Yu-Gi-Oh! Fan Fiction ❯ A la Orilla del Nilo ❯ Un día de aventuras ( Chapter 4 )
********Capítulo 4: Un día de aventuras
Ambos permanecieron en silencio durante unos momentos, escudriñando en el otro, tratando de descifrar esa atracción que el extraño le provocaba; uno era atraído por la inocencia y brillo, esa luz que parecía irradiar desde lo más profundo de su alma, y sus ojos, el color del amanecer y ocaso convergidos en un solo tono, único y nunca antes visto. El otro abstraído con los rasgos traviesos y misteriosos, un llamado de una oscuridad infantil bañada por un delicioso castaño chocolate.
Bakura sonrió a su compañero, sus pasos calmados le dirigieron hacia donde guardaba su capa. Aún era muy temprano para andar tan mojado, Ra no lo secaría, si no hasta dentro de un buen rato. Además no tenía intenciones de volver a ese lugar mientras el cocodrilo estuviera rondando en busca de su presa.
Atemu siguió con la mirada a Bakura, el muchacho más alto era fascinante. Su perfil marcado en el plano visual, adornado por las brisas del acantilado desarreglando su cabello, un detalle que les hacía parecidos entre si. El color de sus cabellos.
Atemu rodeó a Bakura mentalmente con parte de su energía, era una costumbre suya cada vez que conocía a alguien ver los colores que emitía con la propia esencia; Mahaado le llamaba Aura, una combinación de tonos brillantes u opacos, era la mejor forma de conocer el fondo del alma de una persona.
El príncipe concentró su vista en el perfil de Bakura, mientras, este se agachaba a revisar una bolsa de tela oculta bajo unas rocas en la sombra. Poco a poco los colores fueron apareciendo, una matiz de hermosos tonos brillantes, desde azules hasta verdes, todos aquellos colores que la naturaleza pudiera gestar estaban concentrados en la esencia de Bakura.
"Y… dime , qué haces por aquí?". Le preguntó Bakura, quien ya estaba secando su cuerpo con la tela de su capa, y se había deshecho de la ropa que cubría su pecho infantil, aún así, en el ya era evidente la presencia de masa muscular.
"Mmm, bueno, Mahaado me dio una tarea sobre plantas". Contestó Atemu, jugando con un pliegue de su kilt. Se sentía algo nervioso alrededor del otro niño.
"Ah. ¿Quién es Mahaado?". Otra pregunta por parte del mayor, los ojos de Bakura fijos en el punto donde se veían las figuras de los dos chicos en el agua y un tercero en tierra firme.
"Es el profesor de Ame y Ake". Con una sonrisa el pequeño señaló hacia sus hermanos en medio del Nilo y el Mago en la orilla observando a los discípulos.
"¿Conoces a esos locos que se creen pájaros?". Incrédulamente Bakura observó a su compañero, levantando ligeramente una ceja en un acto de duda. Sería posible que Atemu estuviera rodeado de locos?.
"Si, son mis hermanos".
Esa no era la respuesta que Bakura deseaba oír.
"¿Y qué se supone que hacen batiendo sus brazos como si fueran grullas?".
Atemu rió, era cierto que los dos se veían ridículos, especialmente Akunamekanon y sus esfuerzos y excesivo entusiasmo al realizar el ritual correspondiente y fallar en su objetivo. A su lado Akenamon se reía como animal, si hasta parecía que pronto se ahogaría de risa.
"Mahaado les enseña alguna cosa rara que les servirá algún día". Si, tal vez algún día toda esa vergüenza serviría para un propósito, pero eso no era incumbencia suya.
"Si, tienes razón". La respuesta de Bakura sorprendió al más pequeño hasta que vio una sonrisa un tanto malvada. "En la casa de locos los aceptarán de inmediato".
El comentario provocó una risa colectiva entre ambos, las pequeñas manitos de Atemu sostenían su abdomen producto de los espasmos, una línea de lágrimas se formó en sus ojos. Por otra lado, Bakura fue más desinhibido, dejándose caer de risa para luego literalmente revolcarse al sólo pensamiento de su propio comentario.
Cuando al fin, ya cansados de tanto reír, se calmaron lo suficiente como para sentarse un momento, la curiosidad recíproca atacó nuevamente.
"Yo tengo 6 años y tu?".
"Tengo 5". Contestó Atemu, mostrando orgullosamente los 5 dedos de su mano extendidos hacia Bakura.
"Soy mayor que tu". Bakura sacó su lengua hacia el príncipe, recibiendo una respuesta parecida. Luego se levantó y comenzó a caminar hacia la base del risco. "Vamos, tu familia se va a preocupar si no te ven".
El otro niño asintió, apresurando sus pasos para alcanzar las piernas más largas del otro, la diferencia de estaturas era la ventaja del muchacho nuevo. Así se aproximaron hacia el camino del costado del acantilado, la vista desde allí abarcaba el Nilo hasta el muelle de Menfis, un lugar ruidoso y agitado comparado con el paraje donde se encontraban.
El brillo de Ra sobre las aguas permitía ver las sombras de los peces y cocodrilos, muchos de estos, disfrutando de los cálidos rayos sobre las rocas del otro lado. Uno de ellos llamó la atención de Bakura, uno que caminaba ligeramente mareado, con una fea herida en la cabeza, algunos retazos de tela sobresaliendo de su hocico, los cuales reconoció como los que faltaban en su kilt.
"Oye Atemu". Comenzó Bakura sin dejar de caminar por la larga rampa.
"Dime Baku".
"¡¿Cómo qué Baku?!". El rostro de Bakura era amenazante, por poco si lanzaba llamas de sus ojos, nunca, nadie, jamás, le había dicho