InuYasha Fan Fiction ❯ Agonia ❯ Desenterrando recuerdos ( Chapter 5 )

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Todos los personajes de Inuyasha, incluido el sexy y misterioso Sesshoumaru y la tierna Rin, son propiedad de la genial y talentosa Rumiko Takahashi.
 
 
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Capitulo 5
 
Desenterrando recuerdos…
 
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Los siguientes dos días, Sesshoumaru los pasó en su habitación sin hablar con nadie o salir. Jaken fue el único que se atrevió a preguntarle que le sucedía, solo para recibir completo y feroz rechazo a su preocupación.
 
Como era de esperarse, el rumor del pleito entre la pequeña y el príncipe había llegado a oídos de los habitantes del castillo. Provocando toda clase de comentarios, que coincidían en preguntarse si la dura coraza del amo se había resquebrajado gracias a la altanería y valor de la niña.
 
En cuanto a Rin, esos dos días le ayudaron a descubrir una gran auto estima y comodidad personal que la reconfortaba, al punto de estar feliz y orgullosa del morete en su rostro, porque era como un trofeo a su valor, una prueba irrefutable que se podía enfrentar al príncipe youkai y sobrevivir.
 
Ahora, días después, trabajaba afanada en agrandar sus dominios, quería un huerto más grande y transformar una parte de la arboleda, en un mini campo florido para su disfrute personal.
 
Se sentía tranquila, y no tener el amor del youkai no le ensombrecía tanto la existencia. Era conciente de que aún lo amaba pero trataba de no pensar demasiado en eso. Había momentos de debilidad, que enfrentaba con alegría, pensando que quizás en un futuro muy lejano, sería capaz de parecerse a él y vivir sin amor.
 
(Creo que nunca lograré sacarlo completamente de mi vida, no importa, algo haré…me hubiera gustado tener hijos…)
 
Al escuchar como Sukime se acercaba, Rin volvió a concentrarse en la tierra dejando que una sonrisa se dibujara en sus labios. La pequeña sabía por su nana, que todos comentaban lo injusto de aquella cachetada, pero alababan la valentía femenina, llamándola cariñosamente `la fiera'.
 
Sukime se sentó detrás de ella contándole de su día y retomando el tema del altercado. Escuchando a su nana, Rin no podía controlar la risa, por un lado seguía reclamándole el intento de abandonarla, y por otro, era claro que todos estaban felices de que se hubiera revelado.
 
Su mejilla estaba de colores y cada vez que recordaba la discusión, le daba rabia, pero mas podía el orgullo de no haberse dejado doblegar. Sukime siguió hablando mientras su niña trabajaba la tierra. Había esperado que los días pasaran para preguntarle como se había sentido al ver a su amo desde su fallida declaración de amor.
 
“Ahem…mi niña, yo quería preguntarte, como te sentiste al verlo?”
 
Rin puso los ojos en blanco y sin dejar de trabajar, torció los labios y soltando una risita le contestó sinceramente a su nana.
 
“Ay nanita se me quería salir el corazón…porque tiene que ser tan bello y odioso al mismo tiempo? Esos ojos tan claros, tan llenos de indiferencia…tenía que enamorarme justamente del youkai más insensible que existe, bueno ni modo, nada que hacer! ya tengo el corazón envenenado!”
 
“Envenenado…acaso sientes que ya no lo amas?”
 
“Bromeas verdad? Me tomará el resto de mi vida olvidarlo, es como un veneno que se me mete por debajo de la piel y su presencia está en todos mis pensamientos…es una perdida de energía, no se merece que ni yo ni nadie lo quiera. Tengo la esperanza de algún día liberarme de este sentimiento, duele mucho estar enamorado sin ser correspondido, por eso es como un veneno, algo que te mata de a poquitos…pero algún día nanita, algún día…!”
 
Rin siguió inclinada sobre la tierra y disimuladamente se limpió una lágrima que rondaba en la esquina de su ojo derecho. Sukime no dijo nada y continúo ayudando a la pequeña.
 
A una gran distancia de ahí, suficiente para no ser detectado por nadie sin él desearlo, Sesshoumaru descansaba sentado en la más alta y fuerte rama de un gran árbol de los que rodeaba su castillo.
 
Si alguien lo hubiera visto, se habría llevado la errónea impresión de que era un hombre disfrutando de una apacible siesta. En realidad, sentía la sangre bullir en su interior a causa de las palabras de Rin, palabras que le llegaban con claridad gracias a sus agudos sentidos youkai.
 
Como se atrevía esa jovencita a decir con tanta propiedad que él representaba una perdida de energía o compararlo con un veneno. El que era el mas fuerte y poderoso de los youkais puros, él, príncipe y guerrero, hijo del legendario Inutashio, devaluado en un abrir y cerrar de ojos por una pequeña de ojos como lagunas esmeralda y pelo negro como el fondo de un abismo.
 
Hablando entre dientes, Sesshoumaru dejó que su indignación se descargara. Quería apartar a Rin de sus pensamientos, pero desde su altercado, su rostro era como una espina clavada en su espalda, y por más que intentara, no lograba sacársela.
 
