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Capítulo Tercero
Las primeras tormentas

Observé mi nueva habitación en silencio, finalmente cayendo en cuenta de todo lo que me había pasado en esos cinco días. Me dejé caer sobre la cama, una inmensa cama mullida en el centro de la habitación, y miré a mi alrededor en silencio. La habitación que mama me había dado, era del tamaño de la sala de mi antigua casa. El techo, como en todas las habitaciones del palacio, estaba hecho de vidrios de colores, y la luz se filtraba perfectamente, aun a pesar de que estábamos debajo del agua. Las ventanas que daban al exterior estaban cubiertas con unas cortinas de un celeste pálido, y las paredes totalmente empapeladas. Sobre un lado había un armario de gran tamaño, que resultó tener cientos de vestidos de todo tipo, y para todas las ocasiones. Podría haberme quedado a vivir allí dentro, tenía todo lo que se podría necesitar, incluyendo un amplio escritorio, un estante con libros, una mesa, y cuatro sillas. Lentamente me fui haciendo la idea, y pensando en todo lo que podría hacer ahora, que tenía una vida prácticamente eterna. Planes no me faltaban, y no me sentía realmente cansada, pero me dejé llevar por mis costumbres humanas, y antes de darme cuenta estaba durmiendo.

Me despertaron unos golpes en la puerta.
Sonaban tres de ellos en intervalos exactos y luego había un momento de silencio antes de que sonaran exactamente iguales. Me levanté de la cama, y me dirigí a la puerta. Sin abrir pregunté quien era, y me respondió la voz de Arashi, me dijo que era tarde, y que tendría que salir en cinco minutos.
Me tomo tres minutos y medio estar pronta para lo que fuera. Arashi sonrió, y me dijo que según Dolphin sería su parte enseñarme a usar la magia y la espada.
- A partir de hoy tendrás clase seis veces por semana - Me dijo - No habrán días, y ni siquiera horas libres fuera de las programadas, y pobre de ti que se te ocurra escaparte. Comprendido?
- Comprendido...
- Muy bien - Dijo, guiándome a una amplia sala en el piso inferior - Aquí es donde entrenaremos, te quiero sin falta en esta misma sala, a esta misma hora, y pronta para empezar el día de mañana.
- Así será.
Y así fue. Al otro día y cinco minutos antes de la hora indicada, ya estaba en la sala de entrenamiento lista para empezar. Arashi sonrió satisfecho cuando me vio.
- Muy bien niña, comenzaremos apenas elijas una espada con la que empezar. - Dijo, guiándome a la habitación contigua, cuyas paredes cubiertas de estantes estaban llenas de todo tipo de armas. - Esta sala es solo una formalidad - Dijo - Pero aquí hay suficientes espadas para enseñarte a usar cualquier tipo de ellas. Elige una, y esa será la que usarás a partir de hoy.
Asentí, y me quedé mirando en silencio, confundida. El me miró y rió.
- Era de esperarse, seguramente lo más peligroso que tuviste en la mano fue un cuchillo de mesa - Me empujó suavemente hacia el estante - Lo primero que necesitas cuando eliges una espada es que sea cómoda de manejar, por tu aspecto mejor elegimos algún metal liviano - Me extendió una espada sonriendo. La tomé, cuidadosamente y la balanceé con curiosidad, como tantas veces había visto hacer a los guardias de casa. Era liviana, pero aun se movía por voluntad propia. Arashi volvió a reír.
- Necesitas una mas corta para empezar - Dijo sacando otra de las espadas del estante y extendiéndomela. Volví a balancearla cuidadosamente, era más liviana que la anterior, y mucho más fácil de manejar. Arashi pareció satisfecho con la elección, y salió de la sala. Salí detrás de el, confundida, pero ahora dominada por mi curiosidad.

