Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Atrapando al Pelirojo ❯ Capítulo 7 ( Chapter 7 )

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Capítulo 7
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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Luego de la explosiva reacción Draco intentó calmarse.
 
“¿De qué se trata todo esto?” Preguntó el joven practicante de medicina.
 
“Es una estúpida broma, eso es todo. Ahora si eres tan amable y me sueltas.”
 
“No… creo que te ves bien así.” Susurró Neville con una amplia sonrisa y mirada oscurecida que lo hizo estremecer. Cuando una de aquellas manos se acercó para acariciarle el rostro Draco se volteó.
 
“Sé que lo vas a hacer de todas formas, Neville. Así que comienza de una vez, mientras más pronto lo hagas más pronto estaré de regreso en mi estudio.”
 
“Sigues siendo el mismo frío bastardo de siempre.” Murmuró el joven entre dientes.
 
“Sí, lo soy, ahora decídete de una buena vez antes que lo que te dio Zabini haga efecto.”
 
“¿Qué?”
 
“Ohh, por favor, es imposible que no te hayas dado cuenta.” Exclamó Draco pero la mirada confusa lo hizo explicarse.
 
“Hueles a vino de frambuesas hasta acá y conociendo a Blaise seguramente repitió la mezcla que nos dieron la noche de la apuesta.”
 
“Zabini no me dio ninguna mezcla, estuvimos catando vinos en su cava.” Aseguró con una sonrisa trémula. “¿Y qué mezcla sería esa?” Preguntó confundido.
 
“Vino de frambuesas, un poco de sexo líquido… ¿Cuál fue el último vino que bebiste?” Le preguntó con sarcasmo el rubio y Neville fue en busca de la copa que Blaise le había dado para Ron.
“Este vino.” Dijo al tiempo que tomaba la copa y la levantaba contra la luz. Palideció levemente al notar que era un líquido claro y no un vino. Al ver su expresión Draco no pudo menos que dar un resoplido.
 
“Lo dicho. Bien, Gryffindor, ¿qué esperas, una invitación?” Gruñó enojado el rubio. Draco no podía ocultar su desánimo. Estaba a merced del objeto de sus deseos y no tenía duda de que disfrutaría cada segundo de aquella cogida. Pero tampoco podía evitar el dolor de saber que todo aquello se debería a un falso sentimiento de excitación.
 
“Yo… no puedo hacerlo.”
 
“¿Por qué no? Ya lo hiciste una vez.” Neville se acercó a la cama pero comenzó a soltar las sogas mágicas.
 
“Lo hice una vez, pero no fue lo correcto.” No bien había soltado sus manos Draco se apresuró a terminar de quitarse la mordaza. De no haber sentido su interior estremecerse se hubiera apresurado a quitarse el segundo juguete pero tal y como estaba tendido no se atrevía a moverse demasiado. Quizás Blaise no se había limitado a darle la mezcla a Neville porque justo en esos momentos sentía un calor regándose en su cuerpo.
 
“¿Podrías… podrías quitarme… eso…?” Le preguntó con bastante trabajo mientras trataba de controlar cuidadosamente los movimientos de su cuerpo. Cerró los ojos para no ver la mirada del joven Gryffindor e intentar olvidar su propio bochorno por lo que no pudo ver la sonrisa que se formaba en los labios de Neville. Sintió el cálido toque de unos dedos recorrer sus piernas mientras iban soltando los nudos con los que estaba inmóvil y luego el toque de esos mismos dedos recorriendo la correa que Blaise le había puesto. Se aferró a las sábanas mientras se mordía los labios para evitar cualquier sonido.
 
Neville lo observaba con curioso interés. Recordaba exactamente todo lo que había sucedido aquella noche en que había sido “raptado” justo enfrente del retrato de la señora gorda para despertar sobre aquella cama en las mazmorras del castillo y en territorio Slytherin. Por unos instantes había temido despertar y encontrarse con que había sido raptado por mortífagos aunque luego de pensarlo un poco llegó a la conclusión de que él nunca sería lo suficientemente importante como para ser secuestrado por mortífagos y ser convertido en prisionero cuando sería más fácil y menos problemático matarlo en el acto.
 
