Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Atrapando al Pelirojo ❯ Capítulo 3 ( Chapter 3 )
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Capítulo 3
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Los ojos azules se abrieron con sorpresa esa mañana. Una agradable calidez cubría su cuerpo y no eran precisamente las sábanas. Sobre su pecho podía sentir el peso de la cabeza de Blaise que en esos momentos apenas se mostraba bajo la sábana. ¿Cómo había llegado hasta esa comprometedora posición? Se preguntó alarmado. Claro... la noche anterior. Dejó escapar un gruñido mientras se llevaba una mano al rostro y finalmente daba un enorme bostezo. No le valía de nada mostrar sorpresa ante la situación, como había dicho Blaise, lo hecho, hecho está. Maldita serpiente rastrera. Sin embargo el insulto no salió ni con la mitad del veneno que solía utilizar.
El cuerpo sobre el suyo se movió levemente y Ron retiró la sábana hasta destaparle la cabeza. Los negros cabellos estaban levemente enmarañados y varios mechones tapaban el rostro. Los retiró sin pensarlo y un par de adormilados ojos color caramelo oscuro lo observaron un rato sin reconocimiento.
“¡Weasley!” Exclamó de repente el joven intentando enderezarse a la misma vez y emitiendo un quejido antes de dejarse caer nuevamente sobre su pecho con un gesto de derrota. Ron arqueó una ceja ante la reacción, cualquiera diría que no estaba esperando amanecer acompañado. Recordó entonces que la primera vez se había escapado antes que el Slytherin despertara.
“Tonto.” Murmuró Ron con evidente malicia. Sabía perfectamente cuál era la molestia mañanera del moreno.
“Ummhh... buenos días.” Ronroneó el Slytherin mientras comenzaba a recorrer la expansión de su pecho con húmedos besos que lo hicieron estremecer.
“Hey... hey... espera.” Exclamó tomándolo de los cabellos de la nuca y separando los curiosos labios. “No te tomes tanta confianza.”
Los ambarinos ojos parpadearon confundidos y de repente se entrecerraron. “¿Me cojiste anoche y me dices que no me tome la confianza?” Le reclamó haciendo un tierno puchero.
“Pues... eh...”
“Lo siento, Weasley, esta vez no te me vas a escapar.” Gruñó con posesividad el moreno mientras se le trepaba encima.
“Zabini, no, el bebé, me aplastas.” Exclamó de repente el pelirojo con pánico.
“Lo siento, lo siento, en verdad, lo siento, casi olvido... por las barbas de Merlín.” Jadeó asustado el moreno.
“Sólo... sólo ten cuidado. ¿Qué haces?” Preguntó cuando Blaise lo destapó y pegó un oído a su vientre.
“Sshhh... quiero escucharlo.” Ron lo miró un momento y finalmente le dio un coscorrón en la cabeza. “¡Ouch!”
“No seas tonto, aún no se puede escuchar. Lo único que podrías escuchar es mi estómago rugiendo de hambre.” Lo empujó a un lado para incorporarse. “Tendré que ir a los dormitorios a cambiarme.” Musitó al ver que todos notarían que tenía las mismas ropas que el día anterior. Comenzó a vestirse y notó que el moreno lo observaba con detenimiento. “¿Qué?” Blaise saltó en su lugar sorprendido por la rudeza en la voz del pelirojo.
“Ah... pronto se te notará...”
“Así es.” Murmuró molesto, como si el joven sólo hubiera repetido lo que era obvio.
“Yo... tengo algo para tí.” Ron se sorprendió, no había visto que el joven trajera nada, pero eso no era señal de que no lo hubiera hecho. Quizás eran más golosinas, aún cuando fuera tan temprano no le hubiera importado, sus hermanos solían decir que podía comer hasta piedras cuando tenía hambre y él les daba la razón.
Terminó de vestirse y vio que el moreno recogía la ropa que había dejado en el suelo y la rebuscaba. Nuevamente tuvo un buen vistazo de aquel cuerpo que apenas unas horas atrás había poseído. Cambió el rostro al notar que los pensamientos se le iban directamente a la entrepierna, nada bueno.
