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Capítulo 7
Cambio de actitud
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Cuando Sukime entró al cuarto de Sesshoumaru para asearlo, poco le faltó para desmayarse del susto. Acostado en el futón, dándole la espalda a la puerta y claridad del día, estaba el príncipe.
Retrocediendo un paso, la youkai titubeó un segundo antes de arrodillarse junto a su amo. Estirando la mano muy lentamente, tocó al príncipe en el hombro.
“Sesshoumaru-sama?”
“Que?”
“Nos tenía muy preocupados, nunca se había ido tanto tiempo!”
El youkai abrió los ojos y resopló con desgano. Tenía tan solo un par de horas de haber llegado, y no podía quitarse la imagen de la pequeña que le recordaba a Rin.
No era solo la imagen de aquella niña extraña, que lo transportaba hasta días pasados. Era que lejos de ofrecer alivio, haberse confesado, liberó sentimientos con los que no quería lidiar.
Dejando escapar un silencioso suspiro, se sentó sobre el futón sintiéndose agotado mentalmente. No podía seguir evadiendo aquel montón de sensaciones, necesitaba encontrar algún tipo de solución a su dilema y así ocupar su mente con algo más, aparte de Rin.
Acomodándose sin encarar a Sukime, inquirió sobre la pequeña en un tono áspero, pero que guardaba un toque de tribulación.
“Donde está ella?”
“E-ella…se refiere a Rin?”
“Claro que ella, quien más?”
Sukime apretó los labios asombrada, era muy extraño verlo en aquella actitud, mostrando interés por alguien, pero se mantuvo en silencio, no le correspondía a ella cuestionar a su amo.
“En el ala sur!”
“Cómo está?”
“Bien!”
Sesshoumaru se extraño con la rapidez que Sukime le contestó, realmente esperaba otra reacción, una respuesta mas dramática. Apartando la sensación de malestar que eso le provocaba, habló con acidez.
“Termina rápido y que me preparen el baño!”
“Si amo!”
Después de un baño relajante, que pareció liberarlo de su pesadez emocional, el príncipe salió a recorrer el castillo. Rin estaba en el ala sur trabajando en su huerto, sin saber que había regresado.
Habían pasado tantos días, semanas realmente, que su corazón se sentía tranquilo, mas bien adormecido, pero ella se hacia a la idea de estar superando su dolor. Su tranquilidad era, porque estaba convencida que nunca mas tendría que verlo o hablarle. En su mente no había duda que las palabras que se dijeron semanas antes, habían sido las últimas.
El youkai recorrió todo el castillo y terminó escondido entre los árboles que rodeaban el huerto. De pie completamente inmóvil, podía sentir el delicado aroma y cerró los ojos para recordar su sonrisa, pero la imagen sonriente en su cabeza, era de una Rin mucho más joven e inocente.
Resoplando imperceptiblemente, Sesshoumaru desvaneció aquella imagen y se volteó para escuchar lo que decía. Parecía maldecir entre dientes, por haber olvidado el abono para la tierra.
Pacientemente, el príncipe espero a que regresara. Completamente indiferente a la mirada inquisidora entre los árboles, se arrodilló en el suelo y puso el saco de abono a un lado. Luego, sacó una cinta de entre sus ropas, y se recogió el cabello en una cola.
El demonio estaba hostigado por el cambio en la relación con su protegida. Recordaba sin cesar el último encuentro entre ellos, y entre mas lo hacía, los detalles físicos de Rin se clarificaban más y mas, grabándose en su mente como una marca permanente.
Su cabello negro como la noche y suave como la seda. Sus ojos verdes y profundos, su piel blanca e inmaculada. Su cuerpo de mujer tibio y sensual, como Toki lo había descrito. Pero sobre todo, lo diferente que era ahora, dejando ver, sin duda posible, que se había convertido en toda una mujer.
Aquella realidad, indudablemente le recordaba una y otra vez, que en su vida no había ninguna figura femenina, y en un lugar oscuro de sí mismo, una fibra de duda, palpitaba llena de fuerza. Ya no estaba tan seguro de no necesitar amor o compañía en su vida. Era como si tuviera un vacío en su alma, que por años quiso obviar, pero ahora era como una montaña insuperable.
Concentrándose en ella, se dio cuenta que mientras trabaja, cantaba. Extrañado, Sesshoumaru frunció el ceño, porque se había imaginado a Rin deprimida, débil y triste después de saber que en algún punto de su existencia, su amor había tenido una ínfima posibilidad de ser correspondido.
