Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ En Silencio ❯ Capítulo 10 ( Chapter 10 )
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Capítulo 10
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Llegaron hasta la gárgola y el viejo pronunció la clave que le permitió pasar. Subió a las escaleras y la estatua comenzó a girar suavemente. Cuando por fin llegó arriba la enorme puerta se abrió para recibirlo. Vio a Dumbledore tras su escritorio y vio al profesor Snape sentado en una silla con su expresión cerrada de siempre. Por unos instantes su mente le sugirió que quizás estaba allí por lo que había pasado la noche anterior entre ambos.
“Señor Malfoy, tenga la amabilidad de sentarse.” El rubio así lo hizo y el mago se le acercó. “¿Unas gotas de limón?” Le ofreció con una mirada benevolente que hizo que Draco arrugara el ceño. Negó suavemente. “¿Severus?” Draco observó sorprendido cómo su profesor extendía la mano con ansiedad y tomaba el dulce que se le ofrecía.
“Señor Malfoy, seguramente no se esperaba que lo llamáramos a estas horas pero ha surgido una preocupación en su profesor que ha llamado mi atención. En los días que ha estado cumpliendo su castigo junto al joven Potter, ¿ha notado usted alguna forma de violencia en él?” Draco parpadeó varias veces, la pregunta lo había tomado desprevenido.
“No.”
“¿Ninguna? ¿Nada que lo lleve a pensar que el joven está… perdiendo el control?”
“Pues…” Draco recordó de repente lo que había pasado la primera vez que se había intentado acercar al Gryffindor. “Sólo… una vez. Pero fue una reacción que me pareció normal.”
“¿Podría explicarnos?” Draco abrió la boca para explicar pero de pronto se encontró con que no sabía cómo explicar lo que se le pedía.
“Fue… como una descarga mágica.” Dijo mientras su rostro se concentraba tratando de recordar lo que había sentido.
“¿Descarga mágica?” Los suaves ojos azules de Albus brillaron tras los medios lentes.
“Pareció como una advertencia. Pero nunca había visto ni escuchado de nada parecido.” Los ojos Albus se fijaron en Severus.
“Y además de esta demostración de magia, ¿sucedió algo más?” Draco observó a su alrededor, los ojos del profesor brillaban ansiosos y el profesor Snape se masajeaba suavemente el lugar donde él sabía que tenía la marca tenebrosa. Algo estaba mal, no podían simplemente haberlo llamado para eso, algo más importante de lo que él imaginaba. El que Potter se descontrolara en el momento en que lo hizo había sido lógico, nada que el chico Weasley no pudiera controlar, como ya había visto. ¿Por qué entonces tanta preocupación de parte de su profesor? Porque era obvio que el que estaba preocupado era Snape y no Dumbledore.
“Profesores, ¿hay algo de lo cual deba enterarme? ¿Alguna amenaza inminente?” Comentó el rubio con sarcasmo aún cuando en su interior sabía que algo grave pasaba. Sus ojos no perdieron el detalle de su profesor de pociones palideciendo aún más.
“Albus…” Draco volteó y miró fijamente al hombre de cabellos oscuros, era la primera vez que lo escuchaba dirigirse a Dumbledore por su nombre. Eso y el temblor lo preocuparon. “Exijo que mi estudiante quede bajo la protección del mismo hechizo que la señorita Granger y el joven Weasley.”
“Severus, sabes perfectamente por qué no puedo otorgarle esa protección al señor Malfoy. Pero…” Dumbledore levantó una mano para detener la protesta del profesor. “Supongo que no estaría demás que aprendiera el hechizo que le enseñaste a los chicos.” Dumbledore sonrió levemente cuando Snape dio un breve resoplido enojado pero apretó tercamente los labios contra cualquier comentario.
“Bien… supongo… que eso bastará por el momento.” Murmuró apenas sereno y le hizo señas al joven Slytherin para que lo siguiera.
