Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ En Silencio ❯ Capítulo 9 ( Chapter 9 )

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Capítulo 9
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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La dorada luz del sol se colaba por entre las rojas cortinas cuando Harry finalmente despertó. Se quedó boca arriba en la cama, sintiendo como si flotara en una suave nube de sábanas, cálido y seguro. No quería levantarse, nadie en su sano juicio sintiéndose como él se sentía se levantaría de la cama. Pasó media hora sobre su cama sintiéndose el más afortunado de todo Hogwarts sin saber por qué. Era un sentimiento inusual, siempre se sentía desdichado, no sólo después de derrotar a Voldemort. Desde mucho antes se sentía infeliz y miserable. Pero sus amigos le hacían olvidar y le hacían creer diferente siempre que sus pensamientos lo llevaban en aquella dirección.
 
Ese día sin embargo se sentía como si hubieran levantado una gran carga de sus hombros. Finalmente se levantó de la cama con la intención de bajar a desayunar.
 
Al llegar al Gran Comedor notó que nuevamente estaba algo tarde. Sus amigos ya habían desocupado sus lugares habituales y quedaban muy pocos estudiantes. Tomó uno de los lugares y la comida apareció en su plato al instante. Estaba a punto de tomar una de las tostadas cuando vio que un estudiante más ingresaba al comedor y se quedó viéndolo con curiosidad. Draco Malfoy acababa de entrar, su caminar usualmente elegante y arrogante reemplazado por uno extremadamente lento, como si se tomara gran placer en deslizar lánguidamente un pie frente al otro.
 
Lo siguió hasta que se sentó en la mesa de Slytherin, lo vio poner un codo sobre ella y seguidamente puso su mejilla sobre la mano elevada. El cabello rubio, siempre nítido le caía sobre la frente de una forma que no se hubiera permitido mientras que sus ojos semi nublados observaban sin ver hacia un punto en el espacio que Harry podría jurar que estaba vacío.
 
“Maldición.” Susurró. Aquel rostro y gesto pertenecían, inequívocamente, a una persona enamorada… muy enamorada, pensó. Bendita ignorancia la suya que no sabía reconocer otra cosa. Lo vio llevarse una tostada a la boca con la mirada aún perdida y luego de morderla de forma sugestiva aquellos labios formaron una sonrisa satisfecha. Harry tuvo que restregarse los ojos, pero cuando volvió a mirar el rubio Slytherin había notado su presencia y la manera en que lo estaba observando. Bajó la vista tan pronto como pudo y comenzó a comer con más rapidez sin poder evitar que el bochorno de haber sido descubierto.
 
Terminó y se dispuso a levantarse, un poco tembloroso aún por haber sido atrapado observando al joven rubio. Nunca antes le había sucedido que Draco lo sorprendiera en el acto de observarlo. Seguramente la sensación de bienestar de esa mañana tenía mucho que ver con que sus defensas usuales estuvieran trastocadas.
 
Estaba a punto de pasar cerca de donde estaba sentado el joven, intentando hacerlo como si fuera lo más natural del mundo, como siempre lo había hecho. Siempre había ocultado lo que sentía, siempre se había tragado todo lo que hubiera querido decir o pedir, estaba acostumbrado a hacerlo y sin embargo… ese día sintió que no podía simplemente pasarlo de largo sin echarle siquiera una mirada. Levantó las verdes profundidades hacia la figura que yacía sentada.
 
Draco continuaba en aquella posición extrañamente relajada y en esos momentos se llevaba un pedazo de fruta a la boca, un cuarto de pera o manzana, no podía identificarlo, sólo pudo ver la forma en que la mordía, la forma en que se pasaba la lengua por los labios limpiando la dulce sustancia y entonces… la plata fundida, interrumpida apenas con azul topacio se encontró con su propia luz de gema. Y Harry tuvo que hacer un esfuerzo para seguir caminando normalmente. Las rodillas las sentía extrañamente temblorosas, demasiado débiles bajo la intensidad de aquella mirada. La lengua repasó los labios una vez más para asegurarse del golpe que estaba dándole. Y mientras daba otro paso el cuerpo del Slytherin se echó atrás en la silla, las piernas cómodamente abiertas, la mano en el muslo al descuido y la fruta cerca de su boca mientras aún masticaba. La cabeza levemente inclinada de modo que aquellos ojos lo miraban de entre los rubios mechones, semi ocultando un sentimiento que de otra forma hubiera sido claro. Una endemoniada sonrisa de tres cuartos lo tomó tan desprevenido que casi lo hizo tropezar.
 
