Rurouni Kenshin Fan Fiction ❯ De seres mágicos y bestias legendarias ❯ Confrontaciones, Final ( Chapter 27 )
NO. Lamento comunicarles que aunque me muero por que sea de otra manera, no tengo ningún derecho sobre Rurouni Kenshin, sus personajes, o la línea argumental original de Watsuki-sama.
Asiyah y otros personajes originales creados por mi pluma son míos y me reservo los derechos sobre ellos. Aquellos que deseen usarlos en alguna obra propia, no tienen más que pedírmelo.
Nota : Como en los capítulos anteriores, van a encontrar situaciones y/o diálogos familiares. Algunos son tomados y traducidos de las traducciones del manga de Maigo-chan, con mi propia interpretación y el giro adecuado para este fic
Vale la nota del capítulo anterior: este tanto como 'Confrontaciones, segunda parte' no son de mi particular agrado. Posiblemente los rescriba o edite en el futuro. Me parece que no tienen la misma calidad o estilo que el resto de la historia.
Los dejo, esperando oír sus opiniones pronto.
Saludos.
Firuze
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Confrontaciones, final
Solo se sentía flotar, ingrávida.
Estaba en medio de una enorme nada blanca, en cada extremo un portal.
La confusión la embargaba. No sabía dónde estaba, ni como había llegado allí.
Sólo sabía algo: no estaba en el reino de los Demonios.
Miró ambos portales.
Uno de ellos presentaba un aspecto gris, poco atractivo. El otro estaba envuelto en una brillante luz, inmensamente atractiva, casi irresistible. Comenzó a caminar hacia este último.
- ¿Estás segura de que eso es lo que realmente quieres?- le preguntó una voz familiar.
Sorprendida Asiyah giró sobre sí misma, para enfrentarse con la figura de Tomoe. Pero no era la etérea presencia que solía visitarla, tenía un aire de mucha mayor realidad que de costumbre. Hasta sus mejillas tenía un brillo de vida que nunca había advertido, aún antes de descubrir que solo era un espíritu.
- ¿Dónde estamos? ¿Qué hacemos aquí?- y de pronto Asiyah recordó- ¡Tú deberías estar evitando que Enishi atacara a Kenshin!
- Demasiado tarde para ello. Pero las cosas están tomando otro rumbo ahora. Creo que todo saldrá bien después de todo. En cuanto a tu pregunta, estamos en el istmo
- ¿Istmo?
- El puente entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. No estas muerta, no eres un espíritu aún... pero tampoco estás completamente viva.
Asiyah sintió que las piernas le temblaban.
- Estás aquí porque tienes la opción de elegir. Tú como yo, tienes asuntos inconclusos con los vivos. Aún así, se te presentan dos opciones, las habituales para tu gente, ya que tú no puedes quedarte aquí como yo, para guardar a tus seres amados o tratar de solucionar tus deudas desde aquí.
- ¿Qué... opciones... son esas?
- Puedes elegir desprenderte definitivamente de tu cuerpo, en otras palabras, simplemente morir, y entonces dirigirte hacia adonde ibas... - el sonido de sorpresa que Asiyah emitió produjo una mirada de cierto reproche en la compuesta dama de blanco- O... puedes elegir la otra salida... y seguir viviendo.
- No hay nada para mí allí- Asiyah señaló tristemente la salida gris, y dio la vuelta quedando frente al camino que conducía hacia la luz- No hay nada que elegir...
- Si fuese así, no estarías aquí... sino allí. Créeme, cuando tu tiempo ha llegado y no tienes opciones, te envían al lugar de la luz directamente...
- No tengo nada que me ate a la vida. No tengo lugar adónde ir, no tengo nadie que me necesite o me extrañe, no tengo nada por qué luchar...
- ¡Qué patética!
- Ni siquiera cuando estoy a punto de morir me salvo de escuchar esas palabras... - una risa amarga escapó de sus labios, mientras comenzaba a caminar.- Tomoe-san, como ya dije antes fue un placer conocerte. Lamento haberte defraudado.
- Cuando Akira murió, sentí que mi vida había acabado.-
Asiyah se detuvo sorprendida ante la confesión y giró, mirando a la otra mujer a los ojos
- Sólo seguí adelante y no acabé con mi vida porque tenía un deber hacia él que cumplir. Porque fue mi culpa que él saliera para Kyoto, si yo hubiese expresado lo que sentía...- Tomoe se detuvo por un instante y Asiyah creyó notar dolor en sus helados e imperturbables ojos- Fue el mismo error que tú cometiste no descubriendo las cosas a tiempo.
Ahora era Asiyah la que sentía una punzada de dolor y culpa. Tomoe prosiguió
- Luego conocí a tu... - rápidamente Tomoe se corrigió- luego conocí a Kenshin, cuando lo hice de verdad, más allá de su locura y del Hitokiri, supe que había vivido equivocada y decidí enmendar mi error. Y como tú cuando viniste a mi rescate para salvar a mi hermano, decidí librarlo de sus enemigos. Y dí mi vida por él, porque no hubiese soportado que otra vez alguien muriese por yo no había hecho lo correcto. Cumplí con mi deber y no había otro camino para mí. Pero Enishi quedó solo y vio lo que no debía, y de la peor manera posible. Elegí pagar mi culpa quedándome aquí como guardiana y protectora de Kenshin y de mi hermano hasta que las cosas se enmendasen completamente. Creí que lo conseguiría a través tuyo. Y aún pienso de esa manera.
- Pues te volviste a equivocar...- otra risa amarga brotó de los labios de Asiyah, mientras regresaba al camino que la llevaría hacia el lugar de luz.
- Tú tienes una responsabilidad similar a la mía, y una elección similar también. Puedes dejar tu tarea inconclusa, con imprevisibles resultados para todos, o cumplir con tu obligación y volver a cargar con lo que se ha encomendado a tu cuidado.
- Hice lo que pude. No pidas de mí lo que no me es posible ofrecer.
- Yo sé que tú eres la indicada. Sé que eres capaz de lograrlo. Eres como...- la voz de Tomoe se hizo un susurro apenas.
- ¿Cómo quién?- Asiyah se dio vuelta, intrigada.
- Como tu hermano.
- ¿Tomoe-san? ¿De qué estas hablando? Yo no tengo hermanos... ni hermanas
- El tiempo apremia y debes decidir.- la Dama de Blanco sabía que aquel no era ni el tiempo ni el lugar para revelaciones- Pero debo decirte que si ahora eliges morir, el objetivo que pretendiste lograr rescatándome se perderá. Porque podré evitar que Enishi mate a Kenshin y sus amigos y familia. Pero él se perderá. No sobrevivirá solo.
- Yo... he tomado precauciones... he dejado cartas e instrucciones...
- Necesitará mucho más que eso...
- ¡No sirvo para esto! ¿No te das cuenta? ¡Búscate a otra!- con paso resuelto reinició el camino hacia la luz.
- ¿Vas a dejar que lo aprisionen, lo esclavicen y lo utilicen?
- Estoy cansada... tan cansada... Sólo quiero dormir, descansar... allí donde todo parece estar silencioso y tranquilo.- musitó Asiyah señalando la luz.-
- Nadie dijo que fuese fácil... ¿Vas a darle la razón a los hechiceros? Te conozco mejor que ellos y sé que no eres una cobarde y no huyes de los retos. Asiyah, no dejarán que Enishi salga de Japón... El Alto Consejo es inmisericorde y tienen planes para él y las otras Bestias... debes ayudarlo a salir de allí... Llevarlo de nuevo al Continente o a otro sitio. Protégelo.
Asiyah suspiró. El día que había decidido rescatar a Enishi de las arenas del Taklimakan había adquirido una responsabilidad sobre su bienestar. No tenía otra opción más que regresar y tomar nuevamente la carga sobre sus hombros.
Con paso decidido, marchó hacia la salida teñida de grises de la vida mundanal, no sin antes echar una mirada cargada de amargura hacia Tomoe.
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Primero había sido el extraño anciano al que seguían los pájaros.
Al principio, sus esfuerzos habían llegado al mismo punto de los de sus amigos. Pero cuando el hombre abrió aquella botella de perfume, la catarata de recuerdos lo asaltó y todo su ser se sacudió en una nueva agonía.
