Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Indomable ❯ Capítulo 5 ( Chapter 5 )
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<b>Capítulo 5</b>
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Harry llegó con todo el sigilo que conocía. Evitó que los perros lo descubrieran caminando en contra de la brisa matutina y dejó su caballo a una buena distancia a pesar de que aún era de madrugada. Se conocía el camino a la perfección e incluso pudo esquivar sin problemas las <i>trampas</i> que habían en el camino y que suponía habían sido puestas para su beneficio.
Sonrió con malicia al ver la casita de madera y el vapor que salía de ella. “Siempre tan puntual.” Se acercó más sigilosamente aún hasta llegar a la puerta de madera y la tanteó. “Muy lista.” Susurró luego de levantar la primera tranca y encontrar una segunda. Le tomó un poco más de tiempo pero logró levantarla también y empujó la puerta, dejando escapar un poco de vapor al entrar.
Cuando sus ojos se acostumbraron volvió a sonreír, esta vez ampliamente. Unas hermosas curvas se traslucían al otro lado de una cortina de algodón ya húmedo. Al ser aún de madrugada, la mujer en el interior del antiguo cuarto de baño había encendido un quinqué que traslucía la cortina y permitía ver su figura en pleno. Los ojos del moreno la recorrieron de arriba abajo y se detuvieron en los turgentes pechos que rebotaban suavemente con cada rítmico movimiento de los brazos de ella al enjabonarse los cabellos.
Parpadeó con lentitud, como queriendo grabarse las imágenes y se recostó de una de las paredes de madera en espera que aquella preciosa mujer terminara su baño. La vio mientras se terminaba de lavar los cabellos y se enjuagaba el cuerpo completo. Esperó hasta que supo que estaba lista para salir y se acercó a la cortina que los separaba para abrirla de golpe. El grito de la joven no se hizo esperar. “¡Potter!”
“¿Me extrañaste?” Preguntó con una enorme sonrisa cuando la mujer intentó cubrirse alcanzando la toalla, apenas la tuvo en la mano se la arrebató, torciéndola juguetonamente. “¿Cuál es la prisa, doctora Granger?” La aludida no contestó sino que se volteó a la pared que le quedaba a sus espaldas y antes que el moreno pudiera hacer nada la tenía apuntándole con un arma. “Woa… estamos algo agresivos hoy.”
“Señor Potter, le he dicho cientos de veces que si viene a visitarme lo menos que puede hacer es esperar, decentemente, en la puerta de mi casa a que le abra.”
“Y yo le he dicho, doctora, que prefiero venir a buscarla temprano en la mañana.” Se acercó como un relámpago y le quitó el arma de las manos, arrojándola al suelo mientras la mujer pegaba un grito al sentirse levantada en vilo. Harry, sin más, se la había echado al hombro.
“¡Eres un salvaje!”
“Hace falta uno para reconocer a otro.” Exclamó el moreno entre risas mientras le cubría el trasero con la toalla y abría la puerta de la casita para salir a la intemperie. La mujer gritó y pataleteó con todas sus fuerzas llegando incluso a intentar morderlo pero las extremidades y espalda de Harry siempre parecían estar unos centímetros más allá de su alcance.
Al llegar a la casona principal se metió a la habitación de la mujer y la tiró a la cama riendo como un demente. “Vine para consulta, doctora Granger.”
“¡No me extraña que vengas a consultar a una veterinaria! ¡Eres una bestia, Potter!”
“Oye, no le grites a quien preparará el desayuno.” Le dijo saliendo de la habitación pero la mujer se apresuró a levantarse y tomar lo primero que encontró en el closet que resultó ser una primorosa bata de seda rosada con flores bordadas en cinta.
“¡No te atrevas a acercarte a mi cocina! No sabes cocinar absolutamente nada en una estufa.”
“Pero si los asados me quedan muy bien.” Respondió el moreno mientras continuaba buscando en las alacenas.
“Los asados son en fogatas y mi estufa no es una fogata. ¡Quítate!” Lo empujó con suficiente fuerza como para moverlo de donde estaba y sacarlo de la cocina.
“¿Entonces me prepararás el desayuno?” La mujer dio un tremendo resoplido dándole una mirada ponzoñosa.