“Buenos días, Potter. ¿Cómo te sientes hoy?” El rubio sonrió divertido, arrastrando las palabras con sensual abandono. Harry sabía que él sabía lo que le estaba haciendo con aquella sonrisa y Malfoy se veía tan delicioso en esos momentos… tan… invitante… tan suave y complaciente. Sentía deseos de acomodarse entre aquellas piernas y atrapar aquella boca con la suya y mostrarle quién era… el dueño… Perdía la coherencia en proporción al tiempo que pasaba observándolo.
 
“Yo… yo… estoy… ¡bien!” El final le salió como un pequeño grito asustado mientras se obligaba a sonreír tontamente. Su mente maldijo mientras escuchaba una voz interior reír desquiciadamente ante el espectáculo que con seguridad estaba dándole al Slytherin.
 
“Bien…” El rubio se echó hacia adelante, dejando la fruta sobre la mesa, apoyando ambos codos en ella y posando la barbilla sobre el dorso de sus manos entrelazadas. “Sí…” Le echó un vistazo de arriba a abajo y Harry sintió estremecerse, sus ojos se agrandaron grandemente, quedando muy redondos y expresivos, separando apenas una fracción los labios por la sorpresa. “…estás muy bien.” El énfasis con el cual mencionó la última frase hizo que Harry enrojeciera hasta la raíz de los cabellos. Sin decir palabra bajó la vista repentinamente, intentó caminar, le echó un vistazo asustado de soslayo al Slytherin y finalmente sintió que agachaba la cabeza más de lo normal para salir casi corriendo del Gran Comedor sin despedirse. El corazón le latía como un conejo asustado cuando siente muy cerca las garras del predador.
 
Draco desde su asiento vio alejarse al joven Gryffindor y sonrió satisfecho con la reacción que le acababa de sacar. Su mente aún estaba envuelta en las fulgurantes sensaciones de la noche anterior. Había tenido razón al suponer que su profesor apenas vocalizaría su placer, pero el ronco susurro, como una plegaria, entonando su nombre mientras yacía suspendido al borde del placer había sido más que suficientes para arrastrarlo a él y llenarlo de aquella felicidad que en esos momentos lo tenía como borracho. Tanto que se había arriesgado a darle aquella mirada a Potter, cargada de los efectos posteriores de la noche anterior… tanto que no podía pensar en otra cosa ahora que había obtenido la respuesta que buscaba.
 
“Eres mío, Potter, estás perdido y eres mío.” Tomó otro pedazo de fruta y le hincó el diente con salvaje alegría.
 
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La noche llegó mucho más rápido de lo que Harry esperaba. El día se le había pasado en una nube de extrañas sensaciones y ahora, sin entenderlo, se hallaba frente a la puerta del salón donde solía practicar con el profesor Snape. Esa noche le tocaba Defensa Contra las Artes Oscuras. Tocó a la puerta y se abrió de inmediato. Lo recibió un profesor Snape, de pie frente al escritorio que quedaba y con la varita en la mano.
 
“Adelante.” Harry no se hizo esperar y cerró la puerta tras de sí. La burbuja de protección y silencio ya se formaba alrededor de la figura del profesor. “¿Listo?”
 
“Listo.” Hicieron una breve reverencia, juntando sus varitas y se alejaron el uno del otro.
 
“¡En guardia!”
 
El duelo entre ambos hechiceros se extendió más de lo acostumbrado. Primero porque Harry cometió más errores que de costumbre y recibió más maldiciones, y luego el profesor parecía tener una reserva de energía que no le conocía, la sonrisa más maliciosa que de costumbre y los ataques más viciosos. Al final cuando Harry se encontró con que había ido a parar al suelo mínimo unas treinta veces dejó de colocarse en postura de ataque.
 
“Tu defensa está más errática que de costumbre. Has cometido errores que podrían haberte costado la vida. Y no estás poniendo atención a nada. ¿Qué sucede, Potter?”
 
“Ya no estamos en guerra, no tengo por qué estar en guardia todo el tiempo. Voldemort está derrotado.” Se quejó sin tener mucho empeño.
 
“¿Cómo puedes estar seguro de que lo está? ¿Cómo puedes saber que no se está ocultando en algún rincón esperando el momento oportuno para atacar y recuperar su poder? ¿Qué te hace pensar que…”
 
“¡No! Voldemort no existe más. Esta vez fue anulado por completo.”
 
“Potter. Me parece que te equivocas.”
 
“¡No! ¡No! ¡El no puede regresar ya! ¿Cómo puede creer que aún hay posibilidad de que regrese? Usted lo vio, desapareció, se esfumó.” Exclamó con fuerza negándose a aceptar duda alguna acerca de la derrota del monstruo aquel.
 
“Lo único que sé, Potter, es que esta maldita marca sigue ahí.” Gruñó el profesor subiéndose la manga de la túnica y mostrando la calavera del señor tenebroso de un color rojizo oscuro. Al verla los ojos de Harry se nublaron levemente, como si recordara pero a Snape la expresión le pasó desapercibida.
 