“Aquí está.” Exclamó finalmente y se volvió hacia la cama donde puso dos pequeños paquetes. Tomó su varita y exclamó. “¡Engorgio!” Ron vio dos paquetes muy parecidos a los que solía recibir aunque uno de ellos era más grande que el otro. “¿Qué esperas? Abrelos.” Se acercó ignorando el hecho de que Blaise continuaba en cueros y desató las cintas de la caja más pequeña. En el interior descubrió un surtido de frutas glaseadas con las más extrañas cubiertas de dulce. Tomó un pedazo de manzana cubierta de chocolate y caramelo y cerró los ojos con satisfacción. Alcanzó otro trozo y sin pensarlo le ofreció la caja al moreno quien tomó una fresa cubierta de crema de leche.
“¿No quieres abrir el otro?” Le recordó con una sonrisa mientras comenzaba a ponerse el suéter. Ron dejó las golosinas sobre la cama y puso el otro paquete sobre sus piernas sacándole la cinta. En el interior encontró una capa de un color plateado muy parecido a la de la capa de invisibilidad.
“¿Una capa de invisibilidad?” Preguntó asombrado, sabía que las capas de invisibilidad eran muy difíciles de conseguir. El moreno sonrió más ampliamente.
“Algo parecido.” Dijo al tiempo que tomaba la capa de su lugar y la sacudía brevemente. Con un elegante gesto puso la capa sobre sus hombros. “Esta es una capa muy especial, como la persona que la lleva.” Ron se sonrojó con el cumplido pero se controló de inmediato.
“¿Qué es lo que hace?” Preguntó cuando logró sobreponerse.
“Es una capa de embarazo invisible.” Ron arqueó una ceja curioso mientras el moreno procedía a cerrar el primer broche que había en el cuello de la misma. “Hace que el embarazo sea invisible a los ojos de los demás.” Cerró el segundo broche y la capa desapareció de la vista del pelirojo que miró a su alrededor asustado. “No le hace daño al bebé, es muy especial. Puede que ahora no lo notes pero mientras lleves esta capa nadie puede ver que estás cambiando físicamente. De hecho, tampoco nadie puede sentirlo.”
“¿No pueden sentirlo? ¿Cómo?” Susurró y Blaise le tomó la mano y se la puso sobre su antes redondeado estómago. “¡Qué hiciste!” Exclamó alterado.
“No, todo está bien, el bebé está ahí, sin daño.” Se apresuró a asegurarle. “Es muy útil para encubrir embarazos no deseados...” Susurró sin verlo a los ojos.
“Oh.”
“El hechizo termina en el momento en que quitas uno de los broches.” Blaise dejó que sus dedos permanecieran en los broches que acababa de abrir por más tiempo del necesario y un extraño silencio se posó entre ambos.
“¿Te veré de nuevo?” Preguntó lleno de esperanza y el pelirojo cambió el rostro levemente.
“Nos vemos todos los días, Zabini.” Masculló fingiendo más fastidio del que realmente sentía.
“Yo... me refiero así... como ahora.”
“No lo sé.”
“¿Me enviarás mensaje cuando quieras verme?”
“Si eso sucede te enviaré una nota.” Musitó sin mucho entusiasmo. “Gracias por la capa.” Dijo finalmente. El moreno sonrió y se le acercó, esta vez Ron no se tensó demasiado cuando sintió el beso sobre la frente aunque sí gruñó levemente intentando permanecer en su rol de ofendido.
“Hasta la próxima.”
“Claro.” Salió con paso rápido de la habitación dejando al moreno atrás.
Blaise se dejó caer nuevamente sobre la amplia cama y sujetando la almohada donde había dormido el pelirojo hundió el rostro en ella aspirando la esencia que aún quedaba allí. Cerró los ojos extasiado mientras comenzaba a maquinar nuevas formas de atrapar al escurridizo pelirojo.
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Seis semanas más habían pasado sin que el pelirojo le enviara nota al Slytherin. Pero Blaise no se había preocupado demasiado. Lo veía todos los días a la mesa en Gryffindor con buen apetito y buen semblante.
No había cesado de enviarle las golosinas que tanto le gustaban pero había comenzado a enviarle otros pequeños detalles. Esa mañana se había llenado de alegría al ver que el pelirojo había decidido finalmente utilizar uno de esos pequeños detalles, una sencilla pulsera de oro tricolor. Sabía que quizás el joven Gryffindor no utilizaría las prendas de la misma forma en que él las usaba porque podrían sospechar, en especial cuando nunca lo habían visto utilizarlas. Aparentemente sus compañeros de casa se habían acostumbrado porque ninguno lo había molestado por la prenda.
