Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Indomable ❯ Capítulo 6 ( Chapter 6 )

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<b>Capítulo 6</b>
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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“Padre, voy a estar fuera de la oficina unos días. Iré a visitar la Doble G.”
 
“¿Y para qué quieres ir allá?” Preguntó su padre con mal disimulada curiosidad.
 
“Ya sabes para qué quiero ir, no te hagas el tonto.” Le dijo con algo de molestia.
 
“Bien… bien. Pero no es bajo el nombre de la empresa que vas allá, no lo olvides, es bajo tu propio riesgo.” Draco sonrió levemente.
 
“Obtendré todo lo que quiero y cuando lo haga me dirás cuál fue esa otra propuesta que dejaste sobre la mesa.”
 
“Si consigues lo que quieres puede ser que considere decírtelo.” Respondió Lucius con tranquilidad haciendo que Draco le diera una mirada molesta de ojos entrecerrados.
 
“Nunca dejas nada al azar, padre. Terminarás diciéndome.” Dijo seguro de sí mismo el joven ejecutivo antes de salir nuevamente de la oficina. Lucius se reclinó en la silla, una expresión distraída.
 
“Dejar las cosas al azar siempre es un grave error.” Fue por esa razón que luego de unos largos minutos con expresión pensativa, tomó lentamente el teléfono y pidió que lo comunicaran con la Doble G.
 
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“¡Harry!” Gritó Molly con toda la fuerza que sus pulmones le permitían, y que era mucha, cuando escuchó los caballos llegar a los ranchos. El moreno levantó una mano en señal de que la había escuchado y le tendió su animal a uno de los peones para que lo atendiera.
 
“¿Qué sucede, Molly?”
 
“¡Tienes una llamada, es de la ciudad!” Harry se apresuró a subir a la casa. “Es Lucius.” Al moreno le cambió el rostro por instinto. Lucius Malfoy era un hombre al que Harry conocía pero no muy personalmente. Sabía, a través de Molly, que el hombre había vivido en las tierras vecinas a las suyas, en unas veinticinco cuerdas de terreno que aún conservaban una casona en perfecto estado, de las más hermosas del lugar. Según ella, su padre y Lucius habían sido amigos en el tiempo que habían vivido en el campo.
 
Más tarde le había conocido en persona en la ciudad donde el hombre le había hecho una propuesta y se la había rechazado. Con todo, habían quedado en buenos términos y Harry le había asegurado que si algún día decidía hacer algo parecido con sus tierras, pensaría primero en él. Se preguntó qué querría para llamarle tan repentinamente.
 
“Buenas tardes, Harry le habla.” Dijo apenas tomar el auricular.
 
“Buenas tardes, señor Potter, le habla Lucius Malfoy, espero me recuerde.” Escuchó decir del otro lado la voz que aún recordaba tenía el señor Malfoy.
 
“Claro que le recuerdo, señor Malfoy.” Le dijo con ánimos. “Aunque hace mucho que no nos hemos vuelto a ver. ¿Ha sucedido algo?” Preguntó cordialmente.
 
“La verdad no me gustaría parecer demasiado entrometido, pero se trata de mi hijo. Draco Malfoy.” Harry había escuchado hablar del susodicho hijo del señor Malfoy pero jamás lo había visto en persona. “Verá, mi hijo ha decidido visitar su hacienda dentro de poco.”
 
“¿Visitar? Pues me parece una excelente idea. Según tengo entendido, su hijo nació aquí en el campo.”
 
“Sí, sí, así fue. Pero el asunto es otro, no es una simple visita.”
 
“¿Entonces?”
 
“Mi hijo desea hacerle una oferta.”
 
“¿Y de qué trata?”
 
“No sé de qué trata aún la oferta, pero la razón de mi llamada es otra y no la oferta. Mi hijo es algo… impulsivo. Si bien no suelo inmiscuirme en sus asuntos, por esta vez quisiera pedirle a usted un favor, en nombre de la amistad que unió a su familia y la mía alguna vez.”
 