- Por favor... quítala de aquí... esa esencia
- El perfume a ciruelo blanco en flor siempre trae recuerdos... Ah, así que a ti también te recuerda a algo... Dicen que la esencia de capullos de ciruelo blanco apacigua los corazones...
Luego había llegado Tsubame... Y nuevamente el anciano extraño se había sentado a su lado, y lo había ayudado a encontrar su respuesta.
<Hay una cosa que puedo hacer. Proteger la felicidad de aquellos que están a mi alrededor>
Y se había puesto de pie nuevamente. Sus amigos estaban allí. Yahiko, Megumi, Misao... y hasta Aoshi y Saitoh. Sano había llegado al último. Justo a tiempo. Y Tomoe...Tomoe lo había visitado en su sueño... Y le había revelado que Kaoru aún vivía.
Estaba sentado en Rakuminmura, en medio de la nieve que caía a su alrededor. Ella se le acercó lentamente
- ¿Aún estás tan cansado que no puedes ponerte de pie?
- No, realmente... es sólo que deseaba descansar un poco más...- Kenshin hizo una pequeña pausa- Han pasado quince años desde aquel día en la nieve. Aún blando la espada...
- Lo sé
- Y es muy probable que siga usándola
- Lo sé...- la sombra de una tenue sonrisa pasó por las facciones de la elegante dama
- Finalmente has sonreído...
- Si... Cada vez que tú sonríes, la parte mía que vive dentro de ti, también lo hace...
- De veras?
- Sí. Siempre ha sido así. Cuida de Enishi. Probablemente la parte mía en su interior ya no le sonría. Y después de eso... después de eso, la muchacha que más ansía ver tu sonrisa, te está aguardando. Levántate y ve hacia ella.[1]
Iban en camino al puerto.
En camino a enfrentar a Enishi.
En camino hacia Kaoru.
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Saitoh Hajime, mejor conocido por sus hombres como el Inspector Fujita Goro, daba las últimas instrucciones a sus hombres, que comenzaban a subir al barco con el cual tomarían por asalto la isla-fortaleza donde se escondía Yukishiro Enishi.
Los últimos tres días habían constituido una verdadera carrera contra el tiempo. Los amigos de Battousai habían descubierto el engaño de Yukishiro respecto a la muerte de la chica Kamiya. Al mismo tiempo, Shinomori había acabado con el titiritero, no sin antes obtener de él la información necesaria para encontrar la base de operaciones de Yukishiro en los alrededores de Tokyo (la cual él mismo se había encargado de destruir con la ayuda del ex Okashira). Y de los cómplices del traidor de cabellos blancos habían conseguido recabar el paradero exacto de éste, una isla aislada rodeada de altos acantilados.
Para completar el cuadro, Battousai había salido de su patético estado catatónico, justo a tiempo para salvar al mocoso que habitaba el dojo Kamiya. Uno de los fenómenos de circo que Yukishiro había contratado para consumar su venganza personal se había soltado, y el chico había colaborado con la policía para volver a capturarlo. Pero el intento casi le había costado la vida, y solo la inesperada reaparición de Battousai lo había librado de la muerte.
Y ahora estaban a solo unas horas de zarpar hacia la isla de Yukishiro. Battousai iba por la chica (si se despertaba de su lamentable estado) y él iba por la cabeza del traidor. Solo esperaba que los acompañantes de Battousai no obstaculizaran su trabajo. Era una tontería llevarlos con ellos, pero no le cabía dudas que el pelirrojo no los pondría en el lugar que les correspondía y él se encontraría rodeado de todos aquellos ahous.
A excepción de Shinomori y en cierto sentido el ahou mayor, Sagara Sanosuke, los demás solo servirían de estorbo.
Dio un último, largo pitido al cigarrillo antes de arrojar la colilla, y subió la escalerilla. Ahora solo le restaba esperar a que sus 'invitados' llegasen.
La cuenta regresiva para Yukishiro Enishi había comenzado.
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Los últimos tres días los había pasado en una nerviosa, tensa calma.
Él la había evitado deliberadamente al principio tras el incidente, pero ella decidió tratar de aprovechar la debilidad de su corazón, tras haber fallado al explotar lo que había juzgado erróneamente como debilidad física.
Cuanto más lo pensaba, más agradecida a Tomoe-san se sentía. De alguna manera, aunque no existiese más que en la mente de su hermano, ella la había protegido de su ira insana.
Había sido una locura intentar atacarlo y había juzgado mal la situación.
Posiblemente la lucha y las heridas lo habían debilitado en cierta medida, pero ciertamente atacar a un hombre tan peligroso era básicamente un suicidio en casi cualquier situación.
Si. Había tenido suerte...
Sin embargo, decidió que debía hallar otra posibilidad de ataque, no uno físico que ya sabía que fracasaría después de la desastrosa experiencia de unos días atrás, sino más bien sirviéndose de su talón de Aquiles, aquel había avizorado durante el episodio en que casi la había estrangulado.
Por eso ella había decidido mostrarse cooperativa, casi amistosa. Hasta preparaba la comida para ambos.
Una sonrisa se formó en su labios y desapareció con la misma rapidez con la que había aparecido. Recordaba La expresión de sorpresa y desconfianza con la que había recibido la primera comida que le había servido, afuera en su eterno sitial en el balcón.
Aquella vez, cuando iba a levantarse de su sitio después de haber terminado con su propia porción, ahogó una exclamación de sorpresa al verlo parado allí, en el rellano de la puerta, mirándola intensamente con esa extraña mirada color mar que hacía estremecer. Él entonces sin mediar palabra había tomado su cuenco y utensilios y había procedido a limpiarlos en la cocina. Allí por primera vez desde su ataque, él le dirigió la palabra con algo más que monosílabos.
Su estrategia parecía dar resultados.
En aquel momento estaban compartiendo la cena como desde esa primera comida que Kaoru le había servido en el balcón.
Mañana sería el cuarto día, su siguiente ocasión para escapar, así que esa era la ocasión para hacer su movimiento, se dijo la chica. Hoy no sería cortés ni amistosa en su conversación. Hoy presionaría donde más le dolía al bastardo. Se lo merecía por lo que había hecho a Tae, por lo que había hecho a su familia adoptiva... Por lo que había hecho a Kenshin...
- No puedo entender como logras que sepa tan mal...- él revolvía el contenido del cuenco de arroz, tratando de tomar bocados lo menos quemados posible
- ¡Ja! ¡ Tanta desfachatez es increíble! Se supone que soy tu prisionera, y que como tal deberías tratarme con un poco más de cuidado... ¡Es increíble que deba ser yo quien te alimente a ti! Además, se supone que alguien con tanto dinero debería tener al menos un cocinero para preparar sus alimentos
- No lo necesito. Además es natural que una mujer tenga un mínimo conocimiento de cocina... o al menos eso creí hasta ahora...
- Creo que dejaré que prepares tú nuestra comida de aquí en más...
- No esperes mucho de quien llegó a comer cadáveres para sobrevivir... Tal vez sea por eso que soporto tu pésima comida...
- Bien, entonces si es tan mala, no tendrás que comerla más. Creo que tal vez así aprendas a ser un poco más agradecido- trató de controlar su carácter pero aquel malcriado acabó con su paciencia
- Por mí está bien... - él se encogió de hombros, con esa expresión vacía que tanto la perturbaba anidada en le rostro- Sólo me pregunto que pudo ver en ti Battousai para convertirte en el reemplazo de mi hermana...
- Es extraño... Un hombre capaz de planificaciones tan intrincadas, de maquinaciones detalladas debería estar por encima de la inteligencia promedio... Pero tal vez sea como dicen por allí, que la astucia no es signo de una mente brillante sino de una naturaleza retorcida... En fin lo cierto es que a esta altura deberías saber que Kenshin nunca buscó sustituto para Tomoe-san.
Kaoru estaba sorprendida de su propia audacia. Ella era una mujer directa y no utilizaba nunca ese tipo de juegos de palabra, tan típicos de Megumi. Sin embargo, un hombre como este no sería capaz de apreciar un acercamiento simple y directo. Era evidente que aún si se le afirmaba que la nieve era blanca, él buscaría la forma de encontrar significados ocultos a la blancura de la nieve...
