Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Huevos Revueltos ❯ Capítulo 4 ( Chapter 4 )

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Capítulo 4
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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“No puedo creerlo.” Musitó Harry mirando a Draco desde todos los ángulos. El rubio le sonreía plácidamente desde su alcohólico estupor.
 
“Ron... ¿dejaste que Malfoy se emborrachara?” Preguntó en un susurro incrédulo, como acusando al pelirrojo. Ron meneó la cabeza sabiendo que de nada le valían las excusas. Tenía suerte si Harry olvidaba que lo había petrificado. Collar o no, Harry no le iba a perdonar ese pequeño detalle.
 
“Está como una tuerca de borracho. Se bebió mi mejor merlot, el que tenía guardado para...” Harry abrió sus verdosos ojos cuan grandes eran.
 
“¿...nuestro primer mes juntos?” Ron suspiró. Obviamente Harry le estaba dando demasiada importancia a la relación entre ambos si tenía tan fresco en su mente el primer mes que pasarían juntos.
 
“Ese mismo.” Admitió el pelirrojo auror al final. “Aún tienes gustos caros, Hurón. Sobriatus.” Draco parpadeó varias veces y finalmente se sentó derecho en el sofá. Miró a su alrededor confundido por unos segundos antes de entender el lío en el que estaba metido. Y sólo una palabra le vino a la mente que reunía las cualidades de su situación.
 
“Mierda.” Harry dio un profundo suspiro y miró al rubio con cansancio.
 
“Es muy tarde para aclararlo todo. Estoy cansado y estoy seguro que también Ron lo está. Dime si hace falta que te hechice para que no salgas de aquí, Malfoy, porque me daría mucho gusto poder hacerlo. Si sales de aquí y te llevas a Ron yo saldré tras ustedes y no te va a gustar lo que le haré a tu escurridizo trasero, collar o no.” Añadió.
 
“Prometo no intentar escaparme.” Exclamó de inmediato el rubio al ver la cara de pocos amigos que tenía Harry y el moreno asintió dirigiéndose a la habitación donde pensaba buscarle un pijama al rubio, almohada y algunas colchas.
 
“Bien. Entonces a dormir. ¿Ron?” Esperó que el pelirrojo lo siguiera pero su amante parecía indeciso.
 
“Será mejor que duerma con nosotros.” Draco se puso de pie de inmediato con ojos muy abiertos.
 
“Un momento. Seré un prófugo de la ley pero no pienso dormir con ustedes dos... sería... denigrante.”
 
“Malfoy, para nosotros también sería denigrante. Y eso no es lo que estoy sugiriendo. Dormirás en la habitación pero no con nosotros. Así no nos preocuparemos tanto como si durmieras en la sala.” El rubio asintió a regañadientes, muerto de la vergüenza por haberse intentado entregar.
 
Pero lo peor de todo no había sido intentar entregarse, sino la razón. Unos huevos revueltos y... ¿por qué no admitirlo? Una cama caliente.
 
El pelirrojo le arrojó una almohada con fuerza casi haciéndolo ir para atrás luego de que el moreno le indicara un rincón en el suelo donde había tirado algunas colchas. Iba a protestar cuando vio que ambos, el pelirrojo y el moreno se metían bajo las colchas. Ron se pegó a la espalda de Harry. Por un momento contuvo la respiración mientras sujetaba con fuerza la almohada.
 
“Buenas noches, Malfoy.” Gruñó Ron al verlo para luego murmurar un nox que apagó las luces. Draco contuvo un hipido y una respiración algo mojada antes de bajarse al suelo y acomodar la almohada.
 
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Ron sintió el cuerpo al cual estaba abrazado y se pegó más a él. Era demasiado temprano para levantarse, lo supo cuando miró al reloj despertador de Harry que en números rojos marcaba las cuatro y media de la mañana. Aparatos muggle. ¿Cómo podían saber sin magia la hora que era? Además, no eran de tanta utilidad si no te decían qué hora era en realidad. Debería decir... Durmiendo plácidamente con Harry. Sí, eso debería decir.
 
Se acurrucó en el cálido cuello y lo besó hasta que provocó un suave gemido. Luego Harry respondió pegándose por completo a su cuerpo, especialmente acomodándose ahí en su entrepierna. Qué forma deliciosa de despertar, pensó momentáneamente y todo hubiera sido miel sobre hojuelas si no hubiera escuchado una voz llamándolo. “¿Ron?”
 
La voz se escuchaba deliciosa llamando su nombre, cálida, sensual, levemente agitada y... demasiado lejos. “¿Harry?” Susurró con voz enronquecida mientras su mano iba directo a la entrepierna del moreno.
 
