Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ En Silencio ❯ Capítulo 7 ( Chapter 7 )

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Capítulo 7
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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Harry llegó justo a tiempo a la clase de defensa. Nuevamente el profesor Snape dirigiría las clases. No siempre sería el profesor el personal asignado para dicha encomienda, a veces la profesora McGonagall y hasta el mismo Dumbledore. A veces las clases eran al aire libre con la profesora de vuelo. Justo en ese momento no le molestaba tomar las clases con Snape, al menos sabía qué esperar del profesor.
 
“Profesor.” Saludó al entrar. El lugar estaba desprovisto de muebles y el profesor yacía sentado en la única silla del lugar, un pergamino y una pluma en sus manos mientras un tintero flotaba a su lado.
 
“Señor Potter.” Dijo mientras hacía desaparecer el pergamino, la silla y demás. “Veo que está aprendiendo a ser puntual.” Comentó con aquella voz rasposa y apenas audible que parecía acariciar las cuerdas vocal del hombre, un halago velado que lo hizo sonreír en su interior. Harry sólo hizo una inclinación de cabeza para darle a entender que lo había escuchado aunque no dijera nada.
 
“La noche de hoy practicaremos controlando la fuerza de algunos ataques.” Snape elevó las manos con su varita muy bien sujeta y una burbuja se formó desde ella, cubriéndolo y creciendo hasta cubrir a Harry y luego todo el lugar. Ya conocía lo que significaba aquella burbuja, era que usarían magia más fuerte de la común. “¿Listo, señor Potter?” Severus Snape se detuvo apenas frente a su estudiante, levantó la varita frente a su pecho y esperó que el joven tomara su posición.
 
“Listo… señor Snape.” Musitó el joven con un brillo maniaco en sus ojos esmeralda.
 
Dos horas más tarde Harry jadeaba cansado mientras se sujetaba las costillas. Al otro lado de la habitación el profesor Snape, con los labios entreabiertos respiraba forzadamente. Gotas de sudor permeaban la frente de ambos. Finalmente el profesor se enderezó y se pasó una mano por los negros cabellos. “Creo que es suficiente por la noche de hoy, señor Potter.” Murmuró Severus. “Ha mejorado bastante su desempeño pero aún está algo tenso en sus ataques.” Dijo al tiempo que se llevaba una mano a la espalda y sonaba algunas vértebras. El moreno le dio una mirada de disculpa. En uno de los hechizos había utilizado demasiada fuerza y el profesor había ido a dar al muro de la habitación con un contundente golpe que casi lo había dejado inconsciente.
 
“Lo siento mucho, profesor.” Dijo con voz apenas audible mientras caminaba unos pasos. Severus le permitió acercarse hasta que el joven extendió una mano temblorosa y le tocó el hombro. De inmediato sintió que el dolor en su espalda se desvanecía.
 
“Debo destacar que aunque sus hechizos de ataque aún dejan qué desear… los de curación los domina muy bien.” Estiró la espalda y algunas vértebras le sonaron. El joven dejó caer la mano a su lado mientras el profesor con un movimiento de la varita hacía estallar la burbuja contra hechizos. “Creo que con todo este ejercicio se ha ganado su descanso y yo el mío. Hasta mañana, señor Potter.” El joven inclinó la cabeza levemente mientras sonreía de lado, el profesor le respondió con la misma cortesía menos la obvia sonrisa para salir de la habitación con movimientos algo mecánicos, seguramente escondiendo algunas otras lesiones de las cuales no se había quejado. Harry no se hubiera atrevido a sanarlas sin el consentimiento de su profesor, después de todo no iba a poner en evidencia el orgullo Slytherin del hombre.
 
Cuando Harry estuvo solo hizo aparecer una butaca con un gesto de su mano y se dejó caer pesadamente en ella. Con un tronar de sus dedos una amplia ventana de hojas de cristal se formó en el muro. Era apenas una ilusión que pretendía mostrar el bosque prohibido, pero para él era suficiente. No estaba tan agotado como le había hecho ver a Snape, pero seguir con el duelo era poner en ridículo al profesor.
 