- En cierta forma, tienes razón- el la miró con un brillo irónico en la mirada.- Una criatura tan carente de gracia jamás podría sustituir a mi hermana... Sin embargo, él te puso en su lugar...
- Estas deshonrando a tu hermana, tratándola como un mueble que se pone o se quita de un lugar- Kaoru sabía que transitaba terreno resbaladizo, pero confiaba en quebrarlo sin que la dañara-
- ¡Cómo te atreves! ¡Cómo te atreves!- él arrojó el cuenco de arroz contra la pared cerca de ella, y Kaoru esquivo apenas los fragmentos de porcelana que se esparcieron a su alrededor- ¡es él, ese monstruo asesino, el que la trató como a una cosa, no yo!
- Kenshin amaba a tu hermana... y tu hermana a él. Mis amigos te traerán la prueba... Hay un diario en Kyoto, un diario que lo cuenta todo... Y entonces lamentarás todo esto que estás haciendo, porque estás pisoteando su voluntad
- ¡Cierra la boca, perra o te mataré!
- Fue tu hermana la que cambió a Kenshin de Hitokiri al vagabundo que no mata. Ella encerró la furia de Battousai, como una funda a su espada... Tú lo envidias, porque no podías aceptar que ella no te eligiera a ti ¡Acéptalo! ¡No actúas por ella sino por tu propio egoísmo! - Kaoru siguió adelante, sabiendo que él no podía dañarla
El golpe le llegó, inesperadamente. La feroz bofetada la envió al otro extremo del cuarto. Cayó al piso, frotándose la mejilla y notó que algo húmedo caía por su barbilla: sangre. Se había cortado el labio ligeramente con sus propios dientes ante la fuerza del golpe.
Él se miró la mano, horrorizado. ¿Qué había hecho?
Levantó la vista hacia la chica. Y allí, en un rincón, se encontraban las dos.
Miró a Kaoru, aún en el suelo... Y la figura de Tomoe a su lado, mirándolo con ojos acusadores, fríos...
¿Cómo era posible que hubiese llegado a ese punto? Se estaba convirtiendo en él.
Sintió asco de sí mismo.
- Será mejor que te vayas a tu cuarto.- dijo en un susurro.
Ella lo obedeció, sin decir palabra
Enishi caminó hacia la terraza, y dejó que el viento lo azotase. Necesitaba aclarar su mente. Otra vez la confusión se estaba apoderando de él.
Tomoe...
Kaoru...
Una, ya no sonreía, la otra, lo miraba con temor... y lástima.
Aún tenía que hallar las respuestas del porqué de la conducta de la primera.
La segunda, simplemente no le importaba.
Solo era carnada viva.
- Jefe...
La voz de su segundo en Japón lo sobresaltó. No debía estar allí, no a esa hora. A menos que trajera noticias de mucha importancia que no pudiesen esperar.
- Gein se nos escapó...
- ¡Mierda!- casi escupió las palabras- ¿Qué no pueden hacerse cargo de un simple viejo?¡Quiero que lo atrapen y me traigan su cabeza!
- Alguien se nos adelantó y lo mató...
- ¿Quién? ¿Un policía alto y de ojos ambarinos?
- No... Alguien que vino de Kyoto y está parando en el dojo de la chica que Ud trajo aquí... Pero eso no es lo peor... Encontraron la base de Arakawa y el mismo individuo que acabó con Gein, y el policía de ojos extraños acabaron con todos allí. Teníamos cincuenta hombres en el lugar... Me informaron que en el puerto un barco cargando mucha policía zarpó temprano... Seguramente están en camino hacia aquí Llame al ferry y están llegando a todo vapor, atracarán antes de amanecer. Será mejor que nos larguemos de aquí jefe.
- Lo que pueda ser sacado de la isla, que se lo lleven, el resto escóndanlo en los lugres que teníamos preparados. Nos vamos de aquí en cuanto llegue el ferry. Iremos al norte, ya sabes adónde...
- Otra cosa... El hombre que vino a acabar... salió de Rakuninmura... Y lo vieron subir al barco...
- Battousai... ¿recuperado?- se dio la vuelta y miró el mar Su enemigo venía a su encuentro
Ahora comprendía. El misterio estaba resuelto. Tomoe no sonreía, simplemente porque el infierno en vida no había sido suficiente para su asesino. Debía acabar con él con sus propias manos...
- Prepara todo y haz lo que te indiqué. Pero no me esperes, desaparece del lugar lo más rápido que puedas. Yo... yo tengo una cita con mi pasado. Y me quedaré a enfrentarla
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No sabía dónde estaba... Solo que todo le daba vueltas... Y que el dolor era insoportable. No pudo contener las lágrimas.
- Duele... duele mucho
- Despertó al fin... - dijo el Yinn
Una pequeña figura de familiares ojos violeta y cabello de fuego apareció a su lado, estudiándola cuidadosamente.
- Increíble, Tokio, tenías razón...- susurró Hiko, sin salir todavía de sus sorpresa
- No es momento para discutir el punto... - Tokio sonrió satisfecha. Como suponía, la mujercita Yinn había regresado... - Ahora ella necesita de nuestra ayuda.
Las siguientes horas fueron de pura agonía para Asiyah, entrando y saliendo del estado de conciencia de manera continua. Tenía la vaga sospecha de que tal vez habían pasado días y no horas de aquella manera... no tenía idea de cómo transcurría el tiempo desde su regreso del reino de los demonios y su extraña experiencia con Tomoe. Aún seguía completamente desorientada
Alcanzaba a reconocer a las figuras familiares del hechicero y la hechicera con los que se había topado en Tokyo. La tercera figura le era vagamente familiar, aunque no sabía aún dónde lo había visto antes.
Finalmente, el dolor desapareció.
Poco a poco se encontró ganado conciencia. Los murmullos le llegaban vagamente.
- Esto es todo lo que podemos hacer por ella.- dijo finalmente el Yinn
- Esas cicatrices...
- Nunca se irán- <a menos que... mmm... Veremos... > pensó el pequeño Yinn- afectaron su propia esencia.
- Nunca dijiste tu nombre...- Hiko aún intentaba extraer información del hombrecito
- En este punto, no es necesario que lo sepan- el pequeño hombre de ojos violeta sacudió su mano.
Asiyah emitió un quejido e intentó sentarse, fallando miserablemente, su caída sobre el futón apenas detenida a tiempo por las enormes manos del hechicero.
- Debes tomarlo con calma... Aún estás débil... - la mujer, se arrodilló a su lado y posó una taza con té tibio sobre sus labios- Bebe esto, te ayudará.
- ¿Cómo... cómo llegué aquí?
- El te rescató del reino de los Demonios, hacia donde habías abierto el portal tu misma- El hechicero señaló a un hombre pequeño- y te trajo desde Shanghai a mi cabaña.
El hombrecito era uno de los suyos, de eso no le cabía duda. Por su aspecto, era un Yinn antiguo, con no menos de uno o dos milenios sobre sus espaldas, de eso no tenía dudas. Pero de pronto, lo que el hechicero acababa de decirle le dio una idea más exacta acerca del otro Yinn... Si él la había rescatado, nada menos que de Iblís, eso quería decir que era extremadamente poderoso, y mucho, mucho, mucho más antiguo de lo que ella había supuesto en un principio... Solo uno de los primeros Marid creados...
Marid... La palabra resonó en su mente, insistente y recordó a Iblís señalándola como una de aquella elusiva tribu.
Originalmente los Marid no se llamaban así, como tampoco ninguna otra tribu tenía los nombres por los cuales eran conocidos en la época en que ella estaba viviendo. De hecho, Marid, significaba 'rebelde' y les fue dado ese nombre por los demás Yinni, por su tendencia a seguir sus propios puntos de vista y a negarse a seguir una estructura social organizada. No servían a nadie y no solían respetar las leyes que los demás Yinni habían establecido para regular su sociedad. Por otra parte, sus apariciones entre los demás Yinn eran tan escasas y eran decididamente seres tan elusivos que muchos dentro del propio Reino Yinn hasta dudaban de su existencia.