“Ella que sabe? Es solo una pequeña e insignificante humana…”
 
El youkai cerró los ojos y la imagen de Rin escupiendo sangre se desplegó en su mente, al mismo tiempo, afloraron los recuerdos de una inocente, bulliciosa y adorable niña de 6 años.
 
El contraste entre la pequeña de kimono anaranjado y la mujer de parche en el ojo y mirada furiosa, pareció clarificar un poco la confusión del príncipe. No se había tomado la molestia de conocerla mientras crecía y según él, por eso le impactaba tanto que estuviera tan cambiada.
 
Cuando abrió los ojos, miró su mano frotando las yemas de sus dedos entre sí, recordando la sensación de haber golpeado aquel rostro blanquecino y altanero.
 
(Se lo merecía por soberbia, probablemente deba tener el rostro marcado…)
 
Sesshoumaru permaneció sentado un rato más en la rama. Luego bajó con agilidad y empezó a caminar entre los árboles muy despacio, todo sin dejar de ver la imagen de Rin en su mente.
 
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Una vez que Rin terminó de trabajar, ella y su nana regresaron al ala sur para tomar el almuerzo que Sukime había traído. Cuando terminaron, ambas salieron a caminar sin sospechar que eran observadas por un atormentado youkai de sedosa y plateada melena.
 
Sesshoumaru había llegado al ala sur casi sin proponérselo, desde donde estaba podía ver la mejilla marcada de la que una vez fuera su protegida, frunció el ceño al ver que ya no llevaba el parche sobre el ojo, en cambio un morete marcaba su rostro. Sintió algo extraño al ver el resultado de su furia dibujado con tanta claridad en la cara de Rin.
 
Como hipnotizado, se quedo viéndola reír a carcajadas. Agudizando el oído, supo que la razón eran las anécdotas de Sukime. Anécdotas de cuando ella era una niña y corría por los pasillos en busca de protección de las noches lluviosas.
 
A medida que Sukime hablaba, Sesshoumaru sentía un agujero en el estomago y un hormigueo extenderse por todo el cuerpo cuando sus propios recuerdos, despertaron por las palabras de la youkai.
 
“No te rías Rin, me costaba mucho trabajo alcanzarte mientras corrías por los pasillos llamándolo a gritos…”
 
“Jajajaja perdóname nanita…sabes? eso me molestaba mucho, estar tan lejos de él, me sentía tan desprotegida y por eso corría llamándolo, además que aquellas tormentas daban miedo…la mayoría de las veces él no estaba en el castillo… - Rin suspiro suavemente con el recuerdo de aquella época fresco en su mente - …te acuerdas que una vez que me asuste él si estaba en su habitación?”
 
“Claro, pero fue mas de una vez que dormiste cuidada por él!”
 
“Si cuando le importaba y era amoroso conmigo…bueno a su manera, tu me entiendes!”
 
Sesshoumaru tenía los ojos muy abiertos y las imágenes en su cabeza se movían muy rápido, como si corrieran en libertad fuera del encierro mental en que había estado hasta ese preciso instante.
 
Las dos mujeres siguieron con su paseo, dejándolo a él con la mente llena de imágenes que no parecían suyas y sin embargo solo el podía tenerlas guardadas en los pliegues de su mente. Una mente que por momentos parecía rebelarse contra sus deseos de control y en cambio, ondeaba una bandera de sentimentalismo completamente opuesta a él.
 
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Muchos años atrás…
 
Era una noche oscura y fría con un viento que silbaba enfurecido contra el majestuoso castillo. La lluvia era como miles de agujas que golpeaban el techo enfriando el ambiente. Las nubes negras sobre el castillo, formaban un mar negro e impenetrable, que parecía querer tragarse al castillo de un solo bocado.
 
La habitación estaba en total oscuridad, a pesar de que mantenía un pequeño fuego para alumbrar, el viento lo había apagado. La pequeña figura aferrada a la manta temblaba presa del miedo. Cuando otro trueno resonó en el ambiente, la niña dio un grito y como un resorte se levantó del futón para salir corriendo en busca del consuelo y la protección de la persona más importante en su vida.
 
Con su muñeca Yami bajo el brazo, la menuda figura salio de su habitación. En el momento que estuvo en el pasillo, comenzó a llamar a gritos a su amo. Los gritos de la niña pronto alertaron a Sukime, que dormía en la habitación continua.
 
Restregándose los ojos y asegurando la yukata a su cintura, Sukime se puso de pie y fue en busca de la pequeña para calmarla. Como estaba medio dormida, no cayó en cuenta que a diferencia de las otras noches, el príncipe si estaba en el castillo y no tardaría mucho en escuchar el llamado de la niña.
 
A pesar del temporal, Rin gritaba tan fuerte que pronto sus gritos llegaron a oídos del príncipe. Sesshoumaru estaba en su habitación acostado, entre dormido y despierto. Había regresado de un viaje de reconocimiento de sus dominios, tan solo un par de horas antes.
 
