Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Indomable ❯ Capítulo 4 ( Chapter 4 )
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Capítulo 4
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Draco sonrió cuando vio llegar a Theodore Nott a su departamento. Se había vestido de forma sugestiva para recibirlo y pudo notar de inmediato que no le era indiferente al lamebotas de su padre. Había despedido a Blaise desde temprano y este no le había preguntado siquiera por qué. Pero a pesar de todo, conocía que Blaise era lo más discreto que había conocido en toda su vida.
“Malfoy.” Le saludó dudoso al verle y pareció avergonzarse levemente lo que hizo que el rubio se sintiera más que satisfecho. Los ojos de Theodore eran tan fáciles de leer que no podía creer que iba a disfrutar de un revolcón tan fácil esa noche. Más fácil que Blaise pero con la diferencia de la novedad.
“Draco, Theodore.” Le corrigió con voz sedosa. “Estamos algo informales y no podría soportar sentirme como mi padre en mi propio apartamento.” La sonrisa en la boca de Draco dejó a Theodore sin palabras y puso un brillo soñador en sus ojos. “Adelante.” Le dijo con su voz unas octavas más bajas cerrando la puerta tras el moreno. Con satisfacción vio que Nott se había al menos cambiado antes de llegar a su apartamento, lo que significaba que lo tendría por un buen rato… Y toda la noche si era tan fácil como se pintaba.
Theodore miró a su alrededor con recelo, extrañado por la amabilidad de Draco aunque eso no significara que no le afectaba. Había aceptado las instrucciones de Lucius pero ahora no se sentía tan seguro, no cuando el rubio hijo de su jefe lo estaba tratando con tanta amabilidad. Si bien se consideraba un profesional en su rama, en los asuntos del corazón hasta él mismo tenía que reconocer que no tenía forma de protegerse. Una sonrisa encantadora o un poco de atención y Theodore le pertenecía al hombre que se los brindara. Y su ojo tampoco podía ignorar que el rubio tenía un muy buen cuerpo.
Alto, de complexión atlética, elegante y de maneras aristocráticas, era un cuerpo que bien valía la pena explorar a profundidad o mejor aún, un cuerpo que bien podía explorarlo a él como mejor le pareciera. Pero sin iba a clasificar las partes del rubio, en lo que a él concernía, las neuronas de Draco habían recibido demasiado oxigenación y habían dejado a su paso, más que un órgano funcional, un homenaje al cerebro que pudo ser y jamás recibió la estimulación eléctrica necesaria.
Se dirigió de inmediato a la mesa en el comedor para dejar los documentos que llevaba mientras sentía a sus espaldas cómo el rubio lo estudiaba de arriba abajo de una forma que no había sentido de parte del rubio. “¿Por dónde quieres comenzar?”
“Por la propuesta, claro está. ¿Cenaste ya?” Preguntó con tranquilidad. “Me tomé la libertad de pedir algo al restaurante chino.” Sin esperar respuesta el rubio comenzó a servir lo que había comprado.
“Ah… no, no he cenado aún…” Musitó volteándose a tiempo para ver que ya el rubio estaba ocupado en servir todo y sin oportunidad de ofrecerse a ayudarle. En pocos minutos ya todo estaba dispuesto en la mesa y si bien era comida china, el restaurante era uno de los mejores y la comida era excelente. Al menos Theodore estaba acostumbrado a los palillos chinos y no pasó vergüenzas con los mismos.
“Tu padre intentó comprar unos mil acres en este punto.” Dijo al tiempo que extendía el resumen del mapa principal. “Es de fácil acceso, tiene reserva de agua natural en varios manantiales y un par de brazos de río lo surcan. La intención no era construir un hotel ni nada parecido pero sí un par de villas y tal vez algunas tiendas.”
“¿Y por qué fue rechazada la oferta?”
“El estudio de impacto no incluía los efectos económicos en la zona para los campesinos.”