“Más.” Le respondió Harry. Claro que le daría más, su mano tomó la erección matutina y escuchó un gruñido complacido. “Ron... más...” Se esforzó aún más por complacerlo mientras se movía rítmicamente contra el trasero. De pronto escuchó el gemido que indicaba que el moreno iba a venirse. Aceleró el ritmo y luego escuchó un suspiro de placer.
 
Arrugó el ceño confundido. Harry, estaba seguro, no se había corrido todavía. Lo sentía duro en su mano... “Eres fantástico, Ron.” Musitó adormilado el moreno y Ron se concentró todo lo que pudo en un lumos sin varita. La luz iluminó la escena, unos cabellos rubios nublaban su vista pero Harry estaba sobre la cama, cubierto de su propia corrida, unas manos blancas sobre su cuerpo acariciándolo.
 
“¡Malfoy!” Gritó Ron y justo en esos momentos el cuerpo del rubio se tensó y se arqueó contra el suyo. No pudo entonces detener su propio orgasmo y se corrió en su pijama…
 
...contra el trasero de Draco Malfoy.
 
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Harry no había dejado de tomar chocolate esa mañana, chocolate con ese algo adicional que podría calmarlo un poco. Ron casi se había visto tentado también a echarse un trago temprano en la mañana. Ambos desayunaban en silencio. Al rubio lo habían dejado encerrado en el cuarto. Ninguno de los dos se sentía con ánimos de verlo.
 
Ron había intentado estrangularlo. Harry había tenido que detenerlo, no quería tener que explicar qué hacía el cuerpo de Draco Malfoy, desnudo y con la evidencia de sus orgasmos cubriéndolo justo en su cama.
 
Pero lo más perturbador era que no podía quitarse de la mente lo sucedido... las sensaciones, la forma deliciosa de aquel pálido cuerpo entre el suyo y el de Ron, moviéndose… contorsionándose de placer… corriéndose. Volvió a tomar un sorbo de chocolate y miró de reojo a su compañero.
 
Unos golpes en la puerta de la habitación resonaron pero ambos ignoraron el ruido. Los golpes continuaron hasta que se escuchó la voz del rubio. “Por favor, tengo hambre.” Más golpes. “¡Por favor, Weasley, Potter! ¿Qué les cuesta darme algo de comer? ¡Es tarde!”
 
Harry se levantó de su lugar y se dirigió a la cocina. “¿Qué piensas hacer?” Preguntó Ron con sospecha. “¿Vas a prepararle desayuno a ese infeliz?” Exclamó incrédulo pero el moreno no le respondió. “¡Harry!”
 
“Ron, estoy cansado de sus gritos. No puedo denunciarlo al Ministerio y no pienso dejarlo a solas contigo de nuevo. No podemos dejarlo en ninguna parte sin ti. Si vuelvo a escucharlo quejarse una sola vez más voy a enloquecer. ¡Le haré el maldito desayuno y se quedará conmigo en la casa mientras tú vas y averiguas qué es lo que hace falta para que termine el hechizo de protección y podamos entregárselo al Ministerio!” Según se había ido explicando el moreno había ido subiendo la voz poco a poco hasta terminar gritando. Ron se encogió un poco al verlo de aquel humor.
 
“Está bien... pero...”
 
“¡Qué!” Gritó Harry ya al borde de la desesperación.
 
“¿Me harías desayuno a mí también?” Harry pareció desinflarse al ver la expresión de su compañero y asintió.
 
Preparó primeramente el cereal que sabía le gustaba a Ron y batió un par de huevos para tirarlos al sartén. Antes de darse cuenta tenía pan, salchichas y huevos revueltos, una buena cantidad por cierto. Era como si cada vez que recordara las costillas de Malfoy bajo sus dedos fuera suficiente para echar otra tostada, otra salchicha... otro huevo. Antes de terminarlos Ron ya había devorado su cereal y se preparaba p ara ir al Ministerio y hacer exactamente lo que Harry le había dicho. El pelirrojo le pasó los brazos por la cintura y le dio un beso en la sien antes de salir por la puerta.
 
Terminó de hacer el desayuno y lo acomodó sobre una bandeja, revueltos, tostadas y salchichas aparte, jugo, leche, agua, chocolate caliente. Cuando se dio cuenta ya no tuvo ánimos para cambiar lo que había puesto. Se encogió de hombros. Que Malfoy lo interpretara como le diera la gana, no tenía deseos de tirar lo que había preparado.
 
