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Capítulo Cuarto
La noche

Aun me asombra poder describir este capítulo con dos palabras. "La noche" expresa claramente mis primeras actividades como sacerdotisa en Demon Sea. Si bien simultáneamente me ocurrieron cosas positivas, prefiero separarlas en dos capítulos para poder describir mejor cada uno de los temas.

Durante muchos años fui sacerdotisa de Dolphin, pero los años en los que tuve mayor actividad fue en los primeros, y la gran mayoría se debía a los paseos que Arashi me hacía dar por el mundo para comenzar a entenderlo mejor, y para acostumbrarme, antes que nada, a conocer a la gente sin que la gente te conozca.

Era increíble ver la manera en que el general se camuflaba en cualquier sociedad, sin importar lo cerrada que fuera, y hacía parecer que había vivido así por siglos. Me llevó también a conocer al "enemigo". Recorrimos las ciudades de los humanos, y los templos y los poblados de los dragones como si nada. Yo lo seguía, y observaba su conducta, curiosa por saber como era que se ocultaba tan bien de los ryuuzokus a pesar de su naturaleza.

Seguimos un itinerario mas bien simple. Visitamos cada uno de los puntos importantes del mundo. Lugares como Zefilia, Sairaag, Saillune, Atlas, y los dominios de los restantes tres Dark Lords, aunque procuramos mantenernos lejos de sus moradas.
Zefilia, fue la primer ciudad que visitaba en tiempo, allí conocí el lugar donde muchos héroes de la época habían nacido, al parecer la ciudad estaba marcada para dar nacimiento a muchas de las personas mas importantes de la historia, y del futuro también, tal y como lo había indicado Dolphin.
El viaje siguió por Sairaag, donde visitamos también el primer templo ryuuzoku que veía desde mi vida como humana. Fue toda una curiosidad. Arashi sonrió y se metió al templo como quien entra a su casa y me dijo firmemente que no me alejara de él. Me puso nerviosa saber que estaba rodeada de ryuuzokus que me matarían si supieran mi origen, pero le hice caso a Arashi, quien caminaba por el templo como si hubiese vivido allí por años. Rió, y me dijo que me fuera por allí, a sociabilizar con los dragones, que el tenía cosas pendientes.
Tres días después abandonábamos el templo, bajo una intensa tormenta. Media hora después de que nos fuéramos alguien daba noticia de que el sacerdote principal estaba muerto, y quince minutos después Arashi decidió que dejábamos Sairaag, sin dejar de sonreír.
Conocimos Saillune, la capital de la magia blanca, era un espectáculo ver la facilidad con la que dos mazokus se mezclaban en una ciudad así, entre magos, sanadores, sacerdotes, y humanos. Éramos todos iguales, nosotros, ellos, todos preferíamos nuestra opinión, todos queríamos ser libres, y todos peleábamos por nuestras ideas en una guerra que en ese momento vi como algo lógico.
Atlas fue sin duda mi lugar preferido. Allí pude visitar finalmente una cuidad mas del tipo que yo buscaba. Me las arreglé para encontrar todo lo que tuviera que ver con literatura, música, o magia, y allí fue donde nos tomamos más tiempo. Me intrigué por la ciudad, y me perdí en los callejones más escondidos simplemente curioseando. Mis sentidos de émpata ya eran tolerables, y aun si a tiempos me enloquecían, la mayoría del tiempo podía soportarlos sin problemas.