“No necesita ser tan formal para pedirme nada, señor Malfoy. Con gusto le cumpliré el favor si está en mis manos.” Y se dispuso a escuchar lo que el hombre tenía que decirle mientras una leve sonrisa curvaba sus labios.
 
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Cuando el chofer pasó al camino de piedra que había para llegar a la hacienda, Draco bajó la ventanilla. El olor a hierba y a caballos le llegó de inmediato. A su lado Pansy se trepó encima de su brazo para mirar también al exterior. El pequeño shitzu que llevaba en sus brazos ladró molestamente. “¿Pansy, podrías alejar ese animal de encima mío?” Le dijo con evidente molestia el rubio. La joven agarró el animalito e hizo un puchero al cual Draco no le prestó la más mínima atención. “Ni siquiera sé para qué lo trajiste aquí. Pero espero que tengamos suerte y se lo coma una serpiente de campo.”
 
“¡Dray!”
 
“No me llames Dray.” Gruñó más molesto aun.
 
La limosina se detuvo frente a una hermosa fuente y Draco se apresuró a bajar. Por el otro lado, el chofer le abrió la puerta a la morena cuyas botas blancas crujieron sobre la piedra que componía el camino.
 
Intentó ver si alguien los recibiría pero lo único que pudo ver fue un moreno por el camino del lado de la hacienda dirigirse a ellos. Cuando lo tuvo más de cerca vio que estaba sudado y embarrado en lodo, especialmente las botas. Cuando lo tuvo aún más cerca supo que no era lodo, sino estiércol. Frunció la nariz con disgusto.
 
“Buenas tardes. ¿Se les ofrece algo?”
 
“Necesito hablar con el señor Potter. ¿Es esta la Hacienda Doble G?”
 
“Así es. ¿Quién lo procura?”
 
“Draco Malfoy. Apúrate y avísale a tu señor jefe.” Harry se enderezó y estuvo unos minutos observando la limosina.
 
“¿A mi jefe?” Preguntó Harry finalmente y con un tono montaraz ante la actitud del rubio. Se cruzó de brazos y adoptó su pose más despreocupada mientras levantaba un poco la cabeza como si examinara un bicho raro. El rubio cruzó los brazos con un gesto altanero y arrogante y Harry movió la cabeza con asentimiento.
 
“Bien… le avisaré al <i>señor Potter</i> que están aquí.”
 
“Y apúrate.” Le reclamó Draco haciendo que Harry le diera una mala mirada que prometía dolor. “Sé algo educado y ofrécenos entrar a la casa. La señorita está cansada y sedienta.” Añadió Draco señalando a Pansy con la cabeza.
 
“Claro… claro, agua para la señorita. Síganme.” Los llevó hasta la entrada y les abrió la puerta pero se abstuvo de continuar. “En un momento el señor los acompañará.” Les dijo y se retiró.
 
Draco y Pansy se hallaron en el interior de una casa bastante fresca, con muebles rústicos pero elegantes. Estaban por sentarse cuando una mujer de voluptuosas curvas y rostro maternal los encontró.
 
“Buenas tardes. ¿Joven Malfoy?” Preguntó apenas verle. “Esto sí que es una sorpresa. Harry no me dijo nada de que vendría.”
 
“¿Cómo me conoce?” Preguntó Draco sin saber cómo aquella mujer podía conocerlo.
 
“¿Cómo no conocerle si es la viva imagen de su padre? Pero vengan, siéntense, ahora mismo les traigo algo de tomar.” Les dijo solícita y ambos procedieron a sentarse en unos enormes piezas de madera y cojines a esperar.
 
Miró a su alrededor mientras Pansy se dedicaba a acicalar a su pequeña mascota sobre sus piernas, la pequeña correa rosada bien sujeta en sus manos. “Debiste dejarlo.” Volvió a insistirle.
 
“Esta casa es muy bonita.” Dijo de repente la morena. “Muy campesina.”
 
“Es una casona.”
 
“¿Y viste a ese moreno? Está para morirse.”
 
