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******Capítulo 3: " A la Orilla del Nilo"

Todos en silencio.

Todos expectantes.

El siguiente movimiento sería el decisivo, las horas de batalla espiritual dentro del plano real llegarían pronto a su fin, todo acabaría al finalizar este turno. Ambos tenían igual oportunidad de obtener la victoria, poseían igual fuerza para ataque y defensa . . . lo único que les diferenciaba era su juicio sobre las estrategias, y tal vez eso daría la mano ganadora a uno de ellos.

Parte del entrenamiento y la educación que necesita un buen Faraón se reparte entre el estudio de literatura, oratoria, historia y legislación, como bases de su conocimiento; el arte de la lucha con armas, y finalmente el Juego de las Sombras. De esta última materia, Mahaado era el encargado de enseñar y ayudar a los hijos del Faraón.

Este misterioso juego es usado como el mecanismo de defensa de Egipto, así como el método para los enfrentamientos internos y evitar matanzas y masacres a grandes escalas.

Existen varios mecanismos de aplicación de esta clase de Juego o, mejor dicho, batalla. La primera, es la más básica, se enfrentan dos participantes con tarjetas de papiro, donde hay dibujos de criaturas, cada una posee una cantidad determinada de puntos de ataque y defensa, así como habilidades especiales que pueden ser activadas siguiendo las instrucciones respectivas, cartas mágicas y trampa son aquellas que ayudan a que estos monstruos se enfrenten y puedan derrotarse unos a los otros y exista un ganador. La segunda aplicación es más peligrosa y requiere la posesión de dones sobrenaturales y un poder mental fuerte, ya que las criaturas son convocadas al mundo real por medio de unos brazaletes que canalizan la energía mágica. Los jugadores colocan el brazalete en sus brazos izquierdo o derecho, según más les acomode, luego lo colocan horizontalmente frente a su pecho y con la mano derecha cubren la parte de arriba del brazalete mismo. Sus Ka les otorgan tabletas de piedra con la forma de los monstruos, las cuales quedan flotando sin mostrar sus dibujos al oponente. El jugador elige la tableta que desea convocar al campo y sacrifica los tributos necesarios para llamarla. Entonces el monstruo aparece y la batalla continúa, hasta que uno de los dos llegue con sus puntos de vida a 0 o ya no pueda crear más tabletas con su Ka.

Ninguno de estos métodos daña a los adversarios, sin embargo, el tercero es el más peligroso y el menos usado. La batalla transcurre en un estado metafísico de Ka y Ba para ambos contrincantes, en un mundo distinto al que conocemos, oscuro, atemorizante y mortal, por eso le han llamado… Reino de las Sombras.

Cuando Akunamekanon cumplió 11 primaveras, la ceremonia donde el Faraón le entregó su brazalete, fue efectuada. Años de práctica, ahora con 14 años, lograba mantener batallas de larga duración contra Mahaado, y muy pronto sería el turno de Akenamon para recibir su propio emblema como duelista.

Dentro del Templo de Horus, en la enorme plataforma de duelos, príncipe y sacerdote se enfrentaban. Los ojos de toda la corte esperando el ansiado final para ver al ganador.

"Juego con una tableta cerrada". Anunció Mahaado señalando una de sus tabletas, la cual brilló y se extendió en el campo boca abajo, aumentando su tamaño sin revelar su contenido. " Y finalizo mi turno".

El príncipe observó su mano cuidadosamente, luego el campo de juego, por último robó una carta de su baraja, un aire de confianza surgió al ver su contenido; La Maldición del Dragón, 2000 puntos de ataque y necesitaba sólo un sacrificio. Ahora reduciría los puntos de Mahaado, de 1200 a 0.

"Sacrificaré a mi Muñeca Pícara ". Las palabras de Akunamekanon hicieron desaparecer a la criatura flotante en el campo, con una reverencia a su Señor, se retiró del juego. "Y convocó a La Maldición de Dragón para atacar a tu La Jinn, el Genio místico".