Arashi sacó su espada y me la mostró con cierto orgullo.
- Esta espada, perteneció a un ryuuzoku - Me dijo - Supongo que lo recordarás - Agregó sonriendo - El sacerdote principal del templo, el desaparecido.
Asentí. Recordaba vagamente al sacerdote de ojos cálidos, y recién ahí me di cuenta, del parecido que había entre Arashi y el.
- Ah... - sonrió - esta es su forma, verdad? - agregó señalándose a si mismo - Es una cosa de honor, algún día te lo explicaré, ahora comencemos - Finalizó sonriendo, y desenfundando su espada, la empuñadura tenía la forma de la cabeza de un dragón, con dos ojos hechos de rubíes, y todo el metal estaba cuidadosamente grabado, con palabras en un idioma antiguo, y dibujos inentendibles para mi.
Sin más preámbulos se lanzó contra mi, para probar que tan bien andaban mis reflejos y mi instinto. A duras penas pude esquivarlo, y salvarme de suerte.
- Estas mejor de lo que imaginaba niña... Eso es bueno...
Levanté la espada, aun a pesar de que no tenía idea de que hacer, y esperé a que volviera a atacarme. Me concentré en escapar de su ataque, y mover la espada para hacerle algún corte. Lo logré, una herida diminuta en su brazo derecho, que el observó con una sonrisa satisfecha.
- Bien hecho - Dijo sonriendo, la herida se cerró y no quedó rastro de mi ataque con excepción de su traje de general, que tenía ahora un pequeño corte en la manga. - Ahora se por donde empezar - Finalizó.

Dolphin, había estado hablándome sobre la empatía. Mi "don" como ella lo llamaba. Me hablaba por horas sobre barreras mentales, hechizos, y las maneras de ampliar y minimizar ese poder. Sus clases eran intrigantes en cierta forma, nunca había imaginado que en mi pequeña maldición pudieran haber tantos factores en juego.
Terminado el discurso del día, mama me indicó que tendríamos tiempo libre, me dijo que tenía que aprovecharlo para entrenar, y manejar la magia y la espada tanto como las palabras, porque las palabras eran tan fuertes como las armas. Entendí sus palabras a la perfección, y me dirigí a la biblioteca. Ya había estado allí varias veces, perdida entre las filas interminables de libros, de todas las épocas y de todos los tipos, pero esta vez me decidí a estudiar, sobre historia, pero sin abandonar el legado de Naim, la literatura moderna, aquella que era a veces tan rebelde, y tan difícil de encontrar, cuyas palabras contradecían todo nuestro modo de vida.

