Slayers Fan Fiction ❯ Emociones Difusas ❯ Mis primeros Libros ( Chapter 9 )

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Capítulo Noveno
Mis primeros Libros

Sin mucho que hacer, me encerré en la biblioteca, y me dediqué a leer cada volumen, de los infinitos libros que poblaban los estantes. Podía pasar horas allí dentro, absorbida totalmente por la lectura, sin enterarme de que mas sucedía alrededor. Uno de esos días, me crucé con un volumen que me llamó la atención. No pertenecía al lugar, era más antiguo que la mayoría de los que habían allí, y estaba escrito en un idioma que no conocía.
Dolphin me dijo que ese era de los libros de Arashi, y en su tiempo libre, se dedicó a enseñarme el idioma en el que estaba escrito el libro, un antiguo idioma ryuuzoku ya olvidado. Perdí varios meses aprendiéndolo, fascinada por el tipo de sonidos que usaban las palabras, y no me detuve hasta que pude escribirlo, leerlo, y hablarlo a la perfección.
Entonces regresé al libro, y lo leí. Parecía un libro de leyendas viejas, pero era mucho más que eso. Hablaba sobre dragones y demonios viviendo en paz en ciertos poblados secretos, leyendas de la época de la creación, cuando Ceiphied y Shabranigdo peleaban frente a frente, e incluso hablaba sobre la creación de los Dark Lords y de los Kamizoku. Lo terminé en menos de tres horas, pero lo leí hasta aprenderme cada palabra de memoria.
Una mañana, mientras lo leía, se me ocurrió que nadie sabía de nosotros.
Con nosotros, me refiero a aquellos que sentimos las emociones de los demás. No hay muchos, pude descubrirlo más tarde, pero si habían muchas personas parecidas, estaban aquellos que oían los pensamientos de los demás, por poner un ejemplo, y que eran agobiados por voces ajenas en sus mentes, estaban aquellos que podían hablar con los espíritus, o los que podían canalizarlos, siendo estos últimos los más difíciles de encontrar.

Entonces fue cuando decidí que alguien debía hablar de nosotros, y comencé a escribir mi propio libro.
Investigué por todo el mundo. Recorrí pueblos escondidos, y conocí autores de libros similares, incluso a personas con poderes similares al mío, o iguales, y unos dos años después lo publiqué bajo el nombre "Los Dones y las Maldiciones". Hablé allí sobre los diferentes tipos de poderes desde un punto de vista frío y distante. Hablé también sobre la relación de las personas con estos "dones" y el resto del mundo, sobre lo que se puede llegar a sentir al ser apartado de la sociedad, o ser tratado como un fenómeno. Mencioné las reacciones de los dragones y los demonios frente a dichas capacidades, e incluso me permití exponer varios ejemplos, sobre mi vida o las de aquellos que había contactado durante mis viajes de investigación.

Luego de publicarlo, descubrí que era lo que me faltaba.
Recordé mi promesa, la de buscar al joven de mi pueblo y preguntarle su nombre, y rápidamente comencé su búsqueda. Sabía que no podía ser humano, porque era imposible que fuera tan joven cuando me lo encontré a menos que fuera un hechicero, pero sabía que él era un mazoku, lo sabía claramente, pero no sabía porqué.
Así que lo empecé a buscar, primero confiando en mi don, sin lograr resultados visibles. Luego de unos cuantos meses de búsqueda comencé con el verdadero trabajo, haría una búsqueda decente, si no lo encontraba por sus emociones, lo encontraría a la antigua.
Me senté a mi escritorio, y trabajé en un retrato suyo. Reí, mientras pensaba que después de todo, el tiempo que había gastado dibujando me había servido para algo. Cuando logré un dibujo que me dejara medianamente satisfecha, comencé a visitar cada ciudad del mundo, estuviera en el mapa o no, en busca suya.
Me llevó un año al menos encontrarle la pista, mientras le inventaba a cada persona una historia diferente sobre porqué lo buscaba, e intentaba no perder el contacto con Dolphin, y de visitar a la familia de Yui cada cierto tiempo.
Cuando lo encontré lo vi totalmente cambiado.
Era divertido, no se parecía en nada a lo que era cuando le conocí. Si, se veía exactamente igual, pero su manera de actuar tenía algo de extraño, y aquellas emociones que había sentido en el antes, ya no estaban. Me intrigó, e intenté averiguar porque era que estaba tan diferente. Algo tenía que haber pasado.
Rastreé su mente en busca de hechizos, lo seguí, averigüe todo lo que pude sobre él, incluso le tiré cosas por la cabeza disimuladamente, en caso de que fuera amnesia, pero no noté ningún cambio.
No se me ocurrió nada más que probar, así que simplemente decidí que sería mejor dejar el tiempo pasar. Las cosas sucederían a su debido momento, quizá era alguna especie de señal, decidí esperar, y la propia Dolphin me confirmó que estaba en lo correcto y que sería mejor darle un tiempo a las cosas. Miré el retrato que había hecho para encontrarlo y reí, me gustaba como me había quedado, así que lo guardé entre mis dibujos.

Varios años después, publicaba un segundo libro, al que llamé "Las emociones del émpata". Este fue dedicado a mi propio tipo, y me tomó bastante tiempo mas prepararlo. La mitad del libro hablaba sobre el émpata en general. Todos eran personas similares en cierta forma, evitaban relacionarse con los demás, y la mayoría sufrían de jaquecas asesinas durante el tiempo en que se desarrollaban sus poderes.
Casi siempre los émpatas sentían un aumento de sus poderes por medio del tacto. También se podía aprender a separar las emociones, y ver hacia donde y de donde se dirigían.
Escribí varias hojas sobre el fenómeno de confusión de las emociones propias con las ajenas, sobre barreras mentales mágicas que disminuían los poderes, y sobre aquellas personas que lograban bloquear sus emociones para que el émpata no las pudiera sentir.
Había un rumor, que decía que los émpatas no podían amar. Muchas veces negué esa afirmación, por el contrario, el émpata siente el amor con la misma fuerza que siente cualquier emoción, a veces siente incluso con más fuerza, por haber sentido tanto tiempo las emociones ajenas.
Cuando lo publiqué, pude contactar a varios émpatas que antes no había conocido. Compartimos experiencias, y largas horas de conversación, siempre hablando con humanos, nunca supe que uno de nosotros hubiera sido empata con excepción mía y de alguien más de quien hablaré más adelante.
No volví a revisar ese libro hasta doscientos años después, pero se que es definitivamente uno de los libros en los que más me reflejé, en el que más pude hablar de mi misma, sin sentirme vulnerable.