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Capítulo Quinto
Luz y Oscuridad, Vida y Muerte

Contrastes. De eso se trata toda mi vida, nunca hubo gris en ella, siempre fue blanco y negro, día y noche, luz y oscuridad, vida y muerte.
Durante los primeros años en Demon Sea mi único rayo de luz fue Yui. La veía siempre que me era posible, y nunca pasaba más de una semana entre una visita y otra, ella siempre me recibía sonriendo, y yo luego de dejar la pensión que había prometido al bibliotecario la llevaba de paseo, a conocer nuevos lugares en el mundo o a conversar al menos.
Una de las tardes que fui me recibió Yui, acompañada un niño un par de años mayor que ella, el nieto del bibliotecario según aprendí luego, que recientemente había quedado huérfano de padre y madre. Había trabado una amistad con Yui en los días que llevaba allí, y me pareció ideal que mi hermana comenzara a conocer nueva gente, y que quizá algún día pudiera casarse y tener una vida normal.

Los años pasaron como el viento, siempre de la misma manera. Incluso tres años después, cuando mi entrenamiento con Arashi había concluido, continué con el mismo régimen de vida y horarios. Mi madre había iniciado una búsqueda frenética de su hija perdida, cosa que con algo de dinero bien puesto evité con suma facilidad, manteniendo a Edel alejada de la vida de Yui.
Yui pareció comprender todo fácilmente. A los nueve años, me preguntó si alguna vez volvería a ver a su madre, y yo le hablé francamente, aun a riesgo de que no me entendiera, sobre todo lo que había sucedido antes de su nacimiento, y después de ello, ella comprendió y mejor de lo que yo jamás habría esperado, y me dijo que entonces sería mejor, y que confiaba en mi. Desde ese momento nuestra relación cambió, de una manera positiva. Yui se volvió mi confidente, parecía conocerme mejor de lo que yo misma lo hacía. Recién unos seis años después pude realmente sincerarme con ella. Le hablé sobre mi muerte y mi nueva vida, le hablé incluso de Arashi, omitiendo ciertos detalles que prefería que no supiera, ella me habló sobre sus amigos, sobre los lugares a los que asistía, donde estudiaba y aprendía cosas. Me obsequiaba pequeñas figuras de cristal cada mes, en la fecha exacta en que Arashi me había llevado a Demon Sea, y antes de darme cuenta, mi cuarto se había convertido en un pequeño zoológico de animalitos de cristal, que sumados a la luz de las ventanas, o de las velas en la noche convertían la habitación en un lugar mágico.

Una tarde, mirando esos mismos cristales vino a mi mente un único recuerdo, desprendido de cualquier otra memoria de mi vida, era un pequeño, de cabello morado, que me miraba con sus ojos azules. Lo recordé con toda claridad, era aquel chico, el que me había cruzado tan solo tres veces, tres veces que habían sido a la vez tres puntos cruciales de mi vida. Y entonces recordé el ataque y me estremecí. Me pregunté si habría sobrevivido, si estaría bien, y en alguna parte de mi mente me pregunté que habría pasado si lo hubiera buscado antes de ir a ayudar a Yui, sabía que mi destino habría sido diferente, pero en cierta forma temía averiguar que tan diferente. Me prometí silenciosamente buscarlo apenas tuviera tiempo, y seguí con mi vida.

Seguir con mi vida no fue realmente difícil. Yui siempre parecía lista para dar buenas noticias, y la vida en Demon Sea se había calmado mucho. Las tormentas escaseaban, pero podía sentir muchas veces la lluvia suave, que era un alivio, mientras Arashi se concentraba en sus libros y sus mapas por horas interminables, sin ni siquiera mirarme mas que para saludarme cuando pasaba cerca de el.
La penúltima visita que le hice a Yui fue antes de uno de mis viajes mas largos, y uno de mis pocos trabajos reales como sacerdotisa. Le avisé que me ausentaría por un tiempo, pero que la visitaría tan pronto como me fuera posible. Ella sonrió, y me presentó a un joven, su prometido. Lo reconocí inmediatamente, era el nieto del bibliotecario, el pequeño de años atrás.
El joven se mostró muy amable, rápidamente me pidió la mano de Yui, considerando que yo era su única familia conocida y reí, no hacía falta pedirlo si era lo que ella quería. Y con eso me fui de viaje, dejando a Yui segura, mientras ella sonriendo me prometía que esperaría por mi regreso para la boda.