“Que descanses, Severus.” El moreno no se dignó en responderle y Draco tuvo que hacer un esfuerzo por seguirle los pasos ya que bajaba las escaleras apresurado, como si mil demonios lo persiguieran. Lo siguió en silencio, sólo cuando estuvieron encerrados en los aposentos de Snape fue que el hombre se volteó a verlo.
“Joven Draco.” Murmuró en una voz apenas audible. “Hay cosas que… están sucediendo a nuestro alrededor… más peligrosas que Potter perdiendo el control de sus poderes.”
“Profesor. Lo único más peligroso que Potter es el mismo señor tenebroso y está muerto.”
“¿Cómo puede estar seguro de eso, joven Draco?” Susurró llevándose la mano instintivamente al brazo. “Dígame… ¿acaso su padre ha perdido las esperanzas de que el señor tenebroso regrese?” Los ojos grisáceos se llenaron de sorpresa y una idea ilógica e irracional le pasó fugazmente por el subconsciente dejándolo con una sensación desagradable.
“La marca.” Murmuró aún viendo a Snape con ojos desorbitados. “Es por eso que la marca sigue en el brazo de mi padre.” Exclamó sin contemplar las posibles consecuencias de hablarlo en voz alta. Algunas cosas comenzaban a esclarecerse para Draco, en especial la actitud de su padre. ¿Acaso querría a Potter para hacer lo mismo que Pettigrew, revivir al señor tenebroso? No, su padre no podía haber perdido la cordura de esa forma.
“Es lo que tememos. Sin embargo Potter es capaz de poner su cabeza en un picador asegurándonos que fue destruido.”
“¿Dumbledore le cree?”
“Tiene sus dudas, pero sólo por la marca.”
“Mi padre… Es por eso que Dumbledore desconfía de mí, ¿cierto? Piensa que mi padre puede manipularme.”
“Sería tonto no hacer la relación.” Dijo sin mucha emoción y de inmediato vio la traición cruzar por el rostro del joven. “Yo confío en ti, Draco. Confío porque por alguna razón que apenas puedo llegar a comprender, soy de tu confianza también. Pero ciertamente no soy del agrado de vuestro padre. De otro modo mi traición al señor tenebroso se hubiera descubierto hace mucho tiempo.” Draco sintió su pecho hincharse de orgullo, ese mismo orgullo que había sentido la primera vez que había visto a su profesor entrar al salón y dar su oratoria de bienvenida. Aún cuando obedeciera a su padre había secretos que no había querido revelarle, en especial los que se relacionaban con Snape.
“Mi padre… él… aún cree que Quien No Debe Ser Nombrado regresará.” Dijo el rubio sintiendo que la confianza del profesor en su persona debía ser recompensada. “El está siguiendo sus corazonadas al respecto.”
“Yo pienso… que tu padre… pudiera estar en la pista correcta.” El profesor caminó hasta el centro de su habitación y le hizo un gesto al rubio para que lo imitara, ambos colocándose en posición de ataque. “Es por eso que considero necesario que aprendas a defenderte de Potter. Esto, joven Draco, debe ser secreto de serpientes.” Sentenció con suavidad.
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Harry hubiera querido permanecer en su cama, olvidarse de las clases, de los cursos extra, de todo. Recordaba perfectamente lo que le había dicho a Severus Snape y su rostro enrojecía de la verguenza cuando recordaba el suceso pero no pudo evitarlo. Su profesor de pócimas había estado con Draco y una furia ciega lo había sobrecogido en esos momentos. Luego había perdido control y se lo había cedido a otro, alguien que sí tenía una verdadera razón para odiar a Snape. Pudo haber sucedido lo que tanto temía justo en esos momentos, pudo haber obliterado a su profesor sin quererlo, Snape no tenía la protección que Ron y Hermione. Una y otra vez se repetía lo tonto que había sido y encima de todo no podía quitarse del pensamiento las imágenes que su mente le suplía. Aún así reconocía que parte de su cuerpo también había reaccionado, sino no hubiera reaccionado así en primer lugar.
