Yu-Gi-Oh! Fan Fiction ❯ A la Orilla del Nilo ❯ Un día en el mercado I ( Chapter 13 )

[ T - Teen: Not suitable for readers under 13 ]

Arigato Reviewers, Kaiba, Ana, Hikaru, gracias por apoyarme y continuar leyendo la historia.

Disclamer: yugioh y Mägo de Oz no son de mi propiedad, pero como me gustaría que lo fueran.

******Capítulo13:" un día en el Mercado II"

Ra brillaba perpendicularmente sobre la ciudad de Menfis, sus rayos acariciaban las formas de los caminantes y comerciantes que bullían en el Mercado anunciando sus mercancías traídas de todos los rincones de Khemeth y los reinos vecinos. El baile de sus sombras sobre los granos de la fina arena, que se colaban por entre las calles de piedra, era un conjunto de movimientos continuos y graciosos, el juego de formas sobre el suelo de la Ciudad Blanca.

Mahaado se encontraba de pie, observando incrédulamente el espectáculo de la vida desplegado frente a él. Los misterios de la obra de Ra y Osiris sobre la vida de los mortales eran demasiado asombrosos, prácticamente cayendo en la burla. Hasta hace media hora, él, el gran Mago de la corte del Faraón, Guardián de la Sortija del milenio, habría jurado con su vida, que aquel niño llamado Bakura, yacía muerto entre las arenas del desierto; y ahora Ra lo lanzaba en el espectro de su visual, en el centro del Mercado, danzando y cantando en pos de entretener al público.

Ojos chocolate que se encuentran con escarlata, una canción que relata la triste historia que entretejiera el destino alrededor de esa infantil y pura amistad que príncipe y aldeano mantuvieron en las orillas del Nilo. Aquellos días en que viera a su príncipe como el pequeño niño que abría sus ojos al nuevo día con la esperanza, alegría e inocencia a flor de piel; aquellos días en que Atemu apenas si alcanzaba sus rodillas y le podía levantar en sus brazos para llevarlo a otro lugar; cuando Atemu dependía totalmente de ellos y era la lucecita de palacio, con sus pasitos y juegos resonando por entre los fríos pasillos de piedra y mármol. Porque después de la tragedia, el príncipe pareció adquirir una madurez y sabiduría más allá de su edad, y por tanto su independencia fue algo inevitable y doloroso para quienes le rodeaban.

Tanto sufrimiento tendría que ser recompensado en algún momento, Mahaado agradeció a Ra la nueva oportunidad para los niños. Bakura estaba a tan sólo 5 pasos de Atemu, debía existir alguna forma de ayudarles a descubrir al otro… pero ¿cuál?.

Una vez más esos ojos escarlata le observaban desde el público; cada vez que se dirigía hacia donde se proyectaba la sombra de la estatua de Osiris, esa mirada se encontraba con la suya, un brillo familiar en ese par de rubíes que se extendían frente a él. Paz, sabiduría, tranquilidad, tantas cosas que en un segundo aquellos ojos le trasmitían… eran como las aguas del Nilo, tranquilas, profundas y misteriosas.

La música terminó, cuerdas, flautas, panderos y bombos fueron silenciados por los aplausos de la Plaza completa, las palmas entusiastas que premian su esfuerzo con distinción. Ahora tenía tiempo para descansar un rato corto, mientras Mariku pasaba con una cesta de piedra tallada y metal para recoger las monedas de cobre o plata que el público les quisiera dar.

El sudor recorría su rostro y torso, esfuerzo físico y calor combinados en su cuerpo le obligaban a respirar agitadamente, la tela del kilt blanco con líneas rojas se pegaba a sus caderas al caminar. Uno de sus acompañantes le extendió agua para beber, el líquido que recorre fríamente su garganta hasta llegar a lo más profundo de su cuerpo y refrescar la sequedad que allí reinaba.

Bakura tomó de entre sus ropas una tela y la humedeció con el agua que restaba en la vasija, la textura suave contra su piel acalorada era una sensación bienvenida. Ahora prestaba atención al dueño de esos ojos que tanto misterio resguardaban.