“Dudo que Molly te haya dejado salir sin desayunar.” Masculló quitándose unos mechones mojados de la cara y haciéndose un nudo en los largos cabellos que aunque rizados ahora sólo caían mojados sobre su espalda, manchando la bata. Con todo y el barullo, la mujer comenzó a sacar huevos y tocino del refrigerador y puso a calentar una enorme sartén mientras rompía los huevos. Harry se recostó de la barra que separaba la prístina cocina del comedor, observando sin remordimientos las curvas de la castaña que por estar aún húmedas hacían que la tela se ciñera a su cuerpo, más cuando no tenía otras ropas debajo. “¿Y a qué vienes realmente? No me digas que es por ese estúpido caballo de nuevo.”
“Oye, Azkabán no es un estúpido caballo. Es uno de los ejemplares más valiosos de toda la región.”
“Sólo falta que me pongas a dormir en el mismo corral que ese estúpido equino.”
“¿Lo harías?” Una espátula fue la única respuesta que recibió de la mujer. “Bien, pero no te quejes, te habría pagado muy bien.”
“No estudié sólo para atender a tu animal. Estoy aquí para atender las necesidades de las personas de esta región con sus animales.” Le dijo con un tono que no admití reparos.
“Ah… entiendo… con razón no tiras con nadie.” Esta vez el tenedor rebotó muy cerca de donde había estado el rostro de Harry cosa que lo hizo dar un largo silbido. “Tienes muy buena puntería.”
“Sabes, no me importaría echarle tu desayuno a los perros, seguramente me lo agradecerían más que tú.” Dijo con ojos llameantes la mujer, Harry sólo levantó las manos con una sonrisa.
“Eres un encanto de mujer, doctora Granger. Por eso me gusta venir aquí. La verdad, tenía un rato libre y decidí pasar a verte. ¿No te alegra mi interés?”
“Me alegraré el día que deje de interesarte lo suficiente como para ser el objeto de tus bromas matutinas.”
“Hieres mi sensibilidad.”
“Ah, entonces me siento más tranquila. ¡Sé, por experiencia, que no posees ninguna sensibilidad! Sería mínimo el daño.”
“Doctora Granger, es usted una mujer irascible, volátil, de carácter fuerte e impredecible…” Harry vio cómo la mujer apretaba la segunda espátula que había sacado del cajón. “Es por eso que me gusta tanto su compañía.” Cuando la mujer golpeó la superficie de la barra con el plato Harry sonrió encantadoramente.
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La hermosa mujer bajó del taxi con toda la elegancia de una ejecutiva. Un traje ajustado en los lugares adecuados, resaltando su esbelta figura. Iba cubierta de un hermoso abrigo de satín color chocolate cuyo cuello chino estaba forrado de piel de visón. Sus cabellos castaño oscuro iban recogidos en un pequeño moño sin dejar un sólo cabello fuera de lugar. Se bajó a la nariz las enormes gafas de sol de diseñador y con ojos verde muy oscuros echó un vistazo por encima de ellos.
Al ver que el portero le sonreía le devolvió una sonrisa coqueta y se acercó haciendo que el hombre le abriera la puerta. “Gracias, primor.” Y se apresuró a alcanzar el ascensor que la llevó hasta el piso donde trabajaba Draco Malfoy. Al llegar volvió a sonreír al escuchar los indiscretos suspiros y susurros que su presencia provocaba.
Irguió la cabeza un poco más y con aquel paso de modelo que le había costado tanto dinero obtener cruzó de lado a lado el pasillo hasta la oficina del rubio que le esperaba desde hacía una hora. Al entrar se lo dejó saber.
“Llegas tarde, Parkinson.” Gruñó apenas verla entrar. Con todo, sus ojos apreciaron lo que todos habían apreciado al verla entrar, pero no por eso lo dio a demostrar.
“Saludos para ti también, Dray.”
“Te he dicho que no me llames Dray.” Le dijo cerrando la carpeta que había estado viendo y golpeándola impaciente con el bolígrafo negro que tenía en las manos.