El Dragón apareció en el campo, una criatura imponente de color dorado, sus dientes filosos apresaron al Genio para destruirlo, reduciendo los puntos de Mahaado en 200 unidades.

"Excelente jugada su Majestad". Le felicitó el Mago, mientras robaba una carta para agregarla a su mano."Pero no cante victoria aún. Uso la tableta mágica, Intercambio de almas para usar como tributo a tu Maldición del Dragón y convocar al Cráneo".

El enorme monstruo de hueso, tejido muscular y alas de murciélago se hizo presente con un rugido que derribó a varios espectadores, el poder mental de Mahaado era impresionante en su manejo perfecto de sus propias criaturas.

Perder a una criatura poderosa como tributo para que el oponente convoque algo aún más fuerte fue un golpe duro para el príncipe, ahora su única defensa era su carta boca abajo. Claro que después de ese turno, usaría Cambio de Corazones y el Cráneo le obedecería, de esa forma Mahaado perdería.

"Ahora activo mi trampa". Los ojos de Akunamekanon se abrieron sin poder creer que Mahaado usara una de esas cartas, toda su confianza se esfumó al ver cual era. "¡Sombra de los ojos!"

La Tableta del lado del príncipe se volteo, la Isla Tortuga apareció frente a todos con su actitud pasiva, entonces cambió a modo Ataque, por el efecto de la trampa.

"¡Cráneo Convocado Ataca!"

La luz del relámpago golpeó el campo y la criatura más débil se disculpó con la mirada con su amo. El príncipe sonrió a su criatura y mentalmente le agradeció su ayuda durante el juego.

"Con 1400 puntos de daño, su majestad queda con 0 puntos de vida. El Ganador es Mahaado". Anunció Shaadi desde la plataforma. La habitación se inundó de comentarios.

Príncipe y sacerdote se acercaron para estrechar sus manos en signo de respeto, ambos con una sonrisa en sus rostros. Desde su asiento sobre la plataforma de mármol repleta de cojines suaves para su comodidad, el Faraón sonrió, un gesto de orgullo hacia su heredero, el joven de cabello negro-rojizo se había convertido en un excelente estratega, tal vez un poco más de experiencia le haría pulirlas lo suficiente como para predecir los movimientos de su adversario.

"Akunamekanon ha mejorado mucho desde su última batalla con Mahaado". Comentó la Reina Nimrodel, antes de llevar el vaso de jugo de frutas, que le ofrecía el sirviente, a sus labios y beber un sorbo elegante.

"Si, pero Mahaado, le sigue ganando". Con una risita Akenamón se ocultó de la mirada asesina de su madre, los mechones rubios ocultando sus ojos violetas llenos de travesura y risa. "Pobre de mi hermano, siempre le ganan".

"No". Una vocecita infantil apuntó inocentemente sin mirar al joven rubio a su lado, sus ojos centrados en el movimiento de sus manos al cambiar las caras del cubo que Karimu desarmaba para que él buscara las posibilidades de formar las 6 caras de colores planos. "Ame siempre te gana a ti Ake".

"Se supone que estas de mi lado Atemu". Le contestó irritado Akenamón.

Los adultos no pudieron suprimir una risa, los comentarios del pequeño Atemu siempre llevaban una verdad escondida y un mensaje para quien los escuchara o recibiera, después de todo, un niño tan pequeño no sabe mentir.

De pronto el niño se levantó, su cuerpecito de muñeca vestido de blanco, un color que las muchachas de la servidumbre no podían evitar de usarlo en él, le hacían parecer un duendecito. Un suspiro melancólico abandonó los labios de Akunamukanon, el gran parecido entre Atemu e Ithil era increíble, le parecía ver a su amada cada vez que el niño le sonreía. La única herencia se su propia sangre presente en la fisonomía de Atemu eran los ojos, el único hijo que había heredado sus ojos rubí. Los orbes de amanecer y ocaso chispeaban con infantil deleite. El cabello blanco enmarcando su rostro y la piel pálida jamás tocada por el sol le convertían en un adorno de cristal para palacio.