Cuando se dirigió a la habitación pegó el oído un poco a la puerta. Hacía un rato que no se escuchaba a Malfoy tras la puerta de la habitación y Harry pensó que finalmente se había dado por vencido. Se sorprendió un poco cuando al entrar lo encontró en la pared que quedaba de frente a la puerta, sentado en el piso con la cabeza y los brazos sobre las rodillas. Se había duchado e incluso había cambiado las sábanas sucias que ellos mismos no se habían ocupado en cambiar con la urgencia que habían tenido por alejarse del rubio.
 
“¿Malfoy?” Lo llamó y la rubia cabeza se levantó de inmediato. “El desayuno.” Dijo depositando la bandeja en la mesa al lado de la cama. El rubio se levantó de un salto y se restregó los ojos y luego la nariz. Ambos sospechosamente enrojecidos. “¿Estabas llorando?” Preguntó sin poder evitar la preocupación en su voz. Draco negó con fuerza.
 
“Un Malfoy no llora.” Le respondió para luego inhalar húmedamente.
 
“Cierto.” Murmuró Harry desviando la mirada con incomodidad.
 
“Gracias.” Le devolvió Draco cuando estaba a punto de salir de la habitación. Harry lo observó un rato hasta que comenzó a removerse nervioso ante su mirada. Se veía demasiado pequeño, demasiado vulnerable. Tenía unos inexplicables deseos de regresar y sentarse a su lado en la cama, abrazarlo y secarle los ojos con la esquina de la camisa. Abrió la boca para decir algo pero luego pensó que sería una soberana estupidez decirle lo que tenía a flor de labios. Cerró la boca mientras el rubio lo observaba con inocente curiosidad y asintió aceptando las gracias antes de salir quedamente de la habitación.
 
Draco había escuchado, claro que había escuchado, especialmente la última frase. Encontraran o no lo que hacía falta para romper el hechizo terminaría en Azkabán. Se sentó en la cama y puso la bandeja en su regazo. “Este podría ser mi último desayuno decente.” Se dijo a sí mismo antes de tomar el tenedor y comenzar a comer lentamente saboreando cada bocado. Al terminar el desayuno, que comió en su totalidad, puso todos los cubiertos ordenadamente en la bandeja como si aún buscara la aprobación de su padre.
 
Se metió bajo las cobijas nuevamente. Probablemente esa sería la última vez que durmiera en una cama caliente y limpia y libre de sabandijas aún cuando fuera la cama de Potter.
 
Lo sucedido en la mañana tendría que guardarlo en su mente con cuidado y delicadeza. Seguramente sería el último recuerdo feliz que le sustentaría en sus años de prisión. Contuvo las ganas de llorar todo lo que pudo hasta que finalmente le produjo dolor de cabeza, luego malestar pero finalmente se quedó dormido.
 
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Harry no podía estar tranquilo. Ron acababa de hacerle una llamada, a su celular. Le había sido un poco difícil hacerle entender a Ron cómo funcionaba el aparato pero luego de un par de intentos el pelirrojo había dado con la forma correcta de marcar su número y comunicarse. Le había dicho que aparentemente había algunas cosas que no estaban muy claras en el caso de Draco Malfoy y que tardaría más de lo que había imaginado, que llegaría tarde en la noche.
 
Luego de eso había pensado en preparar algo ligero para el almuerzo pero no tenía idea de qué. Aún contra su buen razonamiento decidió pedirle opinión al rubio, al cabo sería él quien almorzaría allí dado que no le iba a dejar salir. Lo encontró dormido, totalmente enterrado en las cobijas. Se acercó despacio, el sonido de sus pisadas silenciado por la alfombra de la habitación y apartó un poco las cobijas para poder observarlo mejor.
 
Era pálido... tan pálido que no podía dejar de admirar cómo contrastaba la blanca piel contra las cobijas azul oscuro de su cama. Se mordió los labios antes de retirar un poco más las cobijas y descubrir un hombro desnudo y parte de la espalda. El rubio se removió levemente molesto por la pérdida de calor y Harry sintió enrojecer cuando sus ojos se fijaron en un rosado pezón, tan perfecto sobre la suave curva del músculo, como una inocente cereza sobre una perfecta colina de helado de vainilla. Le provocaba morderla… chuparla, saborearla.
 
No era tonto, sabía que Ron no era tan fiel como le juraba. Pero a la primera oportunidad que el pelirrojo le había dado había aprovechado, estaba dispuesto a aceptar lo que su pelirrojo amigo le ofrecía. Si los demás habían probado ese paquete de pecas, músculo y… otros atributos… ¿por qué no podía él también? Y si a eso le añadía que por ser su amigo quizás durarían un poco más…
 
Draco gimió suavemente, molesto por la pérdida de calor e intentó cobijarse. El sonido fue directamente a la entrepierna de Harry recordándole cómo aquellas diestras manos lo habían provocado hasta el placer en la mañana. Los deseos de agacharse y tomar entre sus labios el rosado pezón fueron interrumpidos por unos ojos grises aguados y algo desenfocados.
 