Luego de esos pensamientos había tomado en consideración sus alrededores y había llegado a la conclusión de que no tenía ni la más mínima idea de dónde estaba. Justo entonces Draco Malfoy se había aparecido al pie de la cama donde se encontraba con su sonrisa sádica de siempre y algo más en su mirada azul. De inmediato había reconocido que el joven Slytherin estaba borracho aún cuando sus movimientos continuaban siendo líquidos y sensuales.
 
Neville entonces había entendido… aquella no era la primera vez que era objeto de bromas o apuestas. Pero claro… de todos los estudiantes de Hogwarts quién podía ser menos deseable, menos apreciado, más detestado que Neville Longbottom. Siete años en Hogwarts le habían enseñado lo suficiente.
 
Ahh… pero no se pasan siete años siendo humillado sin concentrar cierto grado de enojo y sed de venganza. Había puesto su mejor cara de inocente, había suplicado y había hecho todo un teatro para convencer a Malfoy de que saliera de la mazmorra por unos minutos. Con la práctica que le había dado ese tiempo para contrarrestar los hechizos de las sogas mágicas, cosa que había aprendido cerca de su tercer año, y con toda la rapidez que pudo estuvo libre. Pero esta vez no iba a escapar, esta vez le iba a demostrar de una vez y por todas que no iban a seguir burlándose de Neville Longbottom. Esperó hasta que el Slytherin regresó, traía dos copas en las manos.
 
Se mantuvo en su lugar hasta que el rubio se le acercó lo suficiente. El resto había pasado como en sueños. Unos segundos el rubio estaba en pie, al siguiente él lo había arrojado sobre la cama. Aún veía las copas rotas en el suelo y el rojo néctar derramado como un charco de sangre. El cuerpo bajo el suyo había dado un grito de sorpresa y casi de inmediato uno de dolor.
 
A la mañana siguiente había dejado a la serpiente enroscada bajo las sábanas con una extraña sonrisa en los labios. En esos momentos no había entendido exactamente lo que había sucedido en realidad, lo cierto era que no había pensado en un día siguiente. Cuando había bajado al comedor para desayunar había arriesgado una mirada hacia la mesa de los Slytherin y lo había visto. Sus ojos habían conectado por unos segundos y Draco Malfoy se había ruborizado. Neville no podía comprender la reacción pero con el paso de los días y al darse cuenta de que era seguido, su confusión había sido reemplazada por un sentimiento de coraje hacia el Slytherin que no tenía la suficiente verguenza como para dejarlo en paz.
 
“Neville… ¿qué haces?” Gimió el rubio. Entonces se percató que sus manos se habían distraído y acariciaban la suave piel sobre el hueso de la cadera.
 
“Lo siento… no tiene ninguna hebilla al frente pero si te volteas podría ver si está en la parte de atrás.”
 
Al parecer el rubio se debatía si moverse o no, si voltearse o no. Lo vio morderse los labios con más fuerza para finalmente asentir. Con cara de resignación Draco se volteó con todo el cuidado del que era capaz rogando por no tener un accidente en el momento en que su erección se presionara contra la cama. Emitió un pequeño ruido entre sollozo y gemido de placer para luego sentir aquellas manos posarse en sus caderas nuevamente. “Por Merlín.” Susurró pegando la cabeza a la cama y sujetando con fuerza la ya arrugada ropa de cama.
 
“Aquí tiene una hebilla… pero tiene un candado.”
 
“¿Qué?”
 
“Está cerrado pero no veo que tenga cerradura, debe ser mágico.” Concluyó.
 
“Lo voy a matar… lentamente… y va a sufrir… hasta que ahhh…” Se aferró con más fuerza al quedarse sin aliento repentinamente.
 
“Malfoy… ¿qué es esto?” Preguntó Neville mientras tocaba el juguete muggle. “Parece…” Agrandó los ojos cuando intentó remover el objeto y Draco gimió con fuerza, casi arqueándose. “Está adentro…” Murmuró.
 