En otros tiempos nada le hubiera agradado más que poner en ridículo al hombre, pero de un tiempo para acá la presencia del director de la casa de los Slytherin le confortaba más que la del mismo director de la escuela. El hombre no le daba miradas piadosas como Dumbledore o compasivas de McGonagall. Ni siquiera una mirada curiosa, simplemente lo observaba con cierto desafío oculto en los ojos negros, como incitándolo a ir siempre un poco más allá. El sombrero había tenido razón, Slytherin habría desarrollado su talento al máximo como ahora el profesor intentaba hacer. Si hubiera llegado sólo en el tren del expreso de Hogwarts seguramente le hubiera extendido aquella noche la mano a Malfoy y el sombrero lo habría sorteado sin chistar en Slytherin.
 
Pero Harry había meditado mucho en el asunto. Qué más daba ser Gryffindor, Slytherin, Ravenclaw o Hufflepuff si cuando terminara su séptimo año sería simplemente un mago más. El profesor Snape le estaba dando la oportunidad de aprender lo que en otras circunstancias no habría podido y él no iba a desperdiciar eso. Quizás así tendría una mejor idea de qué podría ser luego que saliera de la escuela ahora que no lo necesitaban para ser el salvador del Mundo Mágico.
 
Escuchó que alguien abría la puerta y supuso que Ron lo había ido a buscar por su tardanza. Suspiró profundamente. “Deberías quedarte con Hermione.” Murmuró sin voltearse y no obtuvo respuesta, pero ya estaba acostumbrado al silencio de Ron y se lo agradecía enormemente. Le permitía pensar sin estar necesariamente solo. Por espacio de quince minutos se dedicó a observar el paisaje hasta que su respiración volvió a la normalidad y sus ojos comenzaron a cerrarse de forma involuntaria.
 
“Será mejor que vayas a descansar.” Escuchó la voz a sus espaldas y estuvo de acuerdo. Se levantó e hizo desaparecer la butaca. Su amigo estaba algo serio, pero al fin y al cabo le dio una leve sonrisa. Ambos se dirigieron con paso tranquilo por los pasillos a la casa de los Gryffindor. Por un momento eterno Harry sintió que él y Ron vagaban por aquellos pasillos como si fueran dos viejos hechiceros cansados. Con todo lo que ambos habían vivido junto a Hermione le parecía que fueran años desde que por primera vez pisara Hogwarts con toda la inocencia que haber sido criado por sus tíos muggle le daba. Seguía siendo algo inocente e ignorante en ciertas áreas, pero en las que a él concernían podía haber escrito un libro de haberlo querido.
 
Y sin embargo… frente a él se extendía un camino al parecer aún más largo. Vencer a Voldemort había sido el inicio y qué inicio… si sus amigos supieran la verdad acerca de la suerte que había corrido Voldemort en sus manos se horrorizarían y probablemente se alejarían de él como la peste. Pero no había tenido más remedio. Mientras no se dejara influenciar demasiado no habría problema alguno… o al menos eso era lo que siempre había pensado hasta la noche en que había intentado matar a Malfoy.
 
Fue en esos momentos en que había visto la sabiduría del profesor Dumbledore al asignarle a sus amigos como guardianes. Tom M. Riddle había tenido sus influencias, pero si hubiera tenido un control como el que ahora tenía Harry quizás las cosas habrían terminado de forma diferente y él no sería en esos momentos Aquel Que Había Vivido. Se sacudió la cabeza sin que Ron lo notara, los quizás nunca habían servido más que para lamentarse.
 
Más pronto de lo que esperaba llegaron a la casa de los Gryffindors y Harry se despidió de Ron dirigiéndose con el mismo paso hacia su propia habitación.
 
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En el ala que ocupaba la casa de los Slytherin un rubio se paseaba de arriba a abajo en su habitación. Un pedazo de pergamino estrujado en su mano, los nudillos blancos.
 
Luego de varios minutos de indecisión terminó arrojando el papel a las llamas de la pequeña hoguera que mataba un poco el frío de las mazmorras. Se sentía traicionado, su padre le estaba pidiendo algo que a él le caía de la patada. Ya era suficiente con la humillación y el castigo que le habían tocado a causa del maldito Potter, lo que le pedía Lucius era inconcebible. Se pasó una mano por los platinados cabellos y trató de respirar de forma más consciente pero los hermosos ojos platinados estaban enrojecidos del coraje.
 