El hombre en su momento lo había hecho odiarlo, eso no lo negaba, pero desde que la lucha real contra Voldemort había comenzado Severus Snape había estado a su lado más de lo que hubiera querido admitir. Lo había dirigido y en muchas ocasiones lo había protegido cuando su ignorancia e inocencia lo habrían llevado a caer en trampas y emboscadas. El hombre se había vuelto su ángel guardián, un ángel oscuro y tenebroso, pero Harry no podía pensar en nadie más perfecto para serlo. Snape era como su padrino, Sirius, pero con mucha más sabiduría y control, lo que a Sirius le había faltado. Mientras que uno se había destacado por su rebeldía e impulsividad, Snape se destacaba por su comedimiento y eso Harry se lo agradecía puesto que no tenía que preocuparse porque su profesor se metiera en problemas como Sirius. No… Snape era un Slytherin y eso era lo que le había estado tratando de enseñar a Harry desde que había tomado un lugar a su lado.
De pronto algo llamó su atención, como una pieza sobrante que de repente encaja al colocarla sin querer sobre otra. Miel. ¿Por qué su profesor olía a miel y a… Draco? Siguió dándole vueltas y de pronto sintió que la piel de sus mejillas se encendería en cualquier momento. Sus pulmones perdieron la capacidad de meter aire en su cuerpo y sintió que la vista se le nublaba. Draco y Severus… y el aceite… comestible. Sintió el cuerpo estremecérsele cuando su voz interior comenzó a proporcionarle imágenes detalladas de todo lo que podía haber sucedido entre ambos con el aceite. Pudo haber detenido las imágenes, pudo haber gritado indignado como muchas otras veces y detener todo pensamiento ajeno pero contra su buen juicio escuchó.
Con todo y la verguenza que sentía se permitió observar las imágenes con mórbida fascinación. No fue por el bochorno que su cuerpo comenzó a subir grados. En esos momentos no recordó la rabia que había sentido hacia el hombre, no cuando las imagines lo tenían hipnotizado y le estaban provocando desear cosas…
Necesito…
Se tapó el rostro con la almohada hasta que sintió que los hechizos de advertencia se desactivaban. Por suerte había pasado suficiente tiempo para que las imágenes se detuvieran y él pudiera recuperar su respiración más calmada. Ron apareció momentos más tarde. “Hermione me envió para asegurarse que esta vez vas a tomar tu desayuno a tiempo.” Exclamó Ron. Pero Harry sintió que dejaba algo sobre la cama. Se quitó la almohada y vio que Ron había subido un bulto lleno con panecillos dulces y otras cosas que los elfos seguramente le habían empacado. “¿Quieres ir al lago, compañero?” Harry sonrió y se levantó de la cama un poco más animado. El pelirrojo sonrió al verlo prepararse a toda prisa. Había estado en lo cierto al presentir que el moreno no estaba de ánimos para compartir con todos los de su casa.
Juntos se escabulleron hacia el patio de la escuela y cuando estuvieron sentados frente al lago Ron sacó una manta y sobre ella colocó el desayuno. Harry tomó un panecillo y se puso a observar el lago, la serenidad del mismo y la frescura de la mañana haciendo maravillas en su estado de ánimo.
“Ron, ayer no vinieron, ¿qué pasó?”
“Estabas dormido, no quisimos despertarte. Pero no hay problema Harry, iremos hoy cuando terminemos.”
“Ah.”
“Harry, ¿no te molesta que… ya sabes… que Malfoy…” Harry enrojeció cuando las imágenes de minutos antes regresaron de vuelta con nítida claridad.
“Yo… no lo sé Ron.” Dijo algo aturdido sin atreverse a mirar a su amigo. Ron se encogió de hombros.
“No lo hace mal.” Harry levantó el rostro hacia su amigo sorprendido. Sabía que la admisión le costaba. “Pero se llevó un buen susto cuando le diste el toque.” Sonrió ampliamente mientras las pecas se le marcaban alegremente.
“Ron.” Gimió Harry. “¿Y si lo hubiera lanzado contra la pared? ¿Y si hubiera…” Murmuró preocupado.