“¿Cómo es que mi padre no incluyó eso en la propuesta? Es… ilógico.” Dijo pensativo. “Si yo fuera a hacerle una propuesta equivalente a la de mi padre a Harry Potter… ¿qué me recomendarías?”
Theodore tomó una profunda respiración y comenzó a presentarle, punto por punto, lo que su padre había hecho y varias mejoras. Terminó recomendándole a Draco ver por sí mismo el lugar que le gustaría adquirir, además de averiguar primero si había algún terreno que Potter estuviera dispuesto a vender. Pero para eso necesitaría preguntarle a alguien de la misma hacienda. Alguien que tuviera la confianza del dueño. ¿Pero quién?
Sintiendo que había terminado con lo que realmente quería, el rubio se propuso ir por lo que había estado deseando desde que viera a Theodore entrar a su apartamento. El moreno continuaba explorando el tema, ofreciéndole aún mayores detalles al respecto de lo que le había pedido mientras que Draco se preguntaba qué era lo que había visto su padre en él.
Cabellos negros, bien cortados y arreglados. Un deleitable cuello, de elegante nitidez, un perfil realmente agradable que convergía inevitablemente en unos labios llenos y suaves a la vista que se movían sensualmente al hablar en una curva que se antojaba maliciosa. Perfecta para morderla y torturarla por horas. Las pestañas, no muy largas pero definiendo con fuerza unos grandes y expresivos ojos oscuros. No había rastro de barba en la piel del cuello ni en su barbilla, lo que le hacía más deseable a los ojos del rubio.
Sonrió para sus adentros. No había nada en Theodore que no fuera a atraer a su padre. Su viejo siempre los había preferido morenos y de ojos expresivos. Puso una mano sobre los documentos, haciendo que el asistente de su padre se sobresaltara y quedara en silencio.
“Ya, creo que es suficiente por esta noche. Se me antoja un poco de vino.” Se levantó, pero Theodore no era de reacciones lentas, por lo que pudo comprobar.
“Pero apenas estamos comenzando. ¿No quieres terminar con los detalles para la presentación? Y ni siquiera hemos visto los beneficios a largo plazo de la propuesta.”
“No me hacen falta por el momento. Primero, como has dicho, debo ir a ver con mis propios ojos el lugar.” Theodore observó por unos instantes los documentos. Se le hacía más que claro que aquello era una sutil forma de decirle que habían terminado con el trabajo y que se podía largar cuando quisiera. Aliviado comenzó a recogerlo todo.
“¿Qué haces?” Preguntó Draco aparentando sorpresa.
“Ordeno el expediente. Asumo que has terminado de revisarlo.”
“No hemos terminado aún.”
“¿No?” Preguntó confundido y Draco negó con la cabeza.
“Tráeme las fotos acá y te sirvo un poco de vino.”
“No sabía que el vino le fuera a la comida china.”
“No le va, ¿pero a quién le importa? Estoy en mi apartamento, puedo comerla con papas fritas si me da la gana.” El moreno suspiró y tomando las fotos las llevó a la barra de la cocina donde el rubio le sirvió una copa de vino y comenzó a partir algo de queso de una forma exasperadamente lenta y meticulosa. Extendió las fotos sobre la barra mientras le iba explicando lo que se podía ver en ellas.
Recostado de la barra, le echaba un ojo no muy atento a las mismas sino que miraba el rostro concentrado del moreno. “¿Es cierto que mi padre te adiestró cuando entraste a la compañía?” Preguntó de repente.
Theodore levantó el rostro sólo para darse cuenta que el rubio estaba más cerca de lo que había pensado. “Sí. El señor Malfoy me adiestró en todo lo referente a las cuentas especiales de la compañía cuando entré como novato.”
“¿Y te enseñó todo lo que tenías que saber?” Susurró Draco con malicia mientras se acercaba un poco más. Theodore no se movió, pero era evidente que pronto saldría huyendo si no lo acorralaba como era debido. Además, ya ansiaba probar aquella boca que se presentaba tan sensual y que sólo había estado hablando cosas aburridas toda la noche.
“Todo lo que tenía que saber respecto a la empresa.”