Dominado por un sentimiento extraño, Sesshoumaru salió de su refugio natural, dando tres pasos hacia ella. Estaba tan concentrada que al principio no se dio cuenta, pero luego sintió el peso de alguien que la miraba con insistencia.
Creyendo que era cualquiera menos Sesshoumaru, Rin se volteó con una sonrisa. En el instante que lo reconoció, la sonrisa se transformó en mueca de asco y su mirada se endureció, como si estuviera en la presencia de un ser horrible y repugnante, lo que escondía a la perfección, su turbación por volverlo a ver.
El desagrado ante su presencia fue tan claro, que el príncipe sintió una punzada en la boca del estómago y la sangre en sus venas pareció bullir. Clavando la diminuta pala en el suelo con furia, Rin le preguntó con tono ácido e irrespetuoso, que hacia ahí parado.
“Este es mi castillo, puedo estar donde me plazca!”
“Tiene que ser justamente aquí?”
“No tengo que darte explicaciones!”
Viéndolo con los ojos entrecerrados, Rin trató de comprender que hacía él ahí pero fue inútil. Moviendo la cabeza como si quisiera sacudir pensamientos extraños, torció la boca y se dispuso a recoger las herramientas para alejarse de ahí.
Sesshoumaru no perdía ni uno solo de sus movimientos, aprovechando sus extraordinarios sentidos, escuchó el latir de corazón humano, y se sorprendió al no percibir ninguna agitación. No había forma de que ella supiera lo que él podía hacer, por lo que estaba siendo sincera. Su presencia no causaba agitación, solo incomodidad.
Una vez que recogió todas sus cosas, empezó a caminar en dirección a su habitación. Sesshoumaru pensó que pasaría de largo sin hablarle, pero estaba equivocado.
“Porque disfruta atormentándome, no me hizo bastante la última vez?”
Sesshoumaru se la quedó viendo con genuino asombro y le dijo que él no atormentaba a nadie. Rin apretó los labios y aunque hubiera querido darle una patada, se contuvo porque no había nadie alrededor que la salvara de la ira youkai.
“Que hace aquí?... - Rin se interrumpió y creyó dar con la razón de aquel encuentro -… ya entendí! Quiere asegurarse que este deprimida y llorando por no tener su amor, pues ni lo sueñe!”
El youkai volvió a sentir la punzada en su estómago, solo que esta vez sintió un frío recorrer todo su cuerpo. Había tanta decisión y fuerza en las palabras de Rin, que estaba asombrado. Deseoso de más palabras fuertes, se esmeró en ser hiriente.
“Me han dicho que los humanos cuando tienen un desilución amorosa buscan la soledad…acaso ya no tienes sentimientos por mí, tu amor se evaporó?”
Rin respiró profundo y cerró los ojos para darse fuerzas, verlo frente a ella era una tortura pero tenía que proteger su corazón de tanta crueldad. Las palabras de Sesshoumaru eran vacías y preguntarle por sus sentimientos no implicaba nada especial, era simplemente otra forma de hacerla sentir menos.
Sin contestarle nada, siguió caminando y aguantó las lágrimas hasta entrar a su habitación. En el huerto, el youkai hizo una mueca de desagrado y con su acostumbrada gracia caminó alejándose de aquel lugar.
Al caminar de regreso al ala principal del castillo, había algo en su mente que lo molestaba. Por un instante al observar como Rin se alejaba sin responderle, sintió como si de pronto se volviera invisible ante los ojos de aquella mujer que tan solo semanas antes se había humillado para declararle su amor.
Los dias siguientes a aquel encuentro, pasaron lentamente para ambos. Aunque quería ir, no se atrevió a visitar el huerto por temor a encontrarlo, y Sesshoumaru salió de su habitacion solamente cuando nadie podía verlo.
Algo en la actitud de Rin lo ponía incómodo, y después de mucho darle vueltas, comprendió no le gustaba que ella se mostrara tan fuerte y decidida. Presa de su gran ego, era inconcebible que encontrara paz y felicidad sin su amor.
En lugar de desmoronarse, se había forjado un diario vivir que le permitía cantar, todo a pesar de no tenerlo. El príncipe youkai, su salvador poderoso e invencible, obviamente había pasado a segundo plano; ya no formaba parte de la lista de personas importantes en su vida.
No se dio cuenta cuando su mente se alejó de cualquier cosa que no fuera Rin, y los días del príncipe se transformaron lentamente en un ritual de observación silenciosa.