Arashi me estaba esperando a la salida del pueblo. Me sonrió, y me retó a hacer una tontería. Debía entrar a una posada y robarme una mesa frente a los ojos de todos. Reí, era absurdo. Arashi dijo que lo era, y que eso era lo divertido, y me pareció lógico así que apostamos.
Si yo ganaba el me dejaba en paz una semana, si el ganaba, todo seguía como antes. No me pareció tan mal, después de todo, no tenía nada que perder. Entré a la posada, y me pedí un trago mientras pensaba como lo haría.
No vi mejor método que el ser directa, así que luego de pagar mi trago, tomé la mesa y salí corriendo.
Las expresiones de las personas que me veían salir, y del dueño del lugar no tuvieron precio. Sentí las emociones de la gente, en una mezcla que me pareció interesante, mientras el dueño salía detrás gritando cosas sobre robo de mesas.
Entonces sentí una sensación que no correspondía a la situación. Había atropellado a alguien. Me giré, curiosa de ver al hombre, y a la víctima. Le saqué la lengua al hombre, que empezó a gritar toda clase de cosas, que no se pueden repetir en un libro, y dirigí la mirada a mi víctima, tal y como suponía le había atropellado. Aparentaba la misma edad que yo, unos diecisiete años humanos, su cabello morado le cubría la mitad de la cara, y no llegué a ver claramente sus ojos debido en parte a la risa y en parte a la distancia.
Sentí sus emociones también, las había sentido antes, y me pregunté ausentemente si este joven sería el niño de mi pueblo. Era absurdo, pero a la vez tenía sentido. Lo vi levantarse para acercarse a mi, y reí para mis adentros mientras salía corriendo. El me siguió, por un largo rato, hasta que finalmente me detuve, algo curiosa, y disimulé mi reacción con tedio.
- Está bien, lo siento! Podrías dejar de perseguirme de una vez? - Le dije con toda la frialdad que pude. El estaba confundido, no era eso.
- No, no es por eso... es sólo que... - Giré los ojos, siempre en mi papel, y comencé a idear alguna historia para que me dejara en paz.
- Escucha amigo, no tengo todo el día y... - Comencé, pero el no me dejó terminar.
- Cuál es tu nombre?. - Ciertamente ese no era el momento para sociabilizar, pero no me quería ir.
- Uh? - Intenté que aclarara el porqué de la pregunta, pero el pareció ser bastante terco.
- Sólo quiero saber tu nombre, es todo - Me pregunté ausentemente cuantas veces habría dicho eso antes .
- Seguro que es todo? - El asintió con la cabeza, no le habría respondido de no ser por la curiosidad que me había invadido, al sentir aquellas mismas emociones que sentí bajo la lluvia aquel día, y el día de el ataque, toda la mezcla liderada por una emoción que nunca había sentido o visto. Le respondí quizá inconscientemente.
- Aoi, me llamo Aoi - Tomé la mesa, y me preparé a irme, cuando me giré para decirle un último: - Nos vemos!

Estaba segura que él era el chico de mi pueblo. Sonreí, él estaba a salvo, ya luego cuando terminara con mis labores iría a hablarle, y a preguntarle que hacía desde el ataque, y como había llegado tan lejos. Sonreí para mis adentros, y rápidamente me dirigí a informar a Arashi que le había ganado, y que me tenía que dejar en paz por un tiempo. La semana sin Arashi fue un gusto. La aproveché para recorrer librerías, y ciudades, siempre lo mas lejos posible de él. Estudié magia por mi cuenta, hice una pequeña lista de mis hechizos preferidos, y me comuniqué con los Daikenja que estaban recorriendo el mundo en esas épocas. Con eso me fue suficiente para declararla la mejor semana de mi entrenamiento.

La semana pasó como segundos, pero cuando Arashi volvió a buscarme, para regresar a nuestro itinerario estaba lista para lo que fuera.
El sonrió, notó claramente el cambio en mí, y comenzó a tratarme diferente. Era curioso, pero había comenzado a tratarme como algo más cercano a una igual, no como antes, que era simplemente su alumna y una molestia. No se que fue lo que vio exactamente que lo hizo cambiar, pero viajar con el se me hizo una carga mucho mas liviana luego de eso.

El viaje terminó cuatro años después, cuando Arashi decidió que estaba lista para valerme por mi misma en el mundo. Me resultó extraño, y me estremecí al pensar que a partir de ese momento estaría sola, pero me hice la idea, y comencé a hacer planes. Lo primero que haría sería visitar a Yui, luego si Dolphin no necesitaba nada, buscaría al joven y le preguntaría su nombre de una vez. Sonreí, y salí rumbo al pueblo, sabiendo que Yui estaría feliz de verme.
Yui sonrió al verme llegar. Ya tenía veintitrés años, pero mantenía el aspecto infantil que la caracterizaba, y su calidez de siempre. Junto a ella estaba de pie una pequeña de tres años, sonreí cuando noté el parecido que tenía conmigo y con Yui.
Yui me la presentó como Aoi. Me dijo que la había visto tan parecida a mi que había querido nombrarla así, y que Gen, su prometido había sonreído y asentido a llamarla así.
Reí. Yui me dijo que me había esperado, y que ahora que estaba allí podría comenzar a planear su boda. Me ofrecí rápidamente para ayudar en todo lo que me fuera posible. Con una suave tos, me explicó que sería una pequeña recepción, solo para los mejores amigos y la familia cercana. Me preguntó si conocía del paradero de Naim, que seguía sin dar señal de vida, y me dijo que la boda se celebraría el 20 de abril.