“Maldita sea, sí, está hasta lo último.” Gruñó Draco. La respiración del rubio se agudizó repentinamente cuando sintió que Neville acariciaba las correas con lentitud. “Neville.”
 
“¿Sí?”
 
“¿Qué haces?”
 
“Me aprovecho de la situación.” Susurró con una sonrisa mientras acariciaba la piel desnuda.
 
“Mmhh… ¿y por qué demonios te estás tardando tanto? Tengo esta cosa desde que intenté salir de la casa, sólo tienes que quitármela con un alohamora o algo así, estoy seguro.” La voz de Draco comenzaba a sonar desesperada por lo que Neville intentó el alohamora aunque sin resultados.
 
“Quizás sea otro hechizo… quizás la llave sea una palabra.”
 
“Aargghh…. ¡Neville, sólo quítate la ropa y cógeme!” El joven Gryffindor se sorprendió un poco de la vehemencia usada por el rubio. Las ropas que llevaba comenzaron a caer al suelo de forma algo apresurada cuando el rubio comenzó a dar gemidos de placer mientras sus caderas se restregaban con urgencia contra la cama.
 
“Draco, espera.” Exclamó Neville, envuelto de repente en la necesidad de ser él quien le provocara placer al rubio.
 
Pero por más hechizos que trató y palabras secretas el pequeño candado no se abrió. Finalmente un muy frustrado rubio se vino sobre las sábanas. Draco no entendía pero no bien se había venido la puerta de la habitación se abrió y Neville aprovechó la oportunidad para vestirse rápidamente.
 
“Lo siento Malfoy. No puedo hacerlo.” Draco escondió el rostro entre sus brazos.
 
“¿Entonces por qué me dejaste llegar tan lejos.” Susurró.
 
“No lo sé.” Neville dejó escapar una pequeña risa llena de amargura. “Ni siquiera puedo mentirte al respecto.” Suspiró con arrepentimiento. “Creo que tu amigo hizo una buena mezcla, ni siquiera sentí el sabor del veritaserum. Será mejor que me vaya.” Con eso salió de la habitación y cerró la puerta. Draco permaneció inmóvil sobre la cama hasta que escuchó una voz conocida llamarlo con timidez.
 
“¿Draco?”
 
“Blaise.” El quebrantado sollozo hizo que Blaise corriera a la cama para asegurarse que su amigo estaba bien.
 
“Por favor, Blay, quítame esto.” Susurró con voz rota.
 
Blaise quitó el candado y le quitó el arnés con sumo cuidado. Luego recitó un hechizo de limpieza y abrazó el pálido cuerpo de su amigo, meciéndolo suavemente cual si fuera un niño. Así los encontró el pelirrojo cuando luego de un rato se preocupó porque ninguno salía de la habitación. Se había despedido de Neville en la puerta y se imaginaba lo peor. Se movió en silencio hasta la cama y se acomodó tras la espalda del rubio, abrazándolos a ambos mientras se deshacían en lágrimas.
 
Habían pasado casi veinte minutos en aquella posición cuando Ron sintió el hechizo que le indicaba que su pequeño se había levantado. “Voy a revisar a Michael.” Susurró. “Es tarde… no se queden aquí toda la noche.” Luego de darle un beso a su amada serpiente en los labios, depositó un beso en la sien de la otra. Finalmente salió en dirección a la guardería.
 
Michael sonreía sujeto a la baranda de la cuna. Ron sonrió cuando al sacarlo el pequeño se dejó caer sobre su hombro y chupándose el dedo lo abrazó con una manita regordeta por el cuello, los oscuros rizos rojos confundiéndose con los suyos. Sin duda un Weasley. Pero cada vez que el infante sonreía Ron podía ver aquella sonrisa llena de picardía igual a la de Blaise. No dudaba que cuando tuviera edad y supiera más de una sonrisa todos sabrían que aquel era un Zabini. Tardó poco en dormirlo nuevamente, por suerte solía dormir toda la noche, debía ser que la fiesta lo tenía algo descontrolado. Ron agradeció que aquello fuera sólo una vez al año. Lo devolvió a la cuna y lo arropó.
 