La sombra de la estatua de Horus se proyectaba sobre una parte del público, las alas del halcón completamente extendidas sobre la figura que deseaba ver. Era de pequeño tamaño, a penas si alcanzaba la altura del pecho del hombre de cabellos castaños que estaba a sus espaldas, y el niño que aplaudía con entusiasmo a su lado derecho, alcanzaba su hombro, por lo que su estatura se encontraba bajo la media; de seguro la relación entre ellos sería igual que la con el primer sujeto.

Sabía que era pequeño o pequeña, sus ojos eran color rubí y vestía con una capa verde pálido cubriendo su cabello y rostro con la extensión de la tela. El rostro se encontraba prácticamente disfrazado por las sombras que formaban los pliegues de la tela y la oscuridad que le proporcionaba la silueta de Horus.

Su curiosidad aumentaba a medida que sus ojos trataban de descubrir más detalles de aquel rostro que permanecía oculto bajo las sombras. Para verle sólo debía acercarse y observar, una idea tentadora a pesar de que a su alrededor se veían sus acompañantes, uno de ellos, en especial, de penetrante mirada no dejaba de observarle…se había dado cuenta de su escudriño hacia su acompañante… o podría ser paranoia, tantos guardias en Menfis ya le estaban pasando la cuenta, después de todo, un ladrón de tumbas es una presa codiciada por cualquier ente militar… se ofrecen grandes recompensas por sus cabezas, y ese día 15 de ellos estaban en la capital de Khemeth, arriesgando sus cabezas por un asunto pendiente de su líder.

Y no sólo el hombre de cabello largo le daba mala espina, sino también debía contar al tipo musculoso de cabello corto, al calvo con tatuajes y al tipo alto tras el objeto de su curiosidad. El dilema era acercarse o no acercarse… la curiosidad era demasiada, sólo que algunas veces, la curiosidad mata al gato y esta vez el gato era él.

"Bakura". La voz de Mariku le sacó de sus pensamientos, el chico le miraba con su flauta lista. "¿qué hacemos ahora?".

Lo único que le faltaba, ahora debía arreglar otra canción para continuar con el baile y la alegría… un momento… el baile…esa era la solución para saciar su curiosidad.

"Oh, Mariku, eres un genio". Bakura le sonrió al chico rubio, quien sólo le observó como si de pronto le hubiera crecido otra cabeza. "Claro, nunca a mi nivel, pero lo eres…una que se baile, si, si,si".

"Pero has estado bailando hace casi una hora, pensé que querías descansar".

"No me contradigas que te mato renacuajo de segunda". Al insulto Mariku casi salta con una contestación. "Hasta que el cuerpo aguante".

Con esa orden Bakura se reajustó la máscara de la esfinge, sus pasos largos le encaminaron más allá de Mariku, quien a penas resistió la tentación de estirar levemente su pie y hacer caer a su líder… que cosa más chistosa habría sido ver caer al poderoso demonio blanco por una simple zancadilla… claro, sólo hasta que ese demonio le alcanzara y rompiera su pescuezo en múltiples trocitos y después le diera su cadáver a los coyotes o cocodrilos…o peor aún, le amarrara a un tronco de palmera seca y lo sostuviera a pocos centímetros de un nido de cobras y víboras del desierto… o…. no, demasiadas opciones como para continuar con su propia tortura mental.

Yugi no pudo evitar negar con su cabeza al comportamiento de su hermano mayor, Akenamon, Mahaado, Karimu y Jouno ocultaron una sonrisa tras sus manos mientras Shaadi se encontraba en un estado mental pasando del pánico, murmurando algo sobre ser un Niwatori; Seth, ojos cerrados y brazos cruzados sobre su pecho se mantenía impasible y no parecía importarle en lo más mínimo el objeto de las risas que Karimu apenas si lograba contener.

Por otro lado Atemu, príncipe de Khemeth, sanador mayor de palacio y el mayor de los oponentes de Heishin y su grupo de ministros en las Sesiones del Concilio del Faraón, no prestaba atención a su alrededor, sus ojos sólo observaban a la figura que se movía con la sinuosa gracia de un felino envuelto en un baile adornado por su voz y otros instrumentos.