“Demonios sangrientos, Harry. Estamos hablando de Malfoy. ¿Crees que un simple empujón lo va a matar?” Exclamó el pelirrojo volteando los ojos. No entendía por qué su amigo se empeñaba en hacerlos a todos tan frágiles. Ni que sus poderes fueran algo del otro mundo.
“¡Ron, no iba a ser cualquier empujón!” Insistió el moreno.
“Mira, lo que pasó en la torre de astronomía se lo venía buscando. Pero lo de la otra noche fue sólo una reacción perfectamente normal, hasta yo estuve a punto de golpearlo cuando intentó practicar conmigo. Lo salvó el que ahora me haya convertido en un joven maduro y responsable.” Le dijo con toda serenidad el pelirrojo y Harry dejó escapar una sonora carcajada. “¿Qué?”
“¿Estás seguro que nadie te tiene bajo la maldición del imperius?” Lo molestó.
“¡Oye! Ahora soy prefecto. Ma dice que tengo que ser más responsable, maduro y perspicaz, porque así somos los Weasley. Hermione dice que está muy orgullosa de mí por la forma en que he manejado el asunto.” Harry volteó con una sonrisa al ver que su amigo inflaba el pecho con orgullo.
“Y eso incluye admitir que Malfoy es bueno dando masajes.”
“Pues… la verdad no estoy muy seguro de que sea bueno porque me dormí a la mitad.”
“¿Entonces no sabes qué fue lo que te hizo?” Lo volvió a molestar y el pelirrojo enrojeció hasta la raíz de los cabellos haciéndolo parecer una lengua de fuego.
“Hermione estaba conmigo, ella no dejaría que me pasara nada.” Se defendió con vehemencia. Harry se quedó pensativo un rato y finalmente miró a Ron con más seriedad de la normal.
“Ron, ¿qué piensas de Malfoy? O sea… han pasado mucho tiempo juntos ustedes tres, debes tener alguna opinión. Porque desde que derroté a Voldemort esa serpiente ha cambiado.”
“¿Cómo lo sabes?” Preguntó antes de engullir un buñuelo.
“Pues… pues… ya no me molesta tanto.” Susurró.
“Supongo que sí. ¿Pero quieres saber lo que pienso? Sólo está comportándose porque fue Snape el que le dio el castigo, o sea, todo este asunto es idea del murciélago.”
“Ron, por favor.” Le dijo a modo de advertencia.
“Ah sí… olvidaba que tú también lo admiras. Pero para mí sigue siendo un murciélago, con ojos de halcón, de eso no hay duda.”
“El me ayudó mucho Ron. Me sigue ayudando.”
“Ya, ya. No me lo recuerdes.” El pelirrojo dio un suspiro cansado, pero viendo la expresión del moreno no tuvo más remedio que apiadarse de su amigo. “Vaya, Harry, está bien, estás en deuda con el hombre. Lo admiras… puedo aceptar eso, pero sigue siendo un… ¡¡¡AHHH!!!” El pelirrojo cayó de espaldas cuando la prefecta de los Gryffindor se abalanzó sobre su pecho salida de la nada. Rodaron y se enredaron y cayeron en una pila de brazos, piernas y sonrisas. Harry los observó divertido por la forma de ser de ambos. No muchas veces Hermione demostraba su amor por Ron en público, ni siquiera frente a Harry, pero lo adoraba y eso era obvio.
A Harry le hubiera gustado poder sentir eso que sus amigos compartían y que era más que amistad. Los había observado dándose esas miradas extrañas, caricias furtivas que no pasaban desapercibidas a su vista. Le hubiera gustado entender, pero ni siquiera esa voz en su interior parecía conocer lo que era el amor. Estaba atascado y no sabía a quién preguntarle al respecto. De no haber sentido que entre sus amigos y él había una barrera de silencio quizás se habría animado a preguntarles. Suspiró y se preparó mentalmente para la primera clase del día.
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Gracias por leer.