No regresó a la habitación donde habían estado sino que se dirigió a la que compartía con Blaise. Sin sorprenderse de encontrar a su compañero abrazando la forma aparentemente frágil de Draco en pantalones de una pijama. Se cambió de ropa y se acomodó de la misma forma en que había estado anteriormente. No comenzaba a entender lo que sucedía, simplemente sabía que Draco había sido herido y que por alguna razón a él le dolía también, de la misma forma en que le dolía a Blaise verlo así. Le dolía lo de Neville pero de una forma distinta. El frío rubio se había metido en su corazón tan fuertemente como Harry, de un modo diferente pero igualmente fuerte. No podía culpar a Blaise mientras el moreno acariciaba los casi blancos cabellos.
 
Sentía como si en esos momentos Draco Malfoy fuera una herida abierta, vulnerable y aún palpitando de dolor. Con esos pensamientos se fue quedando dormido.
 
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“¿Ron?” El suave susurro se escuchó en la puerta de la habitación pero ninguno de sus ocupantes despertó. Aquella voz no era otra que la de Harry Potter. No se atrevía a interrumpir la intimidad de la pareja pero quería avisarle a su amigo que el desayuno estaba listo. “¿Ron?” Volvió a llamar. Sólo entonces alguien sobre la cama se movió dejando al descubierto tres cabezas. Parpadeó con lentitud y contuvo el aliento para luego aguzar la vista. Unos cabellos negros… unos cabellos rojos… y unos cabellos… rubios, como los de Malfoy. Pero Malfoy había partido temprano la noche anterior. Cerró la puerta y se dirigió a la guardería donde un sonriente Michael lo recibió con alegría.
 
Le sonrió de vuelta y lo sacó de la cuna. Ron ya le había contado cómo el pequeño Michael solía despertar siempre sonriente y con ánimos de jugar. Bajó con el pequeño a la cocina donde Hermione estaba sentada a la mesa que servía de barra, la cabeza en los brazos e incapaz de abrir los ojos. “Hey, Mione, no has comido nada.” Le reclamó Harry al ver que el plato con café y tostadas estaba intacto.
 
“Ssshhh… no hables tan fuerte.” Siseó la joven. Harry volteó los ojos y aún con Michael al hombro sirvió un vaso con un líquido transparente.
 
“Toma.”
 
“¿Qué es?”
 
“Para la resaca. ¿No pensarás que a Blaise le faltaría algo así?” Comentó cuando Hermione le dio una mirada desconfiada. Al fin y al cabo se lo tomó y en pocos minutos sintió el dolor de cabeza y el malestar desaparecer. De inmediato comenzó a desayunar y Harry sonrió mientras terminaba de calentar la leche de Michael y la vertía en una botella.
 
“¿Y dónde están los tórtolos?” Harry casi perdió el tino con la leche cuando recordó lo que había visto pero disimuló perfectamente cuando al voltearse hacia su amiga le dio una amplia sonrisa.
 
“Están dormidos todavía. Yo creo que pasaron una noche algo agitada. Tienen mucha energía… casi como para tres personas.”
 
“Ah.” Sin más la joven continuó desayunando y Harry procedió a sentarse con Michael en la sala para darle el biberón.
 
Cuando pasaron más de treinta minutos sin que ninguno de los dos anfitriones de la casa apareciera Hermione se dispuso a partir. Harry se despidió de ella con un muy inquieto infante en manos. No bien Hermione había desaparecido se apresuró a subir las escaleras en dirección a la habitación de sus amigos.
 
Abrió la puerta y Michael comenzó a moverse para que lo bajara, cosa que hizo para ver cómo se acercaba aún inseguro en sus pies hasta la cama. “¡Pa!” Harry sonrió aunque de inmediato volvió a ponerse serio al recordar quién estaba entre medio de Ron y su compañero. “¡Pa, pa, pa, pa!” La manita finalmente alcanzó la mano de Blaise quien se despertó y abrió muy grandes los ojos al ver que su hijo estaba en la habitación y no en su cuna.
 