“¿Potter?” El susurro desprovisto de odio y aparentemente confuso lo hizo reprimir nuevamente los deseos de una repetición mañanera. Se enderezó completamente antes de sentarse en el borde de la cama.
 
“Quería saber qué te gustaría para el almuerzo. Ron no va a poder acompañarnos. No podemos salir y no puedo darme el lujo de que nos traigan comida, así que decidí prepararnos algo.” Demasiada explicación para su presencia en la habitación que le pertenecía.
 
Draco miró a su alrededor confundido aún de ver al moreno tan cerca suyo. “Lo que quieras está bien por mí.” Harry se enderezó y le hizo un gesto para que se levantara.
 
“Ron se ha ido al Ministerio. ¿Por qué no me acompañas mientras preparo el almuerzo?” Esperaba una de sus ya famosas respuestas pero el rubio pareció meditarlo y para su sorpresa asintió al final. Se retiró de la habitación y se dirigió a la cocina donde Draco apareció minutos más tarde vestido con un pijama de Harry. Había otra ropa pero Harry había olvidado ofrecérsela.
 
“¿Te parecen bien unos filetes de pollo a la parmesana con papas y algo de vegetales cocidos?” Preguntó indeciso. “¿O prefieres pasta en salsa blanca, queso parmesano y tostadas de hierbas?”
 
“Me preguntas como si me estuvieras dando un menú en un restaurante.” Musitó Draco todavía dormido. “Lo que prepares por mí estará bien. Los mendigos no tienen derecho a escoger.”
 
“Malfoy.” Le amonestó Harry sin pensarlo. Se giró y lo que iba a decir murió en sus labios. Ahí estaba de nuevo Draco con su carita de ángel, labios haciendo un puchero y sus ojos levemente enrojecidos en los bordes mirando insistentemente la superficie de la mesa. “Pasta será.” Comentó distraído. “La pasta siempre me anima.”
 
La pasta apenas tardó nada en estar lista. A eso Harry le agregó pechuga al grill cortada en pedazos, cubierta de queso parmesano fresco, trocitos de tomate maduro y un par de tostadas de hierbas y mantequilla. Comieron en silencio y Harry vio cómo el rubio se llevaba los alimentos a la boca. Lento, cerrando los ojos, como si estuviera intentando memorizar el sabor.
 
“¿Qué haces?” Preguntó sin poder evitarlo. Draco abrió los ojos sorprendido de que el moreno hubiera notado lo que hacía.
 
“Yo… no sabía que supieras cocinar tan bien.” Musitó claramente cambiando el rumbo de la conversación y engañando a Harry efectivamente.
 
“Tomé un par de clases antes de meterme a lo de auror… mientras me decidía qué hacer.”
 
“¿No sabías qué hacer? Pensé que estabas seguro que querías ser un auror. Con todo el asunto de derrotar al señor tenebroso y demás.”
 
“Pues ya ves que no.” Hubo un largo silencio luego de eso. “Tengo algo de tarta de calabaza. ¿Quieres un poco?” Draco no pudo evitar sonreír ante la posibilidad de probar la tarta y Harry se dispuso a sacarla. “La hice para mí ya que a Ron le gusta más la de treacle.” Dijo al tiempo que sacaba la tarta y picaba un buen pedazo para Draco.
 
Nuevamente comieron en relativo silencio pero esta vez la cara de completa felicidad de Draco era tan evidente que llamó la atención de Harry.
 
“Malfoy… ¿qué haces?” Preguntó por segunda vez.
 
“Ah… está muy buena.” Exclamó Draco con una sonrisa.
 
“No pensé que estuviera mejor que las que comías en tu casa.”
 
“Pues… no es como si estuviera comiendo en mi casa últimamente.” Murmuró el rubio dándole otra mordida a su tarta, asegurándose de no tener que hablar por un buen rato. Harry se hizo entonces el desentendido y se concentró en comer su pedazo pero sin perder de vista la expresión del rubio. No tuvo que esperar mucho para ver la expresión reaparecer. Allí estaba de nuevo, ojos cerrados, media sonrisa mordiéndose de vez en cuando los labios y un sonidito muy por lo bajo de umhh, umhh bastante provocador.
 
Harry se dejó hechizar por aquel sonidito y aquella mirada en la cúspide del placer, aunque sólo fuera a causa de la tarta. Cuando Draco abrió los ojos llenos de aquella extraña complacencia Harry salió de su inacción.
 
“Oh, demonios.” Exclamó antes de soltar su pedazo de tarta y abalanzarse sobre Draco.
 
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Gracias por leer.