“¿Nada más?”
“Lo demás no viene al caso.”
“¿Personal?”
“Bastante.” Le dijo entre dientes al notar que Draco se había puesto a sus espaldas y colocaba sus manos a cada lado suyo en la barra, acorralándolo de forma íntima. Se pegó como pudo y dio un leve resoplido de molestia cuando en realidad comenzaba a sentir que su cuerpo respondía a los nada sutiles avances del rubio. Mantuvo la vista fija en las fotos por un largo rato, sintiendo la respiración a sus espaldas hasta que el hijo del jefe se cansó de esperar por su respuesta.
Draco atrapó al moreno contra la barra de la cocina. Insinuándose claramente contra su espalda y dejándole saber su… estado de ánimo. “¿Por qué no dejamos ya las fotos y el trabajo? Me parece que ya ha sido suficiente por hoy.”
“Pensé que sólo te interesaba hablar de trabajo, Malfoy.” Logró susurrar mientras intentaba mantener sus pensamientos en orden.
“Ya te dije que me llamaras Draco.” Le dijo inclinándose levemente sobre su cuello sin tocarlo, dejando que sintiera su respiración. “No estamos en las oficinas.”
“Pero igual estamos trabajando.”
“Me gustaría tomar un receso. ¿Tú no?”
“Yo…” Draco pegó sus caderas mientras cambiaba el ángulo de acecho y Theodore agachaba la cabeza en un intento por negarle la piel del cuello. Cuando sintió los dedos de Draco en su cintura se le escapó un jadeo involuntario y trató de voltearse. El rubio le dio el espacio para voltearse y de inmediato entendió que había sido un error porque ahora estaban frente a frente.
Draco sonrió ante el predicamento del moreno sabiendo que ya lo tenía donde quería. Sin esperar más se inclinó con lentitud, atrapando los labios del moreno quien dejó escapar un pequeño gemido. Al dejarle Theodore estaba sujeto a su camisa, como si quisiera alejarlo pero no se decidiera a dejarle ir. Sí, Theodore era fácil de convencer pero eso no minimizaría la satisfacción que sentiría esa noche, mucho menos la satisfacción que sentiría al verlo rogar tras sus huellas al día siguiente.
Theodore no pudo luchar contra el deseo que le invadía repentinamente de que aquel rubio le mostrara lo que podía hacerle. Por eso no protestó cuando Draco lo subió a la barra de la cocina y comenzó a sacarle la camisa. No se detuvo a preguntar estúpidamente qué era lo que pretendía, sólo subió los brazos y la cadenilla con los anillos miniatura que llevaba enlazados cayó violentamente sobre su pecho.
Draco tomó uno de los anillos para observarlo mejor. “¿Y esto?” Preguntó curioso.
“Colecciono anillos.” Musitó avergonzado, incapaz de revelarle la verdadera razón de los mismos.
“Ah.” Respondió elocuentemente el rubio dejándolos a favor de provocarle acariciando sus pezones. “Lo recordaré.” Para luego bajar a sus pantalones y abrirlos, con tanta rapidez que no tuvo tiempo a reaccionar antes de que Draco se inclinara sobre su sexo desnudo y lo tragara de golpe. Theodore gritó aferrándose a la barra, pero el rubio no le dejó, aún cuando sus caderas se movían descontroladas. El torrente de sensaciones era demasiado para navegarlo de aquella forma y en pocos minutos su cuerpo se arqueaba, incapaz de negarle a aquella boca lo que demandaba.
Draco esperó al último segundo antes de dejar ir su sexo y terminar de masturbarle con el puño cerrado. Cuando recuperó un poco la razón Draco sonreía de una forma que en vez de animarlo le auguraba muchas penurias. “Espero que te agraden los recesos largos.” Le susurró mientras lo bajaba de la barra. Tuvo suerte que el rubio lo sostuviera, de no haberlo hecho hubiera dado al suelo con su humanidad.