“Michael.” Exclamó aturdido. “¿Qué haces aquí?”
 
“Yo lo saqué de la guardería, es algo tarde.” Comentó Harry desde la puerta sin acercarse. Blaise abrió los ojos cuan grandes eran y no se atrevió a contestarle. Para su alivio en esos momentos su pelirrojo despertó y luego de varios bostezos finalmente se dio cuenta de la situación.
 
“Yo me encargo.” Susurró antes de levantarse. “Vamos.” Dijo empujando al ojiverde fuera de la habitación y en dirección al primer piso.
 
“Ron, ¿qué demonios pasa aquí?”
 
“Harry, compañero, no es lo que piensas.” Comenzó a decirle su amigo pero Harry lo interrumpió de forma abrupta.
 
“Ron, no quiero detalles de lo que está sucediendo con esa serpiente y con Blaise. Ya fue bastante extraño que terminaras casado con una, ahora tienes otra en tu cama. ¿Qué es lo que pasa por tu cabeza? ¿Acaso no piensas en Michael?”
 
“Harry…”
 
“Maldito Malfoy, siempre supe que no se traía nada bueno. Primero andaba tras Neville y ahora termina en tu cama, por favor Ron.”
 
“¡Harry! Siquiera escúchame.” Exclamó tomándolo por los hombros y sacudiéndolo con fuerza. “Déjame explicarte.” Le dijo con un poco de más serenidad mientras el moreno se cruzaba obstinadamente de brazos. “Ayer le jugamos una broma a Draco y no salió como queríamos. Lo herimos.”
 
“¿Qué?”
 
“Ah… no físicamente, pero se siente muy mal. Te ruego que lo dejes pasar, aunque sea por hoy, ¿sí?” Los ojos azules rogaban con toda la artillería de la que Ron era capaz de usar con su mejor amigo por lo que Harry asintió débilmente.
 
“Bien… bien. Pero tienes que decirme qué clase de broma.”
 
“Pues… ah… ¿cómo te lo explico? Digamos que pensamos que Draco y Neville harían buena pareja, anoche intentamos que hablaran. Fue un error, es lo más que te puedo decir. Harry… no pasó nada anoche, no con Draco. Tienes que creerme.” Harry apenas dio su consentimiento cuando el pelirrojo le dio un fuerte abrazo. “Gracias, compañero.” El ojiverde suspiró.
 
“Bien… entonces sólo quería decirte que el desayuno está listo pero ya debe haberse enfriado. Le di una botella de leche a Michael pero no creo que sea suficiente.”
 
“Jajaja, no, no es suficiente, tiene el apetito de un Weasley.”
 
“Entonces bajaré a prepararle cereal caliente y más leche.”
“Gracias, ahora voy a buscarlo.” Harry se adelantó mientras Ron iba en busca del pequeño travieso. Al llegar Draco ya estaba despierto.
 
“Hey, no pensé que me engañarías con el padrino de tu hijo en mi propia cama.” Exclamó con fingida indignación. Draco le dio una mirada turbia pero todavía amodorrada por lo que carecía de su efecto mortal patentizado. “Todo resuelto.” Suspiró mientras tomaba a Michael. “Será mejor que bajen a desayunar.”
 
“Lo siento, yo no debí dejar que me convencieras a dormir aquí.”
 
“Draco, quienes debemos pedir disculpas somos nosotros.” Susurró Blaise con mirada triste.
 
“Blay tiene razón, Draco. No debimos inmiscuirnos.” Draco se quedó silencioso luego de eso por lo que Ron bajó con Michael. Al encontrarse solos ambos Slytherin el silencio se volvió algo incómodo.
 
“Draco… perdóname, por favor.”
 
“Olvídalo ya, Blaise. Sólo me interesa saber una cosa. ¿Por qué Neville no pudo abrir el cabrón candado? ¿Lo encantaste?” Blaise asintió.
 