Aquel día Ra se encontraba brillante en su punto del firmamento, de seguro la vista el valle de Menfis sería espléndida desde los balcones reales, sin embargo, no sería comparación alguna con el viajero que relataba sus historias al público del Mercado.

Atemu se descubrió a si mismo mesmerizado ante la magia que irradiaba la música y sus notas, pero por sobre todo con la hermosa voz del cantante, un tono profundo, nunca al punto de llegar a los acantilados del Nilo; más bien el murmullo de los vientos que preceden a las tormentas de verano, cuando la lluvia se deja caer extrañamente en la estación más seca de Egipto y revoluciona las arenas del desierto. No podía apartar su vista de él, algo le invitaba a observarlo, era una atracción increíble… ¿cómo sería su rostro completamente descubierto, sin el uso de esa más cara que cubría la mitad de sus facciones?, ¿serían sus ojos los abismos oscuros que proclamaban ser?, ¿sería su cuerpo tan fuerte como para soportar los largos viajes en medio de las arenas del tiempo?, ¿cómo se sentiría recorrer su piel tostada con sus manos?, ¿cómo serían sus dedos traviesos emulando la caricia sobre su propio cuerpo?...

Aquí Atemu se detuvo de su ensoñación…por fin su cerebro volvía a funcionar normalmente, ¿En qué demonios estaba pensando, por el nombre de Ra y Osiris?. Fantaseando con un completo extraño, dirigiendo sus pensamientos a situaciones íntimas, de las cuales, ni siquiera tenía la experiencia para conocer de ellas. Atemu no pudo evitar sonrojarse a medida que se daba cuenta de lo poco adecuados que eran sus pensamientos y reflexiones.

Risas, si, todos sus acompañantes, claro menos Shaadi y Seth se estaba riendo, de seguro el último no se estaba revolcando en el suelo de risa porque estaba durmiendo de pie… por primera vez esa molesta habilidad y costumbre de su primo le servía de algo; tener a Seth molestándolo por el resto de su vida por como observaba un cuenta cuentos del Mercado sería lo más humillante de su vida.

Ahora si que todos estaban condenados, las manos de Atemu prestas a convocar magia y regalarles un viaje de ida al Reino de las Sombras, cuando vio el objeto de sus miradas caminar hacia allí.

Pasos largos que enmarcan la musculatura de sus piernas a penas cubiertas por el kilt rojo y blanco, la flexión de sus brazos al caminar, el pecho descubierto ante sus ojos, bajo el juego de luces que Ra produjera para acariciarle. La vista era demasiado deliciosa como para dejarla ir. Sin embargo el mundo se paralizó ante Atemu cuando ese cantante se arrodilló ante él y le extendió su mano en forma de invitación.

Bakura tenía razón al seguir su curiosidad, esta siempre le llevaba por los corredores exactos hacia los mejores tesoros de la tumba, aquellos más valiosos y raros. Ante él se encontraba la criatura que plagaba sus sueños durante las noches de luna brillante en el desierto. A medida que se acercaba, la mirada de interés y la sonrisa sincera que expresaba aquel rostro, allí en medio de los espectadores; era todo lo que había soñado, todo lo que anhelaba desde lo más profundo de su alma. Ra parecía haberle bendecido al volver realidad a su fantasía más preciada.

El sonrojo en aquellas mejillas pálidas cubiertas por la sombra de Horus, fue todo lo que necesitó para reunir toda su valentía y arrodillarse gallardamente a sus pies, desde allí le observó más de cerca; las facciones finas, la delicada mano a centímetros de aceptar la invitación.

"Osiris reina en el otro mundo, Horus proteja al Faraón". Comenzó Bakura, a pesar de ser bendiciones para el Faraón, recitó los versos de un antiguo poema usado para anunciar un cortejo hacia un compañero de baile. "He viajado por las arenas y los mares, recorrido más caminos que las estrellas y el viento… ¡Qué el Nilo sea testigo de mis palabras ante Ra que brilla en el cielo!, os asegura que no he visto flor más hermosa en la tierra que pisa el hombre… sería un honor que me concediera este baile".

