Yu-Gi-Oh! Fan Fiction ❯ A la Orilla del Nilo ❯ Una aventura de a tres I ( Chapter 5 )

[ T - Teen: Not suitable for readers under 13 ]

Jiji, me están malcriando con mis reviews diarios.

Hoy no tenía ánimos de publicar, anoche dejé la mitad de este capítulo a escrita en un cuaderno, ideas sin hilar…. Y cha chan, aquí está otra locura, creo que intentaré publicar todos los días, todo depende de mis deberes, es mi último año de estudios.

MIS REVIEWSSSS!!!!! OS ADORO, mirad a estos reviews, tan lindos, siiii, my precious…

Kaiba Shirou: Puchicas, un mal día en la escuela, te aseguró que hoy y mañana y pasado mañana irán mejor. Me alegro que haya podido ayudarte a alegrar el día ^^; ánimo, Tu puedes!!. Jejeje, Bakura, el niño es muy difícil de manejar, temí que sus diálogos se separarán mucho de su forma de ser, me has estabilizado el suelo donde piso.

Gracias por leer la historia y darte el trabajo de dar un comentario.

Ana-91: Barro y Chanchitos, todo niño debe tenerlos en su vida. Jeje, el comercial de Fanta donde dice: Hello con un eructo es demasiado chistoso, jejeje. Gracias por leer y dejar tu comentario. Significa mucho para mi que te rías con las leseras que se van formando a medida que el teclado me deja domarlo.

***********Capítulo 5: "Una aventura de tres I"

Akunamukanon era considerado un justo faraón por su pueblo, responsable, benigno, amable y por sobre todo protector de los suyos. Cada vida en el Reino era importante, desde un mendigo, un esclavo, un anciano enfermo y niños débiles hasta su cuerpo sacerdotal. Todos los habitantes de sus tierras eran importantes y merecían vivir.

El Concilio se había reunido de forma extra programática ese día, desde el momento en que salió la pequeña expedición rumbo al Nilo, hasta hace pocos minutos, cuando el atardecer se gestaba en el horizonte.

Una guerra amenazaba las fronteras, ejércitos enemigos aparecerían pronto con sed de sangre y conquista. Una visión de Heishin, si bien, no confiaba completamente en él, los poderes pre cognitivos del ministro eran tangibles y cada suceso profetizado, se cumplía.

Los asirios eran un pueblo salvaje, no entendían el idioma de la palabra, sólo las armas y la sangre eran su comunicación. Menfis y Tebas eran ciudades envidiadas por muchos, la presencia del Río, era un regalo de los dioses para el pueblo de los Faraones, y muchos otros deseaban tener acceso a sus aguas.

El ejército Egipcio era fuerte, pero no lo suficiente como para detener un ataque de aquella magnitud. Y el Faraón debía encontrar una solución.

Akunamukanon se dirigió a la biblioteca, Shaadi enviaría a Akunadín al momento de su llegada. Allí discutirían y con la ayuda de Isis tal vez podrían adentrase mucho más en aquella visión de futuro oscuro.

Mahaado sonrió internamente, una ola de orgullo llenó su alma, el pequeño Atemu había cumplido con su tarea a la perfección, el niño era una maravilla viviente, una estrella caída desde el cielo para brillar entre sus corazones.

Sin embargo, al terminar aquella excursión, el Ratoncito de Biblioteca traía una sonrisa permanente en su rostro, estaba muy feliz por alguna misteriosa razón y según sus sospechas, tenía que ver con la larga caminata a la orilla del Río.

"No puedo creer que no me saliera". Akunamekanon se quejó desde su plataforma, los dos esclavos que llevaban al príncipe rieron al comentario.

"Parecías un pajarraco gigante". Comentó Akenamon con uno de sus ataques de risa cotidianos, si hasta rojo estaba de no respirar.

"No te burles, que tu te veías igual".

Las risas callaron, el mayor tenía razón y Akenamon odiaba aceptarlo.

"Pequeño Atemu, estás muy pensativo". Isis se dirigió al niño pensativo que llevaba en su plataforma, el pequeño estaba muy callado observando sus manos."¿Pasó algo malo?".

