte, no recordaba.
La sensación no lo dejaba en paz. Se enderezó un poco sobre la cama pero de inmediato recibió un regaño. No se había dado cuenta que había una enfermera en la habitación. Se volvió a recostar para tranquilizarla hasta que la mujer finalmente se calmó y lo dejó en paz diciendo que le iba a avisar a sus familiares. Pero los Dursley no podían estar en San Mungo, ¿o sí?
Esperó hasta que la mujer saliera y con la magia sin varita que siempre lo asistía hizo flotar hacia sus manos la tabla donde estaban anotados sus datos y comenzó a leer.
“Harry Snape... varón, veintitrés años... retroamnecefalia... posible contagio con un menor.” Intentó recordar lo que significaba pero su mente regresó en blanco por lo que continuó leyendo. “Descontrol hormonal severo y anemia leve causados por una temprana etapa de gestación.” La última palabra el dio vueltas y vueltas en la mente pero no lograba entenderla. Un hombre, presumiblemente su medimago entró a la habitación y le sonrió.
“Felicidades, señor Snape, a pesar de su delicado estado ninguna de sus condiciones afecta a la criatura, a excepción de la anemia que ya hemos comenzado a corregir.”
“¿Criatura?”
“Sí, su criatura. ¿No le dijo la enfermera? Está esperando.”
“¿Esperando...? Por Merlín.” Y volvió a desvanecerse, pero ciertamente escuchó su propio grito antes de lograrlo.
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Gracias por leer.