“Lo que tú digas, primor. ¿Me dirás para qué me has llamado hasta este nido de ratas donde dices trabajar?” Dijo la morena acercándose hasta el escritorio sin hacer caso del aparente mal humor del rubio.
“Este no es ningún nido de ratas y te llamé para un trabajo.”
“Lástima.” Dijo sentándose sin que el rubio le hubiera ofrecido lugar pues era obvio que no lo haría. “¿A quién pretendes embaucar ahora? ¿A qué pobre incauto piensas quitarle todo su dinero?” Preguntó colocando un codo en el escritorio y dándole su mirada más pícara.
“Déjate de tanto drama, Parkinson. Sólo es para que redactes unos documentos.” Dijo al tiempo que abría el mapa de la hacienda para que lo viera.
“¿Sólo eso? Qué aburrido.” Suspiró la mujer con dramatismo mientras hojeaba el mapa y luego el expediente.
“Necesito que viajes conmigo…”
“Ni lo sueñes.” Le dijo la morena con voz acerada.
“Parkinson.”
“Malfoy, ni sueñes que esta hermosa citadina va a poner un pie en una mugrosa vaquería. Eso no está a discusión.”
“Trabajo es trabajo, Parkinson.”
“No tengo por qué tomarlo si no quiero. Puedo hacer lo que me pides aquí en la oficina, pero no me pidas ir a un lugar mugroso e insalubre. Conozco esos lugares, vacas, becerros, peste a orines y heces.”
“Te olvidas de los caballos… y de los hombres que van en ellos. Hombres fuertes, salvajes, dispuestos a todo por una hermosa mujer. No hay muchas mujeres hermosas en el campo. Tendrías la atención de todos.” La morena, que había estado fingiendo un pequeño puchero no pudo evitar levantar el rostro y mirar fijamente a su interlocutor.
“¿Hombres… dices?”
“Hombres. No alfeñiques como los que estás acostumbrada en la ciudad. Hombres rudos, bronceados por el sol, a caballo…” La morena pareció pensárselo mejor y el rubio sonrió sabiendo que ya había aceptado lo que provocó otro puchero en la mujer.
“Pero quiero trato V. I. P., nada de hoteles de segunda.”
“Te prometo que tendrás el mejor trato de todo el lugar.” Le dijo Draco mientras reía por dentro. No había un solo hotel en los alrededores del lugar en unas cuantas millas a la redonda. Lo único que le importaba era que una vez en la limosina la morena no podría arrepentirse.
“Bien… dime entonces qué es lo que quieres.”
“Esto.” Procedió entonces a entregarle una carpeta un poco más gruesa. “Quiero que redactes una <i>buena oferta</i> que me dé todo lo que quiero con una sola firma.” La morena tomó la carpeta y comenzó a hojearla detenidamente mientras Draco se levantaba y le preparaba algo de tomar. La morena podría parecer todo lo regalada y viciosa del mundo pero cuando trabajaba era toda una profesional y eso era lo que le interesaba al rubio.
Pasaron aproximadamente una hora en la oficina, el rubio sirviéndole de vez en cuando algo de tomar mientras la joven utilizaba su equipo para redactar lo que le había pedido. A mitad de trabajo fueron interrumpidos. “Malfoy. Los documentos que pediste.”
Theodore esperó en la puerta con los documentos en mano a que el rubio los tomara pero Draco sonrió con malicia. “Ah, justo cuando necesitaba distraerme un poco. Theodore.” Se detuvo frente al ejecutivo y cerró la puerta de la oficina. “No te molestará acompañarnos un rato, ¿verdad? Parkinson, este es Theodore Nott, uno de los asistentes de mi padre.”
La joven levantó la cabeza del monitor y sonrió levemente. “Mucho gusto, Pansy.” Y volvió a bajar la cabeza. Draco supo que no le molestaría en lo absoluto nada de lo que sucediera siempre que no le estorbaran para hacer su trabajo.
“Igualmente… pero debo regresar…”
“¿Qué dices?” Exclamó Draco quitándole los documentos de la mano y tomándolo de la nuca. “¿Cómo pretendes negarme el placer de tu presencia?” Theodore jadeó levemente al sentir el aliento del rubio cerca de su cuello y su cuerpo reaccionó de inmediato traicionándolo. Gimió levemente antes de dejarse llevar al escritorio del rubio donde Draco dejó los documentos y se dedicó a desabrocharle la camisa y el pantalón.