Atemu estaba perdido en el recuerdo de aquel fantástico día, era la primera vez que hacía tantas cosas emocionantes. Todo el tiempo estaban los sirvientes o guardias tras el mientras jugaba, claro, salvo las ocasiones en que Seth aparecía misteriosamente y la lucha comenzaba. Estaba claro que, si Mahaado, Karimu o Isis hubieran ido con él, jamás se habría divertido tanto y tal vez no hubiera conocido a ese niño tan interesante que era Bakura. Él era todo lo que Atemu quería ser, y por eso lo admiraba.

"Si, pero es un secreto". Atemu rió suavemente al ver el rostro sorprendido de Isis. Sus ojos abiertos como si fueran los platos de incienso del templo.

"Un secreto". Isis tomó al príncipe y comenzó a hacer cosquillas en su abdomen rápidamente, a lo cual el pequeño no pudo contener sus risas.

El viaje continuó sin mayores acontecimientos, llegarían a palacio antes del atardecer y le daría tiempo a Mahaado para conversar con sus discípulos acerca de sus experiencias, su aprendiz, ya casi lograba efectuar la desintegración de rocas, sin embargo le faltaba un detalle mínimo, pero esencial. Y los príncipes, la lección de magia, en definitiva, se alargarían indefinidamente.

Las calles de Menfis aún estaban atestadas de vida y ruido cuando llegaron a la ciudad, los habitantes se hacían a un lado del camino al ver avanzar la pequeña caravana de plataformas rodeadas de velos transportadas por esclavos fuertes. Personajes celebres irían en ellas, todas con rumbo a las puertas del palacio en medio de la ciudad blanca.

Las puertas se abrieron de par en par para recibir a los recién llegados. A penas si tocaron el suelo, Shaadi apareció desde Palacio, su mano descansó en el hombro de Akunadín, cruzaron susurros y ambos se perdieron camino hacia la Biblioteca. Isis les siguió de cerca.

Harther recibió a los niños con una sonrisa, sus manos robustas acariciaron los cabellos de los cinco, Akunamekanon y Akenamon se despidieron para ir a sus habitaciones para bañarse, mientras Mána, Seth y Atemu serían llevados a sus habitaciones para un trato parecido, las ropas de los tres estaban hechas un desastre, aún así la nodriza y partera no pudo evitar abrazarlos con todo su amor.

"Vayan a bañarse, les llevaré su cena dentro de poco". Harther dejó ir a los tres niños en as direcciones e sus respectivos aposentos.

Seth y Mána salieron corriendo, gritando entre ellos que el último en llegar sería algo podrido de camello. Atemu tomó el camino más calmadamente, los pasos de Mahaado resonaron por el largo corredor a medida que se acercaba a él.

El interior del Palacio estaba cuidadosamente decorado, le convertía en un lugar elegante, pero no atestado de adornos. Antorchas flameaban en sus pedestales, su brillo se reflejaba en los adornos de oro de los tapices y los bustos de cerámica de los Faraones anteriores. Las estatuas de Bastet que custodiaban las esquinas parecían cobrar un efecto de realidad, muchos jurarían que las veían moverse libremente por el suelo de mármol blanco.

Pronto el campo visual del príncipe fue invadido por la túnica violeta del Mago. La figura más alta caminaba al lado del pequeño.

"Mahaado". Comenzó Atemu cuando su curiosidad y necesidad de saber un pequeño y gran detalleestaba molestando en su lógica.

"Dime Atemu". El Mago presentía una pregunta por parte del niño, tal vez le ayudaría a descifrar el comportamiento del hijo menor del Faraón.

"¿Cuándo iremos al Río nuevamente?". La gran pregunta, el único factor que le separaba de volver a jugar con Bakura era el camino hacia el susodicho Río y el hecho de que obviamente, Atemu no podía salir solo de las puertas de palacio.

"No lo sé, puede que mañana vuelva con tus hermanos mayores y Mána, aún tienen que mejorar algunas cosas".

El viaje se haría nuevamente, pero él no estaba mencionado en la lista de participantes. Mahaado notó la tristeza de Atemu, eso confirmaba que había algo o ALGUIEN a quien el príncipe deseaba encontrar nuevamente. Era peligroso, tal vez trataría de raptar al hijo menor del Faraón, pero de haberlo querido, lo hubiera hecho ese mismo día, después de todo se habían descuidado del pequeño, y fácilmente podrían haberlo dañado.