Atendí a cada sección de entrenamiento de una manera casi religiosa durante dos meses, antes de que sucediera un pequeño incidente que cambiaría la relación con Arashi radicalmente.
Con el paso del tiempo había descubierto que Arashi parecía tener dos caras. Estaba aquella, la maníaca como le llamaba yo, un asesino sanguinario sin restricciones ni moral, y estaba la otra, que rara vez veía, era un Arashi más pasivo, no sin dejar de ser él mismo, que se sentaba a leer algún libro, y mientras sus helados ojos verdes recorrían las páginas parecía dejar de estar en este mundo. A pesar de todo, cada vez que sus ojos se fijaban en mi, o que me hablaba con ese tono sarcástico tan característico de él, hacía que me estremeciera de pies a cabeza.
Dolphin nos había hablado vagamente sobre la guerra que se aproximaba, y de como cambiaría eso el destino del mundo. Hablaba de café, de cartas y de agua como una loca, y reía mientras hablaba entre dientes de su "proyecto" cuyo significado ni Arashi ni yo habíamos podido descubrir. Una tarde, luego de la charla habitual, Dolphin se puso de pie, con una sonrisa y salió de la habitación, usando su excusa habitual de "tengo sueño" algo que en realidad no significaba más que un "déjenme sola, quiero hacer algo que ustedes no deben saber".
Arashi me miró fijamente, y me sonrió. Me estremecí, mientras el caminaba hacia mi. Se movía lentamente, y lo hacía adrede, acostumbrada a la velocidad rápida del movimiento de Arashi, la escena pasó en cámara lenta para mi. El se paró frente a mi, siempre sonriendo y clavó sus ojos en los míos. El mismo verde helado y cristalino de siempre me enfrentó, y una vez más me sentí paralizada. Su mano se posó en mi mejilla, en un contacto que me hizo estremecer. Su rostro se acercó lentamente al mío y lo sentí respirando a milímetros de mi rostro, mientras suavemente, en un tono casi inaudible susurraba.
- Me gusta tu piel... - Me estremecí levemente, pero no logré reaccionar. Podría haber reconocido sus palabras solo con el movimiento de su respiración sobre mi rostro. Me ruboricé, no podía hacer nada más, mientras sus labios cerraban la pequeña distancia que quedaba entre ellos y los míos propios, y comenzaba a besarme, suavemente. No pude reaccionar, mientras sus emociones, que no había sentido hasta el momento entraban en mi mente, y se mezclaban confusamente con las mías propias, cerré los ojos intentando aclarar mis ideas, pero no pude llegar a nada coherente. Confundida, perdida en su emociones me encontré respondiendo tímidamente el beso, me sentí algo avergonzada, pero las sensaciones que me producían el contacto suave de sus labios, y sus suaves caricias en mi espalda hicieron que me olvidara de todo. No se cuanto tiempo pasó hasta que sentí la pérdida de su contacto, y me atreví a abrir los ojos para encontrar los suyos helados sobre mis ojos. No sabía que decir, necesitaba decirle algo, al menos decirle que no hiciera eso, pero las palabras se me escaparon. Esperé que el tuviera algún comentario, algo que rompiera la tensión, y sacara las sensaciones extrañas de mi mente, pero sus palabras no ayudaron en lo absoluto.
- Dulces... Fue un placer ser el primero en probar esos labios... - Me susurró al oído antes de darse vuelta y salir de la habitación rápidamente.

Ese día mi relación con Arashi dio un giro importante, y las cosas se convirtieron en un torbellino descendente. Arashi se me aparecía de la nada, y me besaba, la intensidad del beso variaba con su humor, pero siempre me confundía, y me deleitaba con un contacto que nunca había sentido en mi breve vida como humana, ni había imaginado que sentiría en mi futura vida como mazoku.

Yo dormía por las noches como cualquier humano, solo por diversión. A veces soñaba con un pequeño de cabello morado, y me despertaba confundida, pero normalmente soñaba con Yui, con Naim o incluso con Edel, claro que esos sueños no me molestaban, sino que me divertían.
Algunas noches la tormenta sacudía el mar, y yo podía sentir también la furia de Arashi, que era especialmente duro en sus sesiones de entrenamiento. Y mientras yo estaba en mi habitación, curando las heridas que quedaban en mis brazos y mi espalda, hechas con "metal corriente" como Arashi las llamaba, el discutía acaloradamente con Dolphin sobre mi futuro.
Y esas noches, cuando la tormenta golpeaba con mas fuerza, su cuerpo sobre el mío y su respiración suave sobre mi rostro me sacaban de mi sueño. Sus labios recorrían mi rostro con pequeños besos, antes de besar los míos con una intensidad que nunca sentía durante las tardes o las mañanas. Sus dedos recorrían mi cuerpo por encima de las sábanas, y si intentaba hacer algún movimiento para detenerlo, antes de notarlo, sentía mis manos sujetadas sobre mi cabeza por una de las de el.
A pesar de ello, sus exigencias disminuían, y su lengua entraba a mi boca, masajeando la mía suavemente y animándome a seguirle el juego.
Entonces la tormenta se calmaba, y sus labios reposaban unos segundos sobre los míos antes de separarse y que su cuerpo saliera de encima del mío en silencio.
Lo que sucedía después siempre era impredecible. A veces salía de la habitación sin mediar palabras, otras veces me besaba la frente, como a modo de disculpa, y otras se quedaba junto a mi en silencio y no se iba hasta que yo me dormía.