Por su papel en la Gran Guerra entre humanos, Yinni y Yann por un lado, e Ifrit y Shaiatin por el otro, donde los Marid decidieron finalmente la batalla a favor de los humanos y los Yinni menos poderosos, los Ifrit en general y los Shaiatin no tenían gran afinidad con los Marid. Los Ifrit habían sido diezmados y los Shaiatin habían perdido prácticamente todos sus santuarios y ciudades, y para empeorar las cosas, los nombres de sus tribus casi habían venido a significar 'demonios' por sí mismos...
No, definitivamente los Marid no eran apreciados por Ifrit y Shaiatin. Iblís quien había conducido a los suyos y sus aliados en la Gran Guerra, los odiaba con pasión.
En cuanto a los Yinn menores, les temían y los trataban con recelo en las pocas oportunidades en que los cruzaban, y por su imprevisibilidad y carácter feroz, los humanos los consideraban tan maléficos como los Ifrit y los demonios. Eso había convertido a los Marid en una tribu muy aislada, por los demás, tanto como por sí mismos. Después de la Gran Guerra, prácticamente habían desaparecido y no habían vuelto a intervenir de manera organizada ni en el Reino Yinni ni en el Humano.
Asiyah se preguntaba si realmente ella era una de ellos, y de ser así, por qué había sido criada por Yinni de las tribus menores y no por los suyos.
- Debo hablar a solas con ella.- dijo finalmente el varón Yinn a los hechiceros.
- De ninguna manera... Nos debes muchas explicaciones aún.
- No les debo nada humano. Recuerda tu lugar y mantente allí.- los ojos ya no tenían el sereno tono de violeta de tan solo unos momentos atrás, sino un mortífero, helado tono de dorado.
- Pero si nos dieras alguna pista sobre porque tu gente está involucrada, tal vez pudiésemos ayudar... Después de todo, nuestros objetivos parecen coincidir...- Tokio decidió utilizar otro tipo de acercamiento.
- La tendrás hechicera... a su debido tiempo... - los ojos del hombrecito volvieron a su color natural y retomó la apariencia plácida de unos pocos instantes antes- Ahora, por favor déjennos a solas un momento.
No sin protestas masculladas por lo bajo por parte de Hiko, ambos hechiceros dejaron a los Yinni en la habitación.
Antes de que Asiyah pudiese derramar el fárrago de preguntas que pugnaban por salir de su boca, el hombre hizo un gesto que le indicaba que guardase silencio.
- Sé que tienes muchos interrogantes. Hay cosas que puedo contestarte ahora y otras que no. En primer lugar, creo que debo presentarme. Se me conoce por varios nombres, pero me siento más cómodo siendo llamado Atash[2]
- Quiero saber si en verdad soy una Maridah[3], y si es así, por qué fui educada y criada por una familia y un clan que no me pertenecía
- Sí, si eres una de nosotros, por eso y sólo por eso pudiste resistir tanto en contra de Azazel. Desde la Gran Guerra nuestra gente es evitada tanto por los de nuestra especie como por los humanos. Nosotros mismos nos hemos aislado, por el miedo que causamos. Pero de vez en cuando es necesario tomar ciertas medidas e intervenir. Sin embargo, si lo hacemos directamente, el resultado podría ser caótico por el rechazo que producimos. Se decidió dejarte entre la gente de los Clanes de las tribus jóvenes para que produjeras un cambio.
- ¿Qué?
- Somos los Yinni originales, por lo tanto, los imperativos que el Gran Arquitecto imprimió en todos los Yinni, están presentes en nosotros de una manera más pura que en las tribus jóvenes. Tu repugnancia hacia ciertas prácticas y al orden social de los Clanes no es casual, tu tiendes al ideal del orden natural de las cosas. No intervinimos antes en los Clanes, porque si bien las medidas eran contrarias a la naturaleza de las leyes impuestas sobre nosotros, después del desastre causado por la intervención de los demonios en la guerra entre los clanes y el grave desbalance entre machos y hembras, nos pareció adecuado que antes de restablecer el orden debido, el balance entre varones y mujeres debía ser restablecido. A pesar de cómo han manejado las Venerables la situación, hace ya casi dos siglos que la población masculina se ha restablecido como para forzar un cambio más igualitario. Sin embargo, ese es sólo el principio. Como descubriste, las Venerables mantenían una asociación con los demonios. Lo mismo sucede en el Clan del Oeste.
- Pero... yo no puedo volver... Además, maté a las Venerables, mi cabeza debe tener precio...
- No eras la única que había ido destinada para esto, aunque sí era la más rebelde y notoria. Hay otras que tomaron las riendas. Seguramente se te pedirá que retornes.
- No sé si lo desee... Dime, ¿fue para eso que me rescataste?
- A decir verdad, no. Tu lugar está aquí en el Reino Humano.- si antes no había estado seguro de aquello, ahora no le cabía ninguna duda al respecto- Pero, eso ya es parte de otra historia... Además, Iblís y yo tenemos deudas pendientes...
Asiyah miraba al otro genio con los ojos entrecerrados, estudiándolo. Era evidente que sólo le revelaría lo que él quisiese. Y si era capaz de enfrentar a Iblís victoriosamente, no había manera de que ella pudiese intimidarlo... Era inmensamente más poderoso que ella misma.
- Me sorprende en cierta medida que hayas decidido regresar. Tu espíritu estuvo a punto de elegir la otra salida...- dijo casi como al descuido el hombrecito
Asiyah abrió los ojos, sorprendida. Aquel ser era tan poderos que podía traspasar las fronteras habituales de sensibilidad de los propios Yinn.
- Alguien me recordó que había elegido tomar una responsabilidad sobre mis hombros y que entonces debía hacerme cargo de ella...
- Ah... Si... ella puede ser increíblemente terca y persistente ¿verdad?- el Yinn llamado Atash rió suavemente
- ¿Conoces a Tomoe-san?- Asiyah casi saltó de la sorpresa
- Podría decirse...
- Entonces conoces mi relación con su hermano.
- Definitivamente... - Atash tenía los ojos cerrados, y mantenía toda una actitud plácida que ponía los pelos de punta a Asiyah. Una amplia sonrisa se dibujo en su rostro.- Pero ese es uno de los temas de los que no hablaremos hoy.
- ¿Qué sucederá con él? ¿Tomoe-san podrá evitar que se convierta en Destructor? ¿Qué sucederá con las otras Bestias?
- Cómo te dije antes, ella es persistente. Encontrará alguna manera de hacer que entre algo de razón en la cabezota del Tigre. No me cabe duda de que todo saldrá como debe ser. Después, todo quedará en tus manos.
- Quiero que esto quede claro: si él sobrevive, haré lo que sea necesario para ponerlo en el camino adecuado. Y veré que vuelva al Continente para que encuentre la consorte que necesita.
- Sobrevivirá y no necesita otra consorte.-
- Si yo...
- Bah- la interrumpió impaciente Atash- Todos cometemos errores cuando somos jóvenes. Lo importante es que hayas aprendido la lección y nunca vuelvas a descuidarte.
- Por supuesto que aprendí mi lección. Y por eso buscaré la mejor salida para los dos.
Atash suspiró. La testarudez era un atributo notorio en la familia de la jovencita. No tenía sentido seguir discutiendo el punto. Con el tiempo, ella sería capaz de imaginárselas por ella misma y descubrir lo equivocada que estaba. O al menos, él confiaba en que ella lo lograría. Nunca se sabía con las mujeres...
- Supongo que querrás que te informe sobre tu estado...
- En realidad... tengo miedo de averiguarlo...- y lo que ella decía er verdad.
Asiyah no se hacía ilusiones. Además de lo que había oído cuando había comenzado a despertar, estaba perfectamente conciente de las heridas que Azazel-Shishio le había propinado, y las que había recibido de Yumi, que si bien eran menores, tenían la fuerza suficiente como para dejar cicatrices indelebles. Se pasó la mano por la cabeza. Lanzó una exclamación de sorpresa. Su cabello...
- Perdiste la mayor parte de tu cabellera... - El Tigre tenía el cabello más largo de lo que a ella le había quedado...- Pero eso se recupera con el tiempo. En cuanto al resto...
- Dame un espejo...
El Yinn atendió su pedido. Apenas se reconoció. Su rostro estaba aún algo hinchado y espantosas ojeras rodeaban sus hundidas órbitas.