"¿Qué vas a hacer Ate?". Preguntó Akenamón al ver a su hermano bajar por la plataforma, muy alegre.

"Voy donde el Señor Karimu". Contestó el niño con aquel tono infantil. "Quiero que desarme el cubo". Dijo mostrando orgullosamente el juguete armado correctamente una vez más.

El Faraón le vio alejarse hacia los sacerdotes, allí jaló la túnica del alto Egipcio, y le tendió el cubo. Una mirada de confusión apareció en Karimu mientras rascaba su cabeza, era la sexta vez en menos de una hora que Atemu llevaba el juguete para ser desafiando nuevamente.

"El niño es muy inteligente". Comentó Akunadín a su hermano. "Según Mahaado ya es capaz de leer y escribir, comprende problemas matemáticos y reconoce situaciones y estrategias".

"No me sorprendería que pronto pudiera enseñarle a jugar Duelo de Monstruos, claro, con el consentimiento de su Excelencia". Agregó Mahaado al acercarse a la plataforma del Faraón con una reverencia y extender su mano hacia el príncipe mayor. "Su Alteza mejora cada vez más, me honra el hecho de que luchara contra mi".

Karimu dirigió una mirada de reojo al sonriente infante frente a él, el príncipe Atemu se había entusiasmado con un juego bastante complejo, pero allí estaba él, un sacerdote prácticamente 15 años mayor que el niño y con dificultades para desarmar, de una forma suficientemente compleja, el dichoso cubo de colores para que Atemu estuviera más de 10 minutos pensando un movimiento.

"Vamos Karimu, o acaso el pequeño genio te ha derrotado?". Le comentó Isis sarcásticamente, antes de arrodillarse frente al pequeño y acariciarle el cabello.

Karimu gruño ante el amable comentario, moviendo sus manos rápidamente para efectuar un desarme más ilógico del cubo y evitar que él pequeño "Ratón", como Mahaado le llamara afectuosamente, le pusiera en ridículo una vez más.

"Aquí tienes ratoncillo" Dijo Karimu tendiéndole el juguete al príncipe.

"Muchas gracias Señor Karimu". Con una sonrisa se dirigió a Isis. "Permiso Señorita Isis".

Los pasos pequeños del niño se alejaron de los adultos camino al lado de sus hermanos, resonando sobre las lozas del piso raso del templo.

Atemu observaba el cubo felizmente, era una situación entretenida encontrar la lógica para armar las caras correctamente y para los adultos era uno de los pocos juegos que podía usar. Mahaado le enseñaría a jugar al Duelo de Monstruos, ahora que sabía leer y escribir con mediana facilidad pronto podría entender los grandes libros de la biblioteca, deseaba leerlos de principio a fin, comprenderlos y usar su conocimiento. De ahí derivaba el sobre nombre cariñoso que el Mago le otorgara, Ratón.

De pronto su camino fue bloqueado por una figura alta, bueno, no era un adulto, pero era más alto que él, el kilt azul marino y las sandalias oscuras le hicieron sospechar un nombre para el dueño.

"No corras tanto, el gato te atrapará igual". Le dijo una molesta voz, arrogante y poco amable. Atemu resopló mentalmente al saber que un par de ojos azules le mirarían con desprecio dentro de poco.

"Hola Seth". Le sonrió Atemu, mientras hacia un rodeo alrededor del muchacho mayor y poder continuar su camino. "Adiós Seth".

"Oye-". Una mano trató de alcanzar la túnica blanca que cubría su cuerpecito, sin embargo, el grito de dolor y sorpresa atrajo la atención de los adultos alrededor.

Atemu decidió no mirar atrás y continuar, sabía que Seth se encontraba en el suelo, sus manos sobre su estómago, mirando furiosamente a la bola de pelos que acababa de aparecer para defender al más pequeño. Era cotidiano ver al hijo de Akunadín caer golpeado por el Kuriboh de Atemu, el espíritu parecía un perrito guardián alrededor del príncipe.

Akunamekanon sonrió a la escena, eran tan tiernos.