"Puedes venir si lo deseas".

Las palabras mágicas pronunciadas, la alegría volvió a los rasgos del Ratoncillo y Mahaado no pudo evitar aceptar que tendría a Atemu visitando el Río durante un buen tiempo. Tal vez Ra le había deparado un amiguito, y eso era exactamente lo que el príncipe necesitaba.

La reunión en la biblioteca se tiñó de tonos oscuros cuando se sumó Heishin al resto de los sacerdotes de la corte del Faraón de la Dinastía Akunamukanon. Sobre la mesa, esparcidos boca arriba y con sus páginas de papiro abiertas, decenas de libros antiguos. El último en entrar a la sala fue Mahaado, tras el, los guardias cerraron las puertas con ordenes claras de no dejar entra a nadie.

Los sacerdotes se sentaron en un circulo, las velas y antorchas que iluminaban la habitación, le daba una tónica lúgubre al lugar, rostros e incluso voces. Todo entonaba perfectamente con el tema a tratar.

"Las invasiones nos acechan nuevamente". Comenzó Akunamukanon." Los asirios se aproximan hacia Menfis con un ejército superior al nuestro".

"La visión del Ministro Heishin fue confirmanda por Isis y por mi persona". Acotó Akunadín. "Existe una gran probabilidad de que una batalla sea librada dentro de poco, el único problema, es que nuestra armada no es lo suficientemente fuerte como para resistir un ataque de tal magnitud".

"Necesitamos conseguir una fuerza superior para proteger a nuestra gente". Comentó Shaadi observando el rostro de su gobernante, las noticias eran horrendas.

"Si unimos los ejércitos de Menfis y sus alrededores, incluso los de Tebas". Comenzó Karimu, después de todo, él era el encargado de la seguridad del Reino." No creo posible detener a Asirios e hititas".

Todos cayeron en silencio, las hojas de libros pasando, las respiraciones desalentadas de los sacerdotes, cada segundo pesaba en sus corazones. Los espíritus ensombrecidos por el futuro que les esperaba y la desesperanza que les provocaba saber que no podrían detener la invasión.

Entonces Heishin habló, sosteniendo un libro.

"Este libro contienen un conocimiento prohibido, las instrucciones para crear un poder inmenso". Las tapas del libro tenían un enorme ojo de Horus tallado, el sello estaba forzado para poder observar su contenido. "Se llaman los Artículos del Milenio".

Te escucho Heishin".

Completamente ajeno a la conversación especial que se llevaba a acabo en la biblioteca, rodeado de burbujas en una enorme tina con agua tibia, se encontraba Atemu, el baño convertido en una diversión de mezclas jabonosas. Harther y Sulvi, le vigilaban desde algún punto en la habitación, tratando de darle un poco de privacía.

El momento del baño parecía divertido, lo sería siendo, si no fuera por el recuerdo de Bakura al hundirlo en el Río. Aunque le aterrara, no supiera nada y prácticamente se ahogara, algo en ese momento le hacía especial. A decir verdad cualquier cosa relacionada con Bakura parecía especial.

Sulvi le ayudó a salir del agua, era una muchacha nueva, ella le ayudaba en las mañanas, era la encargada de escoger las ropas del pequeño hasta que este tuviera sus asignaciones y responsabilidades específicas.

Ra se ocultaba más allá de las pirámides cuando Atemu estaba listo para dormir, casi no podía esperar para encontrarse con Bakura al día siguiente.

El amanecer despertó a Bakura, sería un día hermoso, Ra brillaba con un tinte especial aquel día. De un salto salió de su cama y se dirigió hacia el patio de su casa para efectuar sus rituales matutinos. Dentro de la casa, la madre de los tres niños preparaba el desayuno y la comida que llevaría su hijo al dirigirse al Río.

Behu y Bausuru aún dormían en sus respectivas camas cuando Bakura volvió vestido con su kilt y camisa. Los mellizos se veían adorables abrazados y durmientes, despiertos, eran un arsenal de técnicas para destrozar objetos más grande que los dientes de Bastet.

"¿Qué harás Bakura?" Preguntó la madre mientras cargaba el bolso de su hijo mayor con frutas y pan.

"Le ensañaré a Atemu a correr". Contestó el niño bebiendo un sorbo de leche. "Tiene piernas fuertes, pero no sabe usarlas. Y él me enseñará a leer y escribir".

