Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Huevos Revueltos ❯ Capítulo 3 ( Chapter 3 )
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Capítulo 3
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling
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“Te odio.” Tiritó Draco desde abajo de la ducha de agua fría. “Si muero por pulmonía me convertiré en fantasma y te perseguiré el resto de tu vida.” Le gruñó haciendo un furioso puchero que le pelirrojo ignoró olímpicamente.
“Dudo mucho que conozcas el ritual.” Le respondió con el mismo veneno el pelirrojo. “Y será mejor que empieces a hablar, Malfoy. No querrás pasar el resto de la mañana bajo el agua fría.”
Le dio una mirada rencorosa e intentó alejarse del agua fría pero la mano del pelirrojo en sus cabellos no se lo permitió. “Ya te lo dije, Weasley. Soy inocente y mientras escapo intento reunir la evidencia necesaria para probarlo. El collar no es de servidumbre, ni siquiera es magia oscura. Cuando un ajusticiado exigía su derecho de un defensor el collar era la única forma que tenía de asegurarse que el elegido haría todo lo posible por defenderlo y no todo lo contrario. La familia Malfoy siempre ha tenido enemigos y cuidarse es una prioridad. Serás mi guardián hasta que salga a la luz toda la verdad.”
“¿Y si nunca se prueba tu inocencia?” Exclamó el pelirrojo con sarcasmo.
“El que no puedas hacerme nada es suficiente prueba de que aún hay algo que no conoces de mi caso.” Luego de eso el pelirrojo pareció traspasarlo con la mirada mientras el agua seguía cayendo sobre su cabeza y seguía tiritando de frío. Lo retaba a creerle, a darle una oportunidad aún cuando pensaba que era casi imposible que lo hiciera por su propia voluntad. Los Malfoy y los Weasley eran una historia que nunca se podría reconciliar. Muy a su pesar sus dientes comenzaron a castañear aún cuando intentaba mantener la boca cerrada.
La mano de Weasley aflojó sus cabellos y de repente pasó muy cerca suyo, mojándose con el agua fría. “Termina de darte la maldita ducha, hablaremos.” El agua caliente en sus espaldas congeladas casi lo hizo salir de abajo de ella pero se contuvo mientras el pelirrojo le daba una última mirada furibunda. El golpe seco de la puerta lo hizo llevarse las manos a la cara. Había olvidado lo difícil que podía llegar a ser el pelirrojo pero ya no podía echarse para atrás.
Dejó que el agua caliente le quitara los escalofríos olvidándose de sus problemas más apremiantes y dio buena cuenta del champú especial que al parecer usaba el pelirrojo mientras arqueaba una ceja. “Quién diría que con el tiempo se refinaría un poco.” Musitó echando una buena cantidad en su palma. Ya no recordaba cuándo se había dado una ducha a consciencia pero estaba seguro que no había sido ni ese mes ni el anterior por lo que iba a aprovecharla muy bien.
Al salir del baño, envuelto firmemente en la suave toalla y con la piel arrugada encontró sobre la cama algo de ropa. Era obvio que la ropa no pertenecía al pelirrojo y por unos instantes se preguntó de quién podría ser pero ya que no tenía otra opción se la puso sin protestar demasiado. Le quedaba algo suelta pero no tan suelta como podría quedarle la del pelirrojo que era lo suficientemente alto como para pasarle por casi una cabeza. En esos momentos se preguntó cómo era que había podido ponerle el collar con aparente facilidad.
Finalmente vestido y sintiéndose un poco más decente que en mucho tiempo se asomó a la puerta de la habitación y vio al pelirrojo de pie frente a la barra de la cocina. Se sorprendió al ver que también había un plato con tostadas, jamón y abundantes huevos revueltos. Al verlo le señaló el desayuno. “¿Para mí?” Ron hizo una mueca pero asintió.