Pegándolo a su cuerpo y devorando su boca lo llevó hasta el revés del sofá de la salita donde sin mucho preámbulo lo recostó del respaldo, empujando su torso hasta que tuvo que poner sus manos en los cojines del asiento. No había registrado cuando el rubio le había bajado los pantalones pero sí que registró cuando le separó las piernas y lo lubricó con su anterior corrida. “Te voy a hacer gritar de placer y dejarás de ser el mojigato que siempre has sido. Espero que aprecies mi esfuerzo.” Le susurró el rubio al oído antes de comenzar a penetrarlo.
Fue una sola embestida, lenta y constante hasta invadir su interior, haciéndole estremecer violentamente mientras jadeaba por el esfuerzo. Draco Malfoy definitivamente le hacía honor a su nombre. Y Theodore era quién para decirlo.
Lucius Malfoy alguna vez le había dejado pasar por su casa y por su cama. No sólo había sido un buen alumno en los asuntos de la empresa. Pero Lucius le había dejado en claro desde el principio que aquella era sólo una relación pasajera, que no debía esperar nada de ella. ¿Pero quién en su sano juicio iba a rechazar al rubio empresario que lo tenía todo si se le antojaba un revolcón? Menos con ese carácter afable y sereno que tenía el hombre.
Era por eso que Theodore no entendía cómo era que el hijo de un hombre así podía ser tan desgraciado, porque la sensualidad que proyectaba era tan sólo herencia de su progenitor. Y no sólo la sensualidad… sino el tamaño. “¡Malfoy!”
“Draco… dilo, Theo, quiero escuchar cómo lo dices.” Dijo mientras sus caderas ondulaban de forma consistente contra el trasero del moreno.
Intentó negarse, intentó no rendir esa última parte de su ser al reconocer ese último grado de intimidad que lo cambiaría todo entre ambos… o al menos para él. Porque si lo llamaba Draco ya no podría volver a burlarse del rubio, ni de sus capacidades, ni de su utilidad en la empresa. Una vez se cruzaba aquella línea de intimidad entre dos personas ya nada volvía a ser lo mismo, ya no podría decir en su mente que había sido un revolcón con un extraño ni que había estado retozando con el hijo del jefe. Se mordió los labios con fiereza.
Pero Draco lo que hizo fue disminuir la rapidez de las embestidas hasta detenerse completamente y salir de su cuerpo. Protestó audiblemente al sentirse abandonado. El rubio lo hizo ponerse en pie. “Eres un chico malo, Theo. No quieres complacerme en nada de lo que te pido. Voy a tener que remediar eso.” Le dijo mientras Theodore deseaba volver a empalarse en la erección que sentía resbalar por encima de su trasero cuando Draco caminaba. Lo fue llevando a la puerta abierta de la habitación que hasta entonces le había estado llamando sutilmente durante toda la noche.
No se resistió pero se giró para exigirle los labios y restregarse cual felino contra su cuerpo. Escuchó la ronca risa del rubio aprobando su actitud de abandono. Una mano en la cadera, empujándole, una en la nuca dominándolo por completo mientras sus erecciones resbalaban deliciosamente una contra la otra provocándole estremecimientos de placer.
Theodore fue empujado sobre la cama mientras Draco se colaba entre sus piernas y lo empujaba. Sintió que la piel se le erizaba al sentir que el rubio lo manejaba a su antojo, posicionándole con las piernas alrededor de sus estrechas caderas; expuesto y dispuesto de la forma en que le daba la gana a él. En esos momentos, su mundo era tan sólo Draco Malfoy y ya no podía negárselo.
Sintió que lo besaba como ninguno otro lo había hecho y de repente, los ojos grises se posaron en los suyos, avisándole que sólo faltaba que él rindiera ese último gramo de orgullo para recibir lo que tanto quería.
Una vez alguien, muy sabiamente dijo, que sólo bastaba un segundo de locura para cometer los más grandes errores de juicio, aquellos que costaban toda una vida o al menos mucho sufrimiento.