“Sólo una persona con sentimientos reales hacia tí podía abrirlo.” Draco arqueó una ceja curioso. “Por ejemplo… la amistad que siento por tí es real. Neville tenía que al menos sentir algo por ti, aunque fuera pequeño.
 
“Lo quiero.” Susurró. “Quiero ese candado.”
 
“Claro.” Blaise se levantó y buscó el pequeño objeto. Cuando Draco lo tuvo en las manos lo apretó con fuerza. “¿Quieres bajar a desayunar?” El rubio asintió y con algo de lentitud se alistaron.
 
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“Buenos días a todos. Hoy tenemos el placer de contar con un nuevo compañero, el señor Draco Malfoy. ¿Sería tan amable de tomar asiento?” Le sonrió la mujer al rubio. Los fríos ojos azules observaron el aula, sus ojos se detuvieron brevemente en la figura del moreno ojiverde que lo observaba con asombro para finalmente pasar a ocupar un asiento vacío al frente de las filas pero cerca de la salida. La mujer comenzó a dictar su curso y Draco sacó una pluma, un tintero y un rollo nuevo de pergamino. Sabía que Harry lo observaba pero suponía que se debía más a la sorpresa de saber que estaba allí y no a su mera presencia. Dejó escapar un resoplido desdeñoso y continuó escribiendo. Aquel era el primer curso de su nueva carrera, apenas unos meses atrás había cancelado todo su currículo y había optado por la carrera que le había atraído desde un principio. Al menos sabía que luego de unos seis meses comenzaría el verdadero entrenamiento aunque por el momento se encontrara en una clase algo adelantada.
 
Como siempre, Draco había alcanzado las mejores calificaciones al entrar al Instituto Especializado para Aurores por lo que había podido evitarse varios cursos preliminares que consideraba hubieran sido una pérdida de tiempo.
 
Lo único que sabía iba a extrañar era visitar a su ahijado tanto como solía hacerlo aunque bien podía averiguar cómo le hacía Potter para escabullirse tantas veces. Quizás podría convencerlo, aunque en el fondo sabía que el ojiverde no lo tenía en buena estima, podía sentirlo con cada mirada, con cada gesto del Joven-Que-Vivió hacia su persona.
 
La clase pasó y el día transcurrió sin demasiadas emociones para su desilusión por lo que al llegar la noche decidió que descubriría qué hacían los aspirantes a aurores para divertirse. Antes de las nueve sabía que aunque no les era permitido abandonar los predios de la Institución en el ínterin de la misma se había permitido construir un Centro de Recreación Pasiva… aunque apenas llegar Draco supo que lo de pasivo era sólo para justificarlo. Había buena música y buen ambiente aunque no había nada más fuerte que cerveza de mantequilla. Se acercó a la barra y pidió una para comenzar.
 
El lugar parecía bastante animado y comenzaba a llenarse más aún. Su sorpresa fue grande cuando descubrió al ojiverde ingresando a la pista de baile. Sonrió de lado pero no se le acercó, después de todo no estaban en tan buenos términos. Tiempo más tarde sintió que alguien le tocaba al hombro y al darse vuelta unos ojos esmeralda lo saludaron.
 
“Malfoy.”
 
“Potter.” Contestó intentando la amabilidad por esa única vez. “¿Te diviertes?” Harry sonrió y negó.
 
“Nahh… está algo aburrido aquí.” Se le acercó un poco al rubio para susurrarle. “¿te gustaría acompañarme a otra parte?” Draco sintió la necesidad de alejarlo bruscamente, no necesitaba la cercanía de nadie en esos momentos, menos cuando apenas unos meses atrás su vida había experimentado un tosco despertar.
 
“Potter.” Siseó a modo de advertencia haciendo que el ojiverde retrocediera.
 