Ella hizo un gesto y Atash se dio la vuelta. Ella abrió la parte delantera de la bata japonesa de dormir con la que la habían vestido. El sonido del espejo haciéndose añicos contra el suelo sobresaltó al pequeño hombre. Ella era una pila de lágrimas acurrucada en el suelo.
- Mejorarán. Aún están frescas.- él trató de consolarla, arrodillado a su lado.
- Nunca se irán.
- No puedo mentirte. Es probable que nunca se borren. Hicimos todo lo que era posible hacer. Puedes usar hechizos para ocultarlas temporariamente cuando estés en la intimidad con él... No tienen por que ser vistas o tocadas más que por ti. Los hechiceros no dirán nada. Y yo tampoco.
- No sería justo mentirle. Y, además, ya he tomado mi decisión. Esto solo me ayuda a reforzarla...
- Te sugiero que trates de ser pragmática. No necesitas mentirle, la omisión no es mentira. En el peor de los casos y si no puedes vivir con ello, se lo dirás. Aún así, puedes usar la magia y hacer las cosas más agradables para ambos cuando él te requiera. Te llevará algo de tiempo aceptarte, pero lo harás. Elegiste un camino, que en principio no era el tuyo, es cierto. Pero ya no puedes hacerte para atrás. Tienes que seguir en él. Hasta el final. Sin embargo, tiempo es un lujo que no tienes por el momento. En dos días sucederán grandes cosas. Y debes estar lista para tomar tu lugar para entonces. La anciana de Shanghai estaba muy preocupada por ti, pero sabe que retornaste. Te estará esperando. A ti y a él. No la defraudes.
- Descuida. Me haré cargo de mis responsabilidades- < a mi manera... > pensó Asiyah
- Bien. Es hora de partir. Los hechiceros cuidarán de ti hasta que sea el momento de reunirte con tu consorte. Tu y yo nos volveremos a ver... cuando sea el momento preciso.
Atash se inclinó ligeramente... y simplemente desapareció. Sin portal, sin aparatosas pretensiones. Simplemente ya no estaba allí.
Con no poco esfuerzo, se dirigió hacia la puerta aferrando los bordes de la bata cerrándolos con fuerza contra su destrozado cuerpo. La abrió e indicó a los humanos que ya podían entrar.
- ¿Dónde está ese endemoniado Yinn?- gruñó el hechicero
- Se marchó... Sus asuntos aquí habían concluido... por ahora...- el sonido que salió de la boca de Asiyah era un pálido reflejo de su vibrante, cantarina voz-
Ambos hechiceros se miraron, con no poco desconcierto. Tokio se dijo que habría tiempo para las preguntas después. Los Yinni eran seres difíciles, que no tenían demasiada tolerancia hacia los humanos. Por lo pronto, la chica necesitaba ayuda y la necesitaba en ese momento.
- Hiko, la llevaré conmigo. Hajime partió hoy.- No quiso mencionar que su esposo iba en camino del refugio del Tigre. No era adecuado con Asiyah en ese estado- Me haré cargo de lo demás sin inconvenientes
- Será mejor si esta contigo.
Asiyah se sentía casi en un trance. Dejó que la hechicera la vistiese y la condujese.
Asintió a todo lo que le decían.
Estaba de vuelta en su cuerpo, pero sabía que una parte de ella había muerto en Yokohama.
Finalmente, cuando se acostó, y cerró los ojos, comenzó a trazar su plan.
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Un hombre fornido se le acercó, y susurró algo en su oído.
Debía ir a prevenir al jefe, pensó Mori.
Pero mientras tanto, dio las últimas instrucciones para su plan de apoyo.
Para su jefe era sólo una cuestión personal, su último acto como cabeza de la organización. Después quedarían subordinados al hombre de Shanghai, Xian-sama.
Pero él sabía mejor que nadie lo que significaría una derrota de Yukishiro-sama. Los oficiales del gobierno encontrarían la manera de arrancarle nombres, datos, fechas, lugares... Sería cuestión de horas hasta que cayeran por él. Así que en previsión de posibles inconvenientes, había tomado sus recaudos para asegurar que la policía no pudiese entra en la isla masivamente, y aún si lo hacían que ninguno de ellos saliese con vida del lugar.
Por supuesto, el jefe estaba obsesionado con el tipo pelirrojo que había enfrentado en Tokyo y sabiendo que venía en busca de la chica, Yukishiro-sama no se iría de allí, lo enfrentaría para terminar su 'asunto' personal de una vez por todas. Pero al paso que estaban saliendo las cosas, no deseaba arriesgarse. Los últimos encuentros con la policía habían sido costosos, y muy, muy malos para la organización.
Su jefe podía hacer lo que quisiera con su vida. Pero él velaría por sus propios intereses. Y si ello significaba matar el mismo a los policías y al hombrecito pelirrojo, que así fuera...
Había sembrado la bahía con minas y tenía un destacamento de hombres para evitar que la policía desembarcase.
El jefe le había prohibido tomar esas medidas, y le había ordenado abandonar el lugar pero el había decidido arriesgarse. Después de todo, una vez que Yukishiro-sama despachase a su enemigo, la organización pasaba formalmente a manos de Xian. Seguramente, éste apreciaría su iniciativa en proteger sus intereses en Japón.
Sonrió complacido de sí mismo. Hasta tal vez le fuese ofrecido un lugar como asociado... Después de todo, se decía que había sido el hombre de Shanghai el que había ayudado a su actual patrón a hacerse un nombre y un lugar entre los grandes jefes...
Ah, tenía un promisorio futuro por delante, y no iba a permitir que ninguna tonta venganza personal lo arruinara...
Dejó a uno de sus hombres a cargo, y con un pequeño grupo armado se dirigió a la mansión, a dar las últimas novedades
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Kaoru no había vuelto a cruzar palabra con Enishi. Sólo lo había visto dedicado por completo al entrenamiento en aquellos días, como esperando una nueva batalla.
Por el movimiento de los subordinados de Enishi, y la frenética manera en que éste destruía papeles por las noches, sin duda esperaban un ataque pronto.
Un rayo de esperanza empezó a formarse en su corazón.
Kenshin venía por ella. Podía sentirlo...
La puerta se abrió de repente y ella casi saltó hasta el otro extremo del cuarto por la sorpresa.
- Vístete, mujer.- Enishi le arrojó una especie de túnica, <seguramente ropas chinas> se dijo Kaoru.- La hora de que veas morir a Battousai ha llegado.
Ella no dijo palabra. Aquel hombre subestimaba a Kenshin.
Él le había prometido que protegería el futuro. Y venía a cumplir con su promesa. Él nunca las rompía.
Kaoru sólo esperaba que Kenshin hubiese encontrado su respuesta. Si lo había hecho, ni siquiera la fuerza y la habilidad de aquel hombre de cabellos canos, ni siquiera su locura o su odio sin medida, podrían detener a Himura Kenshin.
Suspiró rogando a la Divinidad por la claridad de mente y la fuerza de corazón para Kenshin. Luego tomo las ropas, y se preparó para el encuentro con su destino.
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Los preparativos estaban completos. Mori ya debería estar saliendo de la isla, con el resto de sus hombres.
Lo único importante era acabar con Battousai. Su propia suerte ya estaba echada de todas maneras. Y no tenía nada por lo cual seguir adelante.
Una vez que viese morir a Battousai, lucharía hasta el final en el mejor de los casos o cometería sepukku, en el peor. Quería estar con su hermana. Estaba harto de la soledad.
Y mucho más desde que había conocido la calidez del afecto y la compañía, que aunque fuese fingido, había recibido de Asiyah.
No tenía sentido planificar un escape hacia la nada. Aquel día era el final, a todo o nada.
La chica Kamiya estaba lista.
Todo estaba en orden.
Excepto la sonrisa de Tomoe.
Pero eso volvería a estar bien en cuanto terminara con el bastardo...
Si... Él ya estaba aquí. Podía sentirlo.
Una sonrisa oscura se le dibujo en el rostro.
Con paso firme, sin mirar atrás ni prestar atención a la muchacha quejosa que traía tras de sí, Enishi comenzó el descenso hacia la playa, el escenario donde se llevaría a cabo el acto final del drama de su vida.
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Enishi apretó los dientes.