“Draco.” Susurró y la sonrisa que le regaló el rubio seguramente se parecía a la sonrisa de la primera serpiente cuando vendió la fruta prohibida. El rubio pegó sus caderas contra las suyas, posicionándose y entrando en su cuerpo ya lubricado con facilidad. Con todo, Theodore dio un respingo para luego repetir el nombre que tanto sufrimiento le traería más adelante pero que ahora era lo único que deseaba. “Draco, Draco, ¡Draco!”
El rubio se dejó ir, sonriendo con placer, excitado por la conquista y por saber que había ganado. Fue montando un ritmo cada vez más profundo hasta que el deseo de correrse pudo más que él y con un último gruñido se derramó en el interior del moreno quien al sentir los cálidos chorros gimió y se arqueó deliciosamente, alargando su propio orgasmo.
Se dejó caer sobre Theodore mientras recuperaba la respiración. Lo próximo que necesitaba era organizarse. Tendría que ver por sus propios ojos si las tierras que su padre había querido comprar eran tan buenas como aparentaban. Y si lo eran necesitaría a alguien en el interior que le sirviera como vínculo para obtener información actualizada. Pero no conocía a nadie de confianza para ello a menos que…
Blaise necesitaba unas vacaciones.
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“Buenos días.” Saludó el rubio que acababa de entrar al salón comedor de la empresa. Era mucho más alto que Nott y tenía aspecto de modelo de ropa interior. Sus facciones fuertemente definidas pero suavizadas por una carismática sonrisa. “Oye, Theo, te estoy hablando.” Exclamó dirigiéndose a la máquina de café.
“Buenos días, Cedric.” Respondió el aludido mientras bajaba de la nube a la cual se había subido apenas unos cinco minutos atrás, cuando café en mano se había puesto a soñar despierto recostado de la barra de la cocinita. “Es un hermoso día, ¿no te parece?”
Cedric Diggory, uno de sus compañeros de trabajo, vecino de escritorio y buen amigo, se sirvió una taza de café negro y le añadió un par de sobres de fructosa antes de probarlo. Le dio una mirada por encima de la taza y arrugó el ceño. “¿Qué estuviste haciendo anoche?”
“¿Anoche?” Le dijo sonriendo y Cedric casi dejó caer la taza.
“Maldito bastardo con suerte. ¿Quién?”
“Es un secreto.” Cedric dio un respingo ofendido y volvió a sorber su café. “Oye, no te pongas así… Ced… por favor.” Gimoteó Theodore al ver que su amigo le daba la espalda. “Está bien, está bien. Malfoy.”
“¿Otra vez?”
“No ese Malfoy.”
“Oh.” La sorpresa era clara en el rostro de su amigo y lo vio poner la taza sobre la barra con lentitud y una expresión dolida. “Theo… sabes perfectamente lo que ese desgraciado le hizo a Colin. ¿Por qué dejaste que ese bastardo…?”
“Ya, Ced. No es para tanto. Fue sólo una noche. Una noche increíble, te lo puedo jurar. Pero no fue nada más. Me gustó, le gusté, nos dimos un buen revolcón. ¿Qué tiene de malo?”
“Te conozco, Theo. No eres ese tipo de gente. No vas por ahí revolcándote con el primero que te gusta, no. Tú eres un romántico sentimental que no puede evitar involucrarse.” Le dijo empujándolo con un dedo en medio del pecho.
“No es cierto.” Declaró el moreno levantando la barbilla enojado. “Hace mucho que superé esa etapa. No voy a llorar por un bastardo como Malfoy. Sólo aproveché la oportunidad. Tú hubieras hecho lo mismo…” Theodore se detuvo, lamentando de inmediato lo que acababa de decir. Si había alguien que tuviera el derecho a odiar a Draco Malfoy ese era Cedric. Casi había perdido su empleo por culpa del muy bastardo y encima, sabía perfectamente a qué se refería Theodore con una noche increíble. Había salvado su trabajo por pura suerte y eso se lo debía a Theodore, que aparentemente había influenciado un poco en la decisión de Lucius Malfoy para evitar la catástrofe, pero en esos momentos dudaba que se lo estuviera agradeciendo. “Lo siento.”