“Ja, lo siento, señor frío.” Murmuró con ojos entrecerrados el joven mientras se alejaba un paso adicional. “Olvidé que hay que mantener la distancia contigo.” Draco no se inmutó y si posible su postura se volvió más rígida. Dejó la cerveza de mantequilla sobre la barra y se enderezó. Al pasar por el lado de Harry permitió que sus hombros chocaran con fuerza para luego darle una mirada rencorosa y salir del lugar. No bien se había alejado unos pasos cuando sintió alguien acercarse en su dirección, corriendo levemente para alcanzarlo.
 
“¡Draco!”
 
“¿Qué carajos quieres ahora, Potter?” Exclamó sin poder contener el fastidio.
 
“Lo siento. No era mi intención hacerte sentir mal. Sólo quería que fuéramos a otra parte, mhh… donde pudiéramos hablar a gusto.”
 
“Nunca hemos hablado a gusto que yo sepa.” Se llevó una mano a los ojos y los masajeó suavemente. “Mira, Harry, no estoy para tus estúpidas discusiones. ¿Por qué no te regresas o vas a donde te plazca y me dejas en paz.” Intentó nuevamente alejarse pero para su mala suerte el ojiverde volvió a seguirlo. El colmo fue cuando lo tomó por el brazo.
 
Con el mismo impulso que llevaba cerró el puño y volteó. Por suerte Harry había presentido la reacción y había bloqueado el golpe para tomarlo de la muñeca cuando intentó golpearlo con la otra. “¡Draco!”
 
“¡Aaarrgghhh, maldita sea!” Gruñó con furia para tensarse en un segundo cuando sintió un brazo enroscarse en su cintura y pegarlo firmemente contra el cuerpo de Harry. “¿Qué haces?” Sintió un pánico repentino apoderarse de sus extremidades y pecho.
 
“Sólo quiero hablar contigo, sin rencores… sin presiones… por favor.” Aquellos ojos verdes lo miraban con un sentimiento extraño y viéndolos tan de cerca sentía que dominaban todo lo que tocaban. Sintió algo resbalársele del cuello y parpadeó confundido. Buscó en el interior de su camisa y lo que sacó lo dejó aún más confundido. La cadenilla donde había enganchado el candado que Blaise le había regalado se había zafado de su cuello. Buscó nuevamente y sacó el candado que se había abierto. Sus ojos azules se abrieron más de lo normal mientras parecía querer cerrar el candado con sólo mirarlo.
 
“¿Draco?” La voz de Harry le recordó dónde se encontraba. Movió los labios como queriendo decirle algo pero no estaba seguro de tener voz para hacerlo. Se sentía de pronto débil de las piernas y tembloroso de las manos, frágil y expuesto. Harry lo separó lentamente y estaba a punto de retirarse completamente cuando Draco entró en pánico y sintió su voz regresar.
 
“No me sueltes.” Le suplicó de pronto en un susurro tembloroso. El ojiverde sonrió tímidamente y le soltó la muñeca para poder abrazarlo con ambas manos por la cintura. Draco deslizó sus brazos sobres los hombros de Harry con delicada lentitud, descansando el rostro al lado de su cuello como si fuera lo más natural del mundo.
 
“No lo haré.” Le contestó complacido y Draco abrió la mano en la cual sujetaba el pequeño candado y trató de cerrarlo sin obtener resultado. Una tímida sonrisa se posó en sus labios y se aferró con más fuerzas.
 
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“Weasley…” Al sonido de la voz Ron sonrió pero se mantuvo en el mismo lugar recostado de un enorme sillón muy similar al que una vez hubieran utilizado en la Sala de los Menesteres. Sus brazos apoyados sobre el respaldo y sus piernas extendidas, cruzadas sobre los tobillos y su cabeza un poco hacia atrás a modo de invitación.
 
“Weasley…” Se volvió a escuchar casi como un gemido suplicante y Ron sintió que el sonido recorría su piel con deliciosos escalofríos. Ese fin de semana Michael estaba en casa de sus abuelos para quedar con practicamente tres días para ellos solos en la mansión.
 
Lo sintió entrar a la sala y cerró los ojos con expectante ansiedad, deseoso por sentir cuando el moreno lo tocara. Quién podía haberle dicho que encontraría tanta felicidad en aquel cuerpo levemente bronceado o entre aquellos cabellos de azabache.
 