Al principio las cosas marchaban como había esperado.
Lo había golpeado, herido, cortado. Pero no sólo había seguido en pie, sino que la sonrisa de Tomoe no había aparecido para él ni una sola vez durante la lucha. De hecho, ella parecía mirarlo con tristeza y hasta cierto enojo.
Battousai había intentado sus ataques más fuertes sobre él: Ryuutsuisen, Ryuushousen, Ryuukansen, Kuzuryuusen... Los había quebrado a todos... Y ya había derrotado el ougi, el Amakakeru Ryuu no Hirameki... Un poco más y Tomoe sonreiría. Ya casi lo tenía a su merced...
- Tres patéticos intentos y ya te das por vencido... Ni siquiera he usado mi Kofuku Zettousei... ¡Levántate! Tu castigo comienza aquí Battousai, así que ¡levántate!
- Lo haré... No tienes que repetirlo. Mientras yacía en el Infierno en vida que planificaste para mí, pensaste que ese era mi final... Pero en medio de ese infierno en vida, pude ver todo con claridad. No me doblegaré a tus planes, porque ahora conozco la verdad... la verdad de cómo pagar mis faltas pasadas como Hitokiri y por la muerte de Tomoe.
- Ya veo- una sonrisa macabra se instaló en las facciones de Enishi- Finalmente lo entendiste... Entonces ya deja esta lucha sin sentido y entrégate para recibir tu castigo... Watoujutsu Goutsui Tousei!
Enishi saltó hacia delante y clavó su espada en el brazo de Kenshin, levantándolo en el aire, para luego soltarlo violentamente hacia un costado. Kenshin sangraba profusamente.
- El crimen de tomar la vida ajena es solo castigable con la propia muerte. Tú debes pagar el precio. Pero los muertos no pueden dictar sentencia ni ejecutarla. Por eso, los que los han amado lo hacen por ellos. El culpable debe retorcerse en la culpa y la desesperación, hasta que la muerte lo alcance. Esa es tu respuesta. ¡Levántate! ¡Es tiempo de que respondas por tus crímenes!
- ¡Kenshin!- Kaoru gritó angustiada
Enishi miró a la mujer a los ojos. Tenía una mirada desafiante en ellos, determinada. La figura etérea de su hermana comenzó a sobreponerse encima de la imagen de Kamiya Kaoru, y sus expresiones se fundieron de la misma manera.
- Ya veo, matarte yo sería demasiado simple... Matándote delante de ella como tú mataste a Tomoe delante de mis propios ojos me convertiría para ella en lo mismo que tú eres. Toma- le arrojó el watou- hazlo con tu propia mato, toma tu propia vida.
Los ojos de Kaoru se abrieron de par en par, llenos de horror.
Kenshin, se puso de pie y tomó el Watou. Enishi esbozó una sonrisa
- ¡Sí!¡Eso es! ¡Eso...!- Kenshin arrojó la enorme espada a sus pies- ¿Qué mierda crees que estás haciendo?
- Te dije que no importaba en que condición me hallara, iba a luchar contra ti hasta el final.
- ¡Maldito bastardo! ¡Has tomado incontables vidas y ahora eres tan cobarde que temes tomar la tuya propia!- furioso Enishi se echó hacia delante, y lo atacó
- No tengo miedo a la muerte...- dijo Kenshin contrarrestando el ataque de Enishi- Pero mi muerte no es la manera adecuada para que pague mis faltas. Y si Tomoe hubiese querido que muriese, no hubiera dudado un solo instante en tomar mi propia vida para saldar mi deuda con ella. Pro ciertamente mi muerte y mucho más por mi propia mano no serviría para pagar mis pecados pasados. Durante el tiempo que pasé sumergido en tu infierno en vida medité sobre muchas cosas Enishi. Vida, muerte, castigo, crímenes... Y me encontré de vuelta al principio de mi propio viaje. Era la verdad de la que nunca me aparte, aquello a lo que siempre a lo largo de mi vida me aferré. Quiero proteger a aquellos que están a mi alcance, usar mi fuerza para ayudar a los que sufren... Quiero ver las caras de esa gente sonriendo. Pero para lograr eso, creí en un punto de mi vida que debía matar a mis enemigos, y tomé sus vidas. No me dí cuenta hasta mucho después para mi desgracia, que ellos luchaban por lo mismo que yo, que tenían los mismos ideales de proteger a sus seres amados. Toda esa parte de mi pasado fue un error y por ello acepto mi castigo. Pero viviré cargando con mis faltas y las de aquellos de quienes tomé sus vidas. Y si puedo hacer feliz solo a uno, si puedo traer una sonrisa a una sola persona, aún así lo haré siendo fiel a mi promesa de no volver a matar. No estoy seguro si esto significará morir aquí o no, u otro tipo de castigo sobre mí, pero hasta que no pueda sostener más la espada, lucharé con ella en la mano!
- ¿Y crees que con eso mi hermana te perdonará?- Enishi apretó los dientes destilando odio y rabia
- No lo sé. Pero cuando descubrí mi verdad y me puse en pie, Tomoe comenzó a sonreírme. Mírala, ¿acaso tu hermana te está sonriendo ahora?
Aquellas palabras le hicieron más daño a Enishi que todos los golpes que había recibido durante la batalla. Porque en verdad, Tomoe no le sonreía. Solo lo miraba con una expresión adusta, severa, de reproche.
- ¡Te mataré, hijo de puta! ¡Te mataré!... ¡Así ella sea una ilusión un sueño, o un fantasma verdadero, te mataré y te enviaré al infierno, para que nunca puedas verla en el Paraíso donde ella está!
Iba a hacerlo pedazos. E iba a hacerlo con su arma más secreta, aquella que había desarrollado durante años de odio, y más de una década de sueño sin descanso: los Nervios de la Locura.[4]Y, sin embargo... Battousai aún sobrevivió aquello. Y Tomoe no sonreía... ¡Por qué había dejado de hacerlo? ¿Por qué? Y más importante, ¿Por qué ahora, que estaba a un paso, solo a un paso de conseguir aquello a lo que había dedicado toda su vida? Vengarla...Sólo para ella, solo para ella... ¿Qué demonios estaba sucediendo? ¿Qué demonios...?Battousai había usado una técnica, el Ryuu Mei Sen, que contrarrestó en parte sus Nervios de la Locura. Su oído izquierdo sangraba profusamente a causa de las acciones de Battousai y de su propia mano. El dolor causado por la reverberación del sakabatou contra su funda, había sido tan insoportable que tuvo que romper su propio tímpano para poder seguir en pie, luchando. Sin embargo, aquello había afectado sus capacidades y su sentido del equilibrio.
- Es inútil, Enishi. No importa cuan fieros sean tus ataques. No dejaré que vuelvas tocarme- Aunque drásticamente herido, jadeante y sangrando profusamente, Battousai aún se mantenía de pie, con una mirada de determinación en el rostro calmo, lejos aún de estar vencido.-
- ¡A la mierda con esa basura!- le espetó furioso- No me importa lo que me suceda, no me importa en lo más mínimo. No tengo nada por que seguir adelante. Me robaste aquello que más amaba. Así que solo me queda atacarte, y volver a hacerlo. Una y otra vez, hasta que mueras. Lo único, lo único que deseaba proteger, tu ya me lo robaste. Y es por eso que voy a matarte aquí y ahora, con mis propias manos.
Kaoru un escalofrío correr por todo su cuerpo. Enishi había tomado la estancia para llevar adelante su más mortífero ataque, el Kofuku Zettousei. Aún herido, Enishi estaba en mejor condición que Kenshin, que había llevado la peor parte del combate, tanto física como espiritualmente. Sin embargo, ella confiaba en que la nueva fuerza que Kenshin había hallado en la respuesta encontrada mientras estaba hundido en el infierno en vida que Yukishiro Enishi había planeado para él, lo ayudase a prevalecer contra su Némesis. Este era el momento final, el último cruce de espadas, el todo o nada del combate. Apretó con fuerza los dientes. Y pidió con too su corazón a Kami-sama que Kenshin fuese protegido. Había tantas cosas por delante, tanta gente a quien podría ayudar, para que se perdiesen en medio de la locura de una venganza sin sentido.