Aquellas intempestivas visitas nocturnas eran algo que no lograba entender. Una parte de mi las anhelaba fervientemente, y el resto las odiaba con la misma intensidad.
Los días de tormenta mi mente y mi corazón se debatían por horas interminables sobre el camino a seguir. Mi mente, veía la relación como algo potencialmente bueno, existía la posibilidad de que si le seguía el juego Arashi suavizara sus sesiones de entrenamiento. Mi corazón se negaba profusamente y mi propia intuición me decía que era un juego peligroso del que me convenía mantenerme fuera.

Durante los días y las noches calmas fui fiel a mi corazón. Rehuí de su presencia, escapé de su contacto, y de sus atenciones de cualquier tipo.
Pero en las noches de tormenta no era yo misma. Respondía sus besos con intensidad, dejaba a sus dedos recorrer mi cuerpo, me permitía rozar su cuerpo con mis dedos, y atendía sus exigencias. Nunca cruzamos palabras durante la tormenta. Nunca hubo un "te quiero" o alguna palabra que indicara sentimientos falsos. Lo nuestro era solo sensaciones, un juego sin compromisos, que quedaba totalmente olvidado durante el día, cuando volvíamos a ser maestro y alumna, o simples compañeros de trabajo.

Llegaba la mañana, y con ella el entrenamiento. Las sesiones eran casi siempre monótonas e interminables, pero poseían el toque especial de Arashi. Cada día me enseñaba un movimiento, que debía aprender a manejar al cabo de una hora. Si lo hacía, entonces me dejaba libre el resto del día, si no lo hacía, venían los reproches y Arashi comenzaba a atacar con más velocidad y más furia. Recuerdo una clase en particular, nítidamente. Sucedió uno de mis primeros meses en Demon Sea, un día de tormenta.

Arashi acababa de explicarme como detener un ataque por parte de alguien mas alto que yo. Era bastante simple en si, pero yo aun no lograba bloquearlo sin irme de espaldas. Cuando caí por quinta vez, Arashi me extendió la mano, harto de mis fallas. Tímidamente me ayudé a ponerme en pie con su ayuda, pero el cerró bruscamente la distancia entre nosotros y me besó. Me aparté de él, rápidamente.
- No hagas eso...
- Si quieres vivir por largo tiempo deberás acostumbrarte a besar al enemigo.
Primera lección.
Me giré para que no viera mis mejillas ruborizadas, no le daría el gusto, así que le di la espalda.
Lo siguiente que sentí fue un dolor punzante, y la sensación ya familiar del metal helado atravesando la piel. Caí de rodillas y lo escuché acercarse a mi.
- Nunca le des la espalda al enemigo.
Segunda lección.
Se paró detrás de mi, y tiró de la daga que segundos atrás había lanzado a mi espalda. Me lo miré, y el simplemente me sonrió y lamió lentamente la sangre del filo.
- Descuida, es metal corriente, sanará pronto.
Tercera lección.
Con eso Arashi dio por terminada la sesión y salió de la habitación sin palabras, dejándome allí, la herida aun sangrando, y mis lágrimas bañándome las mejillas.
Así eran usualmente las sesiones en los días de tormenta. Nunca imaginé que esa clase de tratamiento podía llegar a ser útil algún día, pero de sus palabras aprendí muchas cosas que me permitieron llegar viva hasta hoy en día. Aún a pesar de todo, me tomó un largo tiempo acostumbrarme a las conductas de Arashi, especialmente considerando el profundo temor que me inspiraba su presencia, pero con el tiempo logré hacerme la idea de que ese hombre sería mi compañero de trabajo por un largo tiempo.