El cojín se hundió a ambos lados de sus caderas dejándole saber que aunque aún no lo tocaba estaba por hacerlo. La respiración cerca de su cuello lo causó un agradable calor pero aún nada, luego bajando hacia su pecho, sobre sus pezones y hacia arriba de nuevo. Gruñó suavemente y lo tomó de la cintura arqueándose y encontrándolo a medio camino para luego forzarle un beso. Los labios se abrieron complacientes y dulces haciéndolo ronronear muy en lo profundo de su garganta. La suavidad de sus sexos rozándose lo estaba encendiendo como fuego sobre madera seca. Separó las piernas y obligó a su amante a acomodarse entre ellas para luego aferrarlo por la cintura. “¿Por qué insistes en llamarme Weasley?” Le susurró mientras le besaba el cuello.
 
“Me gusta cómo suena. Weasley, Weasley, Weasley.” El apellido en la boca de Blaise emanaba tal erotismo y deseo que Ron se arqueó contra su cuerpo.
 
“No sigas.” Le susurró mientras con rebelde pasión torcía suavemente los pezones del moreno haciéndolo suspirar largamente y endureciéndolo contra su trasero. Esta vez Ron estaba preparado, habían pasado el fin de semana cogiéndose el uno al otro como habían planeado semanas atrás, por eso cuando sintió que la excitación del moreno se posicionaba en su entrada lo obligó a penetrarlo acercándolo con las piernas. Dio un largo grito de placer a dúo con Blaise quien jadeaba tanto como él ante el repentino asalto.
 
“Eres perfecto.” Murmuró el moreno mientras lo observaba con sus ojos caramelo oscuro. “Amo verte así… conmigo adentro, apenas respirando, estremecido porque estoy a punto de poseerte…” Enfatizando la última frase con una suave embestida que hizo que Ron entrecerrara los ojos cargado de deseo. “Amo cuando te me entregas así. Divino placer.” Volvió a embestirlo y comenzó un ritmo lento y enloquecedor que hizo que el pelirrojo perdiera la compostura de inmediato arqueándose y acomodándose hasta quedar tendido sobre el sofá, ofreciéndose sin restricciones al asalto.
 
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Harry y Draco entraron a la mansión Zabini, extrañados de no ser recibidos por ninguno de sus amigos. Lo primero que hizo Harry fue subir a la guardería donde comprobó que Michael no estaba. Un poco preocupado y seguido por Draco comenzaron a buscar la mansión hasta que finalmente se detuvieron tras la puerta de la sala. Harry empujó la puerta sin darle tiempo al rubio a detenerlo y lo que encontró tras ella lo hizo detener en seco.
 
Ahí, frente al fuego y sobre un sillón se estaban cogiendo a su mejor amigo. Claro que quien lo hacía era su esposo pero aún así la imagen era perturbadora. Sus ojos se quedaron clavados al cuerpo que embestía rítmicamente el que tenía debajo y su curiosidad fue tanta que sus ojos recorrieron los cuerpos sudorosos hasta llegar al punto donde la carne de Blaise emergía y volvía a penetrar al pelirrojo. “Por Merlín.” Susurró tan bajo que sólo Draco lo escuchó.
 
“Son hermosos.” Susurró el rubio en su oído. “Pero ahora necesitan privacidad.” Lo tomó del brazo y cerró la puerta. Harry se recostó de la pared del pasillo como si no tuviera fuerzas y Draco arqueó una ceja divertido. Tal parecía que la escena había excitado al moreno y para comprobarlo sus manos se fueron directo a la entrepierna del ojiverde haciéndolo gemir roncamente. “Creo que es seguro ir a una de las habitaciones de huéspedes.” Le sugirió y el joven asintió con la mirada perdida a lo que Draco sonrió con pura malicia mientras lo arrastraba lejos de la puerta donde su amigo continuaba cogiéndose al pelirrojo que había atrapado.
 
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Gracias por leer.