Generalmente el príncipe no dormía mucho, pero justo ese día le hubiera gustado cerrar los ojos y descansar un par de horas. Lamentablemente, no lograba conciliar el sueño, menos con aquella feroz tormenta azotando el castillo.
 
En el instante que escuchó la voz de Rin llamándolo, se incorporó para ponerse la yukata negra, doblada junto a su futón. Una vez que el nudo estuvo hecho alrededor de su cintura, salio de la habitación. Sin hacer ningún ruido bajo las escaleras hasta el piso inferior del castillo.
 
No había terminado de bajar el último escalón, cuando por el pasillo apareció Rin corriendo. Al reconocerlo, la asustada niña se lanzó a sus piernas eufórica de verlo.
 
“Amo tengo miedo!”
 
Arrodillándose, Sesshoumaru trató de hablar con ella, pero al sentir que lo tenía cerca, Rin le lanzó los brazos alrededor del cuello aferrándose como una espora, pegada a él volvió a repetir que tenía miedo de la tormenta y que no la dejara sola.
 
El youkai no dijo nada, simplemente se quedo en esa posición, podía escuchar los pasos de Sukime al acercarse. En un par de segundos, la nana estaba en el pasillo frente a ellos. Al ver al príncipe, a la youkai se le quito el sueño de golpe.
 
“Mi Lord…disculpe, es que ella le tiene mucho miedo a las tormentas…Rin regresemos a la habitación!”
 
Al escuchar a su nana, Rin se aferró aún más al cuello del youkai repitiendo que no quería dormir sola. Sesshoumaru cerró los ojos un segundo y luego miró a Sukime que esperaba para llevarse a la niña de regreso a la cama.
 
Por un momento el youkai consideró la posibilidad de separarse de Rin, pero la desechó cuando la pequeña recostó la cabeza en su hombro en una actitud suplicante y tierna para que no la dejara a merced de su miedo.
 
Pasando su mano por diminuta cintura, Sesshoumaru le susurró que se sujetara bien. En el acto, Rin se pegó a él consolándose en el calor corporal que tanto la tranquilizaba. Con ella aferrada a su cuello, el príncipe se levantó y dándole las buenas noches a Sukime, giró sobre sus talones en dirección a su habitación.
 
La youkai se quedo viendo como el príncipe se alejaba con la niña en brazos. Verlo así, era una prueba innegable de que Rin significaba mucho para él. Encogiéndose de frío, por una ráfaga de viento helado, Sukime regresó sobre sus pasos para seguir durmiendo.
 
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Al llegar a la habitación, Sesshoumaru se arrodilló y trató de poner a Rin en el futón pero ella se negó a separarse de él. Con una vocecita llena de emoción, la pequeña le agradeció por dejarla dormir a su lado. Ajena al efecto que su ternura tenia sobre el youkai, Rin no llego a ver la ínfima sonrisa que se formó en los labios de su amo.
 
Convencido que sería imposible sacarse a la pequeña del pecho, el youkai se acomodó de espaldas al futón. Prácticamente dormida, su protegida se amoldó a su torso al tiempo que deslizaba sus manitas dentro de la yukata del príncipe. Con sus manos en contacto directo con la piel de su amo, la niña se rindió indefensa ante el sueño.
 
Pasando sus dedos por entre los mechones de negro y sedoso cabello, el príncipe finalmente logró conciliar el tan ansiado sueño, a pesar de que afuera, la tormenta arreciaba con más fuerza que antes. Era como si al calor de aquellas manos suaves y pequeñitas, su mente y su cuerpo tuvieran la paz suficiente para poder dormir.
 
Una horas mas tarde, lo suficiente para que el youkai se sintiera descansado. Sesshoumaru despertó y aprovechó para verla dormir a su lado. Una vez dormida, había sido fácil sacársela del pecho. Pero la había acomodado junto a él para complacer sus propios deseos de cercanía con aquella figura inocente y delicada.
 
Su protegida era la esencia de la ternura e inocencia y lo conmovía que a buscara su piel como algo vital. Eso lo hacia sentir como si aquellos pequeños dedos dejaran una marca invisible pero permanente en su piel.
 
Cuando a la mañana siguiente, ella abrió los ojos en una habitación extraña y algo oscura, inmediatamente sonrió porque en el acto recordó que se había dormido al calor de su amado amo. Restregándose los ojos con ambas manos, Rin se sentó en el futón buscándolo con la mirada.
 
“Amo Sesshoumaru esta aquí?”
 
“Que sucede pequeña?”
 
El príncipe estaba sentado frente a ella, resguardado por la penumbra que envolvía la habitación. Sesshoumaru no había movido las cortinas para no despertarla y de paso contemplarla, dejando que su dulce aroma se impregnara aun más en su futón.
 
“Ya es de día? Está muy oscuro!”
 
“Si…quieres claridad?”
 
“Puedo dormir un rato mas? El futón del amo huele rico!”
 