“Échale la culpa a mi madre y sus buenos modales.” En esos momentos sacó un vaso y lo llenó de jugo de calabaza. “Supongo que no tendré más remedio que escuchar lo que tienes que decir y como imagino que será una larga historia...” Hizo un gesto con la mano pero no dijo más, simplemente puso aquella cara de frustración que solía poner cuando McGonagall lo regañaba y tenía que meter el rabo entre las patas sólo que esta vez parecía estar lidiando más con su consciencia que con la adusta profesora de transfiguraciones. “Lo que sea.” Dijo finalmente y se salió de la cocina dejándose caer en el sofá de la pequeña salita, el mismo que la noche anterior le había servido de cama y ahora había regresado nuevamente a su forma original.
Comió sin prisas, saboreando cada bocado. Al menos el pelirrojo tenía buena mano para la cocina o eso parecía. El día anterior había intentado prepararse algo de comer pero se había quedado en eso, en intento. Había terminado conformándose con algo de pan, queso y jugo ya que el resto no sabía cómo prepararlo en realidad. Sentía la mirada del pelirrojo en su persona, observándolo con atención como si quisiera hacerlo desaparecer con tan sólo eso.
“Es de mala educación quedársele viendo a la gente, en especial mientras comen.” Musitó a fuerza de costumbre.
“No me vengas a dar clases de educación en mi propio apartamento, Malfoy, menos cuando me tienes obligado a servirte de escudo humano.” Le replicó con enojo y Draco tragó con trabajo el bocado que tenía. Al cabo de un rato volvió a tomar los cubiertos, sin embargo, esta vez, al mirar de soslayo, vio que el pelirrojo, aunque aún refunfuñaba no lo estaba observando con ojo crítico. Decidió pues apurarse un poco.
Ron no sabía por qué demonios lo que decía el rubio tenía que provocarle de aquella forma. Se suponía que había aprendido a controlarse, se suponía que era un auror, un profesional y que lo que un prófugo como Malfoy pudiera decir para provocarlo le tuviera sin cuidado. Pero ya dos veces había sido amonestado por el rubio y dos veces se había sentido avergonzado por su propia actitud.
Claro que lo había estado observando. Los cabellos húmedos y desordenados nada tenían que ver con la imagen que recordaba de Malfoy. Estaba algo flaco, pero era entendible luego de tanto tiempo huyendo y por lo que había visto cuando estaban en la ducha le hubiera venido bien aumentar un poco de peso. También le hacía falta un buen recorte, uno que lo hiciera parecer más al Malfoy que recordaba de la escuela. ¿Y a dónde demonios se habían ido las muecas de desprecio y la arrogancia que lo diferenciaban del resto? No podía conciliar aquella imagen con la que tenía de Draco Malfoy y menos cuando llevaba puesta la ropa que Harry había dejado hacía una semana atrás y que probablemente aún conservarían el olor del moreno.
Se restregó el rostro con las manos intentando olvidar lo que ese olor le provocaba, tal vez no había sido buena idea darle esas ropas. Pero no había podido hacer nada aparte de dárselas, no pensaba tenerlo desnudo por la casa mostrando su blanco traserito por todas las esquinas…
Gruñó por lo bajo.
Era eso o tenerlo desnudo por todo el apartamento cosa que en esos momentos no se le antojaba, menos cuando una distracción semejante podía costarle toda su carrera.
Justo en esos momentos se maldijo por haberse permitido alimentar aquella sexualidad tan rampante. Desde que se besara primero con Lavander hasta su última conquista, el propio Harry, todo giraba en torno al sexo y así era como le gustaba, sin compromisos. Aunque Harry al parecer tenía otras ideas. No que fuera a disuadirlo, por el momento le agradaba que el moreno le exigiera la cercanía e la intimidad. Lo hacían sentirse especial viniendo de su mejor amigo.
Pero Draco Malfoy bajo su techo, mortífago o no, si pasaba mucho tiempo estaba seguro que no se salvaría tampoco de su libido. Porque aunque le había podido contar las costillas estaba seguro que pronto, si seguía comiendo de aquella forma, ya no las tendría. Era por eso que necesitaba salir del rubio a toda costa antes que sucediera lo impensable.
El ruido característico de una aparición se escuchó tras la puerta de entrada y ambos levantaron la vista en dirección a la puerta. Ron con los ojos muy abiertos y Draco con curiosidad, como si nada pasara.