“Estaba lleno de estiércol, si eso es para morirse estoy seguro que encontrarás algunos ejemplares vacunos en el mismo agradable estado.” Musitó y antes que la joven pudiera responderle la mujer que había visto regresó con algo de tomar y algunos bocadillos.
 
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Una hora más tarde, Harry Potter aún estaba por aparecer y recibirlos. Un pelirrojo entró a la casa, quitándose el blanco sombrero y dejándolo en un gancho al lado de la puerta. Draco pensó que tenía algo conocido pero no supo qué. El hombre inclinó un poco la cabeza a modo de saludo pero no se detuvo donde estaban sino que continuó en dirección a la mesa que se veía desde la sala. Allí la mujer que los había recibido le sirvió comida. Un segundo pelirrojo y un tercero entraron a la casa y la rutina se repitió.
 
“Seguramente son los hijos de la pelirroja.”
 
“Eso es más que obvio, Pansy.”
 
“Pero entonces, ¿dónde está Potter?” Preguntó contrariada ya de tanto esperar y el rubio dio un respingo.
 
“Debe haberse perdido en su propio rancho.” Masculló. Finalmente, Draco escuchó otros pasos, esta vez venían acompañados de un extraño tintineo.
 
El sonido fue lo que hizo que Draco mirara al suelo en vez de al rostro del hombre cuando entró. Espuelas, se dijo a sí mismo cuando vio el metal en las botas negras de piel de serpiente. Un par de pantalones de mezclilla muy oscura, una camisa blanca de algodón, mangas largas y perfectamente planchadas. El cuello de la camisa cerrado por completo y un pequeño dije negro adornando el botón. Tuvo que forzar la vista hacia arriba pues los hombros anchos le provocaron una reacción gutural que hacía mucho ningún hombre le provocaba.
 
El sombrero de cuero negro fue quitado mostrando unos mechones igualmente negros y crespos cubriendo un cuello tostado. Unos ojos verdes burlones se clavaron en los suyos.
 
“Draco Malfoy.” Dijo el moreno con una voz que reconoció y Draco tragó fuerte. No podía creer que aquel fuera el hombre que una hora antes hubiera visto afuera, cubierto de estiércol y sudor y apestando a cosas que no quería ni recordar. En el silencio el perrito de Pansy le ladró al recién llegado quien sonrió condescendientemente en dirección a la joven que parecía no poder cerrar la boca. “Harry Potter, a su servicio. ¿Quería hablar conmigo?”
 
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Ron comenzó a cepillar su montura con movimientos rítmicos y vigorosos. Era una costumbre que lo relajaba y lo hacía meditar en el día que pasaba permitiéndole cerrar la página diaria y abrir una nueva. Le había dado algo de gracia el hombre que acababa de llegar a la hacienda junto con una joven que más que una citadina parecía haberse disfrazado. Por eso, apenas terminar de comer se había regresado al rancho a terminar de atender a su animal no fuera a ser que sus risas se interpretaran correctamente y los invitados se ofendieran.
 
En esas estaba cuando sintió que alguien más entraba a los corrales. Los silenciosos pasos acompañados del sordo golpeteo le dejaron saber que era el nuevo peón cuyo caballo carecía todavía de herraduras. Había llegado apenas hacía unos días atrás y luego de que sus hermanos probaran suertes a ninguno le había agradado por lo que él, muy felizmente, lo había pedido para su grupo.
 
Era por sus silenciosos movimientos que a sus hermanos no les agradaba el joven. Decían que se movía como una serpiente y por más cara de cordero que pusiera, ellos seguían sin convencerse. Pero Ron parecía embelesado precisamente con aquella forma de moverse tan silenciosa y discreta. Pasaba mucho tiempo observándolo, tanto que ahora podía escuchar el inexistente sonido de sus pisadas mejor que nadie y sólo en unos días.
 
Siguió con su tarea, pero cualquiera que conociera su rutina sabía que luego de cepillar el lomo no cepillaba el cuello sino las ancas de su caballo. Tan distraído estaba que apenas prestaba atención a lo que hacía sino que observaba en silencio la forma en que el peón se movía para dejar el caballo en su corral.
 