“No lo sientas por mí, idiota.” Murmuró Cedric antes de tirar el café que le quedaba al fregadero y lavar la taza vacía. “Tengo trabajo que hacer.”
“Diablos.” Susurró Theodore, consciente de que tendría que suplicar bastante para volver a estar de buenas con su rubio amigo. Lavó su propia taza y la guardó antes de salir tras el otro ejecutivo.
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Draco despertó y se estiró felizmente en su cama. Definitivamente que Theodore Nott era un buen polvo, lo suficiente como para repetir una vez más. Cuando miró a su alrededor se sorprendió de ver a Blaise, sentado en la baranda del balcón de su habitación y observando plácidamente la ciudad.
“Buenos días.” Gruñó al verle, más por costumbre que por sentirlo realmente. “¿Cómo está el día?”
“Hay bastante tráfico. Llegarás el doble de tarde al trabajo.” Como siempre, Blaise tan práctico en sus observaciones.
“¿Qué haces aquí?” Gruñó tapándose con las almohadas. “¿Acaso no te molesta saber que estuve con alguien más anoche?”
“¿Por qué habría de molestarme mi tiempo libre?” Preguntó con serenidad el moreno cuyos largos cabellos estaban nítidamente recogidos en una coleta baja.
“Algunas veces me pregunto por qué te contrató mi padre.” Gruñó saliendo de debajo de la almohada y tirándola en dirección al moreno. Un segundo más tarde, la pieza rebotaba con violencia hacia atrás y Draco pudo ver con claridad cómo se escapaban un par de plumas antes de que cayera al suelo. Al volverse a mirar a Blaise, este estaba ya en el proceso de guardar su arma. “Vas a pagar por el agujero en la pared con tu sueldo.” Gruñó el rubio levantándose de un humor de perros para recoger su almohada favorita. “Y por la almohada también.”
Blaise tan sólo le observó mientras se arreglaba sin moverse del balcón para nada. Cuando vio que el rubio se disponía a salir se levantó para seguirlo. “Oye, Blaise. ¿Te gustarían unas vacaciones?” Preguntó el rubio como al descuido y el moreno se encogió de hombros.
“Siempre que estén pagas.”
“Recibirías doble sueldo.”
“Supongo entonces que no serán vacaciones realmente.”
“No, pero el trabajo sería menos tedioso que estarme velando el trasero todo el día.”
“Cualquier cosa es menos tediosa que velarle el trasero a un Malfoy… pero ninguna de ellas está tan bien pagada.” Draco tuvo que admitir que Blaise sabía perfectamente de lo que hablaba y que a pesar de insinuarle que era un estúpido, sabía sin que se lo dijeran, que aquel moreno era y sería siempre peligroso. Pero lo mejor era… que estaba bajo su contrato.
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“Oh, vamos, Ced. Ya te pedí que me perdonaras. No puedes estar enojado conmigo todo el día.” El rubio le devolvió una mirada que decía obsérvame cómo lo hago que hizo que Theodore suspirara acongojado mientras lo seguía hacia una de las plantas más altas de la compañía. “¿Qué es lo que llevas ahí?”
“Documentos clasificados.” Gruñó el rubio, fastidiado por la insistencia de su amigo pero no con el suficiente veneno como para ofenderlo con su propio enojo. “Será mejor que te regreses a tu oficina, Theo. Voy a ver a los insufribles dos.” Theodore se detuvo al escuchar a dónde se dirigía. Los Terribles Dos era el nombre al cual se referían los demás ejecutivos a los jefes de las oficinas de mercadeo e innovación de la empresa. Había un par en vez de uno y según se rumoraba, estaban más locos que un hato de cabras.
“¿Alguien está molesto contigo? Sólo nos envían cuando hemos cometido errores…”
“No. Tenía que venir hace un tiempo ya pero estaba procrastinando el viaje. Viendo cómo no me dejas en paz, pensé que tendría algo de tranquilidad al traerle yo mismo los documentos necesarios.”