La comisura de los labios youkai se curvó una vez más y Sesshoumaru se quedo inmóvil en su lugar. Estaba seguro que Rin volvería a enroscarse en su futón, pero la vio pasar la mirada del futón a él como decidiendo. Pendiente de ella, el príncipe espero a que la pequeña tomara la decisión, que felizmente era la que él ansiaba.
 
Bostezando una vez mas, Rin se levantó y camino hasta él. Con naturalidad se acomodó en el regazo masculino, que la esperaba con una felicidad reprimida por el usual control de emociones a que estaba acostumbrado. En cuanto estuvo echa un puñito sobre sus piernas y sin percatarse que lo hacía, la pequeña deslizó las manos entre los pliegues de la yukata negra y se volvió a quedar dormida.
 
Sesshoumaru estaba emocionado con el despliegue de cariño y devoción, tanto, que respiró profundamente como para dejar que aquella sensación de placer se esparciera por cada parte de su cuerpo. Eran pocas las veces que sentía tanto bienestar, pero casualmente todas eran cortesía de la pequeña, y el en fondo sabía que jamás se repetiría aquel sentimiento con nadie más.
 
Una hora más tarde, Rin despertó completamente descansada y con una maravillosa y tierna sonrisa adornando su infantil rostro. Separándose de su amo, la pequeña anuncio que tenía hambre por lo que iría en busca de Sukime. Antes de marcharse, Rin recorrió la habitación en busca de algo, lo encontró en el piso, a un lado del futón.
 
Dando unos cuantos pasos, Rin se arrodillo para recoger su muñeca. Abrazándola con fuerza contra su pecho, le dio un beso, luego se aproximo con su muñeca bajo el brazo hasta estar frente a su amo, que la miraba embelezado.
 
“Ella es mi amiga!”
 
“Ya veo, tu amiga tiene nombre?”
 
“Yami, Sukinana la hizo para mi!”
 
Sesshoumaru se quedo en silencio viendo como Rin le acomodaba los mechones de cabello de tela a cada lado de la cara de Yami. Cuando la niña levantó la mirada, por un instante el youkai se perdió en la profundidad de aquellos ojos tan verdes y vivaces sintiendo un escalofrío que sacudió todo su cuerpo.
 
Dando un paso hacia él, Rin le tiro los brazos alrededor del cuello y con ternura le dio un besito en la mejilla, mientras le agradecía por dejarla dormir con el.
 
“Gracias Amo!”
 
El príncipe no le contestó nada, solamente la observo salir de su habitación con Yami bajo el brazo y tarareando algún tipo de canción, que probablemente Sukime le había enseñado.
 
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De vuelta en el presente, Sesshoumaru sentía una presión en el pecho que le dificultaba la respiración pausada. Se sentía indefenso al saber que su mente guardaba con tanta claridad el recuerdo de aquella noche tormentosa. Con horror comprendió que en toda una vida con Rin a su lado, esa no podía ser la única noche de tormenta que el había estado en el castillo.
 
De pie y resguardado por las ramas de un árbol, el príncipe paso el resto de la tarde y hasta la noche, desempolvando todos los recuerdos que tenia de Rin mientras crecía. Eran muchos y todos estaban llenos de la inocencia y jovialidad que caracterizaba a Rin.
 
Poco a poco, recordó que en algún momento de su vida, el conocía a la humana muy bien. Lo que mas lo aterro fue darse cuenta que en aquellos días, apreciaba su sonrisa y ternura como un tesoro. Sin embargo, algo había sucedido que lo había hecho cambiar su actitud para con Rin.
 
Presa del desconcierto y la sensación de poco control sobre si mismo, Sesshoumaru busco desesperadamente la razón por la cual ahora la odiaba. Sin embargo, lo único que su mente le proporcionaba eran mas recuerdos amorosos y tiernos de la pequeña, eso quizás esclarecía un poco la interrogante que lo hostigaba.
 
Todos sus recuerdos eran de Rin siendo una niña y hasta que cumplió mas o menos 17 años. Después de ahí, todo era como una neblina espesa e impenetrable, hasta el momento en que ella le había declarado su amor. Sin duda aquel recuerdo era molesto, pero el que se llevaba todos los honores era su acalorada discusión.
 
Lo único diferente era que lejos de hacerlo sentir incómodo, acordarse como le había escupido e insultado, le provocaba una sensación extraña en su pecho. Si no estuviera estado tan seguro que la odiaba, hubiera jurado que aquel recuerdo le provocaba placer, pero uno jamás experimentado antes.
 
Sofocando esa sensación, cerró los ojos en busca del silencio mental que le permitiera sacar la imagen de Rin de sus pensamientos. Estuvo tanto tiempo ahí, escondido a los ojos de miradas indiscretas, que cuando abrió de nuevo los ojos, ya era de noche. Fue la voz de Rin, despidiéndose de su nana, lo que lo sacó de sus meditaciones.
 