Su único pesar era no poder ver cómo marchaban las cosas. La capa de embarazo invisible hacía imposible saber cómo progresaba, pero en su mente ya había fijado una fecha para pedirle al pelirojo que lo esperara en la Sala de los Menesteres.
Sin embargo Blaise tenía otros problemas por los cuales preocuparse y uno de ellos era Draco Malfoy, su mejor amigo. Draco había comenzado a sospechar de sus escapadas la mañana después que el pelirojo se lo había cojido de la forma más deliciosa que jamás hubiera podido imaginar. No había podido esconder la cara de felicidad y el rubio le había exigido saber. Blaise se había negado a darle demasiados detalles pero sabía que su amigo no desistiría hasta saber quién era el “enamorado” del moreno. Quedarse espaciado por largos periodos de tiempo pensando en el pelirojo tampoco era de mucha ayuda pues hacían que el rubio intentara sacarle la información a las malas.
Otro de sus problemas era... que había decidido hablar con los padres del pelirojo. Estaba dispuesto a correr el riesgo de que lo maldijeran hasta la próxima vida cuando se enteraran que había embarazado a su hijo pero no le importaba mucho. No iba a dejar que se le escapara y si tenía que aceptar sus responsabilidades entonces era mejor comenzar de inmediato. Claro que antes tendría que hablar con el escurridizo pelirojo. Dos semanas más... eso era lo que le daría para enviarle la nota, sino él se la enviaría.
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Dos semanas más tarde Ron sentía que todo su mundo iba a acabar, la espalda le dolía de tal forma que lo hacía miserable la mayor parte del día, aún cuando la capa no dejaba ver su cambio físico eso no significaba que no lo sintiera. Cuando sus amigos le preguntaban qué le sucedía daba excusas tontas que lo hacían parecer más vago que de costumbre y con el sueño que lo atacaba a cada hora del día a veces tenía miedo de quedarse solo en alguna esquina, no fuera a ser que alguien de no muy buenas intenciones lo encontrara. Lo que más le preocupaba de todo el asunto del embarazo era que en un mes adicional serían las pruebas finales y su capacidad para estudiar se había reducido enormemente con todo el cansancio.
Había recibido una nota de Zabini pidiéndole ir a la Sala de los Menesteres pero se sentía tan cansado y subir hasta el séptimo piso se le hacía un fastidio que debatió por largo rato antes de dirigirse a la Sala. Tardó mucho más de lo que había pensado y al llegar arriba jadeaba falto de aire. “Demonios sangrientos.” Exclamó cuando se detuvo a descansar un momento antes de continuar. No se percató que iba más de media hora tarde de la hora en que el moreno lo había citado por lo que al entrar se encontró con un muy preocupado Zabini.
“¡Weasley! ¿Dónde estabas?” Al verlo colorado y jadeando su preocupación aumentó exponencialmente. “¿Estás bien? ¿Te sucede algo?” Ron lo empujó a un lado para pasar y sentarse en el sofá.
“Estoy jodidamente cansado, eso es todo, Zabini. Así que déjate de estúpidas preocupaciones.” Gruñó el pelirojo. Se recostó del mullido sofá y dejó ir la cabeza hacia atrás. Estaba a punto de dormirse por lo que no captó de inmediato el significado de las palabras del moreno.
“Sólo quería decirte que quiero hablar con tus padres.”
“¿Para qué?” Murmuró de forma apenas comprensible mientras se permitía cerrar los ojos. No escuchó respuesta y se dejó ir en aquel cómodo sueño por lo que no sintió cuando Blaise le desabrochó la capa de embarazo invisible.
El moreno se detuvo maravillado al ver por primera vez lo avanzado de la gestación del pelirojo. Según sus cálculos tendría cinco meses cumplidos y algo más. No era enorme como había supuesto. Con cuidado levantó el suéter dejando al descubierto la sólida redondez. Con la mano que le quedaba más cerca al cuerpo del moreno comenzó a acariciarla cuidadosamente. Su pelirojo se veía tan tierno dormido de aquella forma pero él quería poder tocarlo como no había podido en semanas. Se acomodó en el sofá y tomó uno de los cojines, colocándolo sobre sus piernas, poco a poco movió al pelirojo hasta que tuvo su cabeza sobre el cojín en sus piernas dejándolo descansar de lado. Con igual cuidado levantó un poco el suéter y metió la mano para acariciarle la espalda en suaves círculos. Un suspiro de alivio le indicó que la caricia era bienvenida.