Finalmente se detuvo, con los brazos cruzados, moviendo los labios como si murmura. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás en un último intento por calmarse. Cuando volvió a enderezarse su rostro aún conservaba la mirada enojada, pero tenía ahora una nota de resignación, después de todo, él no iba a desobedecer a su padre.
 
Escuchó pasos acercándose a su habitación y al poco tiempo vio que Blaise, Pansy, Crabe y Goyle entraban a su habitación. La chica hablaba sin parar evidentemente emocionada. Draco cerró los ojos con fastidio, con todo lo sucedido había olvidado que tenían que organizar la fiesta de día de brujas, de hecho, la fiesta especial de los Slytherin que en nada se parecía a la que tomaba lugar en el Gran Comedor. Con un pequeño encantamiento desapareció todo rastro físico de sentimiento de su rostro y sus ojos grises se tornaron tan glaciales como debían ser para honrar el apellido Malfoy.
 
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El día siguiente pasó con sus regularidades habituales. Justo después del último curso Harry fue a reunirse con sus amigos, como de costumbre, atrincherados en la biblioteca. Hermione discutía acaloradamente con Malfoy mientras Ron los observaba exasperado. Frunció el entrecejo y se acercó con recelo, esperando escuchar en cualquier momento el mote despectivo que usaba el rubio al hablar con su amiga. Sin embargo se sorprendió al escuchar a Ron.
 
“Mione, yo creo que Malfoy tiene un punto a su favor…” No pudo terminar porque la chica le dio un coscorrón bastante fuerte que lo hizo sobarse la cabeza con ambas manos.
 
“¡Hombres!” Exclamó irritada. “Creo que no es una buena idea.”
 
“¿Qué no es una buena idea?” Preguntó confundido el moreno. La vio enrojecer de repente.
 
“Nada… no era… nada.” Murmuró nerviosa como nunca antes la había visto Harry. Por encima del hombro de la chica vio que Malfoy sonreía de medio lado y por encima del otro hombro Ron le daba una sonrisa abierta a la chica que la hizo enrojecer hasta la raíz de los cabellos. “¡Hombres!” Chilló nuevamente indignada mientras les daba las espalda, cruzaba los brazos sobre su aún pequeño pecho y daba impaciente con la zapatilla en el suelo.
 
“Granger, no seas niña, que no te queda.” Murmuró Malfoy obteniendo una mirada resentida por parte del pelirrojo. “De todas formas, creo que hoy sería un buen día para comenzar a cumplir realmente nuestro… castigo.” Dijo dándole una intensa mirada al buscador estrella de los Gryffindor que lo hizo ponerse nervioso.
 
“Harry, ¿no te molestará que comencemos hoy?” Preguntó la joven preocupada.
 
“No, no me molesta. No tengo nada más que hacer.” Se encogió de hombros. “¿Qué es lo que se supone que hagamos?”
 
“Nosotros iremos a buscar los materiales, tú y Malfoy pueden ir adelante.”
 
“¿A dónde?” Murmuró confundido.
 
“Iremos a tu habitación, Potter. Andando.” El rubio echó a andar y Harry le exigió con expresión muda a sus amigos una explicación. Ron y Hermione se limitaron a caminar en la dirección del rubio y Harry se vio en la obligación de seguirlos. Caminaron hasta detenerse frente al retrato de la mujer gorda. Allí Ron y Hermione lo dejaron solo con Malfoy. Suspiró resignado y le hizo una seña con la mano al rubio para que lo siguiera.
 
Malfoy se asombró de que Harry no siguiera a sus amigos pero no se rebajó a preguntarle. En cambio lo siguió hasta el final del pasillo donde dobló a la derecha y comenzaron a subir las angostas escalinatas. Lo vio acercarse a la puerta y susurrar un encantamiento que liberó los hechizos de seguridad. Finalmente entraron a la habitación. Draco observó a su alrededor, los colores rojo oscuro y dorado dominaban la decoración, pero eso era de esperarse. Con un chasquido inconsciente el moreno hizo que el fuego se encendiera. No podía negar que aún le sorprendía el que el Gryffindor pudiera hacer uso de la magia sin necesidad de una varita. Cuando Harry se quitó la capa pudo ver que aún llevaba su varita en la cintura. Lo imitó, quitándose la pesada capa y colocándola en un gancho que apareció en la pared.
 