“Estás demente.”
“No. Necesito un poco de espacio. Ve a tu oficina, Theo. Estaré de vuelta en unos minutos.” Dijo acercándose al elevador y oprimiendo el botón de llamada. Las puertas se abrieron inusualmente prontas y Cedric entró sin dejar espacio para que Theodore se subiera.
“Pero…”
“Nos vemos en el almuerzo.” Y las puertas se cerraron con un suave sonido de campanilla. Apenas estar solo Cedric suspiró y se recostó de la pared metálica del ascensor. No entendía cómo era que su amigo podía hacerle semejante traición con el arrogante del hijo del jefe. Con todo, eso no justificaba su decisión de acercarse al par de insufribles que eran los Terribles Dos. Con un estremecimiento escuchó la campanilla que indicaba que había llegado al piso correcto.
Se bajó y caminó hasta la puerta y por unos instantes pensó que aún estaba a tiempo de arrepentirse. “¡Fred! ¿Dónde demonios pusiste el portafolio de la última modelo? ¡Demonios! Todo lo pierdes.” Escuchó.
“¡Te dije que lo había enviado a duplicar, así no me lo estarás pidiendo cada dos por tres para pajearte con las fotos!” Se encogió de hombros inconscientemente al escuchar la respuesta y dio un paso atrás.
“Realmente están más locos que una manada de cabras.” Susurró tragando en seco. Se volteó para irse pero entonces la puerta de la oficina se abrió de golpe.
“Te dije que ya me los estaban trayendo. ¡Hey, tú! ¿Ya tienes las copias que te mandé?”
Cedric se volteó lentamente hasta quedar viendo al hombre que estaba en la puerta. “Disculpe, pero no soy el de los portafolios.”
“Vaya, vaya, vaya. ¿Pero qué nos enviaron esta vez?” Exclamó el hombre al ver a Cedric de frente y esbozando una enorme sonrisa le invitó a pasar. “Vamos, hombre, ¿qué esperas, una invitación formal? No tenemos todo el día. Entra que enseguida te atendemos.” Sin esperar a que Cedric se moviera, el hombre se le acercó y poniéndole una mano en la espalda lo empujó al interior de la oficina. La puerta se cerró con algo parecido a la fatalidad y al destino riendo el mismo chiste. “¡George! Nos enviaron a un nuevo.” Cedric intentó detenerse pero el empuje de aquella mano podía más que él.
“Disculpen, pero no soy nuevo, soy uno de los ejecutivos de…”
“¿Oyes eso? Trabaja aquí. ¿Hace cuánto no nos visitaban de otros departamentos?”
“Hace una eternidad.” Cedric parpadeó confundido al ver que el otro cabeza de departamento era la misma imagen del anterior.
“Son gemelos.”
“¡Y tiene algo de inteligencia!” Respondió el recién llegado con una sonrisa maliciosa. “Esta empresa es tan grande que uno no puede llegar a conocer a todos sus compañeros de trabajo. Pero veo que vale la pena salir de vez en cuando de este agujero.” La mirada predadora del hombre no ayudó a tranquilizar a Cedric quien con un movimiento nervioso intentó ver si el camino a la puerta estaba libre.
“Vamos, George, no lo asustes tan pronto. Mi nombre es Fred Weasley, él es George Weasley.”
“Somos los jefes de mercadeo e innovación.” Completó George con una sonrisa. “¿Cómo te llamas?”
“Cedric Diggory… y tan sólo soy uno de los ejecutivos de cuentas. Vine a dejar estos documentos.” Dijo sin saber a cuál de los dos entregárselos pero al ver que el que se llamaba George se acercaba se lo extendió a él.
“¿Te irás tan pronto? Pero si acabas de llegar.”
“Tengo… algunos compromisos urgentes. Son para el señor Malfoy.” Dijo al tiempo que intentaba alejarse hacia la puerta pero George levantó una mano que lo hizo detenerse y tomando el teléfono que había en el enorme escritorio al fondo de la oficina marcó, dejó la llamada en el intercomunicador cuando Lucius contestó.