Acomodándose para poder verlas, Sesshoumaru agudizo el oído. Sus ojos estaban clavados en ella, que estaba totalmente ajena a su presencia. Mientras las veía despedirse, el príncipe se preguntó como podían los humanos llevar una existencia placentera con su carencia de poderes sobrenaturales.
 
Después de un beso y un abrazo, Sukime finalmente abandonó el ala sur. Mientras la veía quedarse de pie en el corredor, un pensamiento asaltó a Sesshoumaru, indignado por aquella nueva traición de su mente, el youkai no dudo en fulminar aquella idea en el acto.
 
Quedándose muy quieto, vio como la pequeña tomaba asiento al borde del piso y levantaba la mirada al cielo. Rin estuvo así un buen rato, hasta que algo llamó su atención y decidió ponerse de pie. Siguiéndola con la mirada, el príncipe vio lo que había distraído a Rin.
 
En un arbusto cercano, unas cuantas luciérnagas titilaban en el aire. Entre exasperado y curioso, Sesshoumaru torció la boca al ver como Rin tomaba los bichitos entre sus manos, para luego asomarse por entre los dedos ligeramente abiertos, al tiempo que se reía sola.
 
(Que absurdo! Como puede reírse por algo tan tonto, que tiene de divertido tomar luciérnagas con las manos?…otra estupidez humana…)
 
Cansada de jugar con las luciérnagas, Rin se sentó en el suelo con las rodillas pegadas al pecho. Levantó la cabeza para admirar la luna, que ahora asomaba su pálida faz en el oscuro manto que el cielo le extendía.
 
Desde donde estaba, Sesshoumaru no podía saber lo que ella pensaba, pero si alcanzó a ver la expresión en el rostro femenino. Era una expresión que combinaba juventud, tristeza, tranquilidad y felicidad.
 
En aquel rostro se reflejaban tantas cosas a la vez, que el youkai aparto la mirada hostigado nuevamente por el pensamiento que tan solo minutos antes había desechado como el más potente de los venenos.
 
(Basta ya! Eso no lo aceptare! Es una mujer insignificante…)
 
Después de un rato y doblegada por un viento frío, Rin se puso de pie y entro a su habitación para irse a la cama, totalmente ajena a que era observada por un ser que libraba una lucha interna, desatada por el recuerdo de una noche de tormenta muchos años atrás.
 
Pacientemente, Sesshoumaru espero que Rin encendiera el fuego para iluminar su habitación. Pudo ver la silueta moverse de un lado a otro y luego sentarse en el piso.
 
Movido por una fuerza extraña, que no aceptaba negativas, ni siquiera de él, Sesshoumaru caminó sin hacer ruido hasta estar de pie a un costado de la habitación de Rin, por donde a través de una rendija en la madera, se veía hacia adentro.
 
Sin darse cuenta, sus ojos se suavizaron al verla. Rin estaba sentada en el piso, llevaba una yukata de color azul muy claro. Con un cepillo que mostraba el paso de los años, la insignificante mujer peinaba su larga y brillante cabellera en un ritual de belleza que mantuvo al príncipe sin parpadear hasta que terminó.
 
No podía moverse de donde estaba, espiándola mientras se iba a dormir. Quería ver que otra cosa hacia y como lo hacia. Nuevamente sus pensamientos viajaron al pasado, recordando que cuando era una niña, él disfrutaba de pasar los dedos por su cabello mientras dormía.
 
Una vez más se sintió con mareos, y para el príncipe aquella sensación se estaba repitiendo demasiado seguido, todo por culpa de ella. De la niña que ahora era mujer y se atrevía a insultarlo y decirle amargado. Haciendo una pataleta mental, Sesshoumaru decidió dar media vuelta e irse pero se detuvo al ver que ella se frotaba la mejilla y decía algunas palabras en voz baja, que no tuvo ningún problema en escuchar.
 
“Es un bruto, todavía me duele. No entiendo como no me abrió la cara en dos…ha! Porque yo soy fuerte, se cree el único con fortaleza por estos lados pero no, yo no llore frente a él y por eso gané…”
 
Los ojos ámbar se abrieron en shock, acaso ella se estaba ufanando de haberle ganado la partida solo por no darle gusto de llorar, o escupir sangre a sus pies, como una pequeña fiera. Sesshoumaru lo había escuchado con claridad, y aun así no lo creía.
 
Rin había sido tan fiel siendo una niña, que simplemente era impactante escucharla hablar de esa forma. Sin embargo, algo más que shock sacudía sus entrañas, por raro que pareciera, hubiera podido acercarse a ella sin problemas para iniciar una discusión, esperando que hubiera sangre y palabrotas incluidas.
 
Tocándose la sien con la mano, Sesshoumaru sacudió su cabeza, tratando de espantar aquellos pensamientos. Levanto una vez la mirada y nuevamente no encontró la fuerza para abandonar aquel lugar. Ella seguía sentada en el mismo lugar, pero ahora sostenía el espejo que Toki la había regalado.
 
Inspeccionando su morete, Rin empezó a hablar sin siquiera sospechar que alguien mas estaba oyendo. Quedarse ahí no era solo estar actuando irracionalmente, seria descubrir que Rin era más complicada de lo que él imaginaba.
 