El día se convirtió en noche, Ra decidió ocultase más allá de las arenas para traer las estrellas y la Luna a alumbrar el mundo. El hermoso ocaso de dorados y rubíes; azules ya amatistas era un espectáculo diario desde el balcón de la terraza en las habitaciones del Faraón. Por un momento, Akunamukanon cerraba los ojos y se dejaba acariciar por la brisa y la calidez de los últimos vestigios de Ra.

Por entre las cortinas de seda apareció la figura de Mahaado, el joven Mago esperó pacientemente a que el Faraón notara su presencia, también embelezado por el despliegue de colores sobre el horizonte.

"Dime mi buen Mahaado, ¿Qué necesitabas discutir conmigo?". Preguntó sin voltear ni dejar de observar la caída del sol.

"Mi Faraón, mañana deseaba llevar a nuestras excelencias y mi aprendiz a las Riveras del Nilo".

"¿Cuál sería la razón?". Preguntó el Faraón con un tono de aprensivo tras su calma absoluta, dejar ir a sus alegrías a un lugar peligroso era lo que más temía, odiaba pensar en perder a uno de ellos.

"Akunamekanon y Akenamon necesitan practicar con magia separadora, el mejor elemento es el agua; Seth irá en compañía de Akunadín para observar las tumbas del lado del acantilado y Mána se encuentra en una fase primaria de desintegración y no quiero accidentes dentro de la ciudad". Mahaado suspiró, ahora venía lo más difícil. " Y Atemu necesita practica de terreno para reconocer plantas curativas y venenosas".

El Faraón quedó en silencio, analizando cada palabra para la total comprensión de la situación.

"Confío en tu juicio y responsabilidad mi buen Mahaado, llevarás contigo a Karimu y una escolta de guardias al lado más bajo del acantilado. Puedes retirarte".

"Si mi señor".

La noche vino y se fue como un halcón que vuela sobre los cielos sin interés en lo que ocurre en la tierra, es una criatura que vuela y con sus plumas acaricia el viento y se deja llevar por su libertad.

Ra saludó a los viajeros con un día tibio y agradable, las flores se abrieron desesperadas a la luz del sol para recibir tan maravilloso regalo. En los jardines, Mána recogía algunas para trenzarlas en una corona y usarla durante el día, una adorno delicado para su tierno rostro de niña.

Akunamekanon y Akenamon conversaban de sus deberes durante el viaje con Mahaado, las lecciones de magia que deberían efectuar y el resultado que esperaban al final del día para volver a palacio. Karimu e Isis serían los encargados de ayudar a Mána y Atemu en sus respectivas tareas, y por último Akunadín acompañaría a su hijo a ver tumbas y escrituras antiguas.

Atemu esperaba sentado en la fuente central de los jardines, Isis a su lado, había notado que el pequeño estaba muy callado y pensativo.

"Nunca he visto el Río Nilo". Dijo Atemu antes de mirarla con sus ojos carmín, una expectativa, un miedo, una emoción de aventura y cierta duda escrita en ellos. Nervios, era la primera vez que salía tan lejos del Palacio.

Isis le abrazó y lo sentó sobre sus piernas. "No hay de qué preocuparse, lo harás bien y tendrás ayuda, podrás explorar por tu cuenta, pero siempre estaremos a tu lado". Entonces apoyo su barbilla sobre la cabeza del niño.

Atemos sonrió a las palabras de cariño de Isis, además Kuriboh iría con él. Todo estaría bien.

Por entre las rocas y los acantilados corría un niño, saltando cada obstáculo presente cómo si conociera el camino con una memoria más allá de la real, sentía bajo sus pies, en el aire que respiraba y en los sonidos del silencio la esencia de la naturaleza y se dejaba llevar con los ojos cerrados por ella.

La mañana era hermosa, Ra en una posición temprana y el silencio del Río, salvo por sus aguas, era perfecto para pescar y tal vez cazar un cocodrilo. Bueno, eso no, aún no tenía los músculos para hacerlo, pero algún día lo haría y derrotaría a los reptiles él sólo.

