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Capítulo 2

Regreso a Casa

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Los personajes de Weiss Kreuz no me pertenecen y no estoy recibiendo ningún tipo de compensación por esto.

Este fanfic contiene referencias shounen-ai, Aya/Schuldrich, Ken/Omi.

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(Diez años más tarde del incidente en el bosque entre Schuldrich y el pequeño Ran.)

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La mañana se mostraba hermosa, los tenues rayos del astro rey comenzaban a sonrojar los cielos en suaves tonos rosados y un glorioso brillo dorado ribeteaba las nubes matutinas.

La casa semi escondida entre los árboles del bosque presentaba una sencilla combinación de rústica simplicidad y encantadores jardines, una típica casa del bosque.

Una pequeña mota rojiza se deslizó entre los arbustos del bosque y entró al jardín. Era un pequeño kitsune, de color rojo intenso cual la sangre fresca. De su cuello colgaba una delicada cadena de oro con una pequeña medallita. En su boca cargaba un par de fresas maduras. Se detuvo momentáneamente sobre una de las rocas que completaban el jardín mientras mordisqueaba la fruta. Finalmente se decidió a entrar a la casa, optando por una de las ventanas en lugar de la puerta.

Silenciosamente cruzó la cocina, la sala y se internó en el pasillo central hasta llegar a la puerta de la última habitación.

El pequeño kitsune empujó la puerta con el hocico y se asomó a la recámara. En sus ojos púrpuras asomó un gesto de picardía. Entró sigilosamente, cuidando de no tropezar con nada pero no pudo evitar los pantalones que estaban tirados descuidadamente en el piso. Hizo un leve sonido de disgusto pero una idea le vino a la mente y comenzó a manejar la prenda por unos momentos.

Terminada su tarea con los pantalones, saltó a la mesa y luego se deslizó a la cama en la cual una prominente figura de cabellos anaranjados dormía plácidamente. Las sábanas estaban todas torcidas, enredadas en parte en aquella lánguida figura. La luz matutina iluminaba suavemente el perfil levemente aniñado de aquel ser. Ahora el pequeño kitsune sabía cuán cierto era el mito de que la magia retrasaba el envejecimiento del que la utilizaba.

Los suaves labios, levemente entreabiertos, invitaban a todo el que los observaba por demasiado tiempo a probarlos. Su expresión tranquila y serena ocultaba un par de esmeraldas líquidas. Cuánto adoraba el kitsune ver aquellas verdes profundidades inflamadas por el coraje.

Sus fieros colmillos se asomaron en lo que parecía una sonrisa y se sentó en la almohada, justo al lado de la cabeza del pelirojo. Con un leve movimiento dejó caer su espesa cola sobre la nariz del hombre. Un pequeño cosquilleo y una fina mano se movió para quitar el objeto en su rostro. Sacó la cola a tiempo para no ser detectada. Lo observó curioso, con sus orejas muy alertas.

Finalmente el hombre pareció moverse, bostezando silenciosamente. El kitsune aprovechó el momento para rellenar la boca abierta con su cola. El efecto no se hizo esperar.

"¡¡RAN!!" El kitsune salió como una centella de la habitación mientras dejaba escuchar unas risas ahogadas.

"¡Maldito crío del demonio! ¡Ya verás cuando te alcance!" Vociferó el hombre ahora a medio vestir y peleando con los pantalones que no podía subir pues tenían sendos nudos en las piernas.

"¡¡MALDITO KITSUNE!!" Rugió el hombre fuera de sí.

Minutos más tarde, cuando Schuldrich logró vestirse decentemente salió echo una furia de su habitación para encontrar al pequeño animal tranquilamente sentado a la mesa. Una expresión impasible adornaba la carita del animal, como si los gritos desenfrenados del enojado hechicero no le intimidaran en lo más mínimo. En el fondo, el pelirojo no le había causado temor desde el momento en que lo vio por primera vez.

"¿Me levantaste sólo para tomar el desayuno?" Lo miró incrédulo.

El kitsune negó.

"¡Entonces para qué me levantaste pequeña sabandija!" Vociferó enojado, restregándose los ojos cansadamente.

"Lo prometiste Schuuuu." Gimió el kitsune dándole una mirada enojada y esperanzada a la vez.

"¿Qué prometí?" Dijo Schuldrich sentándose a la mesa algo más calmado y tratando de recordar qué le había prometido al pequeño. No era como si todos los días olvidara una promesa.

"Prometiste que hoy me llevarías Schu-san." Schuldrich frunció el ceño en concentración y finalmente recordó lo que había prometido.