“Que dicha que tengo este espejo para ver como voy sanando…mm porque rayos no me enamoré de alguien bueno y tierno como Toki? Es muy apuesto y amable conmigo, no como `ese sujeto' que es egoísta, grosero, prepotente…los ojos de Toki son calidos y su sonrisa sincera, el otro ni siquiera sabe sonreír, claro si es un amargado…- Rin hizo una pausa para pasar el dedo índice sobre su morado, al apretar la piel una mueca de disgusto apareció en su rostro, sin embargo, se evaporo al instante y siguió hablando-…que habría pasado si en lugar de enamorarse de `ese' me fijo en Toki? Jajaja probablemente también me hubiera rechazado, Sukinana dice que sigue enamorado del recuerdo de su esposa, que romántico!”
 
Dando un suspiro al recordar el bello rostro de la youkai muerta, Rin terminó su monologo con broche de oro.
 
“Si me le hubiera declarado como al abusivo ese, seguro me rechaza pero jamás me habría dicho las cosas horribles que tuve que escuchar…la verdad que me importa, Toki es amable y somos amigos!”
 
Rin dejo que una risita saliera de sus labios, había descubierto que la compañía de Toki la reconfortaba alejándola de su desamor. Sabia también, que el youkai no la veía con ojos de hombre, más de una vez lo había oído murmurar el nombre de su esposa Mizuki, cuando creía que nadie lo escuchaba.
 
Poniendo el espejo a un lado con su cepillo, Rin se aliso el cabello una vez más y después se cobijó, quedándose dormida en el acto. Fuera de la cabaña, Sesshoumaru sentía que su torrente sanguíneo enloquecía y cada parte de su cuerpo pulsaba; arrasado por una indignación que ni siquiera el mismo Inuyasha habría sido capaz de provocarle.
 
Eran tantas las cosas por las que tenía que estar furioso, que su mente no sabia por donde comenzar. Abatido por la impotencia de no poder encararla, Sesshoumaru empezó a caminar alejándose se ahí. No fue muy lejos, regresó al árbol de antes, enfrente de la habitación de Rin pero separado por al menos cien pasos.
 
No sabía que lo enfurecía más, la forma despectiva de llamarlo ese sujeto o que se arrepintiera de estar enamorada de él, o quizás que en un instante, hubiera cabida en su débil corazón para otro hombre. La obvia inclinación por Toki, le hacia apretar la mandíbula hasta el dolor físico, ya que entre él y el cuidador de A-UN había un viejo resentimiento.
 
Toki y el príncipe eran prácticamente de la misma edad, habían sido amigos toda la infancia y parte de su adolescencia, pero se había distanciado cuando Toki abandonó el castillo por varios años. Cuando finalmente regresó, no llegó solo, su esposa Mizuki lo acompañaba. Considerando que una esposa y la subsiguiente familia, era signo de debilidad, Sesshoumaru se separó del único amigo que había tenido.
 
A diferencia del príncipe, Toki no le guardaba ningún rencor por despreciar su amistad, amparado en una definición absurda e inflexible de lo que significaba ser fuerte. Para Toki, Mizuki había sido el gran amor de su vida y aunque las cosas no habían resultado bien, se consideraba un youkai afortunado por haber experimentado aunque fuera por algún tiempo, tanta felicidad al lado de su adorada esposa.
 
Sesshoumaru sabía que su ex amigo guardaba las distancias, siempre había sido un hombre apacible y aunque era extremadamente fuerte y dueño de grandes poderes, formar una familia era uno de sus grandes anhelos. Apartando a Toki de su mente, el príncipe se concentró en Rin.
 
Ella, la causante de tanta incomodidad en su vida, pensaba que Toki era mejor elección que él para enamorarse. Eso lo enloquecía robándole la paz, y lanzando su mente a un torbellino de preguntas a las que el no estaba acostumbrado.
 
Estaba tan aturdido por el sin fin de preguntas sin respuesta, no se percataba de que parte de su desasosiego era que le resultada incomodo, darse cuenta que la pequeña estaba llevando sus días con alegría y gracia, a pesar de que el Gran y poderoso Sesshoumaru había despreciado su insignificante amor.
 
Si se suponía que lo amaba incondicionalmente y con todo su corazón, entonces porque tenía tiempo para darse cuenta que Toki era apuesto, tenía ojos cálidos y sonrisa sincera. Ahogado por aquel mar de sentimientos extraños, concluyó que aquello solo era otra muestra más de la debilidad humana.
 
Irónicamente, su antiguo amigo era el vivo ejemplo de la fidelidad youkai, carente según él, en los humanos pero sobre todo en Rin. A pesar de que habían pasado muchos años, Toki, tal y como la pequeña había dicho, seguía enamorado del recuerdo de Mizuki.
 