“¿Gustas tomar algo, Malfoy?” Murmuró tratando de ocultar el nerviosismo que lo envolvía. El rubio negó con la cabeza sentándose en una de las butacas y tras eso el silencio se volvió pesado en la habitación. Harry se escurrió al baño por unos minutos, intentando calmar lo desbocado de su corazón y evitando echarle una mirada al espejo que allí se encontraba. Pareció temblar levemente pero al rato se sacudió la cabeza como si saliera de un trance. Espejito… espejito…
 
“¿Potter?” La voz lo hizo enderezarse con rapidez. Al parecer no se había percatado de que Malfoy lo había estado observando. “¿Sucede algo?” Preguntó entrecerrando los ojos. El moreno negó enfáticamente.
 
“No, estoy bien, sólo un poco cansado. Eso es todo.” Musitó.
 
“Bien. Creo que tus amigos ya están aquí.” Dijo alejándose nuevamente. Harry se tomó la distracción para respirar profundamente y salir al encuentro de sus amigos. Cuando los vio se sorprendió de verlos con los frascos de aceites. Su mente de inmediato le recordó nuevamente el frasco de aceite comestible. Seguía sin entender aunque muy en el fondo una voz familiar se reía de su ingenuidad.
 
“¿Para qué es todo eso?” Preguntó con curiosidad.
 
“Es para ti.” Exclamó Hermione con más entusiasmo de lo habitual.
 
“Ya lo sé, Mione. ¿Pero para qué?”
 
“Ya verás, Harry, ya verás.” Acomodaron todo sobre una de las mesas que Harry tenía en la habitación. “¿Cuál era el que más te gustaba, Harry?”
 
“Ahh… por mí puedes utilizar cualquiera.” Dijo sin demasiado interés.
 
“Bien, Ron, ¿lo ayudas a prepararse?” Harry los observó como si estuvieran perdiendo un tornillo pero no atinó a decir nada porque sentía los ojos de Malfoy encima.
 
“Vamos, Harry.” Ron lo haló nuevamente hacia el baño y le hizo quitar la capa de la escuela y entrar, dándole instrucciones de que tomara una ducha caliente. Al salir no le entregó su ropa, simplemente una toalla para secarse y una para cubrirse.
 
“Ron.” Musitó abochornado. “No puedo salir así, ahí está Hermione, y también Malfoy.” Susurró todo colorado.
 
“Ahh… cierto, cierto… tienes mucha razón. Ehh… toma, ponte esto mientras tanto.” Le extendió una bata de las que estaban colgadas al lado de la puerta. Harry se la puso por encima y siguió a Ron hasta donde estaban Hermione y Malfoy. Observó cómo habían pasado las cosas hasta su propia cama.
 
“¿Qué hacen?” Susurró y dio un paso atrás, deteniéndose a una distancia considerable como un gato al que van a trasquilar listo a sacar las garras de ser necesario.
 
“No te preocupes, Harry. Tú sólo tienes que acostarte en la cama y nosotros haremos el resto.”
 
“Pero… Ron… es que…” Las palabras se le quedaban atoradas a medio salir y se sintió como Neville en cualquiera de sus días, torpe y atolondrado.
 
“Potter, no tenemos mucho tiempo. Así que haz lo que te dice Granger.” El rubio sonrió al verlo enrojecer. Se veía tan tierno envuelto en aquellas toallas, la piel bronceada aún húmeda, los cabellos negros mojados y los ojos verdes muy brillantes tras los lentes. Pero su rostro no reflejaba nada, no era como si un Malfoy fuera a permitirse babear, menos por un Gryffindor como Potter.
 
Ron no tuvo más remedio que sujetarlo por un brazo y arrastrarlo. Harry apenas tuvo tiempo de registrar que sus amigos se habían cambiado a ropas más cómodas y que Draco se había quitado la toga del colegio, mostrando unos pantalones negros y una camisa de algodón azul claro de mangas largas y cuello alto.
 
Salió de su inhabilidad para reaccionar cuando Ron intentó quitarle la bata. “¡Ron! ¿Qué haces?”
 