“Draco…”
“Sh, siempre que no hagas mucho ruido a Panse no le molestará. ¿Verdad, Panse?”
“No me importa escuchar un poco, Dray. Pero espero que tengas la cortesía de esperar a que termine mi trabajo antes de terminar con Theo.” El nombre del moreno resonó con extraña dulzura en los labios de la mujer y Theodore no pudo menos que preguntarse qué clase de mujer era aquella. De todas formas, no pudo seguir pensando en nada más pues Draco terminó de abrir sus pantalones y se los bajó hasta los muslos.
“La tendré.” Le aseguró el rubio antes de voltear al moreno y comenzar a excitarle con sus manos y sus labios. Theodore gimió por lo bajo cuando minutos más tarde la carne de Draco se dejaba sentir ardiente contra su trasero desnudo.
Al escucharlo la joven que trabajaba en la computadora al otro lado de la habitación movió levemente la pequeña cámara que traía el equipo y pronto tuvo una imagen muy clara de lo que ocurría sobre el escritorio de su rubio amigo. “Hay cosas que valen la pena conservar.” Susurró por lo bajo mientras activaba la herramienta de grabado de la cámara y sonreía antes de continuar con su trabajo.
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“Hey, Ced. ¿Qué harás esta noche?” Preguntó el pelirrojo dándole una mirada predadora al joven que acababa de entrar a la oficina con un buen cargamento de documentos, principalmente portafolios y recomendaciones.
“Ah… no mucho. Cenar, ver televisión…”
“Entonces podemos invitarte a donde queramos.” Intervino el segundo pelirrojo al que Cedric aún no podía diferenciar.
“¿Pero no es hoy que tienen la cena con el equipo de fotógrafos?”
“Hey, lo recordaste, Ced, excelente.” Cedric le dio una mirada desanimada al pelirrojo. Tal vez no era a propósito pero sentía que no lo trataban como uno de los ejecutivos sino como uno de los modelos que había visto pasar por la oficina una que otra vez.
“Claro que lo recordé. Lo han estado mencionando toda la semana.” Masculló dejando los portafolios sobre uno de los escritorios.”
“¿Entonces?”
“¿En calidad de ejecutivo?” Ambos pelirrojos dejaron de hacer lo que fuera que hacían para echarle un buen vistazo al rubio que les devolvió la mirada sin mucha emoción.
“No, claro que no.” Se apresuró a decir George. “Como nuestro acompañante. No hay necesidad de ejecutivos en la cena aparte de nosotros, ¿cierto, Fred?”
“Cierto, George.”
“Entonces… no.”
“¿No?” Preguntaron los dos pelirrojos al unísono.
“No. Les agradezco la oferta pero… soy un poco… tímido y no me desenvuelvo bien en ambientes donde apenas conozco a los demás.” Dijo al tiempo que iba retrocediendo un poco.
“Pero Ced…” Exclamó George intentando acercarse. “Pensamos que te gustaría acompañarnos. Has soportado más que el resto…” El pelirrojo recibió un certero golpe por parte de su hermano en la cabeza. “Quiero decir… eres…”
“Sé por qué nadie quiere venir a este departamento. No sé si sea consciente, pero tratan a todos como si no tuvieran más de un par de neuronas en el cerebro.” Gruñó Cedric dando otro par de pasos hacia la puerta. “Tengo que terminar unos informes. Que tengan buenas tardes.” Y salió del lugar dejando a dos pelirrojos confundidos.
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Blaise se quedó viendo el letrero que anunciaba el camino a seguir para llegar a la hacienda antes de espolear el caballo que acababa de comprarse. El animal era lo más manso que podía haber conseguido o al menos eso le había asegurado el vendedor, pero estaba seguro que el arma en su cintura le había conseguido un buen negocio ya que no había tenido ni un solo problema hasta el momento.
Sólo esperaba que la tranquilidad del animal no fuera proporcional a vagancia. Apenas llegar a la vista de la hacienda un grupo de peones que venía por el camino lo recibió.