< Por favor ... por favor que este sea el final de todo el dolor... Por favor Kami-sama, que esto sea el inicio de un nuevo amanecer para Kenshin... No dejen que la bondad que hay en su corazón desaparezca de este mundo... hay tanta gente que necesita de hombres como él...>
- Es cierto, Enishi. Tienes razón, te quité lo que más amabas... No puedo devolvértela, pero al menos puedo enfrentar cara a cara tu ira.
Kenshin tomo la estancia del ougi, envainado la espada
Ambos se miraron con fiereza, su mente alejada de todo a su alrededor, excepto del inminente choque. Enishi apretó las mandíbulas, Tomoe lo miraba fijamente con reproche en los ojos... ¿Por qué? ¿Por qué? No entendía... no entendía... ¿Qué estaba haciendo mal? ¿Sería que tardaba demasiado en acabar con el cerdo pelirrojo?
<No importa... Ya está hecho, solo este último cruce y estaremos libres... Tu y yo Tomoe libres al fin. Y sonreirás de nuevo para mí... Y me esperarás... Ya voy, ya voy hacia ti... solo un poco más>
- Hace unos momentos dijiste que Tomoe sonrió para ti, Battousai. ¿Mi hermana aún te sonríe?-
Se odiaba a sí mismo por haberle preguntado aquello, pero necesitaba la fuerza de su hermana, y quería que el oto estuviera conciente del desprecio de Tomoe hacia él, antes de enviarlo a la tumba.
Kenshin cerró los ojos por un momento, y luego los abrió lentamente.
- No... Ya no pudo ver si sonríe o no.
- ¿Qué?
- Aquella fue la última vez... Después ya no pude volver a ver su sombra u oír su voz... Pero eso ya no importa, porque con sólo con esa vez me basta. Con esa sonrisa, y la búsqueda de las sonrisas de aquella que es la persona más importante para mí ahora, tanto como la de mis amigos, y la de aquellos que se reflejan en sus ojos iré un paso más allá que es más fuerte de lo que antes fue.
- Tus estúpidas bromas no me importan. Si 'Neesan no sonríe, su sonrisa entonces no le pertenece a ninguno de los dos en este momento. Haré descender sobre ti el castigo que mereces, y una vez que estés muerto, la recuperaré para mí. Y lo demás ya no importará nada.¡Vamos!- y se lanzó hacia delante, en el último ataque que decidiría el duelo.
- HITEN MITSURUGI RYUU OUGI Amakakeru Ryuu NO Hirameki- Kenshin también se dispuso al ataque.
Pero algo había cambiado en la actitud del antiguo Hitokiri. Al principio, su ataque pasó sobre Enishi como la primera vez, en el dojo. Sin embargo, en esta oportunidad, Enishi fue arrastrado por el vacío creado por el primer golpe del ougi. Eso no le había sucedido antes.
No solo eso, sino que la fuerza creada por ese vacío fue tan brutal, que su brazo izquierdo fue jalado de tal manera que sintió claramente como se quebraba a la altura del hombro.
Kenshin era niebla en movimiento y comenzó a girar para efectuar el segundo golpe de la técnica. Enishi estaba shockeado. Sólo había una forma de quebrar el golpe...
<'Neesan... 'neesan, ayúdame... dame tu fuerza... Si sonríes nadie puede vencerme... No importa lo que cueste me sobrepondré y me haré más fuerte... Así que sonríeme Por favor,'Neesan...vuelve a sonreírme...>
Pero, incomprensiblemente, la expresión de Tomoe era de amarga tristeza, como cuando había recibido la carta que anunciaba la muerte de Akira...
¿Qué había hecho mal? ¿Qué? ¿Tomoe estaba eligiendo a Battousai? ¿Por eso lo abandonaba? ¿Por eso lo castigaba quitándole su sonrisa? ¿Por eso lo dejaba a merced de su enemigo? Era imposible... imposible... Toda su vida la había puesto a su servicio... toda... Y ahora... ¿ahora lo prefería a él? ¿Sería posible que en verdad hubiese sonreído para Battousai, y al él lo hubiera abandonado?
Se sintió desfallecer. Apenas registró que su espada empezaba a resbalar de entre sus dedos, mientras las lágrimas comenzaban a nublarle la visión.
Finalmente, la espada de Battousai hizo contacto con la hoja de su tachi, y la quebró, en vibrante reflejo de lo que le había sucedido a su alma, doblada bajo el peso de la duda y la confusión.
Sus lentes, quebrados, volaron a un costado.
Registró apenas como mientras tanto Battousai comenzaba a caer hacia delante.
La mujer doctor y una niña comenzaron a correr a auxiliarlo, pero este plantó su espada en la arena y detuvo su caída.
La mujer que Battousai había elegido para reemplazar a su hermana, comenzaba a levantarse del claro en donde la había dejado. Iría a dar su premio al vencedor, pensó asqueado.
En un instante de iluminación, comprendió. Los hechiceros. Ellos habían vuelto a intervenir y eran los causantes de su desgracia y su vergüenza. Había vuelto a ser débil. Los había olvidado, concentrado solo en luchar contra el hombre, olvidando las fuerza que pugnaban tras bambalinas. Era un estúpido. Se había dejado engañar nuevamente.
Con fiera, renovada determinación, tomó su espada quebrada, y se puso en pie. No importaba si ahora estaba solo, si Tomoe lo había abandonado por alguna ignota razón, porque en verdad había preferido a Battousai o porque los hechiceros habían intervenido. Había llegado hasta allí con una intención, y la cumpliría. Ya todo había sido decidido, y no sería humillado en su derrota. Al menos moriría una muerte honorable. Porque, en lo que a él concernía aquel era un duelo hasta la muerte. Y siempre lo había sido. Hasta que Battousai o el no muriesen, aquella batalla no había concluido.
Ba... ttousai... Battousai...- llamó Enishi- El combate aún no termina
Un sonido extraño, lo hizo girar. Ante su asombro, un grupo armado de sus hombres apareció de entre el denso follaje y comenzaron a atacar al grupo de Battousai.
Mori no lo había obedecido, había preferido cubrir sus espaldas, el muy bastardo.
El policía de ojos lobunos y el hombre que correspondía a la descripción del que había terminado con Gein se movieron con la gracia mortífera de lo que en verdad eran, espadachines de la misma especie que él o Battousai. Los hombres de Mori no tenían oportunidad.
Y el peleador callejero también estaba al ataque, al igual que los policías que habían bajado de los botes que habían acompañado al 'séquito' de Battousai
<Estúpido... estúpido>- pensó Enishi
Mientras él tenía las agallas para hacer lo que debía y acabar con su propia vida en caso necesario, para no poner la organización en peligro, sabía que Mori 'cantaría' como una geisha en cuanto la promesa de dolor se le insinuase. Gracias al imbécil, todo lo que había construido diligentemente en los últimos meses, colapsaría El infeliz lo había arruinado todo. Pero ese ya no era su problema, sino de Xian.
Buscó a Battousai con la vista. Se hallaba a un costado, intentando ponerse nuevamente en pie con ayuda de su mujerzuela. Como pudo comenzó a dirigirse hacia él, resuelto a dirimir lo que les quedaba pendiente, cuando en un instante irreal, resonó el disparo y una rosa de sangre floreció en su hombro.
Sus ojos se abrieron de par en par.
Todo lo que siguió sucedió de una manera espantosamente lenta. Vio a Mori, que había caído al suelo durante el retroceso del disparo, apuntando nuevamente a Battousai. ¡El muy bastardo pretendía robarle a su presa! La furia volvió a asentarse en él. Pero sólo por un segundo. De pronto, algo extraño sucedió. Kamiya Kaoru, la mujer que tanto desprecio le había provocado asumió una posición horriblemente familiar. Interpuso su cuerpo para proteger al monstruo... La figura etérea de Tomoe se superpuso sobre ella.
Y por primera vez en quince años, la realidad estalló en su mente.
Kaoru, ponía su cuerpo para recibir el impacto mortal, protegiendo al hombre que amaba
Ambas escudaban al mismo hombre.
Sería posible que Tomoe...
- ¡Esto se acaba ahora y de una vez!- Gritó Mori- ¡Basta de juegos y caprichos infantiles! No voy a perderlo todo por la demencia de un hombre...