Sin quererlo, el moreno de piel tostada se había vuelto su obsesión, por lo que ahora… intentando no ser descubierto, escuchaba y observaba lo que para otros no existía.
 
El susurro que era Blaise pasó por su lado en dirección a su corral y allí se dedicó a cepillar a su propio animal luego de quitarle los aparejos. Blaise sabía que aquel era el pelirrojo del cual Harry le había advertido y con razón. Los ojos azules lo seguían a todas partes, de eso estaba seguro. Pero había algo en ese rostro salvaje pero amable que llamaba a sus instintos y a pesar de la advertencia de su actual jefe no podía dejar pasar ese pequeño aviso que tenía sabor a felicidad.
 
Le dio una mirada de reojo y sus ojos oscuros se cruzaron con los azules y se quedaron allí un rato. Ron dejó escapar el aliento que había contenido ruidosamente antes de hablarle. “¿Sí?” Preguntó con voz suave pensando que el moreno le diría algo.
 
“Siempre cuidas de tu caballo.” Fue el comentario. Ron lo miró largamente antes de sacudir un poco el cepillo contra el pantalón y asentir. Blaise siguió de largo.
 
El pelirrojo se quedó allí cepillando a su caballo mientras continuaba pensando en el peón de cabellos negros y tímido semblante. Harry no regresaría aún y sus hermanos estaban ocupados en sus propios asuntos. Ninguno de ellos dedicaba tanto tiempo a sus caballos, excepto Harry cuando se trataba de Azkabán, pero el animal de por sí lo valía. Se asomó por encima de las paredes del corral y con un par de palmadas al cuello se despidió de su animal. El pasillo del establo estaba vacío por lo que se animó y se aventuró al corral donde el peón solía dejar su caballo.
 
En esos momentos cepillaba las crines con cuidado. Al sentirlo en el corral Blaise lo miró por entre sus propios mechones con la cabeza agachada mientras continuaba con su tarea. El pelirrojo se recostó de una de las tablas del rejón y apoyó su barbilla en sus brazos para verle.
 
Todo el rato que Blaise tardó en cepillar a su caballo, Ron le estuvo observando. Cuando cepillaba las ancas se aventuró a hablar. “Tú también cuidas de tu caballo.” Blaise no le contestó, pero a Ron le pareció que una pequeña sonrisa se instalaba en aquellos labios aún ocultos entre los mechones. Se enderezó y entró, esperando que el moreno le dijera algo pero cuando siguió cepillando al animal se sintió como si Blaise le estuviera dando permiso para ser un poco más atrevido.
 
No estaba demasiado seguro, pero en esos momentos se sentía con la valentía suficiente para tratar y no morir en el intento. Se acercó hasta quedar a espaldas del peón que continuaba con su ejercicio y sin poder evitarlo sus dedos fueron a los mechones que ocultaban el rostro para poder verlo mejor.
 
Blaise se detuvo de a poco y con lentitud volteó el rostro hacia el pelirrojo. Ron nunca había podido verlo bien en los pocos días que llevaba en la hacienda, siempre se le ocultaba, pero ahora podía admirarlo a placer y le pareció divino. Tanto así que su cuerpo se inclinó hacia el moreno y depositó un beso en sus labios. De inmediato se horrorizó por su atrevimiento. Pero cuando los ojos oscuros de Blaise le miraron entre serenos y fascinados, el aire de complicidad se volvió más pesado haciendo que Ron se inclinara nuevamente en un beso más atrevido y demandante.
 
Cuando el moreno le rodeó por el cuello Ron suspiró de alivio mentalmente y sus manos aprisionaron el cuerpo que tanto había deseado contra el suyo.
 
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“Creo que necesito tiempo para pensarlo. ¿Ya tienen dónde quedarse? Hay habitaciones disponibles en la hacienda, así sería más cómodo.” Respondió Harry luego de ver los papeles. Tenía un hambre salvaje, estaba agotado y listo para tomar la carpeta que la joven le había entregado y romperla en pedazos. Pero Lucius le había pedido un favor y a él le había interesado ese favor. “Mañana podemos ir y revisar ese terreno que me dice. ¿Sabe montar a caballo?” Preguntó cerrando la carpeta y dando por terminada la reunión.
 