El 20 de abril finalizaron los preparativos, y comenzó la boda.
Sonreí todo el tiempo, frente a lo maravilloso de la situación, frente al hecho de que mi hermana, la persona más importante de mi familia, se casaba, que había encontrado su felicidad. La recepción fue perfectamente organizada, todo estaba perfectamente calculado. Cuando la había saludado Yui me había parecido algo pálida, así que me acerqué a ella, y le pregunté si se sentía bien. Ella sonrió, y me dijo que estaba bien, que solo estaba un poco agotada, mientras tosía suavemente. Algo no me gustaba de esa tos, pero me pareció absurdo preocuparme por algo así, la tos era algo completamente normal.
A la mitad de la recepción Yui perdió el conocimiento, y se dio por terminada la fiesta. La gente se retiró, preguntándose lo que había sucedido hasta que solo quedamos cuatro, Yui, Gen, Aoi y yo.

Revisé atentamente los síntomas de Yui, y aunque parecía una simple tos, pude descubrir que no era así. Comprendí lo que era demasiado tarde, era un extraño hechizo, magia blanca curiosamente, que se escondía detrás de una tos, y lentamente drenaba la energía de la víctima. La llevamos rápidamente a su casa, y la recostamos en la cama esperando que se recuperara pronto. Tomó una media hora para que ella abriera los ojos.
- Neechan...? Gen...? Aoi...? - susurró, con una leve tos.
- Yui... Yui-chan que te pasa...?
- No sé... estoy cansada... - Tosió, y Gen la abrazó.
- Descuida Yui estarás bien... - Ella sacudió la cabeza suavemente. Sus ojos estaban cansados y se habían llenado de lágrimas.
- Ni yo creo eso neechan...
- Yui...
- Cuidarás de ellos? - Tosió.
- No... no hables así... Podemos detenerlo... sea lo que sea...
- Lo harás...? - Asentí en silencio, y las lágrimas llenaron mis ojos. La estaba perdiendo, y no podía hacer nada para detenerla. No pude localizar al que había hecho el hechizo, Yui sonrió.
- Neechan... Deja... ya es tarde... Gracias...
- No... No es tarde... no puede ser...
- Gen...?
- Yui... - Respondió el.
- Te amo...
- Te amo...
- Cuida mucho de nuestra niña...
- Claro que lo haré...
Yui guardó silencio por otra media hora, en la que su respiración se volvió más trabajosa, hasta que se dejó de sentir totalmente, y finalmente dejé mis lágrimas correr. Me tomó un tiempo reaccionar, pero dejé a Gen allí, y me llevé a la pequeña Aoi, que miraba perpleja. La dejé junto a su bisabuelo, y rápidamente salí en busca del asesino.

Encontré a un ryuuzoku, a pocos metros de la casa que me sonreía. Lo reconocí vagamente por su sonrisa, era el que se había ofrecido a matarme tantos años atrás.
- Ah! Kai Miko! Te estaba esperando!
- Asesino... - Susurré.
- Podrías decirlo... Pero tengo ordenes de enmendar mi error del pasado, sabes? No debimos obedecer a ese imbécil...
- Ahora es tu turno de morir...
El ryuu cambió a su forma de dragón, y yo de una manera totalmente inconsciente cambié a mi verdadera forma, mi forma astral. Esa forma, la que hasta el momento nunca había adoptado, resultó ser una serpiente marina. Corría con la ventaja de que flotaba en el aire, y que me movía mucho más rápido que el, así que no me costó nada deshacerme de el, lo aprisioné como una boa, y lo devoré vivo. No sentí su dolor en lo absoluto, no sentí nada de nada, y cuando terminé me senté, exhausta a analizar mi situación.
No pude calificar eso como mi primer asesinato, ni la primera muerte, porque no sentí absolutamente nada. No sentí su dolor, ni positiva ni negativamente, ni como empata ni como mazoku, simplemente había liberado mi ira, y el había estado en mi camino.

Observé en silencio el lugar donde mi hermana descansaría para siempre y suspiré. Como podían recordar con una piedra helada a la persona más cálida que jamás conocí? Una vez más las lágrimas llenaron mis ojos, mientras juraba al viento que eso no se quedaría así, y que me vengaría por lo que habían hecho esos asesinos.

Corrí a buscar refugio en la soledad. Me encerré por seis años en mi habitación, solamente rodeada de los cristales, viéndolos brillar con la luz oscilante de la única vela que dejaba encender en mi dormitorio.
Arashi no apareció. Dolphin intentó hablarme pero no le vio caso. Yo solo quería estar sola, necesitaba estar sola, y así fue durante seis años, hasta que un día sentí que necesitaba más que la soledad para cerrar mi herida, ese día me puse de pie, y me preparé para regresar al mundo, con una sonrisa triste en los labios.