Cerrando los ojos, Sesshoumaru recordó el rostro de aquella youkai. Un hermoso y delicado espécimen femenino de su raza. Mizuki se había dedicado en cuerpo y alma a Toki, hasta que murió dando a luz a un cachorro que tampoco logró sobrevivir.
 
Por esa razón Toki no se había marchado del castillo, quería permanecer en el lugar donde había vivido con su amada esposa y experimentado tanta felicidad. Sesshoumaru dejo escapar un suspiro como resignado. La brisa nocturna revolvió su hermoso cabello y el youkai decidió dejar el ala sur, sus sentidos estaban rebosando con el aroma de Rin y quiso apartarse de ahí.
 
Caminando con su acostumbrado sigilo, pronto estuvo frente al establo de A-UN. Esperó un par de minutos y vio la figura de Toki recortada contra la oscuridad. Sesshoumaru sabia que regresaba de su habitual paseo nocturno por los alrededores del castillo, el mismo que hacían los dos cuando eran adolescentes en busca de aventuras.
 
Toki había detectado la presencia de su antiguo amigo desde antes de saltar el muro del castillo. Lo que despertaba su curiosidad era la razón para tan inesperada visita, sin mostrar su asombro, caminó hasta estar junto a él. Al detenerse, admiró las estrellas en el cielo, esperando oír la voz del príncipe.
 
Sesshoumaru miró disimuladamente a Toki, el cabello usualmente recogido, ondeaba completamente suelto; creando un efecto ilusorio a su alrededor, como si nada pudiera herirlo o alterar su serenidad. Sus facciones mostraban apenas el paso de los años, y por un momento recordó lo bien que se llevaban siendo amigos.
 
La serenidad de Toki era muy diferente a la del príncipe, quizás porque le venia de adentro y no infundía temor, mas bien paz. En presencia de Toki todo agradable. Aplacando los recuerdos de su infancia libre de preocupaciones o humanas que se cepillaban el cabello llamándolo `ese sujeto', Sesshoumaru le hablo al youkai con brusquedad.
 
“Donde estabas?”
 
“Viniste a algo en particular o a preguntarme cosas de las que ya sabes la respuesta?”
 
“Porque le haces regalos?”
 
“No sé de que hablas!”
 
Toki realmente no entendía y eso exasperó a Sesshoumaru. Colérico, le lanzó una gélida mirada, no solo por no entender, sino por el tono de voz relajado y sin rastros de formalidad. Toki mantuvo su compostura y le pidió a Sesshoumaru que se explicara. Cuando de mala gana, le dijo que se refería al espejo, el youkai sonrió suavemente.
 
Su mente empezó a trabajar muy rápido, tratando de descifrar como Sesshoumaru conocía de aquel regalo, las posibles respuestas obligaron a Toki a sonreír aún más, porque intuía que el príncipe estaba pisando territorio desconocido y del cual no tenía ningún control. Probablemente por eso detectaba una fibra de ansiedad en sus palabras.
 
“Ahh eso? Era de Mizuki y como la pequeña me la recuerda mucho, quise que lo tuviera. Tu sabes para que vea lo linda que es!”
 
Enfurecido por la aseveración de que Rin era linda, Sesshoumaru increpó a Toki que si estaba loco. Según él, comparar a Mizuki con Rin, era prácticamente una abominación.
 
Riéndose de los dientes para adentro, Toki no tuvo reparos en contestarle sinceramente, consciente que su respuesta alteraría a Sesshoumaru más de lo que ya estaba.
 
“Rin es preciosa y tiene muchas cosas que me recuerdan a mi bella esposa…su sonrisa, su melena larga y sedosa, sabrás que tiene un cabello muy suave, que mas? Esos ojos profundos y llenos de vida, esa manera de reírse tan despreocupadamente y ni se diga de esa ternura que le fluye por las venas…- Toki hizo una pausa intencional para darle mas énfasis a lo que seguía, y ver a Sesshoumaru incómodo - …ella es toda una mujer; hermosa, interesante y con un cuerpo en extremo sensual, claro que ella no se da cuenta…cualquier hombre, de cualquier raza, tendría suerte tenerla, de dormir al calor de su cuerpo, tu sabes despertar en medio de la noche y ver que no estas solo...”
 
Sesshoumaru se atragantó al escuchar a Toki hablar de Rin en aquel tono, alabando sus atributos físicos y espirituales. Simplemente no podía concebirlo. Estaba convencido que ella no era hermosa o interesante, mas que todo, porque su mente se aferraba a la noción infantil de aquella mujer que Toki consideraba interesante y sensual.
 
Que le insinuara que tenía un cuerpo cálido y capaz de dar placer, le revolvía el estómago. Estaba seguro que los goces carnales era solo una debilidad de la que él fácilmente podía prescindir. En un rincón de su mente, le enfureció que Toki dijera con tanta propiedad que el cabello de Rin era suave, Sin saber que decir, el príncipe le prohibió a Toki, en forma áspera que no le hiciera más regalos.
 
“Te prohíbo que le hagas mas regalos. Como le puedes dar las cosas de Mizuki a esa humana insignificante y ruidosa?”
 
Ensanchando su pecho a todo lo que daba, en una demostración silenciosa de su apabullante presencia física, Toki casualmente le dijo a Sesshoumaru que se fuera al cuerno.
 
“Haré con las cosas de mi esposa lo que yo quiera viejo amigo!”
 
Sesshoumaru bufó hastiado, sabía muy bien que jamás obligaría a Toki a nada. Además tenía razón, si le daba la gana podía quemar las pertenencias de Mizuki, y no había nada que él o nadie mas, pudiera hacer para impedirlo.
 
Ambos se quedaron en silencio, admirando la quietud de la noche que los envolvía. Eran como dos polos opuestos de una misma cosa. Cada uno convencido que el otro estaba equivocado sobre Rin, pero solo uno tenía razón. De pronto, Sesshoumaru cayo en cuenta que Toki había dicho con mucha propiedad que el cabello de Rin era suave, dejando que su mente alterada sacara conclusiones erróneas; Sesshoumaru le advirtió a Toki que no toleraría mezcolanzas de sangre en su propio castillo.
 
El fornido cuidador de dragones, parpadeó para contener la risa ante semejante ultimátum. Con cada minuto que pasaba, comprendía que algo había sucedido y Sesshoumaru estaba actuando demasiado impulsivo para ser el mismo. Cerro los ojos un momento y deseó con todo su corazón, que aquellas palabras se volvieran la sentencia que amordazara al príncipe de por vida.
 
“Como dije antes, cualquiera sería afortunado de tenerla como pareja. Pero la pequeña ama solo a una persona. Me agrada mucho cuando viene a visitarme y conversamos, he descubierto que esa pequeña alegra mis días”
 
Toki se movió para retirarse a su habitación, pero se detuvo al sonido de la voz de Sesshoumaru.
 
“Hablas puras sandeces!”
 
Toki se echó una risita burlona y tranquilamente le dijo que extrañaba tener combate con algún oponente digno. Luego se alejó, y se perdió en las sombras nocturnas, dejando a Sesshoumaru perplejo y sintiendo nauseas.
 
Se sentía extraño, como si su cuerpo y mente se hubieran separado de él, para dejarse llevar por una fuerza ajena a su control. Si hubiera podido, habría gritado a los cuatro vientos su frustración y desasosiego, por permitir que las palabras irracionales de Toki lo turbaran tanto.
 
Como lo habría calmado fajarse en combate con un oponente tan poderoso y fuerte como el sereno cuidador de dragones. Guardando aquella idea para después, murmuro entre dientes.
 
“Otro momento será, necesito alejarme de aquí…ella no es linda…es una…es una maldita distracción!”
 
Sentado frente a la puerta de su habitación, el youkai de ojos cálidos, observó con una gran sonrisa, como Sesshoumaru abandonaba el castillo.
 
“Que extraño se comporta, podría jurar que esta celoso, y como sabe que Rin tiene el espejo de Mizuki?”
 
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Esa noche, Sesshoumaru viajo sin rumbo fijo durante toda la noche. Al llegar el día, se sorprendió regresando al castillo, en su inflexibilidad para consigo mismo, no quería reconocer las verdaderas razones por las que deseaba regresar al castillo.
 
Llego a sus dominios justo a tiempo para ver una escena que le revolvió las vísceras. Por lo que sus ojos observaban, no había duda que el momento para un combate, con un oponente formidable había llegado.
 
Primero ajustaría cuentas con él y luego con ella. Durante la noche los últimos recuerdos que con tanta ahínco había logrado desterrar de su mente, lograron regresar definitivamente. De todos los instantes de la vida de aquella molestia con ojos verdes, uno por sobre todos, le escocía la conciencia.
 
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Las gracias a: Sempais 1, 2 y 3, Crystal Darling, La Mami, Arline, Elen Ses, Dani, Adri, Azuky, Montse, Eva, Nelly CC, Saya, Mourisan, Fannychan, Umi, Ibette, Fenixgirl, Anamaceta, KagRin Adriana, Kirika, Lady Sesshoumaru, Alcione-chan, The Queen of Halloween, Agaue, Skade, Tamy, Justary, Daulaci, Tariga, Paulina, Giuliana, Ashura, Ania-san, Syren, SBM-Angie, Sca, Yamagi Ice, Miry, Fabisa, Megumi07, Numat, Mayreni, Degollada y CCS64 (las hermanitas dibujantes), Fims1987, Syrenbattou, AlmaShalom, Aki-chan, Pandora Youkai, Rin chan, Angel sin alas, Tigresita, Susy, Victoria, HawKAngel, Ariadna (gracias por tus reviews y disculpa que no te haya contestado antes, tomare en cuenta lo que me pediste de K+I), Riullin, Jennifer, Lian Li, Kykio Inuyasha…
 
Felicidades a Stefi y M.G. por sus enamorados! Que suerte tienen esos chikos :P
 
Todas son muy lindas al tomarse el tiempo para leer. Un besote a todas…(sigue Zetus trabajando para publicar otro cap pronto)