El tiempo volvió a ponerse en movimiento de repente. Sólo había una cosa por hacer. No había podido evitarlo en Otsu. Pero esta vez... esta vez...
Corrió como nunca, sus pies apenas tocando la suave arena de la playa. No importaba el dolor en el brazo que se balanceaba incontrolablemente. No importaba el cansancio, la sangre o la derrota. Solo sabía que no iba a permitir que la historia volviese a repetirse. Aunque se tratase de una mujer que pretendía ocupar un lugar que nunca le había correspondido, no merecía aquello.
Con una violenta patada logró desviar el brazo de Mori justo en el momento del disparo. Sintió el sonido de los huesos del otro hombre al quebrarse seguido de un aullido de dolor. Tenía razón. El flojo sería incapaz de resistir los métodos brutales de la policía y arrastraría a la organización consigo.
La furia incontenible de ver al cobarde que se doblegaría tembloroso ante los bastardos del gobierno Meiji, pero que se sentía lo suficientemente valiente para apuntar a un enemigo incapaz de defenderse y a una mujer, lo desbordó.
Con su brazo sano lo tomó del cuello y comenzó a apretar... Sintió las voces gritándole que se detuvieran, pero no lo haría... el gusano no lo merecía.
- Basta, Enishi- Battousai estaba de pie, a su lado, y lo tenía aferrado de su muñeca
- ¡Suéltame!.
- Si lo hago, lo matarás. Y no puedo permitir eso. Estoy cansado de ver gente matando y gente muriendo. No me importa la clase de persona que sea, pero en tanto pueda evitarlo, no permitiré que nadie más sea asesinado. Detente Enishi, detente ahora... porque si no lo haces, perderás la sonrisa de Tomoe para siempre.- Kenshin soltó la mano de Enishi- Protegiste a Kaoru-dono... por ello te estaré siempre agradecido.
Soltó a Mori. Las palabras de Battousai cayeron sobre el con el peso de una montaña. Y se derrumbó sobre la arena.
- Esto esta mal- aulló- Esta mal... Yo quería proteger... a quien yo quería proteger... ¡Mierda! ¡Mierda!
Y ya no pudo evitar las lágrimas. Los recuerdos se amontonaban y caían inmisericordes sobre él. Su infancia, los tiempos felices, la sangre sobre la nieve, el horror de la guerra, el hambre y el frío en Shanghai, los rostros felices de su familia adoptiva, los mismos rostros desfigurados en la mueca siniestra de la muerte traída por sus manos, su ascenso en las Tríadas y la estela de muerte que había dejado a su paso, la momentánea felicidad que conoció con Asiyah, Japón... y la derrota. Y Tomoe, mirándolo con mirada de jueza severa...
Apenas registró cuando era levantado sin ceremonias y encadenado. Con gesto irónico y una sonrisa triunfal, el peleador callejero le colocó las gafas sobre el puente de la nariz y comenzó a ser arrastrado hacia su momentáneo encierro.
Por el rabillo del ojo alcanzó a ver a la niña pasándole algo a Kamiya Kaoru. Ella se apresuró a llegar hasta él y se lo entregó. Parecía tratarse de un libro.
- Supongo que Tomoe querría que lo tuvieras, para que supieses la verdad de sus propias manos. Este es el diario de tu hermana.
Ella se dio la vuelta y regresó al lado de Battousai, sin mirar atrás.
Aferró el libro fuertemente contra su pecho y se dejó conducir hacia su prisión.
Todo había concluido. Pero antes del completo final, al menos podría tratar de desentrañar la verdad a través de las propias palabras de su hermana.
Lo arrojaron a una celda en la sentina.
Sus hombres y Mori fueron dejados en la isla, a la espera de otro barco que los llevase.
Él era el bocado mayor, y seguramente el policía de ojos ambarinos lo quería en Tokio a la brevedad, listo para ser interrogado.
Tendría una desilusión si creía que podría quebrarlo. No hablaría. Y no tenía una sola prueba para probar nada en su contra respecto a la organización. Todo lo que tenía era su ataque contra Battousai.
De todas maneras, sabía que aunque no pudiesen probar nada contra él, sería ejecutado.
El Miburo y el gobierno sabían como se había involucrado en el complot de Shishio.
Eso era suficiente para hacer rodar calladamente su cabeza.
Y eso estaba bien. Era lo que quería.
Pero debía aprovechar el tiempo que tenía hasta que llegasen a Tokyo, antes de que empezasen los interrogatorios.
Necesitaba leer el diario.
Como si lo supiesen, pusieron una lámpara de kerosén que alumbraba suficiente para que pudiese hacerlo.
Inconsciente a todo lo demás, el dolor, el frío, la mugre a su alrededor, la sangre fresca escurriéndose por sus heridas y la seca formando costras sobre su piel se sumergió en las páginas.
Respuestas.
Quería respuestas.
Necesitaba respuestas.
Luego de que las hallase, podían hacer con él cuanto quisieran...
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La puerta se abrió suavemente.
Asiyah sabía que venía, el sonido de la madera crujiente anunciaba la llegada de la hechicera.
De hecho hacía horas que la esperaba.
Traería novedades.
El corazón comenzó a danzarle locamente en el pecho. Con mano temblorosa llevó la taza a sus labios antes de mirar a la mujer a los ojos.
- Todo ha terminado.- hizo una breve pausa, como estudiando sus reacciones- Y él esta vivo.
El nudo en su garganta se aflojó y cerró los ojos. Al menos... al menos vivía.
- ¿Su estado?
- No lo sabemos con exactitud. Solo que subió al barco prisión por sus propio medios. Hiko lo verá en breve. Primero averiguaremos todos los detalles y planificaremos su escape...
- En Shanghai le dí un anillo mágico... Puede abrir un portal con él. Espero que recuerde las instrucciones que le dí entonces.
- Muy conveniente... - una sonrisa floreció en los labios de la mujer- Eso nos será de gran ayuda. Lo llevaremos a Kyoto y allí podrán encontrarse nuevamente. Una vez que estén en condiciones, los pondremos al cuidado del Alto Concilio. Sé que protestarás, pero créeme es la mejor opción. Hiciste un trabajo desastroso protegiéndolo. Ellos te darán la instrucción necesaria. Y lo controlarán a él. Esta muy inestable y podríamos perderlo nuevamente. Necesita supervisión estrecha. No te preocupes. Cuidaremos muy bien de él. Y tú estarás a su lado. Lo conoces mejor que nadie. Así será más sencillo para todos nosotros. Sé que lo sacarás adelante. Y cuando todo este listo y él recuperado, despertaremos a las tres Bestias.
Asiyah miró detenidamente a la hechicera.
Tomoe había tenido razón todo el tiempo... recordó el dialogo en el Istmo
- ¿Vas a dejar que lo aprisionen, lo esclavicen y lo utilicen?
- Estoy cansada... tan cansada... Sólo quiero dormir, descansar... allí donde todo parece estar silencioso y tranquilo.- musitó Asiyah señalando la luz.-
- Nadie dijo que fuese fácil... ¿Vas a darle la razón a los hechiceros? Te conozco mejor que ellos y sé que no eres una cobarde y no huyes de los retos. Asiyah, no dejarán que Enishi salga de Japón... El Alto Consejo es inmisericorde y tienen planes para él y las otras Bestias... debes ayudarlo a salir de allí... Llevarlo de nuevo al Continente o a otro sitio. Protégelo.
Sí, el Alto Consejo era inmisericorde... Apenas salido de su pelea, confundido, derrotado, destruido en todas sus convicciones, ya querían apoderarse de él y utilizarlo... Vaya, que tenían planes para él.
Tenía que sacarlo de Japón rápidamente...
Y ponerlo en camino a Mongolia.
- Es hora de que te preparemos. No querrás que sufra más al verte así...
Si, debía prepararse para verlo. Pero no en el sentido en que la hechicera esperaba.
El tiempo de la prueba más dolorosa se acercaba.
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[1] Esto corresponde a la traducción de Maigo-chan del episodio 235 del volumen 26.
[2] Fuego, en persa
[3] Así como Yinniyeh es la forma femenina de Yinn, Maridah es l forma femenina de Marid
[4] Ver manga episodios 246 en adelante