“Yo…” Antes que Draco pudiera responder concretamente Harry volvió a interrumpirlo.
 
“Ah, no se preocupe, le buscaremos uno bien mansito.” Dijo con una sonrisa que le hirvió la sangre al rubio. “¿Ya comieron? Seguramente no, yo me muero del hambre. ¡Molly!, ¿te queda algo para mí y mis invitados?” Exclamó con un vozarrón que le sacó un pequeñísimo suspiro a la mujer y que hizo que su mascota se acurrucara más cerca en su regazo. Draco tan sólo procedió a levantarse y seguir al hombre hacia la mesa.
 
La pelirroja mujer le dio una mirada de reproche al moreno antes de servir los platos a los invitados y Harry los invitó a sentarse muy efusivamente, sacando la silla para que la morena se sentara a la mesa.
 
La comida pasó entre animada charla o más bien animado monólogo de parte del moreno y una que otra pregunta de la mujer que no dejaba de mostrar abiertamente su admiración. Draco aún se sentía humillado por la forma en que el moreno había permitido que lo confundiera y de cuando en cuando le daba una mirada rencorosa pensando que el moreno no lo veía.
 
Al terminar, Harry le dio la vuelta a la mesa y extendió su mano con delicadeza a la mujer. “Espero que no estén cansados aún, me gustaría mostrarles un poco de la hacienda. En la tarde tiene unas vistas hermosas. Pansy accedió de inmediato, llevando a su mascota en el brazo y arreguindándose sin vergüenza alguna del brazo del moreno.
 
“Supongo que no hay problema con eso. Tengo entendido que mi padre tiene acciones en su hacienda. Sería bueno conocer un poco más en dónde invierte dinero mi padre.”
 
Salieron de la casa y Harry lo llevó por las aceras de piedra que conectaban las diferentes secciones de la hacienda, aquellas más cuidadas, evitando los ranchos de los peones que en la tarde se dedicaban a su aseo y asuntos personales.
 
“Mañana en la noche daré una fiesta para celebrar su llegada, espero no me hagan el desaire de partir antes.” Dijo con una sonrisa encantadora el moreno.
 
“Claro que no.” Exclamó Pansy entusiasmada. “¿Verdad que nos quedaremos, Dray?”
 
“Panse, tenemos otros asuntos que atender.” Dijo un poco molesto el rubio pero intentando no demostrárselo.
 
“Pero el que hayan venido hasta aquí amerita que desempolve mi hospitalidad.” Se volteó a ver al rubio con aquella sonrisa tostada por el sol. “Así podría conocer también a la gente de estas tierras y ver si realmente el negocio que interesa es factible.” Draco no pudo menos que asentir su consentimiento haciendo que Pansy diera un pequeño brinco de felicidad.
 
“Bien… creo que por hoy ha sido suficiente.” Musitó Draco. “Si no es mucha molestia y nos muestra nuestras habitaciones, yo me retiraré a descansar un poco.”
 
“Claro, claro. Además, mañana partimos al despuntar el alba. Lo mejor es que descansen del viaje.” Al escucharle el rubio sintió que se le iba el mundo al piso, no le gustaba madrugar… pero todo era por el bien del negocio que pensaba hacer. Maldijo mentalmente antes de asentir.
 
Fue cuando regresaban que Draco tuvo una vista un poco menos diplomática del hombre. Llevaba a Pansy del brazo y la mujer no se había percatado de nada, pero los ojos verdes vieron a un lado por unos instantes y se endurecieron como gemas. Draco hizo lo mismo apenas el hombre volvió su vista al frente y se sorprendió al reconocer a Blaise. Venía acompañado de uno de los pelirrojos que había visto cenando en la hacienda. No le pareció nada extraño a excepción de la reacción del moreno quien luego del pequeño incidente perdió gran parte de su afabilidad y parecía ansioso por abandonarles.
 