“No puede regresar, es lo único que sé. En cambio yo…” Susurró con verguenza.
 
“¿Tú qué, Potter?”
 
“Yo… represento la misma amenaza que Tom Riddle representó una vez.” El susurro fue apenas nada pero hizo que Snape se estremeciera. Se acercó al joven mientras se bajaba la manga de la túnica y lo observó de cerca.
 
“No digas tonterías, Potter.”
 
“Lo soy. Soy poderoso, más que Voldemort…” Bajó la cabeza para no ver al profesor a los ojos mientras se observaba las manos como si allí estuviera la raíz de sus problemas. “Y apenas puedo controlar mi magia. Soy una amenaza para toda la comunidad mágica.”
 
“¿Quieres decir que estamos malgastando nuestro tiempo? ¿Significa eso que deberíamos tomar medidas preventivas para deshacernos de ti, Potter?” Le dijo con la oscura franqueza que lo caracterizaba mientras con la varita levantaba por la barbilla el rostro del joven. Harry no podía darse por vencido tan fácilmente, no cuando antes había luchado tantas veces. Severus creyó ver un fugaz reflejo de vívido carmesí cuando Harry abrió los ojos con algo de asombro. Frente a sus ojos el rostro inocente se tornó frío y austero. Tuvo que retroceder un paso cuando la sonrisa del joven se torció.
 
“Severus…” El joven Gryffindor tomó ese paso hacia adelante y se inclinó hacia su profesor levemente como si buscara algo. “Hueles a miel… Severus. Hueles a sexo.” La sonrisa se amplió, un brillo carmesí se reflejaba en lo profundo de las verdes gemas y Severus tembló de pies a cabeza al creer reconocer aquella voz algo oscura y burlona. “Hueles a Malfoy.”
 
“¡Basta!” Gritó el hombre lanzando una maldición hacia el joven, haciéndolo retroceder unos pasos, pero fue como si la magia hubiera resbalado del cuerpo. Pero aún cuando la magia no le había hecho daño Harry se tambaleó suavemente mientras se llevaba una mano a la frente donde estaba su cicatriz.
 
“No.” Susurró antes de caer de rodillas y comenzar a temblar. Unos reflejos dorados y rojos resplandecieron brevemente en su derredor llevados por una corriente invisible que lo envolvía.
 
“Potter. Control, concéntrate.” Susurró con vehemencia el profesor. La voz serena hizo que Harry volviera en sí y se puso en pie sin recordar cómo había ido a parar al piso. Se sacudió las ropas cansado y sacudió la cabeza brevemente.
 
“Supongo que aquí termina la clase de hoy.” Dijo como si nada hubiera pasado, el rostro nuevamente inocente y juvenil, aunque algo ido, como si hubiera hecho un esfuerzo sobrehumano.
 
“Sí, hasta aquí llega. ¿Por qué no vas a descansar, Potter?”
 
“Sí… es una buena idea… descansar y todo eso.” La voz le sonó algo rota al profesor, pero se abstuvo de comentar.
 
“Buenas noches, señor Potter.”
 
“Buenas noches, profesor Snape.” El profesor esperó a que el joven cerrara la puerta y aún así esperó un poco más. Finalmente y con un temblor que ya no podía seguir ocultando desapareció por una de las puertas mágicas que se hallaban en el salón y que llegaba directamente a las puertas de la oficina de Dumbledore.
 
Harry por su parte regresó como en sueños hasta su habitación, allí se quitó automáticamente la ropa y se puso la ropa de dormir, metiéndose mecánicamente bajo las sábanas. Se quitó los lentes y los colocó en la mesita con cuidado, luego murmuró el encantamiento que apagaría todas las luces.
 
Ron y Hermione tuvieron que utilizar el mapa de los merodeadores para poder encontrarlo y cuando fueron con Malfoy hasta la habitación lo encontraron profundamente dormido. Por unos instantes Hermione pensó en que podían levantarlo, pero sorprendentemente fue el rubio el que les sugirió que lo dejaran dormir. Se retiraron de la habitación dejando los hechizos de alerta en su lugar. Cuando llegaron al punto donde se separarían fueron sorprendidos por el señor Filch y su gata. Hermione tuvo que suprimir un grito de espanto.
 
“Mocosos, malándros de poca monta, seguramente están en malos pasos. El señor Dumbledore quiere verte, serpiente escurridiza. Espero que los expulsen a los tres.” Les anunció en aquella voz rasposa y avejentada. Ron y Hermione observaron al joven Slytherin, quien no se inmutó y con un leve asentimiento siguió tras Filch.
 
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Gracias por leer.