“¡Hey!” Le saludó el peón que parecía ser el líder, un pelirrojo de mirada afable y sonrisa franca.
“Buenas tardes. Busco al patrón de la hacienda.”
“¿Alguna razón en especial?”
“Busco trabajo.” El peón lo observó de arriba abajo y asintió levemente. Le ordenó al resto que siguiera mientras le hacía un gesto para que lo siguiera por el camino. Ninguno habló ni comentó nada. Cuando llegaron frente a la casona desmontaron y el pelirrojo le pidió que esperara en el patio.
“¡Harry! Te tengo un solicitante.” Gritó Bill asomándose a la puerta. Al poco rato se escuchó el pesado resonar de las botas del moreno hasta detenerse frente a la puerta.
“¿En serio?” Bill se echó a un lado y le señaló al moreno que en esos momentos le acariciaba el hocico al caballo.
“Ah…” Susurró Harry. “¿Ya lo entrevistaste?” Preguntó sin mostrar emoción alguna, el pelirrojo negó.
“No, salgo con los muchachos a voltear la cabaña del pozo. Los peones dicen que encontraron una ternera muerta por allí.” Harry asintió.
“Bien.” Y Bill se despidió de ambos, montando apresurado su caballo y saliendo a galope para alcanzar al resto.
Harry le dio una mirada completa al moreno que la aguantó con aquella especie de dejadez que le era característica. “Vamos.” Le dijo. “¿Dónde conseguiste ese animal?” Le preguntó mientras lo dirigía a los establos.
“Lo compré esta mañana. ¿Tanto se nota que no sé montar?”
“Sabes montar perfectamente.” Comentó Harry en un tono que denotaba algo más que una simple observación. “Lo que te delata es que no tenemos garañones pintos por esta zona. Pero lo podemos pasar como una excentricidad.” Le respondió con una enorme sonrisa. “Finalmente apareces en mi hacienda.”
“¿Pensaste que olvidaría tu oferta?” Respondió enigmático haciendo que el joven dueño de la hacienda ampliara su sonrisa.
“No, es que como aquí no hay mucha civilización.” Entraron a los establos y Harry le mostró uno de los corrales para el animal. Lo ayudó a quitarle la silla y los aparejos al animal mientras le explicaba la forma correcta de volverlos a colocar. “Seguro lo compraste ya ensillado.” Exclamó Harry sonriendo.
“Comienzo a pensar que eres adivino o algo por el estilo.” Musitó el joven citadino dejando que su amigo le instruyera.
Harry y Blaise se habían conocido por casualidad cuando Harry estudiaba en la universidad en la ciudad. El encuentro no había sido lo más amigable del mundo, pero definitivamente había dejado una impresión.
Con todo, le había prometido al moreno que si alguna vez se aparecía en su hacienda, le daría trabajo, sin preguntas y una promesa era una promesa.
Al terminar con el animal se le acercó y pasó sus brazos por los hombros del citadino, descansándolos cruzados sobre su pecho. “Blaise. Sólo te pediré dos cosas.” Le dijo sin presionarle y sin exigirle. “No le rompas el corazón a ninguno de mis peones.”
“¿Alguno de quien deba cuidarme?”
“Sí, Ron. A menos que pienses quedarte.”
“Lo tendré en cuenta. ¿Y la otra?”
“Que me consideres como tu primer prospecto en la hacienda… si estás dispuesto.” Blaise sonrió de lado.
“También lo tendré en cuenta.”
“Bien. Ahora, te mostraré dónde te puedes quedar y te presentaré para que conozcas a Molly. Luego tengo unos asuntos que atender fuera de la hacienda pero estoy seguro que querrás conocer al resto de los peones por ti mismo.” Harry hundió el rostro en los cabellos de Blaise y aspiró levemente, grabándose el aroma de los mismos mientras se imaginaba perdido en ellos. Sintió a Blaise reír sin hacer ruido y lo dejó ir, procediendo a asignarle sus deberes primarios e indicándole que tendría que esperar a ver cuál de los dos hermanos lo escogía para su grupo.
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Gracias por leer.