Fue por esa única razón que lo detuvo más de lo necesario cuando le mostró su habitación.
 
“Señor Potter… ¿Por qué no me dijo que era usted de primera instancia?” Dijo apenas vio que pensaba alejarse. El moreno metió las manos a los bolsillos de su pantalón en una actitud algo desafiante.
 
“La verdad, señor Malfoy…” Dijo arrastrando el nombre con algo de malicia. “Necesitaba refrescarme un poco. No me agradaba dar una tan mala primera impresión. Usted vio a un peón y eso está bien. Pero yo soy el dueño de esta hacienda y de vez en cuando tengo que verme como tal.”
 
“Con una hacienda tan grande lo menos que me esperaba es que también hiciera de peón.” Comentó Draco con aparente naturalidad pero el moreno pareció aceptar el comentario como el reto que era y sonrió.
 
“Es la única forma de saber cómo van los negocios realmente en esta parte del mundo. Si llega a convencerme de ese negocio suyo entonces creo que tendrá que ir haciendo espacio para tener una experiencia más cercana con el trabajo <i>cuerpo a cuerpo</i>.” Se le acercó al rubio comprobando que era apenas dos o tres pulgadas más bajo y cuando estuvo tan cerca que Draco pudo sentir su aliento sonrió de lado. “Cuerpo a cuerpo es la única forma de conseguir algunas cosas…” Le dijo con lentitud y con voz cargada haciendo que el rubio se estremeciera de rabia en su interior. Luego se sujetó el sombrero a modo de despedida y volteó para irse. “Que descanse, señor Malfoy. Recuerde que tenemos una cita mañana en la mañana, al despuntar el alba.”
 
Draco esperó unos minutos luego de que el moreno se perdiera de su vista para seguirle. Las enormes zancadas no fueron fáciles de seguir y tuvo que apresurarse. Lo vio regresar a los ranchos y tomar la dirección que el pelirrojo y Blaise habían tomado.
 
No se aventuró más allá y luego de unos minutos agradeció no haberlo hecho. El moreno y el pelirrojo aparecieron de repente de regreso de los ranchos y ambos parecían molestos. A mitad de camino el pelirrojo le dio un formidable empujón al moreno y Draco pensó que llegarían a las manos pero el moreno empujó al pelirrojo con su pecho momento en el cual comenzaron a discutir al parecer en voz más baja pero igualmente fiera.
 
Draco sintió que la piel se le erizaba al verlos así, con la fuerza apenas contenida, provocándose salvajemente a usarla. Y fue entonces que justo a la vista de Draco el moreno levantó la mano, no para pegarle al pelirrojo, sino para sujetarlo por el cuello y devorarle la boca. El beso le llegó hasta la entrepierna y jadeó con sorpresa. Minutos después se separaron y toda la energía viciosa que se había aglomerado entre los dos hombres parecía haberse disipado sin dejar rastro mientras el moreno pegaba su frente con la del pelirrojo sin soltarle el cuello y volvía a susurrarle cosas que no pudo escuchar. Decidió que aquel era el momento de regresarse si no quería ser descubierto y antes de poder ver nada más, se regresó a la habitación y le echó cerrojo a la puerta. Sus manos temblaban y sentía el cuerpo tenso con una emoción desconocida.
 
Quería eso… quería estar allí y ocupar el lugar del pelirrojo… besar esa boca de sonrisa ladeada y arrancarle un gemido de placer, uno que dijera su nombre. Imaginó aquel cuerpo moviéndose, tomando al pelirrojo y de repente lo imaginó debajo suyo mientras él lo cabalgaba. Sería tan delicioso, domarlo, tenerlo comiendo de su mano…
 
Fue entonces que se decidió. El moreno tenía que ser suyo de alguna forma y tenía que ser antes que abandonara la hacienda, aunque se le fuera la vida en ello. Sí, Harry Potter tenía que ser suyo.
 