En un segundo la varita de Ron había asegurado la perilla de la puerta. Justo a tiempo porque en esos momentos la persona intentaba abrirla. “¿Ron?”
“Por las barbas de Merlín, es Harry.” Draco lo miró como si no fuera nada del otro mundo y se encogió de hombros.
“Dile que tienes compañía.”
“¿Qué?” Draco lo vio ponerse en pie y acercarse a dónde estaba desayunando de forma amenazadora por lo que soltó los cubiertos, tragó como pudo y comenzó a retroceder.
“¡Ron! Abre la puerta.” Volvió a llamar Harry desde afuera.
“Escóndete.” Siseó con enojo el pelirrojo empujándolo bajo la barra y tomando los cubiertos que acababa de soltar. En esos momentos la puerta se abrió y Ron sonrió en dirección del recién llegado para luego echarse una tostada a la boca.
“¿Ron? Pensé que seguías durmiendo.” Musitó el moreno desconcertado al verlo en la cocina. “¿Huevos revueltos? Pensé que no te gustaban. Siempre desayunas cereal con leche.”
“Ahh, sí, tienes razón, siempre desayuno cereal pero hoy se me antojaron los revueltos. No quedaron tan bien como los que haces pero no quería molestarte...”
“Pero sabes que no me molesta.” El moreno se sentó del otro lado de la barra mientras el pelirrojo se echaba otro bocado y Draco volteaba los ojos al escuchar la melosidad con la que Weasley hablaba.
“Lo sé, bebé. ¿Sabes qué? Ya no tengo hambre.” Soltó los cubiertos y tomó la mano del moreno con una sonrisa llena de picardía. “Puedo pensar en algo mucho mejor que el desayuno.” Lo haló en dirección a la habitación y mirando por encima del hombro del moreno pudo ver a Draco haciéndole cara de asco pero sin hacer ruido.
“¿Ahora?” Preguntó Harry gratamente sorprendido.
“Claro. ¿Qué mejor ocasión?” Le dijo con voz melosa y una mirada nada inocente.
“Pero ayer... estaba muy preocupado por lo que pasó.” Le replicó Harry entornando los ojos en un gesto entre inocente y pícaro.
“Lo sé, bebé, lo sé.” Y las voces se disiparon tras la puerta de la habitación. Draco entonces salió de su escondite y tomó los cubiertos y el plato de sobre la barra y se los llevó al sofá.
“Estúpidos Gryffindor.” Masculló mientras se apresuraba a comer los huevos revueltos que pronto estarían fríos si no daba buena cuenta de ellos.
Media hora más tarde volvía a esconderse tras la barra cuando escuchó a Weasley hablando en voz alta muy cerca de la puerta de la habitación. “Vaya que eres todo un campeón, Weasley.” Musitó por lo bajo el rubio y al poco rato salieron ambos aurores, vestidos y recién duchados. Para su sorpresa, ambos siguieron hasta la puerta del apartamento y salieron cerrando la puerta tras de sí y dejándolo completamente solo.
Con un gesto de contrariedad estampó su pie en el suelo. “¡Esto es el colmo! ¿Qué clase de guardián me conseguí?” Se pasó el resto del día tirado en el sofá de la sala sin ánimos de asomarse a la habitación. Y aunque sintió algo de hambre no tenía ánimos de prepararse nada de comer. Vagando por el apartamento más tarde encontró una pequeña cava. “Así que pensabas que te lo tenías bien guardado, eh, Weasley.” Sacó varias de las botellas y miró las etiquetas. “Ummh... esta servirá.” Musitó guardando el resto.
Tomó uno de los vasos de cristal y transfigurándolo en copa se sentó en el sofá nuevamente.
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Ron regresó a su apartamento cerca de la una de la mañana, sin Harry, a quien había convencido de regresar a su propio apartamento dado que tenían trabajo al día siguiente.
Al entrar lo hizo de puntillas hasta que se dio cuenta de lo tonto que se veía. ¿Por qué tanta consideración para el rubio? Al no verlo en la salita se dirigió con paso decidido al cuarto. Allí estaba definitivamente el mago llamado Draco Malfoy aunque en esos momentos y por lo que podía verse dudaba mucho que siquiera recordara su nombre. “¿Malfoy?”