No supo cuánto tiempo estuvieron en aquella posición pero a él le pareció que estaba en el cielo. Finalmente el pelirojo bostezó y parpadeó confundido sus ojos azules.
“¿Qué pasó?”
“Te quedaste dormido.”
“¿Por qué no me despertaste?”
“Estás cansado.”
“Ummhh...” Gruñó descontento el Gryffindor pero no comentó nada acerca de las caricias. Entrecerró los ojos nuevamente y Blaise se aventuró a acariciarle la cintura rozando levemente su vientre. Otro suspiro de alivio se dejó escuchar y el moreno sonrió divertido cuando el pelirojo se volteó boca arriba y tomó su mano como si tratara de detenerla dejándola descansar sobre la suya. Continuó acariciándolo con suavidad, disrutando cada respiración entrecortada. En un movimiento atrevido hundió la mano más al fondo del suéter y le acarició con insistencia los endurecidos pezones. Cuando finalmente le arrancó un gemido sonrió triunfal. Ahora Weasley le sujetaba la mano con algo más de firmeza aunque al parecer no tenía intenciones de detenerlo, ocho semanas de gestación sin esa clase de contacto habían hecho su agosto en la sensibilidad del pelirojo.
Motivado por los suaves gemidos y jadeos se arriesgó a bajar la mano al cierre del pantalón y comenzar a abrirlo. Cuando sacó los primeros dos botones deslizó la mano sobre el sexo semi endurecido del pelirojo provocándole un inconfundible gemido de placer. Los ojos azules se entreabrieron empañados de deseo y Blaise sonrió mientras lo masturbaba con movimientos firmes pero lentos.
Ron no quería que aquel placer terminara sin embargo necesitaba algo más. Algo faltaba en todo aquello y él simplemente lo necesitaba. La mano que no sujetaba la del moreno se elevó repentina y temblorosa hasta encontrar el rostro del Slytherin instándolo a acercarse. Entreabió sus labios para recibirlo con avidez, gimiendo roncamente cuando la mano que lo acariciaba se metió bajo su ropa interior y dejó al descubierto su erección. El cálido aliento del moreno acariciaba su rostro mientras las sensaciones se incrementaban cada segundo. Entreabrió las piernas y se arqueó todo lo que pudo en aquel toque mientras se aferraba desesperadamente. Sintió que Blaise pasaba el brazo libre tras su cuello y lo levantaba un poco atrayéndolo a su pecho. Aquello era como respirar en los Campos Elicios. Elevó las caderas para volver a arquearse tensamente cuando las deliciosas ondas de placer comenzaron a contraerse en su pelvis. Los dedos humedecidos de Blaise sobre la ardiente piel de su sexo lo torturaban de tal forma que lo dejaban incoherente. Gimió largamente cuando finalmente se vino, su grito absorbido por la boca que no lo había dejado ir.
Cuando lo dejó ir el moreno susurró un hechizo de limpieza para abrazarlo contra su pecho tiernamente. “Eres perfecto. ¿Lo sabías? Y eres mío.”
Los ojos azules parpadearon placidamente y se cerraron con lentitud. “Tuyo.” Susurró sin darse cuenta. En aquel dulce sueño no pudo ver el radiante rostro que lo observaba con deseo no satisfecho pero feliz.
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Draco observó con interés la puerta frente a la cual se había detenido el hechizo de localización. Ya se había preparado para la que le iba a echar su mejor amigo cuando se enterara que le había puesto el hechizo pero tenía que saber qué o a quién veía el moreno. Había presentido que algo le sucedía pero por más que había intentado no había logrado que Blaise confiara en él. Por esa razón había recurrido a la vieja treta del hechizo localizador. Tomó una profunda respiración y quitó toda emoción de su rostro. Era obvio que el moreno estaba con alguien más en aquella habitación y aunque no iba a desistir de saber quién era tampoco iba a humillarlo armándole una escena frente a nadie. Tocó quedamente a la puerta y esperó respuesta.
“Blaise... sé que estás ahí adentro. Abre la puerta.” Dijo con firmeza.
En el interior de la Sala de los Menesteres Blaise escuchó como a lo lejos que alguien lo llamaba. El sonido se volvió a repetir y finalmente pudo abrir los ojos. Cuando se repitió por tercera vez también el pelirojo dormido sobre sus piernas se movió levemente. Esa vez reconoció la voz que lo llamaba.
“Draco.” Exclamó entre dientes. “¿Cómo diablos...?” Tomó la varita y se revisó. Maldijo en voz baja al encontrar el hechizo de localización.
“Blaise, sé que estás ahí, ábreme la puerta.” Las palabras de Draco se escuchaban enojadas. Blaise suspiró cansado. No podría esconder al pelirojo, intentarlo sería una pérdida de tiempo y lo despertaría del sueño que parecía estar necesitando. Apuntó con la varita a la puerta y se abrió.
“¡Blaise!”
“Shhh...” Lo regañó tan pronto lo escuchó hablar. Draco vio la cabeza de su amigo en el sofá frente al fuego y de espaldas a donde él se hallaba. Le apuntaba con la varita desde su lugar y se sintió dolido al ver que no tenía la usual confianza del moreno. “No hagas ruido y antes de que te acerques me tienes que prometer que no armarás una de tus pataletas.” Le susurró con seriedad.
“Blaise. ¿Por qué no confías en mí? ¿Estás con alguien, cierto?” Le preguntó haciendo un puchero enojado propio de un niño malcriado.
“Sí, está aquí dormido. Por eso no quiero que hagas ruido.” Siseó nuevamente el moreno.
“Es un chico...” Murmuró. “¿Ravenclaw?”
“¿Importa de qué casa sea?”
“¡Es un Gryffidor!”
“¡¡¡¡Ssssshhhhhhh!!!!”
“Es un maldito Gryffindor. ¿Cómo pudiste, Blaise?” Le reclamó con venenosa mirada.
“Como si tú no andaras con uno.” Siseó el moreno entrecerrando los ojos. El rubio palideció de inmediato.
“¿Cómo... cómo lo sabes?”
“Pensaste que no me daría cuenta. Realmente lo pensaste. Creo que ahora sabes por qué no te dije nada.”
“Bien... bien... es un Gryffindor y tú también estás con uno...”
“Es algo más... complicado.”
“¿Más complicado que...?” El moreno asintió.
“¿Cabellos rojos?”
“¡Un Weasley!”
“Ssssssshhhhhhh. Si vuelves a gritar te voy a poner una maldición muda.”
“Está bien. ¿Puedo acercarme ahora?”
“Es más complicado...”
“Si es más complicado entonces tiene que ser Ronald Weasley.” Murmuró Draco entrecerrando los ojos.
“Ah... pues sí... es ese Weasley. Pero es un poquitín más complicado, Draco.” Le hizo ademán para que se acercara y Draco dio unos pasos en su dirección.
“Lo único más complicado que estar jodiendo con Weasley sería que lo hubieras... preñado.” Draco parpadeó varias veces y luego dijo con voz muerta por la impresión. “Es complicado... lo preñaste.”
“Esa es una palabra vulgar para un Malfoy.” Una butaca apareció de repente tras Draco y sin quererlo saltó hacia adelante alejándose del mueble.
“¿Qué magia es esa?”
“Es la habitación, se llama la Sala de los Menesteres. Si necesitas algo, lo tendrás. Aparentemente quieres sentarte.” Draco miró el mueble con desconfianza pero finalmente se dejó caer en él. Blaise acarició inconscientemente los rojos cabellos y el pelirojo se acurrucó más cerca de su cuerpo dándole la espalda al rubio. “Ahora, compañero... por qué no me cuentas acerca de tu... complicada situación con tu Gryffindor.” El rubio le dio una triste sonrisa.
“Aún no es mi Gryffindor. Esa es la situación.” Hubo un silencio cargado de entendimiento mientras ambos jóvenes meditaban en sus respectivas situaciones. Luego de un buen rato de quieta compañía Draco se levantó de la butaca y se acercó al pelirojo.
“¿Cuánto tiempo tiene?” Preguntó interesado a lo que el moreno le dio una mirada escrutadora tratando de discernir si realmente le importaba o simplemente se iba a burlar de su Gryffindor. Finalmente decidió que su amigo estaba lo suficientemente interesado.
“Cinco meses.”
“Es... asombroso.” Murmuró Draco tratando de tener un mejor ángulo del abultado vientre. “¿Y no te ha dado problemas? Porque este, amigo mío, es un caso perdido. Jamás imaginé que te podrías interesar por él de esa forma.”
“De no haber sido por la apuesta no me hubiera interesado.” Acarició con ternura el vientre. Draco que lo observaba no pudo menos que sonreír de repente.
“Creo que finalmente vas a tener la familia de la que tanto has estado hablando. Recuerda que me prometiste que sería el padrino de tu primer hijo.” Blaise dio leve resoplido.
“Primero tengo que convencerlo. Ya me lo imagino cuando le diga que el eterno enemigo de los Gryffindor quiere ser padrino de su hijo.” Draco carraspeó suavemente y Blaise se apresuró a corregirse. “Quien actualmente está condenado por traición por querer confraternizar con el enemigo.” Sonrieron respectivamente hasta que el pelirojo volvió a moverse sobre el regazo de Blaise.
“¿Aún no se mueve?”
“No estoy seguro. Apenas me ha dejado tocarlo hoy y eso porque está dormido.” Draco arqueó una ceja curioso. “Vámos hombre, estamos hablando de Weasley. ¿Crees que llevamos meses fornicando? Quedó en estado la noche de la apuesta, me ha cogido una vez y esta noche me ha dejado tocarlo porque está muerto del cansancio, no creo que se haya dado cuenta. Si no tengo cuidado vuelve y me parte la cara o el trasero que es lo mismo.”
“Masoquista.”
“Me gusta su temperamento.”
“Típico de tí.” Sonrió el rubio. “¿Puedo tocarlo?”
“¿Qué?”
“El bebé, idiota. Que el resto de ese pensamiento perezca en las profundidades de los infiernos.”
“Oh... pues... supongo que sí.” Con cuidado levantó el suéter del pelirojo hasta exponer el vientre y unos pálidos dedos rozaron tímidamente la piel distendida hasta que al cabo de un rato la palma de la mano se posó con delicadeza sobre el costado del pelirojo. Blaise, por alguna razón que no podía entender contenía el aliento.
“Aún no se mueve... pero puedes sentir dónde está acurrucado.” Susurró Draco.
Ron sentía que alguien lo acariciaba, alguien que por alguna razón lo hacía sentir en peligro. Abrió los ojos con lentitud intentando sacudirse el sueño. Lo primero que vio fueron los negros cabellos de Blaise sobre el pecho en el que descansaba la cabeza. Supuso que sería el moreno el que lo tocaba pero entonces escuchó la voz inconfundible de Draco Malfoy.
“Aquí está.” Susurró el rubio.
El único avisó que tuvo Blaise de que el pelirojo se había despertado fue el movimiento tenso sobre su regazo, al instante siguiente Draco yacía a buena distancia del sofá de cara al suelo y el pelirojo comenzaba a levantarse.
“¡Nunca jamás vuelvas a tocarme!” Rugió airado sacando su varita. “¡No te me vuelvas a acercar! ¡Jamás!” El pelirojo temblaba de la ira y Blaise se puso en pie tan pronto se recuperó de la sorpresa.
“Weasley...”
“¡Tú! ¿Cómo pudiste traerlo aquí?” Trató de acercarse pero el pelirojo retrocedió señalándolo con la varita también. “No te me acerques.”
“Weasley, por favor cálmate. Draco no hizo nada, no se lo permitiría.” Exclamó Blaise con desespero. Le dio una mirada al rubio quien comenzaba a levantarse mientras se tocaba cuidadosamente el labio.”
“Maldición, Weasley.” Gruñó dolorido.
“¡Que eso te sirva de lección!” Se llevó una mano al vientre al sentir una leve punzada y el gesto no pasó desapercibido al moreno.
“Por favor, Weasley. La tensión no es buena para ninguno de los dos.” Intentó calmarlo nuevamente pero Draco volvió a meter la cuchara.
“No era como si te fuera a matar, demonios Blaise, tu Gryffindor pega como una mula.” Ron aguzó la mirada mientras respiraba con trabajo. En su mente sabía que estaba comenzando a hiperventilar pero no podía controlar la impresión que le había causado despertar para encontrarse a Malfoy tan de cerca. Empezó a temblar con más fuerza y vio que el moreno se arriesgaba nuevamente a acercarse. Le decía algo pero ya no lo podía escuchar. En un último esfuerzo por mantenerse en pie lo llamó con voz temblorosa.
“Blaise.” Susurró débilmente. De inmediato se sintió en los brazos de la serpiente mientras le susurraba algo al oído y su cuerpo se relajaba de inmediato. Su respiración no tardó demasiado en normalizarse mientras era llevado al sofá por un preocupado Blaise que le susurraba al oído lo que suponía eran palabras tiernas.
El moreno acomodó al pelirojo sobre su pecho mientras intentaba transmitirle que ahora se encontraba seguro.
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Gracias por leer.