Draco, aunque había mantenido en su rostro una expresión de cruel diversión, no había apartado los ojos del chico de oro. Aquellos cabellos húmedos y algo alborotados se pegaban a la piel de apariencia suave de su cuello. Se encontró esperando con mórbida fascinación a que el pelirrojo le quitara la bata y se le ocurrió esperanzado que terminarían quitándole también la toalla.
 
“Hermione, voltéate.” Gruñó exasperado el pelirrojo, la chica volteó los ojos e hizo como se le pedía. No bien la chica se había vuelto el joven de cabellos oscuros se quitó la bata y se apresuró a meterse bajo las rojas sábanas.
 
“¡Harry!”
 
“¡Qué!” Exclamó desde abajo de las sábanas el aludido. El pelirrojo volteó los ojos mientras forcejeaba para quitarle la sábana. “¡No! ¡Ron!”
 
“Déjalo Weasley, sólo lograrás ponerlo más nervioso.” Intervino el rubio con desespero.
 
“No estoy nervioso.” Susurró el joven en voz baja pero el rubio continuó.
 
“Mira, Potter. Necesitamos que te acuestes boca abajo sobre la cama y que te quites la sábana. El resto nos toca a nosotros. No pasará nada vergonzoso.” Añadió con una sonrisa pícara. Harry murmuró algo que ninguno pudo comprender pero al ver las expresiones de espera de sus amigos no pudo más que suspirar y comenzar a deslizarse sobre la cama hasta quedar boca abajo en ella. Malfoy tomó el borde de la sábana al ver que la soltaba no sin antes notar que las manos del moreno temblaban de forma apenas perceptible. La retiró con lentitud y pudo apreciar que el cuerpo se estremecía levemente mientras el rostro del joven enrojecía aún más.
 
Malfoy se volvió hacia la joven y le pidió algo. Harry volteó de inmediato la cabeza hacia Hermione para ver que le entregaba un frasco al rubio y luego comenzaba a sacar algunas hojas de pergamino de su mochila. Vio que Malfoy sujetaba el frasco entre sus piernas mientras se arremangaba la camisa.
 
“¿Qué se supone que van a hacer?” Murmuró con un temblor en la voz.
 
“Sólo vamos a ayudarte a relajarte.” Comentó Hermione.
 
“Pues pareciera todo lo contrario.” Murmuró. “Ron…” El moreno se volteó hacia su amigo con ojos suplicantes y el pelirrojo cedió y se acercó finalmente, sentándose en el lado opuesto a donde el rubio se hallaba.
 
“No te preocupes, Harry, verás que funciona muy bien.” Le sonrió con sencillez el pelirrojo al tiempo que le quitaba los lentes. Los hermosos ojos verdes pestañearon con rapidez y perdieron gran parte del movimiento nervioso cuando no pudieron enfocarse más en sus alrededores.
 
“Me parece lo más humillante que hayan podido hacerme.” Esta vez Harry hundió la cabeza en la almohada de la cama. Ron le revolvió los cabellos con cariño. Draco los observó sin comentar para luego echarse un poco del aceite en las manos. Hermione había escogido el aceite de frambuesas silvestres y pronto la fragancia llenó la habitación.
 
Draco se acomodó en la cama, casi de rodillas y bajó las manos con lentitud a la espalda del joven. Como era de esperarse Harry saltó y casi olvidó que Hermione se encontraba allí, quedando a gatas contra la cabecera de la cama y mirando fijamente al rubio. “Tranquilo, Harry, no pasa nada.”
 
“¿No pasa nada? Lo dices porque no es a tí a quien van a humillar.” Exclamó tembloroso. Ahh… observar a Malfoy era una cosa… hablarle a Malfoy era una cosa… pero permitir que Malfoy lo tocara era una muy distinta a todas las demás y frente a sus amigos ni más ni menos. No estaba acostumbrado a que lo tocaran, nunca lo estaría, aún cuando fueran sus propios amigos. Roces naturales de amigos, eso tal vez, pero nunca nada tan personal.
 