Su cuerpo reaccionó, excitándose en suaves oleadas de placer pensando en el futuro y en aquel cuerpo moreno desnudo. En ningún momento le pareció una tarea difícil, él había conquistado ejemplares más grandes que aquel y los había hecho gemir bajo su cuerpo como el mejor de los expertos. Harry Potter no estaba fuera de su alcance y eso lo hizo sonreír con malicia porque Draco Malfoy jamás dejaba escapar la presa a la que le había puesto el ojo.
 
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La mañana siguiente llegó a la habitación de Draco en la forma de un par de golpes a su puerta. Todo estaba oscuro aún y se restregó los ojos con pereza y algo de mal humor. “Señor Malfoy, es hora de levantarse.” Escuchó una voz al otro lado de la puerta pero la misma era algo diferente a la del día anterior. Decidió no prestarle demasiada atención pero unos nuevos golpes volvieron a molestarlo. “No me iré hasta que esté bien despierto, órdenes de Harry, señor Malfoy.” Draco gruñó, tanto por tener que levantarse como por ser llamado señor Malfoy.
 
Se levantó molesto, abrió la puerta de golpe para reprender al peón que osaba levantarlo pero se quedó sin habla cuando un pelirrojo de cabellos algo largos lo saludó con una sonrisa maliciosa y el brazo en el dintel. Sólo entonces recordó que había escogido dormir en pijama de pantalón corto y no tenía la camisa. Su mente, a pesar de estar todavía dormida gritó <i>peligro</i>.
 
“Un Malfoy siempre luce bien sin importar la hora, por lo que veo.” Suspiró el hombre con voz ronca. “Charlie Weasley, a sus órdenes.” Dijo con aplomo sin apartarse a pesar que ya estaba bastante cerca del rubio.
 
Draco evitó dar un paso atrás aunque aquellos ojos azules le parecían mucho más salvajes que los de Potter y por ende más peligrosos. “De pequeño conocí a tu padre. ¿Cómo ha estado el señor Lucius? Debe ser algo árido vivir en la ciudad.” Estuvo a punto de contestarle cuando una sombra ominosa cubrió la espalda del peón como un animal peligroso.
 
“Charlie.” Susurró Harry a sus espaldas y el pelirrojo se estremeció pero intentó no demostrarlo. “¿Por qué estás molestando a mis invitados?” Preguntó con mortal seriedad y el pelirrojo sonrió de lado.
 
“Dijiste que el hijo de Lucius estaba en la hacienda y que le echaría un vistazo al terreno. Supuse que iría con nosotros y quise asegurarme de que no fuera a perderse nuestra salida.”
 
“Eres muy amable, Charlie. Pero seré yo quien vaya con el hijo de Lucius. Ustedes irán con el grupo de Bill. Si me hubieras preguntado no lo estarías molestando tan temprano. Yo puedo esperar lo necesario para que su viaje hoy sea placentero, si saliera con los peones sólo perderíamos el día viendo cómo hay algunos que les gusta entretenerse en los asuntos ajenos.” Charlie levantó las manos cuando el tono del moreno se volvió algo furibundo.
 
“Tranquilo, patrón. Estoy seguro que el hijo de Lucius no rechazaría una disculpa.” Dijo volviéndose nuevamente a Draco. El rubio le dio una mirada al moreno quien parecía estar esperando su negativa con placer para poder poner al peón en su lugar allí mismo. Vio entonces la oportunidad de crear algo de fricción para el moreno y le devolvió una sonrisa ladeada al pelirrojo.
 
“Claro que la acepto. De todas formas, ya estaba despierto. Charlie, ¿cierto? Gracias por la preocupación. Los acompaño en un momento.” Y les cerró la puerta.
 
Apenas el rubio cerró la puerta Harry tomó a Charlie del frente de la camisa y lo azotó contra la pared contraria. “No te le acerques.” Susurró viciosamente a lo que el pelirrojo sonrió.
 
“¿O qué? ¿Me darás otra lección, Harry?”
 