Viajar con Arashi era enfrentar una bomba de tiempo. Si bien las noches de tormenta eran escasas, los avances del general no se detenían, sino que eran aun más exigentes. Estaba prácticamente acostumbrada a las actitudes de Arashi, aunque a tiempos me sorprendía con alguna actitud extraña e inesperada. En Atlas vi más de esas actitudes de las que jamás había visto. Arashi había parecido mucho más pasivo en todo ese tiempo, se pasaba horas perdido en algún libro, y se olvidaba de mí por días. Cuando parecía que todo estaba en calma, las tormentas llegaban a la ciudad, y Arashi repetía el silencioso ritual de las noches, tal y como lo hacía en Demon Sea.
Nunca me esperé encontrarlo una noche sin tormenta, pero allí estaba él.
No lo noté al principio. Acababa de subir a mi habitación, nos albergábamos en una posada, y antes de llegar a encender alguna luz, sentí sus manos apoyadas en mi cintura. Supe que era él inmediatamente, por la presión que hacían sus manos, e incluso por su manera de respirar. No dijo una palabra, excepto un pequeño "shhh" que bastó para hacerme entender que no quería oír palabra. En la penumbra de la habitación, apenas distinguí su figura cuando me tomó la mano y me guió quedando de frente a la única ventana, que daba a una pequeña playa, afuera vi la luna llena, brillando serenamente, y me estremecí. Arashi, aún parado detrás mío, había comenzado a besar mi cuello suavemente. El contacto de sus labios hizo que me estremeciera, y sentí unas palabras, en algún idioma que no conocía, suaves contra mi piel.
Yo me había quedado inmovilizada, mi mirada fija en la luna llena afuera, me sentía hechizada, hechizada por la luna, por sus caricias suaves en mis hombros, por el tono hipnótico de su voz, y por sus labios contra mi cuello. Antes de que pudiera hacer nada, sentí sus labios en mi hombro. Me estremecí, y quise decirle que se detuviera, pero de mis labios solo escapó un gemido, que me hizo sonrojar. No se como reaccionó él, pero sus labios no detuvieron su viaje, esta vez a través de mi espalda, hasta mi otro hombro. Se separó de mi y dio una vuelta alrededor mío antes de empujarme suavemente contra la pared. Me quedé donde el me había indicado, ruborizada por las sensaciones, y vi el contorno de su rostro, luciendo una sonrisa que jamás había visto. "Tan pura, tan inocente" susurró, apenas alcancé a oírlo, antes de que sus labios se acercaran a mi garganta, y la besara en un cuidadoso camino descendente hasta la parte superior de mi pecho. "Me da remordimiento" volvió a susurrar, esta vez a mi oído, antes de mordisquear suavemente mi oreja. Sentí sus manos meterse en mi falda, lentamente, para acariciar mis muslos, mientras sus labios sellaban los míos con un beso firme. Por primera vez desde que había llegado a Demon Sea realmente le tenía miedo. No sabía hasta que punto quería seguir, no quería entregarme a él así, no quería que él fuera el primero y eso me daba pánico. Presionó su cuerpo contra el mío con más fuerza, y tuve que apoyarme contra la pared para no caer, volvió a besar mi cuello, y supe que debía apartarme. Lo intenté, con todas mis fuerzas, pero fue vano, sus labios recorrían mis hombros, y sus manos seguían acariciándome insolentemente. Entonces entendí que no había caso en pelear, que el podía hacer lo que quisiera, y que yo no tendría el poder para detenerlo. Una simple lágrima escapó de mis ojos, una lágrima que el vio, y besó suavemente antes de abandonar sus besos y sus caricias. Se quedó mirándome fijo a los ojos, sus ojos helados me mostraron por un momento fugaz una calidez que no logré reconocer en ellos, antes de volver a su frialdad habitual, se separó de mi, y sin palabras, se giró y salió de la habitación.
Mis ojos aun llenos de lágrimas contenidas, finalmente no resistieron más y dejé correr libremente el llanto que había contenido por minutos interminables.

Siguieron a este suceso dos semanas de tormentas imparables. En ninguna de ellas Arashi apareció en mi habitación como lo hacía siempre, y prácticamente no cruzó palabra conmigo durante aquellos catorce días. El decimoquinto día partimos de Atlas, sin decir nada sobre el tema. La relación que llevábamos volvió a su normalidad, aunque el recuerdo de aquella noche probablemente me oprima el alma el resto de mi vida.