“¿Luce? Es George. Tengo aquí a uno de tus ejecutivos de cuentas. Diggory. ¿Lo recuerdas?”
“Sí, recuerdo al señor Diggory a la perfección. ¿Qué sucede con él?” Se escuchó la voz de Lucius a través del teléfono.
“Ah, es que ha venido aquí a nuestra oficina y me preguntaba…”
“Diggory. Si aprecias tu vida será mejor que salgas de esa oficina en este mismo instante.” Se escuchó decir a Lucius con una pequeña risa.
“Por favor, Luce. Nos hace falta la compañía y Cedric aquí tiene un cuerpo que inspira. ¿Qué dices?”
“Está bien. Lo que digan. Ahora tengo que dejarlos, estoy en medio de una reunión. Sólo asegúrense de tratar al señor Diggory con amabilidad. Nott lo aprecia.” Con lo cual, la comunicación se cortó.
“Ahí lo tienes, Cedric. ¿Te puedo llamar Cedric, verdad?” Preguntó pero Cedric ya había olvidado cuál de los dos le hablaba.
“No nos gustan las formalidades. ¿No tienes un apodo mejor?” Y el rubio supo que no saldría de allí en mucho tiempo.
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Lucius se masajeó las sienes antes de volver a prestarle atención a su interlocutor.
“Ese par de Weasley no han cambiado en lo absoluto.” Gruñó un hombre que aparentaba tener la misma edad que Lucius pero en realidad tenía unos cuantos años menos. Sus cabellos negros caían hasta las orejas y su mirada penetrante estaba posada en esos momentos en una de las muchas figurillas que Lucius tenía en su oficina. Un potro salvaje corcoveando al aire con sus patas traseras.
“No. Y eso me alegra. No sé qué me haría yo aquí sin siquiera un buen recuerdo para hacerme compañía.”
“¿Nostálgico?”
“Un poco. Draco ha estado hurgando en los documentos de la Doble G.” El aludido arqueó una oscura ceja. Su cuerpo, como el de Lucius, no representaba los años que realmente tenían. Esbelto, de elegante porte y postura arrogante. Quien le conociera le miraría asombrado al encontrarlo fuera de sus fachas regulares. Con todo, el par de botas, escondidas bajo le ruedo del pantalón, eran suficiente para advertirle al ojo atento que Severus Snape tenía una pinta algo salvaje oculta bajo sus ropas.
“¿Qué harás?”
“No lo sé. Tal vez sea tiempo de que Draco conozca sus raíces.”
“¿Teniendo un encuentro con Potter?” Lucius se encogió de hombros. “¿No temes que la historia se repita?”
“Tal vez le haga falta repetirse.” Lucius tomó un profundo respiro que hizo que el moreno se volteara a verle. “Draco es demasiado arrogante y cruel. Tal vez Harry sea el hombre indicado para ese trabajo.”
“Y que lo baje de su caballo.” Terminó diciendo el moreno con un pesado sarcasmo en su voz.
“Sí. Y que lo baje de ese lugar donde se ha subido sin importarle lo que pueda pasarle a los demás. Es un buen chico; inteligente. Pero esas cualidades de Narcisa me tienen hasta la coronilla.” Musitó dejándose ir para atrás en su sillón.
“Siempre pensé que esas cualidades las había sacado de ti.” Comentó Severus con una sonrisa cínica.
“Tal vez algunas… pero no todas. ¿Lo vigilarás si lo envío a la hacienda?”
“No soy una niñera, Lucius. Pero si se mete en problemas, supongo que tendré que ayudarle. Al cabo, es mi ahijado.” Gruñó con fastidio.
“Severus, eres un mal mentiroso, al menos conmigo que te conozco.” Le sonrió el rubio haciendo que el moreno le sonriera cortamente con sinceridad.
“Siempre y cuando no traiga perros a la puerta de mi laboratorio será bien recibido.”
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