Eso sorprendió a la mujer, un niño de la edad de su hijo que sabía leer y escribir significaba que el pequeño provenía de una familia poderosa. En la aldea, sólo 5 personas conocían ese arte, su esposo y los ancianos que fueron sacerdotes en sus épocas mozas.

"Sabe muchas cosas, pero le falta fuerza". Con una sonrisa Bakura agradeció a su madre por la comida. "Nos vemos más tarde mami".

Askuhna, suspiró, insegura sobre la seguridad de su hijo, qué tal si el niño resultaba ser hijo de algún Ministro o el hijo del Faraón?. Atemu, el nombre le recordaba algo, un acontecimiento de hace varios años en el pasado que no lograba traer a su memoria inmediata. Tal vez su esposo supiera algo sobre este misterioso niño, tendría que esperar hasta que llegara.

Bakura corrió fuera de la casa, ese día quería impresionar a Atemu. El relincho de Saigril le dio una idea y cambió su rumbo hacia el establo. Allí estaba la yegua azabache que rescatara de los coyotes cuando era un potrillo.

"Buenos días Saigril". Bakura acarició el hocico del animal con una mano segura, la bestia respondió al cariño lamiendo los dedos del niño." Hoy conocerás un duendecillo".

Mahaado tenía todo listo para salir con los niños una vez más, necesitaba terminar las lecciones en terreno antes de que fuera demasiado peligroso para los herederos del Faraón, el hecho de salir más allá de la seguridad de palacio.

Atemu sostenía contra si, el bolso con la comida del día, hojas de papiro, dos estuches de tinta y dos palitos de carbón para escribir. Por instrucciones de Mahaado, la bolsa de Atemu había sido cargada con un poco más de comida, suficiente para que el niño compartiera con su amiguito.

"¿Listo Ratón?".

"Si".

Ra se portaba perezosamente ese día, apenas si moviéndose desde su posición, o tal vez el tiempo parecía correr más lento para ambos niños, sumidos en la emoción de encontrarse nuevamente.

Akenamon y Akunamekanon fueron lanzados al agua inmediatamente por Mahaado, Mána tomó sus materiales y se dirigió a un lugar alejado. Seth decidió dormir las horas que le faltaba bajo los tibios rayos del sol, y Atemu corrió hacia el lugar donde se habían conocido.

Pasaron varios minutos y ninguna señal de Bakura, por lo que el niño subió por el camino hacia el acantilado. Allí esperó, sin siquiera prestar atención al paisaje, que tanto le podría haber maravillado.

Los cascos de un caballo le hicieron levantar el rostro. La silueta de un jinete en el horizonte, montando hábilmente hacia su dirección. Atemu comenzó a aterrarse, dispuesto a correr en cualquier momento.

"¡¡¡¡Atemu!!!!". Era la voz de Bakura.

"Bakura".

Bakura redujo la velocidad del galope hasta detenerse frente al niño más pequeño, quien le miraba con alegría y fascinación escritas en su rostro.

Si, el muchacho mayor se veían impresionante, tan joven y ya montaba con la habilidad de un adulto, sosteniendo las riendas típicas con firmeza y amabilidad. El pelaje azabache del animal parecía darle un toque de fuerza inimaginable.

"Es precioso". Comentó Atemu refiriéndose al caballo y también a Bakura.

"Preciosa, se llama Saigril". Dijo acariciando el cuello del animal. "Decidí que hoy te enseñaría a montarla".

Atemu sonrió entusiastamente, el día recién comenzaba.

****

Notas:

Bueno, yo quería escribir un poco más, pero aún no termino de ordenar un montón de ideas que me asaltaron mientras viajaba en la Micro para mi casa. Además me están enviando a dormir, prometo que mañana publicaré algo más extenso sobre el día del par de chibis. Y será lo más divertido que este cerebro de pajarraco alienígena pueda crear.

Domo arigato Kaiba Shioriu, Ana-91, me dan ánimos de continuar en esta empresa, l@s quiero tanto!!!

Jeje, nos vemos mañana con otro capi.

Déjame un review allí abajito, plis plis??, aunque sea una de esas caritas ^^;, críticas o ideas, adoro cualquier comentario acerca de lo que presento.