Verla pasear entre los árboles, trabajando en el huerto o cepillándose antes de dormir con una sonrisa en los labios, se había convertido en su nueva rutina. La observaba embelezado y sin parpadear en busca de una prueba de que estaba devastada por su desamor, pero nunca veía nada.
Su mente se llenó tanto de ella, que hasta llegó a pensar que Rin sabía que la estaba viendo, pero lo ignoraba adrede. Cuando se mostraba pensativa, no podía evitar preguntarse si estaba pensando en él, y le hostigaba no conocer la verdad.
Fue tanto el desconcierto que sentía, que en tres ocasiones se dejó ver, interponiéndose en su camino del huerto al ala sur. Sin embargo, lo que recibió simplemente lo amargó aún más. Al verlo de pie, en su camino, Rin hacía gala de toda su fortaleza y simplemente lo rodeaba sin mirarlo o inmutarse.
Le revolvía las viseras que lo ignorara de aquella manera tan descarada, él no era cualquier ser, merecía respeto y no era el youkai más imponente de toda la región solo para que una mujer humana sin poderes, con un corazón débil y enamorado lo ignorara.
Todo empeoró cuando empezó a escuchar la voz de Rin en su cabeza. Era increíble darse cuenta que recordaba todas y cada una de las cosas que ella le había dicho alguna vez.
Con amargura y desconcierto, aceptó que aquella voz que hasta hacía semanas lo atormentaba; ahora era solo y exclusivamente para Sukime o los demás sirvientes. Antes ella acostumbraba hablarle solo a él, pero ya no más. Gracias a su propia decisión, ya no era el blanco de sus atenciones.
Los días continuaron acumulándose, al igual que sus encuentros, pero, la actitud de Rin lejos de ablandarse, parecía fortalecerse. Ya tampoco estaba tan seguro de la debilidad humana y eso resquebrajaba su paz.
Para Rin era muy desconcertante voltear en cualquier momento y toparse con la figura inmóvil de Sesshoumaru viendo en su dirección. Al preguntarle a Sukime, la anciana no supo que decirle, más que el amo estaba actuando raro.
Solo una persona pensaba diferente, Soyomi le había dicho que actuar raro era lo de menos, según ella, Sesshoumaru tenía duda en su mirada.
“Duda? Pero de que?”
“Por tu culpa, apuesto que quería verte llorando y hecha pedazos, pero como estas sembrando y cantando tus canciones tontas le entra la duda!”
“Omi yo creo que estas un poco loca!”
“Puede ser, pero en su mirada hay duda!”
Rin suspiró y enterró las palabras de Omi en el olvido. Sesshoumaru no podía sentir duda, probablemente lo que quería era hacerla sufrir y ella eso no lo iba a permitir.
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Estaba recostado a un árbol cuando Rin pasó con sus herramientas hacia su habitación. Al reconocer los pies del príncipe, la pequeña aminoró el paso y se detuvo viéndolo con los ojos muy abiertos.
El peso de la mirada esmeralda, hizo que Sesshoumaru levantara los ojos. Con voz suave y pausada, Rin le preguntó que quería de ella, porque siempre estaba como vigilándola, pero no obtuvo respuesta. Resignada ante el hermetismo youkai, no encontró más palabras que decirle lo raro que estaba.
“Se comporta muy raro…aún para ser usted!”
Sesshoumaru la escudriñó un instante y apartó la mirada, dándole la oportunidad de alejarse en silencio. Una vez que la silueta se perdió entre las sombras, el príncipe escuchó lo que por momentos parecía ser una plaga inmune a todo su poder.
“La pequeña tiene mucha razón amigo, te comportas muy raro!”
Como respuesta, Toki recibió un gruñido grave y amenazador, lo que provocó una carcajada, que a Sesshoumaru le parecía como agujas en sus oídos. No quería escuchar a Toki o sus supuestas estupideces, no desde de su último encuentro.
“Acaso estas espiándome insolente?”
“Claro que no, me aseguro que la pequeña esta sana y salva!”
El youkai bufó, restándole importancia a la preocupación de Toki y le aseguró que no pondría ni un solo dedo sobre la `apestosa humana'. Con una sonrisa, el cuidador de dragones le lanzó una curva que ni siquiera el mismo Sesshoumaru pudo esquivar.
“Apestosa? Yo creo que no, te conozco y sé que cuando cierras los ojos es para percibir mejor los aromas a tu alrededor…dime amigo mío, que es lo que te atormenta, porque te has convertido en su sombra?”