Todos permanecían en silencio, expectantes, atentos a la respuesta de la romántica propuesta. Mariku y Nadjik comenzaron con el tema, flautas, cuerdas, bombos y panderetas; cada cual formaba una serie de figuras en el aire, que mezcladas crearon la melodía de la canción requerida por Bakura.

La respuesta fue afirmativa, la delicada mano derecha de su acompañante se posó sobre la palma de la suya, sus dedos más grandes la cubrieron completamente. Isis, que piel más suave y delicada, que frágil criatura sostendría en su danza; claramente su cuna noble saltaba a relucir, el contraste entre su piel quemada y maltratada por el sol del desierto, y la piel de leche que pertenecía a su acompañante era demasiado fascinante. Con un suave movimiento se alzó desde su posición y luego atrajo al centro del círculo a su pareja. Sus pasos refinado siguiendo los suyos hacia el espacio de baile; ahora más que nunca deseaba verle frente a frente sin aquella capa sobre sus cabellos, moriría si no los veía brillar bajo el sol.

Antes de alcanzar el centro, Bakura le hizo girar sobre si mismo dos veces, sus mano más grande y sus brazos más largos no fueron problema alguno para dirigirle en la vuelta. El movimiento hizo danzar la capa verde pálido y la túnica blanca bajo ella, luego largas hebras de lino y seda blanca reemplazaron el baile de la capucha que ocultaba los rasgos de la pareja de Bakura.

La sorpresa para todos los presentes fue notoria, un ser joven con los cabellos de un anciano, no era algo común en Khemet.

Bakura rodeó su cintura con una mano, deslizándola bajo la capa verde, luego tomó la mano libre de su acompañante y comenzó con un suave baile que seguía el ritmo y la melodía de la canción. Lugo susurró cerca de su oído la letra, dedicándosela completamente sólo para su conocimiento.

"Puedes arrancarme el corazón del pecho.

Y convertir en murmullo tenue mi voz.

Reducir toda una vida.

Sólo a un renglón".

El cuerpo más pequeño parecía encajar con el suyo en una forma exacta, un cálculo preciso realizado por Isis al crearles. Bakura no podía evitar observar los ojos rubí que tanta atención le habían llamado, eran dos abismos de sangre y ocaso sin fin, llenos con una paz y sabiduría que jamás había visto en otro ser. Aquel rostro le parecía demasiado familiar, algo en el le recordaba a las aguas del Nilo durante la primavera, aquel paisaje cubierto por lotos de colores en sus orillas más escondidas, la magnificencia de las aguas desde las alturas del acantilado del lado sur… aquel lugar que tanto frecuentara cuando era sólo un niño.

"Puedes sobre mí dar opinión sesgada.

Criticar mi oficio que no es porvenir.

Que alimento la hoguera de la imaginación".

Ra, si ese día había comenzado de la pero forma, ahora compensaba todas sus otras desventuras. Atemu no podía creer que estuviera bailando con aquel misterioso cantante que con tanto anhelo se encontraba observando a unos momentos. Ahora podía sentir bajo sus dedos la piel tibia y la forma del músculo bajo ella, era impresionante la fuerza que guardaba sólo en sus brazos.

Todo en él irradiaba naturaleza, libertad, era una criatura salvaje del desierto, casi un caballero sacado de los cuentos sobre la guerra de Seth y Horus… definitivamente esta imagen no se desaparecería en mucho tiempo del ojo de su mente, sería su más preciado tesoro.

"Puede que la lluvia caiga sobre el cielo.

Que el mar confundido vaya a un río a morir.

Que la noche cante al gallo a la mañana.

Que con las ánimas se fue a divertir".

Bakura jamás olvidaría sus juegos en la orilla del Nilo, allí aprendió a ser independiente, a ser el hermano mayor de Behu y Bausuru, aprendió sobre sus responsabilidades en la ausencia de su padre… y allí conoció a su mejor amigo, aquel duendecito que viera un día caminando hacía su dirección, observando el mundo desplegado antes sus ojos… casi terminó en la panza de un cocodrilo por estar mirándole, sin embargo, la imagen de ese pequeño de cabello blanco y ojos rubí sonriéndole aún permanecía latente en el ojo de su mente.