"Cierto chibi." Dijo con un gesto de cansancio, bostezando abiertamente.

"¡No soy chibi!" El hombre sonrió pícaramente ante la respuesta del kitsune. Sabía perfectamente lo mucho que le molestaba al pequeño kitsune ser llamado chibi. De hecho, ese era un día especial, el día en que el niño atrapado dentro de aquel mítico animal cumplía dieciocho años.

"Es cierto, ya no eres chibi, hoy cumples dieciocho. ¿Quieres que te haga un pastel?" Le dijo al tiempo que extendía una mano para acariciar la roja cabeza. El kitsune esquivó el gesto con rapidez. El animal nunca le permitía muchos gestos de cariño, no porque no estuviera acostumbrado a su presencia o lo detestara. Era simplemente que su forma de ser era muy distante, esto Schuldrich lo había descubierto muy pronto, pero según pasaba el tiempo, el pequeño se volvía más y más distante.

"Maa, maa, Ran-kun, ¿por qué eres tan díficil?" Dijo Schuldrich estirándose en la silla mientras el animal le devolvía una gélida mirada. Le parecía sorprendente que conservara tantos rasgos humanos siendo que llevaba diez años en aquel estado. Por un lado, los kitsune alcanzaban la madurez en apenas unos meses y no sabía realmente qué efecto podía tener aquella ritmo de crecimiento sobre la mente del niño. El cuerpo de un adulto, con todas las necesidades de un kitsune adulto pero dirigido por la mente de un niño.

Por suerte el hechizo impedía que el niño también envejeciera con el cuerpo del kitsune, simplemente el ciclo de vida del kitsune encantado se estancaba convenientemente.

"Te diré qué haremos. Primero vamos a desayunar, empacaré algunas provisiones y luego partiremos. ¿Qué te parece?" Le dijo con algo de buen humor.

"Hnn." Dijo el kitsune, estornudándo suavemente.

"Bien, entonces será mejor que te prepares." Le comentó Schuldrich mientras se levantaba a preparar el desayuno. "Y por cierto... feliz cumpleaños Ran-kun." Schuldrich lo observó bajar de la mesa con su habitual agilidad y elegancia, moviéndo suavemente la rojiza cola.

"Arigato Schu-schu." Susurró el kitsune con una extraña sonrisa.

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Schuldrich aseguró nuevamente el bolso que llevaba colgado de su pecho, un pequeño gruñido se pudo escuchar proveniente del interior del mismo.

"Schuldrich, si vuelves a apretarme te juro que..." Pero el kistune no pudo terminar la frase.

"¡¡¡Shhh!!! ¿Quieres que nos descubran?" Le dijo entre dientes. El pequeño kitsune no pudo evitar un sentimiento de dejavú al escuchar las palabras. Había sido por ese mismo camino, diez años atrás, que él y su amigo Ken habían molestado a un extraño.

El camino había cambiado bastante, el bosque a los alrededores había sido talado y unos hermosos jardines rodeaban el camino que se dirigía a la enorme casona. Schuldrich disminuyó el paso y finalmente se detuvo por completo. El kitsune pudo sentir que el hechicero se tensaba.

"¿Qué sucede Schu?" Preguntó ansioso.

"¡Perros!" Gritó el hechicero y de inmediato se escucharon varios poderosos ladridos provenientes de la casona. Unos enormes galgos salieron comenzaron a olisquear el aire en dirección al caminante y pronto los animales comenzaron a gruñir viciosamente. El olor del kitsune los había provocado.

Schuldrich se quedó unos minutos paralizado mientras los animales gruñían, pero al siguiente momento comenzó a correr como un desquiciado. Los perros comenzaron la persecusión del extraño. Si aquellas bestias le ponían una garra encima al kitsune no quería ni pensar lo que le iban a hacer. No bien había divisado un árbol cuando desesperadamente comenzó a subir por las ramas hasta la más alta y allí se quedó. El kistune asomó su roja cabeza y los perros comenzaron a ladrar más viciosamente, saltando para tratar de alcanzarlos.

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Continuará...

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Muchas gracias por el review Jocky-Misao. Espero que este capítulo te guste también. Si Ran es frío en la serie, supongo que es por su hermana, claro que tampoco podía tener una forma de ser demasiado contraria a la que tiene, pero seguramente de chico era muy travieso. Los pelirojos son de temer, jajajajjaa.

Recuerden, acepto sugerencias, flamas constructivas, correcciones (especialmente), todo se acepta.

Hasta la próxima Mina-san.