“Harry, Malfoy sabe lo que hace. Te lo puedo decir por experiencia.” Explicó el pelirrojo con renuencia. Harry se le quedó viendo unos segundos y luego, sin oponer resistencia, permitió que el pelirrojo lo volviera a acomodar en la cama. Al recostarse extendió inconscientemente la mano hasta agarrar el pantalón del pelirrojo, los nudillos blancos mientras intentaba relajarse.
 
Draco volvió a su posición dando un fuerte resoplido y bajó las manos con el mismo cuidado. Los músculos bajo sus manos se tensaron al instante como piedras. El rubio suspiró pero comenzó a deslizar sus manos según había estado practicando. Ron por su parte sentía cómo la mano en su pantalón se apretaba.
 
Pasaron aproximadamente quince minutos sin que la situación cambiara y Draco comenzó a sentirse frustrado. Bajó la intensidad de lo que hacía y le echó una mirada de fracaso a la joven a su lado. Para su sorpresa la chica lo entendió.
 
“Harry, ¿cómo te fueron las clases de defensa con el profesor Snape?” El joven al escucharla se sobresaltó un poco, pero le respondió de igual forma. Hermione no se detuvo allí, continuó preguntando y pronto involucró también al pelirrojo en la conversación.
 
De forma apenas perceptible los músculos bajo las manos de Draco comenzaron a aflojarse, temblando suavemente hasta rendirse finalmente, pero entonces el panorama cambió drásticamente, los músculos continuaban tensos pero el rubio pudo discernir los lugares donde era obvio que había algo más que tensión.
 
“¡Ouch!” Exclamó Harry con sorpresa.
 
“Lo siento.” Murmuró entre dientes el rubio. Pero ese fue apenas la primera de muchas quejas y Ron sintió que en cualquier momento Harry le iba a arrancar el pedazo de pantalón. Draco pausó para echarse un poco más de aceite y Harry aprovechó para cambiar el rostro en su dirección. “Pero tu espalda tiene más nudos que el sauce boxeador. ¿Qué es lo que has estado haciendo para lograrlo?” Murmuró volviendo a colocar sus manos en la espalda.
 
“He estado practicando defensa con el profesor Snape y con Dumbledore y con la profesora McGonagall, también con Hagrid. He estado practicando hechizos de curación con Madame ¡Pomfrey!” Draco sintió un poco de electricidad pasar de la espalda a sus manos y las retiró de inmediato.
 
“Demonios, Potter, ¿qué fue eso?” Harry había vuelto a esconder la cabeza en la almohada y se negaba a hablar. Ron y Hermione se dieron una mirada preocupada pero la chica le indicó que continuara. Esta vez vio al pelirrojo inclinarse al oído de su amigo y susurrarle palabras que no pudo escuchar. La mano que sujetaba el pantalón se tensó nuevamente cuando Ron comenzó a acariciar los negros cabellos de forma conciliadora. Draco trató de ignorar la escena que le provocaba algo extraño pero cuando un leve sollozo estremeció el cuerpo del moreno se detuvo nuevamente.
 
“Granger, es suficiente.” Dijo molesto, haciendo ademán de ponerse en pie, pero la mano del pelirrojo fue más rápida y lo sujetó por el brazo.
 
“No, Malfoy. Está bien. Harry… él… él no lo volverá a hacer, ¿verdad, Harry? Todo está bien, en serio. ¿Verdad, Harry?” Harry hizo un movimiento sospechosamente afirmativo pero el nerviosismo del pelirrojo no lo alentaba para nada. Draco regresó a su lugar y observó el cuerpo dudosamente, volvió a poner las manos en la espalda y volvió a comenzar los movimientos.
 
“Potter, no voy a hacerte daño, puedes preguntarle a Weasley. Hemos estado practicando y si te permites una tregua en el odio que sientes por mí estoy seguro que podremos terminar más pronto.”
 
“Yo… yo no te odio, Malfoy.” Susurró el joven, pero nadie lo escuchó, sin embargo intentó relajarse de forma consciente. De su boca no salió otro quejido aún cuando algunos de los movimientos le causaron molestia. Poco a poco fue sintiendo algo de alivio, lo que lo hizo relajarse aún más. Sintió que Ron le tomaba la mano que sujetaba el pantalón y la soltaba de ahí, colocándola en la misma posición que la otra bajo la almohada. El olor a frambuesas silvestres le agradaba y antes que pudiera entenderlo el ritmo suave de las manos del rubio en su espalda comenzaron a arrullarlo. Poco a poco las humedecidas esmeraldas se fueron cerrando hasta dejar apenas un pequeño rayo de color pasar los párpados. Cuando Malfoy bajó un poco más en su espalda terminó de cerrar los ojos dando un profundo suspiro.
 