Cabello blanco y ojos rubí, esas eran las características de la persona que sostenía entre sus brazos mientras danzaba, incluso el aroma de su cabello, ese toque dulce aceite perfumado y su propia esencia, era tan embriagante como lo hubiera sido el aroma de Atemu.

"Vivo con la pasión a flor de piel.

Entre estrofas encontrarás mi hogar.

Ella espera que regrese.

Y mientras yo guardo sus besos y su voz.

En mi corazón".

Atemu cerró sus ojos por un momento vio frente a él a aquel niño que jugara a su lado hace 10 años en las aguas del Nilo, Bakura y su sonrisa traviesa. Algo en ese cantante le recordaba a Bakura, algo en lo más profundo de su esencia, incluso esa aura de travesura y confianza estaba presente en ambos… podía jurar que este extraño que sostenía su cintura con tal delicadeza era Bakura, lo haría, sólo si no hubiera visto el cadáver de su amigo esa tarde en las cenizas de Kuru Eruna.

"Busco en el camino todas las respuestas.

Y me he dado cuenta que están en mi.

Comunicador de sueños quiero ser".

Ra era siempre fue cruel con él, le quitó su familia completa y le privó de su lucecilla de amanecer. Sostener a la esencia de Atemu era demasiado para sus sentidos, hacía mucho tiempo que había analizado sus sentimientos para con el niño y siempre supo que deseaba protegerle y amarle como nadie más podría hacerlo. Claro que no había comprendido lo último con 6 años de edad, ahora casi con 17 se arrepentía de sólo haberle besado una vez, sólo un toque rápido de sus labios al momento de entregarle el anillo que su padre le llevara, aquel que los unía como amigos para siempre, y que, sin embarga, igual fueron separados.

¿Cómo sería Atemu ahora?, ¿Cuánto habría cambiado desde la última vez que le viera?, ¿seguiría siendo ese duendecito de agua?, ¿tendría esposa?. Tantas preguntas rondando alrededor de ese ser que hace 10 dejó de ver y que probablemente jamás viera otra vez.

"Músico soy.

Músico seré.

Conductor de sensaciones a tu piel.

Fabrico recuerdos que atas con nostalgia a mi canción".

Si, tenía razón, sus canciones fabricaban recuerdo que ataba con nostalgia sobre él, él mismo era la imagen de Bakura, si tan sólo Bakura no hubiera muerto hace 10 años, Atemu podría asegurar que su pareja de baile era su mejor amigo. Ese niño que le besara como en las bodas sólo para complacerlo cuando le entregó el anillo que aún usaba en el dedo anular de su mano izquierda.

"Jamás podré dejarla.

Mi vida es una canción.

Soy escultor del alma.

Soy músico y amo en clave de sol.

Hasta que aguante mi voz".

Bakura sonrió al escucharle reír, miles de campanillas del templo parecían conjugarse en aquel sonido, con la fluidez de los años de práctica, con un pequeño movimiento de muñeca le hizo girar una vez más. Entonces lo vio, Bakura vio la pinza que ataba sus cabellos para evitar que estos cayeron sobre sus ojos, era algo que le traía muchos recuerdos, especialmente por la fabricación tan rustica que presentaba. Era sólo una flor de loto violácea y blanca, con una piedra roja en su centro, era un objeto que recordaba haber regalado a Atemu.

"Estamos locos de atar.

Somos trovadores que en tu ciudad.

Damos pinceladas de color a tu gris realidad.

Somos mitad caballeros mitad bohemios y embusteros.

No somos lo que un padre quiere para su hijita bebé".

Frente a frente una vez más, Bakura no lograba quitar sus ojos de aquel rostro que su mente transformara a su versión infantil, con rasgos más rellenos y ojos más inocentes y brillantes que aquellos.

El destino le estaba jugando una mala pasado, era imposible que fuera Atemu quien bailara con él esos últimos pasos… pero 10 años cambian a muchos… él era la mejor prueba.

"Hasta que el cuerpo aguante.