“¡Con que al fin llegash a la casa! ¿Qué horas creesh que son para estar llegando?” Le recriminó el rubio apenas distinguirlo.
“¿Qué te importa a qué horas llego?” Exclamó Ron indignado mirándolo de hito en hito.
El rubio intentó levantarse de la cama pero no lo logró y cayó en ella nuevamente. Sus ojos grises miraron a Ron con aguado resentimiento y el pelirrojo dio un paso atrás como si de repente Malfoy se hubiera convertido en una amenaza real. La mirada le recordó a su hermana. “Mira cómo me tratash. Luego de que me dejas... hic... ¡solito hasta las tantas de la noche! ¿Así es como cuidas de mí?”
Ron tardó en reaccionar y cuando le respondió no se sentía tan seguro. “Yo no tengo por qué estarte cuidando, Malfoy. ¡Al contrario! A estas alturas debería haberte entregado a los aurores y así deshacerme de tu mortífago trasero.” Le arrebató la botella de la cual había estado tomando. “Demonios sangrientos, esta era mi botella más cara de vino.” Se quejó coloridamente.
“Y la mejor de todas las que tenías.... hic...” Replicó Draco con una sonrisa, ojos aguados completamente olvidados.
“Estás completamente borracho.” Le reclamó el pelirrojo y Draco sonrió más ampliamente dándole una mirada que intentaba ser seductora pero fallando terriblemente cuando un hipido lo sacó de concentración.
“Ash... ashquerosamente borracho. Sip.”
“¿Por qué?”
“¿Por qué? Te diré por qué, Weashley. Llevo tres años eshcapando como una maldita liebre por todo Londresh. Todo por una estúpida confusión. ¿Y qué quieren hacerme? Mandarme con los dementesh.” Gritó con todo el dramatismo borracho del que era capaz.
“Ya no hay dementores en Azkabán, Malfoy.” Le recordó el pelirrojo volteando los ojos mientras se restregaba la cara para luego volver a prestarle atención.
“¿No losh hay?” Preguntó sorprendido pero recuperó su indignación de inmediato. “Ese no esh el punto, Comadreja. Iré a Azkabán. Me meterán en una celda fría, sin cama y sin sábanash. Y no habrá nadie que me haga huevosh revueltos en la mañana.”
“¡Es una prisión, esa es la idea!”
“¡Pero no quiero! Quiero que me hagash huevos revueltos y dormir calentito.” Y Ron se tuvo que restregar los ojos al ver el puchero tan tierno que lograba hacer el rubio y que casi lo convencía. De pronto sacudió la cabeza y con eso los pensamientos que le venían a la mente.
“Lo hubieras pensado antes de convertirte en mortífago.”
“Sesshhh, ni siquiera tengo la marca. Pero todos creen que la tengo. Nadie se ha preocupado por verificar si es cierto o no.” Dijo con rostro enfurruñado a lo que Ron lo miró con incredulidad. “¿No me crees, verdad? ¡Pues te lo voy a demoshtrar ahora mismo!” Draco procedió, con bastante torpeza, a quitarse la camisa y Ron ahogó un gruñido de desespero. “¿Vesh? No tengo nada.” Exclamó el rubio mostrándole ambos brazos.
“Con lo tramposo que eres seguramente la tienes en otra parte.” Masculló Ron. Para su horror y sorpresa al rubio se le escapó un lagrimón.
“¿Por qué no me quieresf creer? Nadie me quiere creer.” Se limpió la cara con la camisa estrujada. “No me importa.” Hipó con esfuerzo. “Como no le importo a nadie, mejor me entrego yo sholito y she acabó el mortífago fugitivo.” Y antes que Ron pudiera siquiera parpadear por el cambio de humor Draco Malfoy desapareció.
“¿Malfoy?” Exclamó. “¿Va a entregarse?” Sintió entonces el collar en su cuello comenzar a sofocarlo y maldijo en voz alta antes de desaparecer como arrastrado por una fuerza invisible.