No estaba dormido, pero estaba a punto. La mano de Ron en sus cabellos se retiró pero no la sintió ni la extrañó. Su mente le recordaba vagamente que era el rubio Slytherin el que lo estaba tocando pero decidió no prestarle demasiada atención, una voz en el fondo de todo estuvo de acuerdo con él y continuó deslizándose en aquella sensación de bienestar.
 
Draco, Hermione y Ron se miraron aliviados al notar que Harry finalmente se quedaba profundamente dormido. Malfoy terminó los movimientos y con cuidado deslizó los dedos para terminar. No hicieron ningún ruido al recoger los aceites y las mochilas excepto el murmullo de Hermione al convertir la toalla en una pijama.
 
Cuando finalmente estuvieron fuera de la habitación en el pasillo principal, los tres se recostaron de la pared de piedra.
 
“Eso estuvo cerca.” Murmuró el pelirrojo.
 
“Sí. Demasiado cerca.” Añadió Hermione.
 
“¿Pero qué fue eso?” Preguntó desconcertado Malfoy.
 
“Estuvo por perder el control. No sé cómo se le ocurrió a Snape que esto le ayudaría en algo.” Apuntó la joven con expresión preocupada.
 
“¿Qué quieres decir con que estuvo a punto de perder el control?” Inquirió preocupado el rubio.
 
“Que estuvo a punto de freírnos, Malfoy.” Espetó Ron enérgico.
 
“¡Qué!” Ron y Hermione se despegaron de la pared.
 
“Malfoy, pensé que ya habías notado que Harry tiene mucho más poder que el que le puede proporcionar una varita.”
 
“Si no fuera porque estamos seguro de que es humano… creo que el Departamento de Regulación de Criaturas Mágicas ya lo habría encerrado en alguna parte.”
 
Malfoy les devolvió una mirada incrédula. “¿De qué demonios hablan?”
 
“Sabes, Malfoy, no estaría demás que aprendieras el hechizo para protegerte.” Dijo al pasar la joven, seguida del pelirrojo. “Nosotros ya nos vamos a descansar. Buenas noches.”
 
“Sí, buenas noches, Malfoy.”
 
Apenas pasaron el cuadro de la señora gorda, Ron y Hermione comenzaron a reír estruendosamente.
 
“¿Viste su cara? Parecía una de las apariciones del castillo.” Exclamó Ron sujetándose el estómago. Hermione echó a reír más fuerte. Se dejaron caer sobre los cojines de las butacas del salón común de los Gryffindor hasta que las risas cesaron levemente. El pelirrojo observó con ojos alegres a la chica que estaba a su lado y se sentó un poco más cerca.
 
“Mione, ¿en verdad crees que esto vaya a ayudar a Harry? Digo… yo confío mucho en Dumbledore y aunque le dio el visto bueno a este asunto… la idea sigue siendo de Snape.”
 
“Si Dumbledore confía en Snape, nosotros también debemos hacerlo.” Murmuró la joven con una sonrisa trémula, tratando de confortar al pelirrojo. Ron se inclinó hacia ella y la abrazó con cuidado, depositando un beso en su frente.
 
“Bien, bien. Supongo entonces que tendremos que mostrarle el hechizo a Malfoy. Pero sólo la mitad del hechizo, ¿vale? Sólo para estar seguros… tampoco confío demasiado en ese Slytherin.”
 
“Mhh… pero bien que te hizo quedar dormido.” Lo molestó mientras colocaba sus manos sobre las del joven.
 
“La próxima vez tú servirás de conejillo de indias.” Murmuró indignado.
 
“¿Entonces no te importa que Draco Malfoy me ponga las manos encima?”
 
“Si se atreve lo convertiré en rata.”
 
“Sí claro, como si…” Hermione se quedó en silencio cuando los labios del pelirrojo taparon los suyos y sólo dejó escapar un suspiró de bienestar.
 
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