Su cabello rebelde, peinado por el viento brillaba ante el sol, un tono blanquecino dándole un aura de travesura a su piel ligeramente bronceada, rasgos finos y ojos chocolate. Allí, en lo más alto del acantilado de las Flores de Loto, dejó su capa y bolsa ocultas bajo una roca. Inhaló el aire de la mañana y tomó distancia desde el risco, una sonrisa en su rostro y corrió hacia el vacío. Un salto seguro, el cálculo de la practica de muchas experiencias y dobló su cuerpo para luego estirarlo, sus brazos hacia delante para proteger su rostro y su posición vertical absoluta, para entrar a las aguas del río sin una sola gota salpicada desde la superficie.

Feliz con su primer chapuzón, se dirigió a la orilla y preparar sus implementos de pesca. Entonces los vio, varias figuras a una corta distancia de su puesto de vigilancia. Dos jóvenes metidos hasta la cintura en el agua, haciendo movimientos ridículos con sus manos a modo de creerse pájaros. Uno de ellos tomándolo bastante en serio y el otro riéndose a costillas del primero.

Bueno, los locos abundan en el mundo, y estos sólo eran dos.

Dispuesto a volver a su tarea comenzó a bajar de la roca a la cual había subido, y allí vio algo que le llamó la atención. No podía ser humano ni mortal, sería un duende? O una de esas criaturas que vivían más allá del mar y que los escritores llamaban con nombres extraños en los libros que su padre trajera en su último viaje?.

Caminando hacia él, pasitos cortos, observando con un rostro brillante y maravillado a su alrededor. No pudo evitar sonreír al verle, tenía un aire de inocencia que le atraía. Le vio agacharse a ver unas hierbas cerca de los juncos, y así se quedó, embelezado, sin despegar su vista de aquel ser.

No escucho al cocodrilo venir, sólo se volteo cuando sintió su kilt arrastrado por una fuerza inmensa y luego su cuerpo al agua, una presión no le dejaba salir a tomar aire y sus pulmones pronto lo necesitarían.

El sonido del agua violentamente sacada de curso alertó a Atemu, el niño vio en su mente que alguien necesitaba ayuda y corrió hacia donde le llevaba su sexto sentido. A pocos metros de la orilla, un cocodrilo tenía un desayuno apetitoso y vivo atrapado bajo el agua.

Atemu tomó una piedra, había visto a Mahaado hacerlo varias veces cuando debían espantar cernícalos que trataban de comerse a los pajaritos de palacio. Sólo necesitaba un poco de energía.

Su pequeña mano brilló y la piedra se volvió azul, entonces la lanzó a la criatura depredadora. El impacto le hizo soltar su presa, la cual no perdió el tiempo y salió del agua, agarró su mano y corrió con él un buen trecho por sobre las rocas.

Cansados de tanto corre ambos se detuvieron, la amenaza del cocodrilo no estaba a la vista. El pequeño Atemu observó al niño a su lado, qué sorpresa, tenían el mismo cabello, bueno, tal vez un poco más desordenado que el suyo, pero el color era casi el mismo. Una fascinación se apoderó del pequeño príncipe, al ver el rostro del otro, el dejo de travesura allí presente adornando aquellos ojos chocolate era nuevo para él.

Por otra parte, el extraño no dejó de observar a Atemu, jamás había visto alguien así, era tan distinto de todos los niños que conocía y le había salvado de un cocodrilo, él sólo.

"Gracias por ayudarme a no ser la vianda de ese bicho". Sonrió el niño antes de erguirse varios centímetros sobre la cabeza del príncipe. "¿cómo te llamas enano?"

Al insulto, Atemu normalmente saltaría enfadado, pero lo dejo pasar por esa vez.

"Soy Atemu". Dijo devolviendo la sonrisa. "¿Cuál es tu nombre?".

"Soy Bakura"

"Bakura…"

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Notas:

Jejeje, estuve jugando cartas con mi hermano hoy y se me ocurrió el enfrentamiento. No es muy original, pero intentaré mejorar.