Apareció no en donde se esperaba aparecer, que en un principio había sido el Ministerio de Magia, ¿porque a dónde más podría ir Malfoy a entregarse? Pero a pocos segundos de estar en el lugar reconoció el edificio como el de Harry. Ahí era donde Harry tenía su apartamento. ¿Cómo sabía Malfoy que Harry vivía allí? No esperó el elevador sino que se apresuró escaleras arriba pero era muy tarde. Harry le apuntaba a Malfoy con su varita.
Para su completo horror sin poder controlar su brazo comenzó a sacar su propia varita. “¡Harry!” Alcanzó a advertirle antes de gritar un petrificus que dejó a su amante completamente inmóvil en la puerta. Draco se giró haciendo un puchero y se cruzó de brazos pero su cuerpo se tambaleó arruinando el efecto de la mirada asesina Malfoy patentizada. “Lo siento, Harry.” Graznó acercándose. “¡Esto es tu culpa, Malfoy!”
Tomó al aún borracho Malfoy por la oreja y lo metió dentro del apartamento para regresar y levantar a Harry de su lugar y meterlo también adentro. Luego que hubo cerrado la puerta se paró frente a Harry con cara de preocupación. “Harry, esto no es lo que parece, ¿entiendes? Malfoy me puso este collar y no he podido quitármelo. Tampoco le he podido decir a nadie. Traté de decirte pero no pude ni escribir una nota. Voy a descongelarte pero tendrás que jurarme que no dirás a nadie ni intentarás comunicarte con nadie para decir que Malfoy está aquí con nosotros. Sino el collar me hará congelarte de nuevo. Finite Incantatum.” Sintió alivio cuando el collar le permitió contarle a Harry pero cuando el moreno parpadeó y sintió su mano levantarse y una maldición formarse en sus labios el alivio se convirtió en pánico.
La varita de Ron amenazó de nuevo a Harry. “Por favor, Harry. Tienes que jurarlo. Podemos pensar en alguna forma de deshacer el hechizo pero justo ahora no veo otra alternativa.” Le suplicó el pelirrojo.
“¿Estás seguro que no hay otra forma?” Ron negó y Harry suspiró, jurando con una promesa inquebrantable que no diría a nadie que Malfoy estaba allí. Con alivio Ron vio que podía bajar su varita y le devolvió a Harry la suya que le había quitado con anticipación. “¿Cómo sucedió?” Ron escuchó la pregunta envuelta. ¿Cómo había permitido que Malfoy lo atrapara desprevenido?
“Fue un acto de pura y completa deseshperación.” Ofreció Draco tirado sobre el mueble de la sala y manoteando con exagerados movimientos sus gestos de costumbre. “Yo ya tenía el collar en las manosh pero de haber sabido que era Weashley el que me eshtaba emboshcando juro que jamash lo hubiera utilizado. Palabra de Malfoy.” Dijo poniéndose una mano en el corazón. “Ademash, venía a entregarme.”
“Idiota. Te olvidaste del collar. ¡Ni siquiera puedo permitir que se entregue voluntariamente! ¿Y por qué demonios viniste aquí en vez de ir al Ministerio de Magia?” Exclamó Ron sintiendo que sus manos ardían por aferrarse al pálido cuello.
“Le iba a pedir un último deseo a Potter.” Dijo en su voz más patética el rubio mientras se restregaba las narices levemente. Ron y Harry lo miraban esperando a que dijera qué era lo que había ido a pedir, inmunidad seguramente. Por eso, cuando Draco dijo lo que quería el shock los dejó sin palabras. “Huevosh revueltosh.” Ron levantó las manos en un gesto de derrota mientras Harry le daba su más torcida expresión de curiosidad.
“¿Huevos revueltos?” Repitió Harry cuando pudo hablar mientras Ron se cubría el rostro con las manos y murmuraba amenazas de muerte que jamás había escuchado.
“Shi. En Azkabán no losh hacen y antesh de entregarme quería pedirte que me hicierash un par. Y tú eres el Héroe, eshtoy seguro que no me vas a negar mi último deseo. Ademash, Ron dijo que tú losh sabesh hacer mejor.” Ron y Harry se miraron se miraron en silencio mientras Draco dejaba escapar un hipido y se volvía una melcocha sonriente sobre el mueble.
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Gracias por leer.