Hasta que quiera mi voz.

Hasta que el cuerpo aguante.

Seguiré viviendo tal como soy".

La canción terminaba, los aplausos bullían una vez más, pero no importaban, al menos no para él ahora que observaba como Ra se mofaba de él. No pudo evitarlo, tomó entre sus manos, cubriendo completamente la mano izquierda de su pareja de baile y besó sus nudillos; desde allí el anillo resplandeció dos veces bajo los rayos de Ra, como si el Dios se continuara burlando de él… o tal vez recompensándole al permitirle ver a Atemu una vez más.

Diez inundaciones le habían convertido en un una criatura de fantasía, era demasiado hermoso su duendecillo de agua… el tesoro más preciado de Khemeth yacía ante sus ojos, y entre sus brazos. Pero, ¿quién era él para siquiera intentar acercarse a Atemu?, ya no era el muchachito de aldea que le enseñara a montar a Saigril, él era un Ladrón de tumbas en busca de venganza en nombre de su familia sobre el Faraón y los suyos…¿cómo podría atreverse siquiera a acariciar a un duendecillo?... su rostro estaba marcado por la vieja masacre, la espada del guardia le había dejado la cicatriz sobre el ojo derecho y había perdido la vista de él… ¿sería posible que Atemu se interesara una vez más en él si era tan horrible?, si su espalda, tenía cicatrices y sus manos cayos producto de su trabajo ilegal…

Bakura suspiró, con sus nudillos acarició las mejillas y pómulos de Atemu, luego siguió con su camino por entre las hebras blancas que tanto le fascinaran, eran más suaves de lo que el recordaba, pero no podía continuar, si seguía sus impulsos jamás podría quitar sus manos de Atemu y sólo sería mancharle con sangre y mugre, pues eso era todo lo que tenía para ofrecerle.

Bakura sintió lágrimas rebeldes tratar de caer desde sus ojos, inhaló una última vez el aroma dulce del amanecer de Atemu y le dejó ir.

"Gracias por acompañarme hermoso duende de las aguas del Nilo".

Con esas palabras se dirigió hacia Mariku, sin mirar atrás, el espectáculo acabó.

La música era pegajosa y la letra era genial, eso tenía que admitirlo, claro, eso no hacía en voz alta, pero si en la mente. Seth abrió los ojos y vio a su primo bailando en el centro del espectáculo junto al cantante que tanto le había revolucionado las hormonas, o al menos eso espera, ya iba siendo el momento de que ese enano metiera a alguien a su cama.

Bueno, siempre y cuando el nuevo esclavo no contara, no soportaría el hecho de saber que su primo le había acariciado de la forma más íntima de dos amantes, no estaba bien, era algo que sólo él podría hacer… bueno, esperaba hacer.

Seth no pudo evitar observar el rostro de ensoñación de Jouno al ver a su amo bailar, al parecer al muchacho gustaba de la música, tal vez sería una buena idea bailar con él para el festival de Quetech, la Diosa del Amor o enseñarle algún instrumento musical… el problema es que ese no era su fuerte, si no el de Atemu y Akunamekanon y una vez más arriesgaba al lindo esclavo a caer más profundo en las manos de Atemu… Ra era tan injusto.

Seth sonrió, por ahora sólo observaría la felicidad y los ensueños de ese cachorrito, algún día él los haría realidad.

Mahaado suspiró pesadamente, Ra no quiso que Atemu y Bakura se encontraran esta vez, ambos habían estado juntos bailando, todo parecía perfecto… y aún así se alejaban una vez más.

El conjunto musical recogió sus objetos, las monedas que el público les dio y se retiraron.

Mahaado sólo pudo observar la figura de Bakura desaparecer por entre la gente, de un movimiento se quitó la máscara, dejando caer sus cabellos blancos en el momento en que Atemu le daba la espalda y discutía con Yugi.

Ra permita que hayan otras oportunidades…

Así el viaje por el mercado continuó.

***Notis:

I know, me tomé mucho tiempo para esta actualización, espero que haya válido la pena la espera.

Ideas, críticas comentarios, etc.. me dejan un review!! Plis plis???