“No necesito que te le acerques para darte una lección, pero si lo haces, sabrás que sólo has aprendido lo básico, Charlie.” Y lo soltó empujándolo hacia el pasillo. El pelirrojo no perdió el balance pero le sonrió antes de alejarse por el pasillo. Segundos más tarde dejó escapar una profunda respiración y meneó la cabeza. Un reflejo captó su atención y cuando volteó hacia la puerta de su invitado pudo ver por el hueco de la puerta unos mechones rubios y una pupila gris observándole. Apretó los puños y se alejó a grandes zancadas mientras Draco intentaba hacerle sentido a lo que acababa de ocurrir. Apenas un día en aquella hacienda y sus niveles de adrenalina estaban al máximo. Decidió que era una sensación agradable.
 
Una hora más tarde, luego del desayuno, Harry lo llevó a los corrales para que eligiera un caballo. Los peones ya se habían retirado y sólo estaban los que cuidaban de los animales y los edificios.
 
Luego del desayuno y en una breve conversación, el moreno le había preguntado si podía tutearlo y Draco había accedido, reservándose el derecho de hacerlo también. Le presentó con un ejemplar de un color cenizo oscuro a excepción del trasero que era blanco con manchas grises. “Este es manchas.”
 
“Original.” Musitó al ver al animal que tenía ojos tiernos a pesar de su robustez.
 
“Es bastante manso. Pero no dejes que esa palabra te predisponga contra él. Puede recorrer la finca igual que los demás a un paso más seguro.” Le dijo con cierto orgullo.
 
“¿Si es tan seguro por qué no lo usan?” Harry sonrió mientras le daba unas palmadas en el cuello al animal.
 
“Porque el peón al que se lo habíamos asignado renunció hace dos semanas. Se mudaba con su familia al otro pueblo, razones de salud. ¿Te lo ensillo?” Luego de unos segundos observando con ojo crítico al animal asintió y el moreno comenzó a prepararlo.
 
“Entonces nunca, nunca has montado un caballo.” Comentó el moreno.
 
“No, en la ciudad no hay animales de estos.”
 
“Bien, ¿puedo darte unos consejos?” Aún cuando Draco hubiera querido gritarle que no, que no necesitaba de su ayuda, la razón le gritaba más fuerte.
 
“Claro. ¿Qué debo saber acerca de montar a caballo?” El moreno le dio una fugaz mirada maliciosa antes de continuar aparejando el animal y Draco se sintió a la defensiva.
 
“No te sujetes con las rodillas a la silla. Con mantener la tensión en los estribos es suficiente para no caerse. Si te sujetas con las rodillas no me hago responsable de lo que suceda.” Le advirtió en un tono alegre. Finalmente aparejado el animal le entregó las riendas al rubio y Draco se alegró de que el animal lo siguiera sin siquiera tener que tirar de las correas.
 
Harry subió a su animal y Draco lo imitó, sujetándose de la parte frontal de la silla e impulsándose en el estribo. Agradeció el hallarse en buena forma ya que Manchas era un caballo de gran alzada, casi tanto como el del moreno. El animal del moreno era un animal de color rojizo tostado con crines negras. Apenas sentir el peso de su dueño arqueó el cuello arrogantemente y comenzó a golpear el suelo.
 
Manchas, para desilusión de Draco, luego de sentir su peso, le dio una mirada aburrida a su compañero ensillado y sacudió las crines. “Bien, ya estamos listos.” Exclamó Harry tirando de las riendas un poco y haciendo que su animal diera varios pasos atrás. “Cuando quieras avanzar golpéale suavemente con los talones. Cuando quieras detenerlo no hales las riendas hacia arriba, eso sólo le dirá que se tiene que levantar en sus patas traseras. Si sucediera algo, con sólo decirle <i>a casa</i> y soltarle las riendas él puede encontrar el camino de regreso.”
 
“¿Y si le hablo me contesta?” Preguntó con ironía. El moreno se limitó a espolear su caballo.
 
“¡Claro que contesta, pero dudo que lo puedas entender!” Le gritó a ya a unos metros de distancia y Draco, molesto, golpeó levemente los costados de Manchas que salió a galope tras el animal de Harry.
 
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Gracias por leer.