Sesshoumaru siseó con la boca apretada y le dedicó a Toki una mirada asesina, mientras cerraba su única mano en un puño, con tanta fuerza que se clavó las garras en la palma, provocando que un hilo de sangre se escurriera por los pliegues de su mano cerrada.
“Maldito seas Toki, no tengo que darte explicaciones ni a ti ni a nadie!”
“Eso no es verdad, sabes perfectamente que le debes una explicación a la persona que cautivó tu corazón. Pero, si crees que eres tan poderoso como para escapar de tu propia conciencia, buena suerte!! Si te lo propusieras podrías ganar su cariño de nuevo…si yo tuviera otra oportunidad para estar con Mizuki, aunque fuera solo un instante, no lo pensaría”
Entre los árboles que los rodeaban, el aire pareció hacerse muy denso por un instante, mientras el eco de aquellas palabras, retumbaban en el vacío del alma youkai. Mirando su palma enrojecida, Sesshoumaru cerró los ojos y respiró profundamente antes de regresar a su habitación.
Toki durmió complacido de pensar, que la entereza de su amigo, estaba llegando a su fin. Aún si no sucumbía a sus sentimientos por Rin, por lo menos lo había intentado por todos los medios.
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Fueron dos días que Rin no vio a Sesshoumaru, por lo que supuso que el comportamiento extraño había llegado a su fin, y eso significaba que podía volver a su rutina.
Sin embargo, la realidad era otra y las palabras de Toki habían calado muy hondo. Era verdad que le debía una explicación a Rin, aún cuando había tratado de posponerlo con todas sus fuerzas. La verdad era que ni siquiera él, era inmune al peso de su propia conciencia.
Cuando Rin salió del sendero cargando sus cosas, su sorpresa fue tal al ver a Sesshoumaru sentado en el borde del piso, que dejó caer sus fardos y el corazón empezó a palpitarle con fuerza, porque la expresión de Sesshoumaru era muy diferente a la que había visto en los últimos días.
Algo en aquella mirada profunda le dio escalofríos, por lo que no se atrevió a dar un paso mas, quedándose como estatua frente a él. Al ponerse de pie, Rin pudo ver que inclusive la forma de vestir había cambiado, en lugar de kimono blanco, uno negro con detalles en rojo se ceñía a la silueta de un solo brazo.
Cerrando los ojos, como si quisiera apartar de su visión un fantasma, Rin tragó saliva y siguió sin decir nada. Algo en su mente le indicaba que él estaba ahí para decirle algo. Como ella tan elocuentemente lo había dicho, lo conocía muy bien.
Sesshoumaru recorrió sus facciones un instante y luego pronunció las palabras calmadamente.
“No me atreví a quererte porque eras mi única debilidad!”
Rin sintió como si le clavaran una puñalada en el pecho. A pesar de estar completamente anonadada, sabia que para él, debilidad era un concepto inaceptable, y aquellas palabras eran lo más cercano que iba a recibir a una explicación.
Aturdida, y sin ocultar sin dolor, empezó a caminar dejando a Sesshoumaru solo e internándose de nuevo en el bosque, buscando la familiaridad de su huerto. Aquella reacción, que más bien parecía un desprecio silencioso, dejó al youkai sumergido en un nuevo nivel de descontrol, del cual no estaba seguro poder recuperarse.
Mientras se alejaba, Rin empezó a llorar y no le importó que él se diera cuenta. Las horas pasaron y muy entrada la noche, Rin regresó deseosa de poder recostarse. Jamás lo habría creído, pero Sesshoumaru estaba sentado en el techo esperando por ella. Estando ahí, el aire parecía menos raro y más fácil de respirar.
En silencio y con los ojos cerrados, la escuchó mientras se preparaba para dormir. No se atrevió a verla por la rendija de la pared, porque sentía que la `explicación' de la tarde era suficiente por un día.
Acostada, y con la vista fija en el techo, Rin repasó las palabras una vez más. Estaba claro como el agua, que aquella explicación significaba una especie de tregua. El había admitido haberla querido en algún momento y ahora ella debía aceptar el hecho que jamás tendría su amor.
Rin cerró los ojos y las lágrimas corrieron mejillas abajo, tenía que ser fuerte y aceptar la realidad de las cosas; permanecería en el castillo hasta que la energía de su vida se extinguiera. Para ella, el amor era solo una ilusión evaporada en el aire.
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