Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Atrapando al Pelirojo ❯ Capítulo 4 ( Chapter 4 )

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Capítulo 4
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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“Cachorro, ¿te sientes mejor?” Preguntó preocupado Blaise. Habían pasado cerca de veinte minutos desde que le había puesto el hechizo para tranquilizarlo.
 
“Si vuelves a pasarme la mano por la frente te juro que te voy a colgar del tercer aro en el campo de Quidditch.” Murmuró el pelirojo fastidiado, el moreno sólo sonrió, por más que tratara el Gryffindor no podía enojarse demasiado con él a causa del hechizo pero se veía tan tierno intentándolo.
 
“Sí que tiene temperamento. Por suerte te gusta así.” Dijo el rubio de forma casi inteligible y con sarcasmo mientras sujetaba una bolsa de hielo contra su boca.
 
“Muérdete un ojo.” Murmuró el pelirojo en su dirección.
 
“Weasley... Malfoy... compórtense ambos.” Los reprendió el moreno. “Ahora que tengo toda tu atención.” Dijo dirigiéndose al pelirojo. “Quiero volver a decirte que he decidido hablar con tus padres acerca de nosotros.”
 
“¿De nosotros? Mi bebé y yo, ¿a eso te refieres?”
 
“No... me refería a nosotros como en tú y yo...” Dijo algo inseguro. Ron se le quedó viendo fijamente. No se le había ocurrido que el moreno quisiera una relación seria. Al fin y al cabo él era un Weasley... y uno con toda la mala suerte del mundo siguiéndolo a todas partes.
 
“Yo... yo...” Tragó en seco. “Necesito algo de tiempo para pensarlo, Zabini. No es como si nos conociéramos tantísimo. ¡Demonios! Es un poco apresurado, ¿no crees?”
 
“En cuatro meses más será tiempo para el alumbramiento. No pienso dejarte solo, quiero que estés conmigo antes, durante y después. Quiero ser el padre con todas las de la ley... eso si quieres aceptarme.”
 
“Estás demente.” Susurró el pelirojo sin asomo de burla. El moreno negó suavemente y sin soltarlo levantó su mano derecha para sacarse el anillo que tenía en su dedo anular. El mismo era de oro con el símbolo de la gacela.
 
“Este es el símbolo de los Zabini, seguro ya lo conoces. Me gustaría que lo aceptaras como promesa de que pensarás seriamente lo que te acabo de decir.” Se lo puso en el dedo al pelirojo y entrelazó sus dedos llevándose la mano al pecho.
 
“¡Son tan románticos!” Exclamó el rubio con voz falsamente afectada y chillona.
 
“¡Idiota!” Exclamaron ambos jóvenes mientras el moreno le lanzaba un pesado cojín.
 
“¡Oye! Ya se te están pegando las manías de ese salvaje Gryffindor.” Exclamó falsamente molesto el rubio.
 
“Tú te lo buscaste, Malfoy.” Le replicó el pelirojo.
 
“No empiecen de nuevo.” Gruñó Blaise fastidiado. “Bien, Weasley, ¿lo pensarás?” Lo dio una expectante mirada hasta que Ron asintió finalmente. El moreno le dio un sorpresivo beso nacido de la alegría que volvía a sentir.
 
“Aagghh, ya, ya, tranquilo.” Exclamó cuando pudo respirar mientras Blaise reía limpiamente.
 
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Era fin de semana de Hogsmeade pero Blaise se preparaba para aprovechar ese día y hacer la visita que había estado planificando desde hacía dos semanas. Las manos le sudaban copiosamente mientras trataba de repasar en su mente todo lo que se suponía que iba a decir. Entre su nervioso ir y venir recordaba las palabras del pelirojo. “Hablarás con mis padres pero no se te ocurra pedir mi mano como si fuera una virgencita. Si me entero que le fuiste con babosadas a mis padres te voy a partir el trasero de tal forma que no vas a poder sentarte por una semana. Y te mato si alguno de mis hermanos se entera.”
 
Había enviado una carta haciéndole participe a los Weasley de su visita y de la seriedad del asunto que quería abordar con ellos. Cuando llegó a la madriguera la señora Weasley fue la primera en recibirlo y hacerlo pasar al interior de la casa. De haber estado un poco menos nervioso se hubiera dado el tiempo de observar a su alrededor pero como estaban las cosas sencillamente no podía apenas decir una frase completa sin turbarse.
 
“Buenas tardes, querido. Pero pasa y siéntate, no te quedes ahí en la puerta. Lamento mucho que Arthur no esté aún en la casa pero surgió un problema en el Ministerio, ya sabes, objetos muggle hechizados.” La señora Weasley sonrió y Blaise supo de quién había heredado la sonrisa su pelirojo, pero antes que pudiera continuar se escuchó un ruido extraño desde la chimenea y segundos más tarde un pelirojo de largos cabellos se sacudía levemente el hollín de la capa. Blaise se quedó perplejo ante la aparición. Aquel pelirojo tenía cierto parecido con su Weasley pero el porte y la complexión eran diferentes.
 
“Siento haber llegado de repente, pero quería verlos antes de partir.” Comentó el recién llegado con la naturalidad del que está acostumbrado a ordenar. De repente sus ojos azules se posaron en el moreno. “Lo siento, no sabía que teníamos visitas.” De disculpó de inmediato.
 
“Blaise Zabini.” Murmuró el moreno, extendiéndole la mano. El pelirojo aguzó los ojos unos segundos.
 
“Charlie Weasley, a tu servicio.” Saludó con calidez el pelirojo dándole una callosa mano con efusividad.
 
“¿Por qué no almorzamos mientras esperamos a que llegue Arthur? La comida está lista.” Zabini no pudo evitar sentir que había cierto aire tenso alrededor.
 
“Perfecto.” Exclamó el pelirojo. Se sentaron a la mesa y la señora Weasley sirvió la comida. Mientras tanto el hombre que acababa de llegar comenzó a conversar con el moreno sacándole más información de la que hubiera estado dispuesto a ofrecer aunque él también ofreció mucha más información de su persona.
 
Blaise se había ido relajando lentamente y había dejado que sus ojos divagaran por la casa notando detalles curiosos y recuerdos familiares en las paredes. Su mirada cayó sobre un extraño reloj sobre la chimenea donde podía leer los nombres de toda la familia en las agujas. Su curiosidad pudo más que su prudencia y tuvo que preguntar. “¿Qué es eso?”
 
“Ah... ese es el reloj familiar. Indica dónde está cada miembro de la familia y qué hace.” Comentó Molly con una sonrisa. “Aunque creo que tendré que enviarlo a reparar.” Se levantó y fue a donde estaba el reloj dándole un golpecito a una pequeña manecilla que reposaba en el mismo lugar donde reposaba la que leía el nombre de Ron Weasley. “Esa manecilla está demás.” Blaise, que en esos momentos sorbía un poco de jugo de calabaza se atragantó y la señora Weasley se olvidó del aparato. Estaban terminando de comer cuando nuevamente se escuchó ruido en la chimenea.
 
“¡Molly! Ya estoy en casa.” Anunció con una sonrisa el señor Weasley. “Oh, ¿señor Zabini? Un placer tenerlo aquí. ¿Ya almorzaron?” Preguntó.
 
“Sí, querido. Pero siéntate para que almuerces.” La conversación entre los tres Weasley continuó y el moreno los observó con interés olvidando por un momento la charla que tenía pendiente. Si el hijo de los Weasley había sentido curiosidad en saber la razón por la cual el moreno estaba allí se la reservó con notable comedimiento.
 
Veinte minutos más tarde Arthur Weasley había terminado su comida y Charlie se había despedido de sus padres dejando al moreno sin más opción que enfrentar su destino.
 
“Bien, jovencito, creo que ahora podemos tener esa charla que tanta curiosidad nos está dando.” Blaise tragó en seco y sus ojos castaño oscuro se abrieron con aprehensión mientras seguía al matrimonio a la sala de estar. Arthur y Molly se sentaron en un sofá algo maltratado por el uso mientras él se sentó en una butaca un poco alejada. La distancia lo hacía sentir un poco más seguro.
 
“Tú eres el hijo de los Zabini.” Comenzó a decir el hombre mientras posaba sobre el moreno una mirada curiosa.
 
“Sí... soy el único Zabini que sobrevive, por lo tanto heredero único de todo lo que una vez les perteneció.” Dijo con voz algo insegura.
 
“¿Y qué es lo que te trae a nuestra casa?”
 
“Pues... es... algo complicado.” Murmuró haciendo que el matrimonio tuviera que inclinarse hacia adelante para escucharlo. Tragó en seco nuevamente, no podía permitir que los nervios lo dominaran. “Estoy interesado en un miembro de su familia.”
 
“¿Virginia?” Preguntó asombrada Molly. “Ella no nos ha dicho nada...” El moreno negó sin levantar los ojos del suelo.
 
“No... Molly, no es Virginia. ¿Cierto, señor Zabini?” Blaise negó suavemente.
 
“¿Qué dices Arthur? ¿En quién más podría estar... interesado...” La frase murió en sus labios. “Es uno de los chicos.” Dijo con los ojos muy abiertos.
 
“Pues... tenemos varios hijos, señor Zabini. Sé que no es posible que conozca a Bill, que es auror. O que haya conocido de antemano a Charlie, que es criador de dragones. Tampoco creo que haya tenido el inconveniente de toparse con... Percy.” En el nombre Arthur hizo una dolorosa pausa donde los ojos de la señora Weasley se entristecieron visiblemente. Se me ocurre que debe ser alguno de sus contemporáneos en Hogwarts.”
 
“Así es.”
 
“¿George o Fred?” Preguntó con ansiedad el hombre. “Son los únicos que se me ocurren. Dudo que Ronald siquiera se haya interesado por alguien, es bastante despistado en ese sentido.”
 
“Arthur, pensé que los gemelos eran... ya sabes. Nunca dijeron nada.”
 
“Hacen tantas bromas Molly que no me sorprendería que el señor Zabini estuviera aquí a causa de una de ellas.” Dijo el pelirojo poniéndose en pie. “Si es así déjeme decirle, jovencito, que no hay problema, entendemos cómo son ese par aunque realmente es una vergüenza que anden haciendo bromas tan pesadas a sus clientes. Creo que tendré que hablar con ellos.” La señora Weasley había adoptado cara de indignación pero Blaise podía sentir que no era en su contra.
 
“De hecho... no es ninguno de los gemelos.” El silencio que reinó en la salita se hizo pesado de repente mientras ambos Weasley tenían expresiones de perplejidad. Arthur se dejó caer en el sofá sin decir palabra. Blaise tomó aire, sería mejor soltar todo lo que tenía que decir en ese momento y ahorrarles un segundo golpe.
 
“El... la verdad él no estaba interesado... la culpa es toda mía, fui quien insistió en todo el asunto. Pero dadas las circunstancias creí conveniente venir y decirles personalmente que estoy interesado seriamente en su hijo y que no estoy jugando con sus sentimientos ni nada parecido y que haré todo lo que esté a mi alcance para que podamos estar juntos luego de la graduación junto con el bebé y no quiero que se preocupen por los estudios de Weasley porque...”
 
“¡Qué!” Exclamó de repente la señora Weasley y Blaise cerró la boca asustado. “¿Qué fue lo que dijiste, jovencito?”
 
“Yo... yo...” La mujer peliroja se levantó de su lugar y dio unos pasos en su dirección, los ojos azules centelleantes y de pronto Blaise supo con exactitud a quién había sacado el temperamento su Gryffindor.
 
“¿Dijiste bebé?”
“Yo... él... bueno quiero decir Ron...”
 
“¿Sí?”
 
“Está esperando un hijo mío.” Blaise se aferró a la butaca cuando vio que el rostro de la señora Weasley se ponía de un color rojo oscuro y se hundió levemente en el mueble cuando la mujer soltó lo que parecía el grito de guerra de los banshee.
 
“¡ARTHUR WEASLEY! ¡TE DIJE QUE LOS PREVINIERAS A TODOS!”
 
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Cuando Blaise entró esa noche a la Sala de los Menesteres temblaba ligeramente. No le había dicho al pelirojo que lo esperara esa noche. Tampoco le había dicho a Draco que estaría allí, sus pasos simplemente lo habían llevado a la habitación.
 
No. Los Weasley no lo habían masacrado. Bueno... Molly Weasley no lo había masacrado. Arthur Weasley lo había llamado aparte luego de tranquilizar considerablemente a su esposa. Su rostro había estado serio pero amable, con una nota de tristeza bajo todo. De su boca había escuchado lo que suponía era la historia de los Weasley resumida aunque su mayor interés había sido saber que su hijo gozaba de buena salud y amor. Blaise no podía decir que el pelirojo había sido revisado por un médico ni nada por el estilo, en eso había tenido que prometer que lo convencería. Fue lo segundo lo que le devolvió la tranquilidad al hombre. Con sólo unas pocas palabras de parte del moreno había captado cuán enamorado estaba el joven. Lo demás habían sido preguntas desde cómo y cuándo se habían conocido hasta cuánto tiempo y cómo se veía el pelirojo.
 
Molly Weasley sólo pensaba en ver a su hijo pero su esposo la había convencido de esperar, apenas faltaban dos semanas para la graduación y no era bueno interrumpir los estudios de ninguno de sus hijos en Hogwarts en un momento tan crucial, menos si el pelirojo no había querido confiarles el secreto él mismo. Blaise les había asegurado que no lo había acompañado porque tenía que estudiar cosa que aparentemente no convenció mucho a ninguno de los padres.
 
Con un largo suspiro se sentó en el sofá frente al fuego y se acurrucó en la esquina del espaldar con el antebrazo. Estaba exhausto emocionalmente, había estado tratando de cabalgar sus emociones durante todo el día y ahora que tenía un descanso sentía que todo se le venía encima de repente. Se envolvió en la capa mientras observaba el fuego con mirada ausente. Al menos la Sala de los Menesteres le traía recuerdos placenteros.
 
Lo había hecho, no todo había salido perfecto pero lo había hecho. Sin embargo eso no significaba que el pelirojo había aceptado su otra propuesta. Suspiró cansado. El pelirojo lo enloquecía pero no era sólo de deseo, el temperamento volátil lo atraía a la misma vez que lo afectaba. Intentar que Ron Weasley aceptara que siquiera comenzaba a agradarle su presencia era más difícil que hacer que Snape le otorgara puntos a Gryffindor.
 
El cansancio se fue apoderando poco a poco de su cuerpo y se dejó ir anhelando poder sentir el olor del pelirojo contra su pecho pero sabiendo que estaría solo esa noche.
 
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Esa mañana de lunes Ron se hallaba, como de costumbre, desayunando con sus amigos a la mesa de los Gryffindor en el Gran Comedor. Su apetito tan voraz como siempre y sus amigos charlando animadamente a su alrededor. Hermione apenas podía hablar de lo que no fueran los EXTASIS dado que esa semana comenzarían y el pelirojo no la culpaba, sería impensable que a esas alturas su amiga cambiara radicalmente sus intereses. La miró de reojo mientras se echaba una cucharada de cereal caliente a la boca. Hermione bien pudo haber sido uno de sus mayores intereses en Hogwarts pero la chica simplemente no tenía espacio más que para sus estudios y sus otros intereses. Intereses tales como Viktor Krum, Colin Creeve o simplemente su última campaña... sea para lo que fuera. Simplemente no tenía tanto tiempo como antes para sus escapadas y demás.
 
Por un lado Ron lo agradecía, si Hermione se hubiera siquiera sospechado que algo sucedía con uno de sus mejores amigos todas esas inagotables energías estarían dirigidas a descubrirlo. Pero mientras Harry y Ron actuaran en su forma despreocupada de siempre ella simplemente los ignoraría, no de mala forma... simplemente dejaría de prestarles demasiada atención.
 
Harry por otra parte era de temer. Ron estaba seguro que se había dado cuenta de algo... pero tal y como era su amigo tendría que explotar en una discusión para decir lo que pensaba, aún cuando fuera Ron de quién se tratara. Sintió un poco de culpa por no confiar en sus amigos pero no quería por el momento distraerlos de sus estudios. En cuanto concluyera esa semana entonces se arriesgaría a contarles.
 
Levantó sus ojos en dirección a la mesa de los Slytherin en busca de la serpiente como seguía llamándole, especialmente luego del incidente con Draco en la Sala. Draco Malfoy quien se había encargado de hacer de su vida un infierno desde que fuera admitido al equipo de Quidditch de Gryffindor. El tipo sí que tenía agallas, y que decirle que iba a ser el padrino de su hijo. Primero hubiera aceptado voluntariamente que Zabini se lo volviera a cojer.
 
Su rostro enrojeció abruptamente y se apresuró a tomar un sorbo de jugo de calabaza. Harry le dio una mirada sospechosa pero no comentó nada por lo que el pelirojo no se percató. Sus ojos continuaron fijos en la mesa de los Slytherin y entrecerró los ojos al ver que el asiento donde solía sentarse Blaise estaba vacío. Se topó con la mirada de Malfoy en su dirección y se sorprendió cuando el rubio le hizo señas discretas preguntándole por el moreno. Negó tratando de que nadie se diera cuenta y vio que el rubio se limpiaba con la servilleta y se levantaba haciéndole señas para que lo acompañara. Asintió y volvió sus ojos a la mesa, luego de echarse dos o tres bocados más de cereal y esperar a que el rubio saliera, se disculpó de la mesa murmurando que se le había quedado el libro de pociones en la habitación. Cuando salió al pasillo Draco lo estaba esperando.
 
“¿Sabes dónde está Blaise?” Preguntó el rubio con seriedad y sin desprecio.
 
“No, pensé que había regresado directamente a su dormitorio, no lo vi regresar.”
 
“Si las comadrejas le hicieron algo...” Siseó Draco de forma amenazadora.
 
“A mí no me amenaces, hurón.”
 
“Entonces será mejor que lo encuentre.” Dijo apretando los dientes y entrecerrando los ojos.
 
“¿Pues por qué no te pones a buscarlo de una buena vez?” Ron se dio la vuelta y se alejó pasillo abajo en dirección a la torre Gryffindor. A sus espaldas escuchó a Draco dar un airado resoplido y salir con paso apresurado en la dirección de los dormitorios de Slytherin. En cuanto supo que estaría fuera de su alcance cambió de dirección y comenzó a subir al séptimo piso. Cuando llego le faltaba un poco el aire, a pesar de que no se notaba su peso aumentaba día con día.
 
Cuando llegó y vio que la puerta a la Sala de los Menesteres estaba visible supo de inmediato que la serpiente estaría allí. Por un momento se preocupó... si había pasado la noche allí cabría la posibilidad de que la visita a sus padres no hubiera salido del todo bien. Empujó la puerta con suavidad y entró. El fuego crepitaba suavemente en la chimenea y frente a ella se hallaba el sofá. Volteó los ojos y se acercó. Al darle la vuelta al mueble se detuvo en seco y contuvo la respiración.
 
El moreno estaba acurrucado con sus piernas en el pecho y aferrado a su capa como si hubiera estado tratando de esconderse de alguien o de algo. Sus cabellos semi ocultando sus facciones. En aquella posición seguramente se despertaría con bastantes calambres. Se acercó con cautela y se sentó a su lado intentando darle un mejor vistazo.
 
Al fijarse más de cerca notó que la capa estaba algo húmeda pero no supo a qué podría deberse. Retiró los negros mechones y pudo apreciar el rostro en descanso ladeado sobre los brazos. “¿Blaise?” Susurró quedamente. El moreno no hizo movimiento alguno y el pelirojo se dedicó a estudiar el rostro. El moreno tenía largas pestañas que bordeaban sus ojos suavemente mientras unas negrísimas cejas enmarcaban su rostro dándole un aire aristócrata. Su piel sin marcas, levemente bronceada y sus labios apenas de un rosa cremoso no eran demasiado finos dándole una calidad exótica en conjunto con los largos cabellos tan negros como alas de cuervos pero sedosos a la vista y al tacto.
 
No pudo resistir su curiosidad y acarició con la punta de sus dedos una mejilla. Sintió la calidez que irradiaba la piel. Esa piel que había probado en ese mismo lugar. Se acercó con cautela y expectación y rozó con sus labios la frente del moreno. El sentimiento que recibió al copiar la acción que tantas veces le había regalado el joven lo abrumó. Era como si tratara de proteger algo delicado, puro y frágil. “Blaise.” Volvió a llamarlo. Esta vez el moreno abrió los ojos a la mitad con expresión de enfado por haber sido despertado.
 
“¿Ron?” El pelirojo sintió que sus ojos se aguaban levemente, la emoción que coloreaba el ronco susurro era como un llamado roto, necesitado. Su cuerpo respondió sin pensarlo y en segundos el cuerpo del moreno descansaba sobre su pecho mientras el joven abría sus brazos y se colgaba de su cuello.
 
“¿Qué pasó? Dime por favor.” Le susurró al oído al sentir algo de desesperación en el abrazo. “¿Cómo salió todo?”
 
“Todo salió bien. Bastante bien. Tu mamá quiere verte en cuanto sea posible. Ya sabes... quiere ver cómo va todo. Ella estaba muy enojada porque no le habías dicho nada.”
 
“¿Y mi papá?”
 
“Tu papá estaba mucho más tranquilo pero le preocupa que no hayas ido a que te revise un doctor. Me hizo prometerle que te llevaría tan pronto fuera posible.” Susurró sin mirar en los preocupados ojos azules.
 
“¿Pero si todo salió bien por qué estás aquí? ¿Alguien te dijo algo?” El moreno negó sin despegarse de su pecho y Ron comenzó a acariciarle la espalda. Fue entonces que algo en la entrada llamó su atención. De pie y muy quieto estaba Draco, observándolos en silencio con una mirada algo dolida pero aliviada. Movió la cabeza en su dirección en un claro gesto de aprobación y salió cerrando la puerta tras de sí. Suspiró confundido pero no soltó al moreno.
 
“Blaise, tienes que ir al dormitorio y arreglarte. En media hora comienza la primera clase y estamos en repaso de los exámenes.”
 
“Quiero quedarme aquí contigo.” Susurró el moreno a modo de ruego.
 
“No es buena idea. Vendrían a buscarnos. Pero te prometo que voy a esperarte aquí tan pronto termine las clases de hoy.” La necesidad de confortarlo le era extraña pero no había otra palabra para describir lo que sentía y así, luego de unos minutos pudo convencerlo. Cuando lograron levantarse buscó sus labios como si hubiera sido lo más natural del mundo y fue recibido con el mismo fervor del que muere de sed y encuentra un manantial. El moreno gimió suavemente cuando terminó el beso.
 
“Quiero verlo, por favor.” Ron asintió de inmediato y lo separó antes de quitarse el primer broche de la capa. Con reverencia el moreno le sacó el suéter que su madre le había tejido y que se había puesto por que hacía algo más de frío que de costumbre para ser verano. Lo acarició con ternura y dejó reposar su mano en donde sentía el bulto que hacía el cuerpo del bebé. El pelirojo no levantó la vista, simplemente cubrió con su mano la del moreno. El extraño momento terminó cuando se bajó el suéter pero sus dedos no soltaron la mano de Blaise sino que lo halaron en dirección a la puerta mientras se volvía a abrochar el cierre de la capa.
 
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Más temprano que de costumbre Ron se separó de sus amigos y se encaminó a la Sala de los Menesteres. Cuando llegó la puerta ya estaba presente por lo que simplemente la abrió y entró. Sin temor a equivocarse ahí estaba Blaise, dedicándole una intensa mirada y aproximándose a su cuerpo tan pronto cerró la puerta tras de sí. No hubo saludo ni rechazo, Ron se dejó envolver en los brazos y se dejó acariciar bebiendo la pasión del moreno sin darse el lujo de meditarlo.
 
Arqueó una ceja curioso cuando en vez de encontrar el ya familiar sofá encontró la enorme cama de postes, de inmediato le vinieron a la mente imágenes de lo que podía pasar en aquel mueble pero la mirada suplicante del moreno le impidió comentar. Comenzó a desvestirlo, primero la elegante túnica de la escuela que solía utilizar. Se detuvo confundido cuando vio que bajo la túnica el moreno llevaba un enorme suéter de color verde Slytherin con una enorme B al frente. El moreno sonrió a modo de disculpa. “Tu mamá me lo obsequió. Me recuerda a ti.”
 
La admisión hizo que Ron sonriera. “Eres un tonto.” Murmuró mientras deslizaba las manos bajo el suéter para acariciar la expansión de su pecho y molestar los suaves pezones haciendo que el moreno gimiera de deseo.
 
“Umhh... Weasley. Si no llegamos ahora a la cama tendremos que hacerlo aquí.”
 
“¿Y quién dijo que íbamos a hacerlo?” Preguntó con media sonrisa fingiendo seriedad.
 
“Por favor...”
 
“Casi tengo seis meses, me canso demasiado pronto.” Volvió a quejarse.
 
“Entonces que sea un rapidito, no me importa, sólo quiero sentirte dentro de mí.” Ron se separó levemente del moreno y le dio una mirada escrutadora.
 
“Pensé que preferías que estuviera abajo.”
 
“Claro que lo prefiero... pero no quisiera siquiera pensar que podría hacerles daño.” Dijo al tiempo que acariciaba su vientre plano a causa de la capa de invisibilidad.
 
“Blaise... ¿por qué...?” Respiró profundamente. “¿Por qué deseas tanto tener el bebé?”
 
“No es sólo el bebé. ¿No puedes ver?”
 
“¿Ver qué?”
 
“Que te amo.” El moreno notó cuán perplejo se había quedado el pelirojo. “Aún cuando no sepas qué sientes por mí, no me importa mientras pueda estar cerca de ti. Con eso es suficiente. Ahora basta de blah, blah, blah y continuemos en lo que nos habíamos quedado, ¿quieres?” Le desabrochó la capa y le sacó el suéter que llevaba debajo para luego continuar con los pantalones. Finalmente sonrió y con una sonrisa pícara volvió a colocarle la capa. “Esta pieza de ropa tiene sus ventajas.” Y le acarició el vientre que una vez más se mostraba plano y sin rastro alguno de embarazo. Lo llevó hasta la cama y lo hizo recostar para comenzar a venerar su cuerpo con ardientes besos teniendo cuidado de no poner su peso completamente sobre el pelirojo. Las manos del pelirojo le terminaron de quitar la ropa.
 
“Pensé que querías que te tomara.” Murmuró el pelirojo entre jadeos y aún de espaldas sobre la cama. El moreno asintió y se apresuró a buscar el frasquito que siempre aparecía justo sobre la cama. Sacó una buena cantidad de la sustancia y comenzó a acariciar el sexo del pelirojo hasta hacerlo endurecer, luego sin mediar palabra pasó las piernas sobre las caderas y se posicionó sobre la erección. Ron lo observaba fascinado tratando de comprender lo que estaba por suceder una vez más, esta vez con su completo consentimiento y sin maldad alguna de parte de ambos. Jadeó cuando sintió que el moreno comenzaba a descender. Sus manos se sujetaron de los muslos del Slytherin mientras doblaba levemente las piernas para tener más balance.
 
Luego de lo que parecieron minutos eternos el moreno se había sentado completamente y lo rodeaba con su estrecha calidez. Respiraba con entrecortados jadeos mientras intentaba acostumbrarse a la intrusión. “¿Te he dicho alguna vez que eres jodidamente grande? Por Merlín.” Gimió mientras echaba su cabeza hacia atrás.
 
“No te habías quejado antes.” Puntualizó elevando levemente las caderas. “Pero quizás se debe a que eres más estrecho que una virgencita.” Lo molestó.
 
“No soy ninguna virgencita.” Protestó el moreno.
 
“Entonces muévete, llevas una eternidad acostumbrándote.” Gruñó el pelirojo que ya ansiaba comenzar la rítmica danza.
 
“Algo desesperados, ¿no crees?” La respuesta le ganó una repentina embestida que lo hizo gritar cuando la carne del pelirojo rozó aquel punto que le hacía perder la razón. Al mirar a los ojos azules descubrió en ellos un brillo de travesura y picardía que jamás había creído posibles recibir. Gimió de placer y comenzó a moverse. Lentamente en un principio hasta que tuvo que poner sus brazos a cada lado del pecho del pelirojo para finalmente venirse con un ronco grito que fue acompañado por aquel de su amante en el momento en que su orgasmo lo golpeaba con la misma pasión.
 
Se dejó caer al lado del pelirojo y lo atrajo contra su cuerpo sintiendo que los brazos respondían el gesto enredándose alrededor de sus costados. Las bien formadas piernas se enredaban en las suyas sin timidez. “Te amo.” Susurró al oído del pelirojo y aunque no obtuvo respuesta sintió que el cuerpo se pegaba al suyo más apretadamente.
 
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Los actos de graduación estaban a punto de comenzar y Ron se revolvía inquieto en su asiento. Era un hermoso domingo y sus padres habían llegado hacía media hora a Hogwarts para ver la colación de grados. Sin embargo tenía un mal presentimiento. Hubiera preferido estar descansando, justo en esos momentos sus pies lo estaban matando. Lo único que lo hacía estar allí era que le había prometido al moreno que asistiría.
 
Llevaba una túnica nueva que, sin el conocimiento de sus amigos, Blaise le había regalado en ocasión de la graduación.
 
Al llegar su madre lo había mirado confundida. Tuvo que explicarle la capa de invisibilidad y le prometió que luego de la graduación, cuando estuvieran en la casa y seguros de que nadie estaría espiando le mostraría su avanzado estado de gravidez. Seis meses... no podía creer que en tres meses adicionales tendría en sus brazos un nuevo Weasley. Bueno... ¿Zabini-Weasley? No tenía idea y no quería pensar en ello justo en esos momentos.
 
De pronto la profesora McGonagall comenzó a llamar nombres y a ponerlos en fila. El desfile comenzaría en pocos minutos. Caminarían en dos largas filas, Slyhterin al lado de Gryffindor, Ravenclaw al lado de Hufflepuff para dividirse al momento de sentarse. El Gran Comedor se había limpiado de mesas y los elfos habían acomodado dos columnas de sillas las cuales se hallaban ocupadas por los padres de los estudiantes que esperaban expectantes. Todo relucía y se escuchaban murmullos y risas por todas partes. Cuando finalmente les fue permitido entrar Ron dejó escapar un resoplido enojado.
 
A Ron le pareció que la ceremonia duraba una eternidad y que Dumbledore se estaba extendiendo más de lo normal en un simple discurso. Se sentía incómodo y ya Hermione lo había regañado cuatro veces para que se quedara quieto, pero simplemente no podía. Intentó acomodarse en la silla nuevamente cuando sintió una fuerte punzada en su estómago.
 
“Aahh.” Se quejó por lo bajo. Esta vez Harry, que estaba sentado a su otro lado fue quien le dio una mirada extrañada.
 
“¿Ron? ¿Pasa algo?”
 
“No... sólo es dolor de estómago. Creo que desayuné algo que no me hizo bien.” Le dijo encogiéndose de hombros. Pero el extraño malestar no cesó y Ron comenzó a preocuparse. Sus ojos azules se estaban nublando levemente.
 
El profesor Dumbledore continuó con su perorata hasta que finalmente comenzaron a llamar a los alumnos. Comenzaron por la casa de los Slytherin y Ron vio con cierto placer que su serpiente se graduaba con altos honores. Al menos uno de los padres tenía algo de materia gris, no como él.
 
Cuando el último estudiante de Slytherin pasó comenzaron a llamar a Gryffindor. Primero Hermione y luego Harry, se suponía que luego seguiría él pero Dumbledore retuvo a Harry y comenzó a explayarse en los logros del joven para su completo desagrado. Cerró los ojos con fuerza rogando porque el malestar le pasara antes de que llamaran su nombre.
 
“Weasley, Ronald.” Llamó McGonagall y cuando el pelirojo no se puso en pie la mujer volvió a llamarlo con un puchero indignado en sus arrugados labios. Ron intentó ponerse en pie pero simplemente no podía. Harry bajaba en esos momentos hacia las sillas y Hermione, según pudo reconocer algo tarde, estaba a su lado, sus enormes ojos café muy preocupados.
 
“Compañero, ¿qué te sucede?” Preguntó preocupado Harry.
 
“Creo... creo que comencé mi labor.” Susurró intentando que el dolor no le nublara los sentidos en ese momento.
 
“¿Qué dices?” Preguntó Hermione confundida.
 
“Que comencé... mi labor.” Los ojos azules se oscurecieron de dolor mientras comenzaba a sudar. “¿Alguien podría avisarle a Madame Pomfrey?” Susurró sin aliento. Fue entonces cuando todo a su alrededor se puso en repentino movimiento. Escuchó gritos que no pudo discernir y gente corriendo, arremolinándose a su alrededor. Necesitaba aire y sus ojos buscaban entre los de la multitud alguien conocido.
 
Sintió que alguien lo levantaba de la silla para luego tomarlo en vilo y se sujetó con todas sus fuerzas hasta que sintió que era bajado